AMENAZAS EN LAS SOMBRAS
Sean bienvenidos a esta historia que ocupa las cartas y líderes de Shadowverse que se encaminan para una nueva aventura, primero unas explicaciones, solo he jugado Shadowverse, y las cartas que vienen de Rage of Bahamut, GranBlue y demás pues no puedo reconocerlas así que los ocuparé pues son la únicas que ya tienen nombre propio así que no se enojen si el personaje no actúa como debería porque yo no conozco las personalidades que los caracterizan, tómenlo como un AU si lo desean, otra cosa, en lo que a mí respecta el reino y la princesa a los que sirve Erika no tienen nombre, en la página oficial de Shadowverse en Español la última vez que revise el reino dice llamarse Alester pero dudo que sea canon, si es canon díganmelo y lo incluiré, y si la princesa tiene nombre también avísenme pues ahora tiene un nombre provisional pero si tiene un nombre oficial lo cambiaré, en la versión en español e inglés nunca he visto su nombre pero es posible que tenga uno en la versión japonesa, así que necesito que alguien me lo diga, es todo sigan por favor:
CAPÍTULO I: TRIBULACIÓN EN EL HORIZONTE
La tenue luz del sol matutino se filtra por en medio de las gruesas cortinas, una estancia amplia lentamente se llena de luz llegando hasta el terso y juvenil rostro de la hermosa doncella que descansaba en una cama con dosel, el ligero calor la despierta paulatinamente, cuando sus ojos color de gemas amatistas se abren la chica se levanta de su cama, usaba un camisón color crema de preciosos relieves en sus bordes, sus gráciles piernas se deslizaron por el borde de la cama, su lecho era lujoso, una cobija de algodón egipcio, sábanas de seda, almohadas de plumón de ganso, si, su vida era envidiable, llena de comodidades y también obligaciones pues ella sacrificó y luchó mucho para conseguir lo que tenía aunque todavía guardaba anhelos en su corazón, se pone de pie y sacude su cabello de un negro azabache, su corte bajo casi le llegaba a los hombros y con un cerquillo al frente lucía encantadora.
-Ya casi es hora- dice al limpiarse los ojos y dirigirse al cuarto de baño, al pasar la elegante puerta de ébano había finas láminas de mármol que recubrían el lugar, retrete, lavabo y tina de porcelana blanca daban más elegancia, abre la llave de agua caliente y la fría y deja que se llene la bañera, se aproxima a los estantes y obtiene de ellos una esponja de baño, un jabón espumoso con olor a jazmín, aceite de lavanda y un tarro de miel, echó los ingredientes en la bañera, se despoja de la tela que cubría su pudor, su piel blanquecina queda expuesta al aire frío de la mañana, en su busto moderado un par de pezones se endurecen ante el cambio de temperatura, deja el camisón en la encimera del lavabo, su fina cintura en conjunto con sus caderas se menean como péndulo mientras hace su camino a las burbujas, cierra la llave, estira sus tonificadas piernas para meterse en el perfumado baño, al estar dentro aspira los relajantes aromas, una refrescante sensación recorre todo su cuerpo, su piel se unta con las especias humedeciendo y suavizando la dermis, se asea con la esponja moviéndola con suavidad por su cuerpo.
Al salir de su baño fue al armario donde su vestuario la esperaba, un vestido de sirvienta de mangas largas con placas de acero dispuestas anatómicamente en medio de las costuras para mayor movilidad, además de adornos en oro y plata, todo el conjunto era negro excepto en el abdomen donde era blanco y se acentuaban los músculos que poseía gracias a las placas, el volante en la parte delantera es corto por sobre las rodillas a la mitad del muslo, en la parte de atrás es largo hasta llegar a los tobillos, se pone unas botas altas por sobre las rodillas, se coloca su delantal y se lo amarra con un lazo en la espalda, se pone hombreras metálicas y guantes de acero que le recubren todo el antebrazo, toma su cinto y lo amarra a sus caderas y ubica ahí sus dos katanas, estaba lista para sus quehaceres, servir y proteger a la princesa de su reino.
-Bien, debo ir a despertarla- se dice así misma con una sonrisa frente al espejo tras acicalarse el cabello.
Erika es el nombre de esta joven mujer y ser la doncella y guardiana personal de la princesa es su labor, vive y respira por la princesa, es su espada y escudo, servirle es su único propósito.
En las mañanas ella es siempre la primera en verla, despertarla, guiarla al baño y dar paso a las sirvientas que se encargaban de asearla y vestir, Erika se encargaba personalmente de peinarla, pintar sus uñas y el maquillaje; y al final del día la ayudaba a desvestirse y ponerse el vestido de dormir, el resto del día su trabajo era escoltarla a toda hora y cumplir cualquier orden que le diera.
Abre la puerta de la habitación, el lugar era más amplio y ornamentado que el suyo lo cual era lógico desde luego, una gran cama con dosel rojo se ubicaba casi en el centro del sitio, abre las cortinas permitiendo que la estancia se iluminara, entra en el cuarto de baño y abre el grifo para llenar la bañera, regresa al cuarto, va hacia la cama y abre el dosel, ahí estaba la princesa en todo su esplendor su rubio cabello sedoso tenía un brillo espectacular aun estando dormida, sus mejillas redondas y su nariz fina la hacían apreciable a la vista, Erika escrutaba sus curvas que eran apreciables incluso con las sábanas cubriéndola, su perfil sereno y en paz ensimismaba a su doncella con su lenta respiración y sus cabellos dispersos.
Erika dio un fuerte suspiro que logró recordarle su labor -Hime-sama, es hora de levantarse, partimos a las 9 en punto- dice con una voz dulce y serena.
-Uhm, ¿Erika, acaso no te han enseñado que a una princesa se la levanta con un beso?- expresa la joven princesa al estirar sus miembros debajo de las sábanas desperezándose.
-¡Hime-sama! No diga cosas como esas- profiere Erika sintiendo un gran bochorno pintar sus mejillas de rojo.
-Tehehehe- ríe la rubia dama del castillo -Oh, mi dulce Erika, que sería de mi vida si no te tuviera- menciona con una radiante sonrisa al incorporarse -¿Qué hora es? ¿Por qué las otras doncellas no han llegado?- inquiere en calma.
-Usted lo sabe, Hime-sama, es un día especial, firmaremos un tratado de paz con el reino de Áurico de las Minas de Oriente, preparan especias exuberantes para su baño- menciona la doncella -Tengo planeado a la perfección el cronograma hasta nuestra partida, están por ser las siete de la mañana, ellas deberían ingresar ahora- indica al mirar a la puerta doble de la habitación por la cual ingresan cuatro sirvientas con todos los implementos para el aseo de su soberana.
