Notas de la autora: Ok, como bien algunos saben, subí estos shot hace muchíiisimo tiempo pero por obra de mi estupidez mundana, borré la segunda parte y se perdió en el infinito. Así que me dije que iba a volver a escribirla, pero mientras lo hacía, el fic se alargó y entonces comencé a cambiar algunas cosas; espero, sin embargo, que esta les satisfaga más que el primer intento.

Como había dicho antes, esta historia surgió como original, pero debido a los sucesos que han acontecido a mi deliberado y enfermizo trauma con el NaLu, pues se volvió Nalu! ¡Ta-chiáan! Espero que les guste y disfruten leyendo este pedacito de fail x).


Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen al escritor de Fairy Tail: Hiro Mashima. La idea -por fin-, me pertenece. Lol.


Rated: T

Advertencias: El temido OOC (Espero que no, pero bueeeeno).

Pairing: Natsu x Lucy. Nalu.

Summary: Lucy es la hija directa de Lucifer. Está en el mundo para tentar a los humanos, pero entonces un humano la tienta a ella. O al menos, eso cree ella.


¡Disfruten!


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Capítulo 1.

El nombre de Lucy

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Y allí iba de nuevo. El chico entró rápidamente azotando la puerta gracias a la lluvia e hizo un escándalo en todo el recinto.

Lucy se asomó desde dónde se encontraba sentada, acomodando los libros detrás de un pesado, grande y alto mueble color caoba; sus ojos se perdieron en él. Justo como siempre, tan perfecto y coqueto, con su actitud de niño mientras esperaba y se sacudía el agua del cabello con una mano. La melena rosa había cambiado su forma rebelde y ahora un flequillo adorable caída en su frente. Se maldijo, un demonio no se debía enamorar nada más por que sí.

Se obligó a recordarse de donde venía y para que estaba ahí.

Se suponía que ella era un demonio, hija de Lucifer directa. Había estado ahí para tentar a los humanos y eso intentaba hacer, pero por alguna razón no quería -no podía- hacerlo. Al contrario de la mayoría de los demás demonios, que odiaban a muerte a los humanos, ella solo creía que eran seres extraños.

Seres que se equivocaban seguido, que no tenían ni la más mínima idea de lo que hacían pero aun así lo llevaban a cabo y diablos, se supone que ella estaba ahí para hacer que cayeran por un borde profundo del que no podrían...no deberían salir; y a pesar de eso, había algunos humanos a los que admiraba, sobre todo a los que lograban salir de aquél oscuro y tenebroso abismo.

Decidió trabajar en una librería porque ahí había personas que necesitaban ser incitadas al mal, se supone que ella podría cambiar su forma de pensar y actuar. Tendría que hacer que dejaran de llegar o que tomaran caminos torcidos hasta hacer humanos enfermos y...psicóticos. Pero no sabía por qué siempre terminaba ayudando a las personas, como si de un ángel se tratase (maldito sea su corazón de pollo).

Pero eso no importaba realmente, porque en este momento era ella la tentada y lo sabía, sabía que algo ocurría dentro de ella pero no podía aceptarlo simplemente. Cada que aquél espécimen perfecto aparecía en el establecimiento, a ella le temblaban las piernas, el lugar en el que debería estar su corazón humano, se agitaba como loco y lo peor de todo, era que no entendía que demonios -literalmente- sucedía con ella.

Su jefa, Levy, apareció detrás de ella haciendo que soltara un chillido no muy demoníaco, ni humano y mucho menos angelical.

— ¿Lucy?—la rubia se volteó estremeciéndose—. Lo siento. ¿Te encuentras bien?

—Sí— peinó su cabello entre sus dedos y se apresuró a continuar arreglando las copias de los nuevos libros que habían llegado ese día—. Lo siento. Me distraje por una tontería.

La pequeña desvió su mirada hacia las puertas, donde uno de sus más antiguos amigos estaba mojando todo a su paso con su ropa empapada. Gruñó y estuvo a punto de ir a reclamar el descuido, pero se contuvo al mirar las sonrojadas mejillas de su compañera.

