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I. Desaparecido

1. Explosión devastadora en Grandville
El accidente en la planta química deja un balance de doscientas víctimas mortales entre empleados y visitantes

Habían pasado ya dos meses desde su desaparición y notaba cómo la poca esperanza que le quedaba empezaba a hundirse en un pozo de oscuridad. Estaba otra vez sola, sumida en un inmenso sentimiento de pérdida. Sola ante el mundo, como había estado desde aquel día fatídico en que un pedazo de roca estelar le arrancara todo lo que había sido su vida, dejándola a la deriva. Había vuelto a sobrevivir a la catástrofe. Clark, sin embargo, no había podido escapar.

En sus dos escasos meses de matrimonio Lana parecía haber recuperado su infancia: un estado de felicidad que la traía de vuelta a los días en que tenía una familia, un estado edénico del que había sido brutalmente expulsada con la trágica muerte de sus padres. Clark había conseguido llevarla de nuevo a ese lugar pre-catastrófico que guardaba en algún lugar de su memoria. Había conseguido darle paz a su espíritu, curar su soledad, darle de nuevo un hogar. Dada la montaña rusa emocional que habían estado viviendo desde hace años, las dudas, los malentendidos... Nunca se había imaginado que su vida matrimonial podría ser tan feliz.

En sus seis meses de noviazgo habían conseguido adaptarse bastante bien. Lana había marcado mucho los límites de su independencia, con los que él no parecía tener problemas. Por su parte, ella había dejado de hacerle preguntas. Resolvió que lo mejor era aceptar que la única manera posible de estar con él era respetar su terreno, con esa parte inmensa de silencio que arrastraba consigo. Sólo le había pedido que no le mintiera al respecto. Con evitar la contestación o simplemente indicar que era zona reservada era suficiente. Ella cambiaba de tema y no volvía a preguntarle. Así, habían conseguido una dinámica equilibrada que les había dado estabilidad y felicidad. Después de la boda, Clark se había hecho todavía mejor compañero. Ella ya no tenía la impresión de tener que compartirle con el mundo. Él había adoptado una actitud familiar y casera, aunque se levantaba temprano a diario para ir a casa de sus padres "para echar una mano" antes de irse a trabajar. Hacía escasos meses que había conseguido un contrato en pruebas con el Daily Planet, lo que no estaba nada mal teniendo en cuenta que le faltaba un año para terminar la universidad. Lana, por su parte, había dejado el Talon hacía un par de años y trabajaba como asistente en el Museo de Arte de Metrópolis, organizando y programando exposiciones.

Todo este proyecto de vida en común se había hecho añicos hacía dos espantosos meses. Clark se encontraba en Grandville, haciendo un reportaje en una planta química propiedad del mayor competidor de la Lexcorp en la zona. Y esa misma mañana se produjo el terrible accidente que no dejó piedra sobre piedra. Doscientas personas entre empleados, visitantes, estudiantes en prácticas... Una masiva pira funeraria. Encontraron el coche de Clark en el aparcamiento de la planta. Y su nombre aparecía en la lista de víctimas mortales después de que la policía forense realizara su trabajo. Los padres de Clark, desesperados, habían acompañado a Lana hasta el lugar del siniestro y esperaban contra las verjas alguna noticia, al igual que los familiares y amigos del resto de las víctimas.

- Jonathan, tú sabes que no puede ser él... Es obvio que han cometido un error... – Martha no soltaba la mano de su marido. Su voz era casi un susurro.

El padre permanecía serio y en silencio. Contemplaba las escenas de consternación, dolor y tristeza a su alrededor y parecía incapaz de reaccionar... Sentía crecer la ira, ahogándole el pecho, subiéndole hasta los ojos, almacenándose en sus puños...

A través de las rejas vieron como Lex se acercaba hasta ellos. Había estado prestando declaración a la policía e intentaba colaborar en la identificación. Al fin y al cabo, muchos de aquellos trabajadores habían sido empleados de Lexcorp años atrás. Su rostro estaba muy serio y no conseguía mirar a los padres de Clark a los ojos.

- Sr. Kent no imagina lo mucho que siento que Clark estuviera aquí...

