Naruto y compañía no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.

Este fanfic pretendo que sea corto, hasta donde la imaginación me lleve. Pido disculpas, sé que tengo otro fic que actualizar, solo que me he dado el tiempo para reescribir la narración (que buena falta le hace -_-). Actualizaré pronto, lo prometo. Recomendaciones son bien recibidas :3


PRIMER CAPÍTULO
El inicio de la misión y mis recuerdos.

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Siempre se es demasiado joven o demasiado viejo para hacer las cosas, no hay una edad precisa que indique lo que se tiene o no se tiene que hacer. Las personas simplemente se ven obligadas a tomar decisiones, porque la vida está llena de ellas a lo largo de su sendero. Y esa mañana, Itachi Uchiha había tomado la más importante de su vida.

Había aceptado su última misión.

Con pasos lentos salió del cuartel ANBU y se marchó sin premura. No era la primera vez que le encomendaba una misión que sólo él podía ejecutar, eso estaba claro. Sin embargo, esta difería por mucho a todas las demás, y a cualquier otra posterior. «Debes escoger el lado correcto, Itachi. Puedes irte con tu clan y morir a su lado, o defender a tu aldea, salvar a sus habitantes y a tu hermano…»

No fue necesario repetirlo dos veces. Él ya había hecho su elección.

Si le hubiesen preguntado si aquello valía la pena, calmadamente habría asentido, a esas alturas lo terminaba de asimilar. A medida que se acercaba al corazón de la villa, las risas de los niños y los murmullos de los aldeanos le fueron erizando la piel; aquella imagen próspera de todas esas personas inocentes reafirmaba su decisión.

«Lealtad al clan, lealtad a tu hogar… lealtad a tu familia, Itachi.»

«Lo siento, padre…»

Itachi atravesó un pequeño parque y finalmente dobló una esquina que daba al área de entrenamiento de la academia. Se detuvo depositando su atención en el enorme árbol que tenía frente a él, en el ostentoso tronco, exactamente en las imperfectas marcas de una caligrafía poco legible escritas en su superficie.

Su nombre estaba delineado con marcas gruesas y asimétricas, resultado de la dificultad que le supuso a quién lo hubiese plasmado atravesar la corteza del tronco. Por el contrario, el nombre de un lado era totalmente opuesto, con sinuosas líneas delgadas y una caligrafía impecable, producto de la habilidad de aquel al que dicha corteza no habría significado problema alguno.

Pasó su mano por encima sintiendo los surcos entre sus dedos, y respiró profundamente.

«Que preciso…» pensó como un murmullo para sus adentros.

Alzó la mirada ante aquel frondoso árbol de Sakura. Los rayos de sol se colaban a través de sus ramas permitiéndole a sus manos atrapar delicadamente un pétalo de cerezo. El recuerdo de su aroma fue suficiente para dibujarle una sonrisa sincera, la clase de sonrisa que solo "ella" le provocaba.

«Hoy que tengo una oportunidad, se me es arrebatada… Se me escapa como agua entre los dedos.» Su sonrisa sincera fue remplazada por una nostálgica, la imagen de lo que se convertiría en menos de setenta y dos horas lo ensuciaba de manera interna, lo hacía completamente inmerecedor de un ser inocente como ella.

Cerró los ojos apretando los puños hasta dejar los nudillos en blanco de la impotencia. La rabia comenzaba a aparecer en su interior, la frustración de no saber qué hacer lo desquiciaba. El tiempo se le había agotado y no tenía alternativa. El consejo había llegado a una resolución; una medida drástica para un problema drástico, habían dicho.

Itachi era consciente del rencor y la desconfianza que sentía el consejo de su clan. En ninguna reunión habían escondido su desagrado por los Uchiha, y aunque en parte entendía el descontento de su familia, por otro lado comprendía que un golpe de estado que tarde o temprano llevaría a una guerra era totalmente innecesaria.

Y aquel complejo de superioridad y esa necesidad de poder que tenían los Uchiha, lo llevaban a ese punto: Tenía que asesinar a su clan, y eso lo obligaba a renunciar a la nueva vida que empezaba a imaginar, a un futuro con sus padres, con su hermano y con…

—¡Itachi! —sintió su cintura ser sujetada con precisión, un abrazo que reflejaba el miedo que se siente por perder algo importante—. No me has dicho que vendrías —Le reprochó inflando sus mejillas en señal de indignación, Sasuke solía hacer lo mismo cuando se enojaba.

