Disclaimer: Ni Korea, ni Belarus, ni Russia, ni ninguno de sus personajes tan fangirleantes(?) son de mi propiedad, todo es por obra y gracia de Hidekaz Himaruya-sama.
Advertencias: Malas palabras dichas -y no dichas- por la boquita de Belarus, occ.
Toris estaba preocupado. Natalia esa semana se había comportado tan extraña; siempre era algo huraña y reservada pero la situación estaba alcanzando un limite bastante alarmante. La nación báltica apenas salía para probar bocado y ya; no hablaba, no se enojaba, no regañaba a Letonia por decir "mentiras" (aunque realmente no fuesen más que verdades; hecho que nadie se molestó en recalcarle) ni nada. Parecía una fina muñeca de porcelana, siempre estando con cara de póker de la que ni siquiera su hermana mayor la podía hacer cambiar (aunque valga decir, pensó Toris conpugido, que Yekaterina no era precisamente la persona favorita de la chica).
Lituania si que tenía una idea de quién podría hacer reaccionar a la chica, pero, ¿acaso alguien podía hacer que Russia hablara con ella? Eso era tan difícil como que Letonia se pusiese a mentir con experiencia, o a Estonia poniéndose un tutú rosa (Ew, pensó el chico, borrando la imagen mental) o a Ukrania siendo igual de malévola que Russia. Pensó en su hermana Yekaterina que probablemente era la única que Russia tomaba relativamente en cuenta, pero ella estaba tan asustada de él, ¡y aún no le pagaba el gas!
—Olvídalo, Lituania—le dijo resultamente un inesperado Polonia cuando le expresó su inquietud a su amigo. Lituania suspiró, pero realmente no había nada que él pudiese hacer. Si fuera un poco menos cobarde hablaría con Russia él mismo, pero tal parece que esos días habían quedado atrás con el Gran Ducado.
—Supongo que realmente, aparte de intentar hacer que Belarus-chan hable con otra cosa que no sean monosílabos, no puedo hacer mucho por ella—aceptó algo derrotado. Polonia bufó, su amigo siempre tan altruista, pensó.
—Lituania, ósea como que creo que te hacen falta vacaciones, amigo. Ya sabes, descansar—dijo pronunciando con comillas imaginarias la última palabra. Lituania le miró inseguro, más Feliks no había terminado—. Ya sabes lo dictador y gran bastardo que es Ru-
El chico de cabello más largo le tapó la boca mirando repetidamente a todos lados, como si alguién hubiese espiado lo casi dicho por su amigo rubio.
—Las paredes oyen, Polonia—el mencionado rodó los ojos, más no insistió. Ya sabía como se ponía de nervioso el lituano por culpa de se detestable ruso.
—Oye, ¿esa no es Belarus?
Toris, que hasta ese momento aún lo tenía cautivo lo soltó rápidamente y se encaminó (corrió) hacía la dirección en que se mobilizaba Natalia. Feliks frunció el seño sintiéndose ignorado, más todo lo que hizo al final fue mover la cabeza de izquierda a derecha en símbolo de negación; que masoquista podía llegar a ser Toris.
—¡SEÑORITA BELARUS!—Natalia, que hasta se momento había salido de su cuarto forzosamente, ni siquiera se dio la vuelta más si paró sus pasos haciéndole ver que le escuchaba de mala gana. Lituania paró detrás de ella y preguntó, con una débil sonrisa—. ¿Como está?—la joven se crispó ligeramente por la pregunta, más su fiel inexpresividad no lo reflejaba.
—Bien—pronunció secamente, ¿que coño quería Lituania?
—Vera, quería saber si aceptar a mi invitación de...—Pero la Arvsloskaya no lo dejó terminar pues nuevamente comenzó a caminar. Toris hizo un último intento—. ¿Va a ver a Russia?
Natalia esta vez paró y se volteó, y Toris sintió un escalofrio recorriendo su espina dorsal. La mirada de la chica era tan fría que facilmente podría congelar el agua más rápido que una nevera.
—No.
Fue todo lo que dijo, desapareciéndo tal cual como la niebla.