— ¿Acaso esa tontería tiene un lindo trasero y un puntiagudo cabello? —La mirada que le devolvió fue oro puro. Soltó una fuerte y sonora carcajada—. Vaya, vaya.

—Levy-chan— la fulminó con sus ojos cafés y enterró su cara entre sus manos. No sabía que era peor, ser lo suficientemente transparente para que su jefa se diera cuenta de que estaba pasando o que de verdad fuera esa su tontería. O aun peor, que la descripción haya dado justo en el clavo.

—Puedo presentártelo-

—Disculpen— las chicas notaron la presencia masculina y se quedaron calladas. Lucy bajó la vista y la fijó en el libro que tenía sobre las piernas. Reconocía ese título pero su mente no procesaba la información. Levy a cambio de Lucy, le sonrió al chico.

—Hola, Natsu— se cruzó de brazos con un esbozo de sonrisa divertida—. ¿Ya conoces a mi amiga? Se llama Lucy. ¿A que es muy hermosa?

La mirada de Natsu se fijó en la chica sentada en el suelo, sus ojos verdes la examinaron con interés.

—L-e-v-y-c-h-a-n —le reclamó Lucy mientras abrazaba el libro que descansaba sobre sus piernas—. No contestes a eso— le dijo a él directamente, que por alguna extraña razón no dejaba de mirar el libro.

Sus ojos verdes se perdieron en el título de la obra a la que desesperadamente ella se aferraba y Lucy bajo la vista para ver qué era lo que estaba llamando tanto la atención.

En la portada se podía observar una mujer india acostada sobre un tipo de mueble con ornamentos dorados y muchos colores. Lucy tuvo que leer muchas veces el título para llegar a procesar la información: "Kamasutra".

Joder.

Soltó el libro como si de repente le hubiera dado un toque monumental.

Lo que faltaba, un demonio puritano. ¿Acaso era un chiste?

—Wow. No sabía que estabas leyendo esto, Lucy— se mofó Levy de su pequeño error y a ella casi le entraron sus genes demoníacos para matarla. Conocía a Levy desde que la habían enviado al mundo humano, y se podía decir que tenían un tipo de conexión perfecta, casi como si fueran…amigas.

Lo cual, no debería ser, porque vamos…se supone que ella es un demonio. ¿Qué diría su padre si la viera en ese momento, sonrojada, y actuando como toda una puritana pero luciendo como una chica lujuriosa? Aun peor: ¿Qué estaría pensando el chico al que llevaba acosando más tiempo del imaginable?

Le entraron ganas de abrir el suelo debajo de ella y brincar hacia las llamas del infierno (Lo cual no era malo porque en realidad era su casa, así que realmente lo que quería era regresar a casa y no volver a salir hasta el siguiente siglo). Nunca se había atrevido a hablarle y la primera cosa que le decía era que no la tomara en cuenta mientras se aferraba al Kamasutra.

Estúpida librería multigénero.

—Yo no estaba-

La carcajada de él le provocó un estremecimiento que recorrió su cuerpo en tropel, arrollando un sentimiento detrás de otro. Quería quedarse ahí y seguir escuchando como si en realidad no supiera que debía cargar con una horrible responsabilidad que ella nunca había pedido, ni quería.

—Levy, déjala en paz— metió sus manos en sus bolsillos mojados, le sonrió y sin quitarle la vista de encima, continuó hablando—. Nadie te juzga por leer tus libros pervertidos.

—Yo no leo libros pervertidos—Levy le sacó la lengua y por fin su penetrante mirada dejó a la rubia para atormentar a McGarden—. Y qué demonios te pasa entrando aquí todo empapado. Joder, me van a despedir por tu culpa.

—Eres la jefa—dijo como si fuera lo más obvio del mundo—, no te puedes correr a ti misma.

—No. Soy la gerente, lo que es diferente—le dedicó una mirada a Lucy, que seguía observando a Natsu y casi le escurría la baba por la barbilla—. Lucy, puedes tomar un descanso.

