Hola, bueno realmente el juego Zelda TP me encanta (No más que ST) todo su historia, jugabilidad pero en fin. Espero que les agrade a todos los fans de Zelink n.n Todo este prologo va a ser a visión de Link los siguientes capítulos irán narrados en 3era persona.
También este fic quería publicarlo HOY como ya sabrán es el 30 Aniversario de la gran saga de Legend of Zelda y que mejor manera que celebrarlo así c: Una actualización y un nuevo fanfic de Zelda.
También es un fic teoría sobre algunas cosas que me parecieron interesantes en TP. Ruinas templos ETC.
The Legend of Zelda no me pertenece, hago en fanfic sin fines de lucro.
Importante:
-Negritas, importante
-Cursiva en flash comienza con un guión, un párrafo en negritas y termina igual
-Cursiva en los diálogos es pensamiento.
-Las palabras que no se entiendan o algo que se aclare si no se comprende llevara un (*) y lo responderé al final
Advertencias:
Este fic puede contener lenguaje altisonante, escenas con violencia y Zelink, fans de Ilia x Link Midna x Link abstenerse de leerlo.
Título:
"¡Por Hyrule!: El retorno de la obscuridad"
Por: Aoiha-Hylian
Prólogo: No te abandonaré en la guerra
No sé en qué momento la paz del reino se volvió turbia, reemplazándose las blancas nubes que cubrían el firmamento, por la estremecedora oscuridad y penumbras, causando a cualquiera que la mirase el peor de los escalofríos, sin escapatoria donde resguardarse.
Mi nombre es Link, tengo diecinueve años, y soy el feroz Caballero Lobo de Hyrule. Me alisté en la fuerza militar de la familia real sólo por una razón… y esa era proteger a toda costa esta sagrada tierra, pues desde que Ganondorf, el Rey de las Tinieblas y de las Gerudo, una raza extinta, fue derrotado, un desconocido mal ha tratado de asesinar a la Princesa Zelda. No sabemos por qué ni cómo había pasado, se suponía que aquella tenebrosa fuerza ya había cesado, pero nos equivocamos al respecto. Todos y cada uno de ellos seguía sus mal intencionadas órdenes… era casi imposible detener aquello.
Recuerdo perfectamente, aquel día cubierto por el ocaso que las Diosas abandonaron al villano, arrebatándole el sagrado poder que yacía en su mano. Pero aun así, toda esta situación me confundía, poniéndome sumamente tenso por no saber qué hacer.
Todo a mí alrededor se iba desmoronando. El tiempo era pésimo y la gente gritaba, agonizaba, era algo realmente triste y despreciable por los desgraciados que hacían esto. Yo… yo no quería voltear a verlos, mis compañeros caballeros, mis amigos. Esta situación me afectaba desde lo más profundo de mi alma, y realmente mi espíritu de lucha se iba debilitando cada vez más. Sin embargo, tenía algo más importante que hacer.
Mala suerte para ellos que no encontraron a la princesa, pues en estos momentos está justo a mi lado, encapuchada, ambos montados en mi yegua, Epona.
Antes de que toda esta desgracia ocurriera, me encontraba paseando alrededor de la nueva ciudadela, la cual estaba más grande y hermosa que antes, pues se había extendido a lo largo del campo que la rodeaba, justamente donde estaba la estatua de búho del Este. La princesa y sus súbditos, a los que llamaba Consejo, habían decidido poner en marcha una remodelación de espacios, los cuales habían sido parte de la antigua guerra de Hyrule contra la nación enemiga del desierto.
Cuando paseaba con Epona para vigilar los alrededores, supuse que todo andaba en orden. Pasé con Telma, quien me había prometido tener mis ropajes del héroe listos, ya que estaban algo sucios y rotos por el tiempo y las generaciones que seguramente lo han llevado consigo. Por el momento cargaba con un uniforme parecido al de los soldados, el que siempre tenía que llevar pero sinceramente me sentía mucho más cómodo con mis ropajes.
Dos segundos fueron suficientes para cambiarme. Luego me despedí cortésmente de ella.
- Muchas gracias, Telma – dije feliz con mis cómodas ropas – Nos vemos. Adiós, Louise. – acaricié a la gata blanca, cuando de pronto esta se escondió tras de mi e invadieron la taberna. Desenfundé mi espada rápidamente y derroté a los invasores, quienes eran dos Lizalfos acorazados. Telma me miró con miedo y yo le ordené esconderse en el pasadizo.
Salí del lugar directamente hacia el castillo, no había nada más importante que la seguridad de la princesa en ese momento, pues se encontraba preparando para una ceremonia. Aunque todo eso se fue al diablo después de esa explosión. Sin pensarlo, escapamos del lugar junto con algunos aliados.
Los soldados y yo apenas salíamos del campo del Sur de Kakariko. Ya casi nos encontrábamos en la provincia de Farone, cuando de pronto, unos Stalwolfs nos perseguían. Ahora sí que había que preocuparse, se suponía que solamente salían de noche. Cuando uno de ellos trató de atacarnos, dos soldados se interpusieron y estos fueron brutalmente atacados.
Paré un segundo para tratar de ayudarlos, pero mis compañeros gritaron con un intenso chillido que erizó mi piel.
