DISCLAIMER: Los personajes de este fic no me pertenecen, y no busco sacar ningún tipo de beneficio con ellos.
"Vaya mierda-pensó Jim-como si esto no lo supiera" Lanzó un vistazo por la ventana: los árboles estaban terminando de deshacerse de las últimas hojas, y completamente pelados se dejaban azotar por el frío viento, adquiriendo un aspecto fantasmal. "Qué asco"-pensó Jim, viendo como una hoja amarillenta y putrefacta caía lentamente, hasta hundirse en un charco de la calle.
-….diciendo?-Jim levantó la vista al ver que tenía a su profesora justo enfrente, mirándole enfadada.
-¿Perdón, que dices?-preguntó el chico, aturdido. Se escucharon risas de los otros pupitres.
-He dicho que si podías repetir lo que estoy diciendo-gruñó la maestra, respirando profundamente-pero ya veo que no. Y trátame de usted.
"¿Por qué, vieja zorra? Tú no lo haces"-pensó Jim, pero solo la sostuvo la mirada. La profesora volvió hacia la pizarra y continuó con la explicación.
-El complemento directo hace que la oración sea….-Jim solo alcanzó a escuchar aquella frase, porque ya estaba sumido en sus sombríos pensamientos una vez más.
Desde el último pupitre de la última fila, el joven Hawkins era el rebelde de la clase por excelencia. Con cara de pocos amigos y siempre respondiendo a los profesores, Jim era el "malote" de segundo grado. Muchas chicas de años menores suspiraban por él, aunque las de su curso no le hacían demasiado caso. Ya estaban acostumbradas a su personalidad sombría, y además se había ganado muy mala fama: después de intentar acostarse con Blancanieves en cuarto y que la chica hubiese salido corriendo y llorando, Jim se había cobrado fama de pervertido. Y era cierto. Jim pasaba gran parte del día pensando en chicas, chicas hermosas, de provocadora mirada y atrayentes pechos. Más de una vez su madre lo había pillado viendo porno en su habitación, y también se había ganado varias bofetadas de parte de sus compañeras por lanzarles miradas descaradas.
Jim era un chico solitario. No era un antisocial, tenía un grupo de colegas, pero últimamente iba mucho menos con ellos. Los viernes en la discoteca bebía como un cosaco y se ponía terriblemente borracho, volviendo a su casa a altas horas de la noche, muchas veces entre terribles vómitos. Bebía para olvidar, bebía para no recordar lo patética que resultaba su existencia, lo fracasado que se sentía y lo mucho que le dolía el corazón. Su padre se había ido cuando él era pequeño, después de tener muchas discusiones con su madre entre noche y noche. No se había despedido de Jim, y tampoco había vuelto a verlo nunca. Jim no le echaba de menos, ni quería volver a verlo, pero le dolía. Le dolía mucho. "Un simple te echaré de menos habría estado guay"-le había dicho una vez a Mérida, la única chica con la que había tenido una relación más duradera, hasta que ella le había mandado a la mierda porque solo le interesaba su cuerpo.
-…¡Eso es un verbo copulativo!-le gritó la profesora a John, un chico de la primera fila, que se encogió en su asiento, asustado.
"Copulativo…"-la mente de Jim volvió a sumirse en torvas fantasías, mientras la Casamentera seguía explicando. La llamaban la Casamentera irónicamente, porque siempre estaba pendiente de las parejas del instituto y le encantaba separarlas y meterse con ellas. Era soltera, por supuesto. La Casamentera llevaba siendo profesora de Jim tres cursos, y entre ellos existía un odio visceral que no se expresaban con palabras, pero que siempre flotaba en el aire. La Casamentera era profesora de Lengua, la asignatura que más le costaba a Jim, y se consideraba a sí misma un diccionario de la Real Academia andante, aunque a veces ella misma hablaba fatal. Lo que más le gustaba a la Casamentera era gritar a sus alumnos cuando se equivocaban, y hacerlos sentir unos paletos ignorantes. Nunca una clase de sintaxis había sido tan tensa.
"Tiene un buen culo-había dicho una vez Jim, bromeando con sus amigos-yo le follaba las tetas". Había metido bastante la pata, porque la gorda y vieja Casamentera pasaba justo por allí, y lo había escuchado. Estuvo tres días expulsado, y tuvo una bronca tremenda con su madre. "Podrías dejar de pensar con el pene, SOLO POR UN RATO"-le había gritado una acalorada Sarah Hawkins, fuera de sí. Luego de eso habían tardado dos semanas en volver a hablarse, y ella había llorado mucho. Cuando Jim la escuchaba llorar simplemente se alejaba. De pequeño había sufrido mucho cuando su madre lloraba, y hacía lo imposible por animarla: se disfrazaba, le cantaba una canción, le hacía un dibujo… pero con los años se había endurecido, y ya no quería saber nada de ella.
-¿Cómo no puedes saberte a estas alturas el pretérito del subjuntivo?-ladró la Casamentera a Alicia, una alumna muy distraída que era la segunda en la lista negra detrás de Jim. El chico se quedó observando a Alicia, cuya rubia cabellera le llegaba hasta la espalda, y se preguntó cómo sería sin aquel ridículo uniforme que siempre llevaba. El instituto era público, pero por alguna razón los padres de la niña se empeñaban en que ella fuese con uniforme, como si fuese especial. "Fascistas"-había dicho Peter, uno de los colegas de Jim, adicto a la mariguana.
"Eres una pequeña zorra"-pensaba Jim, observando a Alicia, que parecía indiferente ante la regañina de la Casamentera. Siempre estaba en las nubes, incluso cuando la vieja sargento la regañaba. Por su mente pasó la imagen de él encima de Alicia. La rubia estaba desnuda y gimiendo, mientras él la penetraba con violencia. Inconscientemente se llevó la mano a la entrepierna. Se estaba poniendo cachondo, otra vez.
-¡…no pasarás de curso, si te parecieras un poco más a tu hermana, y menos a un babuino idiota!-la Casamentera continuaba con su horrible bronca.
-Me encantan los babuinos-murmuró Alicia, sonriendo estúpidamente, lo que provocó la cólera de la Casamentera.
"Joder… joder"-Jim se los imaginaba a los dos solos en la sala de castigos (que era como probablemente acabarían el día), desnudándose y haciéndolo encima de la mesa del profesor. Alicia gritaría mucho, pero nadie los escucharía…"Sí…"
-Pero… ¡serás cerdo!-la voz de Cenicienta, su compañera de pupitre, le sacó de su ensimismamiento-¡Qué asco!
Jim levantó la mirada, sorprendido. Se había comenzado a frotar inconscientemente, y ahora toda la clase le observaba, perplejos. Cenicienta, la chica más estudiosa del curso, a la que habían sentado a su lado con la intención de hacerle mejorar, se incorporó asqueada, y se alejó de él.
-¡Quiero un cambio de sitio!-le pidió a la Casamentera, que tenía los ojos como platos. La maestra dejó el pupitre de Alicia y avanzó hacia el de Jim sin dejar de observarlo con rostro inexpresivo. Nadie sabía que iba a pasar.
-Vete de mi clase-dijo finalmente la profesora-vete, y no vuelvas.
-¿Qué?-Jim la miró sorprendido. ¿Qué rayos decía aquella cabrona?
-¡FUERA!-gritó la Casamentera, enrojeciendo de ira.
-¡Pero…!
-¡VETE DE MI CLASE, BASURA, Y NO VUELVAS NUNCA!-la Casamentera agarró un estuche de la mesa de Cenicienta y se lo arrojó a Jim a la cabeza- ¡VETE, FUERA, ERES UNA DESGRACIA!¡ERES UNA DESGRACIA PARA TU MADRE, Y PARA TODOS LOS QUE TE RODEAN! ¡FRACASADO! ¡GILIPOLLAS!-tiró el pupitre de Jim al suelo, y continuó arrojándole cosas.
-¡Vale, vale!-Jim no sabía qué hacer, ella había perdido el control totalmente, nunca la había visto tan enfadada, y todos continuaban mirándole en silencio, incapaces de ayudar, incapaces de decir nada.
-¡FUERA! ¡SACO DE MIERDA! ¡FUERA DE AQUÍIII!-los gritos de la Casamentera acompañaron al chico hasta la puerta. Jim cerró de un portazo, y se alejó corriendo. Se escondió en el baño justo cuando la escuchaba salir de la clase, buscándolo. Parecía capaz de pegarle y todo. Y él no podía defenderse de ella.
Escondido en el lavabo, se observó en el espejo. Estaba pálido y tenía unas terribles ojeras. Normal, era primera hora de la mañana, apenas había amanecido y él había dormido solo tres horas, porque había pasado la noche en Decas, la discoteca a la que solían ir a armar jaleo.
Jim se dio cuenta de que su corazón palpitaba muy deprisa. No esperaba haber formado ese lío, no era su intención enfadarla así. El creía odiar a la Casamentera, pero después de aquellos gritos se había dado cuenta de que quien realmente le odiaba era ella a él. A ella le daba igual el chico, solamente le era una molestia. No quería que aprendiera, ni que mejorara, ni siquiera joderle. Solo quería que él desapareciese. Como todo el mundo.
-¡Joder!-Jim le dio un puñetazo al grifo, haciéndose sangre en los nudillos. Se observó en el espejo unos instantes. No le importaba meterse en broncas si ya estaba preparado para ello, pero esa vez le había pillado totalmente por sorpresa-mierda….-las lágrimas empezaron a brotarle de los ojos. No, no era posible. No podía llorar. No quería llorar. Pero ya era tarde. Unos gruesos lagrimones brotaron de los ojos del chico, que comenzó a sollozar sin poder evitarlo. Se trató de secar, mezclando las lágrimas con la sangre que brotaba de sus nudillos, cuando escuchó que alguien venía. Corrió a esconderse en una de las letrinas, no estaba dispuesto a permitir que lo vieran llorar, él era un hombre. Por una rendija de la puerta vio que era Cubby, un alumno más pequeño que conocía del endobús. Estaba meando en uno de los retretes de a pié. Jim decidió esperar a que se fuera y aprovechar para calmarse, y luego saldría de allí.
-¡Aquí estás, campeón! ¡El rey de la paja!-Gastón le dio un fuerte golpe a Jim en el hombro, riendo estruendosamente. Era el chico más popular del curso, y uno de sus mejores amigos, o eso se suponía. A Jim él le parecía un gilipollas sin escrúpulos, pero en el fondo sabía que él era igual.
-No sabes cómo se ha puesto la vieja después de que te fueras-dijo Flynn, encendiéndose un cigarro-salió para matarte, pero como no te encontró se desahogó con nosotros.
-¿Sí? ¿Qué os hizo?-preguntó Jim, sonriendo. Estaba sentado en el parque de enfrente del instituto. Se había saltado el resto de clases de la mañana, y se estaba pensando ir a las de la tarde.
-Nos ha puesto un cojón de deberes Jim-intervino Tarzán, ajustándose las gafas. Él era, junto a Cenicienta, el mejor alumno del curso, pero fuera del insti no era un buen modelo a seguir.
Tarzán era el único alumno de toda la promoción que podía jactarse de haberse acostado con más de una mujer a la vez, y también contaba haberse fumado un porro en el trasero de Jessica Rabbit, la famosa actriz de cine, después de haber coincidido en un anuncio. Tarzán trabajaba como modelo a tiempo parcial, pues tenía un cuerpo de escándalo, y se había labrado una buena reputación en el mundo de la moda. Jim sí lo consideraba su amigo, aunque a veces le jodía que fuese tan superior a él, en todos los aspectos. Le hacía sentir miserable.
-¿No podrías controlarte un poco?-le preguntó Tarzán, claramente molesto-a veces resulta un poco incómodo.
-No me seas marica-replicó Jim, dándole un buen trago a la botella de vodka que acababa de adquirir en el bazar de la esquina. "La mejor del mundo conocido"-le había dicho el Mercader al vendérsela. Luego le había intentado vender también una extraña lámpara contándole no sé qué historia, pero Jim se había largado.
-Tío, así nunca vas a pillar un buen cacho-le dijo Peter, dándole una buena calada al porro que acababa de liarse-a las tías les molan los caballeros.
-No me jodas-Gastón soltó una risotada, cogiendo la bebida de Jim y dándole un trago.
-Eso es porque tú eres un pederasta, Pan-se rió Flynn, que se había sentado al lado de Jim y se miraba su cuidada barba en un espejo.
-¿Qué cojones dices?-Peter se volvió hacia Flynn, enfadado-solo la saco un año.
-Si bueno, te tiraste a Wendy y a su hermano pequeño. Te faltó el mayor-se rió Flynn, y Peter soltó una carcajada.
-¡El crío estaba en el cuarto de al lado, lo que pasa es que entró y nos pilló haciéndolo!-soltó una bocanada de humo, y Gastón se apartó, asqueado.
-¿No podías alejarte de mí cuando fumas?-se quejó Gastón, alejando el humo. Era lo único con lo que el musculoso bravucón no se atrevía. Al parecer su tío, al que admiraba mucho, había muerto con el mono en un centro de rehabilitación, y eso le había impactado mucho.
A Jim eso le parecía una estupidez, aunque él tampoco tomaba drogas. Alguna vez había tomado una calada, pero se sentía culpable. También se sentía culpable cuando bebía y llegaba borracho, pero al menos ahí era más capaz de hacer callar la voz de su conciencia. Lo que le hacía sentirse mal era su madre, ver su rostro decepcionado, verla sufrir. Quería librarse de ese sentimiento, pero no podía.
-Con lo que me costó convencer a Wendy para que lo hiciéramos, ahora no quiere ni hablar del asunto-se lamentó Peter, mientras le pasaba el porro a Flynn.
-¿Pero vas en serio con ella?-se sorprendió Flynn.
-Creo que sí-dijo Peter, y sonó convencido. Jim levantó la vista, extrañado. Era la primera vez que escuchaba a Peter decir que iba en serio con una chica.
-¿Y entonces la chica del Decas ayer qué fue? Porque no era Wendy…-dijo Jim, dándole una calada también al porro.
-Bueno, uno tiene que desahogarse de vez en cuando-Peter se encogió de hombros, sonriendo. Sus dientes se habían amarilleado en poco tiempo, debido a su adicción imparable. Sus ojos se ponían rojos y llorosos, y parecían desorbitarse. Jim nunca olvidaría la primera vez que lo vio caerse al suelo, después de haber estado probando la heroína.
-Que cabrón-Flynn negó con la cabeza, riendo.
-¿Y tú qué? ¿Cómo le va a la Rapunzel?-preguntó Gastón. Flynn se volvió, visiblemente cabreado.
-¿No hemos hablado ya de esto?-le espetó a Gastón.
-¡Vale, vale! ¡Lo decía de broma, cabrón! Ya sabes que no me interesa-se excusó Gastón.
-Eso espero-a Flynn le había dolido mucho cuando Gastón le había sido infiel con su primera novia, Tiana. Sobre todo porque los había pillado en plena infidelidad. Jim aún no sabía cómo le había perdonado después de eso. Pero Flynn de Tiana ya no hablaba. Ahora salía con Rapunzel, una chica de la zona blanca, más rica. Llevaban un año juntos, y él parecía feliz-su madre está muy enferma. Dudan que sobreviva-explicó Flynn, encogiéndose de hombros-y ella ya no puede ayudarla…
Jim no entendía a qué se refería Flynn, pero su colega no solía hablar mucho de Rapunzel, al menos de su vida privada.
-Mejor, así no hay suegra-rió Gastón, vaciando la botella de vodka.
-Tío, eres muy tonto-respondió Flynn, secamente.
-Me debes una botella Gastón-le dijo Jim al fortachón, que soltó un eructo y lanzó el recipiente a la hierba.
-Ni en sueños, Hawkins-dijo Gastón. Era un rata, y nunca se gastaba en ellos. Tanto él como Tarzán tenían más dinero que el resto, pero seguían yendo al instituto Porter, Gastón porque le era más fácil aprobar y Tarzán porque ahí estaban sus amigos. Al menos eso decía él. Jim sabía que llevaba mucho tiempo detrás de Jane Porter, la joven profesora de biología, e hija del director.
Siguieron hablando de trivialidades, comentando el último videojuego de realidad virtual que había sacado la Sega, del fútbol y de las chicas.
-¿Entonces el viernes nos vemos?-preguntó Jim, sonriendo. Al menos ellos le habían hecho olvidar un rato lo miserable que se sentía.
-Yo no puedo tío, lo siento-se excusó Peter-he quedado con Wendy en la feria, y tengo que aprovechar porque su padre la vigila mucho más que antes.
-¿Pero él lo sabe?-preguntó Flynn, interesado.
-¿Qué follamos? No, porque Wendy sobornó a su hermano. Pero lo sospecha-Peter aplastó el cigarro contra el suelo.
-Yo tampoco podré ir, lo siento. Tengo mucho que estudiar, y luego ruedo muy temprano-se disculpó Tarzán, encogiéndose de hombros.
-Venga ya-dijo Jim, mirando a su amigo sorprendido.
-Creo que te va a joder mucho, pero yo tampoco voy. He quedado con Felipe, ya sabéis, el de caza, me va a presentar a su novia-explicó Gastón-es un auténtico bombón, creo que tal vez pueda…-pero se cayó al ver la mirada de advertencia de Flynn.
-A la madre de Rapunzel le dan los resultados de la prueba el viernes-explicó Flynn-querrá que esté con ella, me necesita. Lo siento Jim.
-¿Me lo estáis diciendo en serio?-Jim soltó una risa nerviosa. No podía creerlo-¿desde cuándo sois tan rajados?
-Tío, no es eso, es que no puedo, de verdad-se excusó Peter.
-Podrías quedarte estudiando, para variar-le sugirió Tarzán, señalando su mochila vacía.
-Y una mierda-Gastón se rió-te invitaría, pero Felipe y Aurora son muy refinados, creo que no encajarías.
-¿Se llama Aurora?-preguntó Flynn, riendo.
-Está bien, pues iré yo solo. A ver que me encuentro-Jim se encogió de hombros, malhumorado. Para una vez que le apetecía de verdad quedar. Le tenían hasta los huevos.
-Jim, no te lo tomes a mal, pero es que tenemos otras cosas que hacer-le dijo Tarzán pausadamente.
-Sí, tenemos vida-se burló Gastón, pero Flynn le dio un codazo para que se callase.
-No seas cabrón-le dijo Ryder a Gastón, que escupió a un lado, fastidiado.
-No, no, está bien. Lo entiendo-Jim se incorporó y cogió su vieja mochila. Su padre la había llevado a la guerra, cuando fue años atrás-creo que debería volver al instituto.
-Sí, mejor será-le apoyó Tarzán.
-¿Jim?-una voz femenina les hizo volverse a todos. Era Alicia, que cruzaba la calle hacia el parque.
-¿Alicia?-se sorprendió Jim-¿Qué pasa?
Ella se acercó, sonriendo, y luego le sacudió un tremendo bofetón. El chico se llevó la mano a la mejilla, dolorido.
-¡Au! ¡Joder!-se quejó, mirándola entre sorprendido y enfadado.
-La próxima vez invítame a un batido antes-le dijo ella, antes de darse la vuelta y volverse al Porter, muy digna.
-Joder… que cabrona-Jim se frotó la mejilla enrojecida.
-¡Ja! ¡Eso es carácter!-se rió Gastón-¿creéis que es virgen?
-¿Y eso a qué viene?-le preguntó Flynn, asqueado.
-Mejor me voy-dijo Jim, observando a la rubia alejarse.
-¿Qué tal el día Jim?-preguntó Sarah mientras terminaba con la tercera pila de platos.
-Bien-el chico tiró la mochila en la entrada, y se dispuso a subir las escaleras a su cuarto.
-¡Jim!-le llamó su madre, exasperada-¿no se te olvida algo?
El chico se paró en el primer peldaño, lanzando un hondo suspiro. Desde luego no estaba de humor.
Bajó hasta donde estaba su madre, y la besó en la mejilla, pero muy levemente, como si temiera quemarse a su contacto.
-Hola, mamá-dijo con voz ronca, sin mirarla a los ojos.
-No, eso no-Sarah suspiró-¡el recibo! ¡El recibo del banco, Jim! ¡Tenías que ir a por él!
-Joder-Jim puso los ojos en blanco.
-¡Esa lengua!-Sarah fue a sentarse a la pequeña mesita de la cocina-¡por favor Jim, solo te pedí una cosa! ¡Necesitamos ese recibo, hoy es el último día que pueden dárnoslo!
-Lo siento. No volverá a pasar-Jim se quedó observando a su madre, que se frotaba las sienes, cansada.
-Por favor, necesito el recibo Jim. Y tengo que fregar toda la pila para la noche-pidió con un hilo de voz.
-¿Por qué no usas el purgador?-preguntó Jim, aunque ya sabía la respuesta.
-¡Porque no funciona!-se desesperó ella-Jim, por favor…
-¡Yo lo arreglé! ¿Te acuerdas?-saltó él, furioso-pero para ti eso no es suficiente.
-Jim, el purgador casi explota cuando lo usaste-dijo su madre, levantando la cabeza, enfadada.
-¿No crees en mí, verdad? ¿Cómo voy a hacer algo bien, de vez en cuando? ¡Sería demasiado!-gritó el chico, exasperado.
-Jim, no se trata de eso, el purgador necesita mantenimiento profesional-insistió su madre, impasible.
-¡ESO TAMBIÉN LO DICES CONMIGO, JODER! ¡ES TU PUTA SOLUCIÓN PARA TODO! ¡PERO NO ME DEJAS HACER NA…!
-¡Jim, necesito el recibo del banco, maldita sea, cállate!-gritó su madre, incorporándose. El chico enmudeció, y retrocedió un poco. Sarah respiró muy rápido, pero al final consiguió calmarse. No quería haberle gritado. No quería para nada.
Hubo un largo silencio, en el que ambos no se miraron. Jim observó la lámpara de la mesilla como si nunca hubiese visto un objeto similar.
-Jim, necesito el recibo. Si puedes ir a por él ahora, te estaría muy agradecida. Porque yo no tengo tiempo hoy-repitió Sarah, con voz suave.
