PREFACIO

El sol me había abandonado hacía ya mucho tiempo, y sólo era capaz de sentir frío y niebla en mi interior, como si el horrible clima de Forks hubiese trepado por mi cuerpo y se me hubiese introducido por dentro.

frialdad donde debía de haber calor.

Gelidez donde debía de haber algo más que no era capaz de recordar.

Sentía como una horrible sensación sin nombre ni rostro se extendía rápidamente por mi interior arrebatándome todo lo que una vez fue mío y sumergiéndome en ese estado.

La oscuridad lo invadió entonces todo, y comencé a perder la conciencia de quien era yo y donde estaba. No extistía nada, ninguna conexión que me ayudara a recordar que seguía viva, solo ese terrible frío...

Dejé de sentir mis extremidades, el sonido de mi corazón se amplificaba en las tinieblas.

Quise gritar... pero no me llegaba la voz.

CAPÍTULO 1: CASI

Salí de la casa con la hora justa para llegar a tiempo al instituto. Todavía tenía media galleta fuera de mi boca y el llavero con las llaves del coche en la mano.

Cerré la puerta y eché la llave del doble cerrojo de arriba como pude, con el archivador, el monedero, el paraguas en la mano, y con aún la galleta sobresaliendo de mi boca.

Me había levantado esa mañana más tarde de lo normal. El despertador había sonado puntual a la hora de siempre, por supuesto, pero llevaba ya días quedándome despierta hasta bien entrada la noche, junto con Edward, que solía quedarse conmigo toda la noche hasta que Charlie despertaba. Claro, con Edward a mi lado no es que no tuviese sueño, pero tardaba algo más en quedarme dormida, lo que tenía consecuencias catastróficas a la mañana siguiente, cuando levantarse temprano resultaba casi una odisea, una misión imposible. De seguir así ya ni el fin de semana podría curar mis ojeras, y mantener los ojos abiertos con ayuda de celo o tiritas no parecía ser una buena idea…

Durante las últimas dos semanas poco había cambiado desde que había hablado con Jacob por última vez, cuando me delató ante Charlie con el asunto de la motocicleta. No había podido olvidarle durante estos últimos días, pero no habíamos vuelto a hablar. Seguía llamándole. Cuando Charlie llegaba a casa después de trabajar y Edward tenía que salir de casa hasta que me acostase y fuese seguro estar allí conmigo sin la intromisión de Charlie, aprovechaba y me enganchaba al teléfono.

Me debía de tener ya calada la hora, porque siempre me contestaba un cada vez más malhumorado y escueto Billy Black.

- No, Bella, Jacob no está. Está con sus amigos- o

- No, Bella, No quiere ponerse.

Últimamente la segunda respuesta era la que más se dejaba oír. La primera estaba brillando por su ausencia. Billy debía de estar ya realmente harto y cansado, como para no modificar su respuesta.

No me molestaba. Lo hubiese hecho si Jacob estuviese reaccionando así por otras circunstancias y no las que acontecían, y no tuviese un motivo, claro. Pero viendo como estaba las circunstancias no podía hacer otra cosa.

Esas llamadas eran nuestro lenguaje secreto, yo le llamaba, y el no contestaba, y ya había dejado de esperar lo contrario. Era una forma de decirle que seguía estando bien, que deseaba que nos viésemos de nuevo y volviésemos a ser buenos amigos, que le echaba de menos y en falta, y siempre sería su amiga….

El no me contestaba y yo sabía que era su manera de responderme que él tampoco me había olvidado, sino me tenía constantemente en sus pensamientos, que también me echaba de menos… y también era su manera de decirme cuánto me quería.

Y ese era un tipo de querer que yo no podía responder con igual intensidad.

No le odiaría, no le culparía, no le acusaría, pero tampoco le olvidaría ni le dejaría de lado. Era lo mínimo que podía hacer por él.

Mi vida había sufrido un enorme y monumental cambio durante este tiempo.

En casi todo lo que había podido desear el cambio había sido para bien. Había vuelto a salvar mi vida de una casi muerte segura, y eso no dejaba de ser estimulante. Por otra, Edward había vuelto, y por esta última afirmación casi flotaba a ras del suelo.

Edward estaba conmigo, y se iba a quedar, por siempre…

Durante estos últimos meses esta afirmación me había parecido casi imposible. Los días habían pasado por mi vida como una pesada carga.

Yo era una gran hormigonera circulando por una carretera llena de ferraris. Siendo adelantada una y otra vez. Haciéndoseme un camino al que no encontraba fin. lento, pesado y eterno.

