¡Hola a todos! Lo que son las cosas: a estas alturas de la vida, en 2017, y yo escribiendo un fic de Free. Un fic que no estaba planeado y que tampoco iba a ser tan largo inicialmente, pero así salió. En fin, ya que han decidido hacernos felices con las tres películas nuevas, qué mejor momento para mi primera aportación a este fandom. Lo cierto es que esta no es de mis parejas principales, aunque me gusta mucho. A Momo y Nitori los quiero como si fueran mis hijos y he disfrutado un montón escribiendo esta historia. Sí, es un momotori, aunque habrá otras parejas de por medio.

Sobre la dinámica del fic, tan solo decir que se trata de diferentes escenas no necesariamente una seguida de la anterior. De hecho entre algunas pasa bastante tiempo por lo que, en sucesivos capítulos, entraremos ya en el terreno del canon divergence/what if/AU universitario si se quiere. He intentado que todos los capítulos tengan más o menos la misma duración y que no queden excesivamente largos. Aparte de esto poco más que añadir, aquí tenéis el primer capítulo y espero que os guste.

Disclaimer: Free! y todos sus personajes pertenecen a Kyoto Animation. Esta historia fue escrita sin ánimo de lucro y con el único propósito de entretener.


La noche prometía ser tranquila: había entendido todo lo que se explicó en las clases del día, sus tiempos en los entrenamientos no fueron malos, el calor del incipiente verano aún no resultaba sofocante e incluso tuvieron gelatina de postre en el menú de la cena. Sí, definitivamente era una noche perfecta para la sesión de estudio con la que pensaba culminar la jornada. Aiichiro se sentó en su escritorio, en el que enormes montones de apuntes se tambaleaban, amenazando con derrumbarse. Solo él encontraba el orden dentro de ese desorden. Enseguida dio con lo que buscaba y se dispuso a repasar, lleno de motivación. Esta vez no dejaría que se le echara el tiempo encima como siempre le pasaba.

No había leído ni tres líneas cuando su burbuja de concentración se rompió de la forma más brusca posible. Claro, como no. Debió imaginarlo. Estaba claro que, en cuanto su compañero de cuarto apareciera, esa calma no duraría ni un minuto. Simplemente, "tranquilidad" y "Momotaro Mikoshiba" eran dos conceptos opuestos por naturaleza. En efecto, el pelirrojo entró como un torbellino en el cuarto, que por poco no tiró al suelo las pilas de papeles del pobre Aiichiro, quien vio peligrar muy seriamente su integridad física. Cosa que era bastante habitual cuando estaba con él, por otra parte. Sin ser consciente de ello, Momotaro se tiró en plancha sobre la cama de Aiichiro, mientras éste dejaba escapar un largo suspiro. Adiós a sus planes de estudio. Su buena intención de llevar todo al día se había desvanecido en la brisa de verano que se colaba por la ventana entreabierta.

Tan deprisa como había aparecido, Momotaro rodó sobre sí mismo en el colchón para quedar tumbado boca abajo, con las rodillas flexionadas y la barbilla apoyada en las palmas de las manos. Aiichiro se volteó a medias en la silla, sabiendo que no le quedaba otro remedio que prestarle atención.

- ¡Ai-senpai, Ai-senpai, Ai-senpai!

El mencionado puso gesto de resignación. ¿Cómo era que no se le había borrado el nombre, de tanto como el otro lo repetía a lo largo del día? Ya dio por imposible la tarea de repetir una y otra vez "es Nitori-senpai". Volvió a suspirar. Su propio kouhai no le respetaba ni lo más mínimo… Con lo buen kouhai que había sido él en su primer año. Vale, igual se le escapaba algún "Matsuoka-senpai" de más pero ¡su caso era totalmente distinto!

Al verse ignorado, Momotaro subió un poquito el tono de voz, repitiendo de forma incansable el nombre de su compañero:

- ¡Ai-senpai, Ai-senpai! ¡Traigo una noticia espectacular! ¡Un auténtico bombazo!

Aiichiro ya se esperaba cualquier cosa. Con el menor de los Mikoshiba todo era impredecible. Seguro que era una tontería, como que había visto un nuevo (y probablemente asqueroso) bicho en el jardín o que había sustraído sin permiso una gelatina del postre o que se le había ocurrido un fantástico y brillante (y absolutamente descabellado) plan para conquistar a Gou-san. Y más o menos de conquistas iba la cosa, como descubrió cuando Momotaro soltó sin preámbulo alguno:

- ¡No vas a creer de lo que me he enterado! Tachibana-san, del Iwatobi, sale con Yamazaki-senpai! ¡Nuestro Yamazaki-senpai! ¿A que es increíble?

