La caída de un Imperio
Capítulo 1: Del máximo esplendor a la decadencia
Durante su existencia, el hombre ha dado a luz grandes naciones capaces de controlar más allá de los límites de los territorios que les corresponden. A estas poderosas naciones que conquistan a otras y las someten bajo su dominio, ya sea económico, político, militar, ideológico o cultural, se les llama imperios. Los imperios dominan el orbe durante un tiempo específico, llegan a su máximo esplendor y luego caen, desapareciendo un día, tan repentina y misteriosamente como fueron creados. Antaño, los imperios perduraban siglos y su fuerza parecía poder durar para siempre. Cuando desaparecen, su esplendor suele ser recordado, sin embargo las naciones a su alrededor son incapaces de evitar su caída, ya sea porque no pueden
… o porque no desean hacerlo.
Le dio un sorbo más a su copa de brandy mientras el fuego de la chimenea iluminaba sus orbes azules, dándoles un aire nostálgico. El sonido de la madera siendo devorada por las llamas fue sustituido por una melodía electrónica. Cambió de mano su copa de licor y sacó de su bolsillo su teléfono celular mirando de quien se trataba; sin cambiar en nada su expresión, apretó el botón de descolgar y se llevó el aparato al oído.
-¿Ya estás aquí? – hizo una pausa mientras la otra persona hablaba - Ok, te espero entonces, bye, bye – y como autómata, colgó.
Volvió a mirar el fuego frente a él, sentado en su sillón con copa en mano, recordando las razones que le habían llevado a llamarle. Afortunadamente aún se encontraba en su territorio o hubiese tenido que esperar muchas horas para verle.
Hubo un tiempo en el que él hubiese sido la última persona a la que acudiría, pero desde que terminaran las tensiones entre ellos, sin pensarlo realmente, hicieron un acuerdo mudo en el que estarían el uno para el otro sin preguntas, sin compromisos. Sólo consistía en una llamada, una noche y al día siguiente nada había sucedido. Eso era justo lo que necesitaba en ese momento.
Dio otro sorbo a su copa. El murmullo de esa habitación con chimenea comenzaba a hartarle. Hubiera salido pero "él" ya venía en camino y debía esperarlo. Mirando las llamas, su mente comenzó a saltar de un lado a otro de manera involuntaria. ¿Qué había pasado? ¿Por qué pensó que él podría quererle de esa forma? Eran hermanos después de todo. Divagando recordó de nuevo lo que había sucedido.
-Flashback-
Ese era el día, definitivamente ese era el día en que se lo diría. Matthiew había dicho que también tenía algo importante que decirle, que finalmente había encontrado lo que tanto anhelaba y que se trataba de alguien alegre y carismático. No podría ser nadie más, había sido claro, era más que obvio que su hermano le correspondía; ¿por qué otro motivo le había consolado y acompañado todo este tiempo? Al fin podía verlo todo claramente, su destino era estar a su lado y la vida le había dado numerosas decepciones para entenderlo.
Entró al restaurante en el que se habían citado, en territorio canadiense. Llevaba rosas de un rosado pálido y delicado, esperaba que a su hermano le gustaran. Buscó con la mirada y lo vio…
-Mathiew… – pero el canadiense no estaba solo, un hombre moreno estaba con él, muy cerca, demasiado cerca. Se habían dado un discreto beso y charlaban amenamente, la sonrisa del rubio brillando resplandeciente como jamás la había visto.
En un segundo, todos los sueños construidos alrededor de esa idea de amor correspondido fueron cayendo a su alrededor. Corrió al baño y tirando las rosas a la basura sacó su teléfono móvil. Por un momento se debatió entre hacerlo o no, pero finalmente, le marcó a su gemelo.
-Mattie? Hello! – le habló lo más convincente que pudo, tratando de ignorar el nudo en su garganta – ahmm l-lo que pasa es que me surgió algo bro, no podré ir, ya sabes como son mis jefes, se ponen bastante pesados con esto del trabajo hehehe… ya será para la próxima ¿ok?