-¡Buenos días su Majestad!- exclama el grupo al hacer una reverencia.
-Oh, Buenos días, comencemos señoritas, hoy es un día importante para el reino y debo estar impecable- profiere encaminándose al cuarto de baño.
-Como siempre, Hime-sama- dice Erika que iba por detrás de todas.
Ingresan al sitio en el que la bañera ya estaba a la altura indicada, una sirvienta dio pasos rápidos para alcanzar el grifo, al cerrarlo comienzan a verter las sales y aceites de baño.
-Siento fresco el aire de esta mañana- comenta la princesa.
-Sí, comienza la temporada de lluvias, los vientos alisios las traen del noroeste.
-Cierto, en una semana da inicio al festival de la cosecha, Choco Canel ofreció hacerme un vestido- menciona entusiasmada.
-Suena estupendo, es la mejor modista en el Reino de Elwood- profiere sonriente.
-El agua está lista, su majestad- informa una sirvienta mientras agitaba el agua para crear más espuma.
La princesa inhala con fuerza aspirando el aroma de las sales –Delicioso- sus sirvientas desatan el nudo de su camisón, lo remueven de los hombros y dejan caer la prenda, la figura esbelta y preciosa quedó al descubierto, Erika contuvo un suspiro, muchas veces la había visto desnuda, todas las mañanas cuando entraba al baño pero no podía contener el color carmesí que se apoderaba de su rostro ni el cosquilleo en su estómago que le provocaba náuseas y cortaba su respiración -¿Quién nos acompañará?- inquiere la princesa.
Erika respirando profundamente para recuperar compostura expresa –El Capitán Latham y el Ministro Noble.
-¿Y mi hermano?- pregunta al entrar en las burbujas.
-El rey se encuentra en la fortaleza preparando una comitiva militar para un desfile por el tratado de paz, dio órdenes de esperarlo en el reino de Áurico- informa con un ritmo entrecortado pues no lograba superar la emoción que le provocaba ver su desnudez.
-Julian y sus paradas militares, por si él fuera todo nuestro presupuesto se gastaría en reforzar nuestro ejército, es bueno que yo me encargue de la economía- expresa mientras sus sirvientas tallan su cuerpo con las esponjas.
-Estoy de acuerdo, Hime-sama- indica con una tierna sonrisa.
La noble mujer cerró sus ojos y relajó su cuerpo dejando que sus sirvientas se encargaran de todo -¿Has visitado a Isabelle?
-No, pero la encontré en la corte de alquimistas, Luna estaba con ella, se ven bien y con buen ánimo.
-¿Una nigromante en la corte de alquimistas? ¿Qué planearan?- indaga con interés.
Erika libera un ligero suspiro al ver como una de las sirvientas pasa la esponja por el busto de su ama -Reanimar cadáveres humanos es un sacrilegio para la corte, sí, pero Isabelle me comentó que planean usar las habilidades de Luna para crear quimeras con los huesos y cadáveres de bestias, pues Luna puede controlar las criaturas que invoca.
-Ummh, interesante, es parecido a lo que hicieron con el Capitán Dragspear.
-Sí, los poderes de Rowen han resultado beneficiosos para el ejército, precisamente se encuentra en la fortaleza con el Rey pero dudo que forme parte de la comitiva.
-Debería serlo, sus poderes de dracomorfo fueron los que equilibraron la balanza y nos permitió negociar la paz.
Erika asiente -Así lo creo también pero Rowen no desea gloria y su labor como protector del reino lo inspira, y prefiere estar cerca de su mujer e hija.
La princesa se sienta sacando el tórax del agua para que pudieran lavar su espalda, su busto generoso y húmedo quedo al escrutinio de sus doncellas -¿Erika, sabes qué exactamente vamos a negociar?
-No...- pronuncia pero el sonido salió con un suspiro por lo cual calló de inmediato ganándose miradas de las otras doncellas, se aclara la garganta y reanuda rápidamente -No, Hime-sama, el rey ha sido receloso con esa información.
-Uh, quizás yo también deba hacerme cargo de la política- enuncia con calma -Uff, pero me aburre demasiado esos asuntos espero no estar muy inmiscuida en estas negociaciones- expresa con un suspiro largo.
-Quizás así haya tiempo para visitar la calzada de los claveles en la colina Invictus, he oído que es preciosa, en especial durante el ocaso- menciona Erika con una sonrisa encantadora.
La princesa con su cabeza ya aseada abre los ojos para mirar el brillo de entusiasmo en los ojos de su doncella -¿Piensas en alguien, Erika? Te veo emocionada.
-No Hime-sama, yo soy su espada y escudo, usted es mi vida- expresa sonriente.
-Uh, aprecio tu devoción, linda- formula un tanto inquieta moviendo su vista por la habitación, esta interacción tan peculiar creo un ambiente tenso -Bueno ya debo estar limpia y siento mis poros refrescados, ya es hora de que salga de aquí- indica con rapidez, sale de la tina y es cubierta con una toalla de algodón.
-Por aquí Hime-sama- dice Erika al abrir la puerta de regreso al dormitorio, percibió que sus palabras fueron un tanto expresivas y prefirió agachar la cabeza para no delatar su bochorno.
La princesa pasó a su lado sin intentar hacer contacto visual -Gracias- una vez fuera del baño las sirvientas van detrás y la adelantan para ir por las elegantes vestimentas de su soberana -Podrían traerme el vestido celeste con los guantes blancos y los relieves en oro, me parecen apropiados para la ocasión.
-Excelente elección, su majestad- profiere una de las doncellas.
-Es el nuevo diseño del sastre real, ya deseaba verla con ese vestido- enuncia Erika.
La princesa sonríe -Sí yo también, me enamoré con tan solo verlo- sube a un banquillo, se desprende de la toalla, su escultural cuerpo comparable al de una deidad queda reflejado en el espejo frente ella.
Las doncellas se encargan de vestirla, colocaron las bragas, el corsé fue apretado y el sostén ajustado, el vestido fue presentado con delicadeza, metió sus piernas una a la vez y entonces las doncellas subieron la prenda pomposa, introdujo sus manos por los orificios, subieron la cremallera con cuidado de no atascar una de las hebras de oro que la soberana tenía por cabello, el vestido hecho a medida se le ajustaba a la perfección en sus curvas, medias largas de seda fueron colocadas en sus piernas - Mis zapatos que sean de plataforma pero sin mucho tacón, puede que me toque caminar y las calles de esa capital siguen siendo de tierra- unas relucientes botas de cuero negro le fueron presentadas -Mmmh, es aceptable, gracias- le fue colocado el calzado, por último unos guantes blancos de seda que llegaban hasta el brazo fueron ubicados dejando completo el vestuario de la princesa.
