Capítulo 1

- Primer contacto -

Cuando Gregson Lestrade miró por la ventana, estaba cayendo una lluvia torrencial. Su reloj marcaba las diez de la noche.

—Fabuloso —se dijo en voz alta.

Había llegado por la mañana y debido al poco tiempo que tenía entre tantos informes de casos, se había visto obligado a comer allí. Eso fue a las una de la tarde, desde entonces no había levantado la cabeza de lo que estaba haciendo, ni se había dado cuenta de que estaba lloviendo.

Suspiró profundamente.

—Y no tengo paraguas —se dijo.

Y era cierto, por la mañana hacía muy buen tiempo y el meteorólogo de las noticias de la mañana no había previsto ninguna lluvia, así que no cogió ningún paraguas. Craso error, como siempre.

Mejor irse cuanto antes, saldría de la oficina e iría corriendo a su casa. Pues ya no tenía coche, gracias al divorcio, se había quedado sin el.

Se acercó al perchero y cogió su abrigo, mientras se lo ponía observó que, colgado de uno de los brazos había un paraguas grande de color negro. Enarcó las cejas.

¿De quién puñetas sería ese paragua? Suyo desde luego que no, el único paraguas que tenía era de color amarillo y se lo había olvidado en casa.

Cogió el paraguas y salió corriendo de la oficina. Más le valdría irse ya si quería pillar el metro abierto.

Cuando lo abrió, ya en la calle, un papel cayó al sueno. Lestrade lo observó y al ver que había algo escrito, se agachó para cogerlo.

Mycroft Holmes 0126-56987

Greg enarcó las cejas, ¡así que el paraguas era de Mycroft! No sabía como puñetas había acabado allí, pero le estaría agradecido a ese hombre. Sin duda se merecía aunque fuese un café.

Cuarenta y cinco minutos más tarde llegó a casa completamente seco. Abrió la nevera y sacó de allí un plato con tres porciones de pizza que le había sobrado la noche anterior. Tras coger una cerveza, se sentó en el sofá y puso el televisor. Vería algunas noticias de fútbol y rugby mientras cenaba y luego se iría a dormir.

Y así lo hizo, aunque antes de meterse en la cama se dejó así mismo una nota sobre la nevera que decía.

"Llamar a Mycroft Holmes. Agradecer el paraguas. Invitarle a tomar un café."

Al día siguiente, se levantó sobre las siete. Tomó una ducha rápida, se vistió y peinó decentemente, luego cogió la nota del frigorífico y salió casi corriendo.

Cuando llegó a Scotland Yard eran las ocho y media, al menos esta vez el metro no se había retrasado y le había media hora para tomarse un café.

Cuando llegó a la pequeña cafetería que había en uno de los callejones cercanos a la comisaría, se pidió un café cargado y se sentó en una de las mesas. Cogió su móvil y el papel que cayó del paraguas. Tras marcar el número miró su reloj. Probablemente Mycroft Holmes llevara horas despierto.

Y no se equivocó, al otro lado del teléfono le respondió una voz fría y autoritaria.

—¿Mycroft Holmes? —preguntó Lestrade algo confuso.

—Sí. ¿Quién es usted?

—Gregson Lestrade, Greg. El…

—Inspector de Scotland Yard, sí, de vez en cuando ha controlado a mi hermano —comentó —. Dígame, ¿qué ha hecho esta vez?

—¿Sherlock?

—¿Quién si no?

—Oh no, no llamo para decirle nada de Sherlock. Realmente, hace tres días que no tengo trato con él.

—¿Por qué llama entonces?

—Verá, anoche descubrí que hay un paraguas suyo en mi oficina y me gustaría devolvérselo. Además ayer me salvó de pillar un resfriado así que me gustaría invitarle a un café… O un té.

—Un té irá mejor, tengo la tarde libre —explicó.

—Bien. Pret a manger es una cafetería pequeña que hay detrás de Scotland Yard, ¿le parece bien? —preguntó Lestrade, ante el silencio se apresuró a añadir —. Ya sé que estará acostumbrado a otros lugares de mayor renombre pero… Hace unos dulces deliciosos.

—No se preocupe Inspector Lestrade…

—Lestrade a secas, por favor.

—No se preocupe Lestrade —se corrigió Mycroft —. Me parece bien. Allí estaré a las cuatro, ¿le parece bien?

—Perfecto. Le veo entonces —dijo Lestrade antes de colgar el teléfono.

Sonrió. Quedar con Mycroft Holmes era raro, muy raro. Un señor tan, ¿pintoresco? Como Mycroft… Lestrade suspiró, no había tratado demasiado con él así que esperaba que fuera algo mejor que Sherlock, al menos, que no le llamara "imbécil" a cada oportunidad.

