Estiró el brazo hacia la mesita y apagó el despertador, apenas le dio tiempo a que sonara una sola vez. Lógico, había despertado un par de minutos antes de que sonara, tenía ya el cuerpo acostumbrado a esos horarios. Se deslizó entre las sábanas sin hacer apenas ruido, no quería despertarlo. Había llegado tarde de una reunión con el consejo escolar y había tenido que lidiar con los niños buena parte de la cena él solo.
Se metió en el baño, se miró en el espejo, tenía ojeras otra vez, en realidad no había dejado de tenerlas desde hacía 11 años, es lo que tiene tener hijos. Sonrió, abrió el grifo y se enjuagó la cara y la nuca, después se secó con la toalla. Más tarde ya habría tiempo para una ducha. Al salir del baño, se apoyó en el quicio de la puerta y le vio con un brazo colgando por fuera de la cama, la boca abierta, babeando sobre la almohada, y las mantas revueltas en un punto intermedio de la cama. Definitivamente aquello era la imagen menos sexy de Harry, pero él disfrutaba viéndolo así, sonrió y se acercó para arroparlo. No tuvo mucho cuidado sabía que haría falta un regimiento para despertar a Harry, el moreno simplemente movió la nariz cuando Draco apartó un mechón de su frente, después siguió como si nada.
Buscó, entre el desorden que era la habitación, las zapatillas; odiaba el desorden, siempre le molestaba verlo todo tirado por la casa, pero no podía evitarlo, con 5 niños corriendo por una casa de 3 habitaciones era imposible no tenerlo todo revuelto. Suspiró cuando vio las cajas de la mudanza, debía ponerse con aquello cuanto antes, pero nunca tenía tiempo. Encontró la primera zapatilla debajo de la camisa de Harry y aprovechó para echarla al cesto de la ropa sucia; la otra la vio al lado de la cuna, caminó con sigilo, aquella mocosita lo oía todo. Tomó la zapatilla y se la calzó, asomó la cabeza por encima de la cuna y la vio, sonriéndole, moviendo enérgicamente brazos y piernas.
Buenos días, Delia – la niña le sonrió – bien, ya que estás despierta, será mejor que te de el biberón antes de que empieces a berrear, ¿no crees? – la niña soltó un par de pompitas por la boca, últimamente era lo único que hacía, acercó los brazos a la pequeña y la tomó en brazos. La niña pataleó enérgicamente, feliz por sentirse liberada de su pequeña prisión.
Draco la acomodó sobre su pecho recostando su cabecita en su hombro y salió en silencio de la habitación, cruzando los dedos para que el torbellino de la casa aún siguiera durmiendo. Caminó despacio por el pasillo y, cuando pasó por la puerta de su habitación, casi no hizo ruido, pero fue inevitable, y la puerta se abrió.
¿Papi? – una morena de ojos verdes abrió la puerta, rascándose los ojos.
Soul, aún es temprano, vete a la cama – le dijo en tono conciliador.
No tengo sueño. ¿Vas a darle el bibe a Delia? – le preguntó.
Sí.
Yo también quiero bibe.
Tu ya eres mayor, mi vida.
Pero a mi me gusta el bibe, anda papi porfi – Draco desistió, sabía que, si no accedía, la niña montaría un pequeño numerito que despertaría a toda la familia y no le apetecía.
Está bien, dame la mano – sujetó a Delia con la mano izquierda y le dio la derecha a Soul, su torbellino de 4 años.
Los tres bajaron por una escalera plagada de mortífagos y aurores de plástico. Maldijo internamente a los gemelos Weasley por haber sacado aquel estúpido juego al mercado "Crea tu propia guerra mágica". Gracias a ello, su casa estaba llena de figuritas de plástico que representaban a uno u otro bando. Cuando llegaron al piso de abajo, desistió de mirar al salón, le daba pánico sólo pensar cómo estaba todo, así que entró en la cocina, por lo menos sabía que estaría limpia, él se había encargado de dejarla recogida antes de ir a la cama, a las 2 de la mañana.
