Hola! Vuelvo con una pequeña idea escrita. Es más de lo mismo...no sé si algún día podremos cansarnos de leer SwanQueen...pero hasta entonces, a quién aún no lo haya hecho y le apetezca leer otro más, espero que os guste.
De momento solamente se quedara en un OS, pero si me voy animando puede que de vez en cuando suba alguno corto. Es todo lo que mi tiempo me permite últimamente...
Pido disculpas por adelantado por las faltas de ortografía, espero que no os chirríen en los ojos tanto como a mí. Culpa de la prisa.
Salu2!
ADVERTENCIA: Los personajes de OUAT no me pertenecen ni pretendo que así sea.
- LA REINA MALVADA -
ONE SHOT
Las puertas se abrieron de par en par para dar paso a la temida reina malvada y sus soldados. Todos en la sala tragaron saliva y retrocedieron todo lo que pudieron de su camino. El rey la saludó protocolariamente y la música volvió a sonar como si nada. Todos intentaron seguir con la velada como si cualquier paso en falso no les llevaría a perder sus vidas. No podían hacer otra cosa, no les quedaba de otra, solo tenían que intentar no enfurecer a la reina.
Todos menos una persona, Emma Swan. Tenía que reconocer que ver a Regina de aquella guisa la había sorprendido bastante. Se la había imaginado otras veces cuando todos habían hablado de la reina malvada, pero jamás la había imaginado en aquella forma. Sus ropas eran explosivas y provocadoras. Su mirada era arrogante y oscura. Sus gestos mostraban la seguridad que emanaba de la certeza de que nadie osaría hacerle frente. Su sola presencia daba escalofríos. Emma recordaba las maldades que Regina había hecho en otros tiempos, pero tenía la impresión de que ni la versión más malvada de Regina lograría hacerle frente a aquella mujer que acababa de entrar en la sala.
Todo sucedió demasiado deprisa. Una vez más Blancanieves había conseguido escapar. Si las cosas no sucedían como debían el futuro se vería alterado irreversiblemente. Henry jamás nacería y estaba segura de que ella tampoco llegaría a hacerlo. Todo debía suceder exactamente como al principio.
Dos fuertes manos la agarraron por los brazos. Antes de que pudiera darse cuenta estaba de rodillas delante de la reina malvada. La morena la miraba de una manera demasiado intimidatoria. Había visto esa mirada antes. Mejor dicho, había sido el blanco de esa mirada antes, pero no tan intensa. Su estómago dio un vuelco y bajó la vista. Tenía que pensar algo y rápido pero su mente estaba demasiado confusa. La forma en la que Regina la miraba no era normal. Sacudió la cabeza bruscamente. Estaba muy contrariada por lo que estaba pasando. Demasiado asustada, cabreada, impresionada y confundida como para hacer algo lógico.
- ¡Regina! - gritó sin poder evitarlo. Regina tenía que ayudarla, habían conseguido establecer una especie de relación amigable en los últimos meses. Tenía que ayudarla, por Henry.
Pero a la reina no pareció gustarle que se tomara tantas confianzas. Creyó escuchar un "es su majestad, para ti" y después todo se volvió demasiado borroso. Lo siguiente que recordaba era estar en aquella celda oscura y fría. Eso fue antes de que cuatro guardas la sacaran a rastras de ella y la llevaran ante la presencia de la reina.
- ¿Dónde está Blancanieves? , no volveré a repetírtelo.
- Ya te lo he dicho. Yo no conozco a Blancanieves. No tengo nada que ver con ella. - su majestad había adivinado con presteza que ella no era de la realeza. Ni siquiera quién decía ser.
Soltó una carcajada que le produjo escalofríos antes de volverse y caminar lentamente hasta una mesita que contenía algún tipo de bebida. La morena cogió una de las copas con elegancia y se la llevó a los labios muy delicadamente. Se tomó un momento antes de volver a escrutarla con la mirada. Para Emma nunca había sido difícil adivinar lo que Regina estaba pensando, pero en aquellos momentos...en aquellos momentos Regina le daba miedo y no quería saber lo que estaba pensando. Simplemente quería esfumarse de su vista y salir corriendo de aquella maldita pesadilla.
- Dejadnos. - Ordenó la reina con autoridad.
Al segundo Emma estaba acariciando sus muñecas en el suelo y la puerta se cerraba tras ella.
- ¿Cuál es tu nombre? - preguntó la morena desde su posición.
Emma alzó la vista y dudó. Tal vez a solas con ella tuviera una oportunidad. Pero...cómo explicárselo todo...
- Leia, ya te lo he...
- El verdadero. - espetó alzando una ceja. No parecía enfadada sino más bien divertida.
- Emma. - soltó la rubia sin pensar. Ya estaba harta de todo aquello. No era como si fuera a pasar algo por decir su verdadero nombre.
- Emma. - susurró la reina antes de acabarse su copa.
Emma no sabía por qué pero no le gustó la forma en la que Regina pronunció su nombre. Y no estaba equivocada.
La morena la miró con los ojos entornados y se acercó a ella muy lentamente. Sin prisa. Sin miedo. Cuando llegó hasta su altura se agachó y la rubia pudo sentir cómo la olía. Tragó saliva mirándola de reojo.
- Tu aroma no es común.
Será porque uso colonia barata comprada en amazon. Pensó Emma.
- Eres una chica muy poco común. - susurró la reina mientras sobaba su larga melena, ahora suelta.
- Eso es bueno o malo. - preguntó Emma con ironía. Ni siquiera fue una pregunta. Aunque el roce que Regina se traía con su pelo la estaba poniendo algo nerviosa. No sabía cuáles eran las intenciones de la morena pero aquella soledad no le estaba gustando nada.
- Eres insolente. - escupió levantándose suavemente para acercarse a su oído. - y me gusta.
La reina se movió con agilidad para ponerse de nuevo delante de ella. Emma alzó la vista para mirarla y lo que vio la hizo estremecer. Regina la miraba de forma depredadora, como si fuese una cazadora y ella fuese su presa.