—Lo siento, Sakura. Quería sorprenderte, no pretendía hacerte enfadar —bajó la mirada solo para encontrarse con unos mechones rosados impregnando su aroma contra él. Sus labios se curvaron en una delgada sonrisa. Verla fue suficiente para disipar todo rastro de sentimiento negativo.

Acarició su cabello ocasionándole un leve sonrojo.

—Hm, siempre me dices eso. Pero no sabes que si me avisas que vendrás… yo seré feliz desde antes. Estaré esperando el momento para verte —hundió su rostro completamente enrojecido entre sus manos—. Quiero ser feliz más tiempo, Itachi-san…

Sus palabras lo hicieron sentir vulnerable. Su determinación había sido dañada con brusquedad, la seguridad de la que presumía se había había esfumado ante su petición.

«Yo también deseo lo mismo, Sakura. »

Itachi se inclinó hasta llegar a su altura y la abrazó, la apegó contra él produciendo un temblor en el cuerpo de ambos.

—Sakura…

—Promete que estarás conmigo siempre, que no te irás, Itachi.

—Sakura…

—¡Prométemelo, Itachi-San! —insistió nuevamente. Sus ojos comenzaron a humedecerse hasta que pudo apreciar un líquido cálido deslizándose por sus mejillas.

—Te lo prometo, Sakura —la abrazó más fuerte, atrayéndola hacia su pecho compartiendo el sonido de sus latidos. Algo en su interior se acababa de romper; le había mentido.

Se separó de ella un instante. Apartó las lágrimas que surcaban su rostro depositando un suave beso en su mejilla, con aquel beso limpiaba la tristeza que se deslizaba por su blanca piel. La volvió abrazar, su pequeño cuerpo encajaba perfectamente en el de él, como dos piezas perfectas de un rompecabezas.

—Estaré contigo siempre.

Le mintió una segunda vez, quería creerlo él también.

Guardó en su memoria el instante que estaba viviendo a su lado, la abrazaba como lo había hecho el día que la conoció.

Hacía un año la había encontrado llorando a las afueras del barrio Uchiha, sus rostro escondido entre las piernas, sus brillantes ojos hinchados y el cabello enredado con algunas hebras pegadas a su frente. En un inicio imaginó que se encontraba perdida, pero a medida que se acercaba sus sollozos se iban haciendo más fuertes y audibles.

El nombre de su pequeño hermano apareció junto a otro que no reconoció entre susurros, y entonces suspiró hondo. Sasuke la había hecho llorar.

Pasó una de sus manos por su cabello deshaciéndole el flequillo y sus enormes ojos verdes se expandieron con sorpresa.

—¡Sasuke-kun! —murmuró con ingenuidad.

—Hm, temo desilusionarte —dijo colocándose en cuclillas.

—No eres Sasuke, pero te pareces mucho a él.

—Soy su hermano. Sasuke es enano y molesto cuando se lo propone —hizo una pausa—. ¿Por él estás así?

Ella asintió sin dejar de observarlo.

—Sasuke-kun me ha dejado esperándolo, se ha ido con Ino —juntó sus piernas y el hilo de lágrimas volvió a aparecer—. No le ha importado dejarme sola.

Sintió una opresión en su interior, por alguna extraña razón no quería verla llorar de nuevo.

—¡Vamos, te llevo a casa! —No le dio tiempo para responder, la tomó de la mano antes de comenzar a caminar. Itachi bufó con molestia, caía en cuenta de la tontería que había hecho, pero lo cierto era que no faltaba mucho para la puesta de sol. Era peligroso que anduviera sola por las calles y alejada de la entrada de la aldea.

Lo menos que podía hacer después de que su hermano la hubiera lastimado era eso. No pudo evitar mirarla de reojo, aparentaba ser una niña especial, delicada y hasta cierto punto frágil, con cuerpo pequeño, un par de ojos verdes que contrastaban con lo nívea de su piel y con un extraño color de cabello, demasiado rosa a su parecer. Adorable a simple vista.

Posiblemente era una de las compañeras de academia de Sasuke. Y posiblemente, como todas las demás, estaba enamorada de él.

—Por cierto, mi nombre es Itachi.

—Itachi-san… —susurró por lo bajo.