Al escuchar su suave voz animándole no pudo reprimir un sollozo y las lágrimas rodaron por sus mejillas – ha! Yeah! Soy un héroe ¿no? Puedo con eso y mucho más hahahaha! – su expresión se descompuso y apretó los dientes intentando calmarse mientras el otro le dispensaba y le pedía hablar por teléfono cuando estuviera menos ocupado.
-Yeah… sure… ahmmm gotta go… bye, bye! – dijo en un segundo al sentir su voz ya algo nasal y colgó, deseando tirarse a llorar allí mismo, pero sabiendo que en cualquier momento alguno de ellos podría sorprenderle. Salió de allí, prácticamente huyendo. Al llegar a su casa se dirigió a su bodega y comenzó a romper cosas y a llorar de coraje y despecho. La única persona que podría llegar a amarle había hallado la felicidad en alguien más.
Era injusto no desearle felicidad, pero en esos momentos se sentía tan mal que no le importaban los estúpidos clichés, deseaba amor y no lo tenía, y el amor de su hermano, al que había aprendido a querer durante las últimas décadas, lo tenía alguien más, alguien que además no era de su agrado. Se encerró ahí en la desordenada habitación hasta quedarse dormido.
A la mañana siguiente había despertado con jaqueca y adolorido por haber dormido en mala postura y fingió un dolor de estómago con Alemania para no ir a la junta de la ONU de ese día. Grave error, estuvo todo ese tiempo pensando en Matthiew, hasta que cayó la noche y decidió hablarle a "esa persona".
Y es que Mattie siempre estuvo a su lado cuando sufrió decepciones, en verdad llegó a pensar que el canadiense sentía algo por él. Estuvo a su lado cuando otros no lo estuvieron, le escuchó, le abrazó, lloró a su lado y le hizo sentir esperanza cada vez que caía en guerra, cada vez que le herían, y cada vez que le rompieron el corazón. El pensar que en esta ocasión no tenía a nadie con quien hablar respecto a él, ¡le hizo sentir tan solo!
Esa idea le hizo poner todo en perspectiva ¿a quién acudir? Con Kiku, no… él ahora tenía alguien en quien pensar.
-Flashback-
Siempre iba a su casa sin avisar y siempre era bienvenido, pero ese día, ahí se encontraba, sentado en la sala sin decir una sola palabra, absolutamente incómodo de saber que había interrumpido a Kiku y…
-En verdad Alfred-san, Mei y yo no estábamos realmente ocupados, por favor, siéntete como en casa, sería una lástima que te marcharas tan pronto habiéndote tomado la molestia de venir hasta aquí.
Eso le había dicho, pero la realidad era que estaban allí los tres, sentados sin hacer nada realmente, sólo mirándose las caras y los dos orientales sentados uno al lado del otro con claras ganas de estar a solas. Estúpidos protocolos sobre visitas.
-Ohhh! Es cierto, Kiku, tengo una junta muy importante en ahmm Inglaterra en unas cuantas horas y debo irme ahora mismo para llegar temprano y bueno yo sólo venía a saludarte y a ver si tenías películas nuevas, pero si no las tienes me voy ¡hahahahahahahaha!
Y una hora después ya estaba en un avión rumbo a Inglaterra, de donde volvió a casa sin pasar a visitar a su ex tutor.
Y se había zafado de estar allí por más tiempo, en un lugar en el que claramente no era bienvenido. No hubiese sido problema si sólo hubiese sido una o dos veces, pero desde aquél día, había sido imposible tener un momento de soledad con su amigo, ya que siempre estaba acompañado de ella. Finalmente optó por no llamarlo más. Su amistad se había deteriorado hasta el punto de solo saludarse en las juntas.
Ahora no sólo él, sino todo el mundo parecía tener alguien con quien estar, alguien que le complementara, alguien que le aceptara tal cual era. Y él seguía solo. No había nadie más, después de tantas guerras y enfrentamientos no quedaba nadie en quien pudiera confiar, Kiku y Pedro, cada uno de ellos había encontrado alguien con quien compartir su eternidad, al igual que Matthiew. ¿Quién más? Arthur no, ni pensarlo; frente a él se había humillado mucho tiempo atrás.
-Flashback-
Su corazón latía nervioso había estado muy asustado pensando que Alemania había tenido tiempo suficiente para torturarlo de mil formas. Al descender en su avioneta, el inglés se preparó para salir de ella, herido y sucio como estaba.
