N/A: ¡Hola de nuevo a todos mis lectores! Ya ven que Dikana… ¡ha renacido, muajajaja! nn Después de meses y meses de larga espera en los que una servidora desapareció del mapa, aquí estoy de vuelta con mi humilde fic, esta vez con toda la intención de terminarlo, si Dios quiere. He intentado mantener el contacto con la mayoría de mis lectores veteranos, así que supongo que todos sabrán ya de una forma u otra todo lo que ha pasado en el último año: bloqueo de escritor, me borraron el fic, perdí las ganas de seguir escribiendo… Pero en su día les prometí que, por mis narices, Respuestas (R) seguiría hasta el fin, y aquí estoy para cumplir mi promesa. Les presento de nuevo a R, totalmente corregido y remasterizado sólo para ustedes, en un remake que estoy llevando a cabo con todas mis ganas para poder ofrecerles lo mejor de mí. Es la historia original con algunos retoques que espero hagan las delicias de los lectores que tanto han esperado mi vuelta. Gracias por seguir ahí y por todo su apoyo, perdonen una vez más por la espera y deseo de todo corazón que haya valido la pena.

Si eres nuevo aquí y no conoces la versión anterior de R, entonces mejor ignora todos los desvaríos de esta loca autora en el párrafo anterior y disfruta el fic, quiero trabajar duro para no decepcionar a nadie nn

¿A quién voy a dedicar esto? Pues, obviamente y con todo mi cariño, a todos los lectores veteranos que han soportado mis demencias, mis tardanzas y mis capítulos kilométricos a lo largo de estos años, que me vieron desaparecer a mí y a mi fic y aún así mantuvieron la esperanza de que volvería. A todos los que me han escrito, dándome su apoyo, en estos últimos meses tan complicados para mí. A todos los que se emocionaron cuando les dije que volvía. A todos los que se acababan de incorporar a R cuando me lo borraron y a todos los que no pudieron hacerlo y lo buscaron por Internet. Quiero dedicárselo a mi querida Phoenix.G.Fawkes, mi lectora más veterana, a Lindalawen, por su ayuda a la hora de buscar soluciones, a Elsa y Vera por seguir al pie del cañón, a todo el Sirius Fan Club y a todos, todos los demás. Demasiada gente querida para mí, no quiero alargarme más o me pondré aún más emotiva. Son estupendos, en serio, no merezco tanto. Esta nueva versión ha salido adelante sólo gracias a sus ánimos, así que… ¡va por ustedes! nn

No me enrollo más, ya me conocen, juju… Me despido y les dejo con el fic, después de tantísimo tiempo. ¡Que lo disfruten!

ADVERTENCIA: esto es un AU ambientado en la época de los Merodeadores, Respuestas tiene ya casi cuatro años, empecé a escribirlo antes de la publicación de la Orden del Fénix y en su mayor parte está basado en los rumores que corrían en aquella época sobre el libro 5º. En consecuencia, pocas cosas te vas a encontrar aquí que tengan que ver con la línea argumental que ha seguido JK Rowling en los últimos dos libros. Ni Mundungus Fletcher ni Arabella Figg son como nos los ha pintado JK, y bueno… resumiendo, no te fíes, porque si eres nuevo en R no sabes con lo que te puedes encontrar, jeje… Recuerdo también el formato del fic: cada capítulo es la respuesta a una pregunta referente al pasado de los Potter, de ésas que circulaban por los foros cuando la OdF aún no había salido. No me importa que algunas de esas preguntas hayan sido ya contestadas, repito que esto es un AU, especial para quienes busquen alternativas. Y a los que ya me conocen, sólo decirles:

¡A leer!

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RESPUESTAS

1ª pregunta: ¿Cómo se conocieron los Merodeadores?

"El Inicio"

La estación de King's Cross siempre estaba llena a rebosar de gente. Algo, cuando menos, bastante normal, si se tenía en cuenta que era uno de los principales puntos de comunicación de Londres. Pero el día 1 de septiembre, no se sabía por qué, en medio del tumulto habitual, siempre solían suceder cosas que cualquier persona corriente calificaría de curiosas, raras o incluso anormales. La estación se llenaba de un ambiente especial, como si una extraña magia flotara en el aire, impregnándolo de una ansiedad y agitación diferentes a la del resto del año. Y siempre ocurría lo mismo, sin faltar, ese día señalado, alrededor de las 11 de la mañana.

Eran aproximadamente las 10:40 a.m. del 1 de septiembre de 1968, cuando uno de esos sucesos "fuera de lo común" llamó la atención de un par de ejecutivos que se dirigían a su trabajo, y que sin embargo pareció pasar inadvertido por el resto de la multitud: cuando se disponían a salir por la entrada principal de la estación, fueron casi arrollados por dos críos de no más de 11 años que estaban entrando en esos momentos. Después del choque, ambos niños se disculparon con enormes y radiantes sonrisas, y se alejaron arrastrando sendos baúles, casi más grandes que ellos mismos, como si aquello fuese lo más normal del mundo. Uno de los dos, además, llevaba debajo del brazo una jaula con una preciosa lechuza parda dentro. Los ejecutivos abandonaron King's Cross entre murmullos aturdidos y con los ojos muy redondos.

Detrás de los niños, con un aire mucho más sereno y discreto, apareció también una pareja, la mujer tomando del brazo al hombre, en obvia actitud matrimonial. Y, aunque tenían pinta de venir hablando en plan despreocupado sobre cualquier trivialidad, algo en sus rostros decía que ni el tono de conversación era tan ligero, ni el tema tan casual.

-… todo eso está muy bien, cariño, y parece que por fin estamos de acuerdo en que sería conveniente empezar a moverse, pero eso no implica necesariamente que las medidas que está tomando el ministro sean las más adecuadas –decía el hombre en voz baja, su ceño repentinamente fruncido mientras sus ojos, de un claro color azul, se mantenían fijos en los dos niños que correteaban a varios metros de distancia, intentando conseguir unos carritos para llevar los baúles.

-¿Y qué se supone que vais a hacer entonces? –replicó ella, mirándolo con preocupación-. Puede que Adam no tenga muy buena visión de conjunto, Izzy, pero él es el ministro y llevarle la contraria o tocarle mucho las narices no os traerá más que problemas. Está demasiado influenciado por las antiguas familias de sangre pura y siempre van a ser ellas quienes lleven la voz cantante, aunque no tengan razón. Ya pasó lo mismo hace 18 años con lo de Jonathan, cuando Johnny intentó que…

-No es lo mismo, Andraia –la interrumpió su marido, frunciendo el ceño aún más, todavía vigilando a los chicos-. Esto es completamente diferente. Hay momentos en los que… -paró un segundo, mordiéndose el labio inferior-. Hay momentos en los que es necesario hacer todo lo que esté en nuestras manos para defendernos, aunque los demás no nos crean o piensen que somos unos exagerados.

Los oscuros ojos azules de la mujer se agrandaron poco a poco.

-Izzy… -empezó-. ¿Me estás diciendo que pensáis actuar al margen del Ministerio?

La mirada del hombre se apartó por fin de los muchachos y se clavó en los ojos de su esposa con seriedad.

-Dumbledore opina que, si el ministro no toma las medidas necesarias para combatir este asunto, sí, va a ser conveniente empezar a buscar otras alternativas.

-¿Otras alternativas? –la boca de Andraia se abrió y volvió a cerrarse, estupefacta-. ¿Os habéis vuelto locos? ¿No os dais cuenta de que podéis meteros en infinidad de problemas? ¡Si a Adam se le cruzan los cables, es capaz incluso de acusaros de sedición, o ve tú a saber qué otra idiotez por el estilo!

La expresión seria de Izzy se disolvió inmediatamente ante la cara de su mujer y no pudo evitar soltar una estruendosa carcajada que hizo voltear la vista de varias personas cercanas. Ella lo miró furiosa, asestándole un fuerte golpe en el brazo.

-¡Te lo advierto, Issimus Black! –protestó-. ¡Ni te atrevas a reírte de mí!

-Oh, Andraia, cariño… ¿crees que vamos a alzarnos contra el Gobierno, o algo así? Vale que la ilusión de mi vida siempre ha sido dominar el mundo, pero no soy tan radical –la diversión chispeaba en sus ojos claros, el tono de broma patente en su voz. Con un suspiro, buscó de nuevo a los niños con la vista-. De momento no vamos a hacer nada, pero de todas formas el viejo grupo debía reunirse… Aunque sólo sea para comentar la situación actual y ver cómo prepararnos. Por ahora basta con que nosotros mismos estemos más alerta –su rostro se ensombreció-. He hablado con Icarus. Él y Melpómene están preocupados por su chica, porque este año empieza en Hogwarts también. Temen que pueda ocurrirle algo, Mel dice que lleva años sintiéndose vigilada, y eso no es buena señal.

-Pero su hija no…

-Ya, ya lo sé, Andraia, pero aún así es mejor tomar precauciones. Ahora que los niños van a empezar el colegio…

Izzy dejó la frase en el aire y volvió a suspirar. Parecía cansado, a pesar de que se esforzaba por disimularlo. Andraia suspiró también y siguió la mirada de su marido hasta encontrar a su hijo y al mejor amigo de éste. Ambos parecían haber formado un pequeño tumulto a la hora de coger los carritos, porque estaban rodeados de un corrillo de gente y no hacían más que pedir disculpas, inclinándose al estilo oriental. El retoño del matrimonio Black, además, sujetaba fuertemente a su espalda la jaula de la lechuza, en un absurdo intento de ocultarla ante los ojos de cuantos los observaban, algo que quizá hubiese surtido efecto si no fuera porque el bicho no hacía más que chillar, agitando las alas y esparciendo plumas por todas partes. Izzy rió en un murmullo ante la escena, pero Andraia arrugó la frente.

-¿Por qué no ha venido Johnny a despedir a James? –le preguntó a su marido.

La risita de Izzy se esfumó.

-Dijo que estaba demasiado ocupado preparando la reunión de esta mañana –contestó, contrayendo los labios en una mueca molesta.

Andraia chasqueó la lengua con reprobación.

-¿Demasiado ocupado para ver a su hijo? –gruñó. Pero, al no obtener respuesta, añadió-: ¿Es que la reunión tenía que ser hoy precisamente?

-Sí –asintió Izzy-. Aprovechamos que todos tienen que venir a Londres a traer a los niños a King's Cross, así es menos sospechoso. Casi todos viven por aquí cerca, pero Icarus y Mel vienen desde Kent, igual que Zephirus y Selene. Y no es fácil poder contar con la presencia de Jonathan, porque el Ministerio todavía controla mucho sus movimientos y, siempre que se desplaza desde Irlanda, llama la atención. No sería conveniente que Adam se enterara de que estamos teniendo un contacto especial con él. Es una suerte que su chica también empiece en Hogwarts este año…

-¿Y Dumbledore? Él también debería estar presente, ¿no? ¿Cómo va a estar si tiene que ocuparse de abrir el año escolar?

Izzy le dedicó una sonrisita indulgente, sus ojos de nuevo brillantes por la diversión.

-Vida, la reunión es por la mañana, el tren no llega a Hogsmeade hasta por la noche. Creo que Dumbledore tiene tiempo de sobra de aparecerse allí en un par de segundos, o de coger un traslador.

Andraia le dedicó una mirada envenenada.

-Vale, vale –refunfuñó, apartándose con un gesto molesto la espesa y ondulada mata de cabello caoba, que caía suelta hasta más de la mitad de su espalda-. Lo comprendo, pero la excusa de Johnny sigue sin parecerme aceptable. Al menos podría haber venido a cenar anoche para pasar un rato con su hijo, en vez de mandarle a última hora esa ridícula nota de "Pásatelo bien y estudia mucho" –el tono de Andraia cambió al decir eso, como cuando un niño cambia de voz para hacerle burla a otro-. ¿Te fijaste en la cara que se le quedó a James?

-Por supuesto que me fijé… -murmuró Izzy sombríamente.

-Ahora que va a pasar 9 meses sin verlo siquiera espero que aproveche el tiempo para reflexionar sobre esta actitud que tiene con respecto al chico, no sé en qué demonios está pensando realmente…

-Bueno, si él no aprovecha su tiempo para reflexionar, yo aprovecharé el mío para darle una somanta de palos –atajó Izzy con rotundidad-. Johnny se está comportando como un imbécil, cariño, y si no se da cuenta por sí mismo vamos a tener que empezar a hacérselo comprender –se interrumpió para mirar el reloj-. Se está haciendo tarde, tengo que irme ya, ¿qué andan haciendo esos dos? ¡Van a terminar causando una conmoción! –a pesar de su expresión de reproche, sus ojos seguían brillando con esa chispa de humor tan característica en él. Miró a su esposa enarcando las cejas-. ¿Por qué no te vienes tú también a la reunión? Selene no va a estar porque tiene que quedarse con el bebé, pero…

-No, no, Izzy, ya me gustaría, pero no puedo –resopló ella-. Si Zephirus va a estar en la reunión y Selene aún está de baja por el resfriado de la pequeña, el único que queda al mando del Observatorio en Dover es Dedalus y, como comprenderás, no puedo permitirme perderlo de vista…

-¿Dedalus Diggle? ¿Ese aprendiz recién salido de Hogwarts? –Andraia asintió con la cabeza e Izzy no pudo contener otra sonrisa-. Sí, ahora entiendo a lo que te refieres…

La conversación fue abruptamente interrumpida cuando Izzy se apresuró a rodear la cintura de su esposa con un brazo, atrayéndola hacia él con brusquedad y evitando así que fuese atropellada por el carrito descontrolado de su hijo, que venía corriendo desde la otra punta del enorme hall. El chico derrapó, haciendo que el baúl se tambaleara peligrosamente, y la jaula de la lechuza salió disparada por los aires. En un desesperado intento por agarrarla antes de que cayera, se lanzó a cogerla con los brazos extendidos y terminó estrellándose de bruces contra el suelo, con la jaula entre las manos y el animal chillando con toda la fuerza de sus pulmones.

