Disclaimer: El universo de YuYu Hakusho, así como sus respectivos personajes son propiedad intelectual de Yoshihiro Togashi y son empleados sin fines de lucro. La portada es un fanart, doy crédito a su respectivo autor.


El sol comenzó a ocultarse en el horizonte, dándole una vista magnifica que jamás se cansaría de ver. Suspiró suavemente y trató de sonreír pese al dolor que adormecía su costado derecho; sabía que Yukina iría a buscarlo, pero tenía la esperanza de ya no estar consiente cuando lo encontrase.

— ¡Joven Hiei! ¿Se encuentra bien

Sus mejillas estaban sonrojadas y el hermoso cabello que siempre llevaba sujeto con un moño rojo lucía alborotado. Yukina lo miraba con preocupación, la sangre que goteaba al suelo salpicaba el kimono de la koorime.

— No deberías estar aquí.

— Kazuma me contó todo, estaba preocupada y...

— No necesito tu lástima.

— ¡No es lástima!

Era la primera vez que la escuchaba alzar la voz y eso lo alegró. Ella ya no era la débil y sumisa dama de las nieves que solía observar desde las sombras. Su hermosa mirada ardió por la determinación y fuerza de las palabras que jamás creyó escuchar de esos labios.

— Tú, eres mi hermano, ¿cierto?

— ¿Kuwabara dijo eso?

— Nadie me lo dijo. Siempre lo sospeché, pero nunca me atreví a preguntarle, hasta ahora.

— No soy tu hermano.

— ¡Basta!

Varias lagrimas corrieron por las mejillas de Yukina, convirtiéndose en valiosas hiruiseki. Hiei ladeó el rostro para observarla fijamente, ella se aferraba al tronco del árbol sin dejar de mirar en dirección a la rama donde se encontraba.

— No más mentiras, por favor. Toda mi vida la he dedicado a buscar a mi hermano, al demonio de fuego del que me hablo Rui. Ese anhelo es lo que me ha mantenido de pie pese a todo lo que he pasado y ahora que tengo el valor de reconocer una verdad que todos sabían excepto yo, no dejaré que nadie me aparte. Solo quiero pasar un momento con la única familia que me queda, antes de que...

Le falló la voz, como si hubiese perdido en la garganta las palabras que estaba por decir.

— Kazuma me dijo de la pelea en el Makai. Si hubiese estado ahí pude auxiliarte, pero preferí la comodidad del ningenkai y ahora me arrepiento de ello. Por favor, déjame estar contigo, ver si aún hay algo que pueda hacer.

— No puedes hacer nada.

— ¡Entonces déjame estar contigo, por favor! No me apartes.

La tristeza y desesperación en la voz de Yukina estremecieron su corazón. Él mismo sintió la necesidad de abrazarla y jamás apartarse de su lado, deseo que reprimió desde la primera vez que la vio. Con un último esfuerzo saltó de la rama y en un ágil movimiento cayó a su lado. La koorime se arrojó a sus brazos y dejó que las lágrimas fueran absorbidas por la ropa negra antes de transmutar en las hermosas perlas azules. Al principio se sorprendió, pero la calidez de ese cuerpo lo reconfortó y no pasó mucho tiempo para que le correspondiera. Ella no pudo hacer nada con la enorme herida que lo condenó, pero ya nada le importaba a Hiei. El jagan se cerró y el dragón negro que se ocultaba bajo los vendajes de su brazo desapareció junto al sol. Yukina lloró sobre el pecho de su hermano durante el ocaso.