El primer día del resto de tu vida
-¿Dirás a tus padres que llevamos tiempo entrenando juntos?-Preguntó la misteriosa mujer.
-¡No! Creo que ellos odiarían la idea y lo hago para proteger a mi hermano. -Respondió el chico.
-¿Cuántos años tiene ya tu hermano?-Preguntó la mujer.
-Hace poco cumplió 5 años, cumplió años justo el mismo día que mamá.-Respondió él.
-¡Cómo ha pasado el tiempo! Tenías 5 años cuando te conocí y ahora ya tienes 10. Creciste mucho, pero sigues siendo un niño y me niego a continuar con tu entrenamientos sin la aprobación de tus padres.-Sentenció la mujer mientras se ponía de pie.
-¡Maestra Áyax! Se lo suplico, mis padres jamás estarán de acuerdo con esto.-Decía el chico mientras caminaba tras su maestra.
-Lo lamento Rasmi, me mentiste desde un principio. Me aseguraste que tenías autorización para esto, pero no es así.-Dijo Áyax.
-¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer entonces?-Preguntó Rasmi.
-Déjame acompañarte para hablar con ellos, tal vez podamos resolver esto juntos y llegar a un acuerdo.-Pidió Áyax.
El chico asintió y ambos comenzaron a avanzar. El lugar era nuevo para Áyax, su ceguera total le había hecho agudizar sus otros sentidos y se movía con confianza en cualquier sitio que estuviera. Era capaz de sentir los flujos de energía y había desarrollado algo equivalente al sentido de la vista, pero a través de su cosmos. Sin embargo, se sentía perdida y lo único que podía sentir a kilómetros era la energía de su joven guía. Podía sentir el aire frío golpear su rostro y como sus pies se hundían en la nieve. Ese lugar era un inmenso vacío, no había rastro de vida alguna y una extraña sensación de temor comenzó a invadirla.
-Bienvenida a la villa de Ast.-Dijo Rasmi.
A pesar de ser ciega, podía percibir la curiosidad con la que las personas observaban su llegada. Escuchaba a los lugareños murmurar y saludar cuando pasaban cerca de ellos. Eran un lugar aislado del cual pocas personas tenían conocimiento, era de esperarse que actuaran de esa manera ante la llegada de alguien del exterior. Eran un lugar pequeño y todos allí dentro se conocían. Al verla tomada de la mano con aquel niño, imaginaron que no sería una amenaza para ellos. "Visitando familia" fue la única respuesta que pudo dar ella cuando preguntaban el motivo de su visita. Luego de un rato caminando, llegaron a las afueras de una pequeña cabaña. Rasmi tocó la puerta con algo de temor y tras unos segundo, se escucharon unos pasos acercándose.
-¿Te parece correcto desaparecer sin avisar?-Decía Sahir mientras abría la puerta.
Estuvo a punto de pronunciar algo más pero fue incapaz, abrió los ojos con sorpresa al ver a aquella familiar figura que se encontraba de pie al lado de su hijo. Sintió una gran opresión sobre su pecho y lanzó un gran suspiro. Que Áyax de Géminis estuviera allí solamente significaba una cosa: habían sido descubiertos por el santuario. Eran desertores y eso era una muerte segura. Se puso a la defensiva, esperando que Áyax lanzara algún ataque. Ella simplemente sonrió y se acercó para abrazarlo.
-Los años no pasan sobre ti, incluso con dos hijos tu energía es la de un joven.-Dijo Áyax mientras disolvía el abrazo.
-Y tú... jamás pensé volver a verte.-Dijo él en voz baja.
Los tres se dirigieron al interior de la pequeña vivienda, caminaron hacia la sala y sólo escucharon el sonido del cristal al romperse contra el suelo. Natassia dejó caer un pequeño vaso de cristal debido a la impresión que la visita sorpresa había causado en ella. Áyax simplemente pidió disculpas y la saludó con un cálido abrazo. Intentaba expresar alegría, pero esa clase de emociones siempre habían sido su punto débil. Se encontraba nerviosa, aterrada y simplemente esperando lo peor de aquella situación.
-Ambos maduraron mucho, es justo lo que el tiempo hace a los más sabios: les ayuda a madurar.-Dijo Áyax.
