En el bosque de Kumungu una figura femenina andaba recolectando frutas y madera como siempre hacía, hasta que llegó al límite de su territorio y empezaba otra zona, marcada por calvares empaldas en palos de madera. La chica morena y de pelo largo podía escuchar el sonido de árboles siendo desgarrados y algún que otro gruñido. La curiosidad venció al deber, por lo que se dispuso a entrar en esa zona que tenía altamente prohibida. Tras seguir el ruido encontró con algo que ya esperaba pero que la asombró, al Acechador Orgulloso, Rengar. Con sus cuchillas destrozaba árboles y figuras de madera estratégicamente puestas. Quedó hipnotizada ante tal espectáculo, viendo al felino de níveo pelaje moverse de esa manera. Aunque su orgullo no le dejara decirlo en voz alta, reconocía a Rengar como el mejor cazador de Runaterra y que su entrenamiento era digno de ver.
Rengar seguía con su ejercicio diario aun cuando notó la presencia de La Cazadora Bestial, Nidalee. Olfateó su esencia desde que entró en su territorio, pero decidió no intervenir, mas quedó sorprendido cuando se dio cuenta de que la felina espiaba como entrenaba.
Nunca le gustaron los humanos, y, aunque ella no era del toda humana, no era la excepción. Cansado de que creyese que no era capaz de notarla y de que pudiera entrar en su zona cuando le plazca decidió actuar.
Nidalee seguía ensimismada ante el arduo entrenamiento del felino. Tras unos zarpazos más, Rengar se volvió invisible. Nidalee pensó que en unos segundos podría volver a verlo pero se equivocaba. Sintió como era agarrada por el cuello y empujada contra un árbol mientras escuchaba unos guturales gruñidos, se autoculpó de su propia idiotez ¿cómo podía creer que un cazador como él no notaría su presencia a tan poca distancia?
-¿Qué haces aquí?-gruñó-. Sabes que no puedes entrar en mi territorio.
-Lo siento- dijo con dificultad por el agarre. Rengar la soltó sin dejar de mirarla.
-Te he hecho una pregunta, responde-dijo serio.
-Solo vine por algunos frutos pero me topé con tú entrenamiento, y no tengo por qué darte explicaciones- No iba a contarle toda la verdad, ni ella lo creía que se quedara hipnotizada de esa forma solo por verlo entrenar.
-Entonces ya puedes largarte-tras decirlo saltó de la rama en la que estaban.
-No tienes que ser tan insoportable, yo no te he hecho nada, que estemos en la misma selva y tengamos nuestros territorios no nos obliga a ser enemigos-dijo molesta y enfadada mientras saltaba también para irse.
Rengar solo gruñó en respuesta ya que en parte tenía razón, pero eso no significaba nada, no necesitaba compañeros y aun menos amigos. Nunca volvería a fiarse de otro humano, no después de que sufriera una experiencia que dejó cicatriz en su interior, la traición.
Nidalee volvió a su hogar con una tormenta en su cabeza. ¿Por qué se había quedado hipnotizada ante aquel panorama? ¿Por qué Rengar era así de frío si ella no le ha hecho nada? Bien era cierto que la selva no es lugar para débiles ni piadosos, pero, esa no es razón para desconfiar de todos. Tomó una ducha en la cascada al lado de su gran cabaña y empezó a entrenar para desfogarse.
Al día siguiente. Nidalee yacía en uno de los salones de la liga esperando a ser llamada por algún invocador mientras hablaba amenamente con Caitlyn y Vi.
-Bueno Vi, ¿Cómo vas con tu novio secreto?-preguntó la felina con sorna.
-No es mi novio, solo nos estamos conociendo, y no insistas en que os diga quién es Cait-contestó lo más tranquila posible anticipándose a la posible petición de su mejor amiga.
-¡Cachis! Tienes que decirnos quien es el hombre que ha ablandado tu corazón- exigió la sheriff.
-¡Ni hablar!-respondió con enfado provocando un puchero en Caitlyn que hizo reir a Nidalee
-Por favor, Nidalee, Rengar, Phanteon, Lucian y Leona preséntense en la tercera sala de invocación-Dijo el anunciante a través de los altavoces.
La morena se despidió de sus amigas y se fue directo a la sala. Caminando, se encontró a Rengar, con el cual terminó caminando a la par mientras se dirigían a su destino. Al llegar, cuando todos estaban en el circulo de invocación, Rengar, sumergido en sus pensamientos miró disimuladamente a Nidalee, la cual notó este hecho pero decidió dejarlo pasar como algo normal.
Salieron del enfrentamiento victoriosos, gracias a que Rengar, en la posición de la jungla, ayudó a todos sus compañeros de equipo para alzarse con el triunfo.
Tras haber pasado un buen día, la felina volvió a su casa tomando el portal a Bandle y desde ahí, atravesar la selva hasta su cabaña.
Era de noche y ante el fuego de la chimenea, Nidalee leía un libro de uno de sus autores favoritos. Le encantaba leer, aunque la creyeran una salvaje sin cerebro, este era una de sus aficiones, la cual era acompañada por el relajante sonido de la lluvia y truenos caer a causa de la tormenta.
Pasadas unos cuantos minutos, escuchó gracias a su oído de gran capacidad, un fuerte gruñido proveniente de un felino conocido para ella. Se preocupó un poco, pero pensó que estaba cazando o entrenando y además ¿Por qué debía ella preocuparse por alguien como él? Aun haciéndose esa pregunta, salió al balcón para poder escuchar mejor. Una vez más puedo escuchar, no un gruñido, sino un grito acompañado por una risa psicótica que se le hacía familiar. Se dio cuenta de a quién pertenecía ese carcajeo y su reacción no fue más que temblar, dejar caer su libro aún en mano y después, coger su jabalina para ir corriendo hacia el territorio Rengar.
