RECUERDOS DEL FUTURO

Por Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 1

La mujer consultó el reloj por tercera vez: faltaban dos minutos. Leyó otra vez el instructivo para cerciorarse de que no había error alguno. Creía haber sido muy cuidadosa, pero de todos modos estaba muy nerviosa. Nunca antes el tiempo le había parecido tan lento, puesto que cada minuto le parecía interminable.

Escuchó un pequeño pitido que le anunció el fin de los tres minutos que debía esperar, según decía el instructivo. Se levantó de la cama y entró al baño de la habitación. Volvió a tomar entre las manos el pequeñísimo artefacto y buscó la respuesta a sus sospechas: si el recuadro era azul, era un sí; con el recuadro blanco tenía un no.

Contempló la coloración sin poder creer lo que sus ojos veían, pero de inmediato una sonrisa se le dibujó en el rostro y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Llamaré a Hanamichi —se dijo a sí misma.

Corrió al teléfono aún con la prueba de embarazo entre las manos y la sonrisa que, sabía, se le volvería imborrable por varios días.

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Ese día se había tornado bastante tedioso.

Hanamichi Sakuragi no tenía planeado salir de la oficina esa mañana, pero su jefe inmediato le había ordenado cubrir un accidente de tren en la región de Tohoku, que quedaba a una hora de camino.

A Hanamichi no le gustaba salir de la prefectura de Kanagawa, pero debía reconocer que, como reportero, era de los más eficaces en todo el periódico, y su jefe hacía bien en confiarle lo más importante.

Sin embargo, ese día, de regreso de Tohoku, tenía la sensación de que algo importante iba a ocurrirle. Y no podía esperar a llegar a casa para contarle a su esposa lo impresionante que había resultado su trabajo.

Llevaba dos años de matrimonio con Haruko Akagi, su novia desde la preparatoria. Al salir de Shohoku no se había recuperado por completo de su lesión en la espalda, aunque siguió practicando básquetbol y perteneciendo al equipo. Incluso participó en el campeonato nacional del año siguiente, cuando Shohoku finalmente ganó. Pero esa victoria le costó a Hanamichi su futuro esplendoroso en el deporte, puesto que, tras hacer una maravillosa combinación con Rukawa y darle juntos la victoria a su equipo, sufrió una caída aparatosa que lo confinó a la clínica los siguientes cuatro meses, más un año y medio de la terapia de rehabilitación y la noticia de que no podría volver a jugar como antaño lo hacía.

Al principio el pelirrojo se sintió completamente deprimido, puesto que se sentía fuera de lugar, sin futuro y sin pertenecer a ningún lugar. Pero en esos momentos fue cuando la gente que lo rodeaba se mostró más solidaria con él: Haruko fue la primera interesada en no abandonarlo y se dedicó a cuidarlo en sus terapias, en la escuela y, de vez en cuando, le ayudaba a practicar básquetbol a un ritmo ligero. Youhei y el ejército, por su parte, de un modo muy particular, le hicieron saber que contaba con ellos, que no lo dejarían solo y que estarían dispuestos a animarlo en el momento en el que él decidiera dejarse vencer. Ayako, Miyagi, Mitsui, Kogure y el mismo capitán Akagi, a pesar de no pertenecer a la misma generación que él ni frecuentarlo tanto se hicieron notar, estando pendientes de él en la clínica y en casa. Y Rukawa, aunque nadie lo creería jamás, jugó un papel importantísimo en esa segunda recuperación.

Con mucho esfuerzo, el muchacho pelinegro admitió que Sakuragi le simpatizaba y, de cierto modo, era parte importante de su vida. Así que, una vez que lo hubo comprendido, fue cuestión de visitarlo una noche y quedarse en silencio junto a él seis horas, hasta que el dolor le permitió quedarse dormido. Desde ese día fue común ver a Rukawa de visita en la habitación de Hanamichi, caminando con él por la playa y, cuando se lo permitieron, jugando uno contra uno.

En los últimos tres años que Rukawa estuvo en Japón fue amigo muy cercano de Hanamichi. Pero al entrar a la universidad el pelirrojo y decidirse por el periodismo, a Kaede le ofrecieron una beca en Estados Unidos y no pudo atreverse a rechazarla, así que se marchó.

De eso hacían casi siete años ya, y los antiguos miembros del equipo sólo sabían de Rukawa por lo que leían en periódicos y revistas y lo que se decía de él en la televisión.

Hanamichi estaba recordando la última vez que habló con Kaede Rukawa, seis años atrás, cuando divisó la entrada de su calle. Cinco minutos más tarde bajaba de su auto frente a una bonita y acogedora residencia, y divisaba a Haruko abriéndole la puerta de la casa.

