Inuyasha no me pertenece, son los personajes de Rumiko Takahashi. Yo solo los tomo prestados.


Planes de año nuevo.

Dicen que año nuevo es un evento único y especial en todo el mundo. Cenas, fiestas y fuegos artificiales.

No importa donde sea, solo por este día, cada lugar celebra a su manera los 365 días que tardó el planeta en dar vuelta al sol; Sidney realiza el espectáculo pirotécnico que reúne a más de un millón de personas en su puerto, miles de japoneses acuden a dar las gracias a sus templos, la bola de Times Square realiza su famosa bajada en Nueva York y… solo en este día, la Familia real de Kingsbury abre las puertas de su Castillo para reunirse con las personas más importantes y nobles del país a esperar las doce de la noche.

Una noche de verano deliciosa, decenas de personas ataviadas en sus mejores ropas y adornados con sus más lujosas joyas.

Todos pendientes únicamente de la agradable conversación, sus copas de cristal llenas de licor; intentando acaparar tan solo una pequeña mirada de la más hermosa y resplandeciente heredera que se conociera en la historia de la realeza en la familia Higurashi.

Un día especial.

Una noche única.

Una ocasión perfecta.

—Repasémoslo una vez más—dijo el hombre de rostro serio, pero encantador, mirando el plano de una intrincada arquitectura sobre la mesa—Yo, el Barón Hoshi Weilburg, noble heredero de la casa Weilburg, cuya familia siempre se codeó con la realeza de Kingsbury, conocidos por nuestro gran porte, elegancia, riqueza, belleza y refinados modales, que por generaciones han atraído la atención de las más hermosas doncellas, princesas, duquesas y marquesas. Esto nos trajo más de algún problema a los hombres de la familia, pero ¿Qué se puede hacer? Digo, nuestro encanto ha trascendido por siglos y… ¡Auch! —se quejo cuando un fuerte pie se estampo contra el suyo, topándose con una nada amigable mirada castaña que prometía más dolor.

—Lo único que ha trascendido por generaciones es tu mal gusto por la mujeres y las deudas de tu familia, Miroku —dijo la responsable de su adolorido pie— Ya tendrás tiempo de jugar al chico rico con los invitados, ahora; ¿Quieres concentrarte?

El hombre de nombre Miroku y frescos ojos azules, suspiro en un gesto penoso, resignado a la incomprensión.

—Bien… yo me encargare de los invitados. Me volveré el centro de atención, el alma de la fiesta, la estrella carismática, el más agradable sujeto con el que puedas toparte en tu… —se detuvo al recibir otra cargada miradita de advertencia de su compañera. Carraspeo— Me acercaré a la familia real y me ganaré la confianza de su excelencia, la señorita Higurashi, cuando baje la guardia le sacaré la contraseña de la caja fuerte.

—¿Estás seguro que funcionara? —preguntó, con una mueca insegura, un muchacho extravagante de brillantes ojos dorados y largo cabello plateado.

—Amigo mío —sonrió Miroku con divertida suficiencia—¿Alguna vez he fallado?

El dorado se encontró con el azul y el peliplata supo la respuesta. No tardó en desviar la mirada soltando un Feh, admitiendo su derrota.

Miroku era el líder, por supuesto. Era inevitable, su elevada inteligencia y su apabullante carisma poseían un magnetismo tal que, sin darte cuenta, podía llevarte a las afueras de un distrito de lujo, darte a escoger uno de los autos aparcado en la calle y de pronto, verte conduciendo el Lamborghini rojo de algun magnate, camino a la playa.

Bromeaba con la misma facilidad con la planificaba burlar la más drásticas medidas de seguridad de un banco.

Criado en una familia de la alta sociedad que gastaba más de lo que sus acciones y negocios producían, se acostumbró a los lujos. De haberlo querido, pudo terminar una exitosa carrera en cualquiera de las más prestigiosas universidades del mundo, pero las deudas de su familia y su resuelta ambición lo llevaron a tomar otro camino.

A temprana edad, encantado con los espectáculos de magia que su padre lo llevaba a ver de niño, pidió de regalo de cumpleaños su primer kit de magia para niños.

A los diecisiete, ya era conocido en el bajo mundo como; El Mago. No por sus primeras hazañas de hacer aparecer y desaparecer algunas joyas, cuadros o autos, si no, por su increíble habilidad para el ilusionismo.

Su pasatiempo favorito era entretener a hermosas y adineradas mujeres con unos cuantos trucos de naipes, encontrando brillantes monedas detrás de sus orejas y sacando olorosas rosas de sus mangas, cuando en realidad, detrás de toda esa parafernalia barata, bajaba sus barreras mentales hasta el punto en que pedir cuentas, claves y contraseñas era demasiado fácil.