-¡Sirius! –exclamó Andraia, y se apresuró a acudir en su ayuda.

Dos segundos después apareció el otro muchacho, que estaba teniendo dificultades para empujar su carrito debido al descomunal ataque de risa que le tenía doblado por la mitad. Para ese entonces, la mitad de los ocupantes del hall los estaba mirando.

-¿Qué ha pasado? –inquirió Izzy, mirando a James con las cejas enarcadas.

El aludido intentó controlarse para contestar, pero, cuando por fin consiguió reprimir un poco su risa, sólo pudo decir:

-Deberían encerrar a Sirius por poner en peligro el Estatuto Internacional del Secreto de los Brujos.

Y estalló en carcajadas otra vez.

Izzy suspiró una vez más, poniendo los ojos en blanco y conteniendo las ganas de reírse él también. Cuando Sirius se puso en pie, con el rostro colorado y el lacio pelo negro de punta, miró con odio a la lechuza y sacudió la jaula furiosamente.

-¡Tú! –rugía-. ¡Bicho asqueroso! ¡Ésta me la pagas, como que me llamo Sirius Black! ¡Voy a sacrificarte en cuanto lleguemos a Hogwarts!

-¡Sirius! –volvió a exclamar Andraia, y miró escandalizada a su marido cuando notó que éste se había unido a las carcajadas de James.

-¿Pero qué… qué rayos os ha pasado? –preguntó como pudo Izzy, secándose los ojos.

-¡Ha sido culpa de este bicho! ¡Íbamos a coger los carritos y se puso a chillar como una energúmena! ¡Todo el mundo se nos ha quedado mirando como si fuésemos extraterrestres!

-Es normal que chillara –intervino James, recuperando un poco la compostura, mientras se quitaba las gafas para pasarse una mano por los ojos-. Sólo a ti se te ocurre dejar la jaula en el suelo, en un sitio lleno hasta los topes de gente. Alguien la pateó sin querer y la pobre Ween se fue rodando tres metros más allá, empujada de un lado a otro por toda la peña que pasaba. Me extraña que no le haya dado un ataque cardiaco.

Izzy rió otra vez y Andraia puso los ojos en blanco, con cara de resignación.

-Anda, trae aquí, salvaje –le dijo a su hijo, quitándole la jaula de las manos. Con mucho cuidado, abrió la portezuela y metió su mano de largos y finos dedos en el interior para acariciar con cariño la cabeza del animal. En el acto, la lechuza dejó de chillar y se calmó notablemente, aunque aún se notaba su respiración agitada-. Ahí la tienes, no creo que te dé más problemas.

-¿Cómo has hecho eso? –se impresionó Sirius, mirando a su madre con inocente admiración.

-Se llama delicadeza –replicó Andraia, haciendo una mueca-. Lo contrario de bestialidad, que es lo que tú has heredado de tu padre…

-¡Eh! –protestó Izzy, con aire digno-. ¡No es bestialidad! Yo más bien lo llamaría… actitud entusiasta que suele desembocar en despiste accidentado.

James volvió a reír y Andraia golpeó de nuevo a su marido en el brazo, a pesar de la sonrisa que adornaba sus labios. Sirius refunfuñó algo ininteligible y depositó con sumo cuidado la jaula sobre su baúl.

-Bien, monstruitos, venid aquí, que ya llego tarde a una reunión en la oficina –entonó Izzy, extendiendo los brazos para estrechar a ambos niños a la vez.

Sirius alzó la vista en el acto, sorprendido.

-¿Ya te vas? –inquirió, con clara decepción en la voz-. Pensé que te quedarías para ver salir el tren…

-No puedo, hijo, tengo que llegar al Ministerio antes de las 11 –atrapó a Sirius con un brazo y a James con el otro, estrujándolos con fuerza un momento, hasta que los niños se quejaron de asfixia y demás sandeces. Riendo divertido, los volvió a soltar, mirando primero a uno y luego a otro-. No destruyáis el colegio, ¿de acuerdo?

-¿Nosotros? –entonaron a la vez, en perfecta y sincronizada inocencia.

Izzy rió, revolvió el ya de por sí revuelto pelo de James, limpió una mancha de polvo de la nariz de Sirius y, volviéndose hacia Andraia, la besó ligeramente en los labios.

-Hasta la noche, cariño. Y hasta el verano, enanos. Espero que no os expulsen en vuestro primer año. ¡Qué os lo paséis bien!

El hombre abandonó la estación entre exclamaciones de "¡Adiós, papá!" y "¡Hasta pronto, tío Izzy!". Luego, Andraia se hizo cargo.

-Venga, mis bebés, que vais a llegar tarde.

-¡Mamá! –rezongó en el acto Sirius-. ¡No somos bebés!

-Uf, como si lo fueras –fastidió ella, tirándole cariñosamente de una oreja. Se acuclilló ante ellos y les miró embelesada-. Ahhh, mis pequeñitos ya van a empezar Hogwarts… y parece que fue ayer cuando todavía mojaban los pañales…

Sirius puso cara de pocos amigos, pero James soltó una risita. Sabía de sobra que Andraia hablaba así para molestar a su hijo.

-… pero en fin, el tiempo no se detiene por nadie –seguía la mujer, llevándose una mano al pecho dramáticamente.

-Mamá… -gruñó Sirius, mirándola con los ojos entornados. Unos ojos que había heredado de ella, oscuros y azules como el cielo del anochecer.

-Vale, vale –rió la mujer. Los miró sonriente-. Cuidaos mucho en Hogwarts, ¿de acuerdo? Y no os metáis en líos, por favor…

-Madre, creo que eso es como pedirle peras al olmo…

-O piñas al picotero…

-O naranjas al manzano…

-Me conformo con que no os expulsen –atajó ella, que preveía el desplaye de ingenio de sus niños-. Y con que nadie resulte herido de gravedad o muerto.

-¡Pero tía! –exclamó esta vez James-. ¿Por quién nos tomas?

-Me abstengo de contestar –bromeó ella, viendo el brillo travieso en los ojos de ambos muchachos-. Sirius, quiero que cuides de esa lechuza, que la trates con cariño y que te encargues de que no le falte na…

-Sí, sí, mamá, no te preocupes –la cortó él, con un gesto.

-Seguro que el pobre animal huye durante la primera semana… -murmuró James, divertido-. Con semejante amo, yo también pondría pies en polvorosa… ¡Ay! –se volvió hacia Sirius con cara de reproche por el pisotón que acababa de recibir.

-Te lo mereces por bocazas. Seguro que tú no podría tener jamás mascota. Eres tan lerdo que se te moriría de hambre… ¡Eh! –el pisoteado esta vez fue Sirius.

-Niños, niños… -terció Andraia-. Ya vale de tonterías, tenéis que coger un tren –sujetó la cara de su hijo entre las manos para plantarle un beso en la frente y después repitió la operación con James-. Procurad aprender el significado de "diversión sana".

-Creo que esa asignatura la dan en séptimo –James fingió una actitud pensativa.

-Sí, en el último trimestre de clases –completó Sirius-. Aunque, con los EXTASIS, más que "diversión sana" vamos a aprender el significado de "histeria aguda"…

Andraia rió.

-Sois imposibles –dijo, negando con la cabeza-, pero os voy a echar mucho de menos. Escribidnos en cuando lleguéis, ¿vale?

-Descuida, tía Andry.

-Mamá –Sirius se tornó serio-, ¿es que tú tampoco te quedas hasta que se vaya el tren?

-No puedo, cariño. Hoy estoy yo sola en el Observatorio porque mis compañeros de trabajo tenían otros compromisos. Voy a aprovechar que ahí enfrente hay unos servicios para pasar y desaparecerme…

Sirius puso cara de decepción, pero no dijo nada más. Andraia volvió a besarlos, se encargó de peinar con los dedos el pelo de Sirius (desoyendo las protestas de éste) le colocó mejor la ropa a James y, tras las últimas recomendaciones de rigor, se despidió y se marchó con paso rápido hacia los servicios de la estación. Por un momento, ninguno de los niños se movió, viendo cómo la mujer se alejaba, hasta que Sirius dejó escapar un hondo suspiro de resignación.

-¡Bah! De verdad, qué asco empezar el colegio ahora…

-Sirius, no seas fantasma… -replicó su mejor amigo, sonriendo-. Llevas esperando el comienzo del curso todo el verano. Si lo que te da pena es separarte de tus padres…

-¡Ja! Demuéstralo.

-Mmmfm… -James enarcó una ceja, pero prefirió tragarse los comentarios.

Y, sin más, James Potter y Sirius Black echaron a andar con aire aburrido por la estación de King's Cross, de camino a los andenes, empujando los carritos con sus respectivos baúles y la lechuza parda, que ahora dormitaba cómoda y silenciosamente instalada ante las narices de su dueño.

-¿No te da la impresión de que seguimos llamando un poco la atención? –preguntó Sirius, divertido, al notar que una pareja de ancianos se los quedaba mirando al pasar, cuchicheando entre ellos.

-Bueno –resopló James-, visto lo visto, en el peor de los casos podemos soltarles a Ween. Con lo agresiva que se pone, seguro que nos defiende…

-Sí, claro… Otro ataque de histeria como el que le ha dado antes, y seguro que nos arrestan por disturbios contra la comunidad –se inclinó un poco y observó la lechuza, que escondía la cabeza bajo el ala-. Me gustaría saber cómo ha conseguido mamá calmarla… ¿Crees de veras que esta cosa podrá hacer algo productivo?

Hacía apenas una semana que la tenían y era obvio que Sirius no se fiaba demasiado de ella.

-Yo creo que está loca –comentó seriamente James-. Pero eso no está tan mal, así hace juego con su amo…

-Ja-ja –entonó Sirius, sarcástico-. Si lo llego a saber me compro otro bicho…

-Hombre, si te sale defectuosa, ve a cambiarla.

-Sí, me presento allí y le digo a la tipa esa: "Escuche, esta lechuza está estropeada, supongo que el arreglo me saldrá gratis, porque entra en la garantía, ¿no?". Completamente racional. Seguro que al próximo al que meten en una jaula es a mí…

El tono hastiado del joven Black no pasó desapercibido para su mejor amigo.

-¿Qué pasa, Sirius? ¿En serio te ha jorobado tanto el numerito con Ween de hace un rato? Vamos, no seas…

-Lo que me joroba es que mis padres nos hayan dejado aquí solos, en medio de todos los muggles –lo interrumpió él-. Al menos podrían habernos acompañado hasta el andén, digo yo. Vale que tengan trabajo, pero es nuestro primer año en Hogwarts y… maldita sea, me hubiese gustado que se quedaran con nosotros hasta que saliera el tren, ¿es mucho pedir? ¡Qué se esperen los de la oficina! Todo el mundo tiene que traer a sus hijos para que cojan el Expreso, ¿no se supone que la jornada laboral hoy no empieza hasta pasado el mediodía? ¿Quién demonios trabaja el 1 de septiembre?

James se quedó callado. Se le ocurrían montones de respuestas del estilo "Parece ser que el único que trabaja hoy es mi padre", o "Al menos tus padres se han dignado a traerte hasta la estación para despedirse de ti", pero juzgó más conveniente morderse la lengua. A veces Sirius hablaba sin pensar, pero no con mala intención, y a él nunca le gustaba replicar nada que pudiera hacerle sentir culpable por sus meteduras de pata. Se obligó a sí mismo a dejar de pensar en eso y esbozó una traviesa sonrisa.

-¡Ajá!, y ahora me dirás que no vas a echarlos de menos y que para nada te entristece separarte de ellos hasta el verano, ¿verdad? –Sirius compuso una mueca, la que siempre hacía cuando era descubierto, y James se echó a reír-. ¡Eres un predecible! Y un mentiroso también… ¡Mierda!, se me olvidó darles las gracias por dejar que me quedara en tu casa en verano –murmuró de repente, más para sí mismo que para Sirius, chasqueando los dedos con fastidio-. Y, bueno, no los culpes por dejarnos en la entrada, tía Andry no puede dejar solo el Observatorio y, después de todo, parece que hay mucho jaleo en el Ministerio, ¿no?