-¿Qué demonios haces git? Abre la escotilla que quiero bajarme ya y darme un baño damnit – le miró con esos ojos verdes recriminándole.
El joven norteamericano sólo se le quedó viendo desde su asiento y sin abrir la nave fue hasta donde estaba Arthur y le abrazó. Hasta ese momento, no sabía lo importante que era ese hombre para él: más que un hermano, más que un padre, Alfred amaba al inglés que le había cuidado de niño y le había buscado desesperadamente por todo el territorio italiano hasta encontrarlo y sacarlo de allí.
-¿Q-qué te pasa tonto? No te pongas así, este no eres tú, además – se separó y le dio un golpe leve en el pecho, sonrojándose levemente – ni creas que te voy a agradecer nada, fuiste un idiota impulsivo y ¡quién te dijo que me sacaras! ¡Yo podía salir solo de Italia perfectamente!
A sus ojos, el inglés era hermoso en cada detalle. Su labio tembló levemente y sin darse un momento, impulsivo tal como el inglés había dicho que era, le dio un fugaz beso en los labios, separándose al instante. Se quedó estático, esperando la reacción de otro, asustado por lo que pudiese pasar.
Arthur por su parte se veía confuso. Miró sorprendido a su ex-colonia hasta que un brillo de entendimiento pareció inundar sus ojos verdes y desvió la mirada incómodo. Para Alfred, esa era una mala señal – Alf – le escuchó decir al inglés – mira… n-no es momento para esto ¿sabes? Estamos en medio de una guerra y no podemos pensar en esa clase de cosas así que… uh… olvídate de ello ¿entiendes? – luego de darse un momento, volvió a mirarle y le sonrió con un dejo de complicidad, dándole un golpecito en el hombro – torpe, deja de hacer y pensar tonterías y ocúpate de lo realmente importante. Tenemos una guerra que ganar ¿recuerdas hero?
Sus ojos reflejaron decepción, pero aun así sonrió para él y comenzó una risa nerviosa – hehehe sorry, t-tienes razón, además te-tenemos mucho tiempo ¿cierto? – en su corazón aún albergaba una pequeña posibilidad, por algo eran eternos, ¿podría aspirar a pasar una eternidad a su lado?
-Ya hablaremos de eso después, por ahora los Aliados necesitamos que seas fuerte y te concentres – se denotaba en su voz la incomodidad de la situación ¿qué había querido decir con esas palabras? No eran un 'si' o un 'no' concretos – anda, ya déjame salir git, o mis heridas se infectarán.
La voz del inglés lo sacó de sus cavilaciones y preocupado por él abrió la escotilla y le dejó salir. Entraron juntos a la base a la que habían llegado y allí les esperaban Iván y Francis. La bienvenida fue de lo más entretenida, el Francés manoseando al recién llegado y el ruso con sus comentarios escalofriantes de siempre. Debían concentrarse en la guerra, no había tiempo para nada más.
Eso quiso pensar hasta que les escuchó, unos minutos después en la enfermería. Había ido a ver cómo se encontraba y se quedó en la puerta, mirándoles abrazarse. De inmediato se escondió tras la pared e involuntariamente, escuchó su conversación.
-Lo lamento mon amour… a veces pienso que soy demasiado débil para protegerte.
-Bastard! Como si necesitara tu protección, ¡siempre es lo mismo contigo!, me basto solo perfectamente y… - escuchó cómo focejeaba - ¿quieres soltarme? No quiero que nadie nos vea.
-¿Y por qué no? – sonaba falsamente herido el francés – no me molestaría que supieran de nuestro amour – nuevamente un leve forcejeo y el sonido de unos besos entre sus voces entrecortadas – je 'taime Arthur.
-Sh-shut up bloddy frog… déjate de tonterías, esto es una Guerra n-no hay tiempo para eso – y sin embargo no hubo resistencia cuando se dejó escuchar el sonido de otro beso.
Sintió algo en su pecho rasgarse y unas terribles náuseas. Corrió al baño y pretendió vomitar con sendas arcadas, pero nada salió de su boca, era sólo la sensación de malestar. Estaba a punto de comenzar a llorar cuando alguien más entró al baño.
