Disclaimer: Esta historia no ha sido escrita con afán de perjudicar a los integrantes de The 69 eyes. Nada está basado en hechos reales. Ni ellos ni su música me pertenecen.
Antes de que comiencen con la lectura me he visto en la necesidad de facilitarles un link en el que viene el video de la canción cuyo título bautiza esta historia. Recomiendo que lo vean, para que identifiquen a los personajes (por si no conocen la banda) y para que se ambienten, ya que el escenario del video me sirvió como inspiración. - www. youtube watch?v=u5jTcjhOia4
Wasting the dawn
por famana
Desperdiciando el alba _ The 69 eyes _ traducción de 69Eowyn
Estuve corriendo lejos por tanto tiempo aquel día
En la extraña noche de piedra para desaparecer
Coma la luz gentilmente sangrando fuera de mi alma
Penetrando la noche como montando por este infinito camino
Pero no puedes volver la espalda al tiempo
siempre se va a esperar en la línea
Algunos deseamos nunca haber nacido...
desperdiciando el alba
Como una rosa creciendo de la corona de Cristo...
desperdiciando el alba
Estuve esperando tanto tiempo por ti, pequeña ave de presa
Para elevarme más alto a el día más brillante
Donde el lagarto demora mucho bao el sol
Olvidando la noche, el julio más escuro, París 71...
Pero no puedes volver la espalda al tiempo
siempre se va a esperar en la línea
Algunos deseamos nunca haber nacido..
desperdiciando el alba
Como una rosa creciendo de la corona de Cristo..
desperdiciando el alba
I.
Me encontraba mirando a través de los cristales de la ventana, sentado en la mesa de una esquina. Veía la nieve caer, y vi los árboles tupidos todos por copos de nieve, y vi más al fondo las montañas finlandesas, impecablemente blancas.
Un sentimiento me embargaba.
Quería salir afuera, y dejarme cubrir por un manto de hielo en mi cama helada sobre el suelo.
De verdad, quería alejarme de aquel tumulto. Ya suficiente tenía con los ensayos, los conciertos y las grabaciones, se supone que estábamos descansando de toda nuestra vida musical. Quizá lo que contribuía a mi irritación era el hecho de que en el bar no se escuchaba música, sino sólo ruido.
Y no quise dejar de apreciar el atractivo paisaje de afuera, lo miré por un largo rato. Nunca yo había estado tan tremendamente silencioso, yo mismo me sorprendí cuando me di cuenta de eso. No me apetecía comer ni beber nada, ni bailar, ni mucho menos tocar un instrumento.
Sin embargo, había algo más que no me dejaba en paz, y era eso lo que me retenía en ese rincón asfixiante del estruendoso bar.
Seguro que los demás del grupo estaban en sus casas, durmiendo, en una cita, o simplemente viendo la TV. Pero, ¿por qué él tuvo que arrastrarme ese día a su lado, ese día de todos en los que yo deseaba descansar? Él había insistido tanto, que al final no pude negarme. Así era siempre, lo sigue siendo. Siempre tiene ese aire de grandeza, consigue todo lo que quiere, y eso alimenta en desmedida su gran ego.
¿Cuál fue la razón para que le acompañara esa tarde, si de todas formas me iba a dejar solo en el rincón en el que me encontraba? Me pareció ilógico, y si, sumamente egoísta. Pero tan acostumbrado estaba ya a su faceta de emperador, que me fastidiaba el simple pensamiento de querer darle la contraria, y que él saliera ganando.
Dejé se mirar la ventana, y fijé mis ojos a la mesa del centro… y ahí estaba él. Con sus cabellos largos, totalmente negros y brillantes, perfectamente lisos. Su piel blanca, que relampagueaba en contraste con sus ropas negras. Y sus ojos azules… de ese azul hipnotizante, eléctrico… Fue extraño verlo sin sus acostumbradas gafas oscuras.
Lo miré cautelosamente, y jamás cruzó una mirada conmigo, ya fuera porque no recordaba que yo estuviera ahí o si mirarme le causaba molestia y me ignoraba.
Vi a todas esas hermosas mujeres a su alrededor, casi como moscas, apretaban sus pechos contra él, y le acariciaban el rostro, los brazos, las piernas, y lo besaban.
Me dio asco.
Era eso lo que realmente me había estado molestando toda la tarde. No se trataba del hecho de que me dejara solo, o del sórdido ruido del bar. En realidad se trataba de que aquellas mujeres estaban a su lado, ofreciéndole sus cuerpos, y él los aceptaba con goce.
Me levanté casi sin ganas, pero decidido a irme y salir. Justo cuando el se giró para verme, yo ya me dirigía a la salida del localucho, afuera, a la libertad refrescante.