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—Hermano—Belarus lo miró, y su mirada tan carente de sentimientos se suavizó casi de inmediato al ver a la persona más importante para ella. La única especial.
—Hola, Belarus—saludó Ivan con una sonrisa, más la chica se dio cuenta que se encontraba exageradamente lejos, como si temiese que ella se le fuese a abalanzar y empezar a demandar que se casaran. Le dolió un poco, pero ignoró el sentimiento de malestar que se instaló en su bilis.
—Hermano mayor, ¿ha pasado algo?—Natalia no sabía porqué, pero tenía un mal presentimiento. Esperaba que no fuese realmente algo malo.
—Nada malo, hermanita. Nada malo. Pero... ¡Estoy feliz!-Ella lo miró con algo de alegría, después de todo la felicidad de su hermano era la suya—. Por eso he decidido que tú seas la primera en saber de mi noviazgo con China.
Sintió un clic.
Y el como su interior se fragmentaba en pedazos.
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"No me jodas"
No recordaba hace cuanto no se sentía tan mal, quizá cuando involuntariamente se separó de su hermano para servir a Lituania en el siglo IX. Quizá esto era peor, y las palabras de Russia luego de eso...
" ¿Estás feliz por mi, Belarus?" Y algo en la mirada del hombre hizo que ella respondiese con una mentira.
"C-Claro que si" Y una falsa sonrisa se trató de dibujar en sus delgados labios. Se sentía como la mierda, literalmente.
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Cerró los ojos violentamente, como si el recuerdo fuese a desvanecerse de su cerebro con la sola acción. No importaba donde estuviese, las palabras de Russia la perseguian constantemente tal y como si fuese su propia sombra. Ni siquiera podía estar echada en su alcoba dormida porque todos y cada uno de sus sueños...eran de él. Más concretamente de ellos. Haciendo todo lo que Natalia le hubiese gustado hacer con su hermano.
La envidia, los celos y la posesividad la estaban llevando por un inevitable acantilado de agonía. Por primera vez en su vida...Natalia no quería estar allí. Y el solo saber la felicidad que sentiría su amado al saberse de sus ganas de irse solo acrecentaba su malestar. Quizá fuese lo mejor. Lo haría apenas la oportunidad se le fuese ofrecida.
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Es 1994 y Natalia Arvsloskaya ya sabe cual ser su próximo destino. Hacer que su hermano la dejara ir no fue algo difícil y, la nación escuchó a escondidas una conversación, en que el que China se mudaría a donde el ruso "de vacaciones" era el tema a discutir. Natalia sintió arcadas.
—Si, claro—ironizó, el varón seguro esperó a que ella se fuese o algo así. "Sin interrupciones" parecía que poner un papel ahí, en el cuarto de Russia, resumiría enormemente la situación en un soberano ´oh´.
Corea del Sur era su destino. Ciertamente las reuniones internacionales a las que iban conocer a cada país no era algo gratificante para la chica ni de lejos. Mantenía algunas relaciones cordiales pero generalmente era como si no estuviese. Russia era quién se encargaba de socializar, ella nunca se despegaba de su lado tal como un guardaespaldas y todos los países rápidamente desistieron de intentar hacer amistad con ella (Y luego de presenciar de primera mano su habilidad innata con el cuchillo mucho menos)
Aún así, inesperadamente los gobiernos de Belarus y Corea del Sur habían comenzado a mantener buenas relaciones diplomáticas pese a lo lejos que se hallaban. De hecho, el embajador que iría a Corea se encargaría, por acuerdo del gobierno de la República de Belarus, hacer un pacto de alianza. Era obviamente la misma Belarus quién lo haría; su jefe le había manifestado que sería una buena idea que fuese y ella aprovechó ese momento para escapar.
La joven de larga cabellera frunció el entrecejo, pensando en la nación a la que ir a a hospedarse. Sinceramente no lo recordaba muy bien, pero a su mente llegaban pequeños fragmentos de recuerdos de un efusivo Corea acosando a un China hasteado. Apenas parpadeó, ¿sería posible que ése sujeto amase al chino? Sería como ella...Probablemente también estuviese pasando por lo mismo...
