DISCLAIMER: Los personajes son de Stephenie Meyer. La trama es mía.
ADVERTENCIA: Bastardward. (Sí, yo lo inventé y creo que es la mejor forma de describirlo jajaja).
Bueeno… esto será un long-fic con capítulos tipo drabble. No creo que sea muy largo de todas formas, y cada actualización tendrá unos mil caracteres contados por Word. ¡Ah! Y aprovechando la longitud del texto y mis vacaciones, será un cap por día. ;)
Espero les vaya gustando…
CORRE
«Tú, libreto de siempre, tan predecible.
Ya… ya me lo sé» Corre ~Jesse&Joy
Capítulo 1
—Sólo un tiempo más —besó sus labios con suavidad y Bella supo que estaba perdida—, dame tiempo, amor. Prometo que lo solucionaré.
Era tan fácil creerle, tan sencillo. Pero una vocecita en su cabeza no dejaba de decirle que esto no era correcto y que nunca lo sería.
—Debo irme —Edward suspiró cansinamente y se levantó del sillón para tomar su chaqueta. Bella se abrazó sus rodillas y lo miró con tristeza—. No me mires así… sabes que si pudiera, me quedaría contigo toda la noche.
—Lo sé —se limitó a contestar.
Una solitaria lágrima cayó sobre la mejilla de la muchacha, pero fue lo suficientemente lista como para limpiarla antes de que Edward la viese. Por mucho que odiara la situación y por más que quisiese que las cosas fuesen distintas, no ganaría nada viéndose así de débil frente a él.
Probablemente sería mil veces peor.
Quizás él decidiría terminarlo todo.
Ella no quería eso.
—Vete ya —hizo un esfuerzo sobrehumano para que la voz no le temblara. Había practicado mucho las últimas semanas y ya se le daba bastante bien—, llegarás tarde.
—¿Estarás bien?
No.
—Por supuesto. Tengo toneladas de cosas que hacer —mentira—, y creo que vi en la programación que hoy darán Volver al Futuro. Hace tiempo que no la veo.
Edward sonrió con ternura.
—¿No la has visto suficientes veces como para sabértela de memoria?
—Puede ser —admitió, mordiéndose el labio inferior con falsa culpabilidad.
Bella se planteó seriamente en mandar todo al demonio y pedirle de rodillas a Edward para que se quedara. Luego vio la expresión del rostro de Edward y supo que si seguían así, terminarían en la cama y él se arrepentiría por llegar tarde.
—Basta ya, Edward —rio Bella—. Debes irte.
Con un fugaz beso se despidió de la muchacha y cruzó esa puerta lo antes posible. Suspiró con desgana antes de hacerlo, pero ella sabía que él tenía prioridades.
Bella lo entendía, pero eso no significaba que le costaba menos en disfrutar de la situación. Al comienzo le pareció novedoso, incluso emocionante. Ahora sentía que se le había escapado de las manos.
Enamorarse nunca estuvo dentro de sus planes.
A pesar de todo, cuando le confesó a Edward que lo amaba, él lo tomó muy bien. De hecho le confesó lo mismo y sonrieron con ganas ante tal descubrimiento mutuo. Fue por lejos la mejor noche en sus cortos veinticuatro años y no podía dejar de recordarla cada vez que tenía dudas.
Edward Cullen era el hombre de su vida.
Él era aquella persona que todos ansían encontrar, quien será el que complete el rompecabezas que has armado desde que tienes memoria. El que te hará sonreír sólo con decir tu nombre y que te alargará los segundos sólo porque no estás a su lado.
Él era eso y mucho más.
—¿Comemos palomitas, Perro?
El animal, que estaba acostado en el otro sillón, abrió un ojo y bostezó con pereza.
—Supongo que no.
Se levantó y fue a la cocina para preparar algo de comer. No tenía mucha hambre, así que decidió no cenar y simplemente comer las palomitas que quería preparar para ver su película favorita. Sacó una gaseosa del congelador y le dio un sorbo mientras esperaba que el inconfundible tronar de su comida dijera que estaban listas.
Apenas sonó el microondas, lo hizo también su celular.
Bella agarró como pudo el plato y su bebida, y corrió hacia la sala para contestar el teléfono.
—¿Hola? —dijo algo jadeante, tratando de limpiar algunas palomitas que cayeron en su alfombra al mismo tiempo que le daba al botón de contestar.
—Bella, no lo vas a creer —dijo una voz alegre y levemente chillona por la emoción al otro lado del auricular.
—Hey Jessica, ¿cómo estás? —murmuró nerviosa, y se sentó con las piernas sobre el sillón mientras esperaba la respuesta.
—Nunca mejor. ¡Nunca mejor, Bella! Oh por Dios, estoy tan feliz.
Bella rio por la efusividad de su amiga.
—¿Me podrías explicar con más detalles, cariño? No entiendo nada.
—¿Hace cuanto que somos amigas, Bells? ¿Diez, quince años?
—Veinte, Jess. Desde preescolar y lo sabes —rodó los ojos y sonrió.
—Bueno… —dijo la palabra como si la estuviese alargando— es por eso que quiero que seas la primera en saberlo. Porque te amo y no hay nadie más a quien quiero decirle esto.
—¿Qué? ¿Te ganaste un premio gordo? ¿Vas a ser millonaria? —bromeó y se echó un montón de palomitas a la boca.
—¡No, tonta! —ella rio y se escuchó un portazo al otro lado de la puerta— Ah, llegó —susurró—, espera un poco mientras voy a buscar privacidad.
Bella tragó y se puso aun más nerviosa. Se sentó derecha y esperó a que su amiga volviese a hablar.
—Bells, no puedo creerlo. No sé cómo… —dejó salir risitas sofocadas por seguir susurrando— quiero decir, sí sé cómo, pero no me lo esperaba para nada. Pero ya está y estoy extasiada con la noticia…
—¿Jessica? —musitó bajito Bella, temiendo lo peor.
—Estoy embarazada, Bella —susurró y volvió a reír— ¡Seis semanas!
—Oh…
—¿Jessica? —dijo una voz amortiguada, como si lo estuviesen gritando por el otro lado de una puerta.
—Lo siento, Bella, no puedo seguir hablando —susurró aun más bajo. Bella sentía los pies entumecidos— Edward llegó y aun no le he dicho. Creo que lo haré hoy mismo después de la cena. Oh mi Dios, me gustaría grabarlo cuando le dé la noticia. Siempre ha querido ser papá…
—Sí, claro…
—Te quiero mucho —dijo Jessica con voz temblorosa por la emoción—, y no son las hormonas maternas. No podría haber soñado con compartir esta noticia con alguien más. Eres mi mejor amiga, Bella. Te amo.
—Yo también, Jess. Yo también.
Colgaron y Bella quedó mirando al vacío.
Esto era terrible.
Bella estaba viviendo la peor y más cruel broma del destino, porque era cierto y lo sabía; Edward Cullen era el hombre de su vida.
Entonces, ¿por qué la vida se lo entregaba a medias?