Jim no dijo nada. Se dio la vuelta y volvió a coger su abrigo negro. No tardaría mucho, pero en el fondo le apetecía despejarse un rato.
-¿Necesitas la tarjeta para el endobús?-preguntó Sarah, tratando de normalizar la situación.
-No voy a ir en endobús-Jim cerró la puerta y se alejó. Sarah lanzó un profundo suspiro. Sabía lo que eso significaba.
-Mierda-dijo, antes de volver a ponerse con los platos.
-¡Idiota!-gritó un conductor de autovolante cuando Jim sobrevoló por encima de él.
-¡Jajajajajaja!-el chico soltó una risotada, mientras pisaba el acelerador y extendía la vela, aumentando la velocidad y bajando hacia el vórtice de tráfico. Su tabla de surf solar era vieja y estaba hecha con pedazos de otros vehículos, pero Jim se la había currado mucho noche tras noche, y la había convertido en un auténtico bólido. A Tarzán y los otros les encantaba ir a un descampado y ver como Hawkins corría la máxima velocidad. Su silueta era apenas reconocible en esos instantes, pero él se sentía más vivo que nunca. La velocidad, el subidón de adrenalina, el sentimiento de aventura… ahí era realmente feliz. El resto del mundo desaparecía. Solo estaban él… y el peligro.
Rápido como una estrella fugaz Jim avanzó evitando los otros coches que volaban a gran velocidad por las carreteras de la ciudad y pasó por cerca de un enorme cartel de la nueva película de Jessica Rabbit, y por debajo de la línea del endobús, que como siempre iba lleno. En el área de cámaras de vigilancia deceleró hasta llegar al límite mínimo de velocidad, al igual que los otros autos. Cuando todos se supieron libres del área de multas volvieron a acelerar, y Jim, dando un giro doble con la tabla se puso a la cabeza del pelotón. Estaban a cientos de metros de altura, pasando al lado de las ventanas de los áticos de los rascacielos, y la gente se veía pequeña, muy, muy pequeña.
-¡YUHUUUUUUUU!-exclamó el muchacho, gritando como si no hubiera un mañana.
La gran metrópolis de Suburbia se dividía tajantemente en dos zonas: el área este, la zona blanca, donde vivía la gente de clase media y alta, una zona ecológica y lujosa, el sueño de cualquier hombre, y el área oeste, la zona roja, un enorme complejo industrial de miles de kilómetros donde, como en un hormiguero humano, vivían la clase obrera. Había barrios más o menos decentes, donde vivían gente de recursos modestos pero suficientes, barrios más bajos, como donde residía la familia Hawkins y barrios realmente oscuros y conflictivos, donde nadie querría acabar.
Aladdín vivía en uno de esos barrios, en la zona musulmana. Suburbia era una ciudad-estado de profesión laica, pero había una gran mayoría católica, y religiones con menos seguidores pero también importantes, como el islam, o el budismo. Los crímenes que tenían un ámbito de fanatismo religioso eran penados con la máxima dureza. Aún así, las personas de profesión católica gozaban de ciertos privilegios frente al resto, por ejemplo a la hora de contribuir al estado. Por supuesto Aladdín no tenía que preocuparse por eso. Era tan pobre que los inspectores de Hacienda no se preocupaban en buscarle. Lo único que tenía era su ropa y su fiel mascota, Abú, su mejor amigo. Y si sacaba algunos durillos de vez en cuando, no tardaba en gastárselos.
-Nos habráss traído la passta, ¿no es cierto, rata callejera?-gruñó Scroop, apretando con rabia sus afiladas pinzas.
-Ya te lo he dicho, no me llames así, me resulta ofensivo-dijo Aladdín, sosteniendo la mirada al monstruoso arácnido, que estaba a escasos centímetros de él-y sí, la he traído. Pero a cambio quiero algo.
Los matones prorrumpieron en risas, mientras Scroop torcía el gesto en una mueca desagradable.
-¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que quieress, pequeña rata callejera?-siseó el criminal, fulminándolo con la mirada.
-¿Te gustaría que yo te llamase a ti cara cangrejo? ¿O el señor ojazos?-le respondió el chico, sin dejarse intimidar. Scroop parpadeó, perplejo, mientras sus compañeros se reían de él. Aladdín se apartó su rebelde cabello azabache de la cara, y compuso una de sus encantadoras sonrisas, antes de hablar en tono serio-lo que quiero es que os marchéis de este barrio… y no volváis nunca.
Hubo un corto silencio, roto enseguida por Scroop.
-¿Oh, sí? ¿Quieress que nos marchemos de aquí, eh? Ssiento no poder complacerte, enano-le dio un fuerte empujón con su pinza-y ahora lo que nos debess, si sabes lo que te conviene.
-Vaya, eres una araña muy mala-dijo Aladdín, frotándose en el pecho, donde le había golpeado.
-Ssoy un cangrejo, no una araña-gruñó Scroop, molesto. Los demás matones contuvieron la risa. Él era un híbrido entre ambos animales, una especie poco común entre las miles que habitaban Suburbia, donde los seres humanos eran tan solo un cuarenta por ciento. El resto se componía de alienígenas, híbridos y animales parlantes, a partes iguales.
-No sé, a mí me pareces más una araña tío-Scroop bufó al oír al joven. Realmente le estaba cabreando-pero no tienes de que preocuparte, no eres menos viril por eso. Bueno depende de cómo lo mires…
Se esperaba el golpe. Scroop le agarró con su pinza por el cuello, y lo estampó contra la pared del callejón. Los otros matones silbaron y animaron a su jefe para que entrase en la pelea.
-¡Pártele el cuello!-le gritó una alienígena cabezona con dos largas patas.
-Oye, no pretendía enfadarte-Aladdín sonrió a duras penas, pues el cangrejo/araña le apretaba mucho.
-El dinero chico… ahora-Scroop empezó a apretar más la pinza en torno al cuello de Aladdín, que jadeó, asustado.
-Veo… veo que andáis de recaudación-señaló a uno de los matones, grandote y con tentáculos en la cabeza, que sujetaba un saco lleno de dinero. Probablemente los criminales habían estado atracando los pequeños negocios de la zona mientras le esperaban.
-Esso no te interessa-Scroop apretó más su garra contra el cuello de Aladdín, que aunque era fuerte y musculoso no tardaría en partirse.
-Está bien… déjame-Aladdín se llevó los dedos a la boca y emitió un silbido. Pasados unos instantes en los que Scroop observó al chico interrogante, se escuchó un ruidito en la azotea del edificio. Abú, el monito de Aladdín, apareció sonriendo y haciendo cabriolas.
-¿Pero qué coño…?-Scroop observó al mono unos instantes, y luego se volvió hacia Aladdín de nuevo-¿a qué juegass?
-Él traía el dinero. Lo tenía arriba esperando, ya sabes, por si había problemas-le explicó Aladdín encogiéndose de hombros-¿me puedes soltar ya?
-A mí me parece que estás hasta arriba de problemas ahora mismo-le amenazó Scroop-¡dile que suelte el dinero!
-Vale, joder, ya voy-Aladdín le hizo un gesto al mono, indicándole que soltase el dinero.
-Uack uack ichiiii-chilló Abú, dando enormes saltos y gesticulando con sus peludos brazos.
-¿Qué passa?-preguntó Scroop, cada vez más impaciente.
-Dice… dice que ha perdido el dinero-tradujo Aladdín, observando a Abú muy concentrado-dice que… se lo han quitado unos polis…. ¡Maldita sea, lo habían marcado!
-¿QUÉ?-Scroop soltó al chico, asustado-¡No es posible!
-Eso es lo que dice él-replicó Aladdín, incorporándose dolorido después de que Scroop lo tirase al suelo-vamos, que os habéis librado de una buena.
-No es possible-murmuró Scroop-¿cómo lo habrán ssabido ellos?-entonces se giró hacia Aladdín, con un repentino odio asesino en los ojos-¿no sserá que tú se lo dijisste?
-¿Yo?-Aladdín fingió sorprenderse-¿qué coño dices? ¿por qué iba yo a decirles que estaba con vosotros? ¡Me podrían enchironar por cómplice!
-¡Y una mierda!-intervino el pirata de tentáculos en la cabeza-¡Te librarías, por delator!
-Vamos a ver, vamos a ver-el pequeño Ono, un ser parecido a un caracol pero con diez ojos, intervino-recapitulemos chicos: robamos el dinero del banco el otro día con ayuda del niño este, pero luego nos lo robó, le encontramos y le amenazamos para que nos lo devolviera ¿por qué narices iba a estar marcado desde que salió del banco?
-Pues esso dijo, joder-Scroop agarró a Aladdín por la cabellera y lo levantó en el aire-¿no sserá que el muy hijoputa lo marcó antes de devolvérnoslo?
-Ya, ya-se impacientó Ono-¡pero Scroop, escucha! Si fue el chico quién lo marcó a propósito, ¿por qué acaba de decírnoslo y no nos ha dado la pasta? ¡No tiene sentido!
-Os estáis liando…-farfulló Aladdín pataleando en el aire.
-Para mí que se lo ha gastado, y esto se lo está inventando-intervino el de los tentáculos en la cabeza.
-Eso tiene más sentido-balbuceó Aladdín, y Scroop lo arrojó contra el fondo del callejón.
-¡Niñato misserable! Puess si no hay dinero, tú no vivess-avanzó hacia él extendiendo sus pinzas.
-¡Uha uha katchaki!-gritó Abú desde la azotea.
-¿Qué dice ahora?-preguntó Ono, extrañado.
-¿Qué mass da?-Scroop estaba a punto de agarrar al chico, y se volvió, exasperado.
-¡Esperad, dice que ha recuperado el dinero! ¡Qué suerte!-Aladdín se levantó, emocionado-uf, de buena me he librado.
-¿Pero tú noss estás vacilando?-preguntó Scroop, furioso.
Abú sacó una bolsa con el dinero del banco, y se la arrojó a los matones. Luego hizo una reverencia y se alejó riendo. Los criminales se quedaron mirando el dinero, sin saber que decir.
-Pero… ¿está marcado o no?-preguntó el de los tentáculos, inseguro.
-Mmmmm… qué misterio-dijo Aladdín, que aprovechando la distracción había sacado una navaja de su pantalón.
En ese instante resonaron las sirenas de la policía, debían de estar dos calles más arriba.
-¡Parece que sí!-Aladdín dio un salto y le pegó una patada a Scroop en la cara, haciéndole perder el equilibrio y caer encima de Ono y la piernas largas. Luego le hundió la navaja al de los tentáculos en el brazo, haciéndole soltar la bolsa con el dinero de la recaudación del barrio, cogió también la bolsa del banco y echó a correr hacia la avenida principal.
-¡A por él!-chilló Ono echando a correr, aunque al ser un caracolido, no iba demasiado deprisa.
Pero Scroop si corría, y en unos instantes le pisaba los talones al chico. Aladdín arrojó un cubo de basura contra Scoop consiguiendo alejarlo un poco, y luego cruzó al otro lado de la ancha avenida justo cuando el semáforo se ponía en rojo. Los coches empezaron a circular volando de un lado para otro, y Scroop y sus matones tuvieron que esperar al otro lado de la calle, mientras Aladdín corría hasta el coche de la banda.
-¡Abú!¡Vamos, deprisa!-el monito le dio a Aladdín un extraño utensilio de aspecto cochambroso con el que forzaron la puerta del coche y luego al conectarlo en el lugar de las llaves lo activó.
-¡Siempre al punto!-Aladdín sonrió, haciendo rugir el motor del auto. Lanzó las dos bolsas de dinero al asiento de atrás, y Abú se apresuró a ir hasta ellas-¡No tardes Abú!
-Ieeeek-dijo el mono, a modo de afirmativa.
El autovolante arrancó y se alejó calle arriba justo cuando los miembros de la banda de Scroop llegaban hasta él.
-¡Joder, joder! ¡Mierda!-Scroop golpeó a Ono para desahogarse.
-¡Viene la poli Scroop!-exclamó otro de los matones, señalando los vehículos que se acercaban pitando-¡Nos han trincado!
Scroop giró la cabeza, justo para toparse con un pequeño transporte público que acababa de llegar a su parada. Unos ancianitos búhos se disponían a subir.
-Aún no-Scroop corrió hacia el transporte seguido de sus bandoleros, empujó fuera al conductor y luego lo puso en marcha-¡A por el dinero!
-¡Mejor huyamos!-suplicó Ono, asustado.
-¡Cállate!-el transporte despegó, y fue a toda pastilla siguiendo la ruta que el coche de Aladdín había seguido.
-Ya vienen-Aladdín observó a Scroop acercarse por el retrovisor-¿listo?
Abú lanzó un chillido exacerbado, antes de saltar por la ventanilla.
-¡Ess nuestro! ¡Sujeta el volante!-le dijo Scroop a Ono.
-¡Tío, tenemos a la poli en el culo!-replicó el caracol, señalando los dos autovolantes que se acercaban por detrás.
-¡Recupero el dinero y loss perdemoss en el vórtice!-respondió Scroop, antes de saltar desde su vehículo hasta el de Aladdín. Cada vez estaban cogiendo más altura, y los transeúntes que los observaban perplejos disminuían de tamaño más y más. Scroop arrancó la ventana de atrás del coche y entró-¡Prepárate, mamón!-le gritó a Aladdín, que se volvió, sorprendido.
-¡Prepárate tú!-el chico le pegó una patada y agarró el saco con el dinero de la recaudación-¡Disfruta de tu dinero marcado!
Iba a saltar del coche cuando Scroop lo agarró por la pierna y le impidió escapar.
-Gilipollass-siseó el malvado, golpeando a Aladdín en el rostro y arrebatándole el dinero. Luego, cogió la bolsa del dinero del banco y se la lanzó a Aladdín-¡Disfruta tú del dinero marcado, y de la morgue!
Y diciendo esto lo expulsó fuera del coche. Aladdín cayó en picado hacia una muerte segura miles de metros más abajo, cuando algo lo sujetó por los pelos. Era Abú, que agarrado a una tabla de surf solar acababa de salvarle la vida.
-¡Abú! ¡Lo conseguimos!-exclamó Aladdín, emocionado.
-¡iaaaak ueeek!-gritó el monito.
-¿Queréis bajaros de mi tabla de una puta vez?-gritó Jim. Abú se había subido a su tabla en un cruce, y le había obligado a seguir el coche de Aladdín para rescatarlo justo en el momento oportuno, como habían planeado.
-¡Han sobrevivido!-indicó Ono, avistándolos desde el otro transporte.
-¡Da igual, tenemoss la passta, subid!-les ordenó Scroop, agitando sus pinzas frenético.
Los matones saltaron desde el vehículo robado hasta el de Scroop, dejando que el primero se estrellase contra un enorme cartel de caramelos Pez, provocando una terrible explosión. Los policías se desviaron para evitar el choque, y entonces los perdieron de vista.
-¡Síiiii! ¡Lo consseguimoss!-vitoreó Scroop, acompañado de sus rufianes-¡Veráss cuando agarre a esse chico!
-Espera espera espera, Scroop-le cortó Ono, aterrado-¡este es el dinero del banco! ¡El marcado!
-¿Qué?-Scroop se giró desde el volante, sorprendido-¿qué dices, imbécil?
-¡Si este es el saco de la recaudación de hoy!-observó la patas largas.
-¡Mierda! ¡Mierda Scroop, te ha engañado! ¡Ha cambiado los billetes de saco, te la ha jugado!-se lamentó Ono.
-¡No puede sser! ¡Estáis equivocadoss!-se defendió Scroop, pero el equivocado era él: efectivamente, Abú había cambiado el dinero de saco, y Aladdín le había hecho creer que se quedaba con el correcto, cuando en realidad era el del dinero marcado. Por supuesto, el radar de la policía, que llevaba días buscándolos, no tardó en captarlos de nuevo.
-¡Vienen otra vez! ¡Vienen otra vez y son cuatro coches! ¡SON CUATRO COCHES SCROOP, MALDITA SEA!-chilló Ono, presa del pánico.
-¡Cállate! ¡Cállate, te juro que te mato!-bufó Scroop. Pero era tarde. La policía los rodeó y les obligó a descender a tierra.
-¡Síii, lo hemos conseguido, Abú, somos los amos!-Aladdín chocó las palmas con su compañero monito, y luego besó un fajo de billetes de cincuenta-tenemos para cogernos unas buenas ciegas.
-¿De qué coño vais?-preguntó Jim, dejando su tabla apoyada en la pared de la azotea. Habían parado sobre un edificio bajo, fuera de las miradas indiscretas.
-Del de tu madre-respondió Aladdín, mientras contaba los billetes. Jim arqueó una ceja, y el árabe levantó la mirada, divertido-era broma tío. Perdona el susto, es que te necesitábamos.
-Ya-Jim le lanzó una mirada de desdén a Abú. El mono le había tirado de la coleta para obligarle a hacer lo que quería-tu bicho es un capullo.
-Se llama Abú, es un mono capuchino, al menos eso creo-le explicó Aladdín, mientras el pequeño simio le hacía un saludo con el puño-viene de la selva ¿sabes?
-Ya, que interesante. Ese dinero es robado-Jim señaló al saco de billetes que llevaba Aladdín. La sonrisa del moreno se ensanchó aún más.
-¿Eso lo has deducido tú solo?-Aladdín sacó otro fajo, con los ojos brillando como faros-escucha, te doy treinta si olvidas que nos has visto.
-No creo que seas tan importante como para que te estén buscando-razonó Jim, fingiendo estar aburrido-ya te pillarán otro día. Y quiero la mitad de lo que tienes.
-¿La mitad? Será broma, ¿no?-Aladdín soltó una carcajada-no tío, lo siento, pero no hay trato. Esto lo he robado honradamente.
-Eres un malote, ¿no?-preguntó Jim secamente.
-Por lo que se ve tú también, motero-Aladdín sacó dos billetes de cincuenta del fajo-Escucha, te doy cien porque me has salvado la vida. Pero ni uno más.
-¡Venga ya!-Jim negó con la cabeza. No estaba dispuesto a pelear con aquel chico, pero no tenía nada más que hacer, y tenía curiosidad por saber más de él-la mitad, o llamo a la pasma.
-¿Eres de esos?-Aladdín le miro sorprendido-no tienes pinta. ¿Cómo te llamas?
-¿Qué cojones te importa?-replicó Jim, cortante.
-Me has salvado tío. Ahora te debo la vida-Aladdín giró la cabeza, componiendo una sonrisa-es lo mínimo, ¿no?
Jim se lo pensó unos instantes. Finalmente cedió.
-Jim. Jim Hawkins. Y no me gustan los maricas.
-Ja, bueno, a mí tampoco, así que tranquilo-Aladdín acarició a Abú, mientras el mono contaba las monedas sueltas que había en el saco-Tu tabla es una pasada. ¿La construiste tú mismo?
-Pues… sí-Jim observó a Aladdín con curiosidad. No estaba acostumbrado a tanta amabilidad, menos por un tío de su edad que parecía escapado de un reformatorio.
-Tranqui, no voy a robártela-Jim endureció el gesto al escuchar aquello, y Aladdín soltó una carcajada-me tengo que ir ya macho. Toma tus cien, y gracias.
-Sigo queriendo la mitad-dijo Jim, secamente-eso o que me pagues el Decas el resto de tu vida.
-¿El Decas? ¿Estás de coña?-Aladdín soltó una carcajada-¿Vas al Decas y pretendes pedirme dinero? Yo no pago a millonarios.
-¡Si el Decas es una mierda!-replicó Jim, sorprendido.
-Sí, ¿eh?-Aladdín negó con la cabeza, aún con una sonrisa en el rostro-no sabes lo que dices. Vives por Montressor, ¿no?-Jim asintió, desconcertado-yo vivo en el barrio de la Guardia, y la mejor discoteca que hay por allí es un puti construido en un establo. Mataría por vivir en Montressor.
Jim le sostuvo la mirada al chico. Parecía sincero, quizás demasiado. Y era la primera persona que le era simpática en semanas. Pero el dinero era el dinero, después de todo. "Se está haciendo el pobre para que te de pena o algo. Vaya mierda de truco"-pensó Jim, arqueando una ceja.
-Lo siento por ti, pero yo también tengo mis problemas. Dame mi parte, es justo-insistió Jim. Aladdín no pareció alterarse.
-Me caes bien Jim, pero no tengo opción. Espero verte otro día-dijo. Jim tardó solo unos segundos en darse cuenta de lo que ocurría. Abú se había colocado detrás suyo mientras él moreno le distraía, y con una tubería rota le acababa de golpear en la cabeza. El chico cayó al suelo inconsciente. Aladdín pasó al lado suyo y cogió su tabla-Lo siento Jim-se excusó, poniéndola en el suelo y encendiéndola-la avaricia rompe el saco.
Jim se despertó instantes después, escuchando el ruido de un motor de fusión que le era muy familiar.
-No, no ¡NO! ¡CABRÓN!-Jim se asomó por la azotea, para ver como a lo lejos Aladdín se alejaba, subido a su tabla de surf solar. Y por supuesto no le había dejado ni un centavo.
-¡Para casa, colega!-le dijo Aladdín a Abú, que lanzó un chillido de emoción mientras la tabla de surf daba un giro y se metía en el vórtice de tráfico, donde los autovolantes giraban en todas direcciones.
Aladdín encendió la radio de la tabla, sintonizando la Resolution, su cadena favorita.
-"A continuación el late hit de este otoño de nuestra estrella del rap rock, Billy Joe Cobra-decía la voz del presentador, Greg Slick-prepárate para vibrar con Fuck Block"
-Oh yeah-Aladdín sonrió mientras movía la cabeza al compás de los primeros acordes. Amaba esa canción.
-¡You think, you worth it, but you know, you lost it!-gritaba Billy al micrófono, mientras pataleaba con furia-¡Yeah… yeah….YEEEEEEEE!
Los bailarines del fondo terminaron sus pasos, y Billy cayó sobre el suelo del escenario, con un último acorde mortal.
-Vale chicos, es buena-la voz de Spencer resonó desde el fondo de la sala. Los técnicos comenzaron a apagar las cámaras, mientras el equipo de baile recogía sus cosas. Dos asistentes corrieron hacia Billy, llevándole toallas y una enorme botella de ginebra.