Natalia nunca se consideró misericordiosa. Ella era fría y dura, hace varios años atrás algo ingenua e idealista pero siendo fácilmente marcada por las guerras. Y el dolor. Sin embargo por vez primera en mucho tiempo sintió algo de simpatía...Simpatía por se sujeto.
El sonido de la voz de una mujer anunciando el próximo vuelo y los pasos pesados de Natalia arrastrando una maleta eran el claro indicio de su ida inmediata al lejano país oriental.
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Miró con interés el paisaje. Realmente Corea era bonito, decidió. Empezando por su ambiente el cual era muy diferente del de ella o cualquiera de los Ex países de la Unión Sobiética. No era frio glaciar y había tanta vegetación y variedad de plantas. El sol brillaba alegremente contrario al humor de la bielorusa. Si no fuese por los acontecimientos detrás de su hundimiento, habría sonreido levemente al observar un ramo de girasoles bien cuidados en una floreria.
Una voz la despertó de sus cavilaciones.
—Te estaba esperando. Así que tú eres Rusia Blanca, da-ze—ella se tensó ante la mención de su hermano, aunque solo fuese aquel curioso apodo que el pueblo coreano le había puesto a su propio pueblo báltico. Se dio la vuelta encontrándose con un joven delgado, alto, con un cabello desordenado color caoba haciendo juego con sus vivaces ojos y un curioso rulo que parecía sobresalir de la cabellera alborotada. Alzó una ceja casi por instinto, no se esperaba encontrarlo hasta, por lo menos, una hora más.
—No esperaba verlo tan pronto—dijo exteriorizándo sus pasados pensamientos. Su tono de voz era rígido pero sorprendentemente cortés, después de todo el coreano no era una nación tratando de conspirar con el idealista (para ella) sueño de Iván, sino un aliado.
—Pensé que a lo mejor podrías haberte perdido, Rusia Blanca...Uhm—colocó dos de sus dedos apoyados en el mentón, luciendo pensamiento. No se dio cuenta de que Belarus nuevamente se había tensado—. Oye, no digo que el nombre no sea genial, da-ze. Pero preferíria llamarte por tu nombre...
—Belarus—dijo como si fuese la cosa más obvia, que lo era, después de todo, tenían una alianza, ¡debería saberlo!
—No, no tu nombre de país, da-ze. El real, ya sabes. Vas a estar por aquí una temporada—se rascó la parte posterior de su nuca con una ligera risilla. Natalia no detectó miedo ni nerviosismo; Corea del Sur no le tenía miedo. Parpadeó, era la primera vez que un país no le temía -quitando al bastardo masoquista, al idiota del pony y a su hermana acaparadora-.
Decidió decircelo.
—Natalia Arvsloskaya—y el joven (no tan joven) sonrió cálidamente, Natalia sintió que extrañamente su sonrisa era casi tan radiante como el sol. "Oh, dios. Que tonterias estoy pensando" dijo algo asqueada, lo que había dicho bien podía equiparar a compararse con esas cartas sosas y aburridas de películas gringas de bajo presupuesto.
"Que hipócrita, si fuese Ivan le dedicaría un altar y todo..." dijo una vocecita en lo profundo de su subcosciente, la cual Natalia no pudo negar pese a sus ganas.
—¡Natalia es un lindo nombre, da-ze!, el mio es Im Yong Soo, pero puedes decirme solo Yong Soo, ¿vale Natalia?—pronunció con otra gran sonrisa, la otra solo asintió silenciosamente. La verdad es que la idea de tratarse por el nombre no se le hacía nada tentadora. Para nada.
Corea no se dejó amedrentar por su rostro de póker, y con rostro entusiasta la llevó hasta su casa.
"Me he equivocado. Dudo mucho que esté enamorado de China. No podría lucir tan feliz..." divagó Belarus, y soltó un disimulado suspiro. No sabía porqué, pero de verdad la idea de haber encontrado alguien que entendiera sus sentimientos le era...egoistamente agradable.
Continuara ...