-¿Uh? Ah pero si es Ameriku, por un momento pensé que algún animal se había quedado atrapado en el baño y vine a ver – le regaló una de sus pequeñas sonrisas a su parecer, no eran más que sonrisas idiotas – te ves mal ¿te puedo ayudar en algo?
-Déjame en paz ¿si? No estoy de humor para tus malas bromas – decidió que lavarse la cara era lo más adecuado y fue al lavamanos, mirándose al espejo. Abrió la llave y, sintiendo un ligero ardor, dejó que el agua llenara las cuencas de sus manos para luego llevárselas a la cara. Suspiró luego de que el agua cayera por el lavabo y súbitamente, experimentó un temblor al sentir esos brazos rodearle.
-Sólo necesitas ayuda con el estrés. Supongo que puedo ayudarte con eso, como antes ¿recuerdas? – susurrantes esos labios se pasaron por su cuello, dejándolo frío. Cuando por fin pudo reaccionar, se deshizo de su agarre y le empujó con fuerza. Iván era tan fuerte como él, sabía que de un empujón así, cualquier otro habría salido despedido hasta incrustarse violentamente en la pared, pero no él, sólo perdió un poco el equilibrio y se rio burlón – no pareces muy contento con mi propuesta, pero aun así está vigente, si lo deseas – recuperando su porte digno se encaminó a la puerta – y por cierto, haz algo con esa laceración en tu mano, se ve bastante feo – mencionó sin mirar atrás y saliendo tan sigilosamente como había entrado.
Miró la palma de su mano ¿cómo era que el ruso lo había notado? Forzó demasiado el volante de la avioneta para hacer maniobras arriesgadas y salir de Italia sin dañar al inglés. Lo había asumido como un héroe y no había prestado atención hasta que ya se encontraban sanos y salvos en territorio francés. Miró su mano quemada, ahora humedecida por el agua con la que se había lavado y una lágrima salada cayó en ella. Debía olvidarse de él, por su bien.
No volvió a hablar con él del asunto, y sólo un par de décadas después supo que ya todos estaban enterados de lo que había entre esos dos. Supuso que el inglés había llegado a la conclusión de que todo había sido una mala broma o simplemente había sido una etapa suya, derivada del cúmulo de sentimientos que implica estar en una guerra. Prefirió no corregir esa idea, hubiese sido doblemente humillante. Se preguntó si alguna vez se lo habría dicho a Francis. En verdad no quería saberlo.
England tenía a Francis, Kiku a Mei, incluso el buen Toris les había sorprendido a todos con su relación con ¿cómo era que se llamaba el chico del pony? ¿Felix? Algo así, la verdad no se acordaba, ni tenía ganas de hacer el esfuerzo.
Y comenzó a hacerse preguntas que sabía que no le llevarían a ningún lado, ¿qué hacía aquí? ¿Cuál era el motivo de su existencia? ¿Si desapareciera alguien le extrañaría? ¿Por qué cada vez que pasaba esto comenzaba a pensar en lo mismo?
-Flashback-
Le abrazó y no pensaba soltarlo, sabía que si lo soltaba todo entre los dos acabaría para siempre, sabía que si lo soltaba no volverían a ser los mismos jamás.
-Por favor Alfredo, suéltame, sabes tan bien como yo que esto es impo…
-¡NO! ¡No te soltaré! Yo te quiero, te quiero ¡te quiero! – se aferró a ese delgado cuerpo, con fuerza, quizá demasiada
-I-idiota… s-suéltame ¡me estás lastimando! ¡ALFRED!
Su voz sonó urgente, tanto que el rubio de inmediato le soltó asustado, temiendo haberle hecho un daño que en realidad no deseaba hacerle.
-L-o siento… Pedro yo no quise… - sus manos temblaban, no sabía qué hacer, con sus manos había dañado al mexicano, una vez más.