-Listo su majestad, ahora las dejaremos solas, nos esperan en la cocina- enuncia la sirvienta de mayor edad, el grupo sale de la habitación.
Erika tomando de la mano a la princesa la lleva hasta el tocador de caoba con un espejo ovalado con un marco en plata y oro –Erika, ¿te importa si me maquillo sola? Tú puedes peinarme- pide la princesa.
-Por supuesto- pronuncia la doncella, deposita la caja de maquillaje frente a la princesa, de los cajones saca un peine, colocándose tras la princesa da inicio a su labor mientras su señora se retocaba las mejillas –Su cabello se siente tan radiante y sedoso como de costumbre- profiere alegre, esa cabellera dorada le lucía de excepcional manera a su dueña, dotándole de una imagen angelical.
-Te lo agradezco, querida, tú ayudas mucho para que se mantenga así, no me lucía así de bien antes de que llegaras- indica sonriente.
-Me da mucho crédito, Hime-sama desde el momento en que la vi usted siempre ha estado resplandeciente.
-Lo mismo digo, desde el primer momento te vi encantadora- menciona sin dejar de maquillarse.
-Gracias, Hime-sama- expresa con un leve sonrojo en sus mejillas, mira hacia el espejo y se encuentra con la mirada sonriente de la princesa buscándola en el espejo, cruzan sus miradas y sonrientes se sonrojan.
Repentinamente la puerta se abre y un hombre alto en armadura dorada dice –Princesa, Erika, muy buenos días.
El par al unísono responden –Buenos días, Capitán Latham.
-Lamento interrumpir su acicalamiento, el rey me pidió que llevara el sello real al encuentro, usted es la única que tiene acceso al objeto, por favor no se olvide de llevarlo.
-No hay problema, Capitán- menciona regresando a colocarse rubor –Ya que está aquí, informe a las doncellas que empaquen y suban a la diligencia las especias de Elwood y la caja shinobi de Erika, no quiero sorpresas mientras estemos allá.
-Suena prudente su majestad, con su permiso me retiro, señorita Erika- se despide con elegancia y se retira.
-¿Espera problemas Hime-sama?- inquiere colocando la tiara sobre la cabeza, toma un perfume y lo esparce por el cuello y busto.
-No me confío del todo en ellos, pues fueron los que empezaron las incursiones en nuestro territorio- señala con cautela, toma el labial de color rosa pálido y lo unta sobre sus labios –Listo, a desayunar- se levanta de la silla y mira a su doncella –Vamos Erika- profiere con delicadeza tocándole la mejilla.
-Claro- enuncia la doncella algo nerviosa, el contacto tan confiado y cariñoso le provoca un mareo extraño, el par emprendió su camino hacia el comedor.
Tras un desayuno balanceado y nutritivo se dirigieron al aeródromo donde una aeronave elevada con magia y aire caliente era impulsada por vapor prestaría sus servicios de transporte.
-Buenos días, señor Ministro- saluda la princesa que llegaba a la pista con un bolso fino donde cargaba el sello y utensilios cosméticos.
-Oh, Princesa Valeria, muy buenos días- responde con una reverencia, el hombre de larga cabellera y barba negra dominaba la etiqueta y sus movimientos elegantes escondían una férrea voluntad para con los suyos -Señorita Erika, es un gusto verla a usted también.
-De igual manera Señor Ministro- profiere cortésmente, el hombre le resultaba demasiado intenso, en las veces que lo oyó hablar en el parlamento o en alguna negociación de estado se expresaba con pasión y agresividad, detestaba las injusticias y le ofendía la prepotencia no había nadie mejor para ayudar en las negociaciones que el Ministro Noble.
-Me da gusto ver ya a todos aquí, subamos que ya no falta nadie- profiere el capitán Latham acompañado por dos caballeros.
-Por supuesto Capitán, su majestad usted primero por favor- dice el ministro extendiendo su mano con una reverencia para indicar el camino.
-Muy amable, vamos Erika- la princesa se dirige a la aeronave seguida por su doncella y tras ellas los demás.
La aeronave de treinta metros tenía bolsas grandes sobre y debajo de la estructura principal para elevarla gracias al aire caliente, cuatro alas en los costados para maniobrar y un motor a vapor en la cola, este activa un par de rotores que imprimen velocidad a la nave, se recoge agua del vapor presente en el aire gracias a unas runas en la cola que atraen el vapor a una ventilación y una vez absorbido es condensado por otras runas y usado para impulsar la nave.
La estructura principal era de madera ligera para disminuir el peso, el interior tenía las vigas talladas con relieves de delicada exquisitez y barnizados, asientos amplios forrados de cuero negro, el pasillo cubierto por una alfombra gruesa de color verde con detalles ornamentales en dorado.
-Hermoso, lo han modificado desde la última vez que vine- menciona la princesa tomando asiento.
Erika sentándose junto a la princesa comenta -Se ha convertido en la aeronave diplomática del reino por esos sus ricos acabados internos.
-¿Cómo se hizo sin que yo lo supiera?
-Pensé hasta el día de hoy que usted lo ordenó- expresa su guardiana.
-Lo hizo el Rey, encargó el trabajo a un comerciante de armas como parte de un negocio que cerraron- explica Latham.
-Sí, recuerdo ese negocio, acero de Damasco, las primeras armas forjadas llegaron hace dos semanas, se espera el próximo cargamento para el miércoles, son armas bellas y eficaces- menciona la princesa.
Un hombre entre sus cuarenta años sube con un sombrero y gafas de aviador -Sean todos bienvenidos, es un placer para mi presentarme ante tan selectas personalidades, mi nombre es Eugene Luftwaffe, su capitán en esta nave, mi copiloto mi hijo- presenta un joven que de seguro no llegaba a sus veinte -Jean, encenderemos los motores en lo que mis dos sobrecargos Michael y Karim acomodan las maletas, el clima se ve propicio para emprender este viaje así que no debería haber problemas para alcanzar nuestro destino, pónganse cómodos que me dirijo a mi labor como capitán- señala cortésmente y se retira.
-Me agrada- señala Valeria.
