Hey! Aquí les traigo mi nuevo fic :D Dije que publicaría cada dos semanas y esto ya lleva tres días de retraso si no me equivoco haha. Pero bueno, ¡aquí está! Estoy especialmente motivada con esta historia :D

Si quieres saber en qué estoy trabajando en cada momento, sígueme en Twitter :D


Capítulo 1: Érase una vez…

Baila como si nadie te estuviera viendo,

canta como si nadie te estuviera oyendo,

ama como si nunca te hubieran herido y

vive como si el Cielo estuviera en la Tierra

-Mark Twain

Hermione se despertó con un sobresalto. La noche no había sido del todo placentera: pesadillas habían plagado su subconsciente mientras este trataba de descansar. Estiró los brazos y se frotó los ojos mientras se incorporaba en su cama, en su habitación del número 12 de Grimmauld Place. Miró la hora en la mesilla de noche de su izquierda: casi las nueve. Estaba agotada, no debería haberse quedado hasta tan tarde leyendo pero le fue imposible cerrar el libro hasta que casi lo había finalizado.

"Leprechauns: una historia" había probado ser una lectura de lo más informativa. Aunque capaces de hablar y sensibles, los leprechauns nunca habían reclamado al Ministerio de Magia su derecho a ser considerados seres en lugar de bestias. Lo cual indignaba a Hermione de tal manera que, antes de acabar el primer capítulo, ya estaba pensando en presentar una queja.

Tres golpes sonaron en la puerta antes de que la Sra. Weasley la abriera y entrara por ella, cargando consigo una bandeja llena de tostadas, mermelada y jugo de naranja.

"Buenos días, Sra. Weasley," saludó Hermione, que ya estaba acostumbrada a que la bruja irrumpiera en su habitación todas las mañanas.

"Oh, Hermione, ¡menos mal que ya estás despierta! ¡La reunión está a punto de comenzar! Toma, come y vístete rápido." La ajetreada mujer depositó el plato a su lado y, tan rápido como había entrado, volvió a salir dejando atrás a una perpleja Hermione. ¡La reunión! Con el libro aún en la cabeza, la había olvidado por completo.

Se acabó de desperezar y comió con rapidez mientras sacaba ropa del armario. Entró al baño y se refrescó antes de vestirse y bajar apresuradamente las escaleras. Fred y George ya estaban abajo, un par de pícaras sonrisas en sus rostros. Las únicas que veré hoy, pensó Hermione con un gemido. "Buenos días, Hermione," saludaron al unísono, "¿qué tal has dormido?" preguntó Fred.

"No muy bien. ¿Han empezado ya?"

"No, aún no. Estamos esperando a que Dumbledore y Quién-Tú-Sabes hagan su aparición. El ambiente ahí dentro está muy tenso, quedas advertida," dijo George.

"Me lo imagino." Así es: la Orden del Fénix estaba a punto de tener una reunión con el Señor Tenebroso, nada más y nada menos. Los múltiples ataques a magos y otras criaturas habían dejado en vilo a gran parte del Mundo Mágico; las víctimas despertaban días después incapaces de recordar lo sucedido y ninguna poción, hechizo o legilimente, por poderoso que fuera, era capaz de restaurar los recuerdos perdidos.

En un principio, se había sospechado de los mortífagos… hasta que estos también empezaron a ser atacados. Fue entonces cuando Albus Dumbledore decidió contactar con el Ministro de Magia, Rufus Scrimgeour quien, paranoico y antagonista de Dumbledore por excelencia, se negó a aceptar la posibilidad de que los ataques no fueran obra de estos sino de un enemigo desconocido. Ante la negativa del Ministro, el director se vio obligado a llevar a cabo medidas más extremas: contactar al mismísimo Lord Voldemort que, consciente de que se enfrentaban a un enemigo común que había dejado fuera de juego a algunos de sus más valiosos sirvientes, accedió a reunirse con el viejo profesor. Así es cómo, tras varias reuniones en privado entre los dos líderes, habían llegado a este punto: una reunión entre los miembros de la Orden del Fénix y Lord Voldemort, donde se esperaban matizar los últimos detalles de esta alianza sin precedentes.

Reunión que estaba a punto de comenzar según les indicó Alastor Moody con un ademán de la mano.

Hermione y los gemelos se dirigieron a la sala donde ya habían entrado el resto de participantes. Era una habitación sencilla: una larga mesa de madera de roble, sillas alrededor de ella y una gran chimenea a su izquierda. Los magos y brujas que la ocupaban rumoreaban entre ellos con gestos de preocupación. Dumbledore se encontraba ya sentado en uno de los extremos y le dirigió una sonrisa a Hermione, quien se forzó a devolverla. Solo él, Fred y George serían capaces de sonreír ante semejante situación. Avistó a Harry al lado de Ginny y ambos le dedicaron una mirada de apoyo. Ron estaba situado enfrente de ellos y la miraba sonrojado.

Los gemelos encontraron sitio hacia la mitad de la mesa, mientras que Hermione tuvo que sentarse a la derecha del otro extremo, el único sitio libre. Oh, no. Sabía perfectamente quién se sentaría a su lado. Con un suspiro, se dirigió a la silla, sentándose justo enfrente de Neville que parecía un cachorrito asustado.

Una luz verde proveniente de la chimenea brilló y Lord Voldemort apareció frente a ellos.

