Bienvenido Querido Lector, quería informarle que éste es mi primer Fic de Harry Potter, y que relata sobre la vida de una Auror. Es un tanto crudo, así que si no le gusta le recomiendo que no lo lea. ^^ Si le gustó espero su comentario. =)
Nota: NO es un FF de parejas. Tendrá apenas un poco de romance, sí, pero en sí trata sobre cómo una chica que entra a Hogwarts se convirtió luego en Auror, nada más.
Disclaimer: Harry Potter le pertenece a JK Rowling, sólo algunos personajes me pertenecen a mí
Lo que está en Negrita es el presente y lo que está en normal es el pasado.
Comencemos!! ^__^
Recuerdos Perdidos
Capítulo 1, Memorias
¡Bum! Caí tendida al suelo con un ruido estrepitoso. Mi cuerpo chocó contra el frío suelo perteneciente a una sencilla prisión, la cual estaba completamente desvencijada y había telarañas por doquier. Los pisos y las paredes eran completamente iguales, los dos estaban formados por ladrillos negros como el color de las capas de los siniestros Dementores. Vi a uno acercarse lentamente a mí, sin hacer ruido siquiera. Cada aceleración que hacía era un gramo de sentimiento miedoso que se añadía a mi sentido nervioso que poseía en ese preciso momento. Lo único que hizo el Dementor (cosa que me sorprendió de manera tal que me dejó totalmente atónita) fue cerrar la celda de mi prisión y dirigirse hacia las afueras de Azkaban.
¡Era completamente injusto! ¡Yo no tenía que estar ahí, nunca le serví a Voldemort ni a ninguno de sus Mortífagos! ¡NO merecía estar allí! Yo lo único que intentaba hacer era defender a mis seres queridos de los ataques de los Mortífagos, pero Voldemort se las empeñó bien como para encerrarme injustamente en una celda, más injusto sería el que esté allí si mencionase el que soy Auror. ¿Un Auror en Azkaban? ¡Imposible! Para colmo era acusada de traición hacia el Ministerio de la Magia, más aún para la población mágica, lo peor de todo era que por lo que estaba acusada era un motivo totalmente incoherente, sin sentido y además, era algo que obviamente no había hecho. Pero en fin, al parecer moriré aquí, todo por un suceso de hechos que transcurrieron hace años. La venganza… ese fue el motivo. Esa fue la razón, la raíz del motivo, del suceso.
Era de noche, el frío Invierno arrasaba con Londres, mientras que la luna observaba desde lo alto como si lo supiera todo, como si ese simple cuerpo tuviera vida. Aunque aquel cuerpo extraño estaba cubierto por densas nubes, de un tono grisáceo que amenazaban con una tormenta fortísima. Yo estaba tendida en el suelo, casi muerta, agonizando. Cada respiro era una agonía, un dolor, mi cuerpo estaba atormentado físicamente. Quería salir de esa situación embarazosa, ya no soportaba más el sufrimiento físico de la ocasión. Había una casa, si bien recuerdo, que estaba recubierta en llamas, llamaradas verdes eran las que abundaban allí, y arriba había una marca en el cielo de una calavera que tenía una lengua de Serpiente. Sí, la Marca Tenebrosa, la cual indicaba que los Mortífagos estuvieron en aquel lugar.
Intenté incorporarme, pero al intentar realizar ese movimiento que fue totalmente en vano mi mano se vio en una condición peor que la anterior, ya que en una maniobra de intentar ponerla en el piso para poder levantarme, ésta misma se introdujo un clavo un tanto grande de tamaño. No paraba de sangrar, la sangre desbordaba de la herida cada dos por tres, intenté lamerla para que se pasara un poco y que se cierre la herida más rápido, pero todo fue en vano, porque siguió sangrando. Decidí no prestarle atención a esa herida a pesar de que me dolía de una forma de mil demonios, ya que un destino estaba fijo: escapar de allí y no ser capturada por un Mortífago. Intenté incorporarme por segunda vez, ya que mi cuerpo se había tendido otra vez en el suelo luego de haber pegado un grito ahogado por el dolor proveniente de la mano. Ésta vez sí lo logré, pero caminaba a tientas ya que todo estaba oscuro y solo iluminaba el ambiente las llamaradas verdes, además estaba renga, no podía caminar bien a causa del dolor.
Lo único que quería era salir de allí, salir de ese agobiante lugar y dolor. Tenía que llegar al cuartel, de una forma u otra pero tenía. Tendría que advertirles de lo sucedido, para que tomaran medidas acorde a la situación. Me preguntaba si Dumbledore sería capaz de hacer algo, o si querría, ya que hace poco que murieron dos de sus mejores Aurors y el cuartel en sí anda un poco "decaído" por la situación.