Entró en la cocina y dejó a Delia en su silla-balancín sobre la mesa, a Soul la sentó en su trona, era ya algo mayor, pero la niña quería seguir usándola y nadie quería aguantar sus chillidos. Había hablado con especialistas por las grandes rabietas que la niña se agarraba en ocasiones, pero todos acababan diciéndole lo mismo, "es la edad". Soul era la cuarta y sus hermanos nunca habían alcanzado esos límites, así que no podía ser la edad, pero qué sabía él, si ahora no era más que un triste amo de casa. Suspiró mientras ponía a hacer a café, necesitaba una buena dosis.
Preparó dos biberones, uno de leche con cereales para Delia y otro con leche, cacao y algunas galletas trituradas para Soul. Tuvo que pasar la batidora por el de Soul, los grumos eran realmente asquerosos. Cuando puso el biberón en la boca de Delia, consultó el reloj de la cocina, las 7:56. Apenas había dormido 5 horas y media, pero su cuerpo ya se había acostumbrado. Tras 11 años repitiendo la misma rutina día tras día, es lógico que un cuerpo se acostumbre.
¿Papi?
¿Dime, cariño? – cogió a Delia y la puso de nuevo sobre su pecho, palmeó varias veces la espalda de la pequeña para que echara los gases.
¿Hoy vamos a ver a los abuelos?
No lo sé, hablaremos con papá, ¿de acuerdo?
Bien. ¿Papi?
¿Sí?
No quiero más – miró al biberón, apenas se había tomado una cuarta parte.
Soul, me pediste un biberón, ahora tienes que terminarlo.
Pero… es que ahora quiero cereales.
No, tienes que terminarte eso.
Pero …
Si después sigues teniendo hambre, te haré un tazón de cereales pero ahora acábate el biberón, ¡JODER! – dijo cuando notó que Delia le había vomitado la espalda.
¡ALA! – la niña se llevó la mano a la boca – has dicho una palabra fea, se lo voy a decir a papá – la niña se deshizo de la tabla que hacía las veces de mesa en la trona y saltó al suelo.
¡SOUL! – le gritó.
¡CRASH! – el biberón que había descansado hasta ahora sobre la trona cayó al suelo rompiéndose en pedazos.
¡SOUL! – volvió a llamarla, pero la niña ya se había perdido escaleras arriba.
Volvió a mirar el reloj, las 8:01, la tranquilidad había durado en la casa 31 minutos. Dejó a la niña en la silla y le limpió la cara. La rubia le miraba sonriente con los morros blanquecinos. Si alguna vez tenía dudas de por qué habían tenido tantos hijos, recordaba esas cosas y sólo sonreía. Buscó su varita en el armario de la cocina, Harry siempre le regañaba por dejarla allí, pero él sólo usaba la magia para las tareas de la casa, así que era el lugar más práctico. La encontró tras una caja de cereales El niño dorado, él mismo se encargaba de comprar esa marca, sabía que Harry odiaba toda esa parafernalia, pero a él le divertía verle sonrojarse. Seguía viéndose adorable cuando el color rojizo acudía a sus mejillas.
Apuntó al suelo y recogió los restos del biberón, lo único que le faltaba era que cualquiera de los niños se hiciera daño. Comenzó a preparar el desayuno, sabía que la tropa no tardaría mucho en bajar, de eso se encargaría Soul.
Buenos días, papi – Mya entró con el cabello negro recogido en un moño alto, llevaba puesta una camiseta roja y un pantalón corto blanco – ¿te ayudo?
Gracias, cielo – pasó a su lado de camino a la nevera y besó su frente – ¿puedes poner la mesa?
¡Vale! – la niña sonrió y comenzó a buscar las cosas por la cocina.
