Bueno, he sentido la inspiración llegar a mí y he decidido escribir una pequeña historia que nació en mi cabeza de mis queridas #Barcedes (Bárbara y Mercedes de la serie nocturna de Mega "Perdona Nuestros Pecados") será corta, quizás no más de 3 capítulos.
La historia se sitúa exactamente a partir del capítulo 201, luego de la discusión entre Mercedes y Bárbara al enterarse de que Sofía las había visto en la oficina. De ahí en adelante, la historia, la línea de tiempo y los acontecimientos corren por mi cuenta y no tienen nada que ver con lo que suceda en la serie.
Disclaimers
Los personajes de esta historia no me pertenecen y no pretendo lucrar con ellos, esta historia tiene como único fin entretener a los fans.
Advertencia: esta historia tiene contenido para mayores de edad explícito.
Título: Renacer entre las llamas
Capítulo 1: Ya no aguanto más
Aquella tarde fue un mar de lágrimas para Mercedes, todavía no podía imaginar las consecuencias de que su secreto saliera a la luz, pero lo que más la atormentaba era la forma en que había tratado a Bárbara ¿En qué estaba pensando cuando le dijo que no era como ella? Se preguntaba una y otra vez. En su cabeza deambulada el por qué se lo había dicho, pensó que simplemente había nacido como una negación de sus sentimientos hacia ella, por miedo a ser señalada como una mujer loca y desviada, conllevando a ser cuestionada con su labor como profesora, y ahora aún más con su trabajo de directora.
Así trataba de convencerse, pero volvía a pensar en Bárbara, esto era responsabilidad de ambas, ella era igual que su amiga, no tenía como negarlo, el llanto y la angustia aumentaba al pensar como la había herido, ahora mismo le hubiese gustado ir donde ella y pedirle perdón. Sin embargo, ahora tenía que solucionar el problema con Sofía, no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer, de eso estaba segura, su conducta intachable, su profesionalismo, no se iba a ver perjudicada por una niña malcriada.
Se quedó dormida ante el cansancio, sin embargo cuando llegó la noche nada hacía presagiar la inesperada visita que recibiría.
—¿Mechita?
Mercedes se despertó al sentir que la puerta de su habitación se habría con total confianza, se sentó en su cama limpiándose los ojos de las lágrimas que ya se habían secado.
—María Elsa, qué haces aquí tan tarde –dijo confundida, medio adormilada.
—En realidad no es tan tarde –se sentó a su lado y la tomó por las mejillas- Amiga, tus ojitos los tienes hinchados, estuviste llorando –Mercedes volvió a llenar sus ojos de lágrimas, sin poder aguantar más se abrazó a su amiga ahogando su llanto- Tranquila Mechita –le acarició el cabello y la meció en su regazo- Bárbara fue a hablar conmigo y me lo contó todo, no te angusties.
Mercedes se separó de golpe, un escalofrío le recorrió la espalda al ver la cara de empatía de su amiga, acaso ¿Bárbara habría sido capaz de revelar su secreto? Pensó.
—¿Cómo? –dijo entre suspiros, limpiándose los ojos, calmándose para reaccionar de la mejor manera.
—Sí, no puedo creer que mi hermana haya llegado a tal punto de chantajearte para pasar de curso, estoy muy avergonzada, mi mamá quiso que viniera a pedirte disculpas hoy mismo.
—¿También sabe tu mamá? –Ahora sentía que en cualquier momento se desmayaría.
—Pero obvio, fuimos a la casa a encarar a Sofía, con mi mamá presente. Bárbara le explicó que estaban ensayando uno de los actos de Romeo y Julieta y que Sofía las había visto, sacando de contexto todo –se comenzó a reír- hubieras visto la cara de mi mamá, casi se le cae el pelo con la ocurrencia de mi hermana –se levantó de la cama- Así que Sofía está castigada, va a tener que repetir el examen en marzo y no se va a poder ir a Santiago conmigo. Nosotras mismas vamos a ir a hablar con el padre Reynaldo por si a mi hermana se le sigue metiendo en la cabeza de ir a contarle de su supuesto amor.