- ¡Chstt! ¿Quieres que se entere todo el colegio? – su primer impulso fue chistarle, como el chico responsable que era. Las intimidades de otros no estaban para chillarlas alegremente.

Para ser honesto, Aiichiro ya lo sabía. O al menos lo sospechaba, a falta de una confirmación (y desde luego no era tan cotilla como para ir y preguntar directamente a ninguno de los implicados). La ventaja de ser el kouhai número uno de Rin era que, por defecto, gracias a su discreta personalidad, se acababa enterando de todo. Aunque podía comprender el impacto de Momotaro. El frío y reservado Sousuke Yamazaki, con el amable y cálido Makoto Tachibana. Debían ser el ejemplo perfecto a aquella regla de "los polos opuestos se atraen". Más que eso, si a Aiichiro le sorprendía algo era el hecho que de Sousuke-senpai fuera capaz de acercarse y abrirse tanto a alguien hasta el punto de comprometerse en una relación. Era alguien tan inaccesible que pensaba que no estaba interesado en esas cosas. Al parecer se equivocaba y eso era algo bueno. Estaba contento por ellos.

- ¡Ups! – Momotaro se tapó la boca con las manos momentáneamente, solo para retirarlas segundos después – Pero es que ¡no me lo esperaba para nada!

- No es para tanto – opinó Aiichiro – Si se gustan deberían estar juntos, es lo más normal.

- Vaya, senpai. No sabía que fueras tan maduro en ese aspecto – lo alabó el pelirrojo.

- No es eso. Pero ¿no piensas lo mismo? Me alegro por ellos y espero que les vaya bien.

- Bueno, claro que sí. Oye, oye, senpai ¿tú has salido alguna vez con alguien?

La pregunta le pilló totalmente desprevenido. Aiichiro pensó que lo más increíble era la facilidad que tenía Momotaro para cambiar de un tema a otro a la velocidad del rayo. No era ningún experto, nada más lejos de la realidad. ¿De verdad iban a tener esa conversación? No, ni hablar. Era demasiado tímido. Y se estaba haciendo tarde y en cuatro días tenía un examen de biología y en cinco uno de inglés y esa era la asignatura que peor se le daba pero le daba vergüenza pedir ayuda a Rin y tenía tanto que estudiar y...

- ¡Ai-senpai! ¡No me dejes así! – se quejaba Momotaro, con la cara contraída en una mueca que, de ser otra la situación, Aiichiro encontraría cómica. Sabía bien que no se callaría hasta que se diera por satisfecho con su respuesta - ¡Ai-senpaaaaai!

- No, Momo-kun. ¿Contento? – pronunció con resignación – N-No he salido con nadie – se estaba sonrojando, lo sabía. Siempre le pasaba cuando hablaba de algo vergonzoso.

- ¿Por qué no? ¿Es que no has encontrado a nadie que te guste? ¿O te han rechazado?

No, la curiosidad de Momotaro Mikoshiba no conocía límites. Y era el pobre Aiichiro quien tenía que sufrirla mañana, tarde y noche, veinticuatro horas al día, siete días a la semana, trescientos sesenta y cinco días al año. Le encantaba Momo, de verdad que sí, era un buen chaval aunque le agotara la paciencia y casi las ganas de vivir en ocasiones. ¿De dónde sacaría tanta energía y vitalidad? No dejaba de asombrarse. Pero no eran pocas las ocasiones en las que, pese a todo, deseaba que le hubiera tocado un kouhai más fácil de tratar. ¿Qué debía responder? Supuso que la verdad, por lamentable que fuera.

- No me han rechazado. Yo… en realidad, no estoy seguro.

No era ninguna mentira. En sus dieciséis años de vida se había cruzado con un par de personas que le llamaron la atención y con otro par que podría decir que eran atractivas pero de ahí a gustarle realmente alguien… no sabía si había llegado a eso. Su problema era que no tenía ni idea de cómo era enamorarse. ¿Cómo se sentía? ¿Cómo lo sabía uno? No había manuales o pistas que lo explicaran. Él en particular siempre fue tímido, de pequeño le daba corte hablar con las niñas de la escuela porque pensaba que se reirían de él. Solo con mucho esfuerzo consiguió acercarse a los niños de su clase, aunque acabó perdiendo el contacto con la mayoría al terminar la primaria. Y así fue creciendo, sin tener muy claro cómo era esa sensación de la que todo el mundo hablaba.