Mya era una bendición del cielo, era una niña lista, atenta y dulce, muy dulce. A Draco le recordaba demasiado a Hermione, era tan o más Gryffindor que ella, defensora de las causas perdidas, pero con el mismo nervio que Harry. Mya nunca podía estarse quieta, siempre tenía que estar haciendo algo. Por eso, Draco la consideraba una bendición; con sólo 11 años, la niña le ayudaba siempre que podía en las tareas de la casa, con sus hermanos pequeños, jugaba con ellos y atendía a los niños.
¡JODER!
¡ALA! – Soul volvió a hacer acto de presencia en ese mismo instante – ¡PAPÁ! – chilló la niña subiendo al piso de arriba de nuevo.
¿Qué pasa, papi?
Tengo que sacar a pasear a Moffie, se me había olvidado.
Morfeo era el último capricho de Robbie, su tercer hijo. Robbie había nacido poco después de que Harry cumpliera un año como profesor en Hogwarts. Era el vivo retrato de Draco cuando nació, y lo seguía siendo ahora con 6 años. Si bien el resto de sus hijos tenían rasgos de los dos, Robbie no, era idéntico en lo físico a Draco. En lo demás eran completamente diferentes, ahí se asemejaba más a Harry, era un niño muy extrovertido, cálido y lleno de energía, afortunadamente para todos, no tanta como Soul. Robbie era un charlatán, no había manera de hacerlo callar, siempre tenía algo que contar, siempre tenía una opinión que dar, aunque sabía respetar los momentos para hablar. Su "clon", como solía llamarlo Remus, tenía una única afición, los animales, adoraba todo bicho viviente que viera, daba igual que fuera una dragón o una cucaracha. Si estaba vivo y se movía, Robbie iba a adorarlo, por eso, de cuando en cuando su casa se convertía en un zoo. Habían pasado por su casa, hámsters, tortugas, ranas, sapos, peces, pájaros, grillos y un sinfín de animales más. Hasta que Harry y él decidieron poner punto y final al zoo, así que le dijeron que debía decidirse por un animal y hacerse cargo de él, cuidarlo y alimentarlo. Robbie escogió un perro, pero no un perro pequeño y adorable, no, Robbie escogió un cachorro de San Bernardo, que el primer año había resultado adorable, pero ahora, que ya iba camino de cumplir los dos, se había convertido en un verdadero problema. Pero Robbie cumplía con su promesa, hacía los deberes de la escuela y sacaba buenas notas, mantenía recogido su cuarto y se ocupaba de dar de comer y bañar a Moffie, así que no había motivo para que el animal saliera de la casa.
Puede esperar un poco, papi – le dijo la niña cogiendo la leche de la nevera.
Supongo – Draco se encogió de hombros y prosiguió con el desayuno.
Brrrrrrrr – Mya jugaba con Delia y le hacía cosquillas con la boca en la barriga.
Cariño, cuidado acaba de…
BUAGHHHHHHHH – gritó la morena cuando la pequeña, producto de la risa, había vomitado sobre el pelo de su hermana – ¡PAPI, mi pelo! Jo….
Sube a ducharte, anda – le dijo, la niña salió maldiciendo por lo bajo a su hermana pequeña que simplemente volvía a reír.
¡BUENOS DIAS, PAPI!
Robbie, no hace falta que chilles.
Oh… eiii Delia – el niño empezó a ponerle caras a la niña para que riera.
Siéntate, acaba de comer, y la harás vomitar.
Vale, ¿qué hay para desayunar? – preguntó intentando agarrar la botella de leche que había en el centro de la mesa y empezó a balancear la silla para llegar.
Cereales, tortitas o tostadas. Robbie, vas a caerte si no paras de hacer eso – le dijo al verlo reflejado en el cristal de la ventana de la cocina.
¡TORTITASSS! – exclamó feliz.
… - la puerta se abrió dando paso a un somnoliento y malhumorado Dorian.
Se dice buenos días.
Lo serán cuando Soul se calle.
No me pienso callar – la niña entro tras él y, empujándole, le sacó la lengua.
Mocosa.
¡Dorian! – le recriminó su padre.
¿Qué? Es una mocosa que se sorbe y se come los mocos…
Papi, yo no me como los mocos, ¿a qué no?