Intentó apresurar el paso. No faltaba mucho para el atardecer, y probablemente sus padres ya estarían preocupados por ella, pero mientras más se apresuraba, más se le complicaba a Sakura caminar a su lado. Sus piernas eran cortas y sus pasos torpes para seguirle el ritmo.

—Sube, te llevaré —se inclinó a su altura nuevamente, ella lo miró confusa sin saber que significaban sus palabras exactamente. Itachi le hizo un ademán indicándole que debía subir sobre espalda. Con las piernas cayendo sobre su cintura y sus brazos rodeándole el cuello impulsó su cuerpo para saltar sobre las ramas de los árboles.

Sintió que las manos de ellas se aferraban con fuerza y su rostro se escondía en su cuello. No tenía que pensar mucho para saber que llevaba los ojos cerrados. Apreciaba los latidos de su corazón golpear su cuerpo con fuerza en señal de nerviosismo.

—Tranquila, no pasa nada —dijo disminuyendo la velocidad de su desplazamiento. Sin embargo ella seguía sin abrir los ojos. Se detuvo y con otro salto regresó los pies a la tierra. Sus pasos se volvieron de nuevo lentos y ella fue aflojando su agarre una vez más.

—¿Hemos llegado? —murmuró con inocencia.

—Aún no, si hubiésemos ido a mi manera, en este momento estaríamos en la puerta de tu casa —exclamó, las manos de ella tensaron su playera y cayó en cuenta de lo idiota que había sido: ¡ella no era Sasuke! No podía ir por la vida con esa falta de tacto—. Lo siento, quiero decir que…

Un sonido extraño lo alertó, la miró por un costado y sus mejillas estaban rojas.

—¿Tienes hambre? —preguntó cruzando las puertas de la aldea. Sakura miró a su alrededor buscando algo en específico—. Podemos detenernos un momento. Aún no cae la noche.

—Dangos.

—¿Hm? —La miró sin entender, ¿había escuchado bien? ¿Había dicho "Dangos"?

—Quiero dangos, y ahí hay un puesto —musitó una vez más, Itachi sonrió mirando hacia la misma dirección—. Los dangos con té verde son deliciosos, relajan a las personas que los comen y endulzan su vida. ¡Vamos a endulzarnos!

¿Acaso era posible endulzarla más?

—De acuerdo.

Caminaron hacia el objetivo de la pequeña "rosada", no había visto tanta felicidad contenida en alguien por comer "dangos". Las personas lo miraban raro, no era común ver a Itachi Uchiha cargando a nadie que no fuera Sasuke. Lo cierto era que ella era más delgada y lo acompañaba a comer dangos. Algo realmente único, algo que pocas y contadas veces Sasuke hacía.

«Son muy dulces, Nii-san. Mamá dice que comerlos tan seguidos producen dolor de estómago»

—Paga, Itachi-san.

De un salto bajó de su espalda para tomar entre sus manos sus preciados bocadillos. Ni siquiera había esperado a Itachi antes de comenzar a correr, el cual gruñó molesto. Tomó en una mano sus dangos y en la otra la tasa de té antes de comenzar a saltar de tejado en tejado. Una niña de siete años no podía escapar del genio del Clan Uchiha. No, definitivamente no podía.

No se esforzó en lo más mínimo, cerca de la zona de entrenamiento número siete estaba ella, sentada con las piernas entrelazadas con un palillo de dango entre los labios bajo un enorme árbol de cerezo. Esa niña sí sabía cómo parecer más tierna sin mucho esfuerzo.

—¿Acostumbras a escapar de esa manera? Tus padres deben tenerla difícil contigo.

—¿Itachi-san? —murmuró para luego sonreír extendiendo los brazos como alas—. Quería mostrarte este lugar.

—Solo bastaba que lo dijeras, no era necesario salir corriendo dejándome en medio de la plaza.

—Llevabas cargándome mucho tiempo, no quería molestarte —Sakura bajó la mirada. No… no podía ser posible, no de nuevo. Suspiró cansado, en esa pradera no habían puestos de dangos que lo salvaran. Se sentó a su lado recostándose contra el cerezo.

—Está bien, no es para tanto —hizo una pausa—. Realmente no es que tú peses mucho. Incluso es…

—Esto… ¿Itachi, te tomarás eso? —guardó silencio siguiendo el hilo de sus ojos hasta la tasa de té que sostenía entre sus manos.

