La Burocracia del Cielo
o
Diabulus in Musica
Para Hanji, mi Hanji
porque sabias que al romper los siete sellos
y pronunciar mi nombre secreto,
invocarías el mal, la plaga, la condenación,
Armagedon, Pandemonium y Gehena juntos:
Otro fic de cielo vs. infierno.
I
Seducción
A nadie sorprendía que, de todas las investigadoras del campus de la universidad, Hanji Zoe era la más grande experta en estudios de cultura hebrea antigua.
A sus apenas 31 años de vida, había hecho ya varios viajes a medio oriente, memorizado al derecho y al revés cada pasaje de la Torá, visitado el pozo de Jacob, comido la pascua a la manera tradicional judía y (una parada obviamente ficticia pero obligada) investigado las evasivas huellas del grimorio conocido como la Clave Menor de Salomón.
Pero aunque su arameo antiguo era fluido, incluso elegante y más de una sinagoga le había ofrecido dar clases de preparación para el Bar Mitz Bah, nada apasionaba a Hanji como las oscuras referencias a ciertos complicados pasajes de la tradición abrahamica.
No requería perder su tiempo investigando mitos y deliberando si Lilith en verdad fue una primera mujer hecha por Yahvé o si solamente es una palabra hebrea que se refiere a la lechuza. Ese Moisés y su engañosa manera de escribir repitiendo las cosas podría haber timado a varios haciéndonos pensar que hubo dos mujeres en Éden, pero no a Hanji Zoe. No, ella se deleitaba en el misterio y disfrutaba recorriendo los recovecos sin salida de figuras más sombrías, menos obvias en su construcción, más enigmáticas en su simbología.
Tal era el caso del personaje de Lucero.
El profeta Isaías le daba el título del Rey de Babilonia, pero pronto, por su manera de hablar sobre él era obvio que algo mucho más tenebroso poblaba esos versículos. Una creatura hermosa, perfecta, formada como la cúspide del esplendor de la creación que tuvo a bien usar su libre albedrio para añorar un trono que sobresaliera por encima de las estrellas, junto al Monte del Testimonio de El-Shaddai, el Dios Todopoderoso.
Eso no había agradado a los poderes del cielo, y el llamado Hijo de la Mañana había sido derribado hasta la tierra en la forma de un relámpago. Hanji leía y releía las palabras antiguas y apretujadas del viejo documento como quien lee una intrigante nota en el diario matutino, recorriendo con sus ojos la línea del texto como quien sigue con la mirada la trayectoria en picada del rebelde del cielo, arrojado sin gloria ni dignidad alguna de la presencia de Elohim.
Eso la intrigaba. Lucifer, a quien los escritos llamaban también Satán, vivía ahora entre los mortales, pero… ¿era aún bienvenido en los recintos sagrados del Santísimo para prestar alegato fiscal en su papel de Ángel Acusador? Así lo decía el libro de Job, a quien este peculiar personaje exiliado del paraíso decidió arruinar económicamente, matar a su familia e incluso pudrir su carne por puro interés científico:
Pretendía probarle a Jehová que el corazón del hombre es traidor y convenenciero.
¿Quién era entonces esta figura? ¿La serpiente antigua, un dragón de diez cabezas y coraza escarlata?
¿…el diablo?
El folklore medieval lo había transformado en una suerte de ridículo alebrije, dotándolo de su chusca piocha puntiaguda, una piel en tono en rojo, un tridente, una pata de cabra y otra de pollo, cola de lanza y rematándolo con una cornamenta. Hay que suponer que la gente en el medievo debía tenerle miedo a los revoltijos de animales… o a los caballeros con barba de candado.
Pero este diablillo, pusilánime y festivo, nada tenía que ver con la sombra siniestra que, según la tradición, había estado presente desde el amanecer del mundo donde había encaminado la mano humana hacia el árbol del conocimiento para abrir los ojos de los padres de la raza humana y poner en marcha el eterno drama cósmico de la condenación.
Era ese el personaje que intrigaba a Hanji poderosamente. Ese que llamaba su atención evadiendo su mirada, como escondiéndose entre cada párrafo y por los huecos de una y otra oración. Su mano precisa pero firme había moldeado la tradición y el mito; mientras que detrás del telón de la historia del mundo sus delgados hilos de seda dirigían las acciones de grandes y pequeños con la precisión de un rayo laser.
¿Quién era en realidad? ¿Era este ser tan increíble el resultado de una mente intoxicada por el ajenjo y la carne de codorniz o…?
¿…en verdad estaba ahí afuera, aun añorando, aun esperando, aun deseando…?
Toda mente racional tiene cuando menos una fractura. Todo intelecto aunque de calibre de genio, tiene un punto débil que lo hace desquebrajar y derrumbarse con un estrepito tremendo convertido en un desastre colosal.
Para cada Eva hay una fruta y la de Hanji Zoe era la serpiente de Edén en persona.