Maldije por dentro, ¡tenía tantos deseos de desmayarme y no sentir nada más! Pero mi cuerpo en sí se resistía, yo tenía que resistir para poder llegar a mi destino fijado. Tosí levemente, unas cuantas veces, yo diría que unas diez como mínimo, pero todas las veces eran una tos suave y leve, poco audible por el resto o por alguien que quizás esté allí, vigilándome del punto oscuro sin que yo no me de cuenta, cosa que estaba sucediendo porque escuché una voz siniestra y fría.
-¿Te diviertes? -Me preguntó con un atisbo de diversión en su voz. Agarró algo que parecía ser la funda de su varita y me lo clavó en la mano conllevándola a ésta misma contra la pared. Proferí un grito, mientras que mi interlocutor se reía a sonoras carcajadas. -Así que ya has llegado a tu límite, ¿eh? Qué débil que eres, no eres capaz siquiera de sostenerte a ti misma. Me das asco, traidora a la sangre. -Sus cabellos dorados centellearon luego de haber sido iluminados por las llamas verdes que abundaban en el ambiente. Su cabellera era totalmente lacia, de un color rubio platino, mientras que sus ojos eran grisáceos y su tez era completamente pálida, él era sumamente albino. -Esto lo pagarás por tu traición, por intentar asesinar al Señor Oscuro. No te mereces esto, te mereces algo peor que esto, te mereces una agonía interminable, una agonía inmortal, que dure para siempre. Pero como esto se ve imposible, no me queda más que matarte o confundirte para no ir hacia tus queridos Aurors para contarles lo sucedido.
Lo escupí. Me daba asco, cada Mortífago que existía sobre la faz de la Tierra me daba asco, inclusive el Señor Tenebroso. Era el que más me daba asco, al que más odiaba, al que más detestaba y deseaba el mal. Merecía una muerte peor de la que tuvo, no una tan sencilla como ésta. ¿Ser asesinado por un bebé de unos pocos años? ¡Já! Qué débil. Qué débil y poco ético que era.
Al hombre que me acompañaba al parecer no le gustó la acción que realicé, por lo cual pronunció una palabra que no supe entender, y otro dolor agobiante sentí por segunda vez. Mis órganos se cruzaron y se doblaron entre sí. No soportaba más, era sumamente doloroso, porque acto seguido mis huesos comenzaron a doblarse también. ¿Qué hueso se podía doblar? ¡Ninguno! Y si uno se podía doblar, sería algo totalmente doloroso, tal cual como lo es la maldición Cruciatus. Esa maldición, la peor maldición. No podía ver a alguien sufrirla, ni aunque fuesen Mortífagos; porque nunca me gustó, siempre me daba pena quien la sufría. Y ahora a mí misma me tenía pena.
Proferí un gritito un tanto alto de tonalidad de voz. El hombre misterioso sonrió satisfactoriamente, como si le fascinara el verme sufrir. Aunque, no estaría mal verlo sufrir a él por aunque sea unos segundos, pagaría millones por ver eso. Él sería una de las excepciones de las cuales no podía ver sufrir una maldición Cruciatus.
-Dime… ¿de qué prefieres morir, pequeña traidora? -Esbozó otra sonrisa divertida. Esa sonrisa. La odiaba, me irritaba. No soportaba verlo sonreír tan satisfactoriamente, era… Era… Terriblemente molesto. Suspiró al ver que no respondía, ya que lo único que hacía era mirarle con odio, con un odio intenso, ese odio que poseía sentimientos de matar y de hacer sufrir.
Sacó un pequeño pergamino, que en la cabecera de éste mismo tenía escrito 'El Profeta'. Sí, era un pedazo de algún ejemplar del Profeta; hace mucho que no lo leía, puesto que nunca lo leí, los que lo leían eran mis padres, cuando estaban vivos.
Abrió rápidamente el ejemplar, el título acorde al tema era El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado cae bajo las manos de un pequeño bebé. No importaba por quién estaba escrito, lo que importaba era lo que decía en el pergamino, el contenido concreto que tenía. Me incorporé, puesto que estaba tendida en el suelo debido a la maldición imperdonable que me había echado el extraño. Al ver que me incorporaba, él lo único que hizo fue el sacar la funda de su varita y volverla a presionar contra la herida de mi mano derecha, para luego presionarla contra la pared y que profiera un grito; cosa que no hice, solo proferí un pequeño quejido y me sostuve la mano cuando él tenía la varita sobre ésta misma. No sacó la varita, estaba muerta de dolor. No gritaba, no quería darle el gusto al muy imbécil. Lo miré a los ojos con un odio que jamás podría verse en una persona común y corriente.