-Oh, colega, este ha sido el que esperábamos, lo presiento-Billy descorchó la botella y le dio un buen trago, derramando espuma por la barbilla. Uno de los asistentes se la limpió, con la delicadeza de una madre.
-Sí bueno, tendrás que repetirlo un par de veces, para la post-producción. Aunque con tus juergas de los últimos días, veo difícil que lo acabemos a tiempo-le explicó Spencer, acercándose a él y sentándose a su lado, en el borde del escenario. Billy cogió a su primo del hombro y lo acercó hasta él.
-Tranqui tronco, el Cobra controla-dijo Billy, encendiéndose un cigarro-tú termina de hacer tu magia, y en dos días estaremos estrenando el videoclip en mi isla del Cabo.
-Estás sudado-Spencer trató de alejarse del sobaco de su primo la estrella, pero él se lo impidió-de todas formas, Billy ¿crees que podrías controlar tus ansias fiesteras, al menos hasta que acabe la semana?
-Mmmmm ¿a qué te refieres?-preguntó Billy, echando una calada mientras los asistentes le acercaban comida-¡No, Lawrence, odio el caviar! ¡Ya te lo he dicho!
-Perdone, Su Alteza-se disculpó el regordete Lawrence humildemente, retirando el caviar de la vista de Billy.
-¿Les obligas a llamarte Su Alteza?-preguntó Spencer, entre indignado y divertido.
-Sí, ¿por?-preguntó Billy, con cara de póker.
-Falta que te besen el culo-ironizó Spencer, y Billy se acercó a él maliciosamente.
-No primito, eso y lo de delante te lo dejo a ti-le susurró Billy al oído. Spencer sintió como un escalofrío le recorría la espalda. Él lo estaba haciendo otra vez.
Billy Joe Cobra (cuyo verdadero nombre era Baruch Cohen, hijo de una familia de emigrantes), era el primo de Spencer Wright, un joven aspirante a cineasta. Billy se había hecho famoso a los catorce años con su primer hit, "El mejor día de todos", y desde entonces su vida había sido un ascenso hacia el estrellato: grandes conciertos, programas de talento, cotilleos de su vida, realitys, escándalos, piscinas de dinero… Billy ya había conocido todo aquello, y le encantaba. Apenas tenía tiempo para su familia, pero nunca se olvidaba de Spencer. El chico había sido su amigo durante la infancia, aunque Billy le sacaba ocho años, y sentía una debilidad especial por él. Y Billy sabía que Spencer también sentía una debilidad por él. Entre ambos existía una tensión sexual candente, y al ego de Billy le encantaba alimentarse de eso. Spencer, el primo estudioso, el chico imaginativo y simpático que caía bien a todos en su familia, mientras que él siempre había sido el malote y el gamberro, Spencer, ese chico al que él había visto crecer, sentía algo por él, y eso le hacía sentir muy bien.
Pero como toda estrella Billy era egoísta, muy egoísta, y a veces cruel, así que disfrutaba jugando con Spencer y luego dejándolo todo en simples esperanzas. Lo había contratado como su director de videos musicales, rechazando a otros muchos con más experiencia y renombre, y pasaba muchas horas con él, horas en las que hablaban de muchas cosas, reían, bromeaban, y se habían unido más que nunca. Sí, Billy disfrutaba mucho de la compañía de Spencer. Y querría gozar de ella por mucho más tiempo… pero su ego no le permitía creer que necesitaba de otra persona, y menos de otro tío, pues él siempre había remarcado mucho su heterosexualidad. Así que cuando le apetecía más Spencer acudía a él y jugaba un rato. Y cuando se cansaba… pues lo dejaba tirado.
-Tengo que supervisar los planos-dijo Spencer, incorporándose.
-¡Espera colecompi!-le retuvo Billy-¿No vienes a Luxur esta noche?-Luxur era la discoteca más lujosa de la zona blanca, y el paraíso de Billy: muchas mujeres, mucho alcohol y mucho, mucho ruido. Casi todo éxitos suyos.
-Billy, Luxur me aburre, hay demasiada gente y no hacemos nada más que bailar tus éxitos-Spencer puso los ojos en blanco.
-¡Venga ya, pero vienes conmigo! ¡Así pasamos más tiempo en familia!-Billy compuso una sonrisa lasciva y volvió a pegarse a él-y a lo mejor luego hacemos cosas de familia…
-Para ya… por favor-le suplico Spencer, con seriedad-terminaré por renunciar.
-¿Es por Mallory? A tu novia dudo que le importe que te azote un rato ¿no crees?-Billy rozó con sus labios la oreja de Spencer. El chico entrecerró los ojos, pero vio como en el fondo de la sala algunos del equipo los estaban mirando. No quería problemas de ese tipo, aunque a Billy le diese igual.
-Hasta mañana Billy-dijo, alejándose.
-¡Vamos Spence! ¡No seas así!-le pidió Billy, pero el chico no le hizo caso. La estrella se quedó sentada con un palmo de narices, mientras sus dos lacayos le traían crema de cacahuete cremosa, su favorita-Maldita sea, ese niño siempre me trae problemas-se quejó Billy, mientras engullía la crema-me voy a cambiar-les anunció a sus empleados, que lo guiaron hasta su camerino, más grande que la casa de muchos en la zona roja.
"Joder"-Billy rebuscó en sus cajones. Le costó encontrar la bolsa, porque las manos empezaban a temblarle, pero lo consiguió. Sacó una buena cantidad de cocaína, y se la esnifó-Joder, así mucho mejor-dijo finalmente, dejándose caer en el asiento.
-¿Solo así?-dijo una voz femenina desde el fondo del camerino.
-¿Pero qué…?-Billy se volvió para encontrarse a su guardaespaldas, una bella mujer que había trabajado como mercenaria hasta que él mismo había contratado nada más verla, llevando tan solo una de sus batas azul marino-¿Shego?-la sorpresa de Billy cambió para convertirse en una torva sonrisa.
-¿No te gusta?-preguntó Shego con voz inocente-pues… me la quito-la bata cayó al suelo, para desvelar que la joven estaba totalmente desnuda.
-Te has depilado…-observó Billy. Su piel blanca, tersa como el marfil, y sus enormes pechos, hicieron que la estrella comenzase a salivar sin pretenderlo
-Pareces un perro-se burló Shego, acercándose hacia él-¿quieres que te de un hueso?
-Guau, guau-ladró Billy, lamiéndole los labios a Shego-¿has visto como meneo la colita?
Shego soltó una risita, mientras Billy se incorporaba en su asiento. Instantes después ambos estaban en el suelo, y Billy la estaba penetrando, colocándose las piernas de ella en sus hombros, y jadeando, muy caliente.
-Aaah sí… ¡Síiii!-gemía Shego mientras Billy la masajeaba las nalgas con sus huesudos dedos. No habían tenido un encuentro tan apasionado desde la gira del verano, en la que prácticamente habían destrozado la caravana de Billy.
-You gurl, rock my woooorld-a Billy le gustaba cantar sus canciones mientras mantenía sexo, era otra de sus manías narcisistas.
Sí, Billy Joe Cobra era un adicto a sí mismo. También un adicto a la fama, no soportaba estar fuera de la lista de los diez más famosos ni un solo día. Y también un adicto a las drogas. Y un adicto al sexo. Mientras colocaba a Shego a cuatro patas y le daba fuertes estocadas gimiendo ambos extasiados, Billy pensó en lo jodidamente bien que le había ido en la vida. Verdaderamente, no le faltaba de nada. Cualquier persona estaría dispuesta a matar por ser él. Y aun así, ese pequeño huequecito que desde pequeño tenía en el corazón solo se llenaba cuando estaba con Spencer. Spencer… con sexo se podía olvidar de él…
Spencer, con el que soñaba muchas noches, y también despierto. Spencer, que se había acercado a su camerino para hablar con él y aclarar su relación de una vez por todas, y al oírle a él y a Shego gimiendo en medio de su idilio habitual, se había alejado cabizbajo. "Creo que lo mejor es que renuncie-pensó el joven cineasta-ya encontraré otra cosa".
Había un gran jaleo en la taberna de Benbow. Jim tuvo que esperar un rato en la barra para poder hablar con Silver, pues el viejo cyborg andaba bastante atareado. Pero como siempre, encontró un hueco para él.
-Vaya vaya, Jimbo, ¿cómo lo llevas?-Silver le ofreció su mano robótica, y Jim se la estrechó, componiendo lo más parecido a una sonrisa sincera en mucho tiempo-hace mucho que no se de ti chaval-comentó Silver, observándole con su ojo de robot-no deberías haberte peleado con ese perro, te dio un buen mordisco.
-¿Eh? ¡Tío!-Jim trató de cubrirse el pecho avergonzado ante el ojo láser de Silver, al que no se le escapaba nada.
-¡Jajajaja! ¡Solo bromeaba Jimbo! ¡Toma, bebe cerveza!-le puso una buena jarra en las narices, salpicando la barra de espuma.
La taberna de Benbow era un lugar infame en Monstressor, pues permitía el acceso a la peor escoria del barrio, y no había día en que no estallase una pelea. Sin embargo, era famosa y querida por su suculenta comida, responsabilidad de Silver, que la había elevado a la categoría de restaurante. No tenía espectáculos ni prostitutas, lo que alejaba a los bichos más malos, pero el alcohol era barato, y la bronca abundante, así que venían bastantes gamberros.
Silver había creado el Benbow con sus ahorros de toda una vida, los últimos conseguidos cuando trabajaba como chef en la Academia Estelar. Allí había conocido a Jim cuando el chico había entrado con una beca a los catorce años. Y también había presenciado como era expulsado a los dieciséis. Silver había trabado amistad con el chico en los ratos que pasaba en la cantina de la Academia, y en los castigos que había tenido que cumplir junto a él. No quería, pero se había encariñado con él, hasta el punto de hacerse inseparables. Era muy inteligente, brillante, y lleno de sueños. Le recordaba a él. Pero al igual que él, no había sabido hacer bien las cosas, y la había cagado. No pasaba un día en que Silver no recordase la noche en que expulsaron a Jim. El chico estaba a la salida de la Academia, que se encontraba en un piso novecientos, mirando desde el borde el gigantesco abismo a sus pies.
-¿No te irás a suicidar?-bromeó Silver, acercándose a él desde atrás.
-¿Crees que le importaría a alguien?-contestó Jim con voz ronca.
-No lo sé… ¿te importaría a ti?-Silver miró a Jim con tristeza-sé cómo te sientes…
-No, no lo sabes-Jim soltó una risita nerviosa, echándose el cabello hacia atrás-todos decís eso, siempre decís lo mismo, pero no es cierto.
-Crees que tu vida ya no tiene sentido si no estás en la Academia, pero eso no es así-trató de calmarle Silver, preocupado.
-¡No, claro que no, no es eso! ¡Me han echado, joder! ¡La he jorobado otra vez! ¡Nunca hago nada bien, ¿no lo entiendes?! ¡Estoy harto de pelearme con esta puta vida!-Jim soltó un grito de frustración, que retumbó por todo el patio de la Academia. Luego hubo un largo silencio, en el que Silver se dedicó a observar el cielo estrellado.
-Cuando tenía unos pocos años más que tú, y acabé la carrera, quise zarpar cuanto antes-comentó el viejo cyborg de repente-era joven, y estaba lleno de ilusión. Creo que tu si sabes cómo me sentía, ¿no?
Jim no respondió, se limitó a dar un leve gruñido. ¿Se disponía el viejo a darle otra de sus chapas?
-Iba a casarme con la segunda de abordo, nos queríamos mucho, ella esperaba un niño…-continuó Silver. Su ojo robótico reflejaba las luces del cielo y de la ciudad-me costó mucho convencer a mis superiores, pero al final conseguí la autorización para mi primer viaje: una ruta comercial con las islas del sur. Sería un viaje largo, y emocionante. Estaba ansioso por partir.
Silver se giró hacia Jim, que fingía no escucharle, pero realmente no perdía palabra. No sabía si quería oírle continuar su historia.
-Pero al tercer día del viaje nos atacaron. Eran piratas. Piratas de la peor calaña. En la Academia preparan para el combate estelar, ya lo sabes, pero te aseguro que uno nunca está listo para lo que hay ahí afuera. Para nada: mis hombres dieron lo mejor de sí, pero los redujeron. Yo y Kida intentamos salvar el barco, perdiendo a los piratas en un bancal, pero mientras avanzábamos chocamos con un arrecife, y todo se empezó a inundar. Kida quería que huyésemos en la cápsula de salvamento, pero yo me negué. Creía que podría salvar el barco, que podría reflotarlo y huir. Me equivocaba, claro. Los piratas nos alcanzaron cuando del barco ya quedaba poco. Kida se enfrentó a ellos mientras yo continuaba tratando de tomar el control en el timón. Y entonces… su capitán la mató… acabó con ella…
Silver bajó la mirada, avergonzado. Su rostro, siempre estirado con una ancha sonrisa, se encontraba ahora contraído en una mueca de dolor, y su ojo humano brillaba, conteniendo una lágrima.
-Me enfrenté a su capitán y logré vencerle. Le corté una mano. Le habría cortado en pedazos, pero sus hombres lo defendieron. Decidieron que no valía la pena pelear conmigo, porque de mi barco ya no quedaba gran cosa, así que cogieron el cadáver de Kida y se marcharon en su nave. No pude detenerlos… no pude hacer nada…
Jim observó al cyborg fijamente. "¿Por qué me cuentas esto?-pensó el joven, consternado-¿crees que así me sentiré mejor?"
-Como seguro también sabes, la Santa Bárbara del barco es donde se acumula la energía de armamento, y es muy peligroso si resulta dañada. Uno de los cañonazos de aquellos bastardos la había impactado de lleno. En unos minutos entró en combustión. Yo estaba de rodillas, gritando el nombre de mi prometida, cuando el barco estalló en pedazos y sentí un dolor desgarrador. Te lo juro Jim, si ahora me hundieras una espada en el corazón, me parecería una caricia al lado de lo que sentí en aquel momento. Mi piel ardía, ardía incluso cuando ya me hundía en el agua, y uno de mis ojos simplemente se deshizo-se señaló el ojo de cyborg-también mi pierna, y mi brazo.
Tragó saliva, mientras hacía girar su mano robótica, observándola con curiosidad. Jim sabía que servía para muchas cosas: se podía convertir en batidora, en soplete, en cuchara y en otros muchos instrumentos de cocina. También en un cañón, y en un afilado sable, en caso de problemas. Jim nunca había visto a Silver usar sus armas, pero él se las había mostrado.
-Ay Jim…-Silver se apoyó en la barandilla, ahora de espaldas a Suburbia-fue gracias a Morfo que sobreviví. Esa criatura me encontró, y aún no sé bien como me devolvió a tierra. Después de eso se quedó conmigo para siempre. Fui hospitalizado durante diez semanas, sufrí terribles procesos y operaciones de recuperación, pero nada de eso me dolía tanto como el recuerdo de Kida… y el saber que nunca más podría llevar un barco. Solo pilotos con un noventa y nueve por ciento de facultades en perfectas condiciones son autorizados a llevar un barco, y yo estaba por debajo de las cincuenta. En apenas un mes lo había perdido todo. Todo. Mi futuro, aquello por lo que había luchado… ya no quedaba nada de eso. Solo yo… y yo no era mucho.
Hubo otro largo silencio, pero esta vez menos incómodo. Silver ya no contenía el dolor, parecía más tranquilo. Y su familiar sonrisa regresó a su rostro lentamente. Jim no supo por qué, pero se sintió mucho más cálido, mucho más aliviado, cuando le vio sonreír de nuevo. Había sido como si el sol se hubiera ocultado en un eclipse, y de nuevo hubiera aparecido.
El cyborg se acercó entonces a Jim, y le observó fijamente a los ojos. El chico respiraba entrecortadamente, y le temblaba el rostro.
-Jim, nadie golpea más fuerte que la vida, y esta busca siempre acabar con nuestros sueños. Pero debes levantarte y seguir luchando, porque te aseguro que merece la pena. Si no te dejan ir por un camino, lábrate otro tú mismo, si te chocas con un muro, derríbalo, si la marea van en tu contra, aprende a volar. Somos muy poca cosa, Jim-Silver apoyó en el hombro del chico su mano robótica, y le dio unas palmaditas de afecto-pero estate siempre seguro de algo: no hay nada, nada más valioso en este mundo que lo que se oculta en nosotros. Y tú eres una persona única. Lo veo incluso sin mi ojo láser-Jim le miró, sorprendido. Nadie nunca le había dicho algo así-no le dejes ganar a la vida, no seas conformista. Levántate, sacúdete el polvo que te trae malos recuerdos y ve siempre hacia adelante. Y te aseguro, James Hawkins, que llegará un día en que esta ciudad no podrá recordar cómo fue antes de que se oyera tu nombre. Llegará el día en que nos eclipses, y también nos ilumines. Y yo… yo espero estar allí para verlo. Estaré, viendo la luz que tus velas henchidas desprenderán ese día.
-Silver…-los ojos de Jim se habían humedecido. No sabía qué hacer, no sabía qué decir. El mundo se le había echado encima… pero ahí estaba aquel tipo extraño y barrigón, que le sonreía y le tendía los brazos, como un padre.
-Créeme que lo he improvisado-bromeó el cyborg, y entonces Jim le dio un abrazo. Era algo que Silver no se esperaba, tampoco el chico, no le iban esas cosas, pero en aquel instante lo abrazó con todas sus fuerzas, y lloró como nunca antes lo había hecho. Llevaba años sin llorar, se había olvidado de cómo se sentía. Pero en aquella ocasión le resultó muy liberador.
Silver miró a un lado y a otro, sin saber que decir. Eran dos hombres, después de todo. Pero la ternura que sentía hacia Jim supo guiarle, y lo apretó afectuosamente contra su cuerpo.
-Ya está… ya pasó-Silver le revolvió el cabello al muchacho, que finalmente se apartó de él. Jim le miró agradecido, y una leve sonrisa asomó por su joven rostro.
-Ahora vete a casa y échate a dormir-le recomendó Silver, volviéndose de nuevo hacia el abismo por el que se veían los cientos de rascacielos de Suburbia-y ya hablaremos mañana.
Fue Silver quien llevó a Jim a casa en su esquife. Durante el trayecto el chico no dijo nada, y al llegar subió a su cuarto y se quedó dormido en apenas unos segundos. Silver le había puesto un narcótico en la bebida que le había ofrecido antes de marcharse, con la esperanza de que así pudiera descansar mejor. Sabía que si no Jim daría vueltas y vueltas, y se volvería loco de tanto pensar.
-¿Es usted la madre de Jim, no?-le preguntó Silver a una asustada Sarah Hawkins, cuando se presentó en su cocina.
-¿Q…quién es usted?-preguntó la mujer, asustada.
-Me llamo John Silver, trabajo en la Academia Estelar, tranquila, no la voy a violar ni nada por el estilo-bromeó el cyborg, y Sarah agarró una sartén, muerta de miedo-vaya… creo que aún debe acostumbrarse a mi humor… a su hijo le costó…
Cuando consiguió tranquilizar a la señora Hawkins, Silver mantuvo una charla con ella sentados en la mesa de la cocina. Sarah lloró y se lamentó durante casi dos horas, y Silver habló casi otras dos. Nadie supo nunca que se dijeron, ni lo que ocurrió, pero al día siguiente cuando Jim se levantó pasado el mediodía su madre le esperaba con un suculento filete de ternera. No habló con él, ni lo regañó, ni le dijo nada. Tan solo le comunicó que desde entonces asistiría al instituto público Porter, y que esperaba que sacase buenas notas. Silver visitó a Jim y a Sarah un par de veces más, asegurándose de que el chico podía reconstruir su vida después de la expulsión.
Por desgracia Jim no tardó en decaer: sus notas fueron pésimas, y acabó en la comisaría con sus nuevos "colegas" al mes del cambio. Silver hablaba con él y lograba que quisiera enmendarse, pero el propósito no le duraba más que unos días. Hubo una vez en que Jim no pudo contenerse y le mandó a la mierda durante una discusión, así que el cyborg decidió no entrometerse más y se alejó para siempre. Durante los siguientes dos años transcurridos Jim había recapacitado de su error, mejoró un poco su comportamiento consiguiendo al menos aprobar todas las asignaturas y se disculpó con Silver. Desde entonces iba a visitarlo cada cierto tiempo a Benbow, y mantenían largas charlas que aliviaban mucho a Jim. Él sentía que Silver era de las pocas personas que realmente le comprendían, si no el único. Y el viejo cyborg era el único capaz de hacerle entrar en razón a él. Por eso también Sarah le permitía ir a Benbow.
-¿Dime, Jimbo, como te va con la Casamentera?-preguntó Silver, derramando por su barbilla la cerveza mientras bebía.
-Mejor no preguntes. Hoy me ha echado-respondió el chico, dándole un buen trago también.
-Oh, truenos-Silver rió-¿no cambiarás nunca, eh?
-¿Sigues esperando un milagro?-preguntó Jim, sonriendo tristemente.
-Claro que no-Silver le miró, y su tono burlón desapareció por unos instantes-tú no necesitas eso.
-Vaya…-Jim asintió, algo reconfortado. Silver jamás había dudado de él. Era esa confianza la que más le había ayudado a mejorar.
-Ups… ¡Vaya! ¿Con qué estabas ahí, eh Morfo?-Silver soltó una ronca risotada, mientras su pequeña mascotita dejaba su disfraz de billete de propina y tomaba su aspecto habitual.
Morfo era un pequeño ladrón de formas. De aspecto gelatinoso y color rosado este pequeñín era una criatura poco común, en vías de extinción, que se había encontrado a Silver en la fatídica noche de su naufragio, y lo rescató de las profundidades del mar. Ni siquiera el propio Silver parecía recordar como aquel pequeño bichito había sido capaz de llevarlo a la costa, pero lo que era cierto era que desde entonces se habían vuelto inseparables. Morfo acompañaba siempre al cyborg, y le ayudaba en sus tareas. También sobrevolaba la taberna, vigilando que nadie se marchase sin pagar.
-¡Morfo!-le saludó Jim cariñoso.