Se había perdido en sus propias cavilaciones cuando, lejos de terminar el interrogatorio, la siguiente pregunta de Momotaro casi le hizo caerse de la silla.

- Entonces, Ai-senpai… ¿no te gusta Matsuoka-senpai? – el pelirrojo se había incorporado en la cama ahora, sentado con las piernas cruzadas, y lo miraba con una cara mucho más seria.

No era la primera vez que le preguntaban eso. Ni la segunda. Y seguramente no sería la última. Durante todo el primer curso tuvo que soportar los cuchicheos y los murmullos a sus espaldas: que si estaba todo el tiempo encima de Matsuoka porque le había dado muy fuerte, que si confundía la admiración con otra cosa, que si le atraía esa actitud de "chico malo"… la lista seguía y seguía. Sabía que esos rumores no eran malintencionados (o eso quería creer) y que era fácil malinterpretar su comportamiento. Pero Aiichiro estaba seguro de sus sentimientos y con eso le bastaba, por lo que nunca se preocupó por desmentir nada.

Era cierto que Rin le llamó la atención desde el primer momento, aunque nunca de forma romántica. En primer lugar ¿por qué alguien con tanto talento se negaba a ingresar al club de natación, o a ningún otro, siendo aquella una escuela deportiva? Después, cuando por no se sabía qué milagro, al fin decidió unirse, las dudas del menor no hicieron más que aumentar. ¿Por qué nadaba con esa furia, con esa agresividad? ¿Qué esperaba conseguir? ¿Cuál era el motivo de su mal humor crónico? ¿Por qué siempre estaba solo? Aiichiro no creía que fuera la persona más indicada para resolver los problemas de nadie pero tampoco podía ver a alguien tan atormentado y quedarse sin hacer nada. Aun cuando se suponía que ese era el trabajo de un senpai y él solo era un mocoso de primer año. Sí, tenía a Rin Matsuoka en un altar y si podía hacer algo por él, aunque solo fuera soportar sus rabietas y dejar que descargara en él toda su frustración, ahí estaría.

No fue fácil, para nada. Le costó mucho esfuerzo y muchas ganas de llorar, a veces. Pero se negaba a darse por vencido, a ver así a quien tanto admiraba. Al final, después de un año largo, Rin volvía a sonreír. Quiso pensar que sus palabras de aliento le llegaron un poquito al menos. Y se sintió más feliz que nunca. Sin embargo, eso no tenía nada que ver con el amor. Por otra parte, él era una persona muy transparente: si le gustara Rin, el susodicho sería el primero en notarlo. No solo eso, sino que además era alguien muy sincero, no podía callarse esas cosas. De ser verdad, no hubiera perdido el tiempo en ir y confesarse con algo del estilo "Rin-senpai ¡Me gustas! Sé que no correspondes mis sentimientos pero necesitaba que lo supieras." Evidentemente eso nunca sucedería, porque él no estaba enamorado de Rin. Y así de claro procedió a explicárselo a su compañero de habitación:

- No, no me gusta. Es solo alguien a quien admiro mucho, a quien sigo y a quien deseo alcanzar algún día – ah, ya estaba de nuevo hablando con esa adoración, simplemente no podía evitarlo. Entendía por qué todos se llegaban a confundir al respecto – No siento nada más allá de eso – aseguró.

No sabría decir si Momotaro quedó satisfecho con la respuesta o no. Parecía pensativo e inusualmente callado. ¿No tenía otras cien preguntas preparadas después de esa? Aiichiro incluso se inclinó un poco hacia delante en su silla, intrigado. No era normal tanto silencio de repente.

- ¿Momo-kun?

- ¡Está bien, senpai! – contestó finalmente, dibujando una amplia sonrisa, esa que ponía a veces y que parecía ser capaz de despejar un cielo cubierto de nubes – Me lo creo. ¡Tú no dirías otra cosa que no fuera la verdad!

Cuánta confianza en su persona. A Aiichiro le conmovió el detalle. Pese a todo, era un buen kouhai, siempre lo había dicho. Igual por eso no quiso hacerle el feo de dejar ahí la conversación. Y sabía que no debía preguntarlo, lo sabía. Pero antes de que su cerebro pudiera advertirle "Aiichiro, no"… Aiichiro, sí. Era demasiado tarde. Ya tenía la pregunta cosquilleando en la punta de la lengua:

- ¿Y qué hay de ti? ¿Todavía te gusta Gou-san?