Ahora había llegado a mi destino. Había superado ese periodo de transición, me había subido a otro vehículo y volvía a circular a la misma velocidad que el resto.

Me parece imposible que haya pasado tanto tiempo desde la partida y vuelta de Edward. Porque aunque el tiempo hubiese pasado tan despacio y hubiesen transcurrido meses, ahora echaba la vista hacia atrás y sólo era capaz de ver un agujero negro, un enorme agujero negro que suprimía una parte de mi vida. Como si nunca hubiese existido y dos partes de mi vida se hubiesen enlazando casi a la perfección.

Casi, por supuesto, siempre hay un casi…

Casi porque no podía olvidar esos meses con Jacob. Casi porque había conocido a Jacob tan íntimamente como amiga como había podido soñar. Casi porque me sentía culpable por quizás haberle dado esperanzas de salir conmigo a Jacob, algo que sabía que era casi una utopía, porque el quería a Bella, y yo en ese momento no lo era. Casi porque la “buenaâ€ relación que había tenido hasta ahora con mis compañeros había naufragado por poco, como el Titanic.

Casi porque aún tenía a una sanguinaria y violenta vampiro sedienta de sed y venganza aún esperando para matarme en cualquier esquina.

Casi, porque no sólo me amenazaba a mí. A pesar del pánico que me infundía era un miedo controlable, sino porque también amenazaba a mi familia, a mi padre y a mi madre. Ella los conocía a los dos.

Casi porque existía una vampiro llamada Victoria que no pararía hasta que cayésemos alguna de las dos.

Sentí como alguien me rozaba la cara. Levanté la vista y me encontré con Edward.

Llevaba unos vaqueros azules y una camisa negra. Perfecto, como siempre. Recordé con tristeza e chándal que me había puesto y la camisa que llevaba aún mal colocada. Con las prisas que llevaba porque llegaba tarde no me la había terminado de colocar bien.

Me sonrió con picardía, se acercó a mí, me abrazó y me quitó la galleta con su boca, (Nda: Siempre he deseado que me hagan eso, no me he podido resistir) dejándola después en la palma de su mano. Me susurró algo al oído que no acabé de escuchar, se me acercó y me besó.

Fue un beso intenso, a pesar de la manía de Edward por ser lo más cuidadoso posible con sus besos por miedo a que sus afilados dientes pudiesen rasgar mi piel. Por ahora realmente no me importaba, aunque no podía evitar esperar más. Pronto tendría lo que quería.

Lentamente, Edward se fue separando de mí, dándome pequeños besos mientras deshacía su abrazo y me daba la mano.

- Edward… - Susurré. Vale, ya no me desmayaba, pero tampoco era de piedra y tenía derecho a sentirme aturdida cada vez que me besase.

- Ya no te me desmayas. Creo que estoy perdiendo peripecia al besar- me sonrió mientras una chispa de diversión aparecía en sus ojos.

- No, de eso nada, sigues siendo igual de bueno- le respondí- soy yo, la que va mejorando- acabé en broma

Volvió a besarme de nuevo.

- Sea lo que sea me alegra que ya no lo hagas. ¿Cómo puedo llevarte de esa guisa a ningún sitio?

- Ja ja… que gracioso… la culpa que me desmaye es tuya. Por hacerlo todo tan bien.

- Bella, no seas ridícula- me sonrió

Decidí pasar de largo de él y me metí en su coche. La calefacción ya no estaba puesta. Claro, él se moría de calor, o lo aparentaba al menos, pero yo aún llevaba una ligera chaqueta sobre la ropa.

Me había resignado al clima de Forks, aunque ni me terminaba de gustar, ni por supuesto, me acababa de resignar. Odio el frío, yo soy mas bien una persona de temperaturas razonables, creo que pase lo que pase eso es algo que es difícil que cambie.

En Phoenix el clima es muy benévolo, cuando vivía allí disfrutaba de una media de 300 días de sol al año y temperaturas medias de 15º en invierno, cuando en Forks la suerte es alcanzar esa cifra ya no como media al año, sino alcanzarla de día en día. Así que pienso que es normal que este clima tan húmedo y frío no me guste, es un contraste muy grande.

Prefería el clima de Phoenix, pero elegiría mil veces estar en Forks, y la razón era la persona que se estaba sentando en ese momento junto a mí.

Edward se metió en el coche, encendió el motor y comenzamos a circular hasta el instituto.

Se produjo un silencio incómodo entre nosotros, este era el momento en que el ambiente entre nosotros se distendía Todas las mañanas, cuando después de haber ido a su casa volvía a recogerme una vez que Charlie había salido de casa.

- ¿Hay noticias de Victoria?- le pregunté

Edward no me contestó en seguida.

