Empecé a escribir esto....um.....creo q como el 14 de febrero cerca de las 11 de la noche. Lamentablemente mi vida escolar (asdsadsadsdasdssd malditos examenes!!!!! T.T) se interpuso y no lo pude terminar, pero aprovechando mis horas libres (y q me plagie la red inalambrica de postgrado XD -gracias a la persona q me dio la contraseña!!! ^^-) me puse a escrbir y aqui les va la primera parte!!!! (pense en subirlo de un jalón cuando lo terminara, pero se me hacía q me estaba quedando medio larguito ) la segunda la subire cuando llegue a mi casa (porq ya no tengo que estudiar para examenes ni q preparar clases q exponer!!! ^^) Espero q no les importe q lo haya subido un poquito tarde de la fecha XD

DISCLAIMER: Hetalia no me pertenece de ninguna forma (que mas quisiera T.T), bla bla bla.....

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El inglés suspiró y frunció el ceño, visiblemente molesto. Era ese día otra vez.

San Valentín…

Había una larga fila para entregarle chocolates bellamente envueltos a Roderich. Elizabetha ya le había entregado el suyo y ahora coordinaba esa y otra fila. Aparentemente a muchos no les importaba que en ese día las chicas fueran las que se suponía debieran regalar los chocolates, algunos habían decidido darle regalos a Elizabetha también. Algo lejos Gilbert gritaba a los cuatro vientos como él recibiría más chocolates que el "podrido señorito" y la húngara juntos, lo que luego de un rato terminó por fastidiarla, así que le arrojó algo directo a la cabeza.

El albino indignado empezó a reclamarle, aunque si hubiera visto el objeto que hubiera chocado contra su cabeza momentos atrás, habría notado que se trataba de un paquete con su nombre, envuelto con un bonito listón.

Feliciano perseguía a Ludwig, intentando hacer que a toda costa probara la pasta de chocolate que había preparado especialmente para ese día.

Toris sostenía una caja de regalo y seguía a Natalia para entregársela, aparentemente él también había ido contra la costumbre normal. Por otra parte, la chica buscaba frenéticamente a Iván para entregarle su chocolate, ajena al hecho que el ruso se encontraba escondido y temblando de miedo del sólo pensar en lo que pasaría si lo encontraban.

Y así seguían y seguían…

Arthur se cruzó de brazos para hacer más evidente su molestia. ¿Qué tenía ese día que hacía que todos actuaran de manera tan ridícula? Hasta Kiku se había contagiado de aquel extraño comportamiento. Justamente acababa de verlo atando un diminuto paquete en torno al collar de un gato.

Simplemente no lo comprendía. ¿Era tan importante recibir chocolate o regalos? Primero, esos objetos carecían de utilidad, luego, los chocolates no tenían ningún valor nutritivo, y ni pensar en las caries… ¡Si a él ni siquiera le gustaba el dulce!

-¡Hahaha! ¿Por qué tan solo, Iggy?

Genial, justo lo que le faltaba. Reconocería esa voz en cualquier parte y pertenecía a la persona a quien menos quería ver en ese momento.

El inglés se volvió lentamente para encontrar sus sospechas confirmadas.

-¿Qué demonios quieres? Y ya te he dicho mil veces que no me llames Iggy.

-¡No tienes que ser tan amargado! Sólo quería enseñarte todo lo que me regalaron-fue entonces que notó que el americano sostenía dos bolsas llenas de paquetes. Arthur hizo una mueca- ¡Que tal! Recibí más que el año pasado.

-Felicidades-dijo de manera forzada-Ahora si me disculpas, tengo mejores cosas que hacer.

-¿Por qué te enojas?-le preguntó mientras le cerraba el paso- ¡Es San Valentín! ¿O es que acaso no recibiste nada este año?- lo cuestionó burlonamente y luego echó a reír.

El otro retrocedió y miró al piso.

-No es como si quisiera recibir algo de todas formas…

Alfred guardó silencio de golpe y miró al inglés por unos instantes antes de atreverse a hablar.

-Osea que… ¿en verdad no recibiste nada?

-¡Sólo porque no quise, está bien!

-Um….bueno, como el héroe que soy no puedo dejar pasar eso…-bajó las bolsas y comenzó a buscar algo en una- ¡Ajá! Toma uno de los míos, de todas formas ya tengo muchos y seguro que luego me darán más-le ofreció un paquete rojo envuelto con un listón azul con estrellas blancas.

Arthur tomó el regalo y lo observó fijamente, para luego centrar su atención en el sonriente americano frente a él.

-¡Grandísimo idiota!- se lo arrojó con fuerza a la cara.

-¡Auch!-por el golpe sus lentes cayeron al suelo-¿Pero qué te pasa? ¡Sólo estaba siendo amable, no tenías porqué…!-quiso continuar, pero el ver que una lágrima había brotado de esos heridos ojos verdes lo hizo callar.

-¡Cómo si necesitara que alguien, especialmente tú, me tuviera lástima!

Y se dio la media vuelta y empezó a caminar con la cabeza bien en alto, en un vano intento por mantener su orgullo.

