Para Verónica, mi perfecta Hermione.
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J.K. Rowling.
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Chapter I - Bulgaria
Que mal año en la Europa oriental. Inviernos eternos que cubrían de escarcha los corazones de sus habitantes; lluvias torrenciales, casi ciclónicas, que inundaban todos los sueños y esperanzas para días mejores. Truenos, relámpagos, tormentas eléctricas que asustaban a los pequeños, y también a los grandes. Malos tiempos, malos tiempos en todos lados.
Un mal presentimiento recorría las mentes de los más viejos, de los sabios, mientras que para los jóvenes sólo habían rumores y leyendas. Ya nadie creía en las antiguas costumbres, nadie seguía tradiciones. El mundo se abría de brazos para recibir paternal los sueños de los ilusos. Ya no había canciones de amor, ni cuentos para los niños al dormir. Todo se estaba volviendo tan gris, justo como esas nubes borrascosas que no se apartaban del cielo.
Pero tranquilo, siempre hay oportunidad para escapar de tu mundo, de tu realidad. Mira a ese niño de ahí, lanzando babosas contra la ventana de su vecina, una vieja arpía bruja con 27 gatos y 12 lechuzas. O que tal esa señora, sentada tomando el té con su grupito de la tarde. ¿Puedes escuchar el chisme de hoy? Algo sobre moda, dinero y algún escándalo de sociedad. Anda, ahí va Yasen, el mestizo de la cuadra. Síguelo de cerca y a un par de calles le verás tirado en el suelo retorciéndose, como todos los días la pandilla del vecindario le ha dado la golpiza de su vida. La intolerancia hacia la sangre muggle es el pan de cada día, imagínate si hubiera un sangresucia por estos rumbos. No viviría para contarlo.
¿Que qué hago yo? Bueno, no necesitan quebrarse mucho la cabeza: Quidditch.
Casi podría jurarles que nací con la escoba en una mano y una snitch en la otra. Ha sido mi pasión desde que tengo memoria, mi forma de escapar de la realidad. Montado en mi escoba, surcando los cielos a toda velocidad, sintiendo las fuertes ráfagas de viento tratar de tirarme, y siguiendo de forma casi imposible una pequeña luz dorada, era como podía soportar el día a día. Levantar los pies del suelo y echarme a volar era la única forma de sentirme vivo. Fue por ese deseo indomable que me convertí en el mejor buscador del mundo mágico, y también el más joven. Aún seguía estudiando en el Instituto Durmstrang, me faltaba escaso año para graduarme, y estaba en el equipo búlgaro de Quidditch.
Mi carácter reacio, o mi conocida reputación de impaciente, gruñón y huraño, me tacharon como un ser insensible. Y yo apoyaba tales señas. Prefería mil veces estar solo, no tenía amigos. Apenas si compartía escasas palabras con mis compañeros del equipo de Quidditch, o con mi familia. Mi madre era una mujer respetable, seria, recatada, de pocas palabras y pensamientos claros. Mi padre había tenido el mismo carácter que yo, de ceño fruncido y apariencia temible. Después de su reciente muerte, hacía unos dos años, el peso del apellido Krum y el cuidado de la familia cayó sobre mis hombros. Además tenía un par de enanos hiperactivos que cuidar, me refiero a los gemelos: Vladislav y Emil. Ser el hermano mayor por diez años era un trabajo duro. Había que poner el mejor de los ejemplos, y cuidarles de manera especial, ese par de diablillos tendían a meterse en muchos problemas. Dolores de cabeza interminables para mi madre, quien no encontraba la razón para que, viniendo de una familia de modales inquebrantables, ambos pequeños fueran así.
- ¿Nos llevarás a Inglaterra, hermano? - Empezaban a preguntar cada uno colgado de un brazo, mientras yo trataba de quitármelos de encima para practicar en la escoba. - Anda, Viktor, Por favooor, Viktor, ¡Por favor! -
- Es un viaje por trabajo, no de diversión.-
- Pero sabes que a Emil y a mí nos encanta ir a animarte a los partidos.-
Levanté los brazos lo más alto que pude, y estos sin poder sostenerse más, cayeron al suelo de un sentón. Sonreí, si a esa cosa que se formaba en mi boca podría llamársele sonrisa. Ese par eran lo que me hacía seguir adelante, ellos y el Quidditch desde luego. Les di un par de quaffles para que jugaran mientras yo me montaba en la escoba y me elevaba al cielo. A los gemelos les entusiasmaba verme hacer osadas maniobras en el aire, por lo que siempre eran mis fieles acompañantes a los entrenamientos.