-Por lo que se ve, siempre hay jaleo en el Ministerio –resopló Sirius-. ¿No te has dado cuenta de que han venido todo el camino cuchicheando cosas? Supongo que esa reunión de hoy es importante, a fin de cuentas… Pero bueno, cuando lleguemos a Hogwarts les enviaremos una nota, así probaremos a Ween. Espero que no se pierda por el camino…

-Si no confías más en ella, la vas a traumatizar –bromeó James.

-Bien, a ver si se traumatiza del todo y me compro un crup en su lugar…

-¡Oh, vamos! –renegó el muchacho de gafas-. Deja de fastidiar ya con lo del crup, ¿quieres?, eres un pesado, tío Izzy te dijo claramente que si no demostrabas más responsabilidad…

-¡¿Qué responsabilidad se necesita para cuidar de un PERRO?!

-… a la hora de vigilar al animal para que no se descontrolara…

-¡Sólo es un perro! Y los perros sólo comen, duermen, a veces hay que lavarlos…

-… no te conseguiría la licencia para tener uno en casa, mucho menos para poder llevarlo a Hogwarts…

-¡Soy perfectamente capaz de criar un crup!

-… porque se vuelven muy agresivos con los muggles y…

-¡Yo podría haberlo controlado!

-… por eso te compraron un bicho más neutro y menos problemático, es decir, a Ween –terminó James. Miró a su amigo con aburrimiento-. Sirius, me da que no vas a tener un crup en tu vida, acéptalo, es demasiada responsabilidad, y creo que tu sentido de la responsabilidad brilla por su ausencia.

-Ja-ja –entonó nuevamente Sirius, irónico-. Cuando vuelva de Hogwarts con una hoja de actitud intachable y se la restriegue a mi madre por las narices, veremos si me compran o no el crup.

James soltó tal carcajada que una mujer que pasaba por su lado dio un brinco, asustada.

-Hermano, eso no te lo crees ni tú, mejor que te vayas haciendo a la idea de que nunca vas a tener un perro, a no ser que tú mismo te transformes en uno… Mira, ya llagamos –los amigos se detuvieron-. Éste es el andén 9 y aquél es el 10… ¿Te acuerdas de las instrucciones de tío Izzy para pasar al andén 9 y ¾?

Sirius encontró en ésta la ocasión perfecta para vengarse. Con una sonrisa maliciosa y cierto aire de superioridad que interpretaba a la perfección, dirigió una mirada condescendiente a su mejor amigo.

-James, tengo la impresión de que tu cerebro brilla por su ausencia –se burló, imitando un tono mojigato-. Un mago que no sabe entrar al andén 9 y ¾ es una vergüenza para la comunidad mágica…

-Muy bien… –contestó James, enarcando una ceja y cruzándose de brazos.

-… ¿qué tipo de enseñanza recibirán las generaciones futuras teniendo a gentuza como tú de ejemplo? ¡Todos nos saldrán idiotizados…!

-Sirius… -James puso los ojos en blanco.

-… pero ya te lo decía yo cuando éramos pequeños, que no te comieras ese pienso especial que tía Grace le echaba a los puffskeins que criaba en el cobertizo…

-Sirius, van a dar las 11…

-… nunca me hiciste caso y aquí está el resultado: obviamente, toda esa porquería te causó un grave trastorno psicológico y dentro de unos años terminarás como un vegetal comiendo papilla de maicena y…

-¡Vale ya, ¿quieres?! –espetó James, sacudiéndole-. ¡Vamos a perder el tren por una estupidez, inútil!

-Vale, vale… Qué poco sentido del humor –Sirius miró a su alrededor rápidamente y se colocó en posición de echar a correr-. Sígueme, lumbreras.

Black aprovechó un momento de distracción general y echó a correr hacia la barrera que separaba ambos andenes. En un segundo desapareció.

-Muy bien, mensaje captado –murmuró James, suspirando con cansancio.

Esperó unos segundos y siguió a Sirius a través de la barrera. Justo antes del choque, el mundo convencional desapareció a sus espaldas y frente a él surgió un andén completamente nuevo, por el que circulaban montones de magos, acompañando a sus hijos al tren que les llevaría al colegio de Magia y Hechicería más famoso de Gran Bretaña: Hogwarts.

James tuvo que frenar abruptamente su carrera y derrapó con estruendo al intentar detenerse para no atropellar a una muchacha que estaba pasando por delante de él. Con unos reflejos más que considerables, el niño se inclinó hacia delante para impedir que el baúl saliese disparado. Y la niña, que debía tener más o menos su edad, se apartó de un salto, con los reflejos bastante desarrollados también, llevándose una mano al corazón y mirándolo con el susto reflejado en la cara.

-Lo… lo siento –murmuró James, con el pulso acelerado, sintiendo que enrojecía de vergüenza al oír por detrás de él la risita socarrona de Sirius.

Pasada la impresión inicial, la chica se tranquilizó e incluso le dedicó una sonrisa, tímida y algo nerviosa. Tenía los ojos oscuros.

-No pasa nada –contestó. Su voz era suave, típica de ese tipo de personas que no suelen enfadarse-. Siento haber pasado por delante de la entrada sin fijarme. Disculpa.

-Para nada, discúlpame tú a mí por no ir más despacio.

Con una última sonrisa y una inclinación de cabeza, la chica agarró de nuevo su baúl, se reunió con otras dos niñas que iban con ella (y que se habían quedado mirando a James con curiosidad) y se alejó, ondeando al viento su larga y lisa melena color trigo.

-¿Ligando ya a estas alturas, Jamie? –entonó detrás de él su amigo, con un tono demasiado familiar.

James se volvió hacia Sirius, que le esperaba junto a la entrada, y compuso una mueca.

-Aunque atropellar a la chica en cuestión no es la mejor forma de ligártela, si me permites que te lo diga… -siguió Black, que parecía estar divirtiéndose de lo lindo.

-¿Nunca te cansas de hacer el payaso?

-No.

-Lo suponía…

-Venga, deja de arrasar con los pobres estudiantes y vamos al tren.

Y ambos amigos se abrieron paso entre la masa de gente.

El joven Potter no pudo evitar echar un vistazo a su alrededor, intentando quedarse con las caras de algunos de los estudiantes que, desde ese momento, se convertirían en sus compañeros de vida. La niña que casi había atropellado y sus dos compañeras estaban subiendo a uno de los vagones, ayudadas por otros chicos que parecían algo más mayores. Un grupo de pelirrojos adolescentes, tres chicos y una chica, cerca de la puerta de otro vagón, reían y bromeaban antes de abordar: la chica y el chico más alto, que llevaba una insignia de prefecto en el pecho, iban cogidos de la mano. Otro muchacho, también de los cursos superiores, cuyo pelo rubio platino destacaba bajo los rayos del sol, cuchicheaba maliciosamente con otros dos tipos que parecían gorilas, y pronto se les unieron dos chicos más. Una chica de unos 15 años, también con el pelo platino, y la niña morena que iba con ella se les quedaron mirando, a él y a Sirius, desde varios metros más allá, entre el gentío, y James vio perfectamente cómo arrugaban la nariz con desagrado. Muy cerca de ellos, un niño bajito de su edad abrazaba a su hermana de no más de 3 ó 4 años, mientras su madre lloriqueaba de emoción y el padre sonreía. James se quedó un momento observando a esa familia, y de repente le invadió la nostalgia.

Sirius y él eran amigos desde antes de que pudieran recordar. Se habían criado juntos, siempre habían estado muy unidos y prácticamente se trataban como hermanos. Ambos habían cumplido 11 años la pasada primavera y estaban a punto de empezar su primer año en Hogwarts, los dos a la vez, como siempre habían planeado. Con Sirius, James nunca se había sentido solo, y sabía que no se sentiría así jamás, pero… Sus pensamientos fueron bruscamente interrumpidos cuando el padre de aquella familia levantó la vista de improviso y sus ojos, pequeños y oscuros, se cruzaron con los de James. Tras un segundo de sorpresa por descubrirse observado, sonrió afablemente y le hizo un gesto con la cabeza. Tenía aspecto de ser un buen hombre, de estatura baja y complexión gruesa.

James apartó la vista, cohibido, y se dispuso a subir al vagón para ayudar a Sirius con los baúles. No se podía quejar. John Potter e Issimus Black habían sido muy buenos amigos durante su infancia, y parecían haberle transmitido esa fuerte amistad a sus hijos. En consecuencia, James sentía que la familia Black era su propia familia. Los padres de Sirius eran como sus tíos. Técnicamente, no había estado solo en ese día tan importante para él, porque su familia le había acompañado. Pero ahí, en ese instante, no pudo evitar desear que hubiese sido su propio padre quién lo abrazara antes de subirse al tren…

-¡JAMIE!

El susodicho reaccionó de golpe.

-¡No chilles! –regañó-. ¿Qué rayos te pasa?

-Bueno –Sirius enarcó las cejas, mirándolo desde el andén con los brazos en jarras-, después de llevar cinco minutos hablándote y comprender que estás en la inopia, empezaba a preguntarme si no sería cierta mi predicción sobre el pienso de los puffskeins de tu madre y te habrías vuelto autista…

-Deja de decir estupideces, sólo estaba pensando…

-Ah, claro, por eso ponías esa expresión de sufrimiento, ¿no?

James lo fulminó con la mirada. A veces Sirius podía tener la misma sutileza que una arpía devoradora de niños.

-Mejor cierra la boca, ¿quieres? Anda, pásame ahora mi baúl –pidió, extendiendo los brazos hacia su amigo.

-Espera –resopló él, cargando el baúl con dificultad-. ¡Dios, James! ¿Qué demonios llevas aquí? ¿Un cadáver?

-No, uno no, veinte. Ya vale de idioteces, vamos, pásamelo.

Entre los dos subieron el trasto al vagón, pero, cuando James le ofreció la mano a su amigo para ayudarlo a subir, un grito agudo los sobresaltó a ambos. Una niña, justo detrás de Sirius, le pegaba furiosas patadas a su baúl mientras agitaba una mano violentamente, soplándosela. Los amigos intercambiaron miradas extrañadas.

-Ehhh… Disculpa –intervino Sirius, acercándose a ella.

-¡¿QUÉ?! –chilló la chica, mirándolo con cara de asesina.

Sirius se apartó de un salto, asustado, mientras James disimulaba una sonrisa con la mano, recuperando inmediatamente el humor.

-¿T-te… encuentras bien? –inquirió Black, aún con miedo de que la muchacha le arrancase la cabeza de un mordisco.

Ella lo miró de arriba abajo y pareció calmarse un poco. Se irguió con un suspiro y sonrió. Era bastante alta, más o menos de la misma altura que ellos, con grandes ojos azul oscuro y largo pelo negro que le caía en cascada por la espalda, rizado con tanta saña que ocupaba el doble del tamaño de su cabeza. La piel tostada y los rasgos redondeados de su rostro le hicieron pensar a James que no era inglesa, o que, al menos, sus antepasados no eran del norte. Tenía demasiada pinta mediterránea.

-Sí, es sólo que… me he pillado la mano –aclaró la chica, incómoda-. Mis padres acaban de irse y no lo puedo cargar sola…

-No hay problema –la interrumpió inmediatamente Sirius, dedicándole una sonrisa brillante-. Nosotros te ayudaremos con él, ¿no, Jamie?

-Desde luego –contestó Potter, sonriendo. Como ya había presupuesto, se avecinaba un impresionante despliegue de encanto con el que su mejor amigo pretendía deslumbrar a la desconocida. "Siempre igual", pensó, reprimiendo el impulso de poner los ojos en blanco-. Pero preferiría que dejaras ya lo del Jamie.

-Sí, sí, muy bien. Bueno, pásame el baúl… emmm… ¿cómo te llamas?

-Belle –contestó la chica con una sonrisa nada tímida. Al parecer, su carácter competía con el del propio Sirius-. Y vosotros sois…

-Soy Sirius –contestó éste-. Y él es James.

El nombrado saludó a la chica con un gesto de la mano, reprimiendo la risa. Ver a Black lucirse de aquella forma siempre terminaba provocándole "ataques de hilaridad", como solía llamarlos Izzy, que siempre disfrutaba hablando de la forma más rebuscada posible.

Belle los miró a ambos detenidamente. Los dos eran delgaduchos, James un poco más bajo que su compañero y con un aspecto más despistado y ausente, casi soñador (a Sirius se le veía más pícaro) Era evidente que Sirius se había molestado en peinar su lacio cabello negro, que caía con cierta elegancia sobre su frente, pero James no parecía haberlo intentado en su vida, ya que lo tenía completamente revuelto y despeinado. Los ojos de Black eran azules y los de Potter castaños, con una miopía que le obligaba a usar gafas de montura redonda. Y el porte de Sirius era más recto, casi altanero, mientras que James permanecía hundido de hombros con indiferencia. De cualquier forma, las semejanzas eran más numerosas que las diferencias, por lo que Belle preguntó sonriente:

-¿Sois hermanos?