Ella por fin se dignó a cerrar la boca, asintió levantándose y huyendo de ahí. Levy no era tonta.

Nada tonta.

Su amigo Natsu, llegaba constantemente al local híbrido (entre librería y zona de descanso) y desde que Lucy había comenzado a trabajar ahí, habían aumentado sus visitas considerablemente. Levy no sabía quién era más obvio, si Lucy o Natsu. Por su parte, ella pensaba que Natsu. Al menos Lucy no lo llegaba a verle a su trabajo ni se quedaba por bastante tiempo "leyendo", pero en realidad devorándose a su amigo.

— ¿Se te ofrece algo? —la mirada perdida de Natsu por donde la rubia había desaparecido hacia unos instantes, regresó a ella—, porque parece que últimamente necesitas muchos libros. ¿O no?

— ¿Estás insinuando algo? —ella negó y el la evaluó con la mirada—. Bien. Entonces iré a buscar lo que necesito—apuntó el mismo pasillo por el que su mirada se perdía—, por allá.

Lo miró perderse entre los altos muebles y suspiró con una pequeña sonrisa.

._

Lucy se apresuró a llamar a su mejor amiga. Sus dedos temblorosos deslizándose por la pantalla.

Se escucharon los diferentes tonos de la llamada, la rubia mordía su labio inferior sin tener la menor idea de que hacer; todo el asunto del chico humano la estaba volviendo loca y la había llevado y obligado a buscar ayuda profesional.

En este caso, su ayuda profesional trabajaba en un casino como el buen demonio que era. Bastante diferente a ella.

—¿Sí?

—¡Erza! —del otro lado de la línea se escuchaba la música del casino y de repente los pitidos de las maquinas—. Estoy en problemas.

—¿Lucy? ¿Qué sucede? —titubeó unos segundos antes de decidir decirle, pero Erza la interrumpió—. Estoy en medio del trabajo, ¿Crees que podríamos hablar más tarde?

—¿Eh?...Ah, claro—la línea se cortó tan rápido como ella pronunció las últimas palabras de decepción. Miró la pantalla iluminada del teléfono y estuvo a punto de sisearle cuando escuchó los pasos de alguien detrás de ella.

—¿Estás en problemas? —no le sorprendió la presencia de la persona, sino su voz. El estremecimiento que le recorrió la médula hizo que el teléfono volara de sus manos y aterrizara con fuerza en el suelo—. Oh, eso se ve mal. Déjame ayudarte.

Lo miró inclinarse frente a ella y volver a encuadrar los hombros para dejar su celular en las manos. Sus ojos intimidantes reflejaban interés y por un momento olvidó que ella era el demonio y él, el indefenso humano.

—Um—se aclaró la garganta—. Gracias. ¿Se te ofrece algo?

Él la evaluó con cuidado y después una sonrisa le iluminó el rostro. Joder, el tipo la quería matar. Su sonrisa era grande, divertida, sus colmillos sobresalían de su blanca y recta dentadura, y todo el interior de Lucy se revolvió con fuerza, su estómago gritaba, su corazón saltaba y su cabeza daba vueltas.

¡Era un demonio! No podía ser posible que un simple humano le provocara tantas emociones tan…horribles.

—No, en realidad no—giró sobre sus talones y desapareció, dejando a Lucy con ganas de seguirle.

._.

Volvió a hablar con el humano pocos días después. La época de lluvia parecía siempre burlarse de él, dejándolo calado casi hasta los huesos y Lucy se preguntó si no conocía las sombrillas o mínimo los techos para resguardarse del diluvio; Levy apareció asomando su pequeña cabeza azul y se enfureció igual a un perrito chihuahua.

—¡No puede ser! —Su enorme y masculino novio, apareció detrás de ella (vamos a decir que él se veía como un doberman –con su largo cabello negro y el ceño fruncido-), justo como una sombra protectora que intimidaba hasta el más yankee –omitiéndolo a él, claro- de la ciudad—. Estoy empezando a creer que lo haces a propósito.