-¡Morfo! ¡Morfo!-repitió el bichito, tomando el aspecto de la cara de Jim y girando a su alrededor.
-Últimamente anda muy revoltoso-le explicó Silver a Jim-creo que eres una mala influencia para él.
-Y que lo digas-Jim se encogió de hombros-pero yo creo que se bebe tu cerveza a escondidas.
-¡Diablos no!-rió Silver- ¡Eso le sentaría fatal! Su composición orgánica no está preparada para eso. Aunque claro, la tuya tampoco.
-Vaya….-Jim se quedó observando un rato como el pequeño Morfo tomaba el aspecto de varias piezas de la cubertería, de un cuadro y de un bolso, antes de regresar a la barra con ellos.
-¿Y Sarah, qué tal lo lleva?-preguntó Silver mientras su brazo robot se convertía en una manguera para limpiar las jarras vacías.
-Bien-Jim miró hacia otro lado, algo molesto. No le gustaba hablar de su madre con nadie. Le hacía sentir culpable.
-Dile que si cambia de opinión, el puesto aquí es suyo-Silver miró de reojo a Jim, sabiendo que el chico se avergonzaba. Supuso que las cosas entre ambos seguían tan desequilibradas como de costumbre.
-Dudo que acepte-Jim se terminó su cerveza-ya sabes cómo es ella, y lo que piensa de esto. Ponme otra, viejo.
-¿No tienes que conducir, Jimbo?-preguntó Silver, alzando las cejas-¿o voy a tener que llevarte en mi esquife?
-Sí, bueno, mientras no me drogues otra vez-replicó Jim, que una vez demostraba no tener un pelo de tonto. Le alegró comprobar que Jim se sonrojaba levemente.
-A veces me sorprende lo inteligente que eres. De verdad-Silver colocó las jarras limpias en un estante. Por detrás había comenzado una pelea entre varios borrachos.
-Hombre, gracias…-Jim se pasó la mano por el cabello, algo cortado-sobre lo de conducir, yo…
-¡Te voy a partir la cabeza, enano de mierda!-le gritó uno de los borrachos, que tenía los ojos en la lengua, a otro, que solo tenía una antena con uno.
-¡A ver si te atreves, rata!-le desafió el otro, lanzándole una jarra medio vacía a la cabeza.
-¡Muereeee!-gritó un tercer borracho, sacando una navaja y lanzándose encima de la mesa.
-Señor…-Silver dejó sus tareas, y avanzó, cauto.
-¡Te vas a enterar, gilipollas!-los borrachos rodaban por el suelo unos encima de otros, repartiéndose golpes y mordiscos, y rompiendo varios platos.
-¡Toma esta!-uno de los borrachos agarró una tartera de aceite hirviendo que llevaba un camarero y la lanzó sobre su enemigo, pero este la esquivó, y le dio en la cara a una señora de otra mesa, que empezó a lanzar alaridos de dolor al contacto.
-¡Joder!-gritó Silver, a quién el aceite había salpicado un poco también-¡Maldita sea!-entonces convirtió su mano en el cañón, y apuntó hacia los borrachos.
-¡Silver!-le llamó Jim, asustado. ¿Sería capaz…?
El disparo del cañón del cyborg destrozó la mesa de al lado de los borrachos, reduciéndola a carbón. Ellos se giraron y miraron al cocinero, espantados.
-¡Os tengo dicho que no os peleéis dentro de mi establecimiento!-rugió Silver, mientras todos enmudecían-¿Qué cuernos os pasa? ¡Largo de aquí ahora mismo, y no volváis!
-¡Pero es que él…!-trató de decir el borracho de un solo ojo.
-¡FUERA!-gritó Silver, y los tres salieron corriendo. Silver los vio alejarse, con expresión pétrea-Twigg, asegúrate de que paguen lo que han gastado. Y tú, Koheler, ayuda a la señora Cole a ir al hospital.
-Sí jefe-dijeron los dos camareros, y se alejaron.
-La Benbow la invita a sus próximas consumiciones hasta que acabe el año, mis más sinceras disculpas-dijo Silver, ayudando a la dolorida señora Cole, que gemía de dolor y en cuya piel anaranjada habían comenzado a salir llagas sangrantes. Cuando se la llevaron, Silver volvió a la barra, vencido-lo siento mucho Jimbo. Esta taberna va a terminar conmigo.
-Pensé que ibas a matarlos-dijo Jim, tratando de fingir indiferencia.
-Ojalá-gruñó el cyborg.
-Silver, el postre de la catorce se les ha quemado-le dijo otro de los cocineros-te necesitan.
-Joder…-Silver lanzó un hondo suspiro, y miró a Jim, apenado-lo siento mucho, viejo amigo, pero últimamente esto es un infierno. ¿No aceptarías un puesto como cocinero? Serías mejor que estos payasos.
-No creo-rió Jim-escucha, tengo que pedirte un favor.
-Buffff-Silver se apoyó en la barra. Su rostro denotaba cansancio, mucho cansancio. Jim nunca lo había notado tan mayor-dime hijo.
-Hoy me ha robado mi tabla un chico, no se su nombre, pero sí te lo podría describir-empezó Jim.
-¿Quieres que esté al tanto no? Vaya mafioso te has vuelto, Jimbo-contestó Silver, frotándose las sienes con agotamiento.
-Necesito recuperarla. Encima le buscaba la poli, si le cogen con ella nunca volveré a verla-insistió Jim, acercándose más al cyborg, y con tono casi de súplica.
-Morfi, ven aquí-llamó Silver. La pequeña mascotita se posó en su hombro, emitiendo un chillido musical-dile a Morfo como era, para que lo vea yo.
-Mmmmm estña bien, a ver-Jim se llevó la mano a la barbilla un momento, con gesto pensativo. Era más alto que yo, moreno, de pelo negro y llevaba chaleco… ¿pero qué es eso?
Morfo se había convertido en una réplica en miniatura de un anciano alto y con larga barba negra.
-¡No joder, es de mi edad! ¡Y no llevaba barba!-se desesperó Jim. El viejo le dio un besito antes de transformarse de nuevo en una versión más joven de sí mismo. Pero a Aladdín no le convencía todavía-a ver, tiene la boca más ancha, sus ojos son más oscuros… sí, más o menos. Yo diría que es más…
-¿Guapo?-preguntó Silver, que tenía la cabeza apoyada sobre sus gruesos brazos.
-Gilipollas-Jim le dio a Silver un leve empujón. Desde la cocina sonaban gritos. Le necesitaban ya. Jim no quería que él se fuera, no quería que lo dejase solo-¿echarás un vistazo?
-Claro Jim-dijo Silver observando al retrato robot en que se había convertido Morfo-encantado de ayudarte.
-Creo que necesitas unas vacaciones-dijo el chico, mirando a Silver algo preocupado-¿por qué no vamos un día a los Barrens?
-No te preocupes, Jimbo-Silver negó con la cabeza, sonriente-tú solo cuídate, no quiero que te pase nada malo.
Jim solo asintió. Le daba pena Silver, cada vez que iba a visitarlo lo encontraba más desmejorado. Pero tampoco podía ayudarlo…. ¿o no quería ayudarlo? Desde luego tiempo libre tenía, ya podría pasarse a echarle un cable… "Yo no hago esas cosas"-pensó Jim, tratando de olvidarse del tema, mientras le chocaba la mano a Silver.
-Mucha suerte, viejo-dijo Jim con voz ronca.
-Oh, igualmente-Silver sonrió levemente-pero Jimbo, prométeme una cosa.
El chico levantó una ceja, extrañado. ¿Qué pretendía?
-¿Qué cosa?-preguntó con cautela.
-La próxima vez que vengas, tráeme una buena noticia. Una que nos haga sentir orgullosos a Morfo y a mí-el cyborg miró a Jim fijamente, y él no fue capaz de sostenerle la mirada. Se sentía avergonzado. "Maldito viejo-pensó Jim, molesto-¿por qué siempre tienes que estar manipulándome? No lo entiendes…"
-Está bien… claro-dijo finalmente Jim, dando una seca cabezada.
-Espero verte pronto entonces-Silver le hizo un gesto de despedida con la mano, y se dirigió a la cocina.
-Yo también…-murmuró Jim, sintiéndose repentinamente muy triste. No quería que él se fuera tan pronto.
-Jimbo… Jimbo-repitió Morfo, sobándose contra la mejilla de Jim con cariño.
-Hasta otra, gelatina-le dijo Jim, rascándole la cabeza.
-Gelatina, gelatina-repitió Morfo, divertido.
A la salida del Benbow Jim se encontró con los cuatro borrachos que Silver había expulsado. Murmuraban furiosos palabras incomprensibles, y se callaron al pasar el muchacho, mirándole con odio. Jim apretó el paso, preocupado de que lo reconocieran como el amigo del dueño. "Basura-pensó el chico, mientras ellos escupían en el suelo-está ciudad está llena de mierda". Pero no pudo evitar pensar que él también formaba parte de esa fétida masa de población inútil, y escupió también.
Silver le había prestado diez mickeys (la moneda de la ciudad) para coger el endobús, pues había salido de casa sin un duro, así que el chico se subió en el transporte y llegó hasta su casa a la una. Durante el trayecto estuvo observando la ciudad desde la ventana, los miles de rascacielos que apuntaban hacia el cielo, y los millones de hormigas humanas que aún a aquellas horas circulaban de un lado al otro. Era una gran carrera, un circuito inútil en el que los que no aportaban se apartaban.
Al llegar a su casa, Jim encontró a su madre dormida en un sillón, y una pila de platos reluciente. Había terminado con todas sus tareas, y había caído rendida. Al igual que Silver, parecía envejecer diez años por día. "Se va a enfermar-pensó Jim mientras cerraba la ventana que daba a la calle-y me tocará a mí hacer toda la mierda". Cogió una manta de arriba y la tapó. Luego le dejó el recibo del banco sobre la mesa. Al final se lo había traído.
"Espero que mañana no me ralle por lo del insti"-pensó Jim, disponiéndose a subir las escaleras a su cuarto. Sin embargo la echó un último vistazo. Su tripa subía y bajaba al compás de su respiración, realmente parecía agotada. Jim se acercó con mucho sigilo, si ella se despertaba se moriría de vergüenza. Cuando estuvo a su lado, le dio un beso en la mejilla, y la acaricio unos instantes.
-Mmmmm…-Sarah se movió un poco, y Jim se alejó rápidamente. Subió las escaleras hacia su cuarto, pero antes de llegar arriba se giró una última vez.
-Buenas noches mamá-susurró, sonriendo un poco-gracias.
Sarah soltó un pequeño ronquido, pero pareció sonreír también.
-Buenas noches hija, que descanses mucho-el Sultán acarició la larga melena de su niña, y luego la besó en la frente.
-Buenas noches papá-Yasmín abrazó a su padre y le acarició su barba blanca.
El Sultán se acercó a la puerta del cuarto, y le rascó la cabeza a Rajáh, quien lanzó un leve gruñido. Luego apagó las luces, y cerró la puerta.
Yasmín se quedó unos minutos en la cama, mirando fijamente la mesilla de noche que tenía enfrente, y en la que reposaba un jarrón con flores. Rajáh se acercó a ella, y le lamió la mano.
-Ssssssh-Yasmín acarició el rostro del tigre, mientras este se acurrucaba a su lado. Cerró los ojos unos instantes, hasta que algo la hizo abrirlos de golpe: unos golpecitos en la ventana, y el ruidito de un animal.
Yasmín corrió al balcón y descorrió la celosía que servía como puerta. Allí estaba él, apoyado sobre la barandilla de bronce, con el mono en el hombro, y con una ancha sonrisa.
-Cuánto tiempo, hermana-saludó, guiñándola un ojo.
-¡Hermanito!-Yasmín sonrió pícaramente-y has traído al doctor.
Abú puso los ojos en blanco, antes de saltar del hombro de su amo y dirigirse al interior de la habitación.
Los dos jóvenes se miraron unos instantes, antes de correr el uno al otro y fundirse en un apasionado beso. Aladdín pasó sus manos por la suave y morena piel de la espalda de Yasmín, mientras ella le acariciaba su greñoso cabello. El beso se prolongó un rato, volviéndose cada vez más acalorado y necesitado.
-Te he echado de menos-susurró Yasmín, pasando sus suaves manos por las orejas de él.
-Y yo a ti… traigo buenas noticias-susurró Aladdín, besándola en el cuello.
-¿Has vuelto a robar?-preguntó Yasmín, cerrando los ojos ante el placer que los besos le estaban dando.
-Mmmmmnno…-Aladdín empezó a bajar las manos hasta las caderas de ella, y luego con una lentitud estudiada hasta su trasero. Pero Yasmín ya le conocía, y le detuvo.
-¿No vamos un poco rápido?-preguntó, mientras continuaba besándolo.
-¿No tienes ganas?-preguntó Aladdín, con los labios pegados a los de ella.
-¿Cuál es la buena noticia?-preguntó Yasmín, separándose un poco.
-Ah, eso…-el rostro de Aladdín se ensanchó en una de sus típicas sonrisas-bueno, he resuelto nuestro problema.
-¿Ah sí?-se sorprendió Yasmín, alzando una ceja-¿qué problema?
-Ven-Aladdín se subió al balcón, y la tendió la mano-ven conmigo, anda.
-¿Qué haces?-preguntó Yasmín, extrañada.
-¿Confías en mí?-preguntó Aladdín con malicia. Sabía que ella no podía resistirse a esa pregunta.
-S-sí…-Yasmín le dio la mano y se subió también a la barandilla. A bajo había cientos de metros de caída a una muerte segura.
-Salta-dijo Aladdín, y no pudo evitar reír ante la cara de ella.
-¡Aladdín!-exclamó asustada-¡Para!
-¡Venga, salta conmigo!-dijo él, tirándola del brazo, pero Yasmín se soltó de él y se bajó del balcón.
-¡Aladdín, para! No tiene gracia-dijo en tono serio.
-¿No confías en mí?-preguntó el chico, con falso tono de cachorrito.
-¿A qué juegas?-preguntó Yasmín, poniendo los brazos en jarras.
-Mira-dijo Aladdín, y saltó.
-¡ALADDÍN!-Yasmín corrió hacia el balcón, aterrada, cuando lo descubrió varios metros más abajo, matado de risa-¿De qué vas?
-Es una tabla de surf solar-explicó el chico, mientras el trasto se elevaba hasta el balcón.
-Me has asustado-dijo Yasmín, dolida-¿no podrías habérmelo explicado desde el principio?
-No nos hubiéramos reído-Aladdín bajó de la tabla y fue hasta ella, intentando besarla otra vez.
-No-Yasmín le frenó-eres estúpido.
-Vengaaaa-Aladdín la abrazó desde tras y la besó en el cuello, pasando sus ásperas manos por el suave y largo cabello negro de ella-¿quieres subir?
-¿Contigo? Ni loca-Yasmín se volvió, sonriendo traviesa-pero si me dejas llevarla…
-Ni de coña-soltó Aladdín, y al ver la cara de ella se apresuró a arreglarlo-no… no sabes pilotarla…
-¿Y tú sí?-preguntó ella, ofendida.
-Claro-Aladdín se encogió de hombros.
-Bien, pues enséñame-exigió ella.
-¿En serio?-preguntó Aladdín, burlón.
-Buenas noches-Yasmín se dirigió hacia la puerta, pero Aladdín la cortó el paso.
-¡Está bien, está bien, maldita sea!-la llevó hacia la tabla y la miró unos instantes, indeciso-pero nos estrellaremos.
-Idiota-Yasmín le hizo un gesto para que la ayudase a subir. Cuando ambos estuvieron subidos al vehículo, Aladdín comenzó a sermonearla.
-Primero hay que encender el motor, y luego esperar a que se caliente el sistema…-dijo con voz pausada, imitando a un profesor.
-¡Dale de una vez!-le instó Yasmín.
Aladdín apretó el pedal, y la tabla salió disparada. El aire se rasgó con el chillido de Yasmín, mientras Aladdín subía y subía hacia el cielo a toda prisa, dejando los rascacielos atrás.
-¡Yuhuuuuuu!-gritó el chico.
-¡Baja! ¡No tan altooooooo!-Yasmín le apretó las uñas tan fuerte en el torso que estuvo a punto de hacerlo sangrar.
-¡Vamos alláaaaaaaaaa!-Aladdín giró y cayeron en picado hacia la ciudad, a tal velocidad que los edificios eran apenas una mancha borrosa. Yasmín cerró los ojos unos instantes… ¡Iban a estrellarse contra el suelo! Pero sintiendo el cálido cuerpo de Aladdín a su lado, supo que eso no sería así. Supo que él no lo permitiría.
La tabla pasó de una caída vertical a un movimiento horizontal, y comenzaron a ir a toda pastilla al lado de los autovolantes que circulaban por el vórtice de tráfico. Yasmín sonrió, aliviada. Su melena ondeaba al viento, y se había crispado totalmente, pero en aquel momento le daba igual. Ya se daría otras tres horas de cuidado al día siguiente.
-¡Vamos hasta el fin del mundo!-gritó Aladdín, elevando un puño al aire, mientras la tabla esquivaba los coches y pasaba por debajo de la línea del endobús.
Pararon en un parquecito que se encontraba en el piso quinientos de otro rascacielos público, y se quedaron observando la ciudad desde allí, tomándose un batido que Aladdín se había agenciado.
-No creo que traiga más a Abú, cuando vuela luego tiene mareos-explicó Aladdín, con la boca manchada del batido de fresa.
-Pobre Abú…-Yasmín apoyó la cabeza en el hombro de Aladdín, y le acarició la mano-así que supongo que esa tabla te permitirá venir más veces a visitarme. Ya no tendrás que escalar ochocientos pisos…
-¡Oh, no escalaba más que treinta! Saltaba desde el edificio de enfrente, que tenía una entrada secreta-Aladdín dio otro sorbo al batido, observando a lo lejos unos niños murciélago que jugaban en el parque a esas horas.
-¡Vampirina, ven aquí!-llamó la madre de la niños a su hija mayor.
-Y supongo que podremos escaparnos de vez en cuando-Yasmín bebió también un poco del batido cuando Aladdín le dejó la pajita.
-Mientras tu padre no nos pille. ¿Sigue tan empeñado como siempre?-preguntó Aladdín.
-Me temo que sí-Yasmín suspiró.
Achmed "el Sultán", el padre de Yasmín, era un riquísimo empresario dueño de una de las constructoras más poderosas de la ciudad, de la cadena de tiendas "el Bazar" y del mejor equipo de fútbol. Él había construido toda la zona musulmana de la ciudad, tanto la de la zona blanca, muy lujosa y extremadamente cara, como la de la zona roja, mucho más sencilla, pero aun así elegante. Aladdín vivía en el barrio más pobre de toda la zona árabe, pero disponía de agua potable y luz gracias a la calidad de la empresa del Sultán. Desde luego era un hombre que hacía las cosas con clase. Pero con su hija era otro asunto.
Aladdín conoció a Yasmín en una fiesta de ricos en la que se había colado a robar con una banda de criminales encabezada por el afamado Alameda Slim. Slim, un enorme vaquero pelirrojo aficionado al canto tirolés, necesitaba a un infiltrado dentro de la fiesta para que encendiese los altavoces de toda el área: después el vaquero cantaría una canción del Tirol, que gracias a su singular poder hipnótico, le permitiría dejar en trance a todos los ricos y sacarles hasta el último mickey.
Sin embargo Aladdín, que iba disfrazado de camarero con un elegante uniforme blanco, se encontró con la princesa a la que sin querer tiró una bandeja de copas encima y puso perdido el traje, y terminaron discutiendo. Sin saber muy bien cómo, la conversación había derivado en una charla amistosa, luego en bromas y cariños y finalmente en ambos besuqueándose en el armario de los abrigos. Cuando Alameda Slim apareció cantando en mitad de la fiesta, los altavoces seguían sin encender, su canto no funcionó y ocho tíos de seguridad se le echaron encima y se lo llevaron a rastras a la prisión, seguido de sus tres torpes sobrinos, cómplices en el crimen.
Slim denunció a Aladdín como parte del golpe, pero él mintió diciendo que estaba infiltrado y por eso no había encendido los altavoces, y Yasmín corroboró su mentira, así que él quedó libre de toda sospecha. A Slim le cayeron treinta años, a sus sobrinos quince, y el chico se llevó una recompensa de mil mickeys y una felicitación del capitán Gantu.
El Sultán también felicitó al muchacho, ya que era él quien daba la fiesta, y le regaló el piso en un buen barrio de la zona norte. Aladdín pudo por fin dejar el centro de asistencia social e independizarse, y se sintió mayor, muy, muy mayor, y muy feliz. Encontró un buen trabajo en la frutería del barrio, y una noche se presentó en la mansión del Sultán, con un ramo de rosas en la mano, y un esmoquin de una tienda de segunda mano.
-¿Quiere pasar?-le había dicho Jafar, el fiel secretario del Sultán.
Sin embargo, las cosas fueron muy distintas aquella vez. El Sultán trató a Aladdín con amabilidad, pero le dejó muy claras las cosas desde el principio: su hija era la heredera de un imperio financiero, y no saldría con un don nadie venido de la nada, porque sería un escándalo. Aladdín trató de razonar con él y le prometió que ascendería, pero el Sultán se negó, amargo.
-Créeme chico, intentarás subir y subir, pero no podrás. Quédate donde te corresponde-dijo, haciendo un gesto de desdén con la mano.
-¡Pero…!-no le dejaron acabar. Jafar y dos enormes guardaespaldas lo acompañaron a la salida, y le devolvieron su ramo de rosas.
-Lo lamento muchísimo-se excusó el visir, haciendo una elegante reverencia-pero ya habéis escuchado la opinión de mi señor. Que tenga una buena noche.
-¡No es justo, mierda!-se quejó Aladdín. Jafar se acercó hasta él: sus caras quedaron a escasos centímetros. El visir tenía una larga y ondulada perilla, y unos ojos grandes y extravagantes. Un loro rojo de aspecto idiota se balanceaba en su hombro, y graznaba de vez en cuando.