Tomaron asiento en un sillón de la pequeña sala, a través de la ventana se podía ver cómo los pequeños hermanos jugaban. El pequeño Alec apenas y cumplía los 5 años de edad, era una viva fotocopia de su madre. Había heredado su misma condición y de no ser por la oscura ropa que vestía, podría confundirse entre la blancura de la nieve. Sus bellos ojos amatistas resaltaban en su infantil rostro, eran un niño muy tímido que disfrutaba de la compañía de su hermano solamente. Se negaba a acercarse a las demás personas, su hermano se había atribuido la labor de amigo y protector suyo.
-Vamos al grano ¿qué rayos haces aquí? ¿cómo nos encontraste?-Preguntó Natassia.
-¿Tan poco grata es mi visita?-Dijo Áyax en tono calmo.
-No es eso, se supone que nadie sabe que estamos vivos. ¿Cómo ha sido posible que nos encontraras? ¿Fuiste enviada por alguien del santuario?-Preguntó Sahir.
-No es así, yo partí del santuario un año después que ustedes. Es por eso que no estoy portando mi armadura, la tengo conmigo aunque hace años que no he visto necesario utilizarla.-Respondió Áyax.
-¿Por qué abandonaste el santuario?-Preguntó Natassia.
-De aquí a un tiempo atrás, se instaló en mí la estúpida idea de escapar con alguien. Fui vulnerable, confesé mis sentimientos como una torpe adolescente y no pude con la vergüenza luego de ser rechazada. No podía seguir en el santuario, viendo el rostro de aquella persona todos los días y pretendiendo que nada pasaba. Mi hermano me envió a una misión y en lugar de cumplirla, empaqué lo poco que pude y escapé.-Respondió Áyax con tristeza.
-¿Cómo nos encontraste?-Preguntó Sahir.
-El primer lugar que visité tras mi partida fue Asgard, algunos santos de Athena fueron enviados a ese lugar y tuve que escapar antes de ser vista. Fue muy sencillo perderme en medio de las inmensas tormentas del lugar y caminé sin rumbo por mucho tiempo. Creí que iba a morir... pero Rasmi me encontró y salvó mi vida. No di crédito al gran poder que este pequeño tiene, la vida no me alcanzará para agradecerle lo que hizo por mí aquel día. Desde ese entonces, hemos estado "entrenando". Ha sido teoría elemental sobre el cosmos y entrenamiento físico. Él tiene mucho talento, desde que Nihal y yo lo vimos supimos que se trataba de una pieza clave en esta guerra. Después de todo, se trata de un dios muy poderoso que debe aprender a manejar sus habilidades.-Contó Áyax.
-Es por eso que Nihal y tú lo retuvieron en el templo de Virgo. Ahora todo tiene más sentido.-Dijo Sahir.
-Rasmi sabe quién es en realidad, eso lo motivó a entrenar más fuerte cada día. Sabe muy bien quiénes son ustedes dos y quién es su hermano. Su ciclo casi se completa, al derrotar a Seth aquel día... ustedes dos dieron un paso más para completarlo. Pero ¿recuerdan la historia completa?-Cuestionó Áyax.
-Horus es quien derrota a Seth definitivamente... pero casi muere al hacerlo.-Respondió Sahir.
-Ras sólo quiere proteger a Alec, quiere ser fuerte para protegerlo y evitar que sufra como lo hizo muchas vidas atrás. Hice lo que pude, pero esa danza eterna entre la vida y la muerte que este chico tiene... es algo que yo no puedo manejar. Sin embargo, si van al santuario yo estoy segura de que Renzo estará más que feliz de ayudarlo con su entrenamiento. Aunque en menor medida, Renzo posee habilidades similares y sería el mejor maestro que podría tener.-Explicó la guardiana de Géminis.
-Estás loca si crees que vamos a volver.-Respondió Natassia.
-Artyom e Irina quisieron mantenerte a salvo, pero lo que en verdad necesitabas era aprender a defenderte por ti misma. No importa que tan lejos vayas, no puedes escapar de tu destino. Ese día pude morir, pero el destino no lo quiso así y fui salvada. Tal vez, que yo esté aquí es una señal de que todos debemos volver al santuario.-Dijo Géminis.
