La estreché contra mí provocando una deliciosa sensación y capturé sus labios una vez más. No recordaba haber besado antes de esa manera a alguien que apenas conocía. De la comisura de sus labios, bajé dando mordiscos hasta su clavícula, donde regué besos sin amor. Deslicé mis manos hasta la parte más baja de su espalda, creando una suave tensión. Ella echó la cabeza en una manera de pedirme que continúe; tiró de unos mechones de mi cabello, provocando que gruñera y mordiera como animal hambriento.

Gimió de manera suplicante. No necesitamos articular palabra alguna. Coordinados de alguna manera inexplicable, saltó y se aferró a mi cadera con sus piernas; a penas capté su movimiento, la impulsé por los muslos y terminé por apegarla al muro de aquella habitación. Volví a presionar sus labios desenfrenadamente y pude notar que se removía complacida al sentir mi erección por sobre la tela. Introduje una mano bajo su vestido, acariciando su piel al descubierto. Ella deslizó sus manos hasta mi pecho y empezó a desabotonar la camisa los suficientemente lento para hacerme perder la cordura. Volví a la cacería de su cuello, esta vez chupando cada cierto tiempo como venganza.

Debido a su incesante deseo por hacerme perder la paciencia, bajé la cremallera de la prenda, subí mis manos por su espalda desnuda y empecé a tirar de las mangas. Para cuando ella desabrochó el primer botón del pantalón, ya la conciencia estaba perdida.


Recobré la conciencia, esta vez dos años más tarde y en la cama de la universidad. Sacudí mi cabello con molestia y caminé hacia la ducha de mal humor. Ese había sido, una vez más, un recuerdo. El vivo recuerdo de la mejor experiencia sexual hasta entonces vivida. Jamás supe su nombre, ni tampoco la volví a ver, pero algo de esa noche se impregnó en mí. Al salir, tiré la toalla de mi cabeza hasta el cuerpo dormido al lado.

—Levántate, Boomer. Deja de soñar con comerte a la rubia —Me gruñó en respuesta y se sentó con fastidio, rascándose el cuello.

—Creo que la comida de ayer estaba podrida —Alzó una ceja y sonrió burlón—. ¿Tuviste un sueño húmedo?

Miré hacia abajo y maldije.

—Joder, ahora ni una ducha fría puede bajarme el calentón —Rió y bebió de una botella de agua que encontró.

— ¿De nuevo la chica de hace dos años? Esa mujer absorbió la mitad de tu cordura.

—Créeme que lo sé. Pero es que fue tan…—Gruñí y comencé a cambiarme—. No entiendo qué mierda fue la que me ató a ella.

—Si fuese otra situación podría zafarme diciendo que te enamoraste, ¡pero recién la conocías, hombre! —Suspiré. Al terminar de secar mi cabello, abrí la puerta.

—Iré a comer algo. Y báñate, que apestas.

Recorrí media universidad hasta la cafetería. En la puerta de esta, mi cabeza giró de golpe frente a una sensación extraña. Vi cómo una chica se alejaba a paso lento y expandí los ojos, conmocionado. Sin siquiera pensarlo, tomé su muñeca y la giré bruscamente.

Los mismos ojos, el mismo cabello y la misma mirada. Tiró su batido de menta por el movimiento y me vio confundida.

—Tú eres… la chica del bar, hace dos años —Me inspeccionó por un segundo y luego escuché la voz de la que solo recordaba gemidos.

—Yo te recuerdo —Sonrió—. Lo siento, jamás supe tu nombre. ¿Eres…?

—Butch Him —Volvió a sonreírme y me ofreció la mano, la cual estreché.

—Kaoru Matsubara —Reemplazó su expresión por una de leve preocupación y miró el suelo—. Dios, el conserje me odiará en la primera semana. Ya llevo dos batidos desde que llegué.

Mi cerebro trabajó a velocidad luz y prácticamente ordené:

—Te compraré otro.

A partir de eso, nos encontrábamos de vez en cuando. Me atraía su forma de ser, independientemente de lo que había sucedido. Le encantaban los deportes tanto como a mí y perdía la cabeza en cualquier competencia. Había crecido rodeada de hombres, por lo que no se le dificultaba hablar con ellos. Llegué a conocer a su familia en el verano; su mamá era el motivo de que no hubiese perdido la chispa de cualquier mujer.

Pero al encontrarme con el mismo pelirrojo que me hizo conocer el bar en el que sucedió aquel recuerdo, las cosas se vinieron abajo.

