Como cada viernes, olía a humedad por todos lados. Era extraño, pero ese olor me hacía sentir importante cuando mi visión se tapaba por las enormes montañas de libros que generalmente me rodeaban. El olor a papel antiguo, desgarrado por el paso de los años, el olor a tinta de mi pluma nueva que rasgaba el pergamino dejando su impronta para imprimir mis letras... y ese olor tan característico que solo podía sentir una persona acostumbrada a las cubiertas de cuero, piel de dragón o algún otro elemento mágico que cubría cada ejemplar de la enorme biblioteca de Hogwarts.