Ellos se miraron boquiabiertos y sacaron la lengua, asqueados.

-¡Puag! ¡NO! No me compares con esa chusma –bromeó James.

-Para chusma ese deshecho de la sociedad, ¡marginado! –arremetió Sirius.

Belle se echó a reír.

-De acuerdo, de tomas formas, gracias por la ayuda.

Le sonrió a Black, y James tuvo la impresión de que a él comenzaba a caérsele la baba. "¡Por Merlín! –se dijo, apretando los labios para contenerse-. Jamás pensé que viviría lo suficiente para ver a alguien capaz de coquetearle a Sirius Black… ¡con más descaro incluso que él mismo!".

-No es ninguna molestia… -empezó el joven de ojos azules. Pero entonces cargó el baúl con más entusiasmo del aconsejable-. ¡DIOS, qué demonios…!

Ante la radiante sonrisa (aparentemente inocente) de Belle, Sirius se interrumpió, mordiéndose la lengua para no chillar de dolor por su espalda destrozada

-¿Algo va mal, Sirius? –entonó la niña, mirándolo con embeleso.

-Ehhh… ¡No, no, nada en absoluto! –exclamó él, esbozando una horripilante sonrisa forzada, y se volvió hacia James mascullando-: Ayúdame, que me descoyunto…

-Vamos, Don Encanto, dignidad ante todo, ¿eh? –le murmuró éste, divertidísimo, agarrando el baúl por un extremo y subiéndolo al vagón-. Empuja, el espectáculo debe continuar.

Sirius le dirigió una mirada asesina. No tardaron mucho en subir el baúl y, terminada la hazaña, James ayudó a Sirius a subir, y ambos amigos ayudaron a la chica.

-Muchas gracias –sonrió ella-. Empezáis en primero, ¿verdad? –ellos asintieron-. Yo también, si queréis…

Pero se calló de golpe, con la vista fija en algo que se encontraba detrás de los chicos. Extrañados, ambos se volvieron y vieron a un muchacho menudo que estaba subiendo en ese instante por otra de las puertas del vagón, ayudado por una niña y un niño.

-Sirius, James, me vais a disculpar –soltó de repente Belle, sin apartar los ojos del niño escuálido-. Que tengáis un buen viaje, nos veremos en Hogwarts, ¡hasta luego! –agarró apresuradamente su baúl y se alejó lo más rápido que pudo, arrastrándolo-. ¡Eh! ¡Eh, Lupin, espera!

El niño recién llegado al vagón se volvió hacia ella, puso cara de espanto, cogió su baúl por una de las asas y huyó hacia la cabecera del tren. Pero no consiguió llegar muy lejos antes de que Belle lo agarrara por un brazo, obligándolo a parar. Estaban demasiado lejos para oír lo que decían, pero ambos amigos vieron claramente cómo el niño se estampaba una mano en la cara, con aire de "¿qué he hecho yo para merecer esto?". James miró a Sirius y soltó una carcajada, porque la cara de éste era un auténtico poema.

-Acabamos de conocernos y ya me abandona por otro –entonó dramáticamente, poniendo cara de mártir y alzando una mano al techo en gesto suplicante-. ¡Oh, vida, cruel e injusta! ¿Por qué me robas el amor antes siquiera de catarlo?

Con la magnífica y emocional interpretación, un par de chicos de tercero o cuarto asomaron la cabeza por el compartimento más cercano y se les quedaron mirando con la boca ligeramente abierta. James rodó los ojos por enésima vez en el día, agarró a Sirius por el cuello de la ropa y, arrastrando su baúl y a su mejor amigo, echó a andar por el pasillo hacia la cola del tren, en busca de un compartimento vacío.

-Espero que hayas aprendido la lección –le reprendió en broma-. La próxima vez te lo piensas dos veces antes de dejarte la espalda por una chica.

-No acepto consejos de alguien que, para ligarse a una chica, intenta atropellarla primero –James resopló, incapaz ya de lidiar con la demencia de su compañero-. Además, ha valido la pena, ¿eh? –la sonrisa de Sirius se volvió algo psicópata, abrazándose a la jaula de Ween con expresión soñadora-. ¿La has visto, Jaime? ¡Es la belleza personificada!

-No estaba mal…

-¡Estaba buenísima! –especificó Black.

-Sirius, si con 11 años ya estás detrás de una desconocida, cuando tengas 20 serás un…

-Mujeriego, lo sé, ya lo he asumido…

-Estás demente.

-¡Me conoces tan bien, Jamie! –exclamó Sirius con voz melosa, lanzándose sobre él para chillárselo al oído y desequilibrándolo peligrosamente.

-¡Te he dicho que no me llames así!

Se volvió para golpear a Sirius, pero en ese memento chocó contra otro chico que venía en dirección contraria.

-Ehhh… Lo siento –se disculpó James, mientras Sirius, detrás de él, apenas podía contener la risa.

El chico con el que acababa de chocar le dirigió una mirada de intenso odio desde sus profundos y pétreos ojos negros. Estaba claro que no traía muy buen humor. Se irguió y lo miró a la cara. Era más o menos de la misma estatura que James, con la piel cetrina y el pelo negro excesivamente grasiento. En un segundo, Potter sintió algo alrededor de ese individuo que le desagradó sobremanera, como si le hubiese sacudido un mal presentimiento. Y, cuando el niño abrió la boca, supo que sus palabras no harían más que confirmar sus sospechas.

-¡Mira por dónde vas, estúpido! –le espetó con voz fría y cortante.

Y, antes de que James pudiera reaccionar, pasó por su lado, atropellando y pisoteando a Sirius. Y, de paso, llevándose por delante la jaula de Ween, que despertó y empezó a deleitar a los pasajeros del tren con su particular y estridente ópera.

-¡Eh! –se quejó Black, aferrándose rápidamente a su lechuza-. ¡No, no, NO! ¡Otra vez no! ¡Cállate, preciosa, cállate! –dirigió una mirada envenenada al agresor-. ¿Pero qué le pasa a ese cretino?

James miró al tipo con una mueca mientras se alejaba por el pasillo. Esa sensación inquietante aún permanecía en su estómago, y eso no le gustó en absoluto.

-Y yo qué sé… -replicó, echando a andar de nuevo. No tenía ganas de que aquel incidente cobrara más relevancia de la que realmente tenía-. Supongo que se habrá levantado con el pie izquierdo esta mañana…

-¡Qué le zurzan! –masculló Sirius, intentando desesperadamente calmar al animal-. Menudo hijo de pu…

-Ya, Sirius, relájate, ¿de acuerdo? –le interrumpió James con un resoplido, deteniéndose frente a la puerta cerrada de un compartimento.

La abrió sin pensárselo demasiado y echó su baúl dentro con brusquedad. Pero al entrar vio que no estaba vacío. Una chica de unos 11 años también estaba sentada allí, con las piernas cruzadas sobre el asiento y la espalda apoyada en la pared de la ventanilla, de cara a la puerta, leyendo un libro enorme. O, al menos, debía estar leyendo hasta que ellos llegaron, porque en ese momento miraba a James con la boca abierta y expresión de enfado.

-¡Oye, ¿qué crees que estás haciendo?! –exclamó molesta, sin siquiera moverse.

Esta vez fue James quien se quedó paralizado. Incluso Ween cerró el pico, literalmente.

-Ehhh… Perdona, pensé que estaba vacío… -se disculpó, parado aún en la entrada y bloqueando el paso a Sirius-. Es el último, ¿podemos quedarnos aquí? No te molestaremos, en serio.

La chica no contestó, se limitó a fruncir el ceño y mirar a James de los pies a la cabeza con sus ojos de un brillante color verde. A él le molestó el gesto, pero tampoco dijo nada, simplemente frunció también el entrecejo, como desafiándola. Los ojos de aquella chica eran extraños, nunca había visto un color así, y contrastaban enormemente con su piel pálida y su pelo de un rojo oscuro intenso, como el fuego. Tenía una mirada impertinente, como si fuese de ese tipo de niñas que hacen berrinche cuando las cosas no salen como ellas quieren, y, por un momento, se sintió incómodo. Permanecieron así unos segundos que se hicieron eternos, examinándose el uno al otro con cautela, hasta que James se hartó. "Genial –se dijo, sarcástico-. Primero el cretino del pasillo, y ahora la cretina del compartimento. Pirémonos antes de que se ponga a chillar". Estaba a punto de darse media vuelta para salir de allí, cuando la expresión de la chica se suavizó repentinamente, apartó el libro y se sentó de forma normal.

-Espera, espera, claro que os podéis quedar, perdona que me haya puesto tan borde… Es que acabo de echar a un tipo asqueroso que ha intentado largarme de aquí para quedarse todo el compartimento para él solo…

James también relajó su expresión e incluso se permitió una leve sonrisa de simpatía. Seguramente, el tipo del que hablaba ella era el mismo con el que se habían chocado en el pasillo, así que no se la podía culpar por ponerse a la defensiva. Y, mirándola con más atención, no era una niña caprichosa lo que se reflejaba en esos ojos verdes, sino el carácter fuerte de alguien acostumbrado a tener que sacarse solo las castañas del fuego.

-No hay problema, gracias.

Y, con un gesto, empujó al interior también el baúl de su amigo.

-Menuda suerte, Potter –le oyó murmurar a Sirius en su oído-. Dos bellezas en una misma mañana…

-¡Ah, cállate ya, Sirius! –protestó James.

La chica los miró enarcando una ceja. Sirius atropelló a James, lanzándole la jaula a la cara, entró en el compartimento como una bala y se hincó frente a ella, que lo miraba con incredulidad.

-Gracias por su GRAN amabilidad, señorita, nos ha salvado la existencia… A partir de hoy soy su siervo más fiel.

E hizo una profunda reverencia ante ella, que se había quedado estupefacta.

-Y allá vamos otra vez… -murmuró James para sí, resignado, mientras dejaba a Ween en el asiento y subía su baúl al portaequipajes. Después se acercó a Sirius y lo despertó con unos golpecitos en el hombro-. Tierra llamando a Black, ¿me recibe? ¡Vuelve y carga con tu baúl!

Sirius se levantó de un salto y se acercó a su baúl, como si no hubiese pasado nada, para subirlo, junto con la lechuza, que ya estaba más tranquila, al portaequipajes. La chica le dirigió una mirada interrogativa a James, con cara de "¿de dónde se ha escapado ése?", pero el joven de gafas se limitó a encogerse de hombros.

-No le hagas mucho caso, es un trastornado mental… -le dijo-. Soy James Potter, él es Sirius Black.

-Humf, si tú lo dices… Yo soy Lily Evans, encantada.

Le tendió la mano a James, pero Sirius se le adelantó

-El encanto es nuestro, preciosa –contestó Black, besando la mano de Lily, que la apartó rápidamente con una mueca.

-Sí, sí, lo que tú digas, pero te recomiendo que te tragues tu despliegue de carisma, Sirius Black –le reprendió, molesta-. Te advierto que los chicos que se comportan como unos cretinos no van conmigo, así que me perdonarás si no me rindo ante tu deslumbrante sonrisa.

Sirius se quedó con la boca abierta y James enarcó las cejas antes de soltar una sonora carcajada.

-¡Ésa sí que ha sido buena! –exclamó, palmeando la espalda de su mejor amigo-. Lo siento, Sirius, pero está visto que hoy no es tu día –se volvió para dedicarle a Lily una sincera sonrisa-. Evans, te has convertido en mi heroína, eres la primera chica que lo pone en su lugar tan pronto.

Lily sonrió a medias, algo cohibida, pero contenta de comprobar que no se había pasado con su repentino desplante y que los chicos no se habían enfadado tanto como el pelo grasiento que se había pasado antes por allí. James notó ese gesto de alivio en la expresión de la niña y llegó a la conclusión de que, posiblemente, su carácter fuerte le había causado más de un problema con anterioridad. Quizá no se le daba bien socializar y el desparpajo de Sirius sólo estaba consiguiendo incomodarla, pero no pudo comentar nada, porque Black recuperó la compostura y sólo se le ocurrió exclamar, desganado:

-Vale, vale… De verdad, qué aburrimiento, aquí no hay quién se coma una rosca…

-¡¿Cómo?! –Lily agrandó los ojos.

-Ehhh, en serio, Evans, ignóralo, tiene complejo de Merlín, el encantador –entonó James despectivo, en plan de broma, para suavizar el ambiente, y se echó a reír ante la mueca que le dedicó Sirius.

-¡Bah! ¿Qué sabrás tú? Ríete, so memo, pero dentro de unos años no se dirá "Merlín, el encantador", sino "Black, el encantador".

-Sí, por supuesto, en tus sueños más locos…

La expresión recelosa de Lily por fin se disolvió en risa, pero se vio interrumpida porque la puerta del compartimento volvió a abrirse de golpe. Un chico apareció en la entrada y los miró con los ojos muy abiertos. Era el mismo tras el que Belle se había marchado momentos antes.

-¡Eh! –exclamó Sirius al reconocerlo, pero se calló ante el pisotón de James, y entendió inmediatamente por qué su amigo le había cerrado la boca.

