Celmisia.
Los rayos del sol atravesaban por el cristal como cada mañana, y desde mi lugar podía observar la calle. Las personas pasan todo el día, algunas se detienen a mirar por el vidrio. Oigo siempre a las niñas decir "mira mamá que hermosa" pero la mayoría nunca mira hacia el local. Van rápido, sumergidos en sus pensamientos, sin poner atención a lo que les rodea.
Aunque hay excepciones. Una chica pasa todos los días, antes y después de la escuela. Es como si viniera a saludarme, a asegurarse que sigo aquí, que no me ha vendido. O tal vez viene a verlo a él.
Desde aquel día, poco después de que yo llegara a la tienda, recuerdo que entró y me revisó de arriba abajo.
—Disculpa, ¿Cuánto cuesta? —La oí preguntar.
—No está a la venta —contestó él.
Se vieron por un segundo pero juraría que ella se sonrojó.
Ah sí, olvidé decirles, soy una muñeca en una caja musical. Cada vez que giran la llave, doy vueltas en una plataforma mientras toco un cello aún más pequeño que yo. En las noches cuando todo está oscuro y ya no hay nadie en la tienda me gusta tocar por gusto, toco por mí y para mí. Y en el día espero a que me den cuerda, no me gustaría asustar a alguien.
Todas las mañanas el señor, el dueño, se encuentra en la tienda. Pero en las tardes está su hijo, ya sea leyendo o en eso que llaman celular.
Yo, como soy pequeña y observadora, hace mucho que me di cuenta de lo que pasa. Fue una de esas veces que la muchacha entró al local. Mientras ella me sostenía y daba cuerda a la caja, él la observaba. En ese momento ella volteó a verlo, se sonrojaron y desviaron las miradas.
Esta mañana, muy temprano, el hijo del dueño tomó mi cajita musical —Mi padre te regaló a mi madre, eres muy especial —y me llevó hasta donde estaba el cajero. Las manos le temblaban, e incluso le sudaban. Yo solo pensaba —¡Hey! Ella se va a asustar ¡Regrésame a mi lugar! —Y tal como lo imaginé, cuando llegó y vio por el vidrio que no estaba, entró enseguida. Fue hasta el estante y no encontró nada, así que la vi acercarse a la caja registradora. Él me tenía escondida detrás de su espalda, dentro de una caja de regalo.
—Disculpa ¿y la cajita musical?
—Ya no está.
—Pero me habías dicho que no estaba a la venta —sonaba enojada.
—Perdón pero se lo entregué a alguien especial, a alguien que me gusta mucho.
—No creo que tengas que darme explicaciones —ahora si estaba enojada, además de que sonaba triste. Dio media vuelta y se disponía a marcharse.
—Espera…
—¿Qué?
Él ya tenía extendidos los brazos mientras le mostraba la bolsa.
—Toma.
Ella tomó la bolsa y la abrió. Se puso roja mientras me sacaba y lo miraba a él expectante.
—¿Para mí?
—Sí, yo… bueno yo… tú…, me gustas.
Ella sonrió.
—Tú también me gustas.
La lluvia empezó a caer afuera. Él cerró el local, tomó la mano de ella y comenzaron a correr para resguardarse de las gotas de agua. Ella me llevaba en brazos, íbamos junto al canal. De repente, en una vuelta, la caja se le resbaló y caí al canal. Los vi correr para alcanzarme pero ya estaba lejos. Se detuvieron sobre el puente tomados de la mano, sonreí para mis adentros, después de todo mi trabajo ya estaba terminado. Me despedí de ellos y volví adentro de mi caja musical. Tomé mi cello y comencé a tocar alguna melodía, mientras el agua me llevaba a mi nuevo destino.
FIN
Ai Hiwatari
14/02/15