-No puedo permitiros ese vocabulario en mi presencia, joven rebelde-luego se acercó aún más, tanto que el chico pensó por un segundo que el bicho raro aquel iba a besarlo-como tampoco puedo deciros que la dulce princesa duerme en el piso ochocientos, ventana este, y que podría acceder desde el edificio de enfrente.
Aladdín miró a Jafar, que se encogió de hombros sonriendo levemente.
-G…gracias tío-dijo el chico, sonriendo.
-¿Por qué?-Jafar miró a los guardaespaldas fingiendo desconcierto, y luego se alejó junto a ellos-que tenga una buena noche árabe.
Después de eso Aladdín reflexionó durante unos minutos. Tal vez Jafar lo había engañado, o pretendía burlarse de él, pero no tenía mucho sentido ¿por qué haría algo así? Recordando a la princesa, su dulce voz, sus labios, Aladdín decidió finalmente arriesgarse. Aunque Abú no estaba nada de acuerdo, ató un grueso cable entre el edificio este y la torre del Sultán, y saltó hasta allí. Luego escaló treinta pisos hasta el número ochocientos, y se asomó por la ventana.
Efectivamente, allí estaba ella, y la visión era deliciosa: acababa de salir del baño, y se cepillaba el cabello desnuda, de pie frente al espejo. Sus pechos, de tamaño mediano, aún goteaban, y su pelo se le pegaba a la espalda y al curvado trasero, mientras su piel morena desprendía vapor. Aladdín no pudo evitar que un sonido gutural se le escapara. Fue entonces cuando Yasmín lo descubrió, y contuvo un grito.
-¡No te asustes! ¡Soy yo!-trató de calmarla él, pero Rajáh salió disparado de su cama de cojines y se le tiró encima, abriendo sus fauces listo para tragárselo. El tigre era un celoso protector.
-¡Rajáh, quieto!-cubierta con una toalla, Yasmín consiguió apartar al tigre cuando este ya le había llenado de babas la cara a Aladdín, y luego se quedó mirando al chico, entre sorprendida y enfadada-¿de qué vas? ¡Eres un cerdo!
-¡Lo… lo siento!-se excusó Aladdín, limpiándose la saliva del tigre-me dijeron que estabas aquí.
-¿Quién te lo dijo?-preguntó ella, extrañada.
-Tsk… que importa eso-Aladdín avanzó hasta ella, y le lanzó una elocuente mirada. Yasmín se cubrió un poco más, avergonzada-ahora estoy contigo, ¿no?
-Podrías llamar a la puerta, como todo el mundo-dijo Yasmín, aún recelosa.
Aladdín le explicó lo que había ocurrido con su padre, y ella bajó la mirada, entristecida.
-Lo siento… pero me temo que tiene razón. Sería imposible-dijo, sentándose en su lujosa cama, abatida.
-¿Qué?-Aladdín, que estaba olisqueando uno de los perfumes, se volvió hacia ella sorprendido-¿quieres decir que lo aceptas? ¿y qué hay de mí? ¿Acaso no te importo yo?
-Aladdín, sí que me importas pero… lo que pasó en la fiesta fue solo un enredo y yo… no puedo permitirme esto…-se calló cuando él avanzó hacia ella y la miró con sus ávidos y profundos ojos castaños.
-¿No puedes permitir qué?-preguntó, acercando sus manos hasta la cintura de ella.
-No puedo… enamorarme de ti…por favor no…-Yasmín quiso decir algo más, pero él ya le había deshecho el nudo de la toalla, y ahora volvía a estar totalmente desnuda, enfrente de él. El calor y la tensión se hizo latente en apenas unos segundos. Las caras de ellos estaban muy juntas, mientras respiraban entrecortadamente.
-Creo que no debes… pero te aseguro que poder sí que vas a poder-le susurró Aladdín con voz ronca, mientras su manos se posaban en sus pechos y los apretaban. El tacto húmedo le hizo volver a gemir, mientras ella abría mucho los ojos.
-¡Aladd…!-él ya la estaba besando, y ambos cayeron sobre la suave cama de sábanas de seda. En poco rato Aladdín se encontraba desnudo encima de ella, sobándole los pechos besándola apasionadamente. Por supuesto Yasmín nunca había mantenido relaciones sexuales, su padre se había cuidado bien de ello, pero en aquel instante no fue capaz ni de dudar. Le dolió, desde luego, pero la cosa no podía haber terminado de otro modo.
-Ooooh…Grrrrrr…-Aladdín apretó fuerte su cuerpo contra el de ella, mientras flexionaba sus fuertes glúteos para hacer presión y la besaba en el cuello. La penetración tardó un poco, pero a él le embargó enseguida un placer embriagador.
-Aaaladdín… ¡Aladdín!…-gimió ella, entre dolorida y excitada. Aladdín tuvo que taparle la boca para que no hiciera más ruido. Habían cerrado con pestillo, pero si de alguna manera conseguían acceder desde fuera los iban a pillar en una situación muy incómoda.
Cuando llegaron al clímax, se taparon la boca el uno al otro, a la vez que se besaban los dedos, y luego terminaron tumbados en la cama.
-Vaya… ¡Uf!-Aladdín se echó un vistazo por abajo-yo repetiría…
-Ahora no-dijo Yasmín con voz suave, mientras mantenía la cabeza apoyada en el hombro de él.
-Pues habrá que hacer algo más para pasar la noche, princesa-dijo Aladdín mientras se relamía los labios, dispuesto a un segundo asalto.
-Ven conmigo-le dijo ella, incorporándose. Ambos seguían desnudos, pero ya les daba igual.
Yasmín condujo a Aladdín hasta su jacuzzi, que se encontraba en su baño. "Es más grande que mi casa" había comentado el chico. Se metieron en el agua, cálida y burbujeante, y ella sacó de la neverita unos refrescos, que se bebieron mientras se enjabonaban el uno al otro.
-Si llego a saber esta mañana que el día acababa así…-Aladdín sintió un escalofrío de placer cuando ella le pasó la mano embadurnada de jabón por el interior del muslo y se acercaba peligrosamente a la entrepierna-joder Yasmín…
-Debemos mantener esto en secreto-dijo ella, acariciando los pelos de la pierna de él-si mi padre se entera…
-Mmmm…-Aladdín elevó los ojos pensativo. La idea de un romance secreto le ponía, y mucho-pero no durará para siempre. Quiero decir, algún día habrá que tomar una decisión.
-Cuando cumpla la mayoría de edad y acabe la carrera podré independizarme de mi padre y entonces nos casaremos-reflexionó ella.
-¿Casarnos? No vas un poco rápido. Si aún no has empezado la carrera-dijo Aladdín, sorprendido.
-Claro que sí-Yasmín se irguió, orgullosa-no necesité hacer el bachillerato, me aceptaron en Litos a la primera.
-¿Los ricos no tenéis que hacer el bachillerato, eh?-preguntó Aladdín, muy sorprendido.
-No es eso, listo-Yasmín le pellizcó en la pierna, a modo de castigo-fue por mis notas. La universidad me pidió inscribirme, sin necesidad del bachillerato. Me querían antes de que ningún otro pudiera captarme.
-Joder…-Aladdín la observó absorto, haciendo que ella se sonrojara-eres muy lista… joder… ¿Y qué estudias?
-Derecho y administración de empresas "para dominar el mundo"-Yasmín imitó a su padre-pero bueno, luego ya veremos. Es mi primer año, y me va bien.
-Ya me imagino-Aladdín observó los pechos semi sumergidos de la chica por un rato, excitado. Yasmín carraspeó para hacerle levantar la mirada, algo molesta.
-Estoy aquí, eh-dijo, picada.
-Bueno, ahí también-dijo Aladdín rozando el pezón de ella con su dedo índice.
Yasmín soltó una risita, y avanzó en el agua hasta colocarse de él. El rozamiento de sus pieles bajo el agua era todavía más excitante.
-¿Entonces aceptas? ¿Me esperarás todo ese tiempo?-preguntó ella, pestañeando con sus ojos color miel.
-Y más, si hace falta-respondió Aladdín, acariciándola con ternura. Luego su lado más salido volvió a retomar el control, llevando sus manos a la espalda de ella-aunque tendrás que dejarme visitarte de vez en cuando…
-Todas las noches-susurró Yasmín, y se besaron. Aladdín sabía lo que venía ahora "Nunca lo he hecho en el agua… será como en ese documental de delfines"-pensó mientras rodeaba la cintura de ella con sus piernas, levantando un pequeño oleaje en la enorme bañera.
-¡Yasmín!-una voz en la sala de al lado los hizo alejarse, aterrados. Ambos la reconocían-¡Yasmín, ábreme! ¿Estás ahí?
-¡Mi padre! ¡Dios!-Yasmín miró a Aladdín con los ojos desorbitados por el miedo ¿qué iban a hacer?
-Tienes que salir y actuar como si todo fuera normal ¡Vamos!-la instó el chico-¡Vamos Yasmín!
-No me creerá… se va a dar cuenta…-ella se llevó las manos a la cabeza, muy asustada.
-¡Yasmín! ¡Yasmín, abre! ¡Guardias!-la voz del Sultán sonaba muy tensa.
-¡Claro que no!–le insistió Aladdín-¡Venga, todo saldrá bien! ¿Confías en mí?
Ella se giró hacia él, muy sorprendida.
-¿Qué?-preguntó, como hipnotizada.
-¿Confías en mí?-repitió con seriedad Aladdín.
-S…sí-Yasmín se incorporó y cogió una toalla del baño, dirigiéndose al cuarto principal.
-¡Tiradla abajo!-ordenó el Sultán desde fuera.
-¡La ropa Yasmín! ¡Esconde mi ropa!-le dijo Aladdín a la chica desde la bañera. Tenía que pensar algo él también para escapar, aunque sabía que era casi imposible que lo lograse sin ser visto.
-¡Papá, estoy aquí! ¿Qué ocurre?-preguntó Yasmín desde el otro lado de la puerta.
-¡…TREES!-los guardias echaron la puerta abajo.
-¡AAAAAAAH!-chilló Yasmín, apartándose para no ser aplastada ante los cuatro guardias que cayeron de frente.
-¡Joder!-dijo Aladdín desde la bañera.
-¡ROAAAAAAARRRR!-Rajáh saltó de nuevo desde su cama y se colocó encima de los guardias, listo para devorarlos.
-¡Baja de ahí Rajáh!-ordenó el Sultán enfadado. El tigre obedeció a regañadientes, mientras los guardias suspiraban aliviados-¡Yasmín! Yasmín, ¿qué estás haciendo?
-¿De qué hablas papá? Estaba arreglándome-se excusó ella, fingiendo inocencia, mientras se acercaba al balcón, con la ropa de su amante oculta tras su espalda.
-¿A la una de la mañana?-preguntó el Sultán, incrédulo.
-Tardo mucho con el pelo-indicó Yasmín, ahora fingiendo indignación-¿podrías decirles que se vayan de aquí? No quiero que me vean así.
-Antes que registren la habitación-insistió el Sultán.
-¿Qué?-preguntó Yasmín, conteniendo otro grito.
-Ya me has oído hija. Vete a ponerte algo más decente mientras-insistió el Sultán.
-Hemos advertido que han colocado un cable desde el edificio de al lado a este-explicó Razoul, el jefe de la guardia. Yasmín le miró, enrojecida, y el bajó la cabeza. Razoul también había tratado de cortejar a Yasmín, aunque su padre había dejado muy clara su postura y había terminado muy pronto con aquello.
-Aquí hay alguien más Yasmín. Como te hayas atrevido…-bufó el Sultán.
-¿Atrevido a qué? ¿A qué te refieres papá?-preguntó Yasmín enfadada de que él la creyese capaz de algo así. Aunque claro, había sido capaz… En un descuido de los guardias Yasmín se acercó a uno de sus ventanales, y tiró la ropa a la calle.
-En el cuarto no hay nadie-dijo otro de los guardias después de examinar los armarios.
-Mirad en el baño-ordenó el Sultán, disponiéndose a sentar en una butaca.
-¡NO!-todos se volvieron hacia Yasmín sorprendidos, y ella trató de recuperar el control-esto… quiero decir… papá…-se acercó a su padre, que la miraba como si estuviera loca-papá, me da mucha vergüenza que entren… ya sabes… cosas de chicas…
-¡Ah!-el Sultán la miró aún preocupado, y por un momento pareció sospechar, pero luego bajó los ojos, más tranquilo-entonces miraré yo…
-¡Papá!-protestó ella, pero el Sultán negó con la cabeza, dirigiéndose al baño.
-Esto…-empezó Razoul.
-Fuera-les ordenó Yasmín, cubriéndose con la toalla como pudo.
Ellos obedecieron, aunque Razoul le lanzó una última mirada antes de irse, que a ella no le pasó inadvertida. Cuando ya estaban fuera, Yasmín corrió al baño detrás de su padre.
-¡Lo ves! ¡Aquí no hay nada!-se defendió ella, mientras el Sultán abría un armarito debajo del lavabo-¡Papá, por favor!-fingió escandalizarse.
-¿Te estabas bañando?-se sorprendió el Sultán señalando la bañera. No había nadie más allí, solo una densa capa de espuma…
-Claro papá, ya te lo he dicho-dijo ella, falsamente extrañada.
-¿Pero si tienes la…? ¿Cómo te vas a estar bañando si…?-el Sultán estaba algo aturdido.
-Es bueno para nosotras-mintió Yasmín, que miraba a un lado y a otro tratando de averiguar donde se podía haber metido el chico, aunque ya creía tener claro dónde.
-¿Cómo va a ser bueno?-dijo el Sultán, pero Yasmín le lanzó una mirada de advertencia, y prefirió dejar el tema. Parecía cansado-está bien, está bien, vámonos.
-De verdad papá…-Yasmín lo acompañó hacia la puerta-ahora tendremos que comprar otra puerta.
-Eso es lo de menos… pero la próxima sin pestillo-dijo el Sultán, rascándose su ondulado bigote extrañado.
-¡Claro que no!-se quejó Yasmín-y sabes, lo que más me duele es que sospeches así de mí ¿quién creías que iba a estar aquí?
-Esto…-el Sultán la miró por unos segundos-oh, nadie, nadie… solo era por precaución…
-Papá-Yasmín abrazó al regordete Sultán, y le besó en la frente-buenas noches.
-Ojalá viviera tu madre-dijo el Sultán con voz trémula-a veces hay cosas…
Yasmín regresó al baño, donde Aladdín se asomaba desde el jacuzzi sonriendo traviesamente, con todo el pelo echado hacia atrás. Había aguantado muy bien la respiración bajo el agua, aunque había habido un momento en que pensó que se quedaba sin aire.
-¿Dónde nos habíamos quedado?-preguntó, como si nada.
-Vas a tener que ser más cauto, tigre-le dijo ella, mirándole con seriedad.
-Roarrr-gruñó Aladdín, estirando sus brazos hacia ella, pero Yasmín los apartó.
-No tenemos puerta, así que recoge tus cosas, porque te marchas. No quiero que te pase nada-pidió, preocupada.
Aladdín entendió por el tono que ya no era tiempo de bromas. Salió de la bañera, chorreando, y dejó que ella le cubriese con la toalla. Soltó un leve gruñido de placer cuando Yasmín se la anudó por la cintura, al notarla tan cerca de su miembro, pero no llegaron a nada.
Con su ropa arrojada a cientos de metros de altura, Aladdín tuvo que escapar por los pasillos del edificio guiado por Yasmín en toalla. No es que tuviese de qué avergonzarse, pero le resultó bastante incómodo. A parte, la presión de ser atrapados hizo que el corazón se le acelerase varias veces. Finalmente consiguió escapar y coger un endobús a casa, donde fue vitoreado por sus colegas como "el rey de los fuckers". Poco después las deudas y la mala vida le obligaron a vender el piso que el Sultán le había regalado, y trasladarse de vuelta al barrio de la Guardia, eso sí, en un pequeño apartamento que le había servido hasta la actualidad.
Volviendo al momento en el que se encontraban, Aladdín y Yasmín se terminaron el batido en aquel alejado parque. Ella le limpió a él la fresa que le quedaba en la boca, se besaron un buen rato y luego regresaron en la tabla. Aladdín la dejó pilotar un rato, y le sorprendió lo bien que ella sabía llevarla: esquivó varios autovolantes que casi los destrozaron, y supo aguantar la velocidad.
Finalmente regresaron a la habitación de Yasmín, donde Rajáh y Abú se habían quedado dormidos después de juguetear por todo el cuarto y tirar algunas cosas. Por suerte el Sultán había mandado reparar la puerta con pestillo, y pudieron hacer el amor sin temor a ser descubiertos, aunque eso sí, procurando ser sigilosos. Antes de conseguir la tabla, Aladdín utilizaba un cable para llegar hasta el piso de Yasmín, pero lo recogía cada vez que entraba para evitar ser descubierto de nuevo. Los guardias del Sultán eran muy competentes, pero él sabía ser sigiloso, y estaba muy enamorado. Y cuando se está enamorado se pueden hacer cosas que normalmente no se pueden hacer.
-Te amo-le susurró Yasmín al oído al chico, cuando hubieron terminado, aunque él continuaba encima de ella.
-Y yo… muchísimo-Aladdín se recostó a su lado, y se cubrió un poco el cuerpo desnudo con la sábana.
Se besaron una última vez y luego cayeron rendidos, a la espera de que la luz del nuevo día los despertara.
-"…esta semana empieza bien para nuestro cantante más gamberro: ayer anunciaba el lanzamiento de su nuevo disco, y hoy celebra una fiesta por todo lo alto en el Salón del Korh. Sí fans del rey BJC, os vaticino buenos tiempos. ¡Soy Greg Slick, y esto es Resolution, no deje usted de sintonizar!"-la voz del presentador se apagó mientras los acordes de You love me, I love me more comenzaban a sonar. Aladdín besó a Yasmín y se subió en la tabla solar, mientras Abú bostezaba, aún algo adormecido.
-¿Nos vemos mañana?-le preguntó a su chica, que se cubría solo con una bata de terciopelo azul.
-No creo que pueda-negó ella tristemente, apartándose los mechones de la cara.
-¿Hoy entonces?-Aladdín la guiñó un ojo, y Yasmín rió.
-El viernes-dijo finalmente, y la sonrisa desapareció de la cara del chico.
-¿El viernes?-repitió, incrédulo.
-Sí, el viernes. Tengo mucho que estudiar, por favor, entiéndelo-se acercó a él y le besó en la oreja-te prometo que te lo compensaré.
Aladdín sabía que tenía que irse ya, así que hizo un esfuerzo por contenerse y arrancó la tabla.
-¡Hasta el viernes entonces, princesa!-dijo, mientras se alejaba sobrevolando los edificios de Suburbia.
-Has el viernes… mi príncipe-Yasmín se apoyó en el balcón y lo vio disminuir en el horizonte. Se sentía feliz, muy feliz.
-Love is so strange, love is so bad…-cantaba Billy-I just don't care about all that…
-¡Cámara uno!-ordenó Spencer desde el centro de grabación. La cámara uno se activó para enfocar el perfil izquierdo de Billy mientras cantaba el estribillo.
-Spencer, ¿crees que podría hablar con Billy cuando acabe de grabar?-preguntó Rajheev, el manager del Cobra.
-Pues no lo sé, mientras no le surja uno de sus caprichos-Spencer se encogió de hombros-él y yo íbamos a comer hoy en el Wifri, si te quieres apuntar…
-Ojalá pudiera, pero tengo mucho lío en la general. Quieren decidir lo que hará Billy en la gira de verano-se lamentó Rajheev.
-¿La gira de verano? ¿Habrá otra?-preguntó Spencer, sorprendido-él me dijo que este año no tendría…
-Ya bueno, pues cambió de opinión-Rajheev echó un buen trago de una botella de cerveza que tenía a mano-así te libras de él una temporada, tú que puedes.
-Claro…-Spencer miró por la ventana de la cabina a Billy que estaba fuera, sudando a chorros mientras llegaba al clímax de la canción. El rostro del joven cineasta se ensombreció, mientras el buen humor que llevaba toda la mañana, después de que Billy le hubiese besado en el pasillo de su camerino, desaparecía de golpe. Esto tenía que acabarse. Y tendría que terminarlo él mismo.
-¡You see me, but I don't see that!-Billy se tiró por el suelo para darle mayor énfasis al solo de guitarra, que irrumpió brutalmente en la canción.
-Joder-Spencer tuvo que mirar a otro lado. Cuando cantaba no se podía resistir a él.
-¿Coges el endobús?-se sorprendió Sarah cuando Jim le pidió la tarjeta de transporte.
-Sí…me apetece-mintió él, rascándose la nuca.
-¿Te apetece?-repitió ella, incrédula.
-Es lo que querías, ¿no?-replicó bruscamente Jim, alejando a su madre.
-Sí… supongo-Sarah le dio la tarjeta y luego le observó con recelo. Jim miró hacia otro lado, incómodo. No le gustaba que ella le mirase tanto, ya no era un niño-gracias por traerme el recibo-Sarah le dio un beso en la mejilla, y Jim se sonrojó-pero la próxima vez vuelve antes, y así podremos cenar juntos.
Jim la miró sorprendido. ¿A qué venía tanta amabilidad? Su madre no era amiga de las broncas, al contrario que la Casamentera, pero en los últimos años se habían distanciado mucho. Era extraño que actuase así de repente. Si quería hacerse la simpática, no lo conseguiría. Aun así, no le molestaba del todo…
-Que tengas un buen día-dijo Sarah, antes de volver a preparar la comida.
-Sí… y tú-Jim salió de la casa cargando con la vieja mochila de su padre, como siempre vacía de libros. Le lanzó una última mirada a su madre, pero no fue capaz de decirle nada más. Nunca era capaz de decirle nada más.
No tuvo que esperar mucho al endobús, pero iba abarrotado, eso sí, y en las curvas más pronunciadas de la línea una señora obesa se le caía encima. Jim estuvo cerca de una chica de más o menos su edad que encontró aceptable, y no pudo evitar terminar sumido en sus habituales pensamientos de sexo frenético, en la que le agarraba su cabello oscuro mientras ella le lamía su latente miembro.
-I would like to know, I would like to know…-Billy cantaba su parte con voz rota mientras las coristas repetían el estribillo.