- Levántate. - le ordenó.
Pero Emma estaba estática. No podía moverse. ¿Qué clase de versión morbosa de Regina era esa? Tenía que pensar en algo. Y pronto, antes de que la situación se le fuera de las manos.
- Levántate...- le susurró inclinándose un poco - no me hagas repetirlo.
Emma obedeció dócilmente y se incorporó con la mirada gacha. Regina desató sus muñecas mágicamente. Emma volvió a mirarla. Aquello no le estaba gustando nada.
- Regina...
- Silencio.
Regina cortó lentamente la distancia que las separaba hasta quedarse solo a unos centímetros de su rostro.
- Podría matarte ahora mismo si quisiera. Aquí no eres nada, no eres nadie. - le susurró con voz ronca demasiado cerca, pues pudo sentir como su aliento golpeaba sus labios.
Cerró los ojos por unos instantes intentando comprender la actitud de Regina pero no había nada con lo que pudiera relacionarlo.
- Qué quieres Regina. - espetó de mal humor.
La reina soltó una sonora carcajada antes de ponerse seria y mirarla aún más intensamente.
A ti. - dijo con una sonrisa frívola.
Emma abrió bien los ojos. No quería estar segura de lo que aquellas palabras significaban. Debía de estar entendiendo todo mal pero los labios de la reina le confirmaron lo contrario
Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando sintió el contacto. Se sobresaltó y se retiró asustada.
- Regina, ¿qué estás haciendo? - preguntó nerviosa.
Regina no dijo nada. Por el contrario se acercó de nuevo sin apartar sus ojos de los suyos y esta vez la rodeó por la cintura con sus brazos. Su agarre era suave, Emma habría podido retroceder de nuevo pero se había quedado paralizada. Tragó saliva cuando Regina volvió a acercarse a su cuello. Cerró los ojos intentando reaccionar. La reina dejó un camino de saliva allí por donde paseó imperceptiblemente su lengua, hasta llegar a su oído.
- Lo sabes muy bien, Emma. - la forma en la que pronunció su nombre y la certeza de aquellas palabras hizo estremecerse a todas sus terminaciones nerviosas, enviando señales eléctricas hasta su corazón que comenzó a bombear con fuerza. - sé que no te soy indiferente he observado cómo me miras.
- ¿Cómo? - preguntó la rubia escandalizada. - no eso no...
- Durante el baile, no me quitabas un ojo de encima.
- ¿Qué?, oh pero eso no era...Regina eso no era lo que crees.
Emma intentó retroceder pero Regina se lo impidió. La rodeo juguetonamente y cuando estuvo a su espalda mordió su lóbulo izquierdo
- ¿Deseas a tu reina?, vamos Emma, no seas tímida.
- ¡Claro que no! - gritó Emma escandalizada y alterada.
Se zafó de su agarre y se retiró para encararla. La reina reía juguetonamente como si no le importara su enfado.
- Vaya...vaya...la princesa tiene carácter...
Emma no sabía qué decir ni qué hacer, los movimientos de Regina le habían nublado la mente.
- Tu situación no cambiará hasta que desees ser mía. - pronunció Regina alto y claro.
- ¿Te has vuelto loca? ¡no voy a acostarme contigo! - gritó Emma con los ojos desorbitados. El miedo y la angustia reflejados en su cara.
- Entonces volverás a las mazmorras. - respondió la morena con crueldad. - ¡guardias!
Y así pasó en los cinco siguientes días. Cada día, al anochecer, los guardias iban por ella a las mazmorras y la llevaban hasta la reina.
Cada noche pasaba igual. Regina se le insinuaba de una manera que para ella rozaba la obscenidad. Aunque no era idiota, sabía perfectamente que eso no era así. La morena era soberbia y majestuosa, sutil, elegante y lo suficientemente poderosa como para no tener que suplicar jamás por lo que quería. Tenía que reconocer que su lento juego de seducción la estaba volviendo loca. La primera noche ya imaginó cómo sería acostarse con Regina, llevársela a la cama, disfrutar de su cuerpo y sus atenciones.
No era idiota. Claro que se había fijado en la impresionante figura de Regina. Lo había hecho desde el primer día en que la vio. Solo que nunca se había imaginado verla en aquel sentido, su miedo hacia ella nunca se lo había permitido. No miedo a Regina en sí, nunca había temido enfrentarse a ella pero debía reconocer que estar en su presencia siempre le había producido una tensión que nunca había sabido explicar.
Al principio había pensado que aquella mujer no era su Regina pero a base de observar pudo darse cuenta que su Regina estaba allí, en alguna parte oculta dentro de aquella maravillosa y cruel mujer.
No sabía lo que hacía durante el día, la reina nunca le hablaba de eso. Pero imaginaba que se dedicaba a buscar a Blancanieves y el tiempo no dejaba de sumar en su contra. Si no salía pronto de allí temía que su propio cuerpo pudiera desvanecerse de un momento a otro habiendo cambiado el destino para siempre. Aquello era absurdo. Regina no la ayudaría a menos que le diera lo que quería y ni aun así se fiaba de sus verdaderas intenciones.
Regina, su Regina, la mataría si se acostaba con ella. Pero ella no tenía la culpa. ¿Qué más opciones tenía? Killian se había olvidado de ella, el mundo se había olvidado de ella, Regina la mataría en cuanto se hartara de sus absurdos intercambios verbales que siempre eran críticos y acalorados porque sabía que no pasaría nada más entre ellas. Su destino era la muerte y de eso tenía buena certeza si no hacía algo para solucionarlo.
Al anochecer del noveno día le sorprendió que nadie bajara a buscarla a su mazmorra. En un principio se preocupó. Divagó sobre si Regina habría encontrado a su madre pero pronto sus pensamientos se perdieron en otros asuntos. ¿Se habría cansado la reina de ella? ¿Habría encontrado a alguien con quien compartir sus noches y ya no la buscaría más?