-Haremos lo que sea para protegerlos a ambos, incluso si eso significa volver al santuario y enfrentar las reglas.-Dijo Sahir.
Anastassia permaneció en silencio y se dirigió hacia la ventana. Los dos pequeños corrían entre la nieve, entre risas y juegos. Veía un extraño brillo en los ojos del pequeño Alec, sabía muy bien de qué se trataba aquello. Muchas noches tuvo que interrumpir su sueño debido a las pesadillas que el pequeño sufría y se esforzaba por calmar la fuerza desmedida de su cosmos. Vio a su alrededor, tenía una vida feliz pero ella sabía que todo era una farsa. No podían seguir pretendiendo que eran personas normales, recordó las palabras que su padre le dedicó cuando iban camino al santuario años atrás. "Los que están destinados a la grandeza no pueden escapar de ella, su luz brillará incluso en la más grande oscuridad."
-¿Cuándo propones que regresemos al santuario?-Preguntó Natassia.
-Lo más pronto posible.-Respondió Áyax.
Esa noche, Áyax acompañó a Sahir y Natassia mientras contaban una historia a sus hijos. Aquella escena le hizo recordar su infancia al lado de Pólux, las muchas noches que contaban las estrellas y veían al cielo con mucha ilusión. Ella compartió con los chicos algunas historias que conoció en Star Hill y junto con Acuario y Escorpio, describieron la vida en el santuario. Partieron al amanecer, dejando atrás una vida que se habían empeñado en construir para protegerse del dolor. Pero aquella paz que reinaba en el mundo parecía ser demasiado buena para ser verdad. Alec veía sorprendido a sus padres, creció escuchando esas historias y verlos vestir aquellas armaduras lo hizo sonreír.
Su llegada al santuario no fue sencilla, las miradas de extrañeza y sorpresa que recibían les incomodaban por completo. Sabían que debían atravesar los 12 templos para llegar con el patriarca y con Athena. Para su fortuna, uno de los guardias informó que en el salón patriarcal se llevaba a cabo una reunión con los caballeros dorados que permanecían en el santuario. Era más sencillo atravesar aquellos templos si se encontraban vacíos. Para Áyax era un camino que parecía eterno, hacía 4 años que no veía a su hermano y seguramente sería castigada por haber escapado.
Entraron al enorme salón y allí estaban todos: Kaia de Aries, Raissa de Tauro, Renzo de Cáncer, Kane de Leo, Nihal de Virgo, Koji de Libra, Rin de Sagitario, Ryu de Capricornio y Marion de Piscis. Athena les acompañaba y al lado de ella se encontraba Hécate. Todos voltearon al ver que la enorme puerta se abría. Los gestos de sorpresa no se hicieron esperar, en especial el de Raissa, quien lanzó una mirada iracunda a su hermano al verlo entrar al salón. Nihal desvió la mirada al ver que Áyax les acompañaba y Marion sonrió emocionada al ver a su prima Natassia tomar asiento al lado de ella. Hécate llevó fuera del salón a los dos pequeños y luego de unos minutos, Athena fue tras ellos.
-Desde hace tiempo deseaba que esto fuera posible, estar todos reunidos por fin.-Dijo Pólux.
Sahir se sonrojó al sentir tantas miradas sobre él, especialmente la de su hermana. Natassia en cambio, seguía con la vista hacia el frente y su rostro no se inmutaba ante las miradas. Áyax adoptó una posición algo relajada, aunque los nervios carcomían su interior. Renzo dio un amistoso apretón de manos a su recién llegada vecina de templo y está correspondió por cortesía. Escuchó el sonido de una silla inclinarse, como si alguien la moviera de su posición para ver mejor. Se trataba de Virgo, quien se había movido de su posición y no daba crédito a lo que veía, pensó que jamás volvería a ver a su antigua alumna Áyax.
-Todos sabemos que la paz no es eterna y que aunque por un momento la oscuridad ha sido relegada, no ha sido derrotada del todo. Han sido enviados a distintas misiones a lo largo de estos años para corroborar nuestras sospechas, es por eso que me alegra que todos se encuentren reunidos conmigo hoy. Debemos permanecer unidos, no podemos derrotar a nuestros enemigos si nos separamos o llevamos la carga nosotros solos. Ustedes son una élite de guerreros, son un equipo y cada uno posee habilidades que nos pueden llevar a la victoria.-Pronunció el patriarca.