—¿De qué estás hablando, Levy? —Buscó entre las pocas cosas secas que traía y dejó un libro en el mostrador, justo frente a Lucy que se sorprendió al ver el título. Sus miradas se encontraron por encima de la portada del libro, y él le sonrió—. Hola.

—H-Hola—bajó la mirada sintiéndose cohibida. Maldita sea, soy un desastre.

—Lu-chan, saldré unos cuantos minutos—dijo Levy antes de entrecerrar los ojos hacia Natsu—. Más vale que te comportes. Vamos, Gajeel.

Ambos chicos se retiraron del local, haciendo que la campanita de la puerta sonara y después los dejara en un silencio incómodo. Lucy se encontró debatiéndose entre su lado bueno y lado malo, aunque en realidad eso pasó a segundo plano cuando tomó el libro y volvió a ver el título—. ¿Charles Perrault? ¿Cuentos para niños?

Él le respondió con una sonrisa.

—Sí—sus ojos fueron hacia ella y por un segundo, le pareció verlos brillar con intensidad—. Cuentos para niños. Son magníficos.

—¿Enserio, lo crees?

Había algo en Natsu que no la dejaba de impresionar, tal vez era ese aire inocente que a veces dejaba ver, con actitudes de niño pequeño a las que ella parecía encontrarse doblegada; la conversación fluía con rapidez y simplicidad, se sentía placentera y no fue hasta que regresó su jefa, que notó el paso del tiempo. Para entonces, Lucy había recargado la barbilla en las palmas de sus manos y miraba al muchacho como ciego que ve por primera vez el sol, y Natsu, no estaba mucho mejor, recargándose en el mostrador con los codos y echando el cuerpo hacia adelante completamente encantado de hablar con ella.

Lucy aprendió muchas cosas en su pequeña charla, como que trabajaba en una guardería, su cuento favorito de Charles Perrault era el gato con botas, conocía a Levy desde pequeña y le encantaban los gatos. En fin, todo a lo que ella no debería verse atraída, al contrario, debería pensar en corromperlo de alguna forma –aunque pensándolo bien, también tenía cierta aura de travesuras que no podía identificar muy bien-. Tal vez Natsu podía aparentar su lado salvaje muy bien.

Está, después de todo, en la naturaleza de los humanos.

Lucy se encontró preguntándose cómo podría ver esa parte…pecadora, y casi se da una felicitación por tener al fin un pensamiento divertido y malévolo. Se inclinó un poco más hacia él justo antes de que Levy irrumpiera el momento con el sonido de la campanita de la entrada.

—Oh, Natsu—Gajeel entró detrás de ella—, ¿todavía sigues aquí? —Desvió la mirada entre los dos jóvenes y una sonrisita traviesa cruzó su semblante—. ¿Sabes? Paró de llover hace una hora.

—Bien. Ya me iba— giró para enfrentarse a la rubia—. Nos vemos después.

Ella se mordió el labio inferior sin darse cuenta que era uno de los gestos más provocadores que existía entre los humanos –bueno, cuando se hacía bien, claro está-. Y fue entonces cuando el humano inocente se volvió un demonio de la sensualidad, por qué la sonrisa ladeada y satisfecha que le dio, la dejó helada y sorprendida. El calor subió por su cuello hasta llegar a sus mejillas y solo pudo asentir apenada.

¿Qué había sido eso?

Pronto, sólo Levy, Gajeel y ella se encontraban en la tienda. Se apresuró a llevar los libros al estante y ordenar los papeles para que Levy hiciera sus listas de llenado (que seguro habían sido invento macabro de su mismísimo padre); Levy la sorprendió, acorralándola en una esquina y sin quitar esa sonrisita de su cara.

—Entonces…¿Te gusta?

—¡Mira, que tarde es! —Miró su reloj imaginario—. Tengo que irme, Levy. ¡Hasta mañana!

_.

La noche se sentía fría y el aire le golpeaba las mejillas con fuerza. Intentaba desviar los pensamientos y los recuerdos del humano, pero fallaba de forma brutal; recordaba sus suaves ojos y sus palabras plagadas de admiración, y, dios mío, esas sonrisas que la traían loca y le movían el suelo.

