Buenos días, noches, tardes, madrugadas a todos aquellos que me hayáis seguido hasta esta nueva historia que he hecho. A decir verdad, conocía esta serie desde hacía tiempo, pero no me había llamado nunca la atención.
Sin embargo, este verano, en casa de mi hermano, estuve viendo con él y su esposa la segunda temporada y,¿qué queréis que os diga? Me piqué sin remedio. Como he visto que aquí, en fanfiction, que había pocas historias en español de Vikingos, y no he podido evitar ver ese romance oculto (o no tan oculto) que parece haber entre Ragnar y Athelstan (o, al menos, para mí), pues aquí me encuentro, contando la historia oculta que creo que hay en esta serie y que los productores no se atrevían a hacer realmente por temor a lo que podría decir el publico masculino, que solo buscaría sangre en esta serie.
Como siempre, los derechos no me pertenecen a mi, si no a su legitimo autor, productores y guionistas. Yo solo los tomo prestados para dar una alegría a los fans y a una servidora. Va a contener lemon seguro, me lo dice mi ser, así que leeréis bajo vuestra propia responsabilidad. Yo no me responsabilizo de lo que mis palabras puedan afectar a vuestras mentes inocentes. A parte de eso, diré que esta historia parte a partir de la 1º temporada, capitulo 3, minuto 19: 27, en el momento en el que Athelstan esta en la casa de Ragnar y este y Lagertha le ofrecen ir a la cama con ellos. Creo que a partir de ese momento, se inicia ese amor oculto. Mezclaré retazos con la historia de la serie, lo que he leído sobre los vikingos y lo que creo yo que pasa y que los productores no se atrevieron a hacer. Disfrutadlo!
INICIADOS EN EL AMOR
…...
Athelstan.
Aquella llamada suave de la voz masculina le sacó de la lectura en la que se había concentrado, tratando de evadirse de los ruidos de cama que habían al otro lado de aquella pared de mimbre que no amortiguaba nada.
-Athelstan, queremos pedirte algo- susurró Ragnar, apareciendo ante él completamente desnudo, acompañado de su esposa, que, al menos había pensado en cubrirse con una manta.
Podía ser hombre, pero sería imposible para él no admirar aquel cuerpo escultural. Y se refería a Ragnar. Incluso viviendo tantos años rodeados de hombres, en el monasterio, ninguno de ellos había poseído jamás un cuerpo como aquel, un cuerpo, se recordó, que se había formado con trabajo y luchas.
-Únete a nosotros, sacerdote- le dijo Lagertha, que le sonreía con picardía.
-Vamos- indicó Ragnar, señalando la cama con la cabeza.
¡¿Es que ambos estaban locos?! ¡¿Cómo se le ocurrían ofrecerle semejante cosa depravada a un sacerdote?!
-¿No lo deseas?- le preguntó Ragnar con sorpresa, como si no pudiera creerse que alguien fuera capaz de negarse a semejante invitación.-Te gustará- insistió.
-Yo soy monje- les aclaró, como si estos hubieran sido capaces de haberlo olvidado.-He hecho votos de celibato. No puedo tocar a una mujer. Nunca lo he hecho.
Lagertha y Ragnar se miraron y este la acercó a él, corriendo a su lado,después, sentándose, aun desnudo, junto a él, colocándose para poder admirar a su mujer.
-¿No te gustaría?- volvió a susurrarle este, como si fuera la voz del diablo, dedicándole una pequeña sonrisilla que le hacía verse aun más impresionante. Era espectacular ver la confianza con la que se movía y hablaba incluso llendo completamente desnudo.
Alzó la vista hacía la mujer, solo para ver como Lagertha le sonreía de manera parecida a la de su esposo, contoneándose un poco, alzando la manta y mostrándole una pierna bien torneada.
-Sería un pecado- se quejó, mirando a Ragnar.
-¿Quién iba a saberlo?
Titubeando, miró a uno y a otro, casi sin encontrar su propia voz. Aquella tentación era demasiado grande. No solo le ofrecían estar con una mujer por primera vez, si no que experimentaría eso con otro mismo hombre en la misma cama, un hombre que podía hacer que más de otro hombre lo mirara con admiración.
-Dios lo sabría.
-¿Y si mirara hacía otro lado?- le preguntó Lagertha, aun sonriendo hacía él.