Mercedes se llevó las manos al pecho de alivio pero pronto la angustia se volvió a apoderar de ella. Bárbara había encontrado la solución más lógica y simple al problema, en cambio ella, había optado por perder la cabeza y echarle toda la culpa. Pensó que con lo que le decía María Elsa su corazón se tranquilizaría, sin embargo ahora latía aún más fuerte, y el nudo en la garganta parecía que la iba a ahogar en cualquier minuto.
—No es necesario que vayan a hablar con el padre –dijo hiperventilada.
María Elsa la miró confusa al sentir la respiración acelerada de su amiga.
—Mechita, en serio, ya cálmate.
—Es que no puedo –se frotaba el pecho, aguantando las lágrimas- yo ya no puedo seguir con esta mentira, porque si sigo manteniendo la verdad oculta siento que me voy a morir, he sido tan egoísta. –ahora comenzó a llorar.
—A ver –se volvió a acercar a la cama- ¿Cómo?
—Que Sofía no mintió –dijo entre sollozos- lo que vio la Sofía es verdad.
La rubia se tapó la boca con ambas manos incrédula.
—Espera… o sea que tú y Bárbara… ¿Qué?
—Lo que escuchaste. Sofía no miente, Bárbara y yo…. Yo… -No sabía cómo explicarlo sin sentir vergüenza.
María Elsa se volteó impávida tratando de procesar esa información que le había llegado tan de golpe, aunque si se lo pensaba bien, el comportamiento de ambas ahora se le hacía mucho más elocuente.
Buscó rápidamente en la mesita de la habitación algo para beber, tomó la botella de enguindado y sirvió un par de copas para volver rápidamente a sentarse en la cama junto a Mercedes.
—Tómatelo todo –le ordeno mientras ella hacía lo mismo- Respira profundo, exhala –la dejó calmarse para proseguir- Entonces… Tú y Bárbara son muy amigas ¿verdad? –Mercedes asintió- y se quieren mucho –volvió a asentir- pero… ¡Ay Mechita!, ustedes ¿Son amantes? –preguntó casi con un susurro.
—Sí –le contestó
María Elsa volvió a levantarse, esta vez para ir a buscar la botella de enguindado completa para volver a la cama. Volvió a llenarle la copa y la instó a tomárselo todo nuevamente.
—A ver Mechita, no sé qué decirte, yo jamás imaginé que dos mujeres podían tener ese tipo de sentimientos entre ellas, es raro, jamás había escuchado algo parecido.
—¿Te parezco una depravada?
La rubia lanzó una carcajada que pronto tuvo que callar con sus manos para no advertir a ningún curioso en la hostería.
—¿Pero quien te crees que soy yo para juzgarte? Acuérdate que yo fui la amante del cura. Yo sí que me gané el infierno –por tercera vez rellenaba las copas- Ahora cuéntame… ustedes… ya se besaron, supongo ¿no? –Mercedes asintió bajando su cabeza- Que no te de vergüenza Mechita –la tomó por el mentón y la hizo mirarla- estamos las dos solas, yo no creo que seas rara ni nada, solo que es curioso, quiero saber…
—No hay mucho más que contar, no fue algo planeado, simplemente ocurrió.
—¿Ya se acostaron?
Mercedes abrió los ojos sorprendida y negó con la cabeza rápidamente.
—¡No! –los colores se le subieron a las mejillas- María Elsa, tú sabes que ni siquiera yo había besado antes, a nadie, a ningún chiquillo, menos voy a saber cómo hacerlo- El solo imaginar el acto amoroso con Bárbara le provocaba un cosquilleo inexplicable en el bajo vientre, sensación que solo había sentido en ocasiones cuando la besaba.
—Lo sé, Mechita –se sonrió con ternura- pero tarde o temprano va a pasar ¿No lo habías pensado?