Alfred recogió sus lentes, preguntándose porque Arthur había reaccionado de esa forma.


-Es natural que reaccionara así.

-¡No, no lo es! Yo estaba siendo amable. Si no quería mi regalo simplemente tenía que decirlo, no tirármelo en la cara.

Matthew suspiró. Realmente a veces (casi siempre) era imposible intentar razonar con su hermano.

-Supón que las cosas hubieran sido al revés, que tú no hubieras recibido nada y que Arthur sí, y que además luego de burlarse te hubiera dado uno de sus regalos.

-¡Ja! Pero si eso es imposible…

-Muy bien, entonces…-apoyó su barbilla en su mano, mientras intentaba pensar en un buen ejemplo- imagina que están dando nuevas figuras de acción en Mc Donals, pero solo a aquellas personas que consiguieron un boleto especial…

-¡Wow! ¿En serio? ¡Tengo que ir por uno!

-Al, nada más es un ejemplo…

-Oh, ok…entonces continua.

-Muy bien…-volvió a suspirar- ah, te decía…necesitas un boleto especial, pero resulta que ya no pudiste conseguir ninguno. Entonces aparece Arthur y comienza a burlarse de ti porque además él consiguió dos figuras de acción y luego te ofrece una de las suyas, ¿Qué harías?

-Me quedo con el juguete claro, pero primero lo golpeo por burlarse y…oh, creo que ya entendí.

Matthew negó con la cabeza. Realmente dudaba que Alfred hubiera comprendido del todo, pero al menos se había hecho una idea del porqué Arthur se había molestado.

-Seguramente pensó que fue por lástima, recuerda que no todos podemos ser tan populares como tú-expresó tristemente.

-¿Dijiste algo, Mattie?

-Nada…-Alfred miró a su hermano menor y alzó una ceja- no importa.

-Bueno… ¡Oh, pero este año si tuviste suerte!-exclamó orgulloso al notar una caja alargada que sobresalía de la mochila de Matthew- Este año alguien se acordó de ti.

-En realidad, es un regalo para alguien más-se sonrojó.

-¿Para quién?

En ese momento la puerta del salón dónde ambos hermanos se encontraban se abrió, mostrando a un joven francés de cabello rubio y ojos azules.

-¿Matthew? Te estaba buscando.

-Ahora voy, Francis. Dame un par de minutos más-le dijo sonriente y el tono rojo de sus mejillas aumentó.

El otro asintió y le guiñó el ojo de forma seductora, Matthew dejó escapar una risita nerviosa y desvió la mirada. Alfred los observaba con la boca y los ojos bien abiertos, tratando de asimilar lo que estaba pasando.

-¿Francis y tú?-preguntó a su hermano cuando volvieron a estar solos.

-A-ajá.

-¿Francis?

-Sí…

-¡Pero es Francis!-el menor se sobresaltó por el repentino grito- ¡Francis! ¡El señor "persigo todo lo que respire mientras sea hermoso no me importa si es hombre, mujer o…"!

-¡Ya se!-protestó Matthew!- Pe-pero…también es alguien muy dulce y gentil…cuando llegas a conocerlo bien…

-¿Y eso que quiere decir? No espera, mejor no me digas. No quiero saber-se apresuró a decir al ver como su hermano jugaba nerviosamente con sus manos. Sacudió la cabeza varias veces para quitarse esa imagen mental- Pero si te lastima, juro que…

-Ya me tengo que ir-se levanto apresuradamente y tomó su mochila- Y si de verdad te importa, te sugiero que pienses en hacer algo por Arthur.

-¿Y por qué debería de importarme Arthur?-repuso Alfred riendo forzadamente y deseando que no se notara el ligero rubor en sus mejillas.

Matthew rodó los ojos y negó con la cabeza. Le lanzó una última mirada a su hermano antes de salir y encontrarse con Francis.

El americano se asomó con cuidado por la puerta, para ver a su hermanito menor y a su novio abrazados y besándose apasionadamente ("Hoy tendré pesadillas…"pensó sintiendo un escalofrío). Luego Matthew recibió el regalo de Francis, un osito de felpa blanco con un gran moño rojo, y se apresuró a entregarle el suyo, que aceptó feliz. Finalmente la pareja se alejó tomada de la mano.

Tras pasar unos minutos en silencio, Alfred se encontró con que aún seguía pensando en su conversación con Matthew. Y en Arthur, sobre todo en Arthur.

No había sido su intención herirlo, pero tampoco era su culpa que el inglés se comportara como si tuviera un permanente síndrome premenstrual. Tal vez si no fuera tan orgulloso y cambiara un poco su carácter, entonces recibiría más regalos en San Valentín el próximo año, porque en este no había recibido ninguno.

Ninguno…

La imagen de Arthur herido y lloroso volvió a su mente y no le gustó.

Matthew le había sugerido hacer algo por él, ¿pero qué? Conociendo al inglés seguramente pensaría que el gesto era por lástima y lo rechazaría de nuevo, pero no era así, lo que pasaba es que a Alfred no le gustaba verlo tan triste. Por supuesto que nunca lo admitiría de frente, después de todo siempre buscaba formas para molestarlo y llamar su atención.