-Pendejo… - le interrumpió el otro con un hilo de voz - tú nunca quieres, pero siempre terminas chingándolo todo – con algo de trabajo, el joven moreno le miró resentido mientras trataba de sostenerse las costillas, respirando con dificultad ¿le habría lastimado más de lo que pensó? – ¿Por qué no lo entiendes? ¡No siempre puedes tener lo que te de la gana! ¡No puedes simplemente tomar las cosas y llevártelas sin causar un pinche caos!
La frialdad de sus ojos casi negros hizo que su pecho doliera como si le hubiesen dado en él con una bala de cañón. ¿Cómo era posible que una sola mirada suya le hiciera tanto daño?
-¿Por qué no puedes olvidar eso? – sus ojos comenzaron a ponerse vidriosos, sabiendo que lo perdía, lo perdía de la forma más absoluta y ¡toda la culpa era suya! – olvida el pasado, intentemos vivir juntos, ahora, en nuestro presente ¡por favor quiéreme Pedro! Please!
-¡Ja! No me vengas con chingaderas ¿si? – el mexicano sonrió con amargura - ¿Cómo carajo esperas que me olvide de que me quitaste más de la mitad de mi territorio? ¿eh?
-Pero…
-¿¡CÓMO CHINGADOS PRETENDES QUE ME OLVIDE DE QUE ME TRAICIONASTE CUANDO MÁS TE NECESITABA! ¡YO CONFIABA EN TI CABRÓN! YO… - calló de pronto, desviando la mirada en medio de lágrimas que evidentemente eran de frustración – yo te amaba, te admiraba, te idealizaba… y tu, pedazo de porquería… - le miró de nuevo con los ojos inyectados de rencor - ¡tu me traicionaste!
-Pero es que tu no lo entiendes, ¡yo quería que tu y yo fuéramos…
-¿Que fuéramos uno? ¡Claro! ¡Estados Unidos de Norteamérica! ¡Tú y sólo tú! - se interrumpió a si mismo, quejándose de dolor – idiota, creo que me rompiste dos costillas – y le miró jadeante – pero no me sorprende, tu y tu fuerza bruta, que en lugar de proteger a otros les hiere – le dijo con sorna – y será mejor que te hagas a la idea, ya no siento nada por ti, incluso he permitido que seamos amigos cuando no debería ni hablarte, así que se agradecido, sigue con tu vida y déjame a mí seguir con la mía. ¿Qué te importa si me caso o no con quien yo quiera?
-¿Te casarás con ella? – le miró estupefacto - ¡No! ¡No lo hagas! Please!
Miró al norteamericano un momento que pareció eterno, sus ojos cafés como evaluando la situación. Suspiró de pronto, suavizando su expresión y sonriendo con algo de amargura – tarado ¿de verdad esperas que no lo haga sólo por que me lo pides? – miró al suelo y con un leve quejido, se apretó un poco más las costillas – lo lamento, no debí decirte esas cosas, e-era el dolor el que hablaba por mi, pero no entiendes de otra forma, ¡eres un terco carajo! – levantó sus ojos tristes y los dirigió al rubio frente a él – Alfred, no eres tu ¿entiendes? No todo en este mundo se trata de ti bobo – dijo en un tono de falsa molestia, al que añadió – me enamoré – sonrió dulcemente, al parecer rememorando a esa persona – me enamoré de ella por que es una persona increíble y tu te enamorarás de nuevo créeme. No seas terco, lo que hubo entre nosotros ya no existe, fue muriendo poco a poco y ahora, sólo deseo ser tu amigo. Alfred, haznos un favor a los dos y olvídate de mi ¿si?
Y le dejó ir… en su bolsillo aquella partitura con la que había pensado declararle que lo quería, había tomado una de sus canciones en español y la había traducido al inglés para cantársela, sin importar lo extraña que se escuchaba su voz al cantar.
Y las hojas habían volado mojándose en el Gran Río cuando había cruzado por él para volver a casa. Bésame mucho…
Y se levantó al escuchar el timbre, alejando esas imágenes de su mente. Abrió la puerta aún con su copa en la mano y le miró - sonriendo como siempre… - pensó sin querer, y sin decir una palabra le dio la espalda para volver de nuevo a la sala y dejar su copa en una mesa. No tenía por qué haber palabras de por medio, el otro conocía su casa perfectamente y estaba ahí por una razón, así que cualquier frase protocolaria de buen anfitrión salía sobrando. Escuchó su puerta cerrarse y los pasos seguirle y suspirando, avanzó hacia su mini bar para buscar alguna bebida que fuera del agrado del otro.