Mercedes bebió un trago largo de licor.
—En estos momentos no es lo que me preocupa. Amiga, traté muy mal a Bárbara con todo esto, y además saber que fue capaz de inventar lo de que estábamos ensayando para una obra de teatro me hace pensar que estaba muy equivocada. No tengo cara para volver a hablarle.
—Mira amiga, yo creo que después de esto, de que la Sofía las encontró en la oficina, lo mejor que pueden hacer es separarse por un tiempo.
—Yo siempre me digo lo mismo, pero es que no aguanto ni un día sin verla, y lo que es peor, siempre soy yo la que rompe su palabra.
—Sabes que tarde o temprano alguien más se va a enterar ¿No?, te lo digo yo por experiencia propia –Mercedes volvió a angustiarse- Mira, tienes mucho que perder, pero es decisión tuya, no puedes estar todo el tiempo con un tira y afloja, o es sí o es no, pero tampoco es justo para Bárbara, ella también debe estar sufriendo.
—Lo sé, ya le dejé en claro que lo más importante para mí es mi carrera de docente, y estoy tan arrepentida –abrazó a su amiga- Me he comportado como una imbécil, no pienso lo que digo. Le he hecho tanto daño.
—Mechita… ¿Tú la amas?
Mercedes apoyó su frente en la de su amiga y asintió mientras tragaba con dificultad. De pronto la puerta se abrió.
—¿Ensayando una obra de teatro ahora con María Elsa? –dijo Ernesto al ver a su hija tan acongojada.
—Tío Ernesto –se levantó María Elsa- perdone que venga de noche.
—No te preocupes –miró a Mercedes y se sentó a su lado- Hija, no te preocupes más, ya basta de llorar, la Estela me contó todo lo que la Sofía hizo y me pidió disculpas. No te atormentes más, menos por esas tonteras locas que inventa una chiquilla –Miró a María Elsa- y disculpa que te lo diga, pero de los Quiroga, tú eres la única que se salva.
"Tonteras" ella sabía que no era algo superficial ni nada inventado de un cuento mal hecho, lo que sentía por Bárbara era algo que tenía guardado como un dragón resguarda un tesoro. Mercedes suspiró y dejó caer los hombros, esta mentira le estaba doliendo aún más de lo que pensaba, se sentía falsa, deshonesta. Culpable. Y lo que es peor, sabía que tarde o temprano la mentira crecería aún más, y no iba a poder manejarla.
A pesar de que Mercedes había hecho caso a María Elsa de dejar que las cosas se calmaran no pudo evitar buscar a Bárbara en cualquier situación que pareciera casual, todavía no tenía la valentía suficiente de ir a buscarla a su casa para disculparse. Al pasar los días, paseaba por la plaza principal buscando algún rastro de ella, entraba a la iglesia a rezar con la esperanza que apareciera tal como lo hizo aquella Navidad después de la misa del gallo, o incluso, compraba asientos dobles en el cine por si la veía llegar e invitarla a sentarse a su lado como excusa para hablar con ella de forma escueta y discreta.
El año nuevo pasó sin pena ni gloria, luego del conteo final y de dar los respectivos abrazos en la hostería tomó una copa y se fue afuera a pensar en todo lo que había imaginado de ese día. Mercedes hubiera querido invitar a Bárbara a celebrar con ellos, no le importaba que Nicanor hubiera estado ahí, seguramente con el caso de Quiroga no hubiera pasado mucho tiempo celebrando, habrían tenido tiempo a solas, probablemente habrían seguido bebiendo en su habitación, habrían tenido tiempo a solas demasiado preciado mientras los demás seguían bebiendo sin ponerles mucha atención. Pero nada de eso pudo ser real, todo por su comportamiento impulsivo, se repetía una y otra vez lo tonta que había sido.