- ¿Edward?- dije desesperada- ¿Ha ocurrido algo?

- Ha habido dos asesinatos en Seattle esta noche- murmuró sin quitar la vista de la carretera.

- ¿Victoria? ¿Ella…?- me sentí incapaz de terminar la frase.

Se me cortaba la voz y los ojos se me anegaban de lágrimas. Siempre había sido de lágrima fácil, pero esta vez no era esa la causa de ellas.

Todo era culpa mía. Culpa. Culpa. Culpa. Esas dos personas habían muerto esa noche, y no eran las únicas que lo habían hecho. Había estado muriendo gente durante semanas. Todo esto me desgarraba por dentro.

Porque esas personas no habrían muerto si Victoria no me quisiese ver dos metros bajo tierra.

Porque esas personas no merecían morir en nombre de una causa que a la que ni si quiera encontraban un por qué.

Porque no merecían morir sumidos en el dolor y la agonía mientras se desangraban poco a poco en las manos de esa víbora.

Porque no se merecían morir sumergidos en el miedo y la angustia de saberse muertos de la mano de un personaje legendario que en teoría no debería existir.

Porque eran personas sin nombre ni rostro que no me conocían y no merecían encontrarse en medio de una batalla en la que no tenían nada que ver.

Me encontré a mí misma sin emitir ningún sonido, pero llorando a lágrima viva sobre mi regazo.

Edward había parado el coche en una cubeta de la carretera. Se quitó el cinturón de seguridad y me abrazó.

Sé que su abrazó debía de resultarme frío, su temperatura corporal daba pie a ello, pero en nuestra los abrazos siempre se sentían cálidos a pesar de todo. Quizás porque la temperatura que le faltaba a él la iba compensando yo aumentando la mía y transmitiéndosela hasta que medianamente se equilibraban y acompasaban.

Entre sus brazos me sentía segura y querida, pero la realidad es una roca que viene rodando hacia ti y tienes que reaccionar ante ella antes de que te aplaste.

- Bella. Bella….- me susurraba. Yo era incapaz de escuchar el resto.

- Edward, tengo ganas de vomitar- logré articular.

En un segundo le tenía a mi lado, desabrochándome el cinturón y sacándome del coche.

Me apoyó en el maletero del coche y se preparó para ayudarme a vomitar llegado al caso.

Las lágrimas abundaban en mi rostro pero era incapaz de vomitar aunque sentía las arcadas.

Esas personas… por supuesto no eran las primeras. Sólo me había conseguido enterar de dos o tres individuos que habían muerto. Una minoría, estaba convencida, en comparación a los que había habido que habían perdido la vida.

No me gustaba mostrarme así ante Edward. Eso sólo conseguía que ambos acabásemos mal, que la culpabilidad nos inundara a los dos… pero ya había llorado mucho yo sola en mi habitación. Ya había llorado mucho por prácticamente todo el mundo. Y aún me quedaba que llorar… por esas personas, por Charlie y el peligro que corría, por el daño que sabía le había causado a Jacob…

- Tienes mejor pinta. ¿Te encuentras mejor?- me pregunto Edward

Afirme asintiendo con la cabeza.

- Creía que se te daba bien hacer frente a las cosas desagradables- intentó bromear.

- En mi sí, Edward. Pero es muy difícil de tragar que la muerte de todas esas personas sea tu culpa.

- Bella- volví la cara- Bella, escúchame- insistió. Me cogió la cara y la situó de forma que nuestros ojos coincidiesen. Marrón enfrentándose a dorado.

- Bella, Victoria es una cazadora, habría matado a quien sea para alimentarse, si no estuviese aquí lo hubiese hecho donde quiera que fuera.

- Eso no quita que esas personas, en particular, hayan muerto porque estoy aquí, en Forks

- Tú no eres la mala. No te sientas culpable porque no eres ú quien les está arrebatando sus vidas. No eres tu quien les escucha exhalar su último aliento. No eres tú quien ha decidido que deben morir…

Era muy fácil dejarse llevar y creer, auto-convencerme, pero la palabra culpa seguía retumbando como un tambor en mí cabeza.

Seguiría retumbando hasta que Victoria fuese parada.

Tanto Edward como yo lo sabíamos.

- ¿Estás ya en condiciones de seguir?- preguntó- Se un poco el labio y supe que estaba teniendo un debate interno consigo mismo.

- Si, vayámonos- contesté

- ¿Estás segura Bella?- insistió

- Vamos- le insté mientras me volvía a subir al coche.

Emitiendo un suspiro Edward me hizo caso y pusimos rumbo nuevamente hacia el instituto.