Una pizca de decepción asomó a su corazón pensando en aquello. Se sorprendió a sí misma no habiendo podido pegar ojo en toda la noche. Y tampoco pudo probar bocado en todo el día. Solo deseaba que llegase la noche para comprobar por sí misma que las cosas no eran como pensaba. La desesperación se había apoderado de ella.
Unos pasos la sacaron de su ensimismamiento. Se incorporó inmediatamente y se agarró a los barrotes.
- ¿Vienes a llevarme con la reina? - preguntó ansiosa.
El guardia no respondió, pero por el contrario la agarró con brusquedad y la llevó sin esfuerzo ante la habitación de la reina. Tocó la puerta y su voz sacó a ambos de su pequeña espera. El corazón de Emma se aceleró. El guardia la soltó en el suelo, como siempre, y presentándole sus respetos a la reina se marchó.
Emma se sorprendió un poco al verla. Regina no llevaba puesto ninguno de sus majestuosos vestidos ni ninguna otra ropa ostentosa. Por el contrario llevaba puesta una sencilla túnica de seda blanca, sus largos cabellos caían por su espalda y ella misma se cepillaba concentrada.
La rubia tragó saliva inconscientemente. Regina estaba hermosa. Sus manos comenzaron a sudar y su boca se secó al pensar en lo que estaba dispuesta a hacer para marcharse de su lado.
- Regina...
Llamó su atención egoístamente para no hacer más larga la espera. Regina la miró a través del espejo. Parecía cansada y su mirada era diferente. Suspiró antes de incorporarse y girarse hacia ella.
Los ojos de Emma se abrieron de par en par. Su túnica era muy ligera y su cuerpo desnudo se adivinaba debajo de ella. La rubia la miró de arriba abajo sin disimulo. Con miedo, casi con veneración.
La reina pudo darse cuenta de lo que hacía. Estaba segura de que Regina se había dado cuenta de que a pesar de sus negativas no le era indiferente. Y estaba segura de que se aprovechaba de eso. Pero la morena no se movió de su sitio. Simplemente la miraba como queriendo traspasar su alma y saber algo de ella, pero no imaginaba qué podría ser, qué querría saber.
- ¿Por qué no mandaste buscarme anoche?
- ¿Acaso me echaste de menos? - su voz volvió a ser la de siempre, lo cual relajó a Emma.
Hubo un silencio entre ambas pero sus ojos no se separaron. Todo se había vuelto demasiado extraño. Tanto por la actitud de la una como de la otra. Ninguna de las dos era ella misma.
- Los guardias me han dicho que no has probado bocado en todo el día. Puedes servirte de mi cena si lo deseas. - dijo la reina con indiferencia antes de dirigirse a su cama y comenzar a retirar sus cobijas.
- ¿Qué haces?
- Me retiro a mi lecho, como puedes observar. - remarcó con marcada ironía.
- ¿Por qué?
Regina la miró de reojo molesta pero aun así se obligó a contestar. ¿Acaso no era evidente?
- Ha sido un día muy largo y estoy cansada.
- Pero...- Emma no entendía nada- por qué me has llamado entonces...
- Me han dicho que no has comido nada en todo el día, y no me gustaría que te enfermaras. - la morena se encogió de hombros y se metió en la cama sin más.
Emma se quedó noqueada por unos segundos. La confesión de la reina junto con su entrada en la cama la habían confundido demasiado. Nada era lógico y no sabía que asunto atender primero.
- ¿Duermes con eso? - preguntó finalmente.
Recuperando el interés de la reina que por primera vez sonreía aquella noche.
- ¿Es ese un asunto de interés para ti, Emma? - le preguntó burlonamente arrastrando las palabras.
- No...quiero decir...sí...es decir...no lo sé, ¡por qué duermes con tantas almohadas y sábanas encima! ¡y cómo se supone que voy a volver a mi celda!
La morena sonreía divertida por la elocuencia y la histeria de Emma.
- No logro encontrar conexión entre tus preguntas, y no sé a cuál responder en primer lugar. - Regina se sentó en la cama visiblemente interesada por la actitud de la rubia.
Emma se sintió de repente sonrojada. Ninguna de las dos preguntas era importante.
- Duermo así todas las noches. - susurró la morena desde la cama.
Emma pensó que podría llegar a ser una tortura dormir en la misma cama que aquella mujer, abrazar su cuerpo cubierto por aquella túnica de seda y sentir su calor bajo aquel montón de sábanas y mantas. Aquella mujer no era malvada, era indescifrable, sorprendente y delicada. Tremendamente delicada. Pensó Emma.
- ¿Qué se supone que debo hacer yo?
- Puedes comer todo cuanto quieras.
- ¿Y después?
- Puedes acomodarte en cualquier parte.
- ¿Voy a pasar la noche aquí?
- Sí, no veo por qué no. - Regina parecía extraña, su comportamiento era extraño y los hormigueos que se gestaban por todo su cuerpo eran extraños.
Regina era deseable, aquella noche ella deseaba a Regina. Lo único de lo que quería alimentarse era de ella y después podría marcharse para siempre y no verla nunca más.
- Eres una mujer deseable, Regina. Lo sabes y te aprovechas de ello. - sus palabras salieron solas por su boca.
- Es lo que hago, sí. Sobretodo para conseguir que la gente haga exactamente lo que yo quiero. - la sinceridad de la reina era extraña. Demasiado, pensó Emma confundida.
La rubia dio un paso más y alzó sus manos que aún permanecían atadas. Miró a Regina y le indicó que la soltase. Ella miró sus manos y tras unos segundos de vacilación la soltó mágicamente.
- Si tomase tu cuerpo ahora solamente sería algo físico y carnal.- Regina alzó una ceja sorprendida por aquellas palabras.
- ¿Qué te hace pensar que te dejaría tomar mi cuerpo?
- ¿ No es eso lo que quieres de mí? - Emma parecía molesta.
- No.
- ¿Entonces qué es Regina, qué quieres de mí?
- Cualquiera de este reino que se atreviese a hablarme como tú me hablas ya estaría muerto - Emma río con fastidio.
-¿Eso quiere decir que vas a matarme?
- No.