Una mañana, ya con la esperanza perdida de encontrarla, Mercedes se fue a la escuela para terminar unos papeles en su oficina, y justo cuando iba entrando se encontró de frente con Bárbara, al punto se casi perder el equilibrio y caer al suelo, si no fuera porque Bárbara alcanzaba a tomarla por la cintura, el accidente habría sido inminente.
Se quedaron ahí unos segundos, mirándose a los ojos, sin saber que decir la una con la otra. Mercedes hubiera querido abrazarla al ver su rostro triste, decirle tantas cosas, pero pronto la soltó para poder seguir su camino, sin darle ninguna chance.
—¿Me permite pasar señorita directora?
La frialdad de Bárbara ni siquiera le permitió objetarla, simplemente dio un paso al costado dejándola pasar, pero al ver que se alejaba a paso rápido reaccionó y salió tras ella hasta llegar a su lado.
—Bárbara, yo quería agradecerte el gesto que tuviste al ir a la casa de los Quiroga.
—No se preocupe, era lo mínimo que podía hacer después de tantos problemas que le he causado –Bárbara parecía apurar aún más su paso- No deberíamos seguir hablando de eso aquí en la calle, se le olvida que usted misma me dijo que no tocáramos más este tema en ningún lado.
Mercedes la tomó por el brazo de forma gentil pero no menos solicitante.
—No me trates así Bárbara, sé que me comporté como una imbécil, por favor perdóname. Además, ahora que se solucionó lo de Sofía…
—¿Ahora que se solucionó quiere que volvamos a ser amigas? ¿Ahora que su reputación no corre peligro? –le preguntó plantándose con autoridad.
Bárbara quería ser firme aunque por dentro se derretía por abrazarla y decirle que no importaba, pero luego volvía a recordar las palabras de Mercedes "Tenemos tanto que perder" Por el bien de Mercedes, por lo mucho que la quería, ella debía mantener las distancias, su amiga, su querida amiga tenía razón, ¿Quién se creía ella para poner en juego el esfuerzo de Mercedes? Se preguntaba.
Siguió caminando después de dejarla destrozada con esas preguntas, sin embargo Mercedes no se dio por vencida y siguió tras ella.
—¿Qué pretendes Bárbara? ¿Qué quieres que haga?
—Hacer, nada. ¿Qué pretendo? Por ahora llegar con el desayuno a mi casa y atender a mi esposo. Porque sí, tampoco se me olvida que me recordaste que tengo uno.
Mercedes detuvo su paso, lo último que le dijo fue como un disparo al corazón. Entendía muy bien que ella no se merecía su perdón después de la cantidad de barbaridades que le había dicho. Sostuvo su suéter en las manos, bajó su cabeza y comenzó a sollozar en silencio.
Un par de pasos más adelante Bárbara hacía lo mismo, al escuchar que los zapatos de Mercedes ya no la seguían miró hacia atrás y se encontró con la imagen más desgarradora que podía ver de su amiga. Había algo que no podía soportar, era ver llorar a Mercedes.
Una lágrima también cayó por su mejilla, no podía dejarla así en medio de la calle sin una respuesta que no fuera irónica. Se acercó y miró a su alrededor para cerciorarse de que no había gente, era muy temprano así que supuso que nadie las miraría de forma extraña ni levantarían sospechas. La tomó por el mentón y la obligó a mirarla.
—Mercedes, yo te perdono –se limpió sus propias lágrimas- pero por tu bien, no podemos seguir con esto –le dijo seriamente- yo te hago daño. Tenemos que dejar de vernos, al menos hasta marzo, y cuando eso pase, vamos a seguir trabajando juntas, sin rencores, pero seguiremos siendo eso, profesoras, colegas. No más salidas al cine, no más enguindados, no más quedadas en la hostería, y lo más importante, nunca más acercarnos en tu oficina. Por tu bien, porque no quiero que nadie jamás dude de la integridad de tu profesión.
Mercedes no podía esconder su tristeza, pero si se lo pensaba bien, era lo más sensato que podían hacer, era lo mejor para las dos. Sin pensárselo, la abrazó sin importar la reacción de su amiga, para su sorpresa, Bárbara le correspondió.
