No habían intercambiado teléfonos ni direcciones de mail, así que ambos sabían que ésa sería la última vez que se verían, pero ninguno pudo dejar de reconocer, que esos seis días en las Baleares, les habían cambiado la vida.
Aunque en ese momento no pudieran imaginar la magnitud de ese cambio.
DISCLAIMER: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer
AMOR DE VERANO
PRÓLOGO
- Hola – saludó una voz seductora detrás de ella.
Se volteó risueña para encontrarse con el espécimen masculino más perfecto que había visto jamás.
- Hola – respondió ante las risitas tontas de sus amigas.
- ¿Puedo invitarte una copa?
- Supongo que sí – aceptó y caminó junto a él hasta el bar del yate después de dedicarles una mirada divertida a Jessica y Angela.
- ¿Qué bebes, preciosa? – preguntó el desconocido
- Un daikiri
- En seguida – dijo haciendo su pedido al camarero.
Llevaba cuatro días en Ibiza y aunque había visto miles de hombres guapos, ninguno se podía comparar con el perfecto hombre que estaba junto a ella.
- Edward – dijo él estirando su mano mientras esperaba sus bebidas.
- Bella – respondió sonriente estrechando su mano.
- Bella – repitió él dedicándole una mirada que le calentó la sangre – ¿Estás de vacaciones, Bella?
- Sí. Mis amigas y yo – explicó mirando a sus amigas un instante – hemos acabado pre-med y nos hemos tomado diez días de vacaciones.
- Pre-med – dijo con interés – ¿Vas a estudiar medicina?
- Si – reconoció con orgullo
- ¿Dónde? – preguntó cogiendo los vasos que le entregó el camarero y haciéndole una señal para dirigirse a unas tumbonas sobre la cubierta más alta del yate.
- En Nueva York.
- ¿Vives en Nueva York?
- Sí ¿y tú?
- Londres – dijo y una pequeña decepción la golpeó.
- ¿Y qué haces allí?
- Soy arquitecto.
- ¿Estás de vacaciones?
- En realidad estuve trabajando en Barcelona, pero decidí tomarme unos días aquí antes de volver a casa.
- Me alegro que lo hicieras – reconoció divertida con una temeridad que no le era habitual.
- Me alegro de haberlo hecho – sonrió seductor enredando su dedo en un mechón castaño que había caído de la coleta de ella.
Bajó su dedo acariciando su cuello y su clavícula erizándole la piel y sintiéndose audaz al ver que ella no se alejaba de su contacto.
- ¿Te alojas en Ibiza? – susurró bajando sus labios hasta el cuello de la chica para dejar suaves besos en su piel.
- En "El Hotel Pacha" – jadeó en respuesta con el pulso acelerado
- Tengo una pequeña cabaña alquilada en la isla de Formentera. ¿Te gustaría quedarte conmigo? – preguntó mordisqueando su cuello mientras su mano subía por su costado rozando sugerentemente el lado de su pecho que asomaba por el costado del bikini.
- No creo que sea lo más conveniente – gimió cerrando los ojos y arqueando su cuello hacia él para darle mejor acceso.
- Prometo devolverte sana y salva. Al menos tanto como me sea posible...
- Mis amigas están en Ibiza...
- ¿Quieres invitarlas también? – dijo tirando de ella para sentarla sobre su regazo
- ¿Quieres que les invite? – preguntó sorprendida – No eres una especie de pervertido, ¿o sí?
- Preciosa – sonrió mirándola con solemnidad – Yo sólo quiero estar contigo y que te quedes conmigo los días que te quedan de vacaciones, si para lograrlo tengo que alojar también a tus amigas, pues estoy dispuesto a hacerlo...
- No sé si ellas querrán...
- ¿Y tú, Bella? ¿Tú quieres quedarte conmigo? – preguntó poniéndola en un aprieto
Sabía que podía meterse en un lío, pero ella era la recatada Isabella Swan.
La hija del jefe de policía de Seattle.
Nunca se metía en líos. Nunca hacía nada arriesgado o temerario.
Desde que hacía cuatro días habían desembarcado en la isla, se había comportado. Había salido con sus amigas, había bailado hasta el amanecer, había bebido y se había reído con desconocidos.
Pero no se había desmelenado ni la mitad de lo que lo había hecho su amiga Angela Weber.
Y el padre de Angela era ministro de la iglesia anglicana.
Así que si Angela se había podido ir a la cama con un guapo italiano que acababa de conocer, ¿por qué no podría Bella vivir un poco de pasión y lujuria con un inglés delicioso, de cabello cobrizo, ojos verdes, y cuerpo de infarto?
- ¿Qué dices, cariño? ¿Te vienes a Formentera conmigo?
- Supongo que podría quedarme contigo un par de días – aceptó ruborizándose
- Perfecto, preciosa. Cuando volvamos al puerto recogeremos tus cosas. – le informó antes de lanzarse sobre sus labios y besarla con lujuria dificilmente contenida.
Los siguientes seis días fueron los más increíbles que hubiera podido imaginar.
Edward era un hombre encantador, era cariñoso y tierno, pero era también pasional y un amante extraordinario.
Bella no era virgen, aunque sus relaciones sexuales se reducían a un novio durante cuatro años.
Jacob y ella tenían una vida sexual activa, pero ambos eran el primer amante del otro, así que sus respectivas experiencias eran nulas y por tanto el sexo entre ellos solía ser bastante casto. No había mucho de posturas variadas, ni fantasías cumplidas. Orgasmos sí, pero no todas las veces.
Con Edward era completamente diferente.
Era un maestro en el sexo oral, era un experimentado masturbador, y no tenía inhibiciones.
Le había hecho el amor en la cabaña, pero también en la playa al atardecer, e incluso en el mar el día que habían visitado una cala nudista, cuando el cuerpo desnudo de Bella le había provocado una erección.
Al principio se había sorprendido por la inocencia de Bella, ya que su cuerpo gritaba sexo aunque parecía que ella no era consciente de ello.
Pero, cuando logró que se soltara, la chica fue como un polvorín. Le había entregado las riendas a él, y se dejaba llevar, aún cuando se escandalizaba con las propuestas de Edward, como que le provocara un orgasmo con sus dedos mientras ella conducía el pequeño Smart que él había alquilado para recorrer la pequeña isla.
Para cuando la dejó en el aeropuerto de Ibiza junto a sus amigas, Bella tenía cientos de cosas que contarles y miles que ocultar.
Edward por su parte tenía muy gratos recuerdos que atesorar, aún cuando la castaña de ojos de chocolate acabaría por obsesionarle recriminándose no haber intercambiado siquiera una dirección de mail o un apellido.
- He pasado unos días maravillosos, Bella – le confesó besándola frente a la puerta de embarque.
- También yo.
- Guardaré estos días entre mis mejores recuerdos.
- Gracias por unas vacaciones maravillosas, Edward – sonrió con tristeza antes de que el chico se volcara sobre sus labios y la besara con pasión y ternura a la vez.
No habían intercambiado teléfonos ni direcciones de mail, así que ambos sabían que ésa sería la última vez que se verían, pero ninguno pudo dejar de reconocer, que esos seis días en las Baleares, les habían cambiado la vida.
Aunque en ese momento no pudieran imaginar la magnitud de ese cambio.
Bueno, aquí está, mi nuevo proyecto.
Eepero que le den una oportunidad y les guste.
Ya me lo haréis saber.
De momento publicaré una o dos veces por semana para no descuidar las historias que tengo en curso, pero espero poder hacerlo más a menudo.
Espero sus comentarios y gracias por la oportunidad.
Besitos y nos seguimos leyendo!