Minutos después la aeronave levanta vuelo, primero verticalmente hasta que casi se desconocen las edificaciones y entonces da inicio a las turbinas que los empujan horizontalmente.
Erika por sobre el hombro de la princesa observaba la altitud por la que iban y alcanzaba a disfrutar del paisaje -No importa cuántas veces suba a una de estas aeronaves la vista sigue resultándome impresionante- recita la doncella.
-Es igual conmigo- pronuncia la majestuosa rubia.
Antes de que diera el medio día y tras pasar varios pueblos y ciudades la capital con su castillo y murallas ya estaba al alcance de la vista -Me gusta la velocidad de esta maquinaria- menciona Erika muy entusiasmada mirando por la ventana, en verdad le hacía ilusión ir a la calzada de los claveles durante el ocaso y estar acompañada de su princesa, en verdad lo deseaba.
-Sujeten sus cinturones, vamos a aterrizar- informa el capitán.
Los motores lentamente se detienen y paulatinamente la nave empieza a descender mientras lentamente sus sacos de aire se desinflaban, en diez minutos habían aterrizado en el aeródromo, afuera había un grupo de soldados ataviados en sus armaduras de gala bien formados en dos filas con sus picas en alto haciendo un camino en medio de ellos.
-Vaya que buen recibimiento- dice la princesa.
Suenan las trompetas mientras las puertas se abren, Erika baja primero y presta su ayuda para con la princesa y después va tras ella seguida por Latham y el Ministro.
Al final del camino formado por los soldados los esperaban un carruaje tirado por cuatro corceles briosos y un hombre en sus cuarenta años con una armadura en plata y oro con una corona con tres rubíes, era Áurico rey de Alten Kralleek, señor de las minas de Oriente.
-Sean bienvenidos, y su alteza debo decir que su descripción no le hace justicia- profiere con toda elegancia al tomarle la mano y besarla.
Valeria inclinándose ligeramente expresa -Agradezco su cumplido mi señor- una sonrisa formal después la princesa dice -Mi señor, ellos son el Ministro Noble, el Capitán Latham y Erika Sumeragi mi doncella.
-Un placer he escuchado mucho de usted Ministro- menciona el rey al estrecharle la mano -De igual manera con usted Capitán me dio dolores de cabeza en los montes Vatar.
Tras darle la mano a Latham ignoró a Erika la cual se había inclinado como saludo, esto le resultó descortés a la doncella aunque se tratara de un rey.
-Por aquí princesa- Áurico toma de la mano a la princesa y la guía hasta el carruaje, sube detrás de ella y le siguen Latham y Noble.
Erika quiso subir pero un guardia cerró la puerta, ella quedó impactada y confundida.
-Lo siento señorita no hay más espacio- indica el guardia.
La princesa asoma su cabeza por la ventana -¿Es posible que la dejen subir junto al cochero?
El rey menciona -Lo siento, vamos directo a nuestra negociación Julian ya nos espera y solo permito que entren las personas pertinentes, puede visitar nuestras tiendas y parques, hay muchas cosas que los plebeyos pueden hacer en esta ciudad, ¡Vamos!
El carruaje arranca y la princesa algo contrariada clama -¡No te pierdas! ¡Cuando pueda te buscaré!
Erika solo asiente sintiéndose menospreciada, cuando la princesa regresa a su asiento y ya no puede verla frunce el ceño dando paso a la rabia.
-¿Señorita si lo desea puedo enseñarle la ciudad?- ofrece el guardia que le había cerrado la puerta.
-Te ganaste mi desprecio, no me dirijas la palabra- enuncia con indiferencia.
-Entiendo- pronuncia cabizbajo.
Erika solo se aleja del lugar sintiendo furia en su pecho, no solo la habían alejado de su princesa, la habían infravalorado lo cual era un duro golpe a su orgullo de guerrera peor aún le arrebataron su deseo de pasear con su señora por la calzada de los claveles, el único consuelo era que Latham cuidaría a Valeria, se detiene y voltea hacia la nave que los trajo, los caballeros que trajo Latham al parecer estaban solo para resguardar su medio de transporte pues nunca salieron.
-Genial, pasaré todo esto sola- gruñe y continúa su camino por esas calles de tierra.
Anduvo por tres cuadras cuando encontró algo que le llamó la atención, tras un cristal había un collar de oro digno de una dama de la realeza, un gran rubí relucía entre las demás piedras preciosas que lo adornaban, debía tenerlo se lo regalaría a su señora para celebrar la paz, sin dudarlo entró en la tiendo pues su trabajo era bien remunerado y se podía dar el lujo de gastar sus ganancias en joyería.
Ingresa al lugar, el piso era de madera en la entrada un tapete para limpiarse el calzado, la joya se hallaba en una vitrina atrás del mostrador, colocada sobre un busto femenino de mármol.
El lugar era atendido por un hombre regordete de finas vestiduras, su cara sin vello facial acentuaba sus redondas mejillas, parecía atareado buscando en una caja la pluma en su sombrero no dejaba de bailar.
-Buen día señor- dice Erika llamando la atención del hombre.
El hombre pega un salto mirando de inmediato a Erika y tras el susto inicial esboza una sonrisa -¡Oh! Muy buenos días señorita, Typhoon para servirle, ha visto algo que le llamase la atención.
-Sí, me he visto atraída por aquel collar dorado de gemas preciosas- indica cortésmente.
-¡Ooh! Madre mía señorita, no quiero sonar ofensivo pero creé tener lo suficiente para costearlo.
-Eso espero, dígame su valor.
-5 mil rupias- responde con serenidad.
Erika permanece callada unos segundos mientras piensa "Diablos, solo traje 2 mil".
-Buen señor, ¿es posible adquirirlo a crédito?
-No, lo siento doncella, es política del negocio solo efectivo- menciona, el hombre al ver a la mujer ponerse más pensativa deduce que tiene posibilidad de comprarlo pero no lleva el dinero en ese preciso instante -¿Qué le parece si me da un objeto como garantía de que volverá?
Erika lo escucha -Parece justo, en este preciso instante solo llevo mi katana la cual fue forjada por un gran maestro Samurái, pero dudo que su valor se ajuste a lo que me falta.
-¿Usted vino con la princesa?
-Si- responde sorprendida por la deducción del comerciante.
-Lo suponía, hubiera reconocido a una dama tan bella como usted si la hubiera visto por estas calles- expresa amable -Su palabra será suficiente para saber que volverá, pero la espada será un incentivo para que se apresure.
-De acuerdo, hagamos negocio.