La reunión transcurrió con total normalidad, algunas misiones fueron asignadas y al finalizar todos se dirigieron a sus respectivos templos. Por obvias razones, Géminis, Escorpio y Acuario permanecieron dentro del salón para conversar con el patriarca. Pólux sabía que ese momento llegaría, semanas atrás visitó Star Hill junto con Athena y encontraron respuestas a muchas de sus preguntas ese día. Era el momento de actuar, era un hombre de corazón noble y puro, pero las reglas habían sido rotas y debía actuar correctamente aunque su corazón le dijera lo contrario.
Áyax fue la primera en dejar el salón y tras ella quedarían sus compañeros. Caminó hacia su templo, necesitaba meditar sobre todo lo sucedido. Mientras tanto, Pólux seguía dilucidando la compleja situación que se presentaba ante él. Caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado esperando la libertad, Sahir y Natassia le observaban mientras se tomaban de la mano. Volteó a verlos y esbozó una leve sonrisa.
-Sigo pensando que soy muy joven para estar en este puesto.-Dijo Pólux entre risas.
-La sabiduría y el conocimiento son cosas que trascienden edades. Haces un gran trabajo y el santuario es reflejo de ello.-Respondió Sahir.
-Saben muy bien que la deserción se castiga y que el castigo es... ustedes lo saben. Saben muy bien que es prohibido entablar relaciones que estén fuera de su jurisdicción como santos de Athena. Hay tantas reglas por romper y ustedes dos rompieron justo las que tienen las peores consecuencias.-Dijo Pólux
-Conocemos las reglas, puedes ahorrarte esa historia.-Dijo Natassia.
-En algún otro caso ustedes estarían en demasiados problemas... lo están pero no es por esto precisamente.-Dijo Pólux mientras comenzaba a reír.
-¡Explícate!-Dijo Sahir con molestia.
-Athena y yo hablamos, ustedes son más que un par de santos. Sé muy bien de qué se trata todo esto, estamos aquí para defender la paz y la justicia. Como viejos aliados del santuario, sabemos que con ustedes podremos vencer cualquier amenaza que se avecine. Es un gusto tenerlos de vuelta y personalmente, me da gusto ver la bella familia que han creado juntos. Los chicos pueden entrenar aquí también, sabemos que serán grandes guerreros igual que sus padres.-Pronunció el patriarca.
-Así que Athena te ha dicho quiénes somos nosotros realmente.-Dijo Natassia con alivio.
-Así es, luego de mucha charla y de mucha lectura pude comprender de lo que se trata todo esto. Salvaron al santuario hace siglos y lo hicieron nuevamente en esta vida. Sabemos que esta guerra no ha terminado y que ustedes son aliados importantes. Lo mínimo que podemos hacer por ustedes es dejar de lado las estúpidas reglas, no podemos pensar en algo así cuando nuestro mundo peligra.-Argumentó el patriarca.
-Supongo que los demás caballeros dorados ya fueron informados sobre esto ¿verdad?-Cuestionó Sahir.
-Athena, los caballeros dorados, Hécate y yo somos los únicos que sabemos sobre esto.-Aseguró Pólux.
Salieron del salón y a las afueras encontraron a Athena y Hécate jugando y conversando con los pequeños. Se veían felices, Athena los recibió con los brazos abiertos y llena de gratitud. Hécate ofreció llevar a los niños al coliseo, para que vieran los combates que se llevaban a cabo ese día. Aceptaron con alegría y se marcharon tomados de las manos.
-¿Por cuánto tiempo nos quedaremos aquí?-Preguntó Alec.
-Por mucho tiempo, sé que amarás este lugar. Hoy es el primer día del resto de tu nueva vida.-Respondió Natassia a su hijo.
Áyax había avanzado rápidamente entre los templos, sintió un alivio enorme al notar que el sexto templo se encontraba vacío y pudo avanzar sin problemas. Su tranquilidad se desvaneció al sentir un cosmos familiar que se encontraba en su templo. Era Nihal, se encontraba sentado en posición del loto y con los ojos cerrados. Meditaba en la sala principal del templo de Géminis, lo hacía con tanta tranquilidad como si de su propia morada se trataba.