—Te quiero tanto –le dijo Mercedes.
—Yo también te quiero, no te imaginas cuanto –enterró su rostro en el cabello de su amiga, inspirando profundo como si con ello guardara su perfume para todo este tiempo en que no se verían, en el que no se iban a poder abrazar de esa forma.
Los días pasaron con lentitud para ambas, para Bárbara no era tan difícil esconder su tristeza, más bien no la escondía, con Nicanor preocupado del caso de Quiroga tratando de que no saliera libre de la cárcel no tenía mucha compañía, así que simplemente si le daban las ganas de llorar lo hacía sin miedo a ser descubierta. Al contrario de Mercedes, la cual salía poco y nada de su habitación, y cuando lo hacía, ponía su mejor cara para no levantar sospechas, con la única que se permitía llorar y hablar de todo lo que pasó ese día con Bárbara en la calle era con María Elsa.
Don Ernesto seguía con la idea que debía conseguir un novio luego, más ahora que tenía tanto tiempo libre durante el verano, cada vez se hacía más molesto, más doloroso, porque cada vez que le daba ese sermón ella pensaba en Bárbara.
Para su suerte, una tarde recibió una visita inesperada del extranjero, un antiguo amigo de infancia, Juvenal, había llegado desde los Estados Unidos a visitarla, llevando regalos que no habían podido llegar a tiempo para Navidad. Mercedes no dudó en salir a varias citas con él, después de todo habían sido tan amigos que a ninguno de los dos se le pasaría por la mente llegar a algo más, y la visita sería corta, luego él tendría que volver a su país de residencia. Sin embargo Mercedes aprovechó de hacer creer lo contrario, así por lo menos lograba que su padre se calmara. Don Ernesto había estado tan emocionado viendo a su hija salir con un muchacho que no tardó en hacer correr la noticia, la cual, obviamente no tardaría llegar a los oídos de Bárbara.
Aquella noticia hizo que Bárbara saliera de su encierro, sin pretender nada, no iba a dar su brazo a torcer, había prometido no acercársele pero quería ver con sus propios ojos lo que había escuchado, aunque fuera desde lejos.
Salió una tarde tranquila, con la excusa de que quería ver la cartelera del cine para comprar entradas o simplemente respirar aire fresco, no tardó en encontrarse con ella, tomada del brazo del joven galán, muy sonriente mientras charlaban animadamente. Su cuerpo se quedó frío, sus piernas no respondieron y su rostro no pudo esconder la mezcla entre rabia y tristeza. Se quedó parada, al menos lo suficientemente visible para que Mercedes la viera.
Mercedes no tardó en divisarla, nunca podría dejar de reconocer tan hermosa figura, ni aunque hubiera un mar de gente a su alrededor, Bárbara era una luz andante para ella, pero al verla así, mirándola con esa cara interrogante, tuvo que detener su caminata con su acompañante, al menos para mirarla y que tan solo con eso poder transmitirle que nada de lo que veía era lo que parecía.
—¿Te pasa algo Mechita? Te quedaste como si hubieras visto un fantasma –dijo su amigo.
¿Qué se supone que iba a hacer? Correr tras ella era descabellado, hacer un espectáculo en medio del pueblo no era lo más discreto. Lamentablemente iba a tener que quedarse de brazos cruzados, viendo cómo se le rompía el corazón al amor de su vida.
—No pasa nada –sonrió a la fuerza- es que de pronto me sentí mareada –dijo simulando- Es mejor que volvamos a la hostería, me siento un poco indispuesta.
El joven entendió de inmediato así que volvieron sin mayores preámbulos ni preguntas al respecto de su extraño comportamiento.
Al cabo de unos días la visita de aquel amigo de infancia había llegado a su fin, por lo que su padre no dudó en ofrecerle un viaje a Estados Unidos para que pasara un tiempo allá. Pero Mercedes estaba bien decidida, le dejó en claro que su única prioridad ahora era el colegio y puesto de directora que tanto esfuerzo le había costado.