-Ocúpate tú del resto-le pidió Spencer a Stevie, el técnico, antes de salir de la cabina. Necesitaba un antidepresivo.
-Me gustaría saber cuántos podría comprar… por esto-Aladdín le tiró un fajo de billetes a Jumbaa, y este los examinó.
-Son billetes rrobados,¿ no ser cierto?-preguntó el científico alienígena, examinándolos.
-Pero estos no están marcados ¿verdad?-Aladdín sonrió mientras le echaba un caramelo a Abú, que andaba muy inquieto aquella mañana-me ayudaste mucho cuando identificaste los anteriores.
-No, estos no estarrlo. Tienes suerte, pequeño niño-Jumbaa observó a Aladdín con sus cuatro ojos, que pestañeaban cada uno a su ritmo. El rellenito científico alienígena había sido expulsado del centro científico E.P.C.O.T por sus experimentos genéticos, moralmente cuestionables. Desde entonces había montado su garito ilegal en unos túneles cercanos al barrio de la Guardia, y desde allí se dedicaba a vender armas e ingenios ilegales a sus compradores. Aladdín se había hecho su amigo después de salvarlo de la paliza de unos compradores descontentos, y de vez en cuando le pedía algún que otro favor, y si podía le compraba algo.
-Sí, últimamente la suerte me sonríe-Aladdín se iba a comer uno de los caramelos, pero Abú se lo arrebató también, codicioso-ayer tuve una noche increíble con mi pibita…
-No me interresan los detalles-murmuró Jumbaa, terminando de examinar los billetes.
-¡Ni a mí!-exclamó Preackley- ¡La actividad sexual de los humanos es de lo más aburrida!
-¿No tenías que estar limpiando, tú?-gruñó Jumbaa, y Preackley emitió un ruidito de indignación.
-¿Cómo te atreves? ¿Me confundes con tu chacha?-chilló, indignado.
Preackley era el compañero de Jumbaa, quien lo había rescatado de un club de drag queens hacía años, y se habían vuelto inseparables. Lo cierto es que el alienígena uniojo actuaba como la mujer en la relación, y a veces Aladdín se preguntaba cómo Jumbaa podía aguantarlo, porque Preackley era insistente, dramático y bastante inútil, pero también era cierto que le trataba con cariño y le cuidaba siempre. Si el laboratorio de Jumbaa tenía algo de orden, era sin duda gracias a él.
-Para que lo sepas-le dijo Preackley a Jumbaa, altanero-he venido a saludar a Al ¿a que sí, cielo?
-Claro…-Aladdín le sonrió, incómodo. Preackley le dio un abrazo y le pellizco los mofletes.
-Hay que ver lo que ha crecido el pequeño monstruo-dijo, observando a Abú, que gruñía.
-Va a camino de convertirse en King Kong-bromeó Aladdín.
-Preackley, esperro que mi desayuno esté listo cuando vaya yo-le amenazó Jumbaa-ha sido una mañana durra.
-Vete al pito-respondió el otro, groseramente.
-Se dice vete al cuerrno… estúpido paleto-gruñó Jumbaa.
-¡Ah! ¿Cómo te atreves?-chilló Preackley.
-Disculpad, si no os importa me gustaría adquirir el llavero-indicó Aladdín, señalando un dispositivo colgado en el mostrador.
-Oh, clarro, es todo tuyo, son doscientos-indicó Jumbaa, mientras Preackley respiraba entrecortadamente.
-Que sepas que pienso envenenar tus judías-le soltó, pretendiendo ser mordaz.
-¿Haber judías como desayuno? No hace falta que les pongas veneno-replicó Jumbaa lacónico, mientras sacaba "el llavero". Se lo pasó a Aladdín-llaverro único, pequeño niño: abrre las puerrtas de cualquier vehículo, y perrmite activarrlo. También abre puerrtas de protección nivel 1 y 2. Más de 3 no.
-Este pequeño me va a ayudar mucho-contestó Aladdín, cuyos ojos se iluminaron al tener el llavero en sus manos.
-Sí bueno, ten cuidado. La policía andarr muy quisquillosa últimamente. Genio malvado tenerr miedo de serr descubierrto.
-Genio malvado va a tener miedo a algo peor cuando este chico se vaya-siseó Preackley, agitando mucho los brazos.
-Ogh, de verrrdad-Jumba sacó un aparato alargado, similar a un mechero, y le lanzó un rayo a Preackley, que se quedó paralizado, estático. Aladdín parpadeó, perplejo-serr un paralizadorr, lo utilizo en casos como este. Si quierres uno, serr dos mil mickeys.
-Lo siento, no puedo permitírmelo, aunque me interesa-Aladdín le estrechó a Jumbaa la mano-gracias por todo, cuatro ojos.
-A ti, pequeño niño-le sonrió el alienígena.
-And you can leave, and you mus't go ¡GO AWAY!-rugió Billy al micrófono-Go awayyyyyyyyy
-Tenéis una hora para el examen-indicó Ego, el profesor de matemáticas-ni un milisegundo más. Ja, ja.
-Ja, ja-repitió Gastón con desprecio, mirando las preguntas horrorizado. Le lanzó una mirada furtiva a Jim, encogiéndose de hombros-¡No he estudiado!-le susurró.
-Ni yo…-respondió Hawkins, echando un vistazo a las preguntas. Las matrices no eran un tema particularmente difícil, pero sin saberse las fórmulas le iba a costar un rato.
-Si veo a alguien copiando, solo le volveré a dar un examen en la recuperación de julio-advirtió Ego con aburrimiento-avisados quedáis.
-Mierda…-Peter miró las preguntas por encima, y se rascó su cabello anaranjado con perplejidad. No tenía ni idea de qué hacer. Si tan solo hubiera estudiado. Aunque tampoco hubiese servido de mucho, porque se había colocado antes de entrar, y veía todo borroso. A los cinco minutos roncaba encima del examen.
Tarzán por su parte había comenzado a escribir desde el minuto uno, y parecía totalmente inmerso en la prueba, al igual que Cenicienta, que desde el incidente de Jim en clase de Lengua se sentaba en la primera fila con Alicia.
-¿Se lo podemos entregar ya?-preguntó Flynn sin mucho interés.
-No-replicó Ego, leyendo el periódico con somnolencia-y cállate Ryder.
-Joder-Flynn se recostó en la mesa, y se quedó también dormido.
-Vaya mierda-Jim miró las preguntas, no serían difíciles, si al menos hubiera estudiado. A él las matemáticas se le daban muy bien, eso no era ningún secreto. Su mente funcionaba a toda velocidad, y los números eran simples claves con las que jugar. Los sistemas, las ecuaciones, los problemas… Jim los resolvía a toda velocidad, y le gustaban porque le ponían a prueba. Siempre había sido muy bueno en mates, mientras que en lengua estaba totalmente perdido. Pero ningún profesor se había preocupado demasiado por sacarle su potencial "Esfuérzate más, Hawkins"-decían. Y en eso quedaba todo.
-Jo, jo, jo-rió Ego lentamente. Todos le miraron-perdonad, una mala noticia en el periódico. Me hacen mucha gracia…
-Jo, je, jo-se burló Gastón en voz baja.
-Tienes un cero Gastón. Póntelo encima del nombre-indicó Ego con pereza, antes de volver al periódico.
-Mierda-murmuró el chico, pero obedeció. Luego se recostó también en el pupitre.
A excepción de Tarzán, que escribía números como un loco, el resto de amigos de Jim dormían como lirones. El chico se decidió a unirse a ellos también, pero algo le hizo cambiar de opinión: releyendo uno de los problemas se dio cuenta de que podía sacar la solución haciendo una operación muy simple. No le apetecía hacerlo, ciertamente suspender se la tocaba, pero sueño no tenía, y además le apetecía conocer el resultado, así que se puso a hacerlo.
-Lo tengo-dijo en voz alta al resolverlo. Y tal vez podría resolver algún problema más. Tarzán le miró de reojo, sonriendo.
-Que bien…-contestó Ego desde su mesa, irónico.
-¡I WILL FIGHT, YOU'LL SCREAM, FOREVEEEEEEER!-Billy lo daba todo en la última canción-¡FOREEEEEVEEEEEER!
-Billy, soy Spencer, como hoy no puedes ir al Wifri quisiera saber si podrías este miércoles, es importante-dijo Spencer desde el contestador. Estaba en una butaca en su casa, mientras Mallory le preparaba otro calmante.
-¿Quieres acostarte Spencer?-le preguntó su novia, besándole en la frente.
-No cariño… no hace falta… gracias-Spencer se bebió otra tila, mientras observaba a su chica recoger las cosas de la cocina de su moderno ático. Él amaba a Mallory, la quería muchísimo, pero Billy… Billy le hacía perder todo el control.
-THIS IS GONNA DESTROY BOTH OF US-le suplicaba Billy al micro.
-Vaya cuento tiene-comentó Rajheev-¿dónde ha ido Spencer?
-No entiendo cómo te puede gustar tanto. Es un malhablado-comentó Yasmín escuchando con los cascos el último hit de Billy. Aunque tenía que estudiar, Aladdín había ido a verla a mediodía, aprovechando que el Sultán había salido de viaje de negocios al área norte de Suburbia. Los dos estaban tumbados en un sofá del salón privado de Yasmín.
-Yo también soy un malhablado y te gusto ¿no?-Aladdín la masajeó en los hombros.
-Bueno, pero no es lo mismo-Yasmín le dio un casto beso en los labios-¿por qué has venido? Me distraes…
-Ahora que tengo la tabla pienso venir todos los días-Aladdín quiso besarla otra vez, pero Yasmín le frenó.
-Aladdín, lo he estado pensando. Robaste esa tabla, ¿verdad?-preguntó con cautela.
-Estooo… ¡no!-Yasmín arqueó una ceja, y Aladdín se lo pensó mejor-vale, sí, pero fue legal.
-Robar no es legal Aladdín. Deberías devolverla-Yasmín le miró con seriedad y tristeza. Él torció un poco el gesto.
-Si no quieres que venga, puedes decirlo simplemente…-contestó con dureza.
-Aladdín, no es eso, y lo sabes-Yasmín le abrazó-por favor, entiéndeme. Yo quiero lo mejor para ti. Y esto no es lo mejor, en ningún caso.
-Mmmmm… joder-Aladdín abrazó a Yasmín, que le desabrochó los botones de la camisa y comenzó a besarle en el pecho. Él sonrió, mientras cierta "cosita" se animaba también. Yasmín lo notó.
-Está bien, pero rápido. Tengo muchos deberes-se quejó.
-Puedes estudiar mientras lo hacemos, hay maneras-bromeó Aladdín, cachondo, y ella le dio un cachete.
Mientras se desnudaban y se besaban iluminados por el sol del atardecer, Aladdín juraría haber visto moverse a alguien detrás de las cortinas, pero supuso que sería Rajáh.
-Los exámenes están como a mí me gustan, casi todos en blanco. Si hay que suspender, al menos que sea rápido-comentó Ego repartiendo las notas al día siguiente. Cenicienta dio un brinquito de alegría al recibir un diez, y susurró algo como "gracias, Hada Madrina". Había gente que creía en cosas muy extrañas, pensaba siempre Jim. Ego se acercó a él y le miró con desdén-créeme, quería suspenderte, pero no ha habido suerte.
Jim miró su cinco y el rostro se le iluminó. Pero se dio cuenta de que todos le miraban, y fingió indiferencia.
-Que guay, aprobado-dijo secamente. Ego puso los ojos en blanco y se alejó. Jim se preguntó como un ser tan insulso podía ser profesor de matemáticas. Para él las matemáticas eran fuente de energía, de vida. No sabría cómo explicarlo.
-La recuperación será la semana que viene, el lunes. Si alguien quiere subir nota, puede presentarse también. Pero como me saque una peor, se la bajaré por hacerme tomarme las molestias de corregir más-advirtió Ego, levantando un dedo largo y huesudo.
"¿Subir nota?"-a Jim le sonaba bien la idea. Las matrices estaban tiradas, aunque tendría que estudiar un poco… ¿lo haría? Pensó en la cara de su madre, alegre al verle sacar una buena nota, y por alguna razón eso le disuadió de estudiar. Él no era el chico bueno, no era como Tarzán. Y no podría serlo.
-La clase ha terminado. Hurra-dijo Ego, con voz de funeral.
Todos salieron a toda prisa, listos para disfrutar de su media hora de libertad. Jim como siempre pasó el rato con sus colegas hablando de sus temas habituales, fumando y bebiendo, y luego regresaron al Porter arrastrando los pies cuando sonó la campana. Tenían clase de Lengua, y todos fueron colocándose en los pupitres. La Casamentera ya estaba sentada en su mesa, leyendo unos apuntes. Cuando Jim entró, levantó la mirada y se incorporó como presa de una descarga eléctrica.
-¡Tú no! ¡Fuera!-le amenazó, empujándolo hacia la puerta.
-¿Pero de qué vas?-se quejó Jim, enfadado.
-¡FUERA!-la Casamentera lo tiró fuera, y cerró de un portazo, echando el cerrojo. Jim le dio una patada a la puerta, y se alejó, enfadado.
No se quedó al resto de clases. En su lugar se fue al cine, que era otra de las cosas que le entretenían en secreto, y se vio una película de aventuras, que le hizo olvidar su miserable vida por un rato. Vio unos asientos más allá a una chica regordeta y con gafas que miraba la pantalla emocionada, y se preguntó quién sería. No parecía tener muchos amigos, y desde luego mucha gente no debía quererla, pues era bien fea. Jim lo pensó un rato, pero cuando ella giró la cabeza y le vio, él disimuló, fingiendo estar centrado en la pantalla.
"Tengo que recuperar mi tabla"-pensó al salir de la sala. Había empezado a llover, y pudo ver su gris reflejo en los charcos. Silver tal vez hubiese conseguido algo de información, iría a verle el viernes. Esperaba poder agarrar a aquel hijo de puta morocho y ajustarle las cuentas antes de que le estrellase la tabla. Jim se acordó de él, le había parecido simpático, algo a lo que no estaba acostumbrado. Se preguntó si realmente viviría en el barrio de la Guardia. "De ser así, no es para tanto. Yo le veía de muy buen humor. Si tuviese mis problemas…"-le dio una patada a una lata vacía, tirándola por el hueco de las alcantarillas, y continuó su solitario paseo. No le importó quedar empapado, ya se cambiaría en casa.
-And I will never forget… that you where there… for…get-susurró Billy, terminando la canción. Hubo unos instantes de silencio, mientras recobraba el aliento-muy bien ¿es buena Spence?
Desde la cabina hubo otros instantes de silencio, hasta que se escuchó la voz de Rajheev.
-Spencer se ha ido Billy, me ha dicho que te llamaría-le explicó con su voz chillona.
-¡Joder!-Billy echó la cabeza hacia atrás, revolviéndose su cabello, empapado en sudor-pues estamos bien. En fin, ya le veré mañana.
El cantante querría haber hablado con Spence, lo que tenía que decirle era importante. Le quería, le quería mucho, y quería estar con él, quería que iniciasen. Billy sabía bien que nunca se lo tomaría en serio, y que siempre tendría infidelidades, como con sus anteriores novias, pero al menos podría tener a Spencer para él, y serle sincero. El chico se había convertido en su mundo. En el único que lo veía realmente como era.
-Cógelo, colegafe-suplicó Billy llamándole, pero Spencer no respondió, y finalmente apagó el móvil, sin escuchar tampoco su mensaje de voz-vaya porra-Billy se retiró a su camerino y se consoló con un poco de coca. Pero no era suficiente. Asomándose a la puerta un segundo antes de cerrarla con precaución, el Cobra sacó una buena dosis de heroína de un compartimento secreto de su maletín, y se la pinchó. El efecto fue casi instantáneo.
-Aaaaaaaah… joder-Billy se mordió el labio-sssí-cogió el teléfono fijo que tenía y llamó a Lawrence-¡Lawrence chico, tráeme unas churris! Estoy en mi camerino…
Tuvo tiempo a echarse un cigarro antes de que cuatro rubias despampanantes en ropa interior llegasen con ganas de juerga. Al rato ninguno de ellos llevaba la ropa.
-¡Oh yeaaaaah!-gritó Billy.
-He pensado en comprarte un regalo-comentó Aladdín. Escuchó la risa de Yasmín desde el otro lado de la línea.
-Regálame a Abú. Es un cielo-dijo ella mientras jugueteaba con su negro cabello. Era jueves, y ya estaban a la espera de reencontrarse al día siguiente.
-¿Qué te parece lencería?-dijo Aladdín, cogiendo unas bragas de un mostrador del bazar.
-Anda, cómprate una vergüenza, que la necesitas-rió Yasmín. Rajáh se puso a su lado y dejó que ella le rascase su peluda cabeza-Aladdín… tengo un mal presentimiento acerca de mañana.
-Oh, no te extrañe-el chico estaba ahora en una floristería, y miraba unas preciosas palmeras en miniatura. Estaba tentado de robarlas, no le sería difícil, pero sabía que Yasmín jamás aceptaría un regalo robado-mañana lo vas a pasar muy mal princesa. Ya te lo digo yo.
-No, es en serio-Yasmín miró a Rajáh con preocupación-¿y si te descubre papá?
-¿Por qué iba a hacerlo?-Aladdín olisqueó las perfumadas hojas de la palmera-nunca antes me ha pillado.
-Lo sé pero… mañana vuelve y… no sé-Yasmín no sabía cómo explicárselo. Tan solo sabía que tenía el incómodo presentimiento de que esa noche sería distinta a las anteriores. Que esa noche lo cambiaría todo.
-¿Quiere esa, joven?-preguntó Ortiga, la ácida dueña de la tienda.
-Escucha, ahora tengo que colgar, pero mañana hablamos de esto-dijo Aladdín, llevando la palmera al mostrador. Era realmente preciosa, y su aroma era embriagador.
-¡Pero…!-se quejó Yasmín, pero Aladdín la lanzó un beso y apagó-¡Aladdín!-Yasmín dejó caer la cabeza en el respaldo del sofá, vencida. Rajáh se frotó la cabeza contra ella, para reconfortarla. En casi un año y medio que llevaban viéndose, Yasmín nunca se había sentido tan preocupada.
-¿Os ocurre algo? Os noto preocupada-la voz de Jafar la hizo incorporarse, sorprendida.
-¿Qué haces aquí?-preguntó Yasmín, preocupada. ¿La habría escuchado?
-Solo vengo a informaros de que vuestro padre acaba de llegar-explicó Jafar educadamente, haciendo una humilde reverencia. El loro en su hombro soltó un graznido-si queréis le digo que os verá en la cena.
-No, no…puedo ir ahora. Ya bajo-Yasmín se recolocó el cabello y miró a Jafar. El visir le producía desconfianza debido a su aspecto siniestro e inquietante, pero no podía negar que desde que lo conoció con siete años, siempre había sido educado y atento, y nunca había dado motivos de queja. Quizás lo juzgase mal.
-Entonces le diré que os espere-Jafar hizo otra reverencia y se alejó, pero Yasmín le llamó. Fue algo involuntario, pero tuvo que hacerlo.
-Jafar… estoy un poco preocupada-dijo finalmente, mirándole asustada.
-Oh… ¿puedo ayudaros?-Jafar se acercó a ella, con aire preocupado-¿queréis algo?
Yasmín vaciló unos instantes. Era el secretario de su padre… no debía decírselo, era arriesgado.
-No… solo necesitaba decírselo a alguien-dijo finalmente ella, bajando la mirada-gracias…
-Siempre estoy a su disposición, Yasmín. No dudéis en pedirme ayuda si os urge algo-el visir inclinó la cabeza de nuevo y se marchó.
Yasmín miró a Rajáh, que gruñía un poco, y luego echó un vistazo por la ventana a la ciudad. A esas horas el sol lo teñía todo con su luz, y los edificios parecían de oro. Las lágrimas de Yasmín también brillaron al recorrerle su rostro.
-Billy, soy Spencer otra vez. Te llamé ayer y antes de ayer y no has venido. Si mañana vamos a la fiesta esa de Palacio Blanco me gustaría hablar contigo. Sería solo un momento-el tono del chico era casi de súplica, pero no quiso insistir más. "Joder-se lamentó Spencer-esto va a acabar conmigo. No puedo más". Volvió a llamar, esta vez a la academia.
-Sí, claro que tienes el puesto-dijo una voz ronca del agente, un tal Pete-pero tienes que presentarte aquí el lunes, o se lo pasamos a otro. Así que al loro.
-Bien-Spencer apagó el móvil y miró por la ventana. Lo había conseguido, la película era suya, y tal vez una segunda parte. Por fin podía dejar a Billy. Pero… ¿quería eso realmente? ¿Podría alejarse de él? Aquella relación era muy tóxica, y le estaba destruyendo. Pero aquella relación era su vida, y lo que le hacía tener fuerzas para levantarse por las mañanas. "¡Maldita sea! ¡Maldita sea Billy!"-Spencer se dejó caer en el sofá, solo para comprobar que la colcha también tenía la cara de su primo, otro de sus particulares regalos de navidad.
¡RRRRIIIIIIING!
El timbre anunció el final de la clase de biología, y los alumnos fueron saliendo del laboratorio, cargando con sus bártulos. Jim no había traído el material, así que no se tuvo que molestar en recoger nada. La profesora Jane nunca le regañaba, porque según ella "era su decisión no trabajar", y ya aprendería la lección.
-Jim, solo espero que lo entiendas antes de que sea tarde-le había dicho un día Jane Porter, preocupada-porque si no, te vas a arrepentir.
"Joder, sí que está buena. Esos pantalones la marcan mazo"-pensaba Jim mientras le hablaba, pero la última frase sí que llamó su atención. ¿Arrepentirse? Eso no le sonaba nada bien.
Tarzán se quedó hablando con Jane un poco, seguía intentando ligar con ella, aunque la chica no parecía darse cuenta. Para Jane Porter Tarzán era solo un alumno atento y brillante que era amable con todo el mundo y con ella se entendía bien, pero nada más. Y eso desesperaba al amigo de Jim.
-Ojalá pudiera decírselo. Ojalá pudiera besarla-le dijo a Jim, mientras se dirigían al parque.