-Excelente.
Erika salió del lugar con una bolsita púrpura en la que llevaba el collar, sonreía complacida, siguió su camino sin rumbo definido solo observando la arquitectura del lugar.
Erika desvió su mirada hacia un vestido y en esa distracción chocó con alguien, un joven de bandana verde y un chaleco.
-Disculpe señorita- se disculpa y se aleja con prisa.
Erika algo sorprendida solo sigue su camino pero tras tres pasos reconoce esa táctica y busca su bolsita, vaya sorpresa fue ver que no la tenía -Maldición- susurra furiosa, de inmediato voltea y halla al sujeto que se percató que lo había descubierto y empezó a correr -Desgraciado- murmulla Erika al iniciar a perseguirlo.
Mientras corre por las calles no despega su vista del ladrón, lo ve entrar en un callejón, lo sigue alcanzando a verlo saltar una pared de madera que dividía el callejón, el sujeto apoyó sus manos en la pared y con algo de dificultad logró sortear el obstáculo, Erika por su parte sin reducir su velocidad pisa una caja cercana, se impulsa y con gran agilidad se sostiene del borde de la valla y lanza todo su cuerpo por encima de ella cayendo de pie al otro lado.
-¿Pero qué?- exclama al ya no ver al ladrón, sale del callejón e infructuosamente lo busca con la mirada -Demonios- gruñe apretando la mandíbula.
Al no saber el paradero del sujeto decidió averiguar a donde iría después de vender el objeto, los de su clase siempre derrochan el dinero en vicios ahora solo debía descubrir el lugar favorito de esta gente en la ciudad.
Horas más tarde en un bar...
-¡Hey! Compañeros, ¿qué tal está el Whisky? Tengo mucha sed- clama apenas entra un muchacho de ropas harapientas y una bandana verde mientras caminaba a la barra en medio de la algarabía de los clientes.
-Horrible para ser sincera, el vodka es lo mejor que tienen aquí- menciona una voz femenina.
El muchacho se detiene, observa en dirección a la voz muy interesado en la emisora de ese sensual sonido pero al verla perdió su sonrisa -Demonios.
-Acertaste- pronuncia al levantarse e interponerse entre el sujeto y la salida -Sabes porque estoy aquí.
El ladrón tuerce sus labios en una sonrisa confiada -Si, pero aquí no me puedes tocar, esta es mi gente.
Erika camina hacia él con una mirada indiferente -Alguna vez fui mercenaria, conozco a la mitad de estas personas y la otra mitad me teme- profiere con una mirada severa -Así que se inteligente y dime quien tiene mi posesión.
El sujeto saca su daga -No me asustas, largo, antes de que tengas problemas.
-Es justo lo que quiero.
El ladrón se lanza contra ella, Erika fácilmente lo evade, levanta su rodilla impactando contra el plexo arrancando el oxígeno de los pulmones, el hombre suelta la daga y cae al piso sin poder respirar.
El bullicio se detiene y unos cuantos lanzan miradas furibundas contra la doncella.
-Si alguien quiere ayudar a este bastardo espero sepan que no les irá mejor- expresa de forma estoica, en su interior estaba nerviosa, su corazón se agitaba cada vez más fuerte con cada movimiento de los presentes, el crujir de la madera bajo los zapatos de estos le helaban la sangre aún con todo esos síntomas solo eran sus músculos preparándose para pelear pues su mente seguía serena.
Una mujer de cabello rojo y casco con cuernos se levanta y con rapidez blande su hacha contra ella.
Erika se agacha evitando el ataque, sujeta la pierna de la vikinga y la levanta con fuerza haciéndola caer de espalda, sin perder tiempo la patea en la sien y queda fuera de combate.
El ladrón se empezó a arrastra, la doncella guerrera de un pisotón le dobla el tobillo.
-¡Aaaah! ¡Maldita! ¡Perra!
-Así no se le habla a una dama- le propina un puntapié entre las costillas.
Varios hombres corpulentos se levantan con intenciones hostiles -¡Booom!- un disparo resuena en el lugar.
-Déjenla tranquila, va a limpiar el piso con ustedes- clama un tipo en ropas oscuras y un rifle.
-Valtz, ¿no esperaba verte por aquí?- menciona Erika en tono estoico.
El tirador se acerca a ella mientras dice –Siempre estoy de donde se pueda conseguir un trabajo- coloca una nueva bala en su rifle –El asunto que tengas con este tipo termínalo rápido.
Erika levanta al sujeto y aplasta su cabeza contra una mesa –Bien, empieza a hablar.
-No te diré nada- espeta furibundo.
La doncella toma una botella de cerveza, la rompe contra el filo de la mesa y la acerca al rostro del sujeto -¿Qué tal ahora?
-Bueno si lo pides de esa manera- expresa el ladrón con una sonrisa nerviosa.
Cojeando el ladrón guía a Valtz y Erika hasta los patios de las barracas del castillo, ahí habían soldados entrenando con sus espetones y lanzas, sus movimientos eran toscos y brutales, no eran un ejército profesional estos tipos solo eran milicianos, el reino debió recurrir a ellos tras las desastrosas derrotas que sufrieron en los últimos meses.
-¿Quién es?- inquiere Sumeragi con dureza.
-Ese de ahí, el Campeador Tosco, o así lo conozco yo- señala con su dedo a un tipo de facciones duras y una barba corta y desordenada, estaba en una armadura típica de un campesino reclutado para servir en la milicia, su espada era grande y con ella atemorizaba a sus compañeros en los duelos.
-De acuerdo, vamos- enuncia Erika al empujarlo.
El trío se aproxima, pronto notan su presencia y se fijan en ellos.
-Saludos caballeros- recita Erika con amabilidad.
-Muy buenos días señorita, ¿a qué se debe su presencia con nosotros?- inquiere el Campeador Tosco.
-Mi señor, tengo conocimiento de que le compró joyería a este hombre- dice al tocar el hombro del ladrón –Resulta que lo que vendió fue hurtado de mi persona y puedo asegurar que todo lo que pagó le será devuelto pues evite que este infeliz lo malgastara en la bebida- explica extendiendo un bolso con muchas monedas de plata.
-Jejejeje- ríe el Campeador –Sabía muy bien que eran robadas cuando compré el collar, es un regalo para mi madre por haberme criado tan fuerte, lo siento señorita pero no puedo devolvérselo.
-¿Qué?- clama confundida –Muy bien, basta de modales- gruñe y endurece la mirada –Mire, yo también lo compré como un presente para mi señora por haberme dado la oportunidad de servirle y no voy a irme sin ese collar, ¿queda claro?