Estuvo trabajando con Donovan y Anderson en algunos casos resueltos para completar los informes, luego comió con ellos en un McDonnals y regresó a la comisaría para hacer una rueda de reconocimiento a varios sospechosos de robar un coche y un interrogatorio a un timador. Cuando miró la hora eran las cuatro y diez.

—Mierda.

Anderson le miró, pero Lestrade no dijo nada. Solo salió corriendo donde había quedado con Mycroft. Llegaba tarde, llegaba tarde a una cita con Mycroft Holmes.

Cuando llegó al sitio, se encontró al mayor de los hermanos Holmes en la puerta fumando un cigarrillo. Cuando Lestrade llegó a su lado, Mycroft le miró.

—Tarde —comentó cuando expulsó el humo del cigarrillo.

Greg sonrió incómodo.

—Lo siento —murmuró —. Un interrogatorio me salió más largo de la cuenta.

Mycroft asintió, tiró el cigarro al suelo, lo apagó y fue hacia la cafetería. Abrió la puerta y dejó que pasara.

—Usted primero, Lestrade —le dijo con media sonrisa que se borró en cuanto Greg cruzó delante de él.

Greg entró y tras pedir la carta se sentó en una mesa próxima a la ventana. Mycroft se sentó frente a él, dejó el maletín en el suelo y observó la mesa. Parecía impoluta así que apoyó los codos sobre ella.

Una chica rubia, dejó la carta sobre la mesa. Mycroft enseguida la cogió y le echó un vistazo.

—¿Qué me recomiendas? —preguntó.

—Los dulces de frambuesa están muy ricos, y los de manzana —dijo Lestrade mirando la carta —. Los de lima son pequeños, yo me suelo pedir una docena y… —dijo alzando la vista a los ojos de Mycroft.

El hombre le miraba fijamente, analizándole, buscando en el cualquier señal de vete tu a saber qué. Lestrade tragó saliva.

—Perdón —murmuró.

—Tranquilo, pregunté yo recuérdelo.

—Trátame te tú, por favor —pidió.

Mycroft volvió a asentir, cuando la muchacha se acercó a tomar nota, se pidió un Earl Grey y un surtido de seis dulces. Lestrade, por su parte, se pidió un té verde y doce dulces de lima.

—¿Cómo va su trabajo? —preguntó Lestrade algo dubitativo.

—Bien, gracias. Con bastante movimiento como siempre —sonrió —. ¿Y el tuyo? ¿Algún caso digno de mención?

Lestrade negó con la cabeza.

—Algunos asuntos con unos timadores a escala nacional y un asunto de drogas en un barrio del este.

—Vaya, Sherlock se sentirá mal —murmuró —. Se llevaba muy bien con los camellos de la zona del este —explicó al ver la cara de perplejidad de Lestrade.

El inspector sonrió.

—He de decir, que no necesitará a gente del este para conseguir aquello que quiera. Es Sherlock por el amor de Dios —murmuró.

Mycroft asintió levemente con la cabeza dándole la razón. Cuando la merienda llegó, comenzaron a comer intercambiando pocas frases.

—Lestrade —dijo al rato Mycroft, quería dejar las cosas claras desde un primer instante.

El inspector levantó la cabeza, y tras limpiarse un poco con una servilleta le miró.

—Dime Mycroft —le dijo sonriendo de medio lado.

—No me olvidé el paraguas. Fue un hecho intencionado. Le pedí a Anthea que lo dejara allí.

Lestrade enarcó una ceja sorprendido.

—¿Y eso por qué…? —preguntó sin entender.

—Porque estoy interesado en usted —le confesó Mycroft volviendo a tratarlo de usted, ante la confesión no parpadeó, ni siquiera se sonrojó.

Lestrade tosió.

—Disculpe, pero creo que no le entiendo… —murmuró.

—Interesado en usted inspector —repitió Mycroft con voz cansada —. Me gustaría ir a cenar con usted, ¿y quién sabe? Tener un romance.

Lestrade se quedó mirándolo fijamente mientras perdía color a un ritmo alarmante.

—Yo… Yo… Yo tengo prisa, sí. En serio. Me voy a… Un interrogatorio, sí —se excusó.

Sacó la cartera y dejó 25 libras en la mesa, Mycroft alargó una mano para agarrarle el brazo pero Lestrade le esquivó y salió de allí casi corriendo.

Cuando llegó a su despacho, se sentó en su silla y de aferró a los brazos de esta. Mycroft Holmes, interesado en él…

Aquello no podía estar pasando de verdad, tenía que ser una pesadilla.


¡Gracias a Amaranta!

Espero que os guste, se que es rápido pero en el siguiente capítulo explicaré el cómo llegó Mycroft a esa petición. Sean pacientes... Sean muuuy pacientes.