Es el primer Fic que subo, piedad por favor T_T
If You Were Mine
-¿De verdad tengo que irme? – Dije, la verdad no me hacía ninguna gracia mudarme a Nueva Jersey, es decir ¿Por qué tenia que irme? Estaba perfectamente en mi ciudad natal, con mis amigas de toda la vida y junto a mi familia. Ahora resulta que tenía que irme con mi padre y no por un corto tiempo, sino varios meses. Es un verdadero fastidio no ser mayor de edad, para hacer lo que quieras ¡Y cuando quieras! Mi madre tan solo se dedicó a suspirar, me dio dos besos y me entregó las maletas. No me escuchaba, tan solo hacía lo que se le venía en gana. Rodé los ojos y me di la vuelta, entrando en el tren. El vagón estaba vacío, no había nadie en él. Suspiré sonoramente y subí las maletas a la pequeña cestita que se encontraba sobre mi asiento. Antes de dejarla completamente, saqué mi viejo Ipod del bolsillo. Me senté en un asiento cualquiera y me dediqué a escuchar música durante todo el trayecto hacia lo que ahora sería mi nueva casa.
Sobre mí, me llamo Jessica, tengo quince años, mi pelo es castaño oscuro y mis ojos verdes. Mis padres están separados, vivía en Nueva York, un sitio que me encanta, pero claro, mi madre se había empeñado en que debía pasar más tiempo con mi padre. A él tan solo le veía los fines de semana, cosa suficiente. No es que no me gustase, sino que no estaba demasiado a gusto en esa ciudad, pero en fin. Tendría que aguantarme ¿No? Obvio…
Por otro lado, amo la música, digamos que es necesaria para mi vida, casi tanto como respirar.
De repente noté como el tren se paraba bruscamente, haciendo que casi me cayera hacia delante. Me quejé en voz alta, de todas formas no había nadie para oírme. Escuché vagamente unos pasos, mientras me acomodaba en el asiento, no les presté atención.
-¿Estás bien? – Dijo una voz masculina. – Te he oído quejarte – Me giré hacia el lado de donde provenía la voz, era un chico joven pero parecía mayor que yo, de unos ¿diez y ocho podría ser?, como fuera. Tenía el pelo más o menos largo, liso y oscuro, sus ojos eran de un marrón intenso. Vestía unos jeans estrechos y una camisa negra.
-Si, perfectamente… - Algo confusa, retiré mi mirada de sus ojos.
-¿Puedo sentarme? – Musitó, señalando el asiento que se encontraba de cara a mí, asentí.
Ese chico no apartaba su irritante vista de mí. Yo tan solo intentaba ignorarle, escuchando mi propia música como anteriormente. Pero no pude evitarle, me estaba sacando de quicio.
-¿Ocurre algo? – Arqueó sus cejas, para después negar con la cabeza y sonreír amablemente. Observé como giraba el rostro y comenzaba a observar los paisajes a través de la ventana.
-Perdona… ¿Te he visto antes? – Dijo al cabo de un rato, arqueé las cejas.
-No, no creo – Soy cortante, lo sé.
Tras media hora de viaje, el tren paró. Me levanté de mi sitio, al igual que él. Cojí mis cosas y me dirigí hacia la puerta lo más rápidamente que pude. Mi padre esperaba en la estación, sentado en un banco, mirando hacia la nada. Corrí hacia él.
-¡Papá! – Elevó el rostro al escuchar mi voz. Vino hacia mí con los brazos abiertos, le abracé sin rechistar. – Hola papá.
-Estás muy delgada – Dijo mirándome de arriba a bajo. Era cierto, estaba delgada, pero tampoco demasiado.
Subimos al viejo coche, no sabía hacia donde me llevaba, no recordaba como era la ciudad, donde estaba cada sitio.
-Tengo una sorpresa para ti – Elevé las cejas. – Algo que te gustará. – Sonreí, nunca sabía lo que pasaba por la mente de mi padre. Suspiré, seguidamente introduje mi mano en el bolsillo de mi pantalón… Oh… Oh no.
-¡Mi Ipod! – Grité, mirando a todas partes, tratando de encontrarlo. Pero no aparecía, mi objeto mas preciado en el mundo no aparecía. ¡Tenía canciones propias ahí dentro! No, no podía dejar que nadie las escuchara. - ¡El tren! Oh no…
-¿Qué ocurre? – Dijo extrañado por mis gritos y mi desesperación.
-Mi MP4, no está – Volví a mirar en mis bolsillos, pero no estaba. - ¿No puedes parar? Necesito volver al tren. –
-Pero si ya hemos llegado – Suspiré sonoramente. Empiezo bien, perdiendo las cosas, genial. – No te preocupes, mañana iremos ¿De acuerdo? – Asentí cabreada.
Tan rápido como paró el coche, abrí la puerta, saliendo de él. Observé el alto edificio, era tremendamente elegante y precioso. Mi padre sonrió, tras eso me rodeó con el brazo y me empujó levemente, haciendo que entrara al edificio. El interior era mucho mejor, había una pequeña recepción y un chico de unos veintisiete años detrás del mostrador, me miró con curiosidad a la vez que una sonrisa ocupaba su rostro. Era guapo…Pero demasiado mayor para mí. Negué con la cabeza, mirando hacia otro lado. Entramos al ascensor, papá pulsó el numero dos y la maquina se elevó. Permanecíamos en silencio, sin entablar ningún tipo de conversación.
