Dos semanas habían pasado desde que Harry había vencido al señor Tenebroso. Y justas dos semanas llevaba la comunidad mágica celebrando ese logro. Eso que solo pudo hacer Harry Potter, el primero que había sobrevivido a una maldición asesina, y había salido impune de una maldición de tal calibre con tan solo una pequeña cicatriz en forma de rayo en su frente. Nada más que eso. El niño que en infinidad de veces se había enfrentado al mago más temido de todos los tiempos, y él único que lo había derrotado en todos los enfrentamientos.
Pero esa vez fue la definitiva, esa vez Lord Voldemort había muerto. Y ni siquiera ese crío de diecisiete años había murmurado una maldición asesina, él se defendió con un simple hechizo de desarme, y ese conjuro chocó contra el que lanzó el Señor Oscuro, rebotando su maldición y muriendo en ese mismo instante.
Nada más caer ese mago, los mortífagos, sus más fieles seguidores, fueron llevados a Azkaban sin ningún tipo de miramientos.
Una vez fueron encarcelados, se llevó a cabo un funeral por las personas que habían muerto en esa cruenta guerra, casi cien magos inocentes, que habían muerto como verdaderos héroes, para defender a los suyos. Y todos ellos tuvieron una ceremonia como se merecían, y todos ellos fueron enterrados en un lugar digno de todos ellos.
Y hoy, dos semanas después de ese fatídico a la par que maravilloso día, prácticamente toda la comunidad mágica había salido al exterior para celebrar por ello.
Todos los magos estaban repartidos en diferentes bares, cafeterías, tiendas… y demás sitios públicos.
Y muchos de ellos se encontraban en Las Tres Escobas, y allí se encontraba Harry Potter. Harry Potter y sus más allegados.
Todos se reunían y comentaban sobre cómo serían ahora sus vidas. Ya que a partir de entonces podrían vivir en la tranquilidad. Sin miedo de salir a la calle, incluso.
Los magos que se encontraban allí estaban más o menos animados, unos más felices, y otros menos, ya que muchos habían perdido a algún ser querido. Pero todo el mundo entablaba, al menos, conversación con los demás.
Excepto Hermione Granger.
Hermione era una chica de pelo castaño y rizado, cuando era una niña, lo tenía bastante enmarañado, pero al final, había conseguido domarlo. Tenía unos grandes ojos de un hermoso color avellana.
Ella era de estatura media, y delgada, y debajo de su ropa, escondía unas bonitas curvas que, hasta ahora, nadie había tenido el lujo de contemplar.
Ella estaba apartada en un rincón, y, en la distancia, observaba a Ron Weasley, ella estaba enamorada de ese muchacho pelirrojo y pecoso, que desde hacía siete años era uno de sus mejores amigos.
Y el día que se libró esa batalla en Hogwarts, se había besado con Ron. Pensaba que el chico sentía lo mismo hacia ella. Pero, ese día, se había dado cuenta de que no era así.
El pelirrojo se besaba con Lavender Brown, una chica que iba a su mismo curso, y que además había pertenecido a su misma casa.
Y mientras, Hermione, con lágrimas en los ojos, no podía apartar la vista de la joven pareja.
Tan absorta estaba, que no se dio cuenta de que había alguien a sus espaldas.
Draco Malfoy era un joven mago, de cabello rubio y ojos grises, y con un físico que nada tenía que envidiarle a las esculturas griegas. No había nada que objetar contra su físico. Su único defecto era su carácter. Arrogante, solía arrastrar las palabras, denostando aburrimiento. Clasista, creyéndose superior a los demás solo por haber nacido de padres magos. Ex mortífago, aunque, en su favor, había que añadir que no tuvo elección. Y también, que, en la batalla final librada en Hogwarts, decidió no participar.
Draco Malfoy había posado su vista en una joven castaña, que, al igual que él, se encontraba sola en ese local.
El muchacho sonrió y decidió acercarse a incordiar, y así, de paso, divertirse un rato a costa de esa sangre sucia.
Se acercó arrastrándose, cual serpiente que era, hasta situarse a las espaldas de ella. Se inclinó lentamente sobre ella, acercando su boca al oído de ella. Y mientras ejecutaba ese movimiento, se degustaba con el aroma a vainilla que desprendía el cabello de su enemiga. Pero decidió no pensar en su delicioso aroma.
-Granger- la chica pegó un brinco en su silla, ya no solo por el susto, si no porque le impactó el aliento del chico en su oído-, como no dejes de mirar a la comadreja, lo vas a desgastar- arrastró las palabras, no abandonando su costumbre.
Los colores acudieron rápidamente al rostro de Hermione, ¿tan obvio era que no dejaba de contemplar a Ron y a su acompañante? Parecía que sí. Había caído en ese detalle hasta la persona que más la detestaba y menos atención le prestaba.