Apartando la vista hacía otro lado, recordó el libro que tenía entre las manos y comenzó a rezar, tratando de encontrar un poco de tranquilidad interior, alejar aquellos sentimientos extraños que habían surgido en su pecho cuando había oído aquella voz masculina pronunciar su nombre en medio de la tranquila noche, solo salpicada por el ruido de la lluvia.
-Ve a dormir, pues. Con tu Dios- le dijo Ragnar, sonando decepcionado y molesto, poniéndose en pie y alejándose con su esposa.
Mientras seguía rezando, oyéndolos de nuevo en la cama, la intranquilidad de su pecho no desapareció en ningún momento. Y, a lo largo de aquella noche, nada pareció calmarlo. Ni siquiera las palabras más entusiastas del libro que tenía entre las manos conseguían que su mente dejara de recrear el momento una y otra vez, imaginándose que hubiera pasado si no hubiera dicho que no. E, inmediatamente después, rezaba pidiendo perdón por pensar semejantes cosas.
…..
Días después de aquel incidente, Athelstan no podría asegurar cuanto tiempo había pasado exactamente, aprovechó que el día a penas había comenzado a despuntar y que el sol a penas había salido para lavarse la cara en las frías aguas que corrían por aquel lugar.
Tocó su rostro de manera distraída y el rastro de vello que notó en él lo llenó de terror. ¿Cuantos días habían pasado para que este apareciera? En el monasterio, siempre procuraban ir con una buena apariencia y limpios. Eran hombres de Dios, no simples hombres del campo. Y, alarmado, se llevó la mano al único signo que siempre le había identificado como sacerdote. El corte de pelo en su coronilla que le hacía ser quién había sido.
Con horror, notó que los signos que siempre le habían identificado estaban desapareciendo, incluso antes de que él se diera cuenta, percatándose que, dentro de poco, si no hacía algo para remediarlo, sería igual que aquellos paganos. Nadie le diferenciaría de ellos.
Asegurándose de que los niños estaban fuera y Ragnar se encontraba sumido en sus propias tareas, decidió volver a marcar la diferencia. Tomando un cuchillo, algo que un esclavo como él no podría hacer, ya que a los esclavos se les prohibía tomar armas, se humedeció el cabello y trató de hacer desaparecer aquel detestable pelo que se había empeñado en nacer.
Nunca había hecho aquello. Otros hermanos se encargaban de realizar esas tareas a los demás, así que, cuanto más trataba de cortar, más se hería a sí mismo, diciéndose que el dolor era bien recibido, que eso indicaba que estaba cortando lo suficientemente cerca para hacer desaparecer el pelo durante una buena temporada. Un buen cristiano no le tenía miedo al dolor si era por el bien de su fe. Y no habría mejor momento para mostrar su fe que aquel.
Hasta que oyó la risa de Bjorn. El niño, junto a su hermana y su madre, lo contemplaban, como si él fuera el ser más extraño que hubieran contemplado nunca, no pareciendo saber muy bien porqué estaba haciendo aquello. ¿De qué le servía tratar de marcar la diferencia con ellos? ¿Acaso esas personas habían sido malas con él? ¿Lo habían tratado mal por rezar a un dios diferente al suyo? No, precisamente todo lo contrario. Los cristianos nunca tratarían a un prisionero de guerra tan bien como la familia de Ragnar le había tratado a él. Era ridículo que siguiera queriendo parecer diferente a ellos. Además, ser sacerdote no estaría en su pelo, si no en sus enseñanzas.
Así, sintiéndose como un estupido, dejó el cuchillo donde lo había encontrado, después de limpiarlo, y se centró en realizar las tareas que le encargaban.
…..
Esa misma noche, comió y bebió con ellos, como si fuera uno más de la familia. Y continuó bebiendo mientras Ragnar le hacía preguntas sobre su hogar, colocado a pocos centímetros de él.
Athelstan agradecía que se mantuviera tan cerca, porque la cerveza que le estaba haciendo consumir le estaba nublando rápidamente la vista y no le gustaba tenerlo delante y no poder verlo bien. ¿Cómo podían ser unos ojos tan increíblemente azules? ¿Eran algo característico de aquel lugar o...? Y Ragnar se mantenía cerca, observándole con atención, escuchando cada una de sus palabras como si fuera la cosa más importante y fascinante que hubiera oído nunca.
-¿Qué es el alma?- le preguntó este, dejando al joven sacerdote desconcertado.
De pronto, se dio cuenta que, aunque compartieran el pan, aunque compartieran el vino, él y Ragnar aun eran demasiado