-Dime, ¿deseas beber algo? Tengo vodka de la última vez que viniste, creo que lo dejé por…
Y sus palabras fueron interrumpidas por un brazo que rodeó su cintura y una mano que apresó una de sus muñecas, dándole la vuelta. En un segundo, su cuello fue invadido con avidez mientras sus propios brazos se cerraban alrededor del cuello del hombre que le apretaba contra sí.
Ahh… - le necesitaba, por eso no le molestó la rudeza con la que lo había abordado – mgh! Ahh… - sus besos siempre habían sido así de ardientes, sus abrazos así de fuertes, y pese a lo que dijera antes o después del acto, el tener intimidad con él siempre le ayudaba a olvidar, ¡era tan bueno en ello!
Su respiración se agitó cuando sintió que le sentaba en la orilla del mueblecillo donde guardaba los vasos y comenzaba a devorar su hombro al tiempo que le quitaba la camisa sin tener misericordia alguna de los botones que, arrancados por la fuerza, salieron disparados en varias direcciones – aha… I-Iván! Iván! mnhhh… - se mordió el labio inferior intentando a su vez arrancar la camisa del soviético para alcanzar su fría piel, sin éxito alguno ¿cuándo había desaparecido su enorme abrigo? ¿A dónde había ido su bufanda? – n-not here… la cama… Iván… ahh! n-not here… - las manos frías se detuvieron y los ojos amatistas le miraron por vez primera desde que llegó.
Se miraron un momento, ambos agitados, hasta que el ruso sonrió con expresión burlesca - ¿a la cama eh? Eres un mocoso consentido Ameriku, pero está bien, necesitarás descansar cuando haya acabado contigo – con suavidad el albino le quitó los lentes y los dejó sobre el mueblecito, y sus manos amplias apretaron sus muslos con fuerza – sostente… no perderé el tiempo esperando a que guardes todo y subas.
-Bastard… - cerró los ojos rodeando el cuello ajeno con sus brazos – ¿me estás llamando lento? – y fue levantado por el otro sus piernas rodeando su cintura, podía sentir a través de ese pantalón la erección de la que el soviético hacía gala y ello le hizo estremecer, recordó la primera vez que estuvo con él, la primera vez que compartieron el lecho.
-Flashback-
-Así que ese fue el trato, por eso necesito que mientras estés con él intentes averiguar sus intenciones. Asegúrate de que no vaya a intentar invadir nuestro territorio, ni siquiera con la ayuda de Francia podríamos sostener una resistencia contra el Imperio Ruso.
Su jefe le había instruido en ser complaciente, hacer todo lo que el otro le pidiera y no hacerle enojar. Ahora le tenía en la orilla de su cama, sonriendo, mirándole de arriba abajo, como evaluándolo.
-¿Sabes por qué estás aquí? – le había preguntado el eslavo sin dejar de observarlo. Aún se veía majestuoso, ¿era mucho más alto que Arthur no es así?
-Mi jefe me dijo que debía hacer lo que me pidieras – le contestó nervioso, sentado en medio de las almohadas con la pijama que solía usar siempre, una simple bata de algodón de manga larga.
-Buen chico Alfred – y le había tomado por la nuca para besarlo.
Estaba nervioso, jamás había estado con un hombre, su cuerpo temblaba a cada contacto y sus besos eran lo más delirante que había sentido en su vida. Su ropa desapareció pronto, en poco tiempo ya le tenía encima, recorriéndole cada centímetro de la piel con su lengua y sus manos frías, pero había algo extraño en él, parecía tener demasiada curiosidad por sus reacciones, le miraba mientras lo abrazaba con fuerza, le preguntaba si le dolía ¿cómo iban a doler unos simples abrazos? Pronto ambos perdieron el control, las caricias de Iván eran bastas y sus dientes se hincaban en su piel sin misericordia. Sus voces se dejaban escuchar por toda la habitación mientras le sentía invadirlo. Después de un rato amándose, le había hecho llegar al clímax.