-¿Entonces?
Hubo un silencio por parte de la reina. Emma estaba decidida, no pasaría en aquella situación ni una noche más
- Estoy dispuesta a cumplir con lo que sea que desees de mi. - la reina soltó una sonrisa amarga al escuchar aquello. Emma no entendía nada.
- Tengo la certeza de que no podrías hacer tal cosa. - Emma frunció el ceño ofendida.
- Y yo tengo la certeza de que podría cumplir cualquier deseo tuyo a la perfección. - Emma no sabía de dónde salía tanta osadía morbosa, pero tampoco le importaba.
Regina enarcó ambas cejas increíblemente sorprendida.
- Eres una pretenciosa.
- Insolente y pretenciosa sí. Pero te gusta, puedo verlo en tus ojos, Regina, nunca se te dio bien mentirme.
La reina frunció el ceño confundida. No entendía bien qué podían significar esas palabras y Emma parecía muy segura de sí misma.
- ¿Quién eres Emma?
La rubia se dio cuenta de inmediato de que había metido la pata.
- Soy una mujer corriente que busca un lugar en donde encajar.
Regina torció la cabeza. Sus palabras parecían sinceras pero no entendía el porqué de tanta familiaridad entre ellas y por qué lo había permitido desde el principio.
- ¿Qué hacías en el baile cuando te arresté?
Emma soltó una risa irónica.
- Necesitaba arreglar algo que había estropeado.
- ¿Y lo conseguiste?
- No. Me secuestraste antes.
La morena soltó una carcajada.
- ¿ Te secuestré?
- Sí. No estoy aquí por propia voluntad, eso desde luego.
Regina entornó los ojos y suspiró pesadamente. Se acomodó sobre sus almohadas y se dirigió a ella sin mirarla. Emma no entendía qué le pasaba. Aquel día la veía especialmente vulnerable. No le sorprendería que de un momento a otro le dijera que podía irse. Pero eso no le alegraba en aquellos momentos. Tenía necesidad de saber qué le pasaba a Regina, de saber si estaba bien. Aquella no era la reina malvada de la que todos le habían hablado. Había algo allí, entre aquellas paredes, la alcoba de la reina, que tenía un tono diferente, un halo de melancolía y tristeza y a Emma no le gustaba ver a la morena así.
Puede que su Regina la rechazara cada vez que intentaba ser un poco cariñosa con ella o amigable, pero esta Regina no parecía rechazarla de esa forma y ella por alguna razón que no podía explicar no podía evitar preocuparse por la morena.
- Regina...
- Puedes dejar de molestarme y centrarte en tu cena. - espetó molesta.
- No estaría aquí en estos momentos si para ti fuese molesta.
Hubo un silencio prolongado hasta que Emma se atrevió a preguntar lo que se estaba guardando.
- Regina, ¿qué ocurre? - susurró mientras se acercaba a la cama cuidadosamente para poder verla mejor.
- No te permito que me trates con tanta familiaridad, aléjate de mi cama.
La reina se incorporó de golpe arrastrando con ella parte de su ira. Emma se sobresaltó un poco pero no se amedrantó. Creía saber lo que le estaba pasando a Regina y pensaba cumplir su parte a pesar de que aquel movimiento había conseguido distraerla un poco. Regina estaba delante de ella casi desnuda y no podía pasar eso por alto. Menos después de todo lo que había descubierto en su cabeza en aquellos días.
- No digas tonterías, Regina, no me habrías mandado a buscar si no quisieras que estuvieras justo donde estoy.
Emma se envalentono, hincó la rodilla en la cama y sujetó a Regina por ambas muñecas para evitar que la golpeará.
- ¡Suéltame! - amenazó Regina con rabia.
Pero Emma pensó que si quisiera que la soltara ya hubiera usado su magia. Y no lo había hecho. Regina estaba débil y por alguna razón tenía su favor. Y por alguna razón ella tenía el extraño valor de estar tumbándola sobre su cama para posicionarse encima. No sabía qué le pasaba para estar llevando a cabo aquella batalla carnal, pero tampoco iba a pararse a pensarlo teniendo a Regina como la tenía en aquellos momentos. A su merced.
- ¿Por qué me has llamado? ¿Qué es lo que quieres de mi?
Los ojos de la reina estaban incendiados y su respiración era agitada, al igual que la de Emma, que intentaba en vano controlarla.
- No quiero esto.
Regina giró la cara para evitar que sus labios estuvieran tan cerca y fue entonces cuando Emma se retiró y se tumbó boca arriba a su lado. Suspiró profundamente, casi frustrada. Regina se había quedado estática a su lado, no se movía pero tampoco la había incendiado ni la había echado a patadas.
- Supongo que no vas a comer.
- Supones bien. - su voz sonó molesta pero no sabía por qué se sentía enfadada.
- Perfecto, así podré dormir tranquila. - y con un movimiento de mano Regina apagó todas las velas para sorpresa de Emma.
No la había echado de su habitación, no la había frito y no la había echado de su cama. Gastó bastantes minutos de su tiempo mirando la espalda de su reina intentando comprender qué se le pasaba por la cabeza, qué le ocurría. No se había movido ni un milímetro, por miedo a que reparara en su presencia y la expulsase de allí.
Por mucho que todo fuera demasiado extraño el hecho de librarse por fin de aquella maldita celda era un sueño. Al cabo de un rato decidió que era hora de dar un paso más. Muy sutilmente se incorporó y cogió las sábanas con cuidado para no molestar a la reina pero antes de que pudiera meterse dentro de la cama su voz se lo impidió.
- Si piensas meterte en mi cama sería conveniente que te quitaras ese olor a pocilga que te acompaña. - Emma frunció el ceño y se olió por instinto. - En la puerta del fondo.
La rubia hizo una mueca, pero aún así se levantó y se dirigió hacia la puerta. Tenía sueño y estaba agotada, pero tuvo que reconocer que una ducha no le vendría nada mal. Bueno una ducha o un baño, porque había olvidado que estaba en el mismísimo bosque encantado, y que allí las duchas no existían.