¡Corra, Sir Link! ¡Protéjala! – exclamaron, desesperados.
Yo no quería dejarlos, Zelda tomó mi mano con seguridad y me miró… con esa simple mirada supe que no había tiempo. También me di cuenta que ella estaba sufriendo cada vez que uno de sus fieles soldados caía, pero no podía afligirse en estos momentos desesperación.
- Estamos en estado crítico – dije, aunque mis palabras fueron interrumpidas por la presencia de un murciélago que se acercaba a mi rostro, con el que acabé sin duda alguna. – Reina Zelda. – ante mi llamado me observó detenidamente, demostrando tener el mismo semblante que el mío.
- Link, cuántas veces… ¡CUIDADO! – gritó ante la mala sorpresa que apareció frente a nosotros.
Un par de odiosos Lizalfos cubiertos por armadura, los cuales me dieron un golpe que me dejó colgado de mi yegua, en medio de la región de Farone.
- ¡Link!
La princesa trató de ayudarme a levantarme, pues los monstruos se estaban acercando a nosotros, cuando de repente, un jefe Bulbin apareció, y acabó con los lagartos de un sólo golpe. Aquello nos dio la oportunidad de escapar, mientras recordaba las palabras que el ser de gran tamaño me había dicho en la última batalla que tuvimos… "Sólo sigo al más fuerte".
No pude evitar reine ante ello, aunque por la tensión del momento era mejor dejarlo de lado. Volví a reincorporarme y tomar las riendas de Epona, y fue ahí que la princesa empezó a hablar.
- Aquello fue un gran gesto de su parte. Merece ser recompensado una vez que todo esto termine. – dijo, mostrándose admirada.
- Es usted muy considerada, prin… Reina…
- Ya te he dicho que no tienes que llamarme por mi título, mucho menos si ya dejé detenerlo. Debemos seguir nuestro camino para llegar a la Arboleda Sagrada, pues debes tomar la Espada Maestra.
Fruncí el ceño ante sus palabras, pues por más que haya dejado de ser una princesa, para mí siempre sería el sagrado objeto de mi respeto y admiración.
- Si tan sólo Midna no se hubiera ido... – Miré decepcionado hacia el frente, por su decisión de aquel entonces. – podríamos habernos tele transportado hacia allá mismo. – dije molesto, a cortas por el cabalgar de Epona.
-Bueno… de todas formas debemos irnos rápido o nos alcanzaran y no habrá más esperanza. – dijo segura y seria aun ante tal situación.
- Muy bien… ¡Heaa!
Epona fue más rápido ante mi grito hostigoso. Entramos a la primera parte del Bosque de Farone. Coro no estaba sentado donde siempre, supongo que Rusi lo advirtió o se refugió con sus dos hermanas.
Bajamos de Epona, y ella se quedó en el lugar. Ambos entramos al obscuro y tenebroso túnel que volvió a cubrirse de Babas Deku.
El relinchar de Epona resonó en el bosque y grité por ella.
– ¡EPONA!
Traté de regresar pero Zelda me hizo recuperar la razón, incluso si ella hubiera sido mi familia… Aun así no podía moverme. Gracias a las Diosas pude presentir que luchaba, seguramente había huido, puesto que su trote resonó hasta que dejó de oírse.
Bueno… ella seguirá bien, lo sé realmente.
Tomé por un brazo a la princesa y ambos corrimos para llegar al templo, pero la niebla estaba ahí de nueva cuenta.
– ¡DEMONIOS! ¿Cómo pretenden que pasaremos por aquí?
Miramos rápidamente a todas partes, Epona nos dejó algo de tiempo. Cuando de pronto recordé a aquella pequeña mona que salvé.
Espera, tengo la solución…
Tomé un palo del suelo, sujeté bien el candil y comencé a agitarlo. La princesa observaba con atención como lo hacía y luego como la niebla se desvanecía. Me sonrió y saltó por el camino despejado.
– ¡Bien! – grité algo apenado por la forma ridícula que lucía al hacerlo.
- Bastante inteligente, héroe… de verdad creo en ti y siempre lo he hecho, más ante esta solución tan ingeniosa. – hizo una reverencia, la observé con un sentimiento extraño en mi pecho, pero luego unos Bokoblins llegaron y nos obligaron a pasar rápidamente.
– No hay tiempo, seguiré haciendo esto y si me atacan, tome el candil y huya hacia el templo, donde se encontrara con un amigo mío y este la guiará de camino al Templo del Tiempo…
Tomé rápidamente el bumerán tornado y se lo di.
– Lo necesitará. – ella lo tomó, pero al verlo se apenó demasiado. Ella asintió con seguridad.
–Esto… esto no es nada comparado con lo que sigue. –Dije para mí mismo. Todo esto acabaría una vez llegásemos a la Arboleda sagrada.
-Continuara-
Y ¿bien? Si es que les ha gustado pueden comentar si lo desean. Agradezco a Goddess Artemiss por ser mi beta en esta historia. Muchísimas gracias. También les agradezco que hayan tomado un poco de su tiempo para leer este fanfic.
Nos leemos en otro capítulo.
Para las personas que por casualidad también leen "Reencuentros del Destino" No se preocupen, actualizare pronto.