-Grrrr, vaya eres enérgica- expresa sonriente –De acuerdo, pongámonos en sintonía, si me vence en un duelo de espadas, puede recuperarlo de lo contrario me lo quedaré y me dará las 2 mil rupias con las que lo compré, ¿le parece justo?
Erika lanza un suspiro –Trato hecho- se estrechan las manos y los presentes se alejan dejándoles lugar para la pelea.
-¿Segura de esto Sumeragi?- pregunta Valtz.
-Sí, sólo mantén a cualquier tramposo a raya, y no pierdas de vista al ladrón.
-Saben pueden llamarme Kevin- indica el tipo.
-Te llamaré imbécil si me apetece- clama Erika todavía muy molesta, el hombre calla de inmediato.
Erika desenfunda su katana corta de setenta centímetros, la espada de su contrincante medía casi dos metros, el Campeador con facilidad mueve su descomunal espada, Erika logra esquivar con un sutil movimiento.
-Bien- pronuncia Sumeragi al enfundar su katana.
El miliciano prueba suerte de nuevo, el resultado no cambia, la doncella pudo evadir, acto seguido se le acerca volviendo inútil el largo de su arma, lo golpea en el rostro con el codo y con una patada lo aleja de su espada.
-Nada mal, pero no me dejaré vencer por una citadina- coloca sus puños en posición y empieza a lanzar golpes.
Sumeragi se las arregla para evitar todos ellos, en uno de esos golpes fallidos el cuerpo del Campeador se inclina más de lo debido, en ese momento lo patea en la pierna y lo derriba aplicando una palanca al brazo.
-Bien, bien me rindo- exclama el Campeador sintiendo la presión en su hombro.
-¡AAAAAGGHHH! ¡Ya ensucié mi atuendo!- gruñe Erika al levantarse, la verdad no le hubiera importado ensuciarse si no tuviera que verse con su princesa para darle el obsequio y estar sucia pues quitaría mucha de la magia de ese momento cuando llegara.
El oponente derrotado movía el brazo asegurándose de que estaba en su sitio –No puedo creer que perdiera contra una citadina.
-Yo nací y me críe en un plantío de arroz- menciona al extenderle la mano para ayudarlo a levantarse, el hombre acepta su ayuda y se incorpora.
-Es buena peleadora, señorita- profiere al entregarle la bolsa con el collar.
-Gracias- ella le devuelve el dinero –No lo necesito, busque otro obsequio para su madre.
-Vaya que gesto más considerado, Erika- dice una voz femenina muy elegante y coqueta, la doncella no tardó ni un segundo en reconocerla.
-¿Hime-sama?- expresa confundida al voltear y mirarla montada de costado sobre un caballo con pelaje color de bronce -¿Qué hace aquí? ¿No estaba en una reunión privada?
La princesa ríe –Querida, han pasado cinco horas, el sol ya empieza a menguar, y solo seguí el alboroto para encontrarte.
-Su majestad- dicen los hombres de alrededor al inclinarse ante la soberana.
Ella con una sonrisa radiante pronuncia –Descansen soldados- se acomoda en la silla de montar dejando espacio detrás de ella –Bien Erika, ¿no íbamos a ver la calzada de los claveles?
-Bueno… yo…
-Yo puedo acompañarla si tú no puedes- expresa Kevin.
Erika de un fuerte puñetazo al rostro lo derriba y muy nerviosa dice –Lamento ser tan violenta frente suyo Hime-sama- da un suspiro –Quisiera ir, pero mis vestiduras están sucias y cuando este presentable me temo ya no habrá luz.
-No temas, escuché que hay un arroyo en el camino puedes limpiarte un poco ahí, no me molesta tu apariencia actual.
-Es muy amable su majestad- menciona más calmada –Bien, iremos- sube a la montura con facilidad –Hasta luego señores, que tenga buen reposo esta noche- profiere Erika antes de cabalgar fuera de ahí, el grupo de soldados hacen una reverencia en su partida.
Kevin sobándose la nariz profiere –Es una de esas, ¿verdad?
-¿Una de qué?- indaga Valtz.
-Una mujer que gusta de otra mujer.
El tirador se queda pensativo unos segundos –Bueno eso daría sentido a un par de cosas.
Tras limpiarse en el arroyo Erika y la princesa ya se hallaban en el camino empedrado de la calzada, bajaron de la montura y los primeros metros que anduvieron lo hicieron en silencio sin saber que decirse exactamente.
-¿A qué llegaron en las negociaciones de paz?- indaga Erika buscando un tema.
-Ya sabes, burocracia, tratados de cooperación en comercio de metales, tela, alimentos, liberación de territorios ocupados, cesión de terreno estratégico comercial y militar, y todas esas cosas aburridas, pero en concreto hay paz y te puedo asegurar que será duradera- responde con desinterés en el tema.
Una sombra empezó a cernirse sobre ellas, cuando levantaron la mirada vieron la "Fortaleza Aérea" un castillo con barracas y bestiarios que se elevaba sobre la tierra gracias a una poderosa magia conjurada por los hechiceros más poderosos al servicio del rey, su presencia sobre el campo de batalla atemorizaba a los enemigos y subía la moral de las tropas de tierra.
-Parece que se va- comenta Sumeragi.
-Si mi hermano regresa a la capital, yo me quedaré aquí con Latham y unas tropas bajo su mando- menciona sin un verdadero sentimiento en su voz –Pero olvida eso, sigamos con el paseo, dime, ¿qué te atrae tanto de este lugar?- pregunta con una cálida sonrisa al momento que la sombra las dejaba y el sol las ilumina.
Erika toma la mano de la princesa -Venga, se lo mostraré.
Sus zapatos resonaban al correr sobre el camino, el par sonreía solo por estar en compañía de la otra pues no hablaron hasta que los primeros claveles se asomaron a su vista.
Un campo rojo con motas verdes se extiende hasta donde la vista alcanza, el color de las flores se embellecía con la luz naranja del sol del atardecer.
-Es hermoso- dice Valeria con una sonrisa brillante -¿Por qué hay tantas?
Erika se inclina para tomar una flor -Se las cosecha para su venta en todo oriente.
-Siempre pensé que esta nación solo comerciaba con metales.
-Bueno de los metales adquieren la mayoría de sus ganancias- menciona Erika mientras coloca el clavel detrás de la oreja de la princesa -Le queda muy bien su majestad.