Aunque aquello no estaba nada mal...no sabía cómo pero el agua estaba caliente, suponía que habría sido obra de Regina. Se quitó los harapos con los que la habían obsequiado cuando había pisado el castillo y se introdujo en la enorme bañera de madera. Las comodidades de las que disfrutaba una reina no estaban nada mal. Podría haberse quedado allí toda la noche, pero decidió que prefería no quitarle ojo a Regina y que definitivamente necesitaba probar aquellas sábanas que parecían ser tan suaves.
Volvió a la estancia de la reina y esta vez la morena no se movió cuando se metió con cuidado en su cama.
- Hay que joderse...esto es el paraíso... - susurró cuando estuvo acomodada. - Regina...Regina...
Pero no le contestó y aunque ella sabía que no estaba dormida prefirió darle su espacio.
Descansó mejor que en meses y cuando abrió los ojos la reina ya no estaba a su lado. Se incorporó perezosamente y se sobresaltó cuando se dio cuenta que la estaba mirando.
- ¿Me estabas mirando dormir?
- No seas absurda.
La rubia se restregó los ojos y se estiró bajo la mirada de hastío de Regina.
- ¿ Has disfrutado mi cama?
- ¿Eh? - la reina arqueo sus labios en una sonrisa burlona.
- Puedes darte por afortunada, Emma, nadie ha tenido el placer de disfrutar de la cama de la reina para descansar. - Emma no sabía qué decir, Regina había vuelto a jugar con ella. - Tampoco nadie ha tenido antes el placer de salir con vida de aquí. - los ojos de Emma se abrieron como platos. Esta vez se había puesto más seria. - Te marcharas ahora, y tengo la certeza de que jamás volverás.
- Pero...Regina de qué estás hablando...
Emma saltó de inmediato de la cama para acercarse a ella pero antes de que pudiera llegar a su objetivo, su objetivo desapareció de su vista y se encontró rodeada de árboles.
Todo pasó demasiado deprisa, corrió el rumor de que la reina había capturado a Blancanieves y la había mandado ajusticiar. Después de localizar a Killian y encontrar a su padre había vuelto al castillo ayudados por una amiga de su madre. No consiguieron llegar a tiempo a la ejecución pero desde una de las ventanas de la torre consiguieron ver cómo Blancanieves tiraba algo al suelo y se esfumaba ante los ojos de la reina.
Todo pasó demasiado deprisa, como si pudiera percibirla Regina giró la cabeza y sus miradas se encontraron. Sus ojos mostraban ira y frustración y algo más que no pudo descifrar. Salió corriendo antes de que sus guardias la capturaron de nuevo y corrió tanto como se lo permitieron sus pies hasta alcanzar a los demás.
Rumplestilstkin fue el que les ayudó a volver, para su sorpresa, pues ese diablillo siempre tenía un motivo para hacer las cosas, y en aquella ocasión no les había pedido nada a cambio. Todo estaba en orden ahora, sus padres se habían conocido y se habían enamorado, el futuro estaba a salvo, o al menos eso creía.
Su cabeza comenzó a dar vueltas y la taza que tenía en la mano cayó al suelo sobresaltándola. De repente sentía todo tipo se sensaciones desconocidas y nuevos recuerdos. Nuevos recuerdos...Se apoyó un momento en la encimera de su cocina intentando poner orden en su cabeza y comprender qué le estaba pasando. Emma Swan daba vueltas en su mente y se apoderaba de todos sus sentidos. Emma Swan, la recordaba. Apretó los ojos con fuerza y salió de su cocina con una dirección fija. Su rostro mostraba la cólera que se amontonaba en su interior. Algo había hecho esa idiota, no podía ser que aquello estuviera pasando.
Emma le contó a sus padres y a su hijo todo lo que había pasado. Estaban celebrando su regreso cuando una Regina poco comedida y con cara de cabreo irrumpió en la cafetería.
- Regina...- Emma carraspeó mirando de reojo a todas las personas que tenía a su alrededor. La morena se paró en seco delante de ellos y supo lo que tenía que hacer, su mirada le decía que nada bueno estaba pasando. - creo que tenemos que hablar.
- Hace bien en creerlo, señorita Swan.
Emma se levantó del banco y siguió a Regina hasta la parte trasera del restaurante de la abuelita. La morena se detuvo nada más llegar a una zona en la que no podrían ser molestadas por nadie. Se volteó para mirarla y cruzó los brazos mientras le recriminaba.
- Se puede saber qué has hecho en tu excursión al pasado, porque tengo nuevos recuerdos de una tal princesa Lía que resultaste ser tú.
- Era Leia.
- Lo que sea, puedes explicarme en qué demonios estabas pensando.
- Puedo explicarte, la cosa se torció un poco, pero...qué es exactamente lo que recuerdas.
- ¡Todo! - gritó Regina con frustración descruzando sus brazos y acercándose a ella con intimidante hostilidad.
- Bien, entonces podrías explicarme qué fue exactamente lo que pasó en tu habitación.
- ¿Cómo? - Regina ciertamente no se habría esperado esas palabras.
- Ya sabes, la noche en la que dormimos juntas y tus...bueno tus intentos de...ya sabes llevarme a la cama...no entiendo...
- Cállate. - espetó. Y emma supo que estaba nerviosa por la expresión de su cara. - yo nunca haría tal cosa.
- Bueno, a mi me pareció que fuiste bastante clara respecto a ese tema, lo que no entiendo es lo que paso después cuando me dejaste ir.
- Ese no es el punto. Alteraste el pasado de una forma irresponsable sin pensar en las consecuencias.
- No entiendo cual es el problema, lo único que altere solamente nos concierne a ti y a mi, y si no sale de aquí, no veo donde esta el problema.
Regina salió disparada y enfadada. Algo debia haber pasado, porque en los siguientes dias unicamnte se dedico a ignorarla, cosa que Emma no entendía.