-Je, es casi como si Arthur me gust…

Se detuvo en seco antes de terminar esa frase.

El sólo atreverse a pensar en ello era ridículo. Arthur era un inglés de pésimo carácter, maniático fanático del té y por si fuera poco creía en las hadas. ¿Algo más? Oh, sí, su comida podía ser usada como un arma mortal y entre sus hobbies se encontraba el bordado, ¿quién en su sano juicio bordaría como un pasatiempo? Y también estaba su gusto tan anticuado para la ropa, y sus enormes cejas, que enmarcaban esos hermosos ojos color esmeralda…

Optó por culpar al exceso de azúcar en su sangre por causarle aquella idea. Seguramente había comido demasiados chocolates.

Tomó sus cosas y salió del salón, dando por concluido el tema.

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Los pasillos y el resto de las aulas estaban completamente desiertos. Todos se habían ido a festejar al lado de sus parejas o amigos. Alfred se cuestionó si debía llamar a alguien para pasar el resto del día, en vista de que hasta Matthew parecía tener sus propios planes. Escuchó un ruido y con la mirada buscó de dónde provenía. Saliendo de un salón se encontraba Arthur, que frunció el ceño enojado por habérselo topado de nuevo.

-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó sin molestarse en ocultar el tono irritado en su voz.

-Es un país libre-respondió tranquilamente- Y yo te pregunto lo mismo.

-E-estaba…-dudó por unos instantes- ¡No te importa!

Alfred iba a decirle que más le valía cambiar su carácter o de lo contrario el próximo año tampoco recibiría regalos, pero se contuvo al notar que tenía los ojos rojos. ¿Acaso habría estado llorando?

-Iggy, espera…quiero decir, Arthur…-lo llamó al ver que se alejaba. El inglés arqueó una de sus grandes cejas y lo miró con desconfianza. Alfred suspiró- ¿Tienes algo que hacer?

-¿Por qué?

Había decidido que como el héroe que era, no sería muy heroico dejar a Arthur solitario y deprimido, tal vez distraerlo con algo le haría bien. ¿Y qué mejor forma que invitarlo a alguna parte? Estaba seguro que una ci… (No, no había pensado en la palabra cita en ningún momento, claro que no) reunión con él era justo lo que Arthur necesitaba para levantarle el ánimo y hacer que olvidara ese desastroso San Valentín.

-Porque…um…pues porque…-no se le ocurría nada y el inglés comenzaba a impacientarse. Reflexionó un momento, ¿Qué lo alegraba cuando estaba deprimido? Su rostro se iluminó de pronto- ¡Quiero ir por una hamburguesa! ¿Por qué no me acompañas?

Arthur abrió la boca para decir algo, pero no salió ningún sonido. Se limitó a observarlo como si le hubiera dicho que acababa de ver un extraterrestre, en cambio Alfred no había dejado de sonreír, seguro de que se le había ocurrido una grandiosa idea.

-Entonces ve sólo-dijo al fin de mala manera.

-Es que no es divertido comer sólo.

-Entonces búscate a alguien más, por ejemplo a alguna de las que dio esos-señaló las bolsas llenas de regalos-Y además, ¡A mí ni siquiera me gustan las hamburguesas!

-¡Pero a todos les gustan las hamburguesas!- ahora fue su turno para mirarlo como a un bicho raro- ¿Y por qué no quieres ir conmigo?-agregó en tono algo dolido y pasándole un brazo por los hombros- Pensé que éramos amigos…

-En primera, que a ti te guste algo no quiere decir a todos deba gustarle- repuso frunciendo el ceño- En segunda, ¿por qué insistes tanto? Y en tercera…-lo empujó bruscamente para zafarse- Que tomes mis apuntes sin pedírmelos (y que luego no los devuelvas, gracias) y copies mis trabajos no nos hace "amigos".

Alfred se estaba impacientando. ¿Acaso le era tan difícil decir que sí y ya? ¡Sólo quería ayudarlo!

Fue sacado de sus pensamientos por la risa sarcástica de Arthur.

-¿Qué es tan gracioso?-preguntó algo incómodo el americano cuando cesó el ataque de risa del otro.

-Realmente debes creer que soy patético, ¿tanto te gusta burlarte de mí?- cuestionó amargamente. El americano alzó una ceja, no esperaba que Arthur reaccionara tan mal- En verdad no lo entiendes.

-¿Entender qué?

-El regalo que me diste en la mañana. Ni siquiera sabes quién te lo dio a ti.

Alfred guardó silencio. Tuvo que reconocer que tenía razón, pero simplemente desvió la mirada al suelo. Si hubiera visto a Arthur, entonces habría notado que estaba a punto de llorar.

-No te necesito-continuó el inglés- ni a ti, ni a tu lástima. Así que ya no me molestes.

Antes que el americano pudiera decir algo, se dio media vuelta y echó a correr lo más aprisa que pudo.