—Hanamichi, qué bueno que ya llegaste —escuchó decir a su mujer.

Haruko no había cambiado mucho desde la preparatoria, salvo que ahora usaba el cabello hasta media espalda y lucía con dos o tres kilos más que seis años atrás.

—Hola, amor —saludó el pelirrojo con una sonrisa e inclinándose para besarla en los labios. Ella se paró en puntillas y cerró los ojos, sonriendo aún.

Haruko se le quedó mirando a su esposo, aún no pudiendo creer lo que tenía que decirle. Hanamichi no había cambiado mucho. Su cabello era más corto, sus músculos menos marcados y su ropa menos desaliñada. Pero tenía la misma mirada alegre y la sonrisa sincera que siempre había tenido.

"Y de seguro va a sonreír más con la noticia…" pensó Haruko con entusiasmo.

—Te llamé al periódico pero me dijeron que no estabas —comentó Haruko entrando a la casa delante de su marido.

—Perdóname, Haruko. Kentaro me envió a Tohoku a cubrir el accidente del tren que se salió de la vía.

Haruko comprendió entonces. Pero no podía esperar para darle la noticia.

—¿Estás muy cansado, Hanamichi? —preguntó, dirigiéndose a la cocina. Por más cansado que Sakuragi estuviera nunca se negaba a comer.

—Algo —admitió él, observándola—. Pero no he comido aún y lo que cocinaste huele muy bien. ¿Qué es?

Odem.

De inmediato, Hanamichi se sentó ante la mesa, en su lugar, y se dispuso a cenar antes de subir a descansar.

Haruko sirvió para los dos, puesto que esa ocasión debía ser especial.

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La cena transcurría con tranquilidad y en silencio. Hanamichi halagaba la sazón de su esposa, y ella cada vez se sentía más ansiosa. Pero el pelirrojo parecía no notar el brillo especial en los ojos de la mujer.

Cuando vio que el odem había desaparecido del plato del pelirrojo, Haruko decidió que era hora de hablar.

—¿Te gustó? —empezó casual. No sabía cuál era el protocolo para comunicar algo así.

—Tan delicioso como siempre, Haruko —sonrió el aludido, satisfecho.

—Qué bueno —sonrió la castaña, y luego prosiguió—. Tengo algo que decirte, Hana.

El hombre abrió los ojos y centró su atención en su esposa.

—¿Has notado algo raro en mí, amor?

—¿Algo raro? —Hanamichi hizo memoria.

—¿Me ves más cansada, duermo mucho… Como más? ¿Escuchaste esta mañana que fui al baño? ¿Has sentido que me levanto de la cama en la madrugada y bajo a la cocina?

El pelirrojo asintió con movimientos de cabeza a cada cosa que Haruko le recordaba.

—Bueno… Me sentía extraña. Tenía ya tres semanas de retraso y compré una prueba de embarazo en la farmacia… La hice esta mañana y salió… Positiva…

Hanamichi se quedó sin palabras por un momento. ¿Haruko embarazada? ¿Finalmente? Desde que se casaron había querido ser padre, pero ella decía que había que cuidarse y planificar. Y a penas dos meses atrás habían decidido intentarlo…

—¿Tan pronto? —fue lo único que se le ocurrió preguntar.

Haruko, sensible como era, entristeció. No entendió de inmediato el sentido de la pregunta de su esposo y se la tomó a mal.

—Qué… ¿No te agrada la noticia? —preguntó la mujer consternada.

—¡Claro que sí! —se apresuró a responder Hanamichi— Pero… ¿Estás completamente segura, Haruko?

Hanamichi estaba muy ilusionado con tener una familia completa. Desde joven había soñado con ser padre, y no deseaba ilusionarse en vano.

—Sí, Hanamichi —aseveró la castaña—. Después de la prueba llamé al doctor Yamaguchi y me dijo que lo visitara. Regresé de su consultorio media hora antes de que tú llegaras. Me lo confirmó.

—… —el hombre no respondió. Se le quedó mirando a su mujer mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios, primero tímida, y luego con mayor plenitud.

—Tengo siete semanas de embarazo, Hanamichi —sonrió finalmente la mujer, comprobando la mutua felicidad de su pareja.

—¡VAMOS A SER PAPÁS, HARUKO! —Sakuragi se levantó de su lugar, corrió hacia su esposa y la levantó en brazos, alegrándose por completo con la noticia.

Haruko sonrió con plenitud y se sintió satisfecha: nada podía salir mal.

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La televisión estaba encendida, a pesar de que eran las once de la noche. Transmitían un noticiero. A Hanamichi no le gustaban mucho las noticias porque los conductores le parecían demasiado serios, pero estaba tan feliz con la noticia de que iba a ser papá, que nada más le importaba.