Aunque, en lo primero no se equivocaba, no era así en lo segundo.
-Métete en tus asuntos, Malfoy- contestó ella, se levantó de la silla y se dirigió a la barra, a pedir una cerveza de mantequilla, y a huir de Malfoy, de paso.
Él no se movió de su sitio, y observó como la chica bebía de su jarra. Y de nuevo, como de manera fugaz, volvía a detener su vista sobre la comadreja.
Volvió a acercarse a ella, total, no tenía nada mejor que hacer. Y pidió un whisky de fuego. Bebió un trago.
-Pensé que después de tantos años te habrías dado cuenta de que tu devoción hacia la comadreja no es correspondida- ella lo miró con el ceño fruncido. ¿Acaso sabía él sobre sus sentimientos hacia Ron, o solo se lo estaba inventando ahora, ya que ella no dejaba de mirar al pelirrojo?
-Malfoy, me he venido aquí para perderte de vista, así que, si no te importa…- le hizo un gesto con la mano, invitándolo a irse.
-No seas así, Granger- otro trago a su vaso-, ¿no podemos conversar un rato?
-¿Desde cuándo te interesa conversar conmigo?- cada vez le sorprendía más su actitud.
-Se ve que desde ahora, ¿te apetece charlar un rato? Te aseguro que tengo más y mejores temas de conversación que Weasley- esbozó una media sonrisa.
Ella tomó aire, calmándose a sí misma, si no, iba a saltar, y no le apetecía discutir con nadie, y mucho menos con él. Bebió de su jarra.
-¿Te apetece probar algo más fuerte?- le acercó su vaso.
-No, esto está bien.
-Vamos Granger, ¿lo has probado alguna vez? Seguro que no, anímate- insistió. Ella tomó el vaso del chico y apenas le dio un sorbo a su contenido, cerró los ojos al notar la quemazón por su garganta.
Él pidió otro vaso de whisky.
-Termínate tú ese, el primer trago es más fuerte, pero luego esa sensación de quemazón en tu garganta se pasa-. Ella volvió a beber y comprobó que era cierto.
En ese instante, Ron y Lavender se separaron y el chico buscó con la mirada a Hermione. Y, cuando vio junto a quién se encontraba, decidió acercarse.
-Hermione, vamos, no quiero que te moleste el hurón- la agarró del codo.
-Eres tú el que me está molestando Ron, así que, por favor, déjame, y no dejes a Lavender sola.
-Ya has oído comadreja, vete por dónde has venido- le indicó el rubio. Y el aludido, a grandes zancadas, se retiró- ¿y desde cuando has dicho que te gusta la comadreja?
-No lo he dicho, Malfoy- ella dejó a un lado su cerveza de mantequilla y bebió Whisky de fuego.
-Acabas de delatarte-le dijo-. Pensé que también le gustabas.
-Yo también lo creí- las palabras escaparon de sus labios, y en ese mismo momento se arrepintió de lo dicho, pero ya era tarde.
-Te dio falsas esperanzas, ¿cierto?
-No voy a hablar contigo sobre mis asuntos, Malfoy- le dio un gran trago al vaso de alcohol. Pero él le quitó el vaso.
-No bebas tan rápido, vas a ponerte mala Granger, no estás acostumbrada a beber.
-Sabrás tú- murmuró, pero no lo suficientemente bajo.
-¿Acaso acostumbras a beber alcohol?- acercó su rostro al de la chica y le sonrió de forma coqueta.
Ella no respondió, sacó el monedero del bolso para pagar sus consumiciones.
-Rosmerta, cuando puedas, me dices lo que es.
-Déjalo Granger, pago yo- sacó un galeón y lo puso sobre la barra.
-Gracias- la chica se puso una rebeca, se colgó el bolso, y se dispuso a abandonar el bar- adiós, Malfoy.
El rubio contempló cómo se marchaba, y dudó sobre si debía seguirla o no. Cuando la puerta se cerró tras Hermione, él echó a correr.
-¡Granger, espera!- ella se detuvo, hasta que él la alcanzó.
-¿Qué quieres, Malfoy?- le dijo, sin mirarlo.
-¿Por qué no damos una vuelta?- ella se giró, y lo miró con gesto interrogante.
-¿Seguro que quieres dar una vuelta con una sangre sucia?
-Esto… sí, me apetece, venga, olvidemos por un rato los prejuicios, podemos hablar sobre algo inteligente, que de seguro no lo puedes hacer con tus amigos.
-Y dices que vas a dejar lo prejuicios por un rato, ya veo- siguió su camino, pero él la agarró de la muñeca.