Henry volvió a casa de Regina y alternaba sus días entre una y otra pero Regina siempre huía cuando había posibilidades de que se encontrara con Emma. Todo hacía suponer que estaba cabreada con ella desde que había viajado al pasado pero nadie sabía exactamente por qué, ni siquiera Emma, que cada día estaba más confundida e irascible respecto a ese tema. Incluso había mandado a Hook a paseo harta de sus absurdos intentos de ligar con ella. A ella ya no le interesaba Hook. Todo en lo que podía pensar era en Regina y su estúpida actitud. Cuando parecía que habían logrado construir algo parecido a una amistad todo se fue al garete.
Fue por eso que después de pensarlo detenidamente Emma decidió poner punto y final a aquella situación. Había cosas que no entendía y quería respuestas. No podía continuar sin ellas, todo era demasiado frustrante. Y cuando pensaba en todo era en todas las nuevas sensaciones que Regina estaba provocando en ella. La ira, la incertidumbre, la frustración, la desesperación,la impotencia, incluso la pasión, porque lo único que Emma quería a veces era asaltarla, dominarla, tenderla sobre su cama y hacerle el amor como quería que se lo hiciera en su castillo. Porque para ella no había reina malvada, era Regina pidiendo algo en silencio que no podía descifrar. No entendía que había pasado en el bosque encantado. Y quería respuestas. Las necesitaba.
Llamó al timbre con determinación sabiendo que Henry no estaba en casa. Era bien temprano y también sabía que Regina ya no estaría en la cama a aquellas horas. Sin embargo, no le habría la puerta.
Insistió una y otra vez hasta que la puerta se abrió de golpe dejando ver la severa mirada de la morena.
- ¿Se puede saber qué demonios te pasa? ¡Vas a fundir mi timbre!
- Si ese es el precio que tengo que pagar para que tú y yo podamos tener una conversación lo haré con gusto.
- Tú y yo no vamos a tener ninguna conversación, así que lárgate de mi porche. - su voz sonó a sanción mientras intentaba cerrar la puerta de un porrazo pero Emma la detuvo antes de que lo hiciera.
Agarró a Regina de un brazo e hizo que se girase por la fuerza mientras que con la otra mano cerraba la puerta tras ella.
- ¿Por qué me estás evitando?
Regina soltó una carcajada irónica y se acercó a ella mirándola fijamente a los ojos.
- Lo único que estoy evitando es tu molesta presencia así que te recomiendo que te vayas ahora y no me hagas enfadar.
La proximidad de la morena hizo que Emma se distrajera un poco y Regina aprovechó esa debilidad para zafarse de su agarre.
Sus miradas se retaron durante unos segundos antes de que Emma se envalentonara a hablar de nuevo. No se iría de allí sin respuestas
- Eso no es verdad y no necesito a nadie que me confirme que estoy en lo cierto. Puedo verlo en tus ojos.
- Lo que vas a ver como no te vayas es una enorme bola de fuego estampada en tu cara.
Emma río confiadamente.
- No harías eso, Regina, déjate de juegos.
Las cejas de Regina se arquearon y la rubia no vio venir la bofetada que ésta le estampó en la cara. Sus ojos se encontraron de pronto fijos en la pared de su izquierda y no lo pensó dos veces. La ira guío su cuerpo hasta Regina. La cogió por la cintura y sujetó sus manos con fuerza mientras la aprisionaba contra su cuerpo. Era más fuerte que ella, la morena no tenía opción al menos que usara su magia, y algo le decía que no lo haría.
- ¡Suéltame!
- Lo haré cuando me expliques qué está pasando contigo.
- No soy yo la que te persigue obsesivamente.
- No, eres quien huye de mi irracionalmente.
- ¡Suéltame Emma! - Regina volvió a zarandearse con frustración pero Emma la sujetó con más fuerza para evitar que se fuera.
- ¿Qué es lo que te pasa conmigo?
- ¡Me haces daño, suéltame!
Emma se le quedó mirando y se sintió mal. No quería lastimarla. Solo quería hablar con ella sin que ninguna de las dos saliera herida. La soltó de inmediato y decidió ser sincera.
- Regina, por favor, no puedo seguir así. No sé qué te pasa conmigo y tampoco consigo entenderlo. No quiero seguir así, no ahora que parecía que todo comenzaba a estar bien entre nosotras.
- Nada estará bien entre nosotras porque tú lo has estropeado todo. - le gritó invadiendo de nuevo su espacio personal. - eres una idiota, Emma Swan, nunca piensas en las consecuencias de tus actos.
- ¿ Pero qué he hecho ahora? ¡No lo entiendo! ¿es por nuestro encuentro en el bosque encantado? ¡ni siquiera tuve opción, tú me secuestraste!
- ¡ hice lo que debía hacer!
- ¡ joder Regina no me vengas con esas, sabes tan bien como yo lo que querías de mi! ¿es porque me negué? ¿es por eso? ¿Aun me deseas? - tanto como yo a ti, obvió decir.
Sus osadas palabras le valieron otra bofetada por parte de la morena, esta vez mucho más fuerte y con mucha más rabia.
- ¡Eres una idiota! - rugió la morena.
Pero se abalanzó sobre ella agarrándola de su abrigo y rompiendo la distancia que había entre sus labios en un contacto fuerte y rápido. Se retiró y miró a Emma que tenia la misma mirada oscura que ella y antes de darle tiempo a pensar en lo que había hecho la rubia unió de nuevo sus labios.
Esta vez sujetándola con fuerza y pegándola a ella todo lo que le fue posible hasta que sus cuerpos no pudieron estar más juntos. El beso fue intenso y necesitado y solo se separaron cuando el aire faltó en sus pulmones a causa de su respiración acelerada.
Ambas se quedaron mirándose. Sus pupilas estaban dilatadas y en la sombra de sus ojos se podía leer claramente el miedo escrito. Ninguna dijo nada porque ambas tenían demasiado miedo. La ansiedad se apoderó de Emma haciendo flaquear sus rodillas y se retiró sin decir nada. Abrió la puerta con rapidez y corrió de allí dejándola abierta pero antes de que Regina pudiera sentirse más decepcionada por lo que acababa de pasar Emma volvió como una exalación y la levantó del suelo pegándola a ella de nuevo con sus fuertes brazos.