Hipnosis o sugestión, no importaba el nombre, inducir el trance para ejercer la dominación mental de quien quisiera era una ventaja valiosa. Y Miroku sabía usarla muy bien.

— A las 23:45, Sango entrara al sistema y reemplazara la transmisión de las cámaras de seguridad por la grabación de seguridad del año nuevo pasado—continuó el líder y señaló con su dedos algunos puntos marcados en su plano— Eso nos despeja el camino con los guardias que monitorean en el cuarto de seguridad. A las 23:50 desactivara las alarmas principales del ala Oeste del Castillo. El Cuarto de la Corona tiene el mejor control de seguridad. Las cámaras y alarmas funcionan de manera independiente del resto del Castillo. A las 23:55 deberás despejar el camino dentro. Puedes con eso, Sango?

—Veras… es un sistema de seguridad muy bueno, casi impenetrable… — Dijo Sango acariciando su barbilla con seriedad— El responsable debe haber sido alguna clase de genio, digo, hicieron un muy buen trabajo aquí… lo cual es un problema porque diría que el único que puede desactivarlo es la misma persona que diseño el programa… Oh, espera un momento… — la joven golpeó suavemente su frente con la mano en señal de realización— Yo lo hice. Que bueno ¿No?

—Sabes, ese chiste solo fue gracioso las primeras tres veces —se quejo el peliplata cruzando sus brazos.

—Solo estas celoso porque tu no tienes sentido del humor.—contraataco Sango.

—Confió en ti, Sango — exclamó Miroku viéndola con la mirada azul cargada de Cariño.

—Lo sé —respondió ella— Pero si quieres conservar tu mano, será mejor que la quites de ahí — aunque la mano, traviesa por naturaleza, no pudo resistirse y dio pequeño agarrón a una de las firmes nalgas de la mujer. Sango uso sus reflejos y en menos de un segundo se encontraba ejerciendo presión en el brazo de Miroku en una posición bastante dolorosa.

—Valió la pena… —susurro el líder sobando su dolorido brazo.

Sango era la Hacker. Su virtuosa habilidad con las computadoras era solo igualada por su belleza. De niña jugaba con los procesadores, placas y pantallas que su padre reparaba en su taller. Cuando tenia diez años, la radio AFN celebro su aniversario regalando, a la persona que realizará la llamada número cien, una Gold Bike Crystal Edition. La bicicleta con la que cada niña del país soñaba. Sango, en una inofensiva travesura, interfirió las líneas telefónicas, asegurándose la llamada ganadora.

En la secundaria, ingresó al sistema de datos de estudiantes de su escuela, borrando los malos expedientes y subiendo las bajas calificaciones de los bravucones de su hermano menor. En cuanto los docentes se dieron cuenta de estos cambios, los chicos fueron expulsados inmediatamente.

A los 16, su escuela recibió la visita de Andrew Lee, el importante informático conocido por crear la más eficiente red de seguridad informática que utilizaba el mismísimo Banco de Kingsbury para resguardar las cuentas de sus clientes.

Cuando se acercó, con los ojos brillantes de admiración, a pedirle consejo para llegar a ser tan genial como él, Lee se limitó a soltar casualmente un;

Bueno… deberías haber nacido hombre, pequeña.

Por primera vez en su vida, un hombre le rompió el corazón.

Su orgullo herido la llevó actuar esa misma noche. Comenzó a trabajar en un simple, pero efectivo virus que logró penetrar en la computadora de Lee, llenando su sistema de ventanas emergentes con femeninas flores color rosa.

Al día siguiente la policía apareció afuera de su casa. Al parecer ingresar de esa forma a la base de datos de otra persona era ilegal. Su castigo; pagar una millonaria indemnización al señor Lee o cumplir una condena de cinco años en prisión.

Por suerte, Andrew era un sujeto inteligente, y después de superar el disgusto inicial de verse superado, comprendió que una lucha judicial contra una muchacha menor de edad y pobre no le traería ningún beneficio.

En lugar de eso, le ofreció trabajo.

Con tan solo 17 años, Sango ya trabajaba en la empresa de Andrew Lee, en un sistema de seguridad no solo virtual, si no, en un programa completo de control de acceso de seguridad; contemplaba verificación de huellas dactilares, entrada de teclado, tarjeta inteligente, incluso reconocimiento facial. Sería impenetrable y valdría millones.

Grande fue su sorpresa, cuando después de tres años de arduo trabajo, Lee robo su programa y lo público como suyo.

Demasiado joven, inexperta y sin recursos, Sango comprendió que luchar contra el importante empresario era una batalla perdida.