No, cariño. Dorian, ¿sería tan difícil para ti mostrarte amable con el resto del mundo?
Sí – Draco desistió.
Dorian había heredado, muy a su pesar, su carácter, o el que tenía cuando tenía su edad y eso, para todos, era un gran problema. Era ácido y sarcástico en sus comentarios, siempre que podía se metía con sus hermanos, aquello nunca significó que Dorian no los quisiera, simplemente que disfrutaba con ello y para los pequeños era difícil de entender. Con Mya era más fácil, ella había aprendido con el tiempo que lo mejor que se podía hacer con el mal humor de Dorian era olvidarse de que existía.
Dorian tomó la botella a la que desde hacía unos minutos Robbie estaba intentando llegar.
Ei… yo la quería.
Pues crece, y luego hablamos.
Dorian, por favor – Draco sirvió en unos platos las tortitas que acababa de cocinar, vio como Robbie se dirigía a por una – cuidado que…
¡AUUUU!
… queman. ¿Estás bien, cariño? – dejó la sartén en el fuego y se dedicó a mirar la mano de su pequeño.
No… - sollozó.
Quejica…
Dorian, por favor… enséñame la mano, Robbie – el pequeño extendió la mano y se la enseñó – bueno, no es nada, se pasará enseguida – besó los dedos del pequeño – mejor, ¿verdad?
Sí.
Quiero tostadas – dijo Soul poniéndose de pie en la trona y haciendo tambalear la misma.
¿Papi?
Ahora no, Dorian.
Pero papi…
Ahora no. ¡SOUL! – agarró a la niña justo antes de que la trona cayera al suelo.
¡PAM! – el ruido provocó que la pequeña Delia se asustara y empezara a berrear.
Draco dejó a Soul en el suelo y levantó la trona con la banda sonora del llanto de Delia.
¿Papi?
Dorian, ahora no – terminó de recoger todo lo que había caído por el suelo.
Papi, ¿alguna vez me vas a dejar decirte que la sartén está echando fuego?
¿QUÉ? – Draco horrorizado se dio la vuelta y vio como la sartén ardía, corrió en su dirección y, aunque sabía que no debía hacerlo, la agarró con la mano – ¡JODER!
¡ALA, OTRA PALABRA FEA! – gritó Soul dando saltitos – ¡PAPÁ! ¡PAPÁ! – comenzó a gritar.
Draco consiguió poner la tapa sobre el fuego, que se apagó por la falta de oxígeno, abrió el grifo del agua fría y metió la mano que le ardía debajo. Oía a Delia berrear y sabía que tenía que cogerla. También oía gritar a Soul, a Robbie quejarse por sus dedos quemados y sabía que Dorian lo miraba como él hubiera mirado a cualquiera en la misma situación.
Papi, ¿dónde está la camisa rosa? – Mya entró en la cocina – Delia, cariño, ¿qué pasó, pequeña? – sabía que Mya no podía evitar hacerle carantoñas a la niña, pero la pequeña hoy estaba muy revuelta y acabaría por– BUAHHHHHHHHHHGGGGGG… - vomitarla de nuevo – ¡PAPI! – comenzó a quejarse la mayor – me ha vuelto a vomitar la ropa, jo….
Es la única que sabe hacer bien las cosas – le dijo Dorian.
Púdrete.
Si tú me enseñas cómo…
¡BASTA! – el grito de Draco resonó en toda la cocina, el silencio invadió entonces la estancia, se giró despacio y observó como todos, incluso la pequeña Delia, le observaban atónitos, con un deje de miedo en sus miradas – ¿No podéis estaros tranquilos una maldita mañana? ¿Ni siquiera una mañana de tranquilidad me podéis dar? – les preguntó casi gritando.
Los niños le miraban asustados, incluso Dorian que, como el propio Draco, no era muy dado a exteriorizar los sentimientos, le miraba atemorizado.