El recién llegado se veía excesivamente nervioso, y más aún después del grito de Black, que de seguro había sido malinterpretado por una exclamación de reproche y no de sorpresa, porque hizo amago de retroceder. Pero, al ver que nadie más replicaba nada, se quedó paralizado en el umbral. Tenía el pelo castaño claro, casi rubio, y unos ojos grises muy expresivos. Su piel exageradamente pálida y su extrema delgadez le daban un aspecto enfermizo que, no obstante, no ocultaba cierta simpatía que le rodeaba. Igual que había percibido algo desagradable en torno al chico del pasillo minutos antes, James experimentó una sensación completamente antagónica al mirar al menudo niño que tenía enfrente. Éste fue pasando sus ojos grises de Lily a James y de él a Sirius, y por fin se decidió a hablar.

-Ehhh… -atinó a decir-. Perdonad… Siento interrumpir, pero… ¿puedo quedarme aquí?

-Claro –contestó Lily, arrugando la frente-. Pasa, siéntate.

-Gracias…

El chico pasó y cerró la puerta tras él. Hizo ademán de agacharse para coger su baúl, pero James se levantó en el acto y lo ayudó sin darle tiempo a replicar.

-Deja, yo lo subo –se ofreció.

-Gracias…

-Venga, ven a sentarte.

-Gracias…

-¡Oh, vamos, deja de dar las gracias! –rió Sirius, intentando romper de nuevo el hielo-. No tienes que agradecernos nada, somos tan majos que disfrutamos ayudando a la gente en todo lo posible.

Lily lo miró con hastío y expresión de "déjalo ya, ¿quieres?", mientras el chico sonreía tímidamente, sentándose en el mismo lado que ella, pero en el extremo contrario. Aún parecía nervioso.

-Soy Lily Evans –se presentó la chica amablemente.

-Y yo Sirius Black.

-James Potter.

Él los miró detenidamente antes de contestar.

-Me llamo…

-Lupin, ¿verdad? –lo interrumpió Sirius.

La cara del muchacho se descompuso en un dos por tres y miró al joven Black, horrorizado.

-Me… ¿me conoces? –inquirió con voz ahogada.

-Ehhh, no… -contestó Sirius, cambiando una confusa mirada con James-. Pero oí antes cómo te llamaba Belle por el pasillo…

El casi rubio recuperó inmediatamente la compostura, e incluso dejó escapar un murmullo de risa en son de alivio.

-Ah, claro, ella… Perdona. Sí, me llamo Lupin, Remus Lupin, es un placer conoceros.

-El placer es nuestro, amigo –sonrió James, y se inclinó para estrecharle la mano.

-¡Eh, no hace falta que estés tan tenso, Remus! –exclamó Sirius, más animado al comprobar que el primer momento incómodo había pasado-. Como podrás comprobar, en este compartimento has tenido la suerte de irte a encontrar con lo mejorcito de la nueva producción que llega a Hogwarts este año… Quitando a Evans, que está aquí porque tiene que haber de todo –añadió como broma final.

Lily le tiró a la cabeza su libro de Historia de la Magia y James soltó una carcajada. Remus también rió y pareció relajarse del todo.

-¿Cómo es que no te has quedado con Belle? –preguntó Potter, mirando a Lupin-. Nosotros la acabamos de conocer ahora, pero vosotros parecíais ser amigos ya. ¿Por qué te has venido al extremo opuesto del vagón?

-Bueno, tenía pensado quedarme con ella, sí, pero tampoco es que nos conozcamos desde hace mucho –comentó, y Sirius dejó de pelear con Lily para poner atención a lo que decían sobre el recién conocido amor de su vida-. Íbamos a quedarnos con otros tres de primero, pero apareció un tipo de pelo grasiento y empezó a decir que él había llegado antes al compartimento, que no quería compartirlo con niñatos ruidosos y cosas por el estilo. Belle se puso a discutir con él, pero a mí no me gustan las peleas, así que… vine a buscar otro sitio. Todos los compartimentos están llenos, éste es el único en el que queda hueco…

-¡Ja, ése es mi pelo grasiento! –renegó Lily, incrédula-. ¡Y eso es lo mismo que me dijo a mí!

-Supongo –terció James, enarcando una ceja-. No creo que haya varios en el tren… O, al menos, eso espero.

-La verdad es que se le veía un poco tenso –añadió Remus, con una sonrisa inocente.

-¡Ya estaba tenso cuando nos atropelló a nosotros! –exclamó molesto Sirius.

Los cuatro muchachos resoplaron a la vez, se miraron y se echaron a reír. La tensión propia entre la gente que se acaba de conocer pareció disolverse, con esa facilidad que tienen casi todos los niños para hacer nuevas amistades, y continuaron hablando animadamente sin darse ni cuenta. Poco a poco, Remus iba perdiendo la timidez, Lily dejaba su mal humor atrás y James y Sirius adquirían más confianza con ellos. Pero a media mañana alguien los volvió a interrumpir.

-James, estás loco –decía Sirius con tono de impaciencia-. Es mejor el equipo de Inglaterra.

-Sirius, Irlanda es mejor, cruel pero cierto, ¿no crees, Remus?

-Lo siento –sonrió el susodicho-. No sé mucho de quidditch…

-¡Eh, habladme del quidditch! –pidió Lily, entusiasmada-. He leído sobre él, pero nunca lo he visto.

-Es el mejor juego que existe –sentenció Sirius, solemne.

-Desde luego. Verás, consiste en…

Pero la puerta volvió a abrirse violentamente y un baúl entró de golpe, seguido por un chico de corta estatura, bastante rellenito, que cerró de un portazo. Los cuatro se lo quedaron mirando, asombrados. Sus ojos oscuros y pequeños a James le resultaron familiares. El chico jadeaba agitadamente, como si alguien lo persiguiera, y el flequillo del pelo castaño cortado a tazón se le pegaba a la frente. Cuando se dio cuenta de que los demás lo observaban, tomó aire y soltó:

-Hola, siento interrumpir, me llamo Peter Pettigrew y entro en primer curso, perdón si os molesto, pero es que en mi compartimento hay un tipo de pelo grasiento que está ensayando maleficios y ha dicho que iba a probarlos en mí, así que he tenido que marcharme, si no os molesta, podría quedarme aquí, por favor, ¡por favor!

Dijo todo eso tan rápido que los otros se quedaron en blanco. Un silencio invadió el compartimento. La boca de Sirius se abrió sola.

-Ehhh… -empezó Lily. Miró a los otros, que se habían vuelto hacia ella-. Por supuesto, pasa, siéntate…

-¡Ahh, muchas gracias! –exclamó el recién llegado.

Hizo ademán de subir el baúl al portaequipajes, pero era tan bajito que no llegaba.

-Disculpa… -le dijo a Sirius-. ¿Me ayudas, por favor?

-Sí, sí, claro… -contestó éste, aún algo colapsado por una interrupción tan repentina.

-Parece que el tipo ése de pelo grasiento se está haciendo famoso –comentó Remus, que ya se había recuperado.

-Eso parece, sí –asintió James, frunciendo el ceño.

-Por cierto, ehhh… Peter, soy Lily Evans –intervino la chica, que ya estaba impuesta a hacer las presentaciones-. Éste es Remus Lupin, el idiota de allí es Sirius Black y ese creído es James Potter.

-¡Eh! –protestaron los morenos a la vez, mientras Lily reía.

-Jeje, encantado… -rió Peter, pasándose la mano por el pelo castaño.

Se sentó junto a Remus, que lo miró suspicaz.

-Oye, Peter, ¿dijiste que ese tipo estaba practicando maleficios?

-Bueno, sí, estaba en ello. Al principio estaba sentado en un rincón muy callado, ignorándonos a los demás (éramos seis en el compartimento) pero luego se metió en la conversación de otro tipo con cara de rata y de una niña con pinta de banshee… y los tres empezaron a hablar sobre maldiciones y cosas así. Pero lo peor fue cuando la niña ésa llamó a su hermana mayor y al novio de ésta, que estaban en el compartimento de al lado, y le dijeron al pelo grasiento que hiciera una demostración. A mi lado había una niña de primero también, Sue Randall, que se puso histérica a llamar a gritos a los prefectos. Entonces aproveché el lío y me largué.

Remus frunció el ceño e intercambió una significativa mirada con James y Sirius.

-¿Y por qué no habían hecho nada antes los prefectos? –exclamó Potter, sorprendido.

-¡Porque la hermana de la niña psicópata ésa era prefecta! Seguro que son de Slytherin… Connor, creo que se llamaban…

-¿Connor? –Sirius puso la misma cara que si tuviera una indigestión, pero, ante las miradas interrogativas de sus compañeros, disimuló con una leve tos y se hizo el desentendido. Por suerte, James se encargó de desviar el tema.

-El caso es que el pelo grasiento no se quedó atrás a la hora de intimidar a los demás, ¿no? Perfecto… justo lo que me imaginaba.

-Y… ¿cómo se llama el tipo en cuestión? –inquirió Lily, malhumorada-. ¿Lo sabes?

-Snape –contestó Peter-. Severus Snape, o algo así.

-Snape… -masculló James-. Sirius, apúntalo en la lista negra: "Vengarnos de Severus Snape".

-Encantado, jefe –respondió Black, entornando los ojos con aire diabólico.

Los demás no supieron si reír o no, pero Remus resolvió el dilema soltando una leve risa que puso fin a la conversación. No volvieron a hablar de eso y el resto de la mañana fue también muy agradable. Mientras James, Sirius y Peter le explicaban a Lily sobre el quidditch, Remus se quedó dormido. No intentaron despertarlo, ya que parecía bastante agotado y enfermo, pero eso no impidió que se despertara por su cuenta en cuanto llegó la bruja con el carrito de la comida.

-¡Eh! ¿Hay ranas de chocolate? –exclamó entusiasmado, abalanzándose sobre Sirius y Peter, que estaban saqueando a la pobre mujer.

-Pero bueno, ¿tú no estabas durmiendo? –bromeó Black, fingiendo un tono molesto y empujándolo en plan amistoso.

-Sirius, no seas quejita, tengo que alimentarme –se excusó Remus, siguiéndole el juego, y se gastó todo el dinero que llevaba (que tampoco era una gran fortuna) en todo lo que contuviera chocolate: ranas, barritas, pasteles y productos varios.

-Remus, estás enfermo –sentenció Sirius, refiriéndose a su salud mental.

-Remus, ¿estás enfermo? –le preguntó James, mucho más serio, sentándose junto a él.

Lupin titubeó un momento y volvió a ponerse nervioso.

-Sí, bueno, la verdad es que… no tengo muy buena salud, a veces me enfermo y… lo paso bastante mal.

-Comprendo…

-Oye, Lily, ¿no compras nada? –inquirió Peter, volviéndose hacia ella.

-No, sólo traje libras, se me olvidó cambiar el dinero… De todas formas, me he traído comida de casa –y señaló una pequeña mochila sobre la que había estado recostada durante todo el viaje, a modo de cojín. James no quiso ni preguntarse en qué condiciones estaría ya la susodicha comida.

-¿Dinero muggle? –se extrañó Sirius, que en ese momento acababa de bajar la jaula de Ween y le estaba dando pequeños trozos de pastel de calabaza como almuerzo-. ¿Eres hija de muggles?

Lily lo miró suspicaz, entornando los ojos verdes.

-Sí. ¿Algún problema, Black?

-¡No, no, no lo decía por eso! –se apresuró a contestar Sirius-. Es que, como sabes tanto de magia, pensé que… bueno…

-Ya –sonrió Lily-. Mira, Sirius, hay unas cosas llamadas "libros" que sirven para aprender lo que antes no se sabía, ¿me sigues?

James rompió nuevamente en carcajadas.

-¡Genial! Evans 2, Black 0 –y le dirigió una mirada compasiva a su mejor amigo-. Hermano, la pelirroja hoy te está poniendo a caldo…

-¡Cállate, JAMIE! –protestó Sirius, fulminándole con la mirada.

Ambos amigos se miraron con muy poco amor.

-Bueno, ¿es que todos vosotros sois hijos de magos? –se apresuró a intervenir Lily, en parte para evitar la discusión y en parte por verdadero interés.

Olvidada la trifulca, James y Sirius asintieron. Remus dejó escapar un escueto "sí", y Peter comentó:

-Mi abuela paterna era muggle.

-Ah… -la niña se hundió de hombros, bajando la vista-. No… no creéis que yo sea la única hija de muggles nueva, ¿verdad?

-Por supuesto que no, Lily –la consoló Remus, animadamente-. Hay muchos hijos de muggles que vienen a Hogwarts cada año. Y muy pocos de los magos que quedan son enteramente de sangre pura, así que no te preocupes. ¿Quieres una rana de chocolate?

-Gracias, Remus –murmuró ella, sonriendo. Aceptó la rana y miró a sus compañeros de viaje, recuperando la vivacidad-. Bien, ya que vosotros sois hijos de magos, podríais contarme cómo son las cosas en el Mundo Mágico…

Y pasaron el resto del viaje hablando sobre el ajedrez mágico, El Profeta, Radio Bruja y demás cosas referentes al mundo de los magos.