-¿Qué haces en mi templo?-Preguntó ella con enojo.
-Esperando por ti, sabía muy bien que pasarías corriendo por mi templo sin decir palabra alguna. Entonces decidí esperarte aquí.-Respondió Nihal sin siquiera abrir sus ojos.
-¿Qué quieres?-Preguntó Áyax mientras intentaba calmarse.
-Sólo quiero saber ¿por qué te fuiste? Te busqué por todas partes, no quise preguntar al patriarca, eres su hermana y él te protegerá a costa de todos. Incluso volví a mi tierra, pensé que habías vuelto a aquel viejo templo y lo único que encontré fue la nada. Busqué por todas partes y lo único que encontré fue la nada... el vacío. Te hablé por tantas noches y el silencio fue la única respuesta. Sé que me escuchaste llamarte... yo sé que escuchaste todas mis palabras y aún así no respondiste.-Dijo Nihal con tristeza.
-Supongo que necesitaba encontrarme a mí misma.-Dijo ella secamente.
-¿No podías hacerlo aquí? ¿Tuviste que viajar sin rumbo para eso?-Cuestionó Nihal.
-Quería escapar de ti, no podía verte a la cara luego de todo lo que dije... te reíste de mí. Hacía tanto tiempo no sentía un dolor de esa clase.-Respondió Áyax.
-Sabes muy bien que tú y yo no podemos...
-Lo sé, sólo necesitaba alejarme y olvidar.-Dijo Áyax mientras tomaba asiento al lado de él.
-Era muy pequeño cuando tuve que enfrentar la realidad de lo que soy... de quién soy. Con el paso de los años, pensé que había encontrado el equilibrio entre mi humanidad y esa otra parte de mí. Pero ese equilibrio se fue por la borda cuando te conocí, estabas a punto de caer y aunque pudieras levantarte sola yo no pude negarte mi ayuda. Cuando confesaste tus sentimientos me vi tentado a corresponder y escapar contigo. Pero este lugar nos necesita, nunca imaginé que luego de eso ya no te vería. Muchas noches no pude dormir imaginando lo peor, muchas noches no pude dormir pensando en ti... en nosotros.-Explicó Nihal.
Áyax comenzó a llorar tras aquella declaración, abrió sus ojos luego de varios años de mantenerlos cerrados. Él apreció la belleza de aquella mirada empañada, siempre había pensado que lucían como un par de nebulosas llenas de estrellas. Limpió sus lágrimas y se acercó para besar sus labios suavemente. Ambos se fundieron en un abrazo del cual no querían separarse. Nihal siempre era visto con una especie de divinidad en el santuario, pocos eran los guerreros que se atrevían a alzar el puño contra él, era una mezcla de temor y respeto. Áyax era la única persona que le hacía sentir humano, se rindió ante esa humanidad que relegó a un rincón años atrás. Después habría tiempo para arrepentirse, mientras tanto, se adentró en aquel territorio desconocido.
Los primeros rayos de sol se colaban por la ventana, sus músculos dolían y se estiró con algo de dificultad. Al abrir sus ojos por completo, cayó en cuenta de que no se encontraba en su templo. Volteó y un escalofrío recorrió su espalda al verse solo en aquella habitación. ¿Venganza? No creía que ella fuera capaz de algo así, había sido muy conflictiva, pero a pesar de ello no era alguien que consideraba esas opciones. Se colocó su ropa y su armadura posteriormente, salió del templo y se dirigió hacia el coliseo. Suspiró aliviado al encontrar a Áyax entrenando junto con un nuevo discípulo, les observó entrenar durante un momento e incluso compartió algunos consejos con aquel chico.
-¿Te asusta despertar solo?-Preguntó Géminis mientras se recostaba bajo la sombra de un árbol.
-Antes de estar contigo no, pero ahora no quiero pensar en estar un día más sin ti.-Respondió Nihal.
-No lo estarás, ya no.-Respondió Áyax mientras le tomaba de la mano.
Hi, this is Vega! Volví por fin. Esta historia hablará sobre los hermanos Ras y Alec, pero también tendrán participación algunos personajes de la anterior historia y uno que otro nuevo que surgirá por aquí. Saludos y que la fuerza los acompañe.