No era como Hermione lo recordaba del incidente en el Departamento de Misterios, y parpadeó un par de veces antes de procesar lo que estaba viendo. Un atractivo hombre de no más de treinta y pocos años dio unos pasos hacia delante observándolos con una mueca de desdén. Era alto y de complexión delgada aunque fuerte. Emitía un aura de autoridad y poder, sus movimientos lánguidos pero poderosos; su sola presencia demandaba respeto. Su cabello castaño oscuro estaba peinado hacia atrás y sus ojos, fríos, calculadores y de un color zafiro, recorrieron la mesa, posándose un segundo en Hermione, que sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, antes de dirigir su vista al director de Hogwarts.

"Tom," reconoció Dumbledore, "bienvenido a nuestro hogar. Espero que no hayas tenido problemas con ninguna de las barreras."

"Albus," fue la única respuesta que dio, su voz profunda y formal. Tomó asiento a la cabeza de la mesa, a la izquierda de Hermione justo como había temido. Neville emitió un quejido y Voldemort lo miró burlonamente antes de mirar a Hermione, una leve sonrisa en sus labios. Esta apartó la mirada inmediatamente y deseó que la reunión terminara ya. El solo pensamiento de tener que pasar la próxima hora sentada cerca de él, sintiendo esa aura que emitía en cantidades desmesuradas, hacía que se le erizara la piel. ¿Y si de repente decidía que esto no valía la pena? ¿Que sería más entretenido matarles a todos? ¡Por Dios, Harry estaba presente! ¡Harry! Hermione buscó a su amigo y lo encontró con los ojos clavados en el Señor Tenebroso, el odio que sentía, palpable. Pero este no le atendía; su atención se había desviado a Dumbledore, que había comenzado a hablar. El viejo profesor transmitía una sensación de seguridad pero no lo bastante como para apaciguar sus dudas.

Casi al final de la reunión y tras un intenso debate en el que habían participado tanto Dumbledore como Voldemort como algunos de los miembros más escépticos, Hermione se descubrió a sí misma mirando a Voldemort. Llevaba una expresión aburrida y su brazo estaba apoyado en el de la silla, sujetando su barbilla con el puño. ¿Cómo había recuperado su cuerpo? Pareció sentir la mirada en él porque giró la cabeza ligeramente y enarcó una ceja, observándola con curiosidad antes de que Hermione volviese a concentrarse en lo que se estaba diciendo.

Estaban concretando los detalles sobre los límites de ambas facciones.

"Finalmente, me gustaría llevar a cabo ciertas medidas de protección," dijo Dumbledore.

"¿Y cuáles serían exactamente?" preguntó el otro líder.

"He pensado que, puesto que todas las víctimas estaban solas cuando fueron atacadas, quizá el enemigo aprovecha a que estén vulnerables," contestó, "y quizás sea prudente que, de ahora en adelante, cada miembro de esta alianza vaya con una pareja con la que permanecerá el día entero, vayan donde vayan, incluso llegando a dormir en la misma habitación."

La sugerencia atrajo una serie de murmullos y susurros de los presentes que ya de por sí estaban tensos.

"Como quieras."

"¿Qué tal si simplemente cada uno forma pareja con el que tiene enfrente? Estoy seguro de que encontrarás un modo igual de efectivo para designarlas entre tus seguidores." A esto Voldemort simplemente asintió. "Muy bien. Entonces id pasando," hizo aparecer un pergamino, un tintero y una pluma, "y escribid vuestros nombres junto con el de vuestra pareja aquí. Ha sido un placer tenerles a todos aquí, hoy."

Los magos comenzaron a levantarse y a apuntar sus nombres por orden, aliviados de que hubiera terminado.

Bueno, eso le dejaba a Neville. El chico era noble y, aunque no muy fuerte, Hermione creía que tendría un gran futuro en la herbología. Levantó la mirada y sonrió al joven que parecía aliviado de tener a Hermione como su pareja en lugar de a alguien como Moody. Se levantaron y esperaron a que los que estaban delante se anotaran.

"Albus," la voz de Voldemort hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Hermione, que ya estaba inclinada sobre la mesa, escribiendo su nombre, "¿qué hay de nosotros? No pretenderás que tú y yo formemos pareja ¿cierto? Soy bastante capaz de cuidarme sin ayuda de nadie."

Hermione se irguió y le pasó la pluma a Neville, que estaba impaciente por salir. Voldemort se había acercado hasta Dumbledore y ambos se encontraban de pie junto a ella.

"Oh, no lo dudo, Tom. Pero debemos dar ejemplo. Y no sabemos quién o cómo son atacadas las víctimas."

"Me niego a pasar el día entero a tu lado," pronunció el mago con una voz definitiva.

Un suspiro cruzó los labios del director. "Entonces, elije pareja," dijo, señalando el pergamino, "la que sobre se quedará conmigo. A no ser que prefieras a alguno de tus mortífagos. Aunque creo que no vendría mal mostrar el fuerte lazo que une nuestra alianza. Ver su líder con uno de la facción contraría tentará a tus sirvientes a sentirse más… dispuestos a ayudar."

En cuanto acabó, Neville se apresuró a salir por la puerta, dejando sola a Hermione que se habría marchado de no ser porque Dumbledore la instó a esperar con un gesto de la mano. ¿Y ahora qué?

"Lo sé." Tom miró el papel, leyendo por encima los nombres y deteniéndose en algunos. Finalmente, una sonrisa cruzó sus labios y pasó la mano por encima del papel. El nombre de Neville Longbottom desapareció y, en su lugar, un Tom M. Riddle se escribió a sí mismo.

Oh, no. No, no, no, ¡no!