Prólogo
POV Temari
Siento el delicado roce de unos fríos dedos trazar el contorno de mi cuerpo. Por el contrario, su boca caliente acribilla mis pezones y yo permito que lo haga. «¡Sin clemencia alguna por favor!»
Me dejo llevar por el deseo.
Gimo con ímpetu. Gimo con desespero.
El recorrido húmedo y descendente de su lengua rumbo a ese recóndito lugar, produce en mi piel una mezcla de lascivia y cosquillas.
Desconocidos a la luz del día, abnegados amantes nocturnos. Eso es lo que somos. Una relación bizarra y enfermiza.
Demás está decir que es imposible.
Con solo veinticuatro años de vida, he compartido cama como muchos hombres, de los cuales en su mayoría desconozco su nombre, también he disfrutado de compañía sexual femenina, incluso ambos géneros a la vez.
Sexo, drogas y alcohol.
Desenfreno extremo en mi segundo nombre.
Más con ninguno me he sentido igual que contigo.
No te conozco. No sé de dónde eres o qué.
Simplemente sé que a tu lado no importa el tiempo y el espacio.
Por unos minutos me permito olvidar mi historia. Mi presente, pasado y futuro se van directo a la mierda bajo tu tacto.
Las intrusas falanges toman cada lado de mi braga, pretenden despojar mi intimidad de tal cobijo y yo accedo a su exigencia, obediente y silenciosamente, levanto mi ingle para ayudarle al acto.
Aprieto mis ojos fuertemente cuando percibo su respiración en mi pubis. Otro gemido escapa de mi garganta cuando su intruso órgano gustativo se aventura a saborear mi entrepierna.
Sin preámbulos. Sin miramientos. Lo adentra en mi cavidad para infligir un placentero castigo mientras que sus traviesos dedos masajean mi saliente botón de carne rosa.
Estoy a punto de correrme y él lo sabe. Endereza su largo cuerpo no sin antes extender más mis muslos y con ello tener más espacio. El colchón resiente el peso del sujeto que alinea su anatomía a la mía.
Posiciona su boca en una parte sumamente sensitiva de mi cuello, con una de sus manos retoma las caricias en mis mamas; como un acallado permiso, lisonjea mi vulva con su otra extremidad.
La molesta intromisión de su miembro me hace dar un respingo. Detiene el proceso solo un instante. Asiento para hacerle entender que puede volver a intentarlo.
Su pene es grande y venoso. Se encuentra despierto y vigoroso. Su glande goteante ruega porque dé el aval de continuar su paso por mi vagina.
Embiste una, dos, tres veces con dureza, con desenfreno.
Una, dos, tres y pierdo la cuenta.
Él posee pasión y lujuria en homogeneidad.
Él es el hombre de mis sueños. Únicamente eso.
Una entrada brusca me saca de mis pensamientos. Me encantaría corresponderle. Darle placer. Doblegar su jodido orgullo de macho cabrío, pero el siempre domina la acción. La reciprocidad está vedada. Mi rol en el escenario es de sumisa.
De pronto mi vientre cimbra en su interior, tenso mi vulva y presiono más mis cruzadas piernas en sus pompas.
Sus jadeos se vuelven más delirantes. Roncos. Sobrenaturales.
Me embiste con fuerza, sin piedad. Como si no hubiese un mañana.
Una, dos, tres… y el cálido derrame de su semilla, me lleva de nueva cuenta a las mazmorras del placer.
Una vez ralentizada mi respiración y menguadas las revoluciones de mi anterior orgasmo, abro mis ojos lentamente solo para evidenciar que la soledad es mi única acompañante. La oscuridad impera en el sitio, no existe rastro alguno del donador de satisfacción.
Siempre es lo mismo. Él escapa como ladrón experimentado poco antes de que recobre mi raciocinio. No negaré que el principio era un juego excitante, ahora la monotonía se instala en esta no relación, y lo que es peor, sentir el amargo sabor de la desolación instantes después de haber tocado el cielo con las manos.
Una traicionera lágrima se escapa de mis ojos, me ahogo en mis propios recuerdos. Formo un ovillo con mi cuerpo, muerdo mis labios para que los del exterior no escuchen mi llanto o vendrán con sus típicas burlas a darme calmantes, y si es la gorda morena me dará un azote en la cabeza.
He gritado que la infeliz abusa de su cargo, pero como siempre, nadie me hace caso.
Tengo rabia de mí misma, de caer una y otra vez en sus redes, pero ¿cómo luchar contra un sinsentido? —Es por él que estoy en este centro desde hace seis meses. Nadie me creé que puedo escucharlo o sentirlo.
Abusa de mí.
De mi mente.
Mi corazón y mi sexo.
Él ya no habla conmigo, se abstiene si quiera a darme razones. Mi cuerpo es su único interés y no puedo negarme a entregárselo. ¿Cómo hacerlo si esto va más allá de la realidad?
Roso mi cara sobre la almohada a manera de disipar las últimas lágrimas secas que decoran mis mejillas. —Es todo lo que puedo hacer, la maldita camisa me restringe algunos movimientos. —No necesito mirarme en un espejo para saber que debo tener mis ojos rojos e hinchados, además de un carmín coloreando el puente de mi nariz, así como, mis pómulos.
La oscuridad impera en la habitación. Me resigno al cansancio y la devastación de que, quizás los demás tengan razón y todo es producto de mi mente, sin embargo, el frío de lo paranormal cala mis huesos.
—¿Por qué me haces esto? —arrojo la interrogante al viento, recibiendo como respuesta al silencio.
Poco a poco mis ojos se cierran y me entrego sin medidas al amo de los sueños.
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POV Shikamaru.
Cuando noto que está completamente dormida, me atrevo a salir de mi escondite.
Se ve tan pequeña y frágil. Me acerco para pellizcar suavemente su visible y enrojecida mejilla. Me animo a dejar un beso sobre ella mientras acomodo su rebelde y rubio cabello.
—¿Dónde está la novicia rebelde de quién me enamoré? —susurro a su oído.
Se supone que no deberías recordarme, pero siempre encuentras lo forma de ir contra corriente. Debo decirte que no me gusta el rumbo que le has dado a tu vida, eso de acostar con uno y con otro nunca llega a buen puerto, tampoco el divagar como una veleta. Si lo que pretendes es acabar con tu estadía en este mundo pues déjame informarte que pierdes tu tiempo porque no lo permitiré.
Nosotros rompimos las reglas y pagamos con creces tal delito, más si te soy sincero, no me arrepiento y es por ello que me convertí en lo que ahora soy. En cuanto a la puerca bípeda; no te preocupes, tendrá el castigo que se merece. —vuelvo a decir como si la rubia mujer pudiese escucharme. Le planto un casto beso en sus carnosos labios para luego enderezarme y acariciar su caracoleada melena. — Me encargaré de ello.
Y con ello, desplegué mis negras alas para desaparecer antes de que el celador venga y asome su rostro por la ventanilla haciendo su primera ronda.
Hola!
Aquí me encuentro, subiendo una nueva ocurrencia. Espero sea de su agrado, si les anticipo, que en este relato se pondrán en la palestra una inquietud general y de cualquier ser humano, la mayor de todas quizás, la existencia o no existencia de seres celestiales o infernales.
Mención aparte para aquellos que se tomaron su tiempo para leer, comentar o adjuntar a favoritos mi más reciente one shot "Problemática Gestación". ¡Gracias... totales!
Sin más que desearles un excelente fin de semana y que la luz de todo lo divino ilumine su camino me despido. XD