-I-Iván, please… no invadas mi país, quiero ser libre, quiero crecer… please… - le había abrazado, acostado sobre él como estaba, luego de haber culminado el acto de nueva cuenta, cansado, adormilado. En un arranque de desesperación estaba revelando ante él su miedo más grande, pero más importante que eso, no quería que él lo traicionase, no él…
-No lo haré – su voz carente de sentimiento se dejó escuchar mientras le sintió removerse y con sus enormes manos se lo había quitado de encima para ponerlo en la cama y poder levantarse – si eso es lo que te preocupa puedes descansar, sólo tenía curiosidad acerca de algo – el albino comenzó a vestirse dándole la espalda y luego hizo ademán de irse.
-Wait! Ya… ¿ya te vas? ¿No te quedarás aquí toda la noche? – se incorporó con trabajo, su cuerpo dolía y más aún la parte baja de su espalda.
El otro sólo miró sobre su hombro y con una sonrisa enigmática le respondió con toda simpleza – ambos hemos obtenido lo que queríamos ¿no es así? No te apures, tienes además, por tu buen comportamiento, la protección del Imperio Ruso, así que no sería correcto quejarte. Nos veremos pronto, Alfred.
Y sin decir nada, se marchó dejándole solo de nuevo, sintiéndose vacío por alguna razón que no alcanzaba a comprender.
Y ahí estaban de nuevo, menos cojines, colchas diferentes, había sustituido el dosel con cortinas de encaje por una cabecera con barrotes de madera de ébano. Casi doscientos treinta años después y lo tenía encima suyo, arrancándole suspiros con cada beso, con cada rasguño, con cada mordida. Esa lengua, enloqueciéndole, esos gruesos dedos invadiéndole, su voz susurrando en su oído obscenidades en ruso, que había aprendido a entender con el paso del tiempo… su virilidad, arrancándole lágrimas y gemidos de dolor y pronto de placer.
-Ah, ah, ah, ah… ahhhh! Iváaan!- llegó al clímax sosteniéndose de su almohada con fuerza mientras el otro seguía embistiéndole, claramente aguantándose para seguir con el juego.
Entreabrió los ojos y pese a que su mirada estaba algo borrosa, distinguió en su rostro el placer que sentía al tenerlo a su merced. Al menos en ese momento era alguien, al menos para él era algo, y el que lo abrazara y lo tocara de esa manera le daba una ilusión de sentirse querido. Deseó con fuerza que le abrazara, que le besara, que le dijera que todo iba a estar bien, que no estaba solo. Fue entonces comenzó a embestirle más y más profundo, tocando cierto punto que hizo que su capital volviera a vibrar.
-Ah, ah, ah! Iván… k-kissmeh ah! kissmeehh ahhh! – estrujó la almohada con sus dos manos mirando al eslavo mientras se sentía derretirse por dentro.
-Por favor Amériku - le dijo deteniéndose de improviso - sabes bien que no es un beso mío lo que quieres sino uno canadiense. Pero ¿sabes? no creo que eso pueda llegar a ser - su sonrisa se ensanchó dándole una fuerte y cruel embestida - esta mañana lo hicieron oficial y... - siguió envistiéndole a un ritmo cada vez más fuerte - yo no soy plato de segunda mesa de nadie, mucho menos de alguien a quien sólo deseo para complacerme.
No sabía qué era más doloroso, si lo que le decía o lo que le estaba haciendo. Repentinamente se tornó más violento y, sosteniéndole de las caderas con una mano y las dos muñecas con la otra, comenzó un vaivén más brusco, tanto que le estaba lastimando – I-Iván ya.. ahhh! Ya basta! Iván! Ahh! – le sentía desgarrarle por dentro, las lagrimas que hasta hace unos momentos eran de placer puro ahora eran de dolor, de frustración, quería empujarlo, pero por algún motivo lo sintió más fuerte, mucho más fuerte que él ¿cuándo fue la última vez que se sintió incapaz de escapar de su control? Unas pocas envestidas más y le sintió llenarlo por dentro.