- ¡Para nada, eso ya se me pasó! Ella solo tiene ojos para mi hermano. No soy de los que se rinden pero sé reconocer una derrota cuando la veo. ¡No se le pueden poner ataduras al amor! – dijo, en un tono dramático y exageradamente teatral. Aunque razón no le faltaba. No se esperaba una respuesta de ese estilo, le había vuelto a sorprender. Así como tampoco imaginó sus siguientes declaraciones – Además, me he fijado en otra persona.

- ¡Qué misterioso! ¿No vas a decírmelo?

- Ni una palabra, senpai. Mis labios están sellados.

Aiichiro jugueteaba con los dedos sobre sus rodillas sin ser consciente; ahora era a él a quien se le comía una curiosidad impropia de sí mismo. ¿Quién sería aquella persona que había llamado la atención de Momotaro y por qué se mostraba tan reservado al respecto? Si no tuvo problemas en gritar a los cuatro vientos desde el primer momento que le gustaba Gou, incluso con su hermano delante (y eso requería valor, tenía que admitirlo). Se puso a pensar. ¿Sería alguien de su clase? ¿Del club? ¿Del Iwatobi? Por favor, que no fuera del Iwatobi, solo pedía eso... Se dio cuenta de que estaba cavilando cuando su kouhai chasqueó los dedos frente a su nariz, sobresaltándole.

- ¡Ai-senpai! ¡Estás en las nubes!

- ¿Eh? – el aludido volvió a ruborizarse, pues era demasiado obvio lo que pasaba por su cabeza – Perdón…

- No lo pienses tanto, nunca lo acertarías – dijo Momotaro, cruzando los brazos muy ufano y seguro de sí mismo – De hecho, esa persona… está cerca, pero todavía no me ha visto – finalizó, enigmático.

Eso dejó aún más confundido al pobre Aiichiro. ¿Desde cuándo a su compañero le gustaba tanto jugar a las adivinanzas? Creía que era de lo más transparente pero, al parecer, todavía no había aprendido todo lo que había que saber de Momotaro Mikoshiba.

- Está bien, como quieras – lanzó un pesado suspiro, posando la vista un momento en sus abandonados apuntes. Seguro que mañana se arrepentía. Entonces, una duda más se le vino a la cabeza – A propósito ¿cómo te enteraste sobre Sousuke-senpai y Tachibana-san…?

- Ah ¿eso? ¡Es sencillo! Verás, me quedé el último en el comedor, porque… o sea, no es que estuviera esperando para ver si conseguía alguna gelatina extra ¡qué va! El caso es que Matsuoka-senpai hablaba con Nanase-san por teléfono y al parecer éste le estaba contando que Tachibana-san llevaba unos días algo extraño y entonces Matsuoka…

Enseguida, Aiichiro se lamentó de haber preguntado. En qué mundo era buena idea darle cuerda a ese chico, pensó, mientras le contaba la historia con pelos y señales. En todo caso, le había gustado la charla. Hablar con Momo era tan fácil, le salía solo, era casi como si su elocuencia fuera contagiosa. Normalmente era tan reservado que le costaba terriblemente hablar de cosas íntimas y con él lo había hecho, inclusive de un tema que nunca antes expresó en voz alta, sin temor alguno. Se sentía bien y, mientras la perorata continuaba, pensó que eso bien valía una noche menos de estudio.


Tan solo un apunte: no recuerdo del todo la forma que tiene cada uno de referirse a sus superiores/inferiores, por no decir que a algunos ni les llegamos a ver como los llaman por su nombre, así que he utilizado las fórmulas que me parecían más convenientes. Espero que sean adecuadas a cada personaje y no haber patinado en ninguna, si es así por favor hacédmelo saber. Sobre esto comentar también que a lo largo del fic irá cambiando esta forma de referirse a los demás, en base al tiempo transcurrido, las relaciones que se van formando y especialmente el hacerse más adultos. Lo especifico para que sepáis que es intencionado.

Por lo demás, esto es todo. Espero vuestros comentarios, críticas u opiniones, me encantará conocerlos y me ayudan muchísimo a mejorar. Es mi primera vez escribiendo sobre Free, no seáis muy duros conmigo ¡por favor! Nos leemos en el siguiente~