We are
"Antes eran cinco. Un sombrero de paja, un par de gafas de aumento, tres espadas, cuatro sartenes de diferentes tamaños y mandarinas, muchas mandarinas. Antes eran cinco y un montón de cicatrices. Colección de One-shots."
¡Hola! Llevo años viendo One Piece y nunca me había atrevido a escribir nada, así que aquí estoy; voy por la saga de Arlong y conozco datos sueltos, nothing more. Estoy un poco nerviosa y feliz y nerviosa. Y todo el tema.
Esto va de lo siguiente: One-shots/viñetas/drabbles sobre nuestros chicos. De todo y de nada al mismo tiempo. Tengo el día tonto y se me ocurren cosas, normalmente relacionadas con un prompt. El primero de la serie es intimidad,espero no hacerlo muy mal para tratarse de mi primera vez ñ.ñ Como soy una libertina os vais a encontrar con varios pairings, así que si sois unos shippers muy radicales o no os gusta el yaoi es el momento de poner pies en polvorosa. Aclarar que el centro del fic no es el romance y que las continuaciones no serán necesariamente lineales porque muchas de las partes serán autoconcluyentes. No uso terminaciones japonesas porque no me manejo con ellas, ¿le dais una oportunidad a este lo-que-sea?
Disclaimer: si One Piece fuera mío me lo habría visto entero. Oda plz.
1# Intimidad
Cuando estaba con Arlong Nami tenía algo de lo que no era consciente pero que ahora que ha renunciado a tanto que la lista de privilegios (que solo son privilegios cuando vives como lo hacen ellos, como piratas) es tan extensa como el East Blue y no hace más que aumentar en momentos como ese, mientras apoya un barreño de madera contra la puerta y echa el pestillo, ahora echa terriblemente de menos. Como si un pestillo fuera a detener a Luffy o a Zoro si quisieran entrar al baño y entraran (porque al menos Usopp se abstiene de entrar aunque se lo esté haciendo encima y Sanji bueno, es Sanji. Ni siquiera hace falta que se lo esté haciendo encima. Cuando el calor de los fogones le funde la caja de fusibles que tiene por cabeza se le van todas las ideas de golpe, saltan todas las alertas de apagón general, la sangre le huye de la cabeza y Sanji abre la puerta un poco más emocionado de lo que vuelve volando a la cocina, con más sangre fuera que dentro del cuerpo).
Nami antes tenía un cuartucho sin ventanas en el que sentarse a dibujar mapas, una mesa en la que apoyar el codo y una mano en la que apoyar la cara cuando se cansaba un poco de todo y se imaginaba cómo sería su brazo sin la huella de tinta de una maldición, su vida con Bellemere y su villa sin piratas. Podía tirarse horas perdiendo el tiempo, llegar a las tantas a una casa en la que nadie esperaba por ella y levantarse todos los días con ganas de comerse el mundo como si fuera una mandarina sin pelar, a mordiscos.
Creía tener un secreto, lo cual por definición siempre es mejor que no tener ninguno. Ahora no es que no los tenga, es que no le dejan tenerlos. Ahora Nami no tiene secretos porque desde que apareció Luffy para ponerlo todo patas arriba y meter su nariz de goma en una villa en la que entran menos de los que salen, Nami siente que no puede tener secretos.
En la lista de privilegios solía haber cosas como asearse a diario con agua dulce, regar los mandarinos en tierra firme y no temer por ellos cada vez que en la costa resonaban los cañones.
Antes tenía intimidad.
Tenía un espacio para ella sola y nadie lo invadía a no ser que ella quisiera, y cuando lo hacía era solo físicamente porque Nami odiaba a los piratas, con sus metas por encima de todo y sus banderas tan negras como sus corazones.
Ahora no puede hacer más que vigilar la puerta con la mandíbula tensa y mojar su toalla en la jarra de cerámica para lavarse un poco a tientas, sin jabón y cómo echa de menos el jabón.
Debería tener derecho a. Tiene derecho a.
Debería haberse visto venir que Usopp y Luffy lo usarían para fregar la cubierta y que para cuando Sanji o ella se dieran cuenta de que el detergente con extra de barniz seguía sin abrir y quietecito en la despensa, la pastilla de lavanda se habría disuelto hace mucho.
Sanji es el único que aprecia la diferencia entre jabón de manos, detergente para los platos y friegasuelos, pero también es el único que tiene asignada una función específica dentro del barco, además de ella. Los otros tres tienen demasiado tiempo libre y muy poco sentido común.
Sanji no es la máxima expresión del sentido común, es decir, es un Sombrero de Paja. Pero no es tan Sombrero de Paja como Luffy.
Ahora mismo está teniendo uno de sus intercambios de opiniones con Zoro. Lo nota porque el barco se mueve como si estuvieran atravesando un huracán y esa mañana Nami se aseguró de que la ruta por la que navegarían los próximos tres días estaría despejada y exenta de zonas de choque entre aguas calientes y frías, así que aunque no pueda ver el exterior pone la mano en el fuego a que Sanji ha terminado de preparar la cena, Zoro ha terminado de entrenar y ambos son incapaces de sentarse un ratito a reponer fuerzas mientras el otro no tiene nada que hacer.
Podría verlos si no hubiera echado la cortina, pero es Nami la que está en un barco con cuatro chicos que se duchan con la puerta y la ventana abiertas de par en par, chicos que se secan en cubierta y se sacuden como los perros, mojándolo todo y persiguiéndose desnudos, chicos que a veces la miran con un poco de lástima porque si ella fuera un chico podrían jugar todos juntos, pero no lo es y la última vez que Luffy se escondió detrás de ella (con los ojos rojos y restos de espuma tras las orejas) para huir de Usopp Nami lo sintió contra su espalda, vibrante, con energía para parar a una flota entera de la Marina, adolescente, desnudo, estúpido Luffy, y le dio tan fuerte que la onda expansiva llegó hasta el Baratie.