-Pues hazlo. Tampoco creo que pase nada por intentarlo-Jim se encogió de hombros.
-Tienes muy poco tacto. No a todos nos la suda-Tarzán suspiró-tal vez en unos años…
-En unos años se habrá casado-Jim no quería ser cruel, pero no le gustaba la gente que se hacía ilusiones-¿tiene novio?
-Un tal Clayton, pero eso no me preocupa-explicó Tarzán.
-Pues debería-dijo Jim. De repente se paró, al ver que Alicia se acercaba a él otra vez-oye, si vas a volver a pegarme, hoy no te he mirado en todo el d…
-Lo he estado pensando-le interrumpió ella, sonriendo con su habitual aire lunático-y me parece bien. El viernes no puedo, pero tal vez el sábado sí.
-Pero… ¿pero de qué hablas?-se sorprendió Jim, extrañado. Alicia rió, y se acercó a su oído.
-Ya lo sabes, mirón-le miró unos instantes, provocativa, y luego se marchó.
-Vaya Jim, parece que por fin vuelves a las andadas-comentó Tarzán, limpiándose las gafas.
Él no respondió. No dijo nada en el resto del día, ni cuando la Casamentera volvió a echarlo de su clase. Pero por dentro estaba ardiendo.
Viernes.
Sarah terminó de lavar la pila de platos, mientras continuaba su charla con Nanny, una amiga suya de los viejos tiempos. Nanny y ella habían trabajado como camareras en un restaurante temático hawaiano regentado por Sifo, un iracundo y pomposo empresario de origen griego. Sifo era muy injusto con ellas, y de vez en cuando las tocaba el trasero y los pechos, hasta que Nanny se hartó y le estampó una fuente de croquetas calientes en la cara, quemándole. Sifo despidió a Nanny y Sarah se despidió con ella, porque no aguantaba a aquel déspota ni un día más.
-…sí, qué quieres que te diga, pero al menos hemos cobrado el recibo-comentó Sarah, colocando los platos en el estante-Doopler paga bien, pero tiene un límite, y no puedo pedirle más. Pero no me importa ayudarte. Estaría más que encantada. ¡Claro que no Nanny! Faltaría más. Te llevo el dinero mañana mismo. Que no… ¡claro que no! ¡Vamos Nanny! Ya me lo devolverás…
Siguió discutiendo con su amiga por el dinero que ella necesitaba cuando Jim bajó de su cuarto. Iba a Benbow, a ver que le podía decir Silver.
-¡Ehehehehe, Jim!-le llamó su madre. Él se detuvo, lanzando un largo suspiro-perdona Nanny, luego te llamo. Pero no te preocupes, en serio-Sarah colgó, y miró a su hijo fijamente, sacando una carta de su delantal.
-¿Otro recibo?-preguntó Jim secamente, aunque sabía bien que no era así.
-No. Una carta del colegio.
-Se dice instituto-contestó Jim, y su madre bufó.
-Dice que te han expulsado de clase de Lengua. Que llevas toda la semana sin ir. Y me especifica el motivo de la expulsión-Jim bajó la mirada al ver el gesto de enfado de su madre. Qué vergüenza-¿Jim, por qué no me lo has dicho? ¿Por qué… por qué no me has dicho nada?
-No pensé…-empezó Jim, pero ella le interrumpió.
-¡Ese es el problema! ¡Que no piensas! ¡No piensas en tu futuro, no piensas en mí, no piensas en nada! ¿Por qué tienes que ser así?-Sarah le miró desesperada. Jim comenzó a sentirse muy mal, pero tenía que defenderse.
-Olvídate de mí ¿vale? En cuanto tenga los dieciocho me largaré-replicó, enfadado. Ella negó con la cabeza, incapaz de creerlo.
-No me vengas con esas Jim, no es justo. Me he deslomado por criarte, he hecho todo lo que he podido, y nunca me haces caso-las lágrimas brotaron de los ojos de Sarah, que empezó a temblar. "No joder-pensó Jim, furioso-eso no…"-¿no puedes entender que te necesito? ¡Solo tienes que esforzarte un poco!
-¡Yo no te pedí que me mantuvieras, ¿sabes?!-la gritó Jim, enfurecido.
-¡Jim, basta! ¡No me vengas con excusas, maldita sea!-gritó su madre, fuera de sí- ¡Has suspendido cinco asignaturas, te metes en líos, te emborrachas, te drogas!
-¡ESO LO HACE TODO EL MUNDO!-gritó Jim, dándole una patada a una silla.
-¿TODO EL MUNDO HACE SUFRIR ASÍ A SU MADRE?-Sarah estuvo a punto de lanzar el jarrón de flores a la calle.
-¡NO LO ENTIENDES, ERES INCAPAZ! ¡NO PUEDO SOPORTARTE…!-gritaba Jim, con el cabello agitado por todo el rostro.
-¡…NI POR UN SEGUNDO! ¿CÓMO IBAS A PENSAR EN MÍ, SI SOLO ERES CAPAZ DE PENSAR EN METERSELA HASTA A UN AGUJERO DE DESAGÜE? ¡NO LO SOPORTO!-chillaba Sarah. El ruido de ambos era ensordecedor.
-¡…Y NO ME EXTRAÑA QUE SE FUERA PAPÁ!-gritó Jim, descontrolado. El efecto fue instantáneo: Sarah le dio tal tortazo que lo hizo retroceder. Jim se llevó la mano a la mejilla, que había enrojecido, y la miró, asustado. Ella respiraba con dificultad, y las lágrimas caían por sus mejillas hasta perderse por su delantal. "No… no llores, por favor"-Jim empezó a entender lo que había hecho-Mamá…-intentó decir.
-Vete-dijo ella con un hilo de voz-fuera.
-Mamá-Jim se acercó a ella, consternado.
-¡LARGATE! ¡VETE! ¡NO PUEDO MÁS, NO LO SOPORTO MÁASS!-Sarah rompió a llorar y se dejó caer en la silla, vencida. Jim la miró unos instantes, mientras la furia comenzaba a crecer en su interior. Ella también lo echaba. Ella también lo rechazaba de su lado. ¿Por qué no lo había entendido antes? Solo era una molestia, para él también.
Cuando Sarah levantó la cabeza, la puerta acababa de cerrarse. Ella salió corriendo detrás, y vio a su hijo correr calle abajo. Le llamó, gritó su nombre con todas sus fuerzas, pero él no regresó. Se alejó en la oscuridad, decidido a no volver.
-¡JIM! ¡JIM POR FAVOOOOOR!-Sarah se desmoronó en la barandilla del edificio.
-¡Que se callen ya!-le gritó un vecino desde el piso de arriba.
Jim corrió y corrió, alejándose de todo, saltándose varios semáforos y apartando a la gente a empujones. El rostro de su madre, los gritos, lo sucedido en los últimos días, todo volvía a él rápidamente, y le desgarraba.
-¡NO!-gritó, presa del dolor. ¿Cómo podía haberle dicho eso a su madre? ¿Cómo podía haberle mencionado a papá?. Jim resbaló y se cayó a un charco de barro, poniéndose la chupa de cuero perdida. El pelo se le pegó a la cara, continuaba lloviendo.
Entonces vio la moto. Estaba ahí aparcada, al lado del caserón. El policía debía de haberse bajado para interrogar a los inquilinos sobre algún asunto, y la había dejado ahí parada. Jim vaciló unos instantes. No debía hacerlo. Pero quería hacerlo. Y ya daba igual. Se acercó y comprobó que las llaves no estaban puestas. Pero sería un juego de niños para él.
-Y que no se vuelva a repetir-les advirtió el policía, de aspecto similar al de un león, al salir. Entonces vio que su moto se alejaba-¡EH! ¡EH, VUELVA AQUÍ!
Sacó su arma, pero no disparó. Y Jim se perdió en el vórtice de tráfico con la moto. El policía, Simba, quiso localizarla, pero de alguna forma el chico la había jaqueado, y ahora no funcionaba.
-Mierda-Simba dio una patada al suelo, mientras los inquilinos de la casa, tres hienas borrachas, se burlaban de él.
-¡Vamos allá!-Jim soltó una risa salvaje mientras hacía un looping con la moto y esquivaba dos coches. Lo primero era recuperar su tabla. Le daba igual lo demás, le daba igual todo. Iba a hacer lo que mejor sabía, portarse mal-¡YUHUUUUUU!
La noche prometía ser inolvidable.
-Tengo algunos pases de baile que me encantaría mostrarte-le susurró Billy a Kim, la reputada jefa de la agencia de espionaje, al oído.
-Ya sabes que tengo novio… y no me interesan los borrachos-dijo Kim, sonriendo.
-Vamos, no me seas imposible-bromeó Billy, y ella suspiró. Desde lejos Shego, la guardaespaldas de Billy, observaba la escena, con calma.
-Me parece que te equivocas con él-dijo Rajheev. Shego levantó la mirada, molesta.
-Ya te dije que no te me acercaras, enfermo-respondió con dureza.
-Oh, tranquila, ya no me interesas-con la copa de ginebra en la mano, le señaló a una ricachona estirada del fondo-esa es Lolo Calorías, la princesa de los embutidos. Nos casaremos algún día.
-Claro Rajheev. ¿Te puedes ir ya?-Shego se echó su negro cabello hacia un lado. El color tan oscuro de su pelo contrastaba con su piel blancuzca, brillante y tersa.
-Billy nunca será tu novio, Shego. Y menos tu marido-la advirtió Rajheev, y ella se giró, echando chispas.
-¿De qué vas?-le agarró por la corbata-lárgate, te lo repito por última vez.
-Sigue haciéndote ilusiones nena, pero a él le gusta otro, y las distracciones como tú cansan antes o después-se burló Rajheev, y se marchó dando tumbos hacia la tal Lolo.
Shego bufó, mirando a Billy hablar con la créme de la créme de Suburbia. Ella sabía que eso era cierto. Nunca tendría el dinero de Billy. Nunca serían una pareja de cotilleo. Pero ya no solo le interesaba eso. Ella quería a Billy. Lo quería de verdad. Y solo sabía expresárselo ofreciéndole sexo. Ojalá él fuese capaz de entenderlo. Shego tomó una decisión, y se acercó a su jefe.
-Ven conmigo-le susurró, en el tono más erótico que había empleado en su vida-tengo una sorpresa especial.
-Ufff-Billy cerró los ojos, extasiado. Miró a sus interlocutores, y se disculpó-tengo que ir a plantar un pino, disculpadme.
-Siempre tan fino-ironizó Kim.
Se encontraban en el Palacio Blanco, la casa presidencial de la zona blanca de Suburbia y lugar de los eventos más sofisticados e importantes. Era la fiesta de otoño, y todos lucían un aspecto glamouroso y espectacular.
-Qué raro que el Sultán no haya venido-comentó Grimsby, ministro de pesca y agricultura.
-Venía cansado de un viaje, ya no tiene setenta años-explicó con malicia Cruella DeVil, la más famosa y atrevida estilista de Suburbia-pero estamos los mejores-echó una buena calada del humo de su cigarro.
-Perdónenme-Spencer se abrió paso. Al contrario que la mayoría de asistentes a la fiesta, que lucían lustrosos trajes y altas pelucas, Spencer llevaba un simple esmoquin a la antigua, y su sencillez no pintaba nada con todo el lujo de su alrededor.
-Rajheev ¿has visto a Billy?-le preguntó Spencer al manager, que estaba por la octava copa y se había manchado el traje.
-Puez no ze-dijo el hindú, conteniendo un hipido-cgeo que ha ido al bazño…
Spencer sentó a Rajheev en una silla y pidió a dos camareros que le atendieran. Luego se fue hacia los baños en busca de su primo. "Pienso aclarar las cosas con él de una vez"-pensó, decidido. Unos pasos más allá, las cosas estaban a punto de complicarse mucho más.
-Joder… ¡Joder Shego! ¡Oohhhh!-Billy no se contenía, mientras ella continuaba introduciéndose su miembro en la boca con ardor-madre mía para… ¡paraparaparapara no puedo!
-Exagerado-se burló Shego. Continuó, poniendo todo su empeño en la tarea. Quería a Billy, quería que Billy lo entendiera, pero sabía que nunca la haría caso si no hiciera cosas así. De no ser por su cuerpo, él nunca se fijaría en ella.
-Ooooh sssí-Billy elevó las manos al cielo, extasiado.
-¿Billy?-Spencer no se esperaba aquello. Se quedó paralizado mientras la figura de su amado, con los pantalones bajados y aquella hermosa mujer debajo, se le clavaba para siempre en lo más profundo de la mente.
-¡Spence!-Billy tragó saliva-Spencer, colega… esto… ¡Hay para ti también!
Shego puso los ojos como platos, ofendida, mientras Spencer salía corriendo.
-¡Espera Spencer NO! ¡Mierda! ¡Lo siento Shego! Luego seguimos…-Billy se alejó poniéndose los pantalones de nuevo.
-Ni lo sueñes-dijo ella, dejándose caer en el suelo, rendida.
-¿Qué? ¡Venga ya!-Billy se alejó dando saltos, y gritando el nombre de su primo-¡Spencer hermano!
-Déjame-Spencer bajó las largas escaleras del Palacio Blanco hacia el aparcamiento. Billy saltó por la barandilla, y lo agarró del brazo. Llevaba una corbata azul marino, con la "C" de Cobra en color plateado.
-No, no dejaré que te vayas-Billy le miró fijamente-Spencer, yo te quiero…
-No es verdad Billy, basta ya-Spencer se zafó de la mano de su amigo y le imploró, destrozado-llevas años jugando conmigo, te he llamado ocho veces esta semana y ni te has dignado a mandarme un mensaje, estoy harto de que te burles de mí. Yo si que te quiero, Billy-la estrella del rock abrió mucho los ojos, sorprendido-te quiero mucho, Dios, pero no pienso seguir con esto-Spencer sacó una escritura del bolsillo interior de su chaqueta, y se la dio a Billy-mi renuncia formal, puedes retenerme el sueldo. Me marcho.
-¡Spencer! ¿Qué cojones dices?-Billy miró la escritura horrorizado-¿Qué dices, Spence?
-Me largo. Que te vaya bien con Shego, y con el resto. Yo no tendré esa suerte-Spencer se dio la vuelta, pero Billy le agarró de nuevo, esta vez con más violencia.
-No puedes irte. Yo te contraté. Eres mío, Wright-le dijo, con voz firme. Spencer se encaró con él, aunque Billy le sacaba una cabeza, y era probablemente más fuerte que él.
-Me largo Billy. Déjame en paz-repitió Spencer, inalterable.
-No, de eso nada-dijo Billy, y le besó. Spencer trató de apartarlo, pero Billy apretó con más fuerza, pasando su lengua por la cavidad bucal de su amigo.
-Mnnnn-Spencer consiguió apartar al chico, y le dio un puñetazo-¡Billy, joder! ¡Aléjate de mí!
Billy se llevó la mano a la mandíbula, donde Spencer le acababa de golpear. Se miraron unos instantes, perplejos. Después el Cobra se abalanzó sobre Spencer y comenzó a propinarle puñetazos en todo el cuerpo. Él le dio una patada en la entrepierna, haciéndole aullar de dolor, mientras Billy le tiraba del pelo.
-Gi…gilipollas-Spencer le metió el dedo en el ojo a Billy, intentando alejarlo. Arriba los invitados escucharon los gritos, y se asomaron a ver lo que ocurría, curiosos.
-Vaya vaya, el joven cantante la ha vuelto a liar-comentó Grimsby, pomposo.
-Ese maldito homosexual-siseó el Duque de Weshelton.
-¡Aléjate de mí!-gritó Spencer, dándole otra patada a Billy-¡Déjame en paz, joder!
-¡Hijo de puta!-Billy le dio un puñetazo a Spencer y lo tiró al suelo. El chico miró a Billy asustado, mientras la sangre comenzaba a brotarle de la boca. El cantante se dio cuenta de lo que había hecho, aunque ya era tarde-Spence… yo… lo siento…
Pero Spencer negó con la cabeza. Se incorporó y le miró unos instantes. Todos los miraban desde las escaleras, silenciosos, sin decir nada. Nadie nunca decía nada.
-Adiós Billy-dijo el chico, con el rostro endurecido, y se alejó.
-Spencer…-murmuró Billy, destrozado. No le importaba que los demás viesen aquel escándalo. Lo único que le importaba se estaba alejando en aquel momento-está bien… ¡Está bien, joder! ¡No te necesito!
Spencer cogió su autovolante, más modesto que los que lo rodeaban, y se alejó de allí. Las lágrimas asomaban a los ojos del chico mientras conducía hacia la salida. Tendría que hacer una parada en algún parque, porque no se sentía capaz de conducir en aquel estado.
-Mierda…-Billy miró a los invitados, que continuaban observándolo, impasibles-¿Y vosotros qué miráis? ¡A lo vuestro!
-Impertinente-murmuró el Duque.
La fiesta continuó, y pronto todos se olvidaron del conflicto y siguieron con sus trivialidades. Cruella DeVil se marchó de la fiesta cuando llegó Edna Moda, su estilista rival, y el capitán de la policía, Gantu, se dedicó a hablar de la situación política con el comandante Kerchak.
-Shego… ¿Shego?-Billy buscó a su guardaespaldas, pero no estaba. Nadie estaba cuando lo necesitaba. Todos le habían abandonado, abandonado como hacían siempre, como aquella vez en la que su tercer disco fue un fracaso y le dejaron en la estacada. Pero antes era distinto. Spencer siempre había estado antes. Spencer siempre le había apoyado. Y ahora ya no. Billy se metió en el baño y le pegó un puñetazo al secador de manos, consiguiendo solo hacerse daño y romper uno de sus anillos con sus iniciales-¡Joder! ¡Mierda!
Rebuscó en su maletín, que acababa de pedir en recepción. Ahí estaba la jeringuilla. Era lo que necesitaba en aquel instante. Le daría un buen subidón, y con suerte bailaría y se acostaría con una tía o varias, olvidándose del problema hasta mañana. Billy la llenó hasta la máxima dosis.
-Vamos, hermana-le dijo, mientras se la acercaba al brazo.
-Mmmmmmmn… ya tenía yo ganas-Aladdín tiró a Yasmín sobre la cama, mientras lanzaba su camiseta negra al fondo del cuarto.
-Aladdín…-ella había intentado hablar con él varias veces, pero desde que había llegado a su balcón no había parado de besarla. Y luego estaba la palmera que le había regalado. Era preciosa. Quería detenerlo, pero se estaba dejando llevar.
-Estás recién bañada…. Como me pones cuando estás así-Aladdín pasó la nariz por el vientre de Yasmín, aspirando su aroma, mientras ella soltaba una risita.
-A ver cuando te bañas tú-se burló, deshaciéndose su larga trenza.
-Luego nos bañamos-Aladdín la desabrochó el botón del pantalón, y comenzó a besarla por encima de sus bragas. Sabía que eso la volvía loca-pero ahora… creo que me lo debes.
-Sí, claro-Yasmín disfrutó notando los labios de Aladdín en su bajo vientre, mientras sus manos la masajeaban las piernas. El chico tenía ganas de hacerlo, pero también quería disfrutar del ardor del momento. Yasmín seguía empeñada en contárselo. Un mal presentimiento continuaba atenazándola-Aladdín, tal vez deberíamos hablar…
Él levantó la cabeza, y la miró sorprendido.
-Por supuesto-se acercó a su boca y empezó a besarlo de nuevo. Sus labios eran ásperos, pero su contacto le resultaba increíblemente sensual-hablemos, princesa…
Yasmín le siguió el beso, mientras Aladdín llevaba sus manos al ajuste del sostén, listo para liberar a sus dos preciosas.
-¿Te diviertes?-Aladdín levantó la vista de golpe al oír esa voz. Era Razoul, el jefe de los guardias. Antes de que el chico pudiese hacer algo más, lo derribó de un puñetazo.
-¡RAZOUL!-Yasmín se incorporó, asustada y avergonzada, cubriéndose con las sábanas.
-Hijo de perra-Razoul le dio una patada a Aladdín en el estómago, partiéndole dos costillas. El chico lanzó un aullido de dolor mientras se retorcía en el suelo-maldito hijo de puta…-Razoul sacó su espada, y entonces Yasmín le reventó un jarrón en la cabeza, dejándolo K.O.
-¡Aladdín! ¡Aladdín!-Yasmín se agachó hasta su amante, y le ayudó a incorporarse un poco-Tienes que irte de aquí… ¡Tienes que irte deprisa!
-Yasmín, no...-en ese instante unos ruidos los interrumpieron.
-¡Derribad la puerta! ¡Está dentro, derribadla!-los otros guardias golpeaban la puerta con fuerza, no tardarían en echarla abajo.
-¡Yieeeeek!-chilló Abú desde la ventana: montaba en la tabla de surf solar, y parecía nervioso.
-¡Levántate Aladdín, deprisa!-Yasmín lo llevó a empujones hacia la ventana-¡vamos!
-No… no te dejaré aquí-Aladdín agarró a Yasmín por los hombros, preocupado.
-Aladdín, a mí no van a hacerme daño, pero tú… por favor, hazlo por mí, no podría soportarlo… ¡Aladdín por favor!-le suplicó la chica, desesperada. Él vaciló unos instantes, pero al final asintió. Fue hacia la ventana y se subió a la tabla de surf, sin dejar de mirar a Yasmín. En el suelo del cuarto, Razoul estaba recobrando el sentido.
-¡Ya casi está, vamos!-los guardias empujaron la puerta una vez más, derribándola. Irrumpieron en tropel en la habitación. Dos de ellos sujetaban a Rajáh con una cadena, para evitar que interviniese.
-¡CORRE!-le gritó Yasmín, desesperada.
-¡Volveré a por ti!-Aladdín arrancó la tabla.
-¡NOOOOO!-Razoul corrió hacia la alcoba dispuesto a saltar sobre la tabla y caer con él, pero Yasmín se interpuso y le hizo tropezar-¡NOOOOO! ¡Maldita sea!-Razoul se incorporó y miró a Yasmín con furia.
-¿Por qué me haces esto?-preguntó ella, llorosa-eres un idiota.