Día tras día lo mismo, si es que no os pido más que una maldita mañana, no es tan difícil, ¿no? – los niños negaron con la cabeza – ENTONCES, por qué no podéis portaros bien una maldita mañana, ¿EH?
Buenos… - Harry no pudo acabar la frase cuando vio la escena.
Draco tenía la mano envuelta en un trapo de cocina y miraba de manera intimidatoria a los niños. La vena de la yugular le palpitaba y parecía que le iba a estallar. Los niños… los niños estaban completamente pálidos y callados, incluso la pequeña Delia, y lo observaban, algunos como Soul y Robbie, a punto del llanto.
¿Draco? – llamó la atención de su rubio, que le fulminó con la mirada.
¿QUÉ? – gritó.
Tranquilízate.
Estoy tranquilo – Harry se acercó despacio a él.
Rubio, estás asustando a los niños – su puso delante de él, para que los niños no le vieran – ¿qué pasa, eh?
… - Draco agachó la cabeza.
Rubio, ¿qué pasa? – le levanto el mentón y le vio como hacia años que no le veía, le miraba derruido, destrozado, con lágrimas en los ojos y a punto de derrumbarse – Dorian, ¿por qué no cogéis leche y cereales y vais todos a desayunar al salón mientras veis los dibujos, eh?
Vale – dijo el rubio.
Unos minutos después, los únicos que quedaban en la cocina eran Harry y Draco.
Rubio, ¿qué pasa? – Draco había comenzado a recoger las cosas de la cocina.
Nada.
¿Cómo que nada? Estabas gritándoles a los niños…
Perdí los nervios, nada más.
Draco, tú nunca pierdes los nervios.
Bueno, esta vez sí, no es nada – utilizó la varita para seguir limpiando y miró al jardín – tengo que sacar a pasear a Moffie.
Moffie puede esperar, tú no – Harry lo tomó del brazo y lo obligó a sentarse en una silla de la cocina frente a él – ahora dime, ¿qué pasa?
Nada, sólo estoy cansado, nada más.
No, hay algo, estás más taciturno que nunca, apenas sonríes.
No soy de sonrisa fácil.
Rubio… además, mírate, estás demacrado.
Es el cansancio. En serio, Harry, tengo cosas que hacer. Debería empezar con lo de la mudanza, hay que ir a buscar las cosas para el colegio de Dorian y Mya, también deberíamos visitar a mi padre y Remus…
Draco, para – le ordeno – olvida todo eso, mírame, ¿qué pasa?
Nada – Draco tenía un nudo en la garganta, no podría aguantar mucho más – no pasa nada – agachó la cabeza.
Draco – volvió a obligarle para que le mirara – ¿qué pasa? – los ojos verdes de Harry traspasaron como siempre a Draco.
No puedo más Harry, no puedo más – comenzó a llorar, se llevó las manos a la cara – no, puedo, es demasiado, voy a volverme loco, no puedo, los niños, la casa, la mudanza, no puedo, no puedo – las lágrimas escaparon entre los dedos que cubrían sus ojos – casi tengo 30 años y mírame, Harry, ¿qué he hecho? Nada, no soy nada, no soy nadie…
Draco, ¿cómo puedes decir eso? Eres, además del mejor marido del mundo – besó su mejilla haciéndole sonreír –, el mejor padre, has sacado adelante esta casa tú solo, criaste a los gemelos sin mí mucho más tiempo de lo que yo hubiera querido, y, aunque yo pase ahora más tiempo aquí, tú has cargado con los 5 embarazos y has sacado a los 5 adelante, así que, ¿cómo puedes decir que no has hecho nada?
Gracias – acarició su mejilla, Draco sabía todo eso, lo sabía, pero él quería más, quería ser alguien, hacer algo, pero ahora ya era demasiado tarde.
Hay más, ¿verdad?
No…
Rubio, son 12 años juntos, ¿crees que no me daría cuenta? – besó su mejilla.
¿A dónde vas?
Espera aquí.
Harry caminó hacia el salón dónde los niños parecían más o menos tranquilos.