En el momento en el que sus pieles se rozaron, sintieron una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, elevaron la vista y se miraron a los ojos. Fuego contra hielo.
-No hay nadie en mi casa, ¿qué te parece si nos dejamos caer por allí?
-No me parece muy buena idea, Malfoy-se mordió el labio inferior. Tentando al rubio.
-Vamos, no va a pasar nada.
-Pero yo… allí- y él recordó todo lo que la chica había vivido, e imaginó que no querría recordar todo eso.
-Aparezcámonos directamente en mi cuarto, está muy alejado de la sala principal, confía en mí- ella clavó su mirada en los ojos de él, y dio una seca cabezada, en señal de que aceptaba.
Él, que no había soltado aún su muñeca, tiró de ella, y la pegó a su cuerpo.
Segundos después, se encontraban en el dormitorio del rubio. Se separaron bruscamente.
-¿Y vas a contarme qué sucedió para que creyeras que le gustabas a la comadreja?
-No vas a dejar pasar el tema, por lo que veo- ella estaba contemplando su dormitorio, decorado con motivos de su casa de Hogwarts. Y fijó su vista en una foto colocada sobre la cómoda, en la que saludaban, sonrientes, una joven y bella mujer, con un niño, igual de hermoso, de unos dos años, sobre sus brazos.
-No, voy a seguir insistiendo- él se apoyó sobre la cómoda, mirándola fijamente.
-¿Qué te ha dado, para que me hables de manera tan civilizada, incluso amable?
-No intentes cambiar de tema, Granger.
-Está bien, ¿quieres saber?- asintió el rubio-, nos besamos, el día de la guerra.
-Granger, que una persona te bese no significa que le gustes.
-Sí, ya veo- soltó un suspiro.
-No estés así por eso, él se lo pierde- lo miró fijamente-, es cierto, no entiendo cómo es que le gusta besarse con Brown- empezó a caminar, dándole la espalda-, esa chica es insoportable, a parte, no es atractiva.
Se giró de golpe, y se encontró muy cerca de ella, que había andado detrás de él, y contempló de cerca su rostro, y pudo ver lo hermosa que era.
-Gracias- le susurró ella.
-Por nada Granger- se encogió de hombros-, no he dicho más que la verdad- atrapó entre dos dedos un mechón rebelde y se lo colocó detrás de la oreja, y ella, de manera tonta, se ruborizó.
Él sonrió al ver sus mejillas sonrosadas, y no lo puedo evitar, su cerebro tuvo que dejar de funcionar, ya que se acercó a ella, a su rostro, a sus labios, y los rozó con los suyos, un leve contacto, pero que a ambos les gustó.
Ella, ante la sorpresa, abrió desmesuradamente los ojos, pero lentamente los cerró, no quería conformarse con un solo contacto.
Él mordió su labio inferior, y lo apretó con sus dientes, aunque sin ejercer fuerza.
Y se olvidaron de todo.
Él se olvidó de sus prejuicios de sangre.
Ella se olvidó de Ron.
Y solo se dedicaron a besar al otro.
Draco pasó una mano por detrás de su cintura y la estrechó contra su cuerpo, y ella colocó ambas manos en sus fornidos hombros.
Y el beso, que primeramente fue un roce de labios, fue tornándose más y más pasional. Él pasó la punta de su lengua por los labios de ella, que dejó escapar un suspiro y entreabrió la boca, acogiendo la lengua de su enemigo.
Exploraron sus bocas, enredaron sus lenguas, mordieron sus labios. Descubriendo lo que les gustaba el sabor del otro. Descubriendo que besarse era una sensación tan maravillosa…
Hermione subió sus manos y enredó sus dedos en el suave cabello de él, revolviéndoselo, y tiró delicadamente de la cabeza del chico, acercándolo más a ella.
La sostuvo de la cintura y la condujo hasta su cama. Recostándola sobre la misma. Se posicionó sobre ella, apoyándose en sus brazos, para no dejar caer el peso de su cuerpo sobre el de ella.
Y bajó hasta su cuello. Lamiendo y mordiendo, provocando que ella gimiera, y él excitándose aún más con la música que salía de los entreabiertos labios de ella.
Descendió hasta el nacimiento de sus pechos, pero la molesta blusa se interponía en su recorrido, por lo que desprendió los primeros botones, saboreando con su lengua la piel de la chica que acababa de dejar al descubierto.
Pero Hermione puso las manos sobre los hombros de él y lo apartó. Pero no se detuvo. Ni se fue. Llevó sus temblorosas manos hasta los botones restantes de su blusa, para facilitarle las cosas. Ya que a ella le gustaban las sensaciones que estaba descubriendo y experimentando.