A la hora de comentar las profesiones paternas, Peter les explicó que sus padres regentaban una joyería mágica disimulada en un barrio muggle, y que sabían muchísimo sobre las cualidades especiales de las gemas y los amuletos. James comentó muy de pasada que su padre trabajaba en el Ministerio y que era el director del Departamento de Seguridad Mágica, pero, afortunadamente, por una vez, Sirius demostró cierta consideración hacia su mejor amigo y se apresuró a tomar el relevo, anunciando que su padre era el director de la Oficina de Desinformación. Como pasaron media hora intentando explicarle a Lily qué significaba eso, todos olvidaron rápidamente la falta de entusiasmo de Potter. Pero, cuando Black añadió que su madre era una de las jefas de Astronomía del Observatorio de Investigación Astronómica e Interpretación Astrológica de los Fenómenos Celestes, de Dover, Remus palideció considerablemente y, terminada la perorata de Sirius, nadie pudo sacarle nada con respecto a sus padres, excepto que ellos también eran funcionarios. Era obvio que no quería hablar de su familia, pero sólo James pareció darse cuenta, porque enseguida Lily, animada con la charla, empezó a hablarles del mundo muggle y de sus padres, captando toda la atención de Sirius y Peter, que encontraban aquello fascinante.

Aquello les ayudó a conocerse mucho mejor y supuso un maravilloso entretenimiento para James. Le encantaba estudiar a las personas a través de su forma de hablar, sus gestos y sus expresiones, solían decirle que era un buen observador, a pesar de su pinta abstraída, y por eso se dedicó a crearse su propio perfil de los nuevos amigos que acababa de conocer. Lily, confirmando sus sospechas, resultó tener un carácter mucho más simpático y amable de lo que parecía a simple vista, bajo esa capa agresiva que, seguramente, habría usado para defenderse durante su infancia mágica en pleno mundo muggle. Peter era vivaracho y hablaba por los codos, pero se mostraba inseguro y algo miedoso a la hora de llevarle la contraria a los demás, como si quisiera a toda costa caerle bien a la gente. Y Remus, que demostraba ser el más calmado de todos, capaz de dar conversación inteligente y agradable, le terminó preocupando, porque estaba claro que escondía algo que le hacía ponerse nervioso e incomodarse con frecuencia. Pero más que malicia en la actitud de Lupin, lo que se veía era tristeza, como si estuviera pensando constantemente en algún problema personal muy grave, y eso intrigó a James aún más. Sin embargo, preguntarle habría sido algo demasiado entrometido, teniendo en cuenta que se habían conocido hacía apenas unas horas, de modo que sólo le quedaba esperar hasta que el casi rubio decidiera confiar en ellos voluntariamente… si es que eso ocurría alguna vez.

Cuando la oscuridad de la noche llegó al tren y se encendieron las luces por todos los vagones, la puerta del compartimento se volvió a abrir y apareció la sonriente cara morena de ojos azules y cabello rizado que hizo atragantarse a Sirius: era Belle.

-¡Hey, chicos! Los prefectos andan diciendo por ahí delante que ya estamos llegando a Hogwarts, así que mejor os ponéis las túnicas.

-¡Belle! –exclamó Sirius con una pícara sonrisa, incorporándose de un salto en el asiento-. Pasa y vístete con nosotros…

-¡Anda, Sirius! –replicó Belle con el mismo entusiasmo, al darse cuenta de quiénes eran los ocupantes del lugar-. ¡Qué sorpresa! Pero lo siento por ti, majo –con una siniestra sonrisa, abrió la puerta del todo para que él viera la túnica negra que la cubría hasta los tobillos-. Ya me la he puesto.

-¡Qué lástima!

-Hombres… –masculló Lily, poniendo los ojos en blanco.

Todos los ocupantes del compartimento empezaron a removerse, buscando sus túnicas, y Belle aprovechó el momento para echarles un vistazo.

-¡Lupin! –sonrió, encantada de verlo también allí-. Me alegro de que encontraras sitio con buena gente, ¿has pasado un buen viaje?

-Desde luego –el muchacho le devolvió la sonrisa, mientras, con la ayuda de James, bajaba su baúl y el de éste-. ¿Cómo terminó tu trifulca con el tipo aquél?

-¿Te refieres a Severito, el pelo grasiento? –estaba claro que la morena ya se había encargado de hacer sus propias averiguaciones. Sirius y James rompieron a reír al escucharla-. Pues le largué, como te podrás imaginar. A mí ningún mico cretino me toca las narices. Ya se ha echado una fama bastante negativa entre los de primero, ¿os habéis enterado del revuelo que montó esta mañana? Tuvieron que ir los prefectos y todo, se armó una buena…

-Por supuesto que nos enteramos… -masculló Peter, que se había dejado la túnica fuera del baúl con anterioridad y sólo esperaba la salida de las chicas para vestirse-. Como que lo viví en primera fila…

Los ojos azules de Belle se clavaron directamente en el pequeño muchacho.

-Y tú eres… -entonó.

-P-Peter Pettigrew –contestó el aludido, algo intimidado por lo directa que resultaba aquella chica.

-¿Y la dama pelirroja? –añadió ella, fijando la mirada esta vez en Lily, que seguía sentada, revolviendo dentro de su mochila para guardar el libro de Historia de la Magia (que había servido más de arma contra Sirius durante el viaje que de auténtica lectura) y sacar la túnica.

Al oír que se dirigían a ella, alzó sus ojos verdes, con las cejas enarcadas.

-¿Yo? Me llamo Lily Evans…

-Pues encantada, Lily. Si no te quieres vestir delante de los chicos, vente a mi compartimento, hay una de nuestra edad y otras dos de tercero, pero hemos echado a los tíos para que se fueran a cambiar a otra parte.

-Muchas gracias…

-¿Qué importa que se quede? –comentó Sirius con descaro, acuclillado junto a James en el suelo, buscando su propia túnica dentro del baúl de su amigo-. Ni que nos fuéramos a asustar al verla cambiarse o algo así…

Lily le dirigió una mirada fulminante, cogió su túnica, se levantó de un salto y salió del compartimento con la cabeza muy alta en gesto digno, acompañada de Belle, que parecía divertida y se despidió con un animado "¡Hasta luego!". Cuando la melena rojo brillante de Lily desapareció y la puerta se cerró de golpe, James dejó escapar un resoplido de cansancio.

-Siempre tan bocazas, Sirius –le regañó-. ¿Qué pasa contigo?

-¿Qué? ¿Qué he hecho?

-Naciste burro y morirás burro, pedazo de bestia. ¿La palabra tacto entra en tu vocabulario o es que se te olvidó incluirla?

-Bueno, entrar, entra, pero no sé si con el mismo significado del que tú me estás hablando…

-¡Arrgg! ¡Eres un…!

-Chicos, chicos… -intervino Remus, apaciguador, sacando por fin la túnica de su baúl y sacudiéndola un poco-. No os peleéis… Escúchame, Sirius. Lily no es como Belle. A Belle le puedes decir lo que te de la gana, porque tiene mucho… carisma, por llamarlo de algún modo, y siempre te sigue la broma. Pero, evidentemente, Lily es de ese tipo de personas a las que no les gusta que le toquen mucho las narices, así que te recomiendo que te controles un poco con ella…

Los otros tres ocupantes del vagón se lo quedaron mirando con la sorpresa reflejada en la cara y Remus se encogió de hombros.

-¿Qué? Es muy fácil llegar a esa conclusión. Si nació bruja y ha tenido que criarse entre muggles, debe estar saturada de que le tomen el pelo y la traten como a un bicho raro –su tono de voz adquirió un matiz melancólico cuando le dio la espalda a sus compañeros y se quitó rápidamente el jersey que llevaba puesto, quedándose en camiseta-. Los niños a veces son muy crueles cuando se encuentran con algo fuera de lo común y disfrutan mucho riéndose de los demás en vez de intentar comprenderlos… Presiento que Lily no lo ha debido pasar muy bien hasta ahora, por eso está todo el rato como tensa, a punto de ponerse a la defensiva. ¿Es que no lo habéis notado?

-Sí –contestó James, quitándose la camisa con el ceño fruncido. El compartimento se había quedado muy silencioso-. Sí lo he notado, Remus…

"Y también he notado cómo, por tu voz, parece que hablaras de ti mismo", añadió en su mente, aprovechando que se estaba pasando la túnica por la cabeza para ocultar su expresión a los demás.

-Yo estoy de acuerdo contigo –comentó Peter, pensativo, que ya se había puesto la túnica y estaba alisándosela sobre la barriga-. Cuando era pequeño, pasé el preescolar en una escuela muggle y me tenían medio marginado. Incluso las profesoras me miraban con cara extraña y no se acercaban mucho a mí si lo podían evitar. Cuando tuve la edad para entrar en primaria, mis padres me sacaron de allí para educarme en casa, pero, al recibir la carta de Hogwarts, lo que más miedo me daba es que volviera a pasar lo mismo…

-No puedo opinar –murmuró James, atándose el cinto-. Mi madre fue la que nos educó a Sirius y a mí, así que nunca hemos estado en un colegio o algo parecido…

-¿Sois familia? –sonrió Remus, mirando al moreno de ojos castaños con simpatía, intentando aligerar un poco el denso ambiente que se había formado.

-No exactamente, pero como si lo fuésemos –James le devolvió la sonrisa.

-Al menos os criasteis juntos, hay magos que tienen que pasar la infancia solos –Remus parecía distraído en colocarse correctamente la túnica, intentando disimular el hecho de que le quedaba un par de tallas grande-. Lo mejor que podemos hacer con Lily, y con los demás que sean como ella, es procurar ser lo más agradables posible, para que ahora por fin puedan sentirse como en casa, ¿no os parece? –alzó un poco la vista y miró de soslayo a Sirius, que había permanecido callado durante toda la conversación y ahora, con el torso descubierto, miraba su túnica con suma concentración y el ceño fruncido, claramente hundido en sus pensamientos-. Oye, Sirius… no te habrás enfadado, ¿verdad? No era mi intención echarte la bronca, quiero decir que… bueno, sólo es mi opinión, no es necesario que tú…

Black pareció salir de su trance y miró a Remus con las cejas enarcadas, sus ojos azules reflejando las luces del tren.

-¿Cómo? ¡Ah, no, claro que no me he enfadado! Sólo me estaba preguntando cómo es posible que sepas tanto de Belle, si supuestamente la has conocido hoy.

Los otros tres muchachos estuvieron a punto de caerse de espaldas al suelo.

-¡Sirius! –renegó James, llevándose una mano a la cabeza-. Tu madre tiene razón… ¡Eres imposible!

-Creo que no hace falta conocer mucho a Belle para hacerse una idea del carácter que tiene –rió Remus, divertido-. Es algo que salta a la vista con sólo mirarla…

-Humf, lo que salta a la vista con sólo mirarla es lo buena que está, sinceramente… -comentó Peter, con una sonrisita ausente.

-¡Eh! –el tono de Black cambió de inmediato. Se apresuró a sacar la cabeza por el cuello de la túnica, con todo el pelo revuelto, y, mientras terminaba de sacar los brazos, se acercó a Pettigrew en dos zancadas, apuntándolo con un dedo amenazante-. Esas confianzas sobran, no hables así de Belle. Si es necesario, la defenderé de tipos como tú y la protegeré de la chusma interesada que intente tocarle un pelo.

James puso los ojos en blanco ante el nuevo arranque dramático: al parecer su mejor amigo había olvidado que él también había usado esa misma expresión para referirse a la morena, horas antes. Peter se amilanó en el acto, encogiéndose un poco ante la mirada de su acusador.

-Claro, Sirius, no te alteres, sólo era un comentario, tío, yo no quería…

-Otra cosa que debes saber con respecto a Belle –terció Remus nuevamente, sin perder la calma y sin desviar la vista de su conflictiva túnica-, es que hace lo que le da la gana, cuándo le da la gana y cómo le da la gana. No le gusta que nadie responda por ella, ni que la defiendan, ni que la protejan, porque se considera capaz de hacerlo sola. Y la verdad es que lo es, porque siempre se sale con la suya. De modo que, si algún día compartís amistad –sus ojos grises brillaron con diversión al mirar a su compañero-, por tu propio bien, no intentes ejercer ningún tipo de control sobre ella, porque te saldrá el tiro por la culata, créeme.

-¿Eso también lo has deducido con sólo mirarla? –Sirius se cruzó de brazos y miró a Lupin enarcando una ceja con escepticismo.

-No –el casi rubio se echó a reír-, pero, si hubieses visto la forma en la que gritaba a Snape esta mañana, sabrías a lo que me refiero…

James y Peter se unieron a las risas y Sirius se sentó con aire enfurruñado, mascullando incoherencias.

-James, ¿me ayudas, por favor? –pidió Remus al rato, rindiéndose definitivamente con hastío.

-Claro, ¿qué quieres?