Ahogando su furia y pena en alcohol en algún bar de mala de muerte, conoció a Miroku. Y antes de que pudiera darse cuenta, se vio encontrando consuelo saboteando cuanto sistema de seguridad pusiera frente suyo el encantador ojiazul.

Quien diría que el más fácil sería la mismísima Casa Real… en cuanto unos vulgares ladrones burlaran la seguridad del castillo, el señor Lee tendría que dar un par de explicaciones al respecto y esperaba, con regocijo, un par de demandas por parte de la familia.

—Inuyasha, aquí entras tú… —continuo Miroku.

—Lo se, lo se. Me vestiré como uno de esos ridículos meseros. En cuanto Sango congele las cámaras, me colaré por la cocina y seguiré por aquí... —apuntó a un pasillo secreto en el plano que conectaba directamente con otra habitación—…Hasta el Cuarto de la Corona.

—Debes ser rápido, solo tienes 10 minutos para llegar ahí —recordó Miroku.— El pasadizo no ha sido usado en siglos, no hay cámaras ni alarmas. Exceptuando un par de polvo y algunas arañas debería ser seguro.

Feh, Pan comido.

—El Cuarto de la Corona es el lugar con mas difícil acceso del Castillo— dijo Sango— Un cuarto cerrado, sin ventanas y una sola puerta que funciona con reconocimiento de las huellas de los miembros de la familia y un código de acceso, vigilado por dos hombres que parecen mas gorilas que personas, además de las cámaras y una ronda de vigilancia cada media hora. Por suerte existe este pasillo secreto que nos da una entrada invisible…

Miroku sonrió.

— Justo a las 00:00 usaremos el ruido de los fuegos artificiales para usar nuestros explosivos y derribar la capa de concreto de 50 centímetros que separa el pasadizo del Cuarto de la Corona.

—Una vez que entres, inhabilitare las cámaras y las alarmas, pero solo durante cinco minutos, porque eso es lo que tarda el sistema en reiniciarse y volver a funcionar con normalidad. —aclaro Sango— Inuyasha, solo tendrás cinco minutos para salir de ahí.

—Y Cuando regreses a la cocina todos estarán demasiado ocupados viendo los fuegos artificiales para notar algún cambio —sonrío con satisfacción Miroku.

El peliplata masajeo su cuello perezosamente.

—Siempre tengo la parte más difícil ¿No es así?

—Eso es porque eres nuestro chico de acción— se mofó Miroku— ¿O es que acaso tienes miedo, Inuyasha?

Inuyasha, el chico de acción, sonrió. ¿Miedo? Eso era algo que ya no recordaba.

Hijo bastardo de un empresario que murió demasiado pronto para darle un apellido y un hogar, fue criado a duras penas por su madre. Era una mujer muy dulce e inocente para enfrentarse a la pérdida de su amante y a la cruda pobreza en la que se vio envuelta cuando su familia le dio la espalda.

Inuyasha quedó huérfano siendo aún un niño y tuvo que aprender a sobrevivir en la calle de la forma más dura. Su mejor arma fue su fuerza física y su innata habilidad para el combate. A los 12 años ya era parte de un pandilla. La adicción a las drogas, las peleas nocturnas y los trabajos sucios se convirtieron en su pan de cada día. No tardó mucho tiempo en hacerse un nombre en el bajo mundo.

A los 17, ya era uno de los guardaespaldas de un importante traficante de metanfetaminas.

Creía que su futuro sería continuar ascendiendo hasta que quizás pudiera manejar su propio sector de la ciudad y, eventualmente, morir en algún callejón producto de un ajuste de cuentas. Y probablemente así hubiese sido… si no fuera por aquel día en que Miroku decidió meterse en la cama de la novia de Bankotsu, el líder de una peligrosa banda enemiga.

Esa misma noche el encantador ojiazul debería haber muerto. Por fortuna, Inuyasha pasaba casualmente por ahí y, casualmente, tenía un asunto pendiente con Bankotsu. El peliplata ganó una lucha contra tres hombres, rompiéndose un par de costillas en el intento y salvando, de paso, al que se volvería su mejor amigo.

Gracias a Miroku, logró salir del hoyo negro que era su vida y escapar de su inevitable destino. Su adicción a las drogas y a las peleas fue reemplazada por la adrenalina que le provocaba poner a prueba todas sus destrezas físicas para lograr el crimen perfecto que Miroku siempre deseaba.

Y esta vez, no seria distinto.

El plan era limpio y perfecto.

Y nada podría salir mal.


Hola!

Quería subir un especial de año nuevo, así que aunque algo pasado aquí esta!

¿Que creen que pasara en el próximo? ¿Que tan mal podrían ir sus planes? chan chann

Espero poder subir el próximo cap pronto. Ojala les guste.

Nos leemos prontito, Saludos!