Y él sonrió de medio lado y la ayudó con su tarea, y después alzó los brazos cuando ella tiró hacia arriba de su camiseta. Ella se mordió el labio al ver el pecho escultural que poseía el chico, y eso que no lo había visto completamente desnudo, aún…
Volvió a tumbarla en la cama, y mientras saboreaba su cuerpo, se dedicó a la tarea de deshacerse de sus pantalones. A la castaña solo le quedaba la ropa interior. Se posicionó entre sus piernas, y se dedicó a besarle el cuello, dándole suaves mordidas.
Hermione llevó las manos a la cinturilla del pantalón de Draco, y, mientras él la besaba, ella le desabotonó el pantalón. Draco llevó una mano a la espalda ella para quitarle el sostén, y lo hizo mientras jugueteaba con el lóbulo de su oreja.
Y la liberó del sostén.
Y los colores rápidamente acudieron al rostro de ella. Era la primera vez que se encontraba desnuda ante un chico. Se puso de rodillas para contemplarla, y sus pantalones cayeron, quedando atrapados en sus pantorrillas. Ella giró el rostro para no verlo a la cara, estaba avergonzada. Pero él le tomó el rostro con delicadeza y se lo giró, para que lo mirara.
Y cuando la miró a los ojos, le sonrió de medio lado y le dio un corto beso en la comisura de los labios. Hermione giró el rostro, buscando su boca, y él la complació.
Ella se incorporó de nuevo en la cama, y se abrazó más a Draco, dejando sus cuerpos completamente pegados, y notando el abultado miembro de él contra su vientre.
Draco bajó hasta sus pechos hasta poner el rostro a su altura. Y así poder degustarse con ellos. Besar la piel de los mismos, lamer sus pezones…
Y, mientras tanto, Hermione se limitaba a lanzar sonoros suspiros y gemidos.
Después de recorrer sus cuerpos mutuamente, Draco desprendió a la castaña de la última prenda que le quedaba. Y se deshizo también de la suya.
Se posicionó entre las piernas de Hermione, y comenzó a penetrarla lentamente, descubriendo la estrechez del sexo de su amante, quien se aferró a sus hombros con fuerza y cerró los ojos. A medida que el chico se adentraba en ella, Hermione emitía quejidos de dolor y placer, que acallaba en el cuello del rubio.
Él deseaba adentrarse en ella de una embestida, pero sabía que la chica era virgen, y sabía que si no iba con cuidado, la dañaría.
Y de forma pausada, comenzó a entrar y salir de ella, mientras besaba su cuello y mordía el lóbulo de su oreja.
El dolor que Hermione había sentido, disminuyó por completo, y rápidamente fue sustituido por una ola de placer. Y ella comenzó a mover sus caderas.
El ritmo iba en aumento, y lo único que se escuchaba eran gemidos y ruido de muelles.
El orgasmo azotó con fuerza a Hermione, y al sentir como la invadía, arqueó la espalda y gimió más fuerte. Lo que excitó más al chico, que aumentó el ritmo, y pronto alcanzó también la cima del placer, derramando sus mieles dentro de ella.
Justo después, salió lentamente de Hermione y se dejó caer sobre ella, pero rodó hacia un lado de la cama para liberarla de su peso.
Sus respiraciones eran agitadas, y sus pechos subían y bajaban rápidamente.
Hermione giró su rostro hacia un lado, y se encontró con el escudo de Slytherin. Y recordó que había ido a la casa de Malfoy.
Se levantó de un brinco de la cama y empezó a vestirse apresuradamente.
-¿Ya te vas?- le preguntó el muchacho, cuando vio que ella se levantaba tan repentinamente.
-Sí, es lo mejor- comenzó a abotonarse la blusa-. Yo… yo no…- le temblaba la voz.
No quería pasar más tiempo en esa mansión. Esa mansión que le traía tan malos recuerdos.
-No te va a pasar nada, Granger. No hay nadie más aquí.
Ella se giró para mirarlo, y abrió los ojos de forma desmesurada cuando vio la Marca Tenebrosa tatuada en el antebrazo del rubio.
Él se dio cuenta de que había visto su marca. Se maldijo mentalmente. ¿Cómo no se acordó? No debería haberse quitado la camisa.
-Granger…- la tomó del brazo.
-¡No me toques, Malfoy!- se liberó de su agarre de un tirón.
Y no le dio tiempo a decir nada más, no le dio tiempo a defenderse. Porque ella desapareció con un ruido sordo.
Y él se dejó caer en la cama. ¿Cómo era que había acabado acostándose con la sangre sucia? Pero tenía que reconocer, que no había estado mal, pero que nada mal.
No tenía importancia lo que había sucedido.
Pero no sabía cuán equivocado estaba.
Ya que todo acto, tiene sus consecuencias…