-Tira un poco de esa manga. A ver si me la consigo colocar para poder remangármela un poco…

-Remus… ¿no se supone que hacen las túnicas a medida? –preguntó Peter con aire perplejo, mirándolo desde el asiento.

-Bueno… sí –titubeó Lupin-, pero es que me la compré el mes pasado.

-¿Y en un mes has disminuido? –bromeó Black, que parecía haber recuperado el ánimo. Nunca podía estar enfadado más de dos minutos, su humor era a prueba de bombas.

-No he disminuido –replicó Remus, con una sonrisa nerviosa-. Es sólo que… he adelgazado un poco, nada más.

-¡¿Un poco?! –exclamó Peter-. ¡Mírate! Te queda dos tallas grande, estás nadando ahí dentro, seguro que entran dos Remus Lupin en esa túnica, como mínimo…

Remus le dirigió una mirada de reproche, incómodo.

-¡No seas exagerado, Peter! –resopló-. Sólo me queda un poco ancha, eso es todo. He… he estado enfermo y he adelgazado, pero no es para montar un circo por esta tontería.

Le ofreció una manga a James y la otra a Peter, pidiendo ayuda y dando por concluida la discusión. James intercambió una fugaz mirada con Sirius, pensando que Peter tenía razón. El hecho de tener la túnica más holgada de lo normal, le daba a Remus el aspecto de un esqueleto andante de pelo casi rubio. Pero prefirió no hacer comentarios y pasó a preguntarse cuál sería la famosa enfermedad que había hecho al muchacho bajar dos tallas en un mes.

James tiró del puño derecho y Peter del izquierdo, mientras Remus se revolvía de forma extraña dentro de la túnica y volvía a sacar los brazos por las mangas.

-Muchas gracias –murmuró, alisándose la tela negra sobre el pecho.

Mientras se ceñía el cinto a la estrecha cintura, la puerta se volvió a abrir y entró Lily, que ya lucía la túnica negra de Hogwarts, en impresionante contraste con su melena rojiza, que corría ondulada hasta la mitad de su espalda. James la miró con la boca abierta, pero no porque se viera atractiva, sino porque la chica resultó ser casi tan bajita como Peter, al que Remus y él sacaban varios centímetros y Sirius, que era el más alto, más de una cabeza. Los demás también parecieron notar el detalle, porque se la quedaron mirando con idénticas expresiones de sorpresa, algo que molestó sobremanera a la pelirroja.

-¿Tengo monos en la cara o qué? –masculló enfadada, deduciendo la causa de su asombro-. Yo no tengo la culpa de que vosotros seáis postes de telégrafos.

Los cuatro chicos se mordieron la lengua para no reír. Después de la conversación que acababan de tener, ninguno quería herir el orgullo de Lily, aunque a Sirius le bullía el cerebro con las bromas que se le estaban ocurriendo.

La joven Evans los miró como si fueran enfermos mentales y se acercó a James, quizá con la intención de pedirle ayuda para bajar el baúl, pero, al ver su expresión a duras penas contenida, pareció cambiar de idea, se encaramó al asiento y lo bajó ella sola, con enorme esfuerzo, pero sin ayuda. Exactamente cómo había conseguido subirlo allí con anterioridad, escapaba a la comprensión de los espectadores. Terminada la hazaña, saltó al suelo, se sacudió las manos y levantó la vista: todos la miraban boquiabiertos.

-Bueno, ¿os pasa algo? –exclamó molesta. Abrió su baúl, sacó una capa larga y negra y se la pasó por los hombros con un rápido movimiento. Luego guardó la mochila de viaje dentro, lo cerró y, mientras lo subía al asiento, añadió-: Ya hemos llegado, hay que salir, ¿o pensáis quedaros aquí a dormir?

Sólo obtuvo un denso silencio como respuesta. Entornando los ojos, fue pasando la vista por los rostros de sus compañeros, que apartaban rápidamente la mirada, apretando los labios. La cara de Sirius se estaba tornando de un intenso color rojo. Con un suspiro de resignación, Lily puso los brazos en jarras y los miró, hastiada.

-Está bien, venga, soltadlo.

-Ya sé por qué tienes tan mal carácter –dijo inmediatamente Sirius, sus labios temblando para reprimir la sonrisa-. ¡Lo tienes concentrado!

El compartimento estalló en carcajadas. Incluso Remus no pudo evitar reírse, aunque trataba de disimularlo tapándose la boca con una mano. Lily apretó los labios en una mueca.

-Ya, ¿os habéis quedado a gusto? –gruñó, e hizo amago de abandonar de nuevo el lugar.

Pero Sirius se lanzó sobre ella, pasándole un brazo por los hombros en plan amistoso.

-¡Perdónanos, Evans, en serio! –rió divertido, pero sin bromear-. Somos todos unos impresentables, no nos hagas caso.

-Cierto –corroboró James, revolviéndole el pelo rojo y ganándose las protestas de la chica-. Ignóranos. Además, ten en cuenta que el mejor perfume siempre se vende en frascos pequeños, ¿no?

Ella alzó las cejas ante el piropo y se permitió una pequeña sonrisa.

-Supongo que tenéis razón –entonó, y fingió una expresión arrogante-. Soy demasiado encantadora para tomarme en serio las burlas de semejantes incompetentes…

-Oye, que no se te suba a la cabeza, monada –la retó Sirius, iniciando un duelo de miradas con ella-. Aquí el encantador soy yo, recuérdalo.

-Pasa de ellos, Lily –intervino Peter, llevándose una mano al pecho-. Los bajitos somos la raza del futuro, nosotros dominaremos el universo…

-No vas a dominar nada hasta que no puedas bajarte siquiera tu baúl del portaequipajes –resopló Remus, enfrascado en dicha tarea.

-Y tú deja de deslumbrarnos con tu encanto, casanova –se burló James, tapando la cabeza de su mejor amigo con la capa de éste para ahogar sus risitas autosuficientes, dándole aspecto de dementor-, y encárgate de sacar tu ropa de MI baúl… No sé cómo demonios empacas, Black.

-Será que se le fundió el cerebro con el resplandor de su propia sonrisa –añadió Lily, deshaciéndose del brazo de Sirius y empujándolo contra Peter.

Así, entre risas y tropiezos, los cinco compañeros de viaje salieron del compartimento, bromeando aún y empujándose unos a otros mientras se envolvían en las capas. En la puerta se reunieron con Belle y con otra muchacha de cabello negro recogido en dos trenzas. Al verlas, Sirius se pasó las manos por el pelo, peinándoselo con aire casual, pero las tres chicas lo ignoraron y se adelantaron un poco, charlando animadamente. Las bromitas contra Black con respecto a ese incidente duraron todo el viaje de salida del tren, es decir, casi diez minutos.

La procesión de alumnos que colapsaban el pasillo central fue saliendo poco a poco al andén de la estación de Hogsmeade, envueltos en un barullo considerable. Cuando los cuatro amigos llegaron al exterior y fueron engullidos por la masa de gente que lo saturaba, el frío de la noche les hizo tiritar y se acurrucaron aún más bajo sus capas.

-Chicos, por favor, con orden, con orden –decía el prefecto pelirrojo que James había visto en King's Cross antes de subir al Expreso-. Tened cuidado… ¡Eh, vosotros, no hagáis eso!

Por encima del jaleo se oía una voz potente, como un rugido.

-¡Los de primer curso, por aquí! ¡Los de primero!

-¿Es cierto que los de primero van a Hogwarts en bote atravesando el lago, por tradición? –comentó Peter, dirigiendo una inocente mirada a Lupin.

-Creo que sí –contestó el casi rubio, encogiéndose de hombros-. O, al menos, eso me han dicho…

-Bueno, vámonos ya, ¿no? –intervino Sirius, frotándose las manos con aire maquiavélico-. Si no tendremos que ir a nado hasta Hogwarts, y dicen que hay por ahí un calamar gigante…

-Sirius, tú te tragas todo lo que te cuenta tu padre –masculló James, haciéndose el entendido-. Estuviste creyendo en el Grim hasta los 13 años. Te dice que hay hombres lobo viviendo en el bosque prohibido, y tú te lo crees. ¡Eres un ingenuo!

Remus se atragantó, pero nadie se dio cuenta. Black se volvió hacia su mejor amigo y lo miró con ceño, como examinándolo.

-Punto número uno –entonó dignamente-: imposible que haya estado creyendo en el Grim hasta los 13, porque tengo ONCE. Punto número dos, ¡el Grim existe, imbécil! Y punto número tres, engendro de la amargura: que yo recuerde, tú estuviste más de 5 años totalmente convencido de que tu padre criaba demiguises en el sótano y tenía montado un emporio financiero con la venta de capas invisibles, así que no te las des de listo, porque tienes todavía menos idea que yo. Ya te vale quitarte esa careta de sabelotodo, que no te pega nada, y asumir de una vez en tu vida que no eres más que un Jamie Pots cualquiera –Peter soltó una carcajada, Remus sonrió y Potter apretó los dientes, rogando por paciencia. Al ver su expresión, Sirius se acercó a él y le gritó en la cara-. ¡Jamie Pots! ¡JAMIE!

-¡Ya vale con el maldito Jamie, Sirius, llevas calentándome la cabeza todo el día, te voy a romper esa cara de burro que tienes!

Alargó los brazos para agarrar a Black, pero éste echó a correr riendo hasta el embarcadero que tenían ya enfrente y se subió de un salto a uno de los botes, que parecía más grande que los demás. Persiguiéndolo, James chocó con algo enorme y peludo que se alzaba junto a las barcas. La cosa se giró hacia él y Potter se echó hacia atrás, con Remus y Peter a su espalda. Resultó que la cosa era un hombre enorme con un abrigo de piel de topo, tan grande que parecía una colina. Tenía una mata de enmarañado pelo negro, que se mezclaba con su barba de idénticas greñas. Los tres chicos se asustaron al verlo, pero el gigante les sonrió con calidez y sus ojos negros brillaron con simpatía.

-Será mejor que tengáis cuidado –les advirtió, con una amplia sonrisa-. No querréis caeros al lago, con el calamar gigante, ¿verdad?

Ellos se relajaron en el acto y también sonrieron, aliviados.

-Perdón –sonrió James-, sólo quería matar a ese tipo.

Y señaló a Sirius, que les hacía burla desde el bote.

-No parece muy peligroso –rió el gigante-. Vamos, subid al bote… Esperad, sólo tú –y señaló a James, indicando el bote en el que estaba Sirius-. Vosotros dos, subid con esas niñas –añadió, mirando a Peter y Remus. Levantó la vista hacia el grupo de primero-. ¡Cuatro en cada bote! ¡Sólo cuatro!

James subió al bote de Sirius y se lanzó contra él para golpearlo con fuerza en la cabeza.

-Eres idiota –masculló, intentando estrangularlo-. Te he dicho mil veces que no me llames Jamie, Sirius, a la próxima te rompo la cara, en serio…

Sirius empezó a asfixiarse… pero a carcajadas. De repente le dio tal ataque de risa que por poco se ahogó y James tuvo que dejar de masacrarlo.

-Cálmate, Jamie… -tosió Sirius, divertidísimo con el intento de asesinato.

-Sirius Black, lee mis labios: ¡Ve-te-a-la-mier-da!

-Bueno, ya es hora de irse –dijo el gigante, subiendo al mismo bote que ellos-. ¿Qué, ya has conseguido matarlo?

-No –contestó James, entornando los ojos con odio hacia su casi hermano-. El muy loco empezó a reírse y me aguó la fiesta. Pero oportunidades no faltarán, descuida…

-Chicos, creo que sois un poco violentos… -comentó el hombre, bastante entretenido con la escena. Con un gesto, los botes empezaron a deslizarse solos por el agua, el suyo en cabeza, camino del castillo de Hogwarts.

-¿Nosotros? –exclamó Sirius-. ¡Qué va! Somos unos verdaderos ángeles, ¿verdad, Jamie?

James hizo ademán de tirarlo por la borda. El gigante ensanchó su sonrisa.

-Vaya, has debido fastidiarle mucho para que esté así… ¿Cómo os llamáis?

-Yo soy James Potter –se presentó el de gafas, recuperando la compostura-, y él es Sirius Black.

El hombre alzó las cejas, gratamente sorprendido.

-Ahhh –sonrió-, conque Potter y Black, ¿eh?

-¿Y usted? –se apresuró a interrogar Sirius.

-Podéis llamarme Hagrid –contestó el aludido con orgullo-. Guardián de las llaves y terrenos de Hogwarts.

-Hagrid, ¿de verdad hay un calamar gigante en el lago? –preguntó Sirius con entusiasmo y un brillo extraño en sus ojos azules, echando un vistazo por la borda hacia las oscuras aguas.

-Por supuesto.

-Ah, ¿lo ves, lo ves? –chinchó Black, haciéndole burla de nuevo a James. Éste se limitó a poner los ojos en blanco, por milésima vez.

-¿Y es peligroso? –exclamó inquieto Peter, que viajaba con Remus, Lily y Belle en el bote de al lado.

-Bueno… sólo a veces –bromeó Hagrid, con aire divertido.