-Gracias- dice la rubia agachando la mirada -Dime Erika como conoces tanto sobre estas tierras.
Erika parece tratar de cambiar de tema pero al final contesta -Serví como mercenario aquí por unos seis meses para aplacar una rebelión, no deben acordarse de mí los del gobierno pues fui contratada por una tercera persona.
La princesa le acaricia la mejilla con sus suaves dedos cubiertos por la fina seda de su guante –Todavía hay muchos secretos en tu vida que no me has contado, ¿verdad?
-Sí pero no son peores de los que ya sabe sobre mí- profiere recordando que tras su epopeya a través de las dimensiones pudo regresar con ella y revelarle su oscuro pasado, ella la aceptó con todos sus errores y no hizo ninguna diferencia en la relación que las unía; Erika se sintió genuinamente feliz como no lo había estado en muchos años.
La princesa la toma de la mano y empiezan un lento paseo, acompañadas por los colores del astro menguante y las flores escarlatas –Entonces puedes contármelos con calma.
Así lo hizo, por varios minutos caminaron mientras ella narraba todo lo que le sucedió entre que fue traicionada y la conoció pero no le había contado su vida antes de todo eso así que decidió contárselo cuando llegaron al tramo final donde había una gran pendiente con claveles y un pasamano para evitar que la gente cayera sobre las plantas por accidente, en toda la calzada había letreros que persuadían a las personas de no pisar las flores; el par se apoyó en el pasamanos.
-Mi padre era un gran Samurái- comienza Erika –Se enamoró de la hija de un comerciante de occidente, el amor fue mutuo pero su señor feudal no lo aprobó, mi padre se convirtió en Ronin y luego en agricultor, perdió el honor de ser un guerrero pero conservó el amor de mi madre- menciona mirando el horizonte, el sol casi se ocultaba por completo –Me encantaba el tiempo de cosecha, el grano en su envoltura dorada y la alegría de las personas al recogerlo- indica sonriendo –Pero me fascinaba más los artes de combate que mi padre me enseñaba, a los doce años ya era experta en el uso de la katana y el combate cuerpo a cuerpo, aunque también en el cultivo de arroz, caña de azúcar y hortalizas, mis padres querían que siguiera en ese negocio- suspira en esa última palabra –Él me contó sobre sus proezas y las leyendas de otros guerreros samurái, yo quise recuperar el honor que mi padre perdió, cuando tuve edad me presenté ante el mismo señor que rechazó mi padre, al ver mis habilidades me acogió como mercenaria, y así es como empezaron mis desventuras y suplicios, lo demás ya se lo he contado mi señora- culmina viéndola a los ojos esmeralda de su soberana –Ahora conoce todo sobre mí.
Valeria le sonríe y Erika no puede evitar devolverle la sonrisa, eran grandes amigas y lo seguirían siendo por siempre, eso le bastaba.
-Hime-sama, pasé ciertos problemas para recuperar este collar, lo compré para usted, como agradecimiento por todo lo que hace por mí y como celebración de la paz que llega a su reino- profiere mostrándole el collar.
Valeria se levanta el cabello para que se lo pudiera colocar, Erika lo hace –Es hermoso, gracias, Erika- la princesa sonaba triste, parecía querer llorar.
-¿Hime-sama ocurre algo?- inquiere angustiada.
-La verdad, sí- expresa limpiándose los ojos.
Antes de que Erika se pudiera dar cuento o entender lo que le sucedía su princesa se había lanzado hacia ella abrazándola por el cuello y uniendo sus bocas, esos labios eran cálidos y suaves, su cuerpo ya no sentía su peso, todos sus sentidos se perdieron en el gozo que crecía en su pecho con cada segundo que entendía que sus sentimientos por su señora eran correspondidos, la tomó por la cintura y acerco sus cuerpos deseaba sentir el calor de su princesa invadiendo el resto de su cuerpo.
-Te amo, Erika- susurra contra sus labios.
-Y yo a usted, Hime-sama- profiere con unas lágrimas recorriendo su perfil.
Valeria le limpia el rostro y mientras el manto de la noche alejaba al sol le dice –Vamos, recuperemos tu espada.
-Gracias- solloza conmovida.
Regresaron a la ciudad, Valeria pagó la deuda de su doncella y recuperaron la espada, cabalgaron hasta el castillo, en el camino vieron a los lacayos del rey prender las farolas de aceite de la ciudad y pronto el ambiente tomo una coloración amarilla, al llegar al patio del castillo el Rey Áurico las había estado esperando junto con Latham y otros caballeros, ellas bajaron de la montura y se acercaron a ellos.
-Oh, regresaste, mi hermosa futura reina- profiere al sujetarla por los brazos y besarla en la mejilla.
"¿Qué?" Se dice Erika en su cabeza, toda la alegría que había estado sintiendo se volvió confusión, remordimiento e ira, se mantuvo callada con la mandíbula presionada esperando el momento de hablar a solas con la princesa, necesitaba respuestas.
-Estoy cansada, deseo ir al que será mi aposento- indica de forma indiferente.
El rey le sonríe –Por supuesto, entremos, le diré a Selina la doncella principal del castillo que te acomode.
Así fue hecho, la doncella les mostró la habitación, era más pequeña que la que tenía en su castillo, pero sus paredes estaban adornadas con muchas más decoraciones en oro, la cama también era más angosta y del mismo modo debía ser su cuarto de baño.
-Este será su dormitorio, majestad- profiere Selina –Señorita Erika, puede acompañarme para mostrarle la suya.
-No- pronuncia la princesa –Se quedará conmigo esta noche.
-Como desee- pronuncia –Hasta mañana que pase buena noche su majestad- se retira con una reverencia.
La puerta se cerró, quedaron solas, Erika fue a la puerta y la aseguró, no quería ser interrumpida, Valeria solo apartó la mirada de Erika.
-¿Por qué me hace esto Hime-sama?- expresa la doncella sintiendo que se le quebraba el corazón –La comprometieron para alcanzar la paz- gruñe molesta, su pecho parecía encogerse pues no aguantaba sus propios latidos -¿Por qué me besó? ¿Por qué decirme que me ama cuando no podemos estar juntas?- no pudo seguir conteniendo sus lágrimas y lloró con terrible dolor.
-Te lo dije porque no quiero pasar el resto de mi vida sin la persona que amo a mi lado- profiere tomándole las manos –Estaré casada con él, pero solo te amaré a ti, haremos que funcione- le susurra al oído –Solo te pido que me ames las noches que podamos estar juntas, quiero que me ames antes que nadie- sus sentimientos también la vencen y su llanto se une al de su doncella.