¿Qué le pasa a papi? – preguntó Robbie en cuanto le vio en la puerta.
Papi necesita descansar, así que vais a tener que hacerme un favor, ¿de acuerdo? – los niños asintieron –. Voy a llamar al abuelo Remus, para que venga a buscaros.
¿Para? – preguntó Mya.
Voy a llevarme a papi a pasar unos días fuera.
¿PODEMOS IR? – chilló Soul.
No, cariño, es sólo para papis.
A saber lo que vais a hacer…
¡Dorian!
Vale, vale… pero no encarguéis un nuevo mocoso, ¿eh?
¡DORIAN! – Harry se sonrojó, aquel niño podía con él.
¿Puedo ir a casa de Rorie? – preguntó Mya –, es que allí me lo pasaré mejor, porfi, papá…
Está bien, llama a su madre y pásamela.
¡GENIAL!
Pues si ella se va a casa de una amiga, yo quiero irme con Jason.
Vale, y vosotros tres, como no tenéis opción, iréis con los abuelos.
Harry enseguida se puso a llamar y a organizar todo lo necesario, dejaría a los niños con alguien esos días y él se llevaría a Draco para que descansara y quizás le contara aquello que se guardaba.
¿Qué es todo esto? – preguntó Draco saliendo de la cocina y al ver a los niños en el salón, con las bolsas de viaje.
¡NOS VAMOS!– gritó Soul.
¿Os vais? – miró a Mya.
Papá dijo que os íbais a pasar el fin de semana fuera, así que yo me voy a casa de Rorie.
Y yo con Jason.
Y nosotros con los abuelos.
¿Y en qué momento se tomó esa decisión? ¿Y quién la tomó?
¡ÉL! – dijeron los niños señalando a Harry que estaba tras Draco.
Tranquilo amor, ya te explicaré.
¡CRACK!
¡SIRIUS! – gritaron todos lanzándose encima del pobre animago.
Enanos, ¿qué tal?
Bien – le dijeron los 4 mayores.
Bueno a ver, toma Harry – le lanzó un juego de llaves que el moreno cogió al vuelo.
Gracias.
A ver, yo me llevo a este par de mochuelos, la madre de Rorie pasará a buscarte por nuestra casa – le dijo a Mya.
¡Guay!
Sí, ¡SUPER GUAY! – dijo Dorian poniendo voz chillona.
Imbécil – le insultó la morena.
Tiempo muerto – Sirius se interpuso entre ambos – nada de peleas. Bueno, chicos, pasadlo bien, y ya me contaréis – les guiñó un ojo y, agarrando a cada niño con un brazo, se desapareció.
Dos menos, ahora sólo falta que…
¡CRACK!
¡Abueloooooo! – Robbie se abalanzó sobre Remus y estuvo apunto de tirarlo al suelo.
Pero qué ímpetu a estas horas de la mañana… ¡Buenos días!
Buenos días, Remus.
¿Así que me llevo sólo a estos 3?
Sí, Mya y Dorian se quedaran con unos amigos.
Bien, ¿el equipaje?
Ah, sí – Harry sacó una cajita del bolsillo y se la pasó a Remus, quien la guardó en el bolso de la túnica.
Bueno, pues a ver – cogió a la pequeña Delia con un brazo y a Soul con el otro – Robbie, tu abrázame fuerte, ¿vale? – el rubio asintió – perfecto, pues nos vamos.
¡CRACK!
Vamos, tenemos que prepararnos – Harry tiró del brazo de Draco, pero éste no se movió.
¿Me quieres explicar qué es lo que acaba de suceder?
Pues que he repartido a nuestros hijos con nuestros amigos y familiares por 3 días y que, en esos 3 días, tú y yo nos vamos a ir a la casa que Sirius tiene en la Toscana.
¿Así, por las buenas?
Si, así por las buenas.
Pero…
No hay peros, necesitas descansar y yo te daré el descanso que necesitas – le miró sonriendo de medio lado.
Harry, eso no es descansar.