—Toma —inhaló una bocanada de aire y la soltó cansado. Para ser una niña que se ofendía ante cualquier cosa se le olvidaba muy rápido el enfado. Sakura miró de manera apremiante la tasa de té cual oro fuera y le regaló una sonrisa, una sonrisa auténtica y sincera, e intuitivamente Itachi le correspondió.

—Este lugar lo encontré la primera vez que me perdí —«Así que ya le es costumbre perderse por diversión»—. En esta parte de la aldea el pasto es más verde, a veces creo que es porque nadie viene a este lugar, siempre hay personas saltando arriba de las casas o sobre los árboles.

Itachi se tensó un poco, no sabía si lo había dicho por él o porque efectivamente era verdad, pero tenían sus razones: era más rápido y fácil.

—Ya nadie se acuerda de caminar por los alrededores, sólo quieren practicar y hacer volar cosas en pedazos. Eso hacen los ninjas —mordió levemente su labio, dejó la caja de dangos a un lado y abrazó sus piernas. Itachi se incorporó con interés— Y tú eres un ninja.

Itachi hizo su rostro a un lado y sonrió.

—Eso no significa que viva para volar cosas en pedazos.

—¿Entonces qué hacen Itachi-san?

La miró pensativo, no estaba preparado para esa clase de cuestionamientos, en su instrucción ANBU no lo habían entrenado para una situación similar. Tampoco recordaba alguna regla en el código Shinobi, no, nada en absoluto. ¿Qué se suponía que tenía que responder?

No tenía idea de lo que respondería. Sakura apoyó sus manitas sobre sus piernas y lo miró atenta, con los ojos abiertos totalmente ensimismados a lo que sea que fuese a decir. Itachi inclinó sus brazos en el pasto como soporte dándose tiempo de pensar.

—Protegen. si explotan cosas es para proteger a las personas que consideran importantes, no conocen otra forma de hacerlo. De tener otra manera no serían ninjas. Su trabajo es proteger.

—Ah… —fue lo único que escapó de su boca, para mirarlo con curiosidad—. ¿Los ninjas asesinan?

—Si…—dijo removiéndose con incomodidad, aquello no lo hacía sentir orgulloso—. Los ninjas asesinan.

—¿También para proteger a sus seres queridos?

—Algunas veces es necesario hacer sacrificios.

Sakura guardó silencio, tomó su caja de dangos incrustándose uno en la boca, bebió un sorbo de té y la sonrisa del inicio volvió a aparecer.

—Eso ya lo sabía, pero encontraré una manera de proteger a mis seres queridos sin hacer esa clase de sacrificios.

Miró hacia arriba, el árbol de cerezo dejaba caer los pétalos de sus flores. Tomó uno entre sus manos y lo extendió hacía él.

—El cerezo siempre se sobrepone a pesar de las tempestades, quiero ser como él —murmuró con una madurez y seguridad extraña en niños de su edad, ¿quién era realmente esa pequeña de cabello rosa?

—¡Ah! Soy una maleducada —soltó un pequeño grito—. ¿Por qué no me has dicho nada, Ita-chan?

«¿Ita-chan? ¿Era enserio? "¿CHAN?

—No te he dicho mi nombre, y no me has recordado mencionártelo —dijo haciendo un puchero.

Era cierto, pero ¡vaya cambió de actitud!

—¿Cómo te llamas? —preguntó.

—Sakura —respondió con una amplia sonrisa.

—Que preciso, Sakura —susurró bajo aquél cerezo en flor.

Ambos guardaron silencio. Ella tenía razón, la pradera era hermosa, recién se había dado cuenta. Los árboles de los alrededores eran opacados por el enorme árbol de cerezo que tenían detrás de sí, los pétalos de sus flores se espacian con ayuda de la brisa primaveral.

Permanecieron en silencio, esperaron por insistencia de ella la llegada del atardecer.

Segundos de terminarse los dangos sus ojos comenzaron a parpadear hasta quedarse dormida sobre su regazo, la calidez del té la había relajado. Su pequeño cuerpo se acomodaba entre sus brazos, apartó con una mano los mechones de cabellos despejando su rostro, sus mejillas estaban sonrojadas.

Con el sonido de los grillos se levantó, la abrazó partiendo de aquél lugar.

«Sakura… que preciso. »