Estaba la inocente y su contraparte. Y las dos las amaba.

Por fin regresó a su entorno cuando los pasos que la seguían, se hicieron mucho más insistentes. Soy hija del rey del infierno, no hay porqué más temer, ¿O sí?

Miró por sobre su hombro y vio al novio de su jefa.

—¿Gajeel? —Paró de repente—, ¿te envió Levy?

—No—su voz tosca le parecía divertida—, es el camino a mi casa.

—¿No me estás siguiendo?

—No.

Se aferró con más fuerza a las correas de su bolso.

—Si tú lo dices.

Continuó todo el camino hasta la última plataforma del metropolitano y se dio la vuelta, frustrada.

—Deja de seguirme.

—¡No lo hago!

La sala estaba desierta a excepción por las luces del transporte que ocasionalmente paraba esperando que alguno de los dos subiera. Gajeel no se movía, y ella tampoco planeaba hacerlo.

Bajar al infierno era bastante sencillo, comparado con todas esas teorías extrañas de los humanos. Todas las puertas marcadas que guiaran al subterráneo, servían; y la única que ella conocía, estaba ahí, disfrazada de un área restringida. Aunque algún humano se atreviera a bajar, nunca llegaría, ya que solo los demonios por obvias razones, podían pasar.

—Ya, vete—dijo ella con la frustración marcada en su cara. Gajeel levantó una ceja—. ¿Qué esperas?

—No tiene nada que ver contigo, niña.

—Bien.

Permanecieron quietos por un momento más hasta que Gajeel resolló con fuerza y la tomó de repente de uno de sus brazos, Lucy forcejeó temerosa de enfrentarse a una situación incómoda y aterradora, pero se sorprendió al ver al chico descubriendo parte de su muñeca y cerrando su mano alrededor. Piel contra piel.

Sintió una descarga eléctrica, un tipo de energía que comenzó como fuego y la hizo dar varios pasos para retroceder asustada.

—¿¡Pero qué putas te pasa!? —Gajeel sonrió con autosuficiencia y regreso sus manos a sus bolsillos—. ¿Qué demonios fue lo que hiciste? —ella talló la zona quemada de su muñeca y donde esperaba encontrar piel lastimada, no hubo nada. Confusión se mostró en su rostro.

—Lo sabía.

—¿Uh?

—Eres un demonio—Lucy se petrificó en su lugar, la mirada del muchacho la examinó—, y no uno cualquiera, ¿Verdad, princesa?

—No sé de qué hablas. —Trago duro y apretó sus manos enguantadas contra su pecho—, ¿Acaso enloqueciste?

—Sabía que te me hacías conocida, pero tu forma de actuar no va a lo que eres—Gajeel comenzó a caminar hacia el área restringida—. Creo que ya podemos regresar a casa.

Lucy abrió la boca de la sorpresa.

—¡No puede ser! —Lo alcanzó—, ¡No es posible! ¿Tú?... —se lo pensó mejor—. Pensándolo bien, sí que pareces uno. ¿Acaso Levy-

—No. Ella es humana—Lucy pestañeó varias veces—. Y antes que digas algo: está permitido. Los humanos y los demonios pueden asociarse pero no es muy común. Tú lo debes saber mejor que nadie.

—S-Sí—bajó la mirada mientras descendían las escaleras y llegaban a las puertas metálicas de un elevador. Se abrieron.

Lucy recordaba las miradas de odio a la raza humana y los comentarios crueles, sobre todo de su padre. Todavía existían algunos demonios, como Gajeel y ella que no buscaban el mal para ellos, aunque si lo analizaba con más calma…

—¿Cuál es tu pecado? —él sonrió sin quitar la vista de las puertas.

—Codicia—hizo una pausa—, no necesito preguntar el tuyo.