Buscando unos suaves labios que para su sorpresa le correspondieron sin resistencia. La sujetaba con tanta fuerza por miedo a que se esfumara. No podía estar mas tiempo en pie. Sus emociones eran tan fuertes que no le permitían estar de pie ni un solo segundo mas.
La soltó en el suelo y la apoyó contra las escaleras sin dejar de besarla. Poco a poco su beso se fue haciendo más lento y más consciente. La pasión dejó paso a la exploración y a las sensaciones que producía aquel roce por primera vez. Ciertamente las expectativas de ambas habían sido superadas, todo se sentía mucho mejor de lo que habían imaginado.
- ¿Qué me está pasando Regina? - susurró Emma apoyando su frente en la de ella. Su voz revelaba dolor. El mismo que sentía Regina desde que todos aquellos nuevos recuerdos se habían apoderado de ella. - no puedo sacarte de mi cabeza. NO PUEDO.
La morena respiraba con dificultad asimilando todo lo que estaba pasando. Sus ojos se movían incrédulos de un lado a otro observando a la mujer que tenia delante.
- Eres una idiota.
Dijo lo que sentía y aún así volvió a besarla con rabia.
- ¿Por qué tenías que hacerlo? ¿POR QUÉ TENIAS QUE ENTROMETERTE EN MI CAMINO?
- ¿De qué estás hablando, qué fue lo que paso en el bosque?
- Fuiste la única que me trato como a una persona. - dijo Regina con la voz rota. - fuiste la única que osó tratarme de nuevo como a Regina, a pesar de todo lo que hice tu solo me tratabas como...Regina...por...por alguna estúpida razón no me temías...¡maldita sea! - gritó alzando la cabeza y cerrando los ojos para controlarse. - ¿por qué hiciste eso Emma? - le recrimino soltando un pequeño golpe sobre su pecho.
- Para mi siempre has sido Regina, únicamente Regina, no puedo verte como la reina malvada.
- Pues deberías.- Dijo enfadada.
- ¡No puedo! ...no...por mucho que me esfuerce no consigo ver en ti a esa persona de la que todo el mundo habla...tu...solo consigo ver a una mujer destrozada pero fuerte que no se deja vencer. Que jamas deja de luchar por lo que quiere...
Las palabras de Emma consiguieron romper a Regina por completo.
- Por qué hiciste eso Emma- ...logró pronunciar en un susurro. - había encontrado un final feliz...tenia a Robin y ahora...
La sola mención de Robin hizo que una punzada de dolor se instalase en el estomago de Emma volviendo su raciocinio mas nítido.
- ¿Ahora qué? - pregunto.
- Nada tiene sentido, no puedo parar de pensar en ti y mis sentimientos por Robin han cambiado...no puedo...- hizo una pausa asimilando lo que estaba diciendo - ya no puedo estar con él...
Las pupilas de Emma se iluminaron y su cuerpo se destenso.
- No tienes por qué estar con el si no quieres.
Los ojos de Regina se encontraron con su mirada de nuevo. Mostraban rendición y tristeza. Ya no brillaban como antes.
- Creía que podía tener una segunda oportunidad - suspiró con astío. - qué estúpida fui.
- Aun puedes tenerla...
- ¿AH SI? - pregunto con ironía - ¿cómo y en que forma señorita Swan?
Emma tragó saliva. No estaba segura de por qué había dicho eso pero era justo lo que deseaba decir. Su corazón luchaba por imponerse a su raciocinio. No quería pensar en las consecuencias. Solo quería dejar salir lo que sentía en su interior, por alguna razón siempre le había sido mas fácil sincerarse con Regina que con los demás. Tal vez porque se sentía demasiado identificada con ella. Tal vez porque sabia que era capaz de entender su dolor tanto como ella era capaz de entender el suyo.
- Yo...
- ¿ Tú? - Regina enarco ambas cejas sorprendida. No me hagas reír, eso es imposible.
- No lo es.
Regina no podía creer que Emma estuviera hablando en serio. Definitivamente se había vuelto loca.
- Yo...siento que estas aquí adentro Regina...- se toco el pecho con desesperación - te siento aquí y no hay forma de que consiga sacarte de mis pensamientos...
- No sabes lo que dices estas confundida.
Regina intento moverse lejos de ella pero Emma se lo impidió.
- No. Nunca he estado mas segura de algo en toda mi vida.
La morena simplemente no podía dar crédito. No tenia nada que decir. Estaba completamente muda. No podía perder la cabeza de la misma forma en la que la había perdido Emma.
- Eso no es posible y nunca lo sera. - la reprendió con seriedad. - ¿me oyes?
Aquellas palabras debilitaron tanto a emma que la morena pudo escapar de su captura y rodearla. Era mas fácil si solo veía su espalda.
- Debes marcharte y no volver a molestarme mas con este tema jamas. Debes olvidarte de lo que paso.
- Estas sugiriéndome que ignore lo que siento de esa forma, como puedes ser tan fría.
- Así es.
- ¿Y ya está?. ¿Es tan fácil para ti?
No hubo respuesta. Claro que no era tan fácil. Para ella no había mas opciones. Estaba sola y ahora sabia que siempre lo estaría. Jamas podría estar con la salvadora.
- Contéstame. - dijo Emma volviendo para encararla.
- Debes marcharte y olvidar. - intento sacar toda la fuerza que pudo.
- ¿Y si no puedo hacerlo? ¿Y si no quiero?
- No me importa lo que quieras, debes hacerlo.
- Regina...
- Emma por favor - Regina la miró cansada- no hagas esto mas difícil.
Emma pudo ver el dolor en sus ojos y supo que lo que estaba diciendo no era lo que deseaba. Supo que ella estaba sufriendo mas al decirle aquello que ella al escucharlo. Supo que Regina la quería, solo que tenia miedo de las consecuencias de aquellos locos sentimientos que por alguna razón habían surgido entre ellas dos.