Estiré los brazos y todo el cuerpo. Era como despertar de un agonizante sueño. Me recargué en la pared, justo delante de la ventana en la que hace unos momentos yo mirara a través para admirar la nieve. Di un largo suspiro, mientras miraba el cielo nublado, donde centelleaba débilmente la última luz del sol. Sentí paz.
—Jussi…— escuché, y no quise reconocer su voz, pero era inevitable, ése era el tono inconfundible de Jyrki. Y bajé la mirada para verlo. — ¿Te sientes mal? ¿Necesitabas aire?— No había preocupación en sus palabras, lo que decía sonaba vacío, ni siquiera su rostro mostraba alguna débil expresión, nada, estaba frío, y las gafas negras que llegaba puestas acentuaban su falta de emoción.
—Necesitaba aire, si — le respondí sin más. Y no noté cambios en su rostro, ni un sorpresa ni un alivio, estaba inmóvil, con las manos metidas en los bolsillos y un cigarro a medio consumir entre sus labios.
—Bien, entonces, vuelvo adentro…
—¡Espera! —le grité, sin que yo mismo pudiera detenerme a decirlo.
—¿Estás enfermo, Jussi? Has estado muy raro desde que llegamos.
Me invadió una rabia inexplicable.
—¡Tu eres el maldito enfermo!—le grité, la verdad es que esperaba ver una reacción de su parte, pero ya sabía que no iba a ser así.— Atreviéndote a dejarme solo y prefiriendo a esas zorras.
—Yo no te he dejado solo—replicó—Tu no has querido acompañarme con las damas, no las llames zorras, por favor.
—¡Zorras son!—le dije exasperado—Y si no he querido acompañarte es porque ya no soporto más a esas mujeres. Se comportan como si sólo fueran muñecas de trapo con que puedes hacer lo que quieras, romperlas si se te antoja, se te acercan sólo por la fama y no por verdadero interés en ti. Son como simples juguetes que se venden para brindar placer… ¡Y lo pero de todo es que tu eres su insensible titiritero sin corazón, que las toma sólo porque están ahí!
—Ah…—expresó irritado, y le vi hacer una mueca de disgusto con los labios— Es absurdo lo que dices. Son bailarinas Jussi, hacen su trabajo, sólo quieren llevar dinero extra en sus bolsillos. Están trabajando y yo soy su cliente, si tu no quieres serlo, allá tú.
—He aquí tu gran ego de superioridad ¡Lo crees saber todo! Y crees que puedes gobernar sobre todos. Ya estoy harto de eso. Con todo mundo te comportas así, y ya no das rienda atrás…—mi voz subía de volumen progresivamente, sin que yo pudiera controlarlo—Te crees con derecho a hacer lo que te plazca. Y a puesto a saber a qué se debe tu enorme egocentrismo…
—¡Es mi belleza, Jussi! Has acertado—su rostro adoptó una expresión burlona al igual que su voz—¿Estás celoso amigo?
Me quede sin habla. Ni yo me esperaba que dijera algo así. Es decir, nunca lo había pensado de esa manera.
—Jussi, Jussi…—se acercó a mí, y pasó su largo brazo alrededor de mis hombros—No deberías celar a tus amigos…—siguió hablando, como si tuviera la total razón—¿Sabías que así se pierden las amistades más valiosas?— se quitó las gafas y me miró como si estuviera dando una importante moraleja—¿Es por las mujeres, Jussi? ¿Estás celoso de mí porque se me acercan?
Si y no, pensé.
—No… ya ni yo lo entiendo…—susurré para mi.
Y el sentimiento que me embargaba se apoderó de mí. Me zafé de su brazo con brusquedad, para acto seguido salir corriendo. Sentí lágrimas desbordándose por mis ojos.
—¡Déjame solo!—fue lo último que me escuché decirle.
Seguí corriendo a lo largo de los locales, hasta un callejón, y ahí me quedé. Extasiado y confundido. Y algo en mí me hacía desear que él venía corriendo detrás de mí, pero no ocurrió, pasaron los minutos, y Jyrki nunca llegó.
De todas formas, ¿Qué esperaba de el?
Me tiré al suelo frío, tal y como lo había deseado antes dentro del bar. Con los ojos muy abiertos, observé el firmamento gris. Mi respiración estaba agitada y me dolía el pecho.
Maldición, sentí murmurar a mis labios.
¿Qué sentimiento era el que me embargaba?
Pasé ahí más tiempo del que hubiera pensado, sólo mirando el cielo nublado. Y entonces, no sé si por el frío o por la falta de energía, empecé a cerrar los ojos, debilitado, allí en mi cama helada, mientras un manto blanco que caía del cielo me cubría.
Y todo se hizo borroso.
Cortito, breve...Espero críticas constructivas (destructivas o_O?)... Esta historia me la tenía guardada, se me ocurrió mientras veía el video, y a decir verdad siempre me ha fascinado la idea de que esos dos estén juntitos... Continuará...