Nami no es Zoro, y le daría vergüenza dormir espatarrada cerca del mascarón, a la vista de todos, y acercarse a una de esas pesas que podrían ser anclas de emergencia.
Nami no es Usopp, que parece disponer de una fuente inagotable de chistes poco higiénicos que siempre inundan los desayunos y las comidas en alta mar.
Nami no es Sanji, que antes le tiraba los trastos a cincuenta mujeres al día y que ahora tiene que montar planes estratégicos para sorprender a Nami mientras se asea un poco y no olvidarse de cómo son las caderas de una chica y por qué usan sujetador.
Nami no es Luffy, que cree que el One Piece está oculto en lo más profundo de su nariz y se pasa el día hurga que te hurga, a ver si con todo lo que rasca gana algo. Luffy, que se ha dejado su sombrero (que Nami juraría que no estaba allí cuando ella entró) colgado en uno de los ganchos metálicos de la puerta. Luffy, que nunca llama antes de entrar y abre directamente con el hombro, el pelo hecho un remolino y la cicatriz bajo el ojo, que es como una sonrisa pequeñita. La otra, la de la boca, esa es enooorme. Se le desfigura un poco cuando Nami hace lo posible por taparse, pero la toalla se ha encogido y no la cubre del todo.
Y ahí está Luffy, excitado porque Zoro acaba de rajar una de las suelas de los mejores zapatos de Sanji y las promesas de muerte por parte de Sanji están en el auge de su originalidad. Usopp está tirándoles picones para cabrearlos más y él no puede tomar parte en la Pelea de Antes de Cenar sin su sombrero.
—Cógelo y lárgate.
Le tiembla un poco la voz al hablar, como el timón cuando la corriente es demasiado fuerte, pero no puede evitarlo. Luffy tiene la habilidad de ser idiota y ser consciente de que lo es, lo cual acaba haciendo sentir idiota a su interlocutor.
Inclina un poco la cabeza al mirarla, con las piernas cruzadas sobre la banqueta y la cara ardiendo.
Nami lo vio desnudo cuando fondearon en aquella isla tropical que tenía un lago poco profundo y Luffy cogió a Zoro por los brazos mientras echaba la siesta bajo un nogal, Usopp lo sostuvo de las piernas y entre los dos lo tiraron al agua. Después Zoro les bajó los pantalones y metió la cabeza de Luffy bajo el agua para ver si se ahogaba de una puta vez, y Nami ese día vio más de lo que le gustaría haber visto.
Es bastante justo, se dice. Ellos también me han visto desnuda a mí. Ellos y otros antes que ellos.
Pero no es nada justo.
Le molesta que sean ellos los que decidan cuándo tiene que enseñar las tetas porque no obtiene ningún beneficio a cambio, solo el frío colándose en el baño del Going Merry y la piel erizada. Le molesta no tener derecho a escoger como lo tienen ellos, que se sacan las camisetas cuando les da la gana y entran al baño sin pensar en si hay alguien dentro. Le molestan esos momentos en los que uno de ellos está en la misma habitación que ella y ella no tiene la capacidad de decidir si quiere estar ahí, con las bragas sobre la repisa del lavamanos y sintiéndose tan vulnerable que se asfixia.
Le molesta que Luffy parezca más alto cuando lo miras desde abajo, que no se esfume como el humo tan rápido como aparece y que la escrute con el entrecejo fruncido, como si nunca antes hubiera visto a una chica desnuda.
Espera, ¿habrá visto Luffy...?
Bueno, es una pregunta bastante tonta. Es evidente que ahora ella está desnuda y él la está viendo, así que sí.
¿Por qué?
¿Por qué no hace nada? ¿Por qué no se va? ¿Por qué no cierra la puerta?
¿Por qué no se queda?
Pero no.
Es Luffy.
Es Luffy y ella no va a exprimirse el cerebro en busca de respuestas para las que Luffy no tiene preguntas. Luffy, que se niega a entender ciertos detalles por el simple hecho de que no le interesa entenderlos.
—Esa es mi toalla.
Nami parpadea. El sol se está poniendo y contra todo pronóstico, Luffy, su silueta recortándose contra el horizonte, tiene razón. Su toalla es naranja, pero la de Luffy es roja y a oscuras es fácil confundirlas.
—Lo siento.
—Puedes usarla, no voy a bañarme hoy.
Luffy se niega a entender ese tipo de cosas.
Que cada uno tiene su toalla y que si hubiera sido al revés, Nami la habría quemado y se habría secado a la intemperie, y no habría vuelto a secarse de otra forma hasta tener una toalla nueva.
Luffy deja la puerta abierta y como no hay jabón, ahora Nami huele a Luffy, a goma y a salitre, y Sanji podrá salir muy mal parado de la pelea con Zoro, pero esa noche hará guardia en la cocina si hay que hacerla.
Luffy no ha tenido hambre en su vida. Lo que tiene constantemente son ganas de comer, así que la conciencia de Sanji está tranquila.
Luffy no come hasta mañana y se acabó, y que dé gracias al cielo porque a Sanji no le guste resolver las cosas con violencia.
Gracias por haber llegado hasta aquí, ¿un review? Si os urge algún prompt/pairing/ambos decidlo y aparecerá en el próximo One-shot.
Hasta pronto ^^