-Hime-sama- murmulla con ternura.
-Erika, ámame hoy, ámame esta noche- pide Valeria llena de ansiedad y tristeza, sus labios temblaban esperando la respuesta.
Erika la besa con pasión y mirándola directamente a sus ojos brillantes le dice –Hoy y siempre, Hime-sama.
Y esa noche se conocieron en la intimidad, desvelaron su feminidad ante la otra, apreciaron su desnudez y se amaron en su vulnerabilidad, para ellas se auguraba una vida llena de sufrimiento pero no les importaba, mientras hubiera noches como esta lo superarían todo.
En un lugar apartado y desconocido del mundo el último vampiro seguía en su eterna búsqueda de conflicto, llegó hasta un templo antiguo buscando a un antiguo guardián, atravesó las gigantescas puertas y clamó con prepotencia -¡Heme aquí! ¡Vine a pelear!- su eco recorrió toda la estructura, los segundos pasaron y no hubo contestación.
-¿Ah? ¿Me habrán mentido esos monjes?- profiere mientras camina en la oscuridad -¡Hola!- grita buscando su respuesta –Quizás deba buscarlo- se dice, halla una nueva puerta dentro del templo y la atraviesa, prosigue por unas escaleras que bajaban a una cámara oscura –Tiene buena pinta- sonríe entusiasmado, baja las escaleras con calma y muy confiado.
La estancia inexplicablemente se ilumina con llamas blancas entre los pilares, el sitio no era diferente al resto, las estructuras estaban desgastadas y el paso del tiempo no había sido piadoso con los pilares de mármol que ahora mohosos y maltrechos daban un aura lúgubre; esto no producía temor alguna en el vampiro que cada vez sonreía más cada que avanzaba en la cámara, al fondo distinguió una puerta con unos grabados y figuras amorfas.
-Debe estar ahí- el vampiro acelera su paso impaciente.
Antes de que pudiera llegar es embestido por una figura gigantesca que lo apartó con brutalidad; cuando se recompuso observó a su atacante, un Gigante Enmascarado de apariencia simiesca, su piel era marrón como corteza de árbol, tenía guanteletes de acero oscuro en los que unas cadenas lo mantenían sujeto y unas especies de formaciones óseas sobre sus hombros con forma de alas.
-Tú debes ser el guardián de este templo, no luces tan amenazante como quisiera- espeta el vampiro –Soy Urias Formonde, el último vampiro, entretenme.
El gigante avanza apoyándose en sus manos al correr, las cadenas eran largas por lo cual no tuvo problemas para llegar hasta Urias, el vampiro evitó la embestida y saltó sobre el lomo de la criatura, lanzó devastadores golpes al lomo del gigante, la sangre salpicaba y el gemido gutural de este guardián era aterrador; las cadenas se quiebran, aparta al vampiro de su lomo y lo estrella contra el suelo, levanta los brazos y aplasta el cráneo del intruso una y otra vez sin piedad, solo cuando la sangre ya no dejaba ver un rostro se detuvo pues había cumplido su propósito proteger esa puerta, decidió regresar a una esquina y descansar, debía reponerse de sus heridas.
-¿No me digas que eso es todo lo que tienes?- clama Formonde que muy al contrario de lo que parecía estaba intacto, su sangre le manchaba todo el rostro y la camisa pero sus heridas ya estaban sanadas, se lamió los labios y enseña sus dientes afilados manchados en rojo –Esto no ha terminado- Urias de un salto llega a la puerta y abre una brecha en ella, un brillo rojo sale de ella, el gigante con magia antigua crea un sello dorado en la puerta, esto logra apartar al vampiro y detener la apertura –Vamos, ahora tómate esto en serio- clama Urias entusiasmado.
El gigante toma velocidad para embestirlo, mientras corre su piel se vuelve de un rojo intenso, sus guanteletes se desprende por la masa muscular que va adquiriendo y en su lugar queda un pelambre blanco, la máscara en su rostro y las alas en sus hombros y espaldas se endurecen y obtienen un brillo blanco.
-Estupendo- susurra Urias al esbozar una sonrisa, el gigante ataca, el vampiro evade y sube por uno de los brazos e impacta su puño contra el semblante de la criatura haciéndola trastabillar.
El gigante atrapa a su atacante y lo aplasta de nuevo contra el piso del templo, pero no logra mantenerlo ahí, Urias con su fuerza se levanta empujando la mano del guardián –Jajajaja, tienes espíritu bestia, más no la fortaleza para enfrentarme- dicho esto aparta la mano y se lanza hacia el pecho del gigante hundiendo todo su brazo dentro; se escuchó una alarido lastimero que resonó por toda la estancia y entonces el gigante cayó.
-Esos monjes no sabían lo que yo buscaba cuando les pregunté por un desafío- menciona Formonde sacudiendo la cabeza.
Un crujido terrible interrumpe la victoria del vampiro, la puerta ahora sin sello emana una luz roja potente que logra quemar la piel de Urias -¡AAAGGGH!- clama de dolor al tiempo que la luz lo enceguece.
-¡Urias Formonde!- reclama una voz poderosa –Por tú insaciable sed de conflicto has liberado ocho males terribles al mundo, ahora deberás resarcir tus males o perecer en el Armagedón- sentencia aquella voz y toda la luz se desvanece.
Formonde con sus ropas hechas cenizas y su piel ennegrecida por el calor masculla –Suena como que conseguí lo que buscaba.
Bien eso ha sido todo por hoy, otra tanda de explicaciones antes de irme, jejeje, Decidí que el rey fuera el hermano de la princesa porque no recuerdo que en el juego se mencione que la princesa tuviera un padre vivo pero si a su hermano, y si su hermano está vivo pues él debe ser el rey y por lo tanto ella la princesa, si sienten el ritmo acelerado en este capítulo es porque es la apertura de esta historia, una muestra de lo que vendrá en los tramas de los ocho personajes principales en Shadowverse y como ya vieron Urias es el desencadenante de todo, ahora cada quien se enfrentara en una campaña tenaz contra una carta legendaria de su tipo específico, excepto Erika que no vi ninguna carta legendaria o dorada que se sintiera lo suficiente imponente en swordcraft, así que elegiré una de bloodcraft como debe de ser, serán muchos capítulos no les mentiré, y talvez me tarde meses en terminarla, pero espero que sigan conmigo hasta entonces, bien, opiniones, exhortaciones o injurias en los comentarios por favor, que pasen bien camaradas, me despido.