La hostería de los Möller estaba alborotada con la nueva noticia, mientras mantenían la radio a volumen alto todos escuchaban cómo era que Armando Quiroga salía de la cárcel después que Ángela Bulnes se declarara culpable de ambos homicidios. La preocupación era evidente, y aunque Quiroga tendría que seguir arrestado en su domicilio mientras duraba el juicio sabían que por mucho tiempo la calma en Villa Ruiseñor se iba a ver afectada con su presencia, ninguno lo creía inocente.
Mercedes era la más inquieta de todos, sabía que pronto Quiroga iba a querer cobrar venganza contra los que lo habían metido a la cárcel, obviamente iba a ir tras Nicanor, quién sabe, hasta podría hacerle daño a su querida Bárbara para vengarse del comisario. Tan solo pensar en eso le hacía perder los colores del rostro.
María Elsa no tardó en llegar a la hostería después de escuchar la radio, sus miedos no eran muy distintos a los de Mercedes.
—¿Ya escuchaste la radio? –preguntó la rubia preocupada mientras la tomaba de los hombros.
—Vamos a mi habitación.
Subieron casi corriendo, cerraron la puerta cerciorándose que nadie estuviera en el pasillo para escucharlas.
—Mechita, me temo lo peor, mi papá va salir de la cárcel y estoy seguro que apenas pueda va a cobrar venganza –se paseaba de un lugar a otro- Amiga, estoy segura que va a ir tras Nicanor, Bárbara corre peligro en esa casa, tienes que hacer algo.
—Lo sé María Elsa, lo sé –dijo angustiada- al menos va a tener que estar en su casa, no creo que le saquen la vista de encima los policías ¿Verdad?
—Yo no me confiaría, de alguna forma mi papá siempre se sale con las suyas, si no es él, va a mandar alguno de sus secuaces. Mechita, no tenemos tiempo, tienes que ir a advertirle a Bárbara.
—¿Qué quieres que haga? Bárbara no me quiere hablar más, y además después de lo que vio, menos va a querer recibirme.
—No me digas que te vio con Juvenal –dijo rodando los ojos.
—Sí, estoy segura que está destrozada.
—Bueno, aprovechas también de explicarle eso. Pero tienes que sacar a Bárbara de ahí lo antes posible, no sé, tráetela a la hostería con Nicanor, tienes que convencerla.
Mercedes salió de la hostería decidida, María Elsa también pero esta vez a la iglesia para advertir ahora al padre Reynaldo, que por supuesto también correría la misma suerte que Nicanor. Los últimos rayos de sol caían sobre el pueblo, no le importaba si la noche la iba alcanzar, el solo pensar en que Bárbara fuera dañada por ese mal nacido la hacía sentir nausea.
Se armó de valor y se paró frente a la casa de Bárbara, su pecho dolía por los pensamientos angustiantes, pero más aún por su corazón que no paraba de latir de forma desenfrenada. Avanzó unos pasos y llamó a la puerta tres veces, al cabo de unos segundos la puerta se abrió.
—¿Mercedes? –dijo Bárbara con asombro.
CONTINUARÁ
Se me hizo un poquito largo pero también se me hizo maravilloso el poder dejarles con la interrogante de lo que va a pasar en la casa de Bárbara jejejeje sí lo sé, soy malvada. Como les dije, esto va a ser corto, pero bien intenso, sobre todo al final… ja!
Ahora les voy a pedir un favor, un poco más abajo, pueden dejar sus comentarios haciendo "review", si no es mucha la molestia, y si tienen un poco de tiempo, me gustaría que me dejaran sus impresiones, aunque sea corto, en el idioma que quieran, quiero saber si les gustó como pinta esto, y si no les gustó, pues también quiero saberlo, así lo arreglo en los próximos capítulos.
Gracias por leer, un abrazo!