-Seguro que si te caes al agua te devora, Peter –sentenció Black con tono siniestro.

Remus se echó a reír.

-Caramba, Sirius, qué radical…

-Aquí podría comerse a más de uno, porque no se perdería gran cosa –dijo una voz fría a sus espaldas.

El buen humor se desvaneció en el acto. Todos se volvieron y allí estaba el tipo de pelo grasiento, en el bote que flotaba al otro lado del de Remus y Peter, junto con otros dos chicos de aspecto desdeñoso y una niña de larga y lisa melena negra, que sonreía con arrogancia. Hagrid frunció el ceño, pero no dijo nada. La expresión de Sirius cambió radicalmente, con un destello peligroso en sus ojos azules, y tanto James como Remus se pusieron alerta. Durante un largo rato, nadie habló, pero la tensión era tanta que podría cortarse con un cuchillo. Los ojos negros de Severus Snape permanecieron clavados en los de James, como si intentara ver lo que había más allá, pero el moreno le sostuvo la mirada con la misma firmeza, sin amedrentarse lo más mínimo. Esa muda batalla no pasó desapercibida para los compañeros de ambos, que los observaban con interés.

-Potter, ¿verdad? –inquirió finalmente el muchacho de pelo grasiento, torciendo los labios en una mueca que parecía de todo menos la sonrisa que supuestamente era.

-Perdona, pero creo que no tengo el gusto de conocerte –replicó James, con una voz tan fría y tan irónica que a Peter y a Lily les puso los pelos de punta.

-Sobran las presentaciones –la sonrisa de Snape se ensanchó-. Ya me resultó familiar tu cara cuando nos cruzamos en el tren. Y no me extraña, eres idéntico a tu padre. Y, después de todo, tu papaíto es mundialmente conocido, ¿no?

James se tensó en el acto y Sirius, que también percibió el leve tic que hizo temblar la ceja izquierda de su amigo, decidió que ya era momento de intervenir.

-Disculpa, mugroso –entonó-. Te aconsejo que no te metas en conversaciones ajenas, es de mala educación. Además, tengo la impresión de que nadie te ha dado vela en este entierro.

-Y a ti tampoco, Black –saltó inmediatamente la muchacha morena, intercambiando una mirada con Sirius, aún más relampagueante que la que habían mantenido James y Snape.

Potter casi pudo sentir cómo el corazón de su mejor amigo se aceleraba de pura rabia, y supo en el acto que, si no paraban aquello pronto, iba a terminar muy mal.

-¡Claro! –exclamó sarcástico el moreno de ojos azules, alzando la voz más de lo aconsejable-. ¡Por supuesto! Sería demasiado pedir que la señora mantuviera la boca cerrada, por una vez en su vida.

-Sirius… -intentó calmarle James, aunque fue en vano, porque la voz airada de la niña le interrumpió

-¡A mí nadie me manda callar, y mucho menos tú, prospecto de mago de pacotilla!

-¡Cómo te atreves, niñata de mier…!

-Vale, Sirius –le cortó James, agarrándolo fuertemente de un brazo. Por el rabillo del ojo, vio que todos los ocupantes de los tres botes implicados observaban la discusión con caras de estupefacción-. Éste no es momento para…

-¿Qué pasa? –retó Snape, divertido-. ¿Alguien por aquí está tan falto de agallas que ni siquiera es capaz de terminar una discusión sin recurrir a sus amiguitos del alma?

Sus compañeros de bote le rieron la gracia, y a James le costó bastante retener a Black para que no se lanzase contra ellos.

-¡Eh, no te metas con Sirius! –le defendió Lily, repentinamente.

Todos se quedaron en silencio y miraron boquiabiertos a la pelirroja, que tenía la furia dibujada en sus suaves facciones. Incluso Sirius se quedó estático, parpadeando con sorpresa.

-Muchas gracias, querida…

-… El pobre no es muy inteligente, pero tampoco es cuestión de insultar…

-¡Eh! –se quejó Black, frunciendo el ceño-. ¿Se supone que me estás defendiendo o qué?

-¿Otra vez tú? –Snape miró a Lily de arriba abajo, con una expresión de asco manifiesto, y clavó sus ojos en los de ella como si fueran un puñal-. ¿Quién te has creído, niña? Te pasé lo del tren, pero ni creas que vas a volver a tener la misma suerte. Así que te aconsejo que mantengas la boca cerradita en mi presencia y no me vuelvas a dirigir la palabra, asquerosa sangre sucia.

Una repentina agitación sacudió las barcas. James y Sirius se irguieron, Remus y Belle también, y no llegaron a levantarse por miedo a que los botes volcaran. Peter se encogió, asustado por el cariz que estaba tomando la discusión, y los compañeros de Snape rieron nuevamente. Cómo demonios se había enterado aquel individuo de que Lily era hija de muggles fue algo que James no pudo evitar preguntarse, mientras lo miraba con el triple de odio que antes.

-Repite eso si te atreves, saco de basura –le espetó Sirius.

-Como vuelvas a insultarla, te las verás conmigo –añadió James.

-Qué miedo me dais, en serio… -se burló él, haciendo como que temblaba.

-¡Cierra esa bocaza, cretino! –chilló Belle con furia.

Lily los miró confundida, aún no sabía qué significaba "sangre sucia", pero no preguntó. Intuía que debía ser algo grave, y al menos se sintió agradecida por tener a alguien que se molestara en defenderla en semejante situación.

-Mejor déjanos en paz, ¿de acuerdo? –replicó calmado Remus, pero con una mirada fría y desafiante que recordaba al mismísimo acero-. Y no creo que estés en condiciones de poder llamar a nadie sangre sucia, porque, aunque tu sangre sea limpia, tu boca definitivamente no lo está. Y tu cabeza tampoco.

Sirius se echó a reír triunfalmente ante el planchazo asestado por el casi rubio, pero a Snape no pareció hacerle mucha gracia aquella pequeña victoria. Y a la niña morena tampoco.

-¡Creo que más de uno necesita un buen baño esta noche! –exclamó enfadada.

Y, con un movimiento repentino, empujó con fuerza el bote de Remus haciendo que todos los ocupantes perdieran el equilibrio y se balancearan peligrosamente hacia las aguas. Belle se agarró a Remus, Remus a Peter y Peter al bote, pero Lily perdió el equilibrio y cayó.

-¡Lily!

James se echó hacia delante y consiguió sujetarla, pero ambos perdieron el equilibrio y cayeron sobre Sirius, en el bote grande. Hagrid, ya harto, se irguió con aspecto amenazador, haciendo que el grupo de Snape dejara de reírse y el grupo de Remus dejara de insultarles.

-¡Basta! –exclamó molesto-. No quiero más peleas aquí, ponéis en peligro a los otros botes con vuestras tonterías, ¡comportaos! –y se volvió hacia los tres que formaban emparedado en el suelo del bote-. ¿Estáis bien? ¿James, Sirius?

-Sí… -balbuceó James, bajo Lily-. Eso creo…

Lily se incorporó con dificultad, frotándose la cabeza.

-Aaayyy… -gimió, pero entonces se dio cuenta de que James todavía estaba aferrado a ella-. ¡Potter!

Él la miró sin comprender. ¿Por qué estaba Lily como un tomate? Pero… ahora que se fijaba bien… quizá… "Oh, no…", pensó horrorizado, y se dio cuenta, demasiado tarde, de que en su afán por salvar a la pelirroja había ido a colocar las manos en el lugar menos indicado del torso de una chica. Se apartó rápidamente, sonrojado también.

-P-perdona… -tartamudeó.

-¡Eh, ¿podéis quitaros de encima de una vez?! –chilló Sirius, que estaba bajo ellos.

Lily se levantó tambaleándose, olvidando por un momento que estaban en un bote.

-¡James Potter, eres un… eres un… Aaaahhh!

Y, perdiendo el equilibrio por completo, cayó al agua de golpe.

-¡Lily! –gritaron Belle, Remus y James a la vez.

Hagrid se echó hacia delante con rapidez, metió la mano en el lago y sacó a la muchacha, empapada de agua y tiritando, como un gato mojado. La subió al bote él solo (Lily rechazó la mano de James) y le echó su abrigo de piel de topo por los hombros.

-¿Estás bien… emmm…?

-L-L-Lily E-E-E-Eeeevansss… -consiguió decir la chica, mientras los dientes le castañeaban con furia.

-Muy bien, Lily, ¿seguro que estás bien? –le volvió a preguntar Hagrid con aire preocupado.

Lily abrió la boca para hablar, pero dijo algo inteligible, y el guardabosques prefirió no preguntar de nuevo.

--Fin del capítulo 1--

Preguntas que pronto encontrarán respuestas…

¿De qué importante reunión hablaban los Black al principio del cap? ¿Qué es y quién compone lo que ellos llaman "el antiguo grupo"? ¿Quién es Belle? (pregunta sólo apta para los nuevos, juajua, aunque más de uno debe saberlo) ¿De qué se conocen ella y Remus? ¿Quiénes son las chicas Connor y qué relación tienen con Sirius? (supongo que eso también se lo huelen, ¿no?) ¿Por qué James odia que le llamen Jamie? ¿Qué ha pasado entre él y su padre para que las cosas estén tan… tensas? ¿Por qué Snape es tan… Snape? ¿Cuál es la misteriosa enfermedad de Lupin? (muajajaja, la pregunta del millón xD) ¿Cómo reaccionará Lily cuando recupere el habla? ¿Le retirará la palabra a James de por vida?… Ok, todas esas respuestas y más en el próximo capítulo: "Bienvenidos a Hogwarts" (¿Cómo se formó el grupo?)

Próximamente…………. En nn

N/A: ¡Ohayo! ¿Qué tal el nuevo primer cap? Como ven, lo he retocado bastante, pero en esencia sigue siendo igual. Después de leer la OdF y el Príncipe Mestizo no he podido evitar cambiar un poco la actitud de algunos personajes, en el bando de los malos le daba mucho juego a Snape y los demás estaban de relleno, y ésa es una de las cosas que quería corregir. Ahora que he desarrollado cierto cariño hacia la figura de Severus (sí, y lo sigo manteniendo incluso después del Príncipe, ¡sé que lo que ocurrió tiene truco!) esa pinta de pseudo-Malfoy que le di en la versión antigua me disgustaba bastante, aunque no podía dejar de hacerle ver desagradable, ¡así es él, a fin de cuentas! Y sigo pensando que no debía ser ninguna "mosquita muerta" de pequeño, así que… Ya me dirán qué les ha parecido todo.

Como notas aclaratorias, seguramente ya sepan lo que es un crup, un puffskein y un demiguise, porque aparecen en "Animales fantásticos y dónde encontrarlos", pero por si acaso les aclaro. Un crup es como un perro, concretamente como un terrier Jack Russell, pero tiene cola bífida y es bastante agresivo con los muggles, por eso se necesita licencia para tenerlo. Digamos que un crup es a un perro como un kneazle es a un gato. Un puffskein es un bicho enano con pinta de pelotita de peluche, tan inofensivo que es la mascota estándar para los niños pequeños (sobre todo porque al parecer al masoca le gusta que lo lancen por los aires y lo zarandeen de un lado a otro) Debe ser tan fácil de criar como un canario o un hamster. Y un demiguise es esa especie de mono plateado de cuyo pelo obtienen el hilo para tejer capas invisibles. No sé si les habrá quedado alguna otra duda, pero con cualquier cosa me lo dicen.

Y esto se acabó, señoras y señores. ¿Saben que a partir de hoy voy a actualizar cada dos semanas, puntual como un reloj? No habrá retrasos, lo prometo nn (no tiene por qué haberlos, tengo escritos hasta el cap 13) y siempre será los viernes o a más tardar los sábados. Además, este fin de semana, si saco tiempo, voy a empezar a crear un blog donde ir publicando también los caps, con algunos fanarts de los chicos y toda la información extra que me de. Cuando lo tenga hecho, les avisaré, espero que se pasen por allí, jeje.

¿Y qué más contarles? Sólo que estoy frustradísima porque hoy tenía un examen de filosofía y no me he podido presentar de lo mal que lo llevaba. He ido a ver mis notas y el examen que tuve la semana pasada de historia antigua lo he suspendido con un 3'5, ¡un 3'5! Maldita profesora, grrrr… ¡Mi examen no estaba para esa nota de mierda! Así que, queridos lectores, me han quedado tres asignaturas en este primer curso de carrera, he aprobado 5 de 8, mi hermano dice que no está nada mal, pero ¿qué puedo esperar de él que sólo aprobó 3 de 12 en su primer año? Aaayy… qué vida perra…

Me despido, que ya empiezo a ponerme cansina, ¿verdad? ¡Es que me emociona estar de vuelta! Sólo espero que les haya gustado, si tienen un rato dejen r/r, no aspiro a tener tantos como la última vez, pero me conformo con que disfruten de la lectura nn Muchas gracias por soportar mi rollo una vez más, como en los viejos tiempos, y nos vemos dentro de dos semanas.

¡Cuídense mucho!

Y carpe diem, jeje ;)