Corto de nuevo la distancia que la separaba y esta vez sujeto sus muñecas con suavidad cuando Regina intento evitar que se le acercara.
- Una vez me dijiste que henry era todo lo que tu tenias, que no había mas opciones para ti pero no es cierto. Mi única opción también es Henry, porque es el único que me acepta realmente como soy, mis padres...todo este pueblo...ellos no...ellos solo ven una ilusión, no me entienden, ni me comprenden...eso solo lo haces tu.
- Deja de decir tonterías...
- No son tonterías, es la verdad, es lo que siento. Los únicos que me ven y me aceptan tal y como soy sois Henry y tú. Vosotros sois mi única opción, sois los únicos que no esperan de mi que actué como una maldita salvadora, solo como Emma.
Regina se quedo estatica guardando aire en sus pulmones.
- Tienes que darme una oportunidad...tienes que creerme cuando te digo que no puedo hacer otra cosa que pensar en ti, que lo único en lo que pienso es en poder estar contigo...en poder...¡ni siquiera me importaría que fuésemos una familia!. El quejido de Emma logro sacar de Regina una sonrisa incrédula, a su pesar. - y te aseguro que nunca he querido tener una familia...
La rubia correspondio el gesto con otra sonrisa timida.
- Tienes que dejar de luchar contra mi Regina...- dijo ahora con mas suavidad.
- No es contra ti contra quien lucho...es...
- También tienes que dejar de luchar contra tus propios sentimientos...sé perfectamente por qué te comportaste de ese modo la noche en la que dormimos juntas, es más estoy segura de que no pegaste ojo en toda la noche...- afirmo con seguridad- pude ver tu mirada dolida la ultima vez que nos vimos...has estado huyendo de mi desde que volví...
- Eso no es cierto, yo no huyo de ti. .
- Lo es. Intentas evitar verme porque piensas que así se borrara lo que sientes por mi. No conseguiste borrarlo entonces y no conseguirás borrarlo ahora, Regina.
Trago saliva y buscó sus labios con renovadas energías en un beso robado que la reina fue incapaz de esquivar.
- No sé que me has hecho pero me has vuelto loca Regina Mills, y te amo. Tanto como tú me amas a mi.
Regina fue incapaz de decir nada y solo pudo besarla. El recuerdo de Emma la había acompañado durante toda su vida desde aquellos días en los que la tuvo bajo su fuerza. Tal era la frustración y la tristeza que de repente la había inundado que lo único que había podido hacer era aislarse de todo y de todos, consumiéndose una vez mas en su propia miseria...y ahora...ahora Emma le estaba liberando...le estaba dando esperanzas...¿qué estaba haciendo Emma? Aquello era lo ultimo que se hubiera esperado. Pero la reconfortaba. Se sentía aliviada y embriagada y total y absolutamente llena de miedo ¿qué estaba pasando? ¿Era acaso un sueño? ¿Uno de los que se recordaban con estúpida melancolía?
La mano de Emma avanzando hacia el sur de su espalda le confirmo que no era un sueño. Emma Swan estaba allí, era real, la estaba besando y estaba sobrepasando definitivamente todos los límites permisibles para ella.
- No sé que clase de golpe te has dado en tu cabeza, Emma, pero esto no va a resultarte tan fácil.
Su voz fue juguetona y aparto de inmediato la mano de Emma de su cuerpo mordiéndose los labios y con un renovado brillo en sus ojos. Emma sonrió y le robo un casto beso.
- No puedes mirarme así mientras me dices eso.
- Si que puedo.
- Te haré pagar por haber vuelto mis mejillas rojas. - susurro sonriendo intentando acercarse a ella de nuevo pero Regina se retiro con suavidad.
- No harás tal cosa.
- ¿Entonces que haré?
- Te marcharas de mi casa y esperaras pacientemente si quieres conseguir algo de mi.
- Me llevaras a la cama y me harás el amor hasta que nues...
- No sigas.
Regina tapo su boca ruborizada pero al ver el brillo en los ojos de Emma que no podía dejar de sonreír no le quedo mas remedio que reír también. Aquello era tan surrealista.. tan increíble...
- He esperado demasiado tiempo para poder cumplir sus deseos su majestad. - su voz fue sincera.
- Yo he esperado demasiado tiempo...y me temo que no ha sido por mi deseo.
Emma sabia a lo que se refería. Si hubiera cedido a los encantos de la reina nada hubiera parado sus instintos. Pero algo le decía que todo había pasado como debía pasar.
- No era el momento.
Regina giro la cabeza y le dedico la mas hermosa de sus sonrisas. A Emma se le seco la boca. No estaba acostumbrada a ver a Regina así. Aun mas hermosa de lo que ya era si eso era posible.
- No, no lo era.
Ambas se sonrieron cómplices y sus cuerpos se unieron de forma mas suave, mas natural, como si hubiesen estado destinados el uno al otro desde siempre. Sus corazones encajaban tan bien...ahora lo entendían...todo estaba bien ahora, como si aquello fuese todo lo que hubieran estado buscando toda su vida.
- Dime que esto no es un sueño...dime que es real.
Emma la miro a los ojos.
- te encontré.
Regina hizo una mueca de lo mas cómica.
- No deberías decir eso si quieres conseguir algo conmigo.
- Es la verdad, al final te encontré...solo que he tardado demasiado en llegar a ti...
- Te haré pagar por eso.
Regina paso sus brazos alrededor de su cuello y se acerco mas a ella, como si eso fuera posible. Sus narices se encontraron y después sus labios. Ambas sabias que tenían mucho camino por recorrer, pero en aquellos momentos solo existían en el mundo ellas dos y aquel sentimiento tan fuerte que se había adherido a sus corazones sin que ninguna de las dos lo hubiese esperado. Un amor inesperado. Un amor maravillosa e increíblemente inesperado. El único amor tan fuerte como para romper maldiciones y traspasar mundos, como para unir a dos personas tan opuestas como los polos de la tierra, pero capaces de complementarse como la noche y el día. Y siempre había sido así.
Fin.