El pelirrojo se encontraba en el baño de su habitación, enjuagándose la boca después de haberse cepillado los dientes. Su sonrisa permanecía imborrable en su rostro.

Salió del cuarto de baño y apagó la luz detrás de sí. Haruko, sentada del lado izquierdo de la cama, hablaba por teléfono. Sakuragi se sentó a la derecha, en ropa de dormir, y escuchó parte de la conversación que su esposa mantenía:

—Sí, estoy completamente segura… Claro que se sintió feliz cuando se lo dije… Hermano, no digas eso. Sabes que Hanamichi y yo deseábamos mucho tener un bebé… Siete semanas a penas… Claro que estamos bien, él tiene un buen empleo… Yo dejaré de trabajar, al menos por ahora. No puedo darme el lujo de dedicarme a otra cosa que no sea mi embarazo y mi bebé… Hermano, de verdad estaremos bien… Sí, le diré… él también les envía saludos… Los veremos en dos semanas, hermano… Adiós.

Haruko depositó el aparato en su lugar.

—Mi hermano te envía saludos, Hanamichi —anunció la castaña, suspirando.

—Gracias. Por lo que escuché, el Gorila vendrá de visita, ¿no?

—Quiere ver en persona que estamos bien. Se alegró mucho con la noticia —Haruko sonrió, refiriéndose al embarazo confirmado. Ella sabía que Takenori no era fácil de complacer, pero su pelirrojo ya se había ganado su respeto—. Akane por fin tendrá con quién jugar cuando vengan de visita, o cuando nosotros viajemos a Hokaido.

Hanamichi recordó mentalmente a Akane, su sobrina política. Era una niña de seis años, muy inteligente, que por fortuna se parecía más a su madre y a Haruko que al Gorila. Salvo por el carácter, no parecía hija de Takenori.

—¿Cuándo vienen? —preguntó el pelirrojo, volteando a su derecha para buscar el control remoto de la televisión. Tenía sueño y deseaba dormir abrazando a su esposa y a su futuro hijo.

—El domingo dentro de dos semanas —respondió Haruko, acomodándose entre las sábanas.

Hanamichi encontró el control y lo apuntó a la pantalla, dispuesto a apagarla. Haruko se recostó en el pecho de su esposo y cerró los ojos. Hanamichi se olvidó por un momento de la televisión y contempló el rostro tranquilo de Haruko. Le pareció radiante, incluso más hermosa que esa mañana, y sonrió orgulloso de su esposa y de su hijo en camino. Suspiró. No supo cuántos minutos la contempló, con el murmullo de la televisión como fondo, y de pronto, con cuidado de no despertarla, se acercó a su vientre. En un susurro, habló:

—¿Sabes? —empezó con torpeza— Tu mamá y yo estamos esperándote aquí afuera…

De pronto se sintió un poco tonto, hablándole al estómago de su esposa cuando su hijo ni siquiera era un bebé aún, médicamente hablando.

Sin embargo, sonrió imaginando al nuevo miembro de su familia.

Volvió la vista a la televisión dispuesto a apagarla, cuando la imagen de Kaede Rukawa en la pantalla captó su atención.

—Y sí, Kaede Rukawa le da una nueva victoria a su equipo, los Lakers, con un marcador 110-62. Del total, Rukawa anotó 97 puntos, lo que deja bien claro que el baloncesto japonés está al mismo nivel que los mejores. La temporada continúa y el próximo partido será pasadomañana. Existen rumores de que el jugador japonés tomará unas vacaciones en cuanto termine la temporada, y volverá a su país natal a pasar un tiempo con su familia… —el conductor daba todos los pormenores acerca de los planes futuros de Kaede Rukawa.

—Pero si el zorro no tiene familia, que yo sepa —Hanamichi sonrió para sí mismo ante su propio comentario… Pero, por alguna razón, sintió una opresión en el pecho.

Apagó la televisión, dispuesto a dormir y a pensar únicamente en Haruko y en el hijo que con ella esperaba.

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Nota de la autora:

Hola a todos.

Ya sé que voy muy lenta con el avance de Trampas del corazón, pero les prometo que traía esta idea en la cabeza desde hace varios días, y ahí dentro no me dejaba en paz. Si no la sacaba corría el peligro de seguir distrayéndome en las clases, y eso no es bueno si estamos en las últimas semanas antes de los exámenes finales y yo necesito pasar…

Ojalá les guste este primer capítulo. Y aquí trataré de reivindicar la imagen que le he impuesto a Haruko en Trampas del corazón.

Saludos, besos y abrazos.