- Deberías dejar de llevarles contigo. Debes enfocarte en tu entrenamiento, no hacer de niñera. - Solía regañarme mi madre cada que regresábamos todos llenos de barro de pies a cabeza. Pero yo no me cansaba de robarme a esos dos un par de horas y llevármelos al campo un rato. Aunque, aquella tarde al volver, no nos esperaba la cara fruncida de mi madre como siempre, había alguien con ella.
Igor Karkaroff.
Conocía bien esa cara larga y barbuda de su director, ya que la veía por lo menos un par de veces a la semana en el colegio. Desde que empecé a adquirir fama en el mundo gracias al Quidditch Karkaroff no me quitaba los ojos de encima. Esto me incomodaba, pero debía soportarlo. Después de todo era el director de Durmstrang y tenía que respetarle. Esa tarde me cayó de raro que estuviera en nuestra casa, sentado cómodamente al lado de mi madre bebiendo té. Supe de sus intenciones hasta que bajé bien aseado y cambiado. Quería reclutarme como su estudiante estrella para participar en el nombrado Torneo de los Tres Magos que se llevaría a cabo ese año.
Fruncí el ceño, y miré a mi madre. No tenía ningún deseo por participar, el Quidditch lo era todo para mí. No necesitaba hacer alarde de mis habilidades mágicas, además, bien corría el rumor de que en esos torneos podría uno salir herido e incluso perder la vida. Lancé una mirada rápida a mis hermanos escuchando todo desde el escondite hueco tras el cuadro de un antepasado. Menos deseaba participar si tendría que jugarme la vida, ese par aún me necesitaba.
- Será un honor para nuestra familia, director Karkaroff.- Respondió mi madre, por lo que volví a mirarla extrañado. ¿Cómo es que había tomado una decisión tan importante sin consultármelo? El viejo director sonrió, agradeció a mi madre y a mí, y se marchó minutos después. Apreté los dientes con coraje, ese desgraciado se había salido con la suya.
- ¿Por qué? -
- El premio es de mil galeones, y necesitamos ese dinero. La fortuna de la familia no nos durará para siempre.-
- Si ganamos en la final del campeonato... -
- El Quidditch no es un trabajo seguro, Viktor, entiende que es sólo un pasatiempo. Cualquier día que te pase algo y quedes paralítico de una caída, o peor, y ahí se acabó todo. -
- No me pasará nada.- Decía a regañadientes.
- Eso crees tú, pero piensa en tus hermanos, aún les falta edad para entrar al colegio, y tú saldrás dentro de poco. Viene siendo tiempo que busques un trabajo de verdad.- Un incómodo silencio entre miradas frías. Me imaginé lo que venía, pero esperaba con todas mis fuerzas que no lo dijera. - No estoy en contra de tu pasión, pero los dos sabemos que el Quidditch siempre ha sido, y será, sólo un juego.-
Tragué saliva con dificultad. Que amargas me supieron tales palabras. Sólo un juego. No, ella no sabía nada. No podría jamás entender las cosas como yo. Nunca vería el mundo através de mis ojos. Aquello no era sólo un juego, era mi vida entera. Me puse de pie sin decir una palabra, y asentí. Sí eso era lo que ella deseaba lo haría. Estaba seguro que, así como yo, ella también conocía las consecuencias que habría si cometía algún error. Aborrecía dejar mi hogar, especialmente a mis hermanos por tanto tiempo. Odiaba ya incluso ese instituto cede del Torneo, Hogwarts, y a todos sus estudiantes. Odiaba a mis rivales, odiaba a mis compañeros, odiaba a Karkaroff, pero muy a mi pesar no podía odiar a mi madre. Tal vez, si veía el lado bueno, aquel viaje me serviría de algo, para madurar, para mejorar mis habilidades mágicas, o que se yo.
Campeonato. Torneo. Hogwarts. Viktor Krum está listo para lo que quieras enfrentarle.
Notas de Autora:
Saludos cariñosos a todos mis amigos y lectores. Gracias de antemano por acompañarme en esta nueva historia que he empezado. Como vieron, ahora me ha dado por escribir un poco de VikMione, que sin duda es una de mis parejas favoritas en HP. Esta vez quiero dar un enfoque netamente desde el punto de Krum, aunque conociendome tal vez termine haciendo otras cosas. Les mando un beso enorme, y les agradezco sinceramente sus comentarios. Con amor, Roshio.