Se aclaró la garganta, despegó sus labios para poder articular las próximas palabras que iba a decir, las cuales conllevaban al recitar lo que decía el dichoso pergamino:
-"En la noche pasada de Halloween ha caído el Innombrable, o más bien El-que-no-debe-ser-nombrado. Todo éste evento ha sucedido en el Valle de Godric, en la residencia Potter, donde Lily y James Potter estaban celebrando Halloween junto con su hijo Harry Potter, cuando el Innombrable irrumpió en la supuesta residencia. Logró matar a James y a Lily, pero por una extraña razón el niño Potter logró sobrevivir, y más extraño aún es que logró sobrevivir al hechizo Avada Kedavra, el cual rebotó contra el Innombrable y obligó a que éste mismo cayera.
Los Mortífagos que decidieron seguir permaneciendo de su lado fueron arrestados y llevados a Azkaban, mientras que los que no apetecían estar del lado del Innombrable fueron interrogados y se les concedieron trabajos en el Ministerio de la Magia.
Ahora mismo en sí el pueblo mágico tanto como el pueblo muggle es más seguro gracias al pequeño Harry, gracias al niño que sobrevivió" -Arqueé una ceja ante lo que el Mortífago acabó de leer. Me preguntaba qué sentido tenía esto y a qué se suponía que tenía que conllevar el leer una nota periodística que no tenía nada que ver con el que traicionase a Voldemort. -¿Acaso tú eras la que querías hacerle esto al Señor Oscuro? ¡Asquerosa traidora a la sangre! ¿Cómo osas, siquiera, a querer tocarlo, a querer matarlo? -Dio una pequeña pausa, de unos escasos segundos, y luego volvió a despegar sus labios para poder hablar. -He de decir que, me decepciona totalmente que alguien tan inteligente como tú haya decidido traicionarnos desde el principio para poder trabajar como espía para la Orden del Fénix. Me das asco. -Dicho esto, se escucharon unos ruidos, eran ruidos de alguien entrando en el ambiente donde nos hallábamos yo y el hombre. Entraron rápidamente, eran cinco personas, me preguntaba si eran Mortífagos. Si lo eran, definitivamente estaba muerta, no tenía ninguna esperanza de poder salir viva de allí… Me preguntaba qué sería de mí si los recién llegados eran Mortífagos.
Me percate de que no lo eran al ver la cara de terror que tenía el hombre. No era una cara de terror, pero se notaba que estaba algo nervioso. Sacó la funda de su varita de mi mano ensangrentada, y se volteó hacia ellos, elevando su varita. Eran los del Departamento de Seguridad Mágica, eran los Aurors, que estaban junto con un anciano de cabellera blanca y ojos celestes.
-El Ministro Millicent Bagnold me ha mandado a que lo llevara a juicio ante el Tribunal y a anunciarle que tiene más posibilidades de pertenecer al Ministerio de la Magia antes que ir a Azkaban, pero por lo visto recientemente ha estado torturando a una niña de unos… ¿13 Años? Eso es totalmente poco ético de su parte, señor Malfoy. Le convendrá venir al juicio y después se verá qué se puede hacer. -Dijo el Auror tendiéndole la mano al que se hacía apellidar Malfoy, para sonsacarle la varita y quedársela él mismo. -Ésta varita se la devolverá si es exonerado de todos sus cargos, cosa que no estoy tan seguro de que suceda. -El hombre dio una pausa y se dirigió a mí, tenía los ojos celestes como el cielo y su cabellera blanca abundaba en su cabeza. -Señorita Nightlife, le recomiendo que venga conmigo, que yo la llevaré al Hospital San Mungo para que puedan curarle aquella mano y algunas heridas más. -Dijo Albus observando que me costaba caminar debido a los Cruciatus y demás cosas sufridas. Se volteó a Lucius. -En cuanto a sus compañeros, he de decirle que ahora mismo están en un juicio.
De ahí en adelante sentí como si toda una negrura me envolviera por completo, como si perdiera todo movimiento de mis músculos y mis órganos comenzaran a entrar en un trance. Mis ojos se cerraron por completo y olvidaba todo lo que transcurría a mi alrededor. Solo sentía cómo me llevaban en manos hacia el supuesto hospital, cómo me levantaban del suelo y cómo me dormía de a poco, como si me hubieran dado algún sedante o algo por el estilo. Ya no sentía nada más…