Jonathan no le dejó terminar. Por entre los barrotes alargó el brazo y lleno de furia lo cogió del cuello.

- ¡Qué bien os ha venido esto a ti y a tu compañía¿verdad? Los Luthor, asesinos de hijos, maridos, hermanos... Nadie os puede hacer sombra... Te aseguro que si la Lexcorp está detrás de esto, el pueblo entero te querrá quemar vivo. Mira a tu alrededor. ¡Mira lo que has hecho en otra de tus "maniobras corporativas"! Esto no ha sido un accidente... La planta era segura...

- Jonathan, por favor... – le suplicó Martha.

Mientras hablaba, su mano se había convertido en una garra que apresaba la garganta de Lex.

- Lex, te juro que si mi hijo está ahí no sé lo que voy a hacer...

Lex utilizó sus dos brazos para librarse de él y se alejó de la verja, clavándole los ojos y utilizando un tono rencoroso.

- ¡Pues vaya pensándolo, señor Kent, porque su hijo está muerto por desgracia para todos! Usted siempre ha estado lleno de odio hacia mí pero aunque no lo crea, a pesar de nuestras diferencias, yo tenía aprecio a Clark. Lo que sucede es que no descargo mi frustración ni mi tristeza insultando a los demás. Buenas tardes señora Kent. Adiós Lana. Lo siento de verdad...

En algún momento de la noche les dejaron pasar. Lana estaba aterrorizada. El recuerdo de los cuerpos de sus padres seguía en su cabeza. Tendría que confiar en Martha y en Jonathan, pues se sentía incapaz de entrar. No dejaba de repasar mentalmente todas aquellas situaciones extremadamente peligrosas de las que Clark había escapado sin un rasguño. Tenía que estar bien. En algún sitio.

A la salida Martha se mostraba inexpresiva, se tapaba la boca con la mano y murmuraba para sí misma.

- No puede ser... No puede ser... Es imposible...

Jonathan no levantaba la vista, pero se le notaba que hacía un esfuerzo sobrehumano por contenerse. Lana sintió un ataque de pánico. El borde del precipicio. El vacío comiéndosele el corazón. Miraba a Jonathan con ojos desorbitados, moviendo la cabeza en un gesto de negación.

Finalmente Jonathan levantó los ojos y se mordió los labios amargamente, apartando la mirada.

- Podría ser...

Lana se quedó temblando, con la boca y los ojos abiertos.

- Quiero decir... Eran sus cosas... Los dos forenses que nos atendieron dicen que han hecho todas las pruebas de identidad... Dos veces...

Lana bajó la mirada y se desplomó sentada en el suelo y se vio a sí misma como en una película, llorando a gritos mientras Jonathan la abrazaba de rodillas.

A los tres días de la noticia se celebraba el funeral. Martha, con una gravedad extrema, había estado hablando con Lana la noche anterior. Ella se había mudado a la granja Kent. No quería estar sola.

Martha cogía sus manos y le repetía:

- Él está vivo, lo sé. Una madre puede percibir estas cosas. No sé dónde estará ni que le pasa, pero no está en ese ataúd. Ese cadáver no es mi hijo. Él era muy especial, muy especial...

- Lo sé... Ha sobrevivido a muchas cosas...

- Quizás perdió su "buena estrella" – dijo Jonathan con amargura

- ¡Jonathan! – suplicó Martha

- ¡Ya le había pasado antes¡No sería la primera vez! Quizás había componentes tóxicos. ¡Quizás hacían experimentos con kryptonita como en las plantas de los Luthor! Todos hacen lo mismo, se espían y poner en marcha auténticas barbaridades sin importarles las consecuencias ni el peligro...

- Sea positivo, señor Kent... Clark ha desaparecido otras veces... Quizás esté en Metrópolis como aquél verano de hace unos años...

- No, Lana. Es necesario que aceptemos las evidencias cuando las tenemos enfrente... Puedes quedarte con nosotros todo el tiempo que quieras. Eres como nuestra hija. El que Clark ya no esté, no cambia lo que sentimos por ti.

- Gracias, señor Kent.

Dos meses habían pasado desde que enterraron a Clark. Pero Lana tenía que enterrarle cada día al despertarse.