Cuervo

Le acecha, le persigue, le pisa los talones. Como un ave de rapiña revoloteando sobre su próxima presa, esperando el momento preciso en la que ésta se ve indefensa para empezar a devorarle los sesos de adentro hacia afuera. Le observa cuando duerme, marcando hábilmente cada una de sus pulsaciones. Porque lo tiene en la palma de su mano, y sabe que no le puede evitar. Como aquella presa necia y obstinada que se rehúsa a caer, aún sabiendo perfectamente que una vez que lo capta con su mirada, no podrá escapar nunca jamás. No hay salida, sólo seguir caminando hasta desplomarse sobre la arena y perder la cordura, sabiendo que en cualquier momento extenderá sus majestuosas alas negras y le sacará los ojos.