Él pasillo era luminoso y bastante bonito. Nos detuvimos en una de las puertas "202".
-Vamos, haz los honores – Dijo sonriente, comido por la emoción. Me entregó las llaves. Las cogí algo temerosa y abrí la elegante puerta de madera castaña clara. La habitación era realmente increíble, corrí dentro de ella, observándola con los labios entre abiertos.
-¡Es genial! – Exclamé.
-Me alegro de que te guste. – Vaciló – Por que vivirás aquí a partir de ahora.
-¿De verdad? – Asintió - ¡Gracias papá! – Corrí a abrazarle, comenzó a reír.
-Bueno, te dejo tranquila, tomate el tiempo que quieras para instalarte. Tus cosas están en recepción, pídele al chico que te las suba ¿De acuerdo? – Asentí. – Cualquier cosa, me llamas. Estoy viviendo en el edificio que da esquina, el numero tres. – Y dicho aquello salió por la puerta. Sonreí, el apartamento era absolutamente genial. Los muebles eran modernos y preciosos, había una gran televisión de pantalla de plasma. Caminé hacia la primera puerta, en ella se encontraba el baño, con una amplia ducha, reí. La segunda puerta era mucho mejor, ¡Mi habitación! Con una gran cama de matrimonio para mi sola, y un gran guardarropa. Dejé de inspeccionar las habitaciones, cogí las llaves y salí a por mis cosas. Caminé tranquilamente por el pasillo, observando la cantidad de puertas que había. Hasta que sentí un fuerte quemazón en mi pecho, un líquido ardiente se había derramado en él. Grité.
-¡Lo siento! – Dijo una voz… una voz increíblemente familiar. – Déjame que te ayude.
-¡Tú! – El chico del tren – ¡Ten más cuidado! – Grité de nuevo histérica. Él tan solo intentaba limpiar el desastre que había armado – Déjalo, lo estás empeorando… quema –
-Lo siento de verdad – Fue lo ultimo que escuché ya que salí corriendo hacia mi puerta, él me seguía. Algo golpeó mi mente, no tenía la ropa todavía.
-Esto es perfecto, no tengo ropa – Dije en un susurro.
-¿No tienes nada? – Dijo amablemente, negué con la cabeza, mientras intentaba apartar la tela mojada de mi cuerpo. – Ven – Le miré sin comprender. – Vamos, te dejaré alguna cosa – Agarró mi muñeca y tiró de ella.
-No es necesario, mi ropa está abajo – Aproveché para hablar mientras abría la puerta.
-Es mi culpa, déjame ser amable ¿No? – Sonrió, me sonrojé. Entré tímidamente en el apartamento detrás de él. Era como el mío, tan solo, algunos de los muebles eran distintos. –Siéntate, voy a buscar algo. – Asentí, pero no le hice caso, me quedé de pie. En medio de la estancia.
Tras cinco minutos apareció por el pasillo con una pequeña toalla en mano y una camisa marrón en la otra. Me tendió la mano, con las prendas en ella.
-No encontré nada mejor, lo siento. – Curvó los labios, formando una sonrisa.
-No… está bien, gracias – Las cogí, rozando inevitablemente su mano, estaba tibia, ni demasiado caliente ni demasiado helada. Una temperatura perfecta.
-La ultima puerta del pasillo, cámbiate allí – Señaló el sitio con una mano. Asentí, eché a andar hacia la habitación, noté su mirada sobre mi espalda. Giré el pomo de la puerta y me adentré en el cuarto, parecía su habitación. Una gran cama en el medio, al lado derecho un armario y al otro, una pequeña mesa con varias fotos, me acerqué curiosa. En una de ellas, aparecía él, junto a otros dos chicos, ambos con el pelo rizado. Y en la otra, dos personas adultas, un hombre y una mujer, abrazados felizmente.
Dejé de curiosear y me quité la camiseta, dejándola en una esquina. Era negra, con una corbata en ella. Observé con detenimiento la camisa que me había entregado. Era elegante.
Me la puse rápidamente, me remangué y seguidamente me reflejé en el espejo. No me estaba del todo mal, no se me ceñía al cuerpo, me quedaba ancha, algo grande. Salí de la habitación con mi vieja camiseta sucia en la mano. Él chico esperaba, reposando sobre la pared, mirando hacia ningún punto en concreto.
-Ehm… - Dije nerviosamente. Dirigió su mirada hacia mí, sonriendo a la vez. –Gracias… -
-No hay de qué. Por cierto – Arqueé las cejas y observé como introducía una de sus manos en el bolsillo, extrayendo de él un… Ipod… oh, mi Ipod. - ¿Es tuyo, verdad?
-Mi… - Alargué la mano para cogerlo. Me tendió su brazo, con el aparato entre sus dedos.
-Lo dejaste en el tren ¿Cómo te llamas? – Dijo sin soltarlo del todo.
-Jessica Stevenson, puedes… llamarme Jess – Musité tímidamente. No sé como ocurrió, pero… me perdí en sus ojos. Me fundí en aquella mirada. Él me miraba curioso, esperando alguna reacción por mi parte.
-Joseph Jonas, Joe para tí –
Fin del primer capitulo, muchas gracias por leer! :3