— ¿Nunca supiste? —Suspiró con pesar— Ese día, Kaoru iba con una amiga: Momoko. A medianoche ella se quiso ir, ya que estaba mareada, pero no encontró a Kaoru, tú ya sabes por qué. Al salir una media hora después, dos chicos la capturaron y…—Sacudió la cabeza.

—No tienes que seguir. Creo que ya entendí —Con frustración, fruncí el entrecejo— ¿Y cómo lo su…?

—La asesinaron esa noche, Butch —Tuve que sentarme para digerirlo y llegué a la obvia conclusión.

—Fue mi culpa. Claro —Reí vagamente, poniendo las manos a cada lado de mi cabeza—. Si no hubiese estado con ella, ambas se hubieran ido antes y entonces esa chica no estaría…

Por los siguientes tres días no volví a ver la luz del sol. Me la pasaba de bar en bar, pensando en lo que hubiese sucedido si… Entonces un hombre mayor se sentó a mi lado.

—Esta es definitivamente una presencia sin sentido —El hombre de la bata, que brillaba bastante a mi parecer, me tendió una copa—. Esto es lo que estuve esperando. Si bebes esto, podrás volver a cualquier momento de tu vida. Pero solo una vez, y el resultado depende de lo que vayas a cambiar. Ten cuidado. Una pieza altera todo el rompecabezas.

Con menos agua que etanol en el cerebro, lo bebí de una, pensando en la noche que la conocí. Una ráfaga de viento me recorrió hasta que me sentí de nuevo consciente y de pie. Abrí los ojos y probé lo que llaman Déjà Vu.

— ¡Es hora de celebrar nuestro ingreso a la universidad! —Gritó Boomer, pasándome un brazo por el hombro y luego largándose cuando vio pasar chicas. Miré hacia la barra y, tal y como sospeché, Kaoru estaba ahí, con el mismo vestido negro que recordaba. Di un paso delante, pero la culpa me vino a la cabeza como un golpe estruendoso. Presioné los puños y me senté del otro lado de la barra, donde pasé la siguiente media hora con la misma copa observándola.

Vi a una pelirroja acercarse a ella y juntas se fueron del lugar. Empecé a beber. Ya no por culpa, si no por el sentimiento de que algo faltaba. Un tiempo después, no tan ebrio, salí de la discoteca. Fue entonces que noté un auto estacionado al frente, donde un hombre apoyado en él parecía examinar el ambiente. Una rubia salió sola y se dispuso a esperar un taxi. El tipo cruzó hasta el lugar mientras que otro encendía el auto.

— ¡Suéltame! —Empezaron a forcejear. Una imaginación de la pelirroja siendo arrastrada hacia un auto se me cruzó por la mente como un dardo. Me acerqué a ellos y comencé una pelea con el hombre, a la cual luego se unió el tipo del auto. Para cuando llegó la policía, ambos estaban inconscientes—Por dios, estás sangrando. Te agradezco tanto lo que hiciste, perdona por meterte en esto.

—Al menos alguien está feliz —Sonrió.

—Hola, mi nombre es Miyako. Uy, pero eso no parece importarte. ¿Qué te pasa? —Miré una vez más el enorme cartel del lugar y sonreí tristemente.

—Nada de lo que me arrepienta.


Pasaron aquellos dos años. Todo siguió su curso para mí. Pero cada sueño rodeaba el mismo tema, incluyendo gran parte de los recuerdos que jamás sucedieron. Hasta que por fin volví al día de nuestro reencuentro. Me levanté con aburrimiento, desperté a Boomer y salí hacia la cafetería.

Sería imposible. Reí por las tonterías que pensaba. Antes de ingresar, una chica chocó contra mí.

—Lo siento —Murmuró.

—No importa —Sin verla a los ojos, continué caminando, pero alguien tiró de mi camiseta.

— ¿Butch? —Cuando volteé, ella sonrió y dio pequeños gritos—Por dios, ¡eres tú! Esta es una escalofriante coincidencia—Le sonreí con cariño a mi amiga de años y puse una mano en su cabeza.

— ¿Cómo has estado, Miyako?

Mientras pronunciaba esas palabras, una cabellera pelinegra llamó mi atención del otro lado del pasillo. Y entonces mi sonrisa desapareció, mis latidos aumentaron de manera estúpida y mis ojos se expandieron.


Este es un capítulo de prueba. Díganme si quieren que la continúe.

Aunque si lo hago, tardará un poco.

¡Chao, chao!

Creo que esto ya lo viví.