El ruso salió de él con violencia y sentándose en la orilla de la cama, le dejó acostado, su pecho americano subiendo y bajando agitado – q-que demonios ahh… te pasa – demasiado agitado y aturdido para terminar una oración de un solo respiro - ¡no te llamé para esto!
El otro soltó un bufido y le miró con aire de superioridad – no vine por que me lo pidieras, vine por que tenía ganas de ver lo patético de tu expresión cuando eres derrotado. Porque eso fue ¿no? – su voz era fría y su expresión cruel – Canadá y Cuba ahora están juntos y de pronto te enfermaste del estómago ¡que curioso! - siguió diciendo sarcástico - ¡Ah! pero todos esperan verte mañana, por que mañana también hay junta por si no lo recuerdas. Todos quieren ver tu cara cuando te enteres de que tu hermano se revuelca con Cuba, el comunista latino que tanto te desagrada.
-¡CÁLLATE! – le gritó antes de que siguiera – deja de hablar de él como si fuera una cualquiera, ¡te prohíbo que digas una palabra sobre él! – sus ojos azules, le miraron desde la cama, donde se había sentado con dificultad, cargados de rencor – quiero que te largues de mi casa ahora mismo y ¡no te atrevas a volver!
-¡Ja! Como si no fueras a llamarme de nuevo… él era tu último barco ¿no Ameriku? No puedo pensar en nadie más que te soporte, pero seguro de eso ya te diste cuenta tu mismo, no tienes nada, no tienes a nadie, nadie te quiere y de hecho la mitad de este mundo te tiene rencor, odio o algo intermedio – sonrió cruelmente levantándose para buscar su ropa
Sus palabras habían sido demasiado directas para el rubio, que había quedado en shock por la revelación. Iván tenía razón, no sólo no era amado, sino que además era odiado… ¿Qué le quedaba entonces? ¿En verdad no le quedaba nada?
–Bueno, - siguió el otro - por lo pronto gane varias cosas al venir aquí, confirmar que tu ya sabías lo de tu hermano, confirmar que él era tu último gran objetivo, luego de todos tus otros patéticos enamoramientos y… por supuesto, descargar algo de la tensión de la semana. Como siempre, eres una excelente máquina de sexo – se terminó de abrochar el pantalón y muy complacido de sus palabras le miró por algunos segundos más.
Alfred no lo estaba mirando, tenía la cabeza baja y contemplaba su colcha intentando detener el llanto que amenazaba con salir a tropel de sus ojos de cielo, y que había estado intentando salir desde que Iván comenzara con su terrible discurso. Se sentía usado, se sentía basura, se sentía nada.
Y dentro de sí sabía que el otro le miraba disfrutando de su debilidad, de su dolor.
-Lárgate de mi casa Rusia – susurró con un hilo de voz.
-Te esperan mañana, ni se te ocurra faltar o sabrán que estás mal y vendrán a buscarte y será mucho peor
-Lárgate…
Le miró en silencio un poco más, ¿qué demonios quería de él? Furioso levantó la vista y los ojos azules llorosos se encontraron con los helados amatistas - ¿qué no oíste? ¡LÁRGATE DE MI CASA! – al fin desató su furia contra aquél lanzándole el reloj despertador que tenía a un lado, el reloj le dio de lleno en la cara, pero el otro ni se inmutó. Con expresión indescifrable, sólo dio media vuelta y salió de la habitación, cerrándola tras de si.
Escuchó desde donde estaba como bajaba las escaleras y después de un rato, se levantó con dificultad, el dolor punzándole por dentro y miró por la ventana, como en medio del frío, el ruso se perdía en la lejanía siguiendo la calle.
Esa noche no durmió. Cada vez que cerraba los ojos sentía como si hubiera alguien cerca que quisiera destruirlo, cada vez que conciliaba el sueño, soñaba que no existía, y minuto a minuto, pensó únicamente en lo solo que se sentía, en lo solo que estaba. Por primera vez en la vida, tuvo miedo de desaparecer… y de que nadie notara que se había ido.
¿Reviews? Acepto tomatazos (la mayoría me los como para crecer sana y fuerte como Lovi~ xD).
Disclaimer: Hetalia y sus personajes no me pertenecen, esta historia no ha sido escrita con fines de lucro y ahmm... etc xD