-Dejadme en paz-pidió Razoul, apartándose de su lado, furioso. Aladdín se alejaba con su tabla por el cielo, pero aún no debía cantar victoria. Razoul sacó un comunicador de su bolsillo-va hacia el punto dos.
Yasmín ahogó un grito. Lo tenían previsto. Ya conocían sus pasos. Ojalá pudiese esquivarlos. Pero no podría…
-¡NO! ¡NO, NO, NO!-Yasmín se tiró encima de Razoul y comenzó a golpearlo, desesperada-¡Dejadlo, dejadlo en paz!
-¡Yasmín!-la voz de su padre la hizo detenerse. Acababa de entrar en la habitación, aún en pijama, y parecía perplejo. Jafar lo acompañaba, aunque él sí estaba vestido, y también parecía asombrado-¿qué ocurre aquí?
En el vórtice de tráfico, Aladdín ya había localizado a los perseguidores: dos autovolantes de la guardia del Sultán lo seguían de cerca.
-¡Mierda! Lo tenían planeado-Aladdín torció con la tabla colándose por una brecha entre dos edificios, burlando a los autovolantes, pero al salir del pasillo interior le aguardaban otros dos. El chico viró de nuevo, furioso-¡Mierda! ¡Maldita sea Abú!
-¡Señora Cole, que alegría verla!-saludó Silver, quitándose el sombrero-¡Ya sabe que hoy invita la casa!
La pobre señora Cole, llena de vendajes, fue a sentarse a su sitio habitual. Silver se acercó a Koheler.
-Procurad que su plato sea exquisito, no quiero perder a un cliente habitual-susurró. Luego le lanzó unas galletitas de proteínas a Morfo-¡Hala, esto para ti, pillín! Espero que te haga buen provecho.
La Benbow estaba a rebosar, los viernes eran obviamente el día en que más se abarrotaba, pues acudía chusma de todas partes a ahogar sus problemas en el alcohol. Silver estaba hasta arriba de trabajo, pero se encontraba optimista, y repartía órdenes a diestro y siniestro mientras procuraba el máximo bienestar en su clientela.
Sarah tuvo que abrirse paso a codazos en la entrada principal, soportando las bromas de mal gusto de algunos paletos.
-Disculpen… ¡oh, perdone!-se acababa de chocar con un enorme ser con aspecto entre una araña y un cangrejo.
-Andesse con cuidado-le amenazó la criatura, mientras su compañero, de aspecto similar al de un caracol, reía.
-Perdóneme-Sarah le habría reprobado su actitud, pero tenía mucha prisa, y estaba agobiada, muy agobiada. Tenía el corazón en un puño desde que Jim se había marchado, hacía apenas una hora. Tenía que encontrarlo. Como fuera-¡Silver! ¡SILVER!-Sarah se chocó contra la barra, sobresaltando al cyborg.
-¿Sarah?-Silver dejó los cócteles que estaba preparando y fue hacia ella-¿Qué ocurre? ¿Qué le pasa a Jim?
-No sé dónde está-dijo ella, con voz suplicante. Silver tragó saliva.
Entretanto, lejos de la Benbow, Jim esquivaba dos coches patrulla que lo seguían de cerca, y cogía la ruta hacia el barrio de la Guardia. Estaba decidido a encontrar a aquel fantoche árabe y darle una lección. Por el camino se había parado en un bazar asiático y le había comprado al vendedor dos botellas de vodka, una de las cuáles ya se había vaciado. "Estoy hasta la polla"-el chico escupió mientras pisaba el acelerador, excediéndose del límite de velocidad. Lo detendrían, eso era probable, pero en aquellos instantes le importaba muy poco.
-…me preguntó por su tabla, pero no he averiguado nada-Silver terminó su relato, mientras Sarah le daba un trago a la jarra de cerveza.
-¿Por qué no me dijiste nada? ¡Yo tendría que saberlo!-se lamentó ella, desquiciada.
-Eso es entre Jim y tú, Sarah, yo no puedo meterme-se excusó Silver, mientras Morfo trataba de beber cerveza y él se lo impedía.
-Jefe, te necesitamos con el plato de la tres-le advirtió Koheler, preocupado.
-Esperaos un poco, estoy ocupado-le cortó Silver, severo-¡Haced algo de vez en cuando, maldita sea!
Koheler se alejó, ofendido.
-No sé dónde está-Sarah dejó caer la cabeza sobre la barra.
-Probablemente metido en un buen lío, los dos sabemos eso-Silver bebió también de la jarra, y se limpió la barbilla con la manga-bien, saldremos a buscarlo. Hay que terminar con esto de una vez.
-Pero… Silver-Sarah le miró sin comprender.
-El chico tiene que enmendarse Sarah, no puede seguir así. Le buscaremos y hablaremos con él. Esta vez en serio-Silver se colocó su sombrero tricornio y le dio una caricia a Morfo, que se revolvió encantado.
-Jefe…-Koheler le llamó de nuevo.
-Tengo que salir un momento Koheler. Tú y Twigg os quedáis al cargo-dijo Silver, agachándose para coger cambio de la caja.
-Jefe…-repitió Koheler, y Sarah se llevó las manos a la boca, aterrada.
-¿Qué cuernos pasa?-Silver levantó la mirada, y su ojo robot por poco se descoloca.
-¡Vamos, todos arriba y quietecitos! ¡Ya estáis poniendo toda la pasta en la bolsa, y ojo con intentar nada raro!-les advertía el alien de tentáculos en el pelo. Él y otros ocho alienígenas habían sacado pistolas y rifles, y tenían la sala rodeada.
-¡Eso, avisados quedáis!-dijo otro: era uno de los borrachos a los que Silver había expulsado el lunes, el de un solo ojo. Probablemente él y sus amigotes habían llamado al resto de su panda, y ahora querían cobrar su represalia contra Silver por echarles.
-Jefe…-Koheler le miró preocupado.
-Lo que nos faltaba-gruñó Silver.
-También las joyas-dijo Scroop, arrancándole a la señora Cole su collar de perlas. El cangrejo-araña se acercó a la caja y miró a Sarah, amenazante-tú no parecess tener mucho de valor…. Ssin embargo-la pinza de Scroop se posó en el pecho de ella, que ahogó un gemido.
-No toques a mis clientes, basura-Silver apartó a Sarah con su brazo robot, y se encaró con Scroop.
-No te pases de lissto, hombre de hojalata-Scroop no se dejó amedrentar por Silver, y agachó la cabeza hasta quedara su altura-ya esstass vaciando la caja de cambioss.
-Si necesitas dinero yo puedo darte empleo, no me vendrían mal dos camareros más, o tres-dijo Silver fingiendo indiferencia, mientras se llevaba su mano robot hacia la espalda, y activaba el sistema de defensa.
-No te hagass el graciosso, he tenido una mala semana-Scroop le dio un fuerte golpe a la caja, haciendo que los mickeys saltasen por todas partes. Morfo emitió un chillidito, y se convirtió en un vaso de agua para disimular.
-Je, je. Qué me vas a contar-respondió Silver secamente, antes de sacar su pistola y disparar a Scroop en las patas.
-¡UGH!-gritó la araña mientras tres de sus patas se partían y derramaban sangre por el suelo, haciéndole caer con estrépito.
-¡Maldito cabrón!-Ono apuntó hacia Silver, pero el cyborg fue más rápido y le reventó la cabeza de otro disparo.
-¡Vais a robar a la taberna de vuestra puta madre, idiotas!-tronó Silver, disparando al borracho traidor en su único ojo, haciéndole caer al suelo-¡Sarah, al suelo!
La madre de Jim se puso a cubierto justo cuando dos de los seis miembros restantes de la banda abrían fuego contra Silver. El cyborg se cubrió detrás de la barra, y disparó otras tres veces, esta vez sin conseguir dar a nadie.
-Hijoputa… me has dejado ciego-lloriqueaba el borracho, restregándose por el suelo.
-¡Jefe, a su izquierda!-advirtió Koheler. Justo a tiempo, porque una ráfaga de disparos estuvo a punto de dejar a Silver hecho un colador.
-¡Morfo, los recargos!-pidió el cyborg. El pequeño multiformas desapareció unos instantes para volver con más balas para disparar. La taberna se había convertido en unos instantes en un campo de tiros, mientras los primeros caídos de la batalla rodaban por el suelo. La señora Cole se desangraba en un rincón, sin vida, mientras Scroop trataba de arrastrarse a un lugar seguro. Sarah se puso al lado de Silver, muerta de miedo. Tenía que llegar hasta Jim como fuera, pero primero tendría que sobrevivir a aquellos bandidos.
-¡Sí!¡Morded el polvo, canallas!-gritó Koheler. En ese instante un alienígena enorme de cuatro brazos le disparó en el pecho, el cuello y las piernas, y el camarero cayó al suelo, muerto.
-¡Koheler!-gritó Silver. Al otro lado el otro camarero cayó muerto también, con el pecho reventado-¡Twigg! ¡Voto al infierno!-Silver cambió el modo de su brazo cibernético de revólver a metralleta-¡Ahora os vais a enterar, condenados! ¡Os mandaré derechos al infierno, mamones!
Silver abrió fuego, una ráfaga de metralla que se llevó a otros tres criminales por delante, llenándolos de agujeros hasta desfigurarlos. Los tres que quedaban consiguieron refugiarse a tiempo detrás de las mesas, que se astillaron e incendiaron con los disparos del cyborg.
-¡Vámonos de aquí!-chilló la que parecía una cabeza con patas.
-¡Sí!-la apoyaron los otros, asustados, y echaron a correr hacia la salida.
-¡No vais a ninguna parte, montón de basura!-tronó Silver saltando desde la barra y echando a correr detrás de ellos.
-¡Silver espera! ¡NO! ¡SILVER!-gritó Sarah todavía detrás de la barra. Salió corriendo detrás de él, seguida por Morfo, y evitando pisar los muchos cadáveres que se extendían por la sala. La cosa no podía ir a peor.
-Cyborrrg-rugió Scroop, arrastrándose por el suelo con odio.
-¡SALTA ABÚ!-Aladdín y el mono cayeron a la azotea de un edificio, mientras la tabla de Jim estallaba en pedazos, destrozada por un disparo de los autovolantes de los guardias. Se acababan de quedar sin vehículo, pero Aladdín pensaba correr hasta quedarse sin piernas-¡VAMOS, DEPRISA!
Echaron a correr por la azotea del edificio y saltaron hasta el de al lado, mientras los coches de los guardias volaban cerca de ellos y disparaban, tratando de aniquilarlos. Aladdín no podía creer que quisieran matarlo. ¿Era para tanto?
-Maldita sea, que se esté quieto de una vez-se quejó uno de los guardias desde su coche.
-Dispárale un misil-sugirió el otro-acabemos de una vez.
-No quiero líos con la poli tío-se quejó el que conducía, temeroso.
-Joder, lo haré yo mismo-se quejó su compañero, y pulsó el botón de misiles.
Del auto salió un misil disparado, yendo a toda prisa hacia donde se encontraba el chico.
-¡YIAAAAA!-le advirtió Abú.
-¡JODER!-Aladdín rompió una ventana lateral y esquivó el tiro por los pelos. El misil se estampó contra un balcón e hizo saltar la pared por los aires, cayendo los escombros muchos metros más abajo. Aladdín miró a Abú asustado. Sí que iban en serio. Como no improvisasen, aquel sería el fin. Tal vez si llegaba a un coche a tiempo podría abrirlo con las llaves de Jumbaa y escapar-Abú, vete de aquí. A ti no te buscan-le pidió a su mascota, que negó con la cabeza-¡Por favor Abú, no quiero que te hagan daño!
-Uo, uo-el mono meneó la cabeza, en claro desacuerdo.
-Perdóname Abú-dijo Aladdín, con el rostro congestionado por el dolor. Luego agarró al mono y lo lanzó por las escaleras de incendio. Abú rodó varios pisos abajo, quedando fuera del alcance de los guardias.
-¡MUERE, HIJOPUTA!-gritó uno de los guardias desde su autovolante, soltando otro misil. Aladdín esquivó el impacto saltando de un edificio al de enfrente: se agarró a la bandera del estado que colgaba allí y haciendo una pirueta cayó en suelo seguro. No por nada era un acróbata reputado.
-¡Que os den!-les gritó Aladdín, sacándoles el dedo corazón, mientras los autovolantes aceleraban para capturarlo.
Aladdín siguió corriendo de un edificio a otro dando grandes saltos y burlando a los coches a ratos. Por su mente pasaban a gran velocidad un montón de imágenes: Yasmín, sus labios, su cuerpo… ella era la única que sabía que iba allí, la única que podía probarlo… a parte del tigre claro. Pero Razoul lo había esperado oculto, y luego había atacado. ¿Cómo era posible aquello? ¡BOOOM! Otro misil estalló, reventando una antena de televisión. En los pisos del edificio, los vecinos empezaron a cagarse en todo al perder las imágenes en sus pantallas. Cada uno tenía sus problemas.
¡BOOOOM! De repente Aladdín entendió todo: había alguien más de quien se había fiado, y que había pasado tanto tiempo sin ver que se había olvidado totalmente de él. Alguien que era en primer lugar quien le había ayudado a llegar hasta su princesa…
Aladdín dio un salto desesperado de un edificio a otro, pretendiendo agarrarse al saliente de la cornisa, pero no lo consiguió. Lanzando un último grito de desesperación, cayó al vacío, a miles de metros de abismo que lo aguardaban, cayó y cayó hasta estamparse contra un coche aparcado en la calle, y dejarlo hecho añicos.
-Joder… joder-Billy terminó de masturbarse, desesperado, mientras tiraba los restos de la bolsa de cocaína que acababa de terminarse por el váter. Tenía los ojos rojos, el pelo negro le colgaba por toda la cara y estaba pálido, muy pálido-acabemos de una vez…
La fiesta del Palacio Blanco había llegado a su punto álgido con el veterano comisario Mufasa ofreciendo un brindis por Suburbia, cuando Billy irrumpió en la sala principal y comenzó a andar dando tumbos. Muchos se dieron cuenta de que estaba allí y lo siguieron de reojo. No tardaría en armar escándalo, de eso no había duda. Nunca nadie lo había visto tan colocado.
-Tengo hambre-le dijo Billy a un camarero saltamontes, que soportó su fétido aliento a alcohol, impasible-dame-cogió lo que tenía en la bandeja, y empezó a engullirlo con desesperación. Luego escupió, asqueado, manchando el impoluto suelo de mármol-¡Vaya mierda! ¿Qué es esto?
-Caviar, señor-replicó el camarero, algo asustado.
-¡Lo odio!-se quejó Billy, pero en ese instante lanzó un aullido de dolor. Su estómago le acababa de decir basta-¡AAAAAAGH! ¡AUUUUU! ¡AAAAH, ME DUELE!-Billy cayó al suelo entre terribles dolores, retorciéndose.
-¡Oh, ya tenía que hacerlo!-se quejó el Duque de Weshelton.
-¡Que un médico lo atienda!-pidió Mufasa, preocupado.
-¡AAAAAAAGH! ¡AAAAAAH NOOOOOOO!-Billy se agarró a los brazos de los camareros que lo sujetaban y vomitó, pero no era un vómito normal.
-¡Madonna!-chilló Edna Moda asustada, al ver la sangre, mezclada con el caviar.
-¡AYIUDAAAAA! SPENCERRRR-gimió Billy, vomitando más y más sangre. Todo le daba vueltas, lo veía todo borroso y solo oía ruido, mucho ruido. La sobredosis de heroína y coca que acaba de meterse en el baño le estaba pasando factura.
-¡Déjenme verlo!-pidió Doc, una jovencita médico muy reputada.
Billy vomitó sangre en el vestido de Doc, y esta vez venía acompañada con algo parecido a las vísceras. Varios comensales retrocedieron, asqueados.
-Oh Dios mío-dijo Mufasa, consternado.
-BUAAAAAAAAAGH-Billy siguió vomitando y vomitando, notando como perdía el sentido. Una última imagen de Spencer despidiéndose pasó por su cabeza, pero fueron apenas unos segundos.
Luego sus ojos se apagaron.
Mientras Billy Joe Cobra yacía muerto en un charco de su propio vómito, Silver terminaba con el segundo de sus tres atacantes.
-¡Solo me quedas tú, cerdo!-le advirtió al último de los criminales supervivientes, una criatura similar a una babosa que emitía ruidos de flatulencias como habla.
-Pffff pddddd-pidió el alienígena, asustado.
-No, no creo que lo haga-Silver encendió su pistola y le apuntó al pecho, furioso, pero al verlo temblar tan indefenso sintió algo de lástima, y poco a poco bajó el arma-aunque puede que te deje vivir… para que cuentes esto en la cárcel…
¡BANG! El disparo le atravesó el pecho al cyborg limpiamente, haciéndole tambalearse y soltar el arma.
-Cuenta tú essto en el infierno, cyborg-dijo Scroop, arrastrándose con odio. A penas podía andar, le faltaban tres patas, pero tuvo la fuerza suficiente como para disparar el rifle una última vez.
Silver se giró, mientras por su pecho se extendía una gran mancha de sangre, y miró a Scroop, casi sin comprender.
-Muere-dijo el arácnido, levantando el arma para disparar otra vez.
En ese instante las sirenas de la policía comenzaron a resonar. Venían de Benbow, ya estaban al girar la calle.
-¡Otra vez!-Scroop arrancó la tapa de la alcantarilla y se metió dentro, lanzando una última mirada de odio con sus ojos amarillos a Silver-adiósssss-se despidió malignamente.
-¡SILVER!-Sarah acababa de encontrarlo, y corrió a él seguida por Morfo-¡SILVER, OH NO!
El cyborg se derrumbó en el suelo, mientras con su brazo mecánico trataba de contener la herida. Morfo se transformó en una tirita, pero ya era tarde: la bala lo había atravesado de lado a lado, y le había rasgado el tejido interior.
-Sarah… Sarah…-Silver miró a la mujer con su ojo natural como pudo, pálido y asustado-dile a Jim… que recuerde lo que le dije… que recuerde… ese día….
-Silver… por favor-los ojos de Sarah se anegaron en lágrimas, justo cuando la luz roja del cyborg se apagaba, indicando que su vida también…-¡NOOOOO! NOOOOOOOO
La policía cubrió a Sarah con una manta, mientras ella lloraba desconsolada, abrazando el cadáver del viejo posadero.
Jim estaba totalmente fuera de control. Hacía ya mucho que había dejado atrás el límite de velocidad, y los edificios y los coches, y todo lo que le rodeaba, pasaba borroso a su lado. Ya no reía, ni intentaba olvidar sus problemas. Estaba furioso. Y solo quería llegar a alguna parte. Pero no sabía a cuál.
-¡VAMOS!-gritó, acelerando aún más. La moto estaba ya casi sin energía, pero Jim pensaba llevarla al límite. Torció por una curva hacia una callejuela más estrecha. Detrás de él resonaban las sirenas de la policía, una vez más. Tenía que correr, tenía que darse mucha más prisa. Aceleró una vez más, no pensaba pararse por nada…
La niña estaba solo a unos metros. Jim la vio justo cuando giraba la calle, ella estaba cruzando, aunque estaba en rojo. Por el otro lado venía un enorme camión cisterna, pero no llegaría a atropellarla, porque ella llegaría al otro lado de la calle a tiempo. En cambio, su moto iba mucho más deprisa, y solo tardaría unos segundos en dejarla hecha pedazos.
Lo que sucedió a continuación fue casi mecánico. Podría decirse que el chico sabía de sobra lo que tenía que hacer. Giró la moto con todas sus fuerzas, intentando crear fricción para detenerla, a la vez que le daba a los frenos. Pero los coches de policía no fueron tan rápidos, y lo embistieron. La moto estalló contra los parachoques, y los autovolantes se frenaron, sin llegar a la niña, que consiguió cruzar al otro lado. Pero Jim saltó por los aires. Voló y voló, como si fuese un pájaro, voló dando vueltas, girando sobre sí mismo, y de repente todo le pareció lento y aburrido: la explosión de su moto, la mirada asustada de la niña, el ruido, los pitidos….
Se estampó contra el parabrisas del camión cisterna, manchando todo el cristal de sangre y quedándose pegado como una mosca. El conductor dio un frenazo, y los coches de atrás chocaron contra él. El líquido inflamable que el camión transportaba no tardó en entrar en combustión, y se produjo una brutal explosión que lanzó a los otros autos por los aires. Pero Jim no llegó a verlo, ya estaba muerto al chocar contra el camión.
Ya estaba muerto.
El padre de Jim le rascó la cabeza, y luego entró en el cuarto de su madre, cerrando de un portazo. El niño sabía que escucharía gritos, ya fueran de placer o de pelea, así que se alejó. Le hubiera gustado que él le felicitase por el barco que había construido, al menos por una vez.
Solo van al infierno las estrellas de rock.
-…creo que es el último-se escuchó una voz.
-¿Cómo lo sabes?-preguntó otra, inquisitiva.
-Chsssst, se está despertando-esa era una mujer.
-¡Eh, yo le conozco! ¡Dejadme verle!-esa la conocía.
Jim abrió los ojos lentamente. Estaba mareado. Le dolía la cara, la espalda y el estómago. Pero no era nada comparado con el dolor que había sentido hacía unos segundos. Se notaba como una de esas veces en que uno se duerme inesperadamente a mediodía, y luego siente que ha estado durmiendo mil años.
Poco a poco la imagen fue tomando consistencia. Había formas, personas, varias personas. Jim distinguió a varias mujeres y también a un anciano, y a un gordinflón. La cara que estaba más cerca fue la primera en aclararse, y el chico no pudo evitar dar un grito de sorpresa.
-¡TÚ!-dijo, incorporándose y agarrándole por el cuello de la camisa.
-Hola Jim, tío-saludó Aladdín-no sé dónde estamos. Pero tengo malas noticias sobre tu tabla…
Fue entonces cuando Jim entendió que estaba todo mal, y que nunca volvería a ser como antes.
Espero que os haya gustado, este es el fic más ambicioso que he escrito hasta ahora. Por favor dejad un review comentándome lo que más os haya gustado o interesado, o si tenéis alguna crítica también será bien recibida.