—Pero si yo no-

—Es lujuria —Su boca se secó de repente. ¿Qué? ¿Lujuria? ¿Qué demonios había visto Gajeel en ella para hacer aquella afirmación? Se había pasado buscando que pecado era por mucho tiempo y casi estaba segura que era de los orgullosos; se removió incómoda en su lugar, tirándole miradas entre enfadadas e incrédulas—. No me mires así, princesa. Eres como un súcubo reencarnado.

—Oh, Dios mío, no. —Se cubrió con los brazos, de repente sintiéndose expuesta—. ¡Deja de decir esas cosas! ¡Pervertido!

Gajeel frunció el ceño.

—¿Acaso acabas de mencionar a-

—No —Las puertas se abrieron y ante ellos, se alzaba la ciudad del infierno; los edificios de diferentes alturas casi llegaban a la luna roja que se mostraba sobre ellos. Lucy avanzó rápidamente hasta donde una gran limusina negra la esperaba—. No te atrevas a mencionar nada, Gajeel—le gritó antes de entrar al auto, ayudada por uno de los muchos esbirros de su padre.

._.

La escoltaron hasta el despacho lúgubre de Jude. Tocó una vez antes que una voz ronca y fuerte se escuchara del otro lado de las puertas pesadas de caoba.

—Lucy—ella asomó su cabeza con una sonrisa nerviosa. El hombre estaba mirando a través del enorme cristal, el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Por un segundo a Lucy le pareció ver una cara de cansancio, bolsas debajo de sus ojos y se preguntó lo difícil que sería estar en su lugar, rara vez lo veía descansar y eso que literalmente era el rey del infierno. En los cuentos humanos, lo pintaban seguido con cuernos y cola y quiso imaginárselo así para que su intimidante presencia, no la pusiera nerviosa.

—Hey—fue dando pasos delicados hasta terminar frente al escritorio—, ya regresé.

—Toma las fotos.

Examinó lo que había frente a ella y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, desde las puntas de los dedos hasta el cuello; el sentimiento se escabulló adentrándose a su cerebro. La librería parecía de un cuento de hadas en las imágenes, fotos de ella desfilaron con sonrisas jocosas que la dejaron petrificada.

—¿Esto has estado haciendo? ¿Tú?

—Puedo explica-

—¡La hija de Lucifer! —cerró los ojos con fuerza y sólo después de estar segura que la ira (por cierto, el pecado de su padre) se había ido, abrió un ojo inspeccionando—. No puedes hacer estos juegos. Tu responsabilidad es demasiado grande.

Lucy decidió ignorar las palabras para no mortificarse después.

—Lo intento, pero-

—Responsabilidades.

Ella entornó los ojos—, ¿A qué te refieres exactamente? No es como si fuera a heredar el trono del infierno, en cualquier caso.

Su padre plantó su mirada seria y dura sobre ella. Lucy volvió a sonreír con ansiedad.

—¿Sabes cuál es tu nombre?

—Sí.

—Dímelo.

—Lucy.

—¿Y ese apelativo se utiliza para…?

—Oh, por Dios—las cejas de su padre subieron—. ¡No me estés jodiendo!

¿De verdad le había puesto Lucifer a su pequeña hija? ¡Qué hijo de puta!

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Notas: Y le quiero dar las gracias a Cynthia Yeidsumi Naroshi, por que ella fue la primera en avisarme que mis capítulos estaban repetidos xp. Gracias a todos los que me dejaron reviews, dándome ánimos para continuar, y también a todos los que dieron favs y follows. Espero que no cause molestia que haya modificado la historia.

Y para las personas que siguen mis otras historias - si es que hay alguna e.e-, ¡he estado intentando actualizarlas! Pero aparte del bloqueo (así, muy cabrón*hace manita de whats*), tengo tantas ideas que todas confluyen y quiero escribir todos los fics al mismo tiempo y al final, sólo hago dos o tres líneas. Espero que estos últimos días, me organice un poco mejor. Disculpen por tanta demora.

¿Me dejan reviews? ¡Por favor! ¡Necesito alimento!

Pd. Y también te dedico este capítulo, alexbonita por tu apoyo incondicional y por que no quiero que mueras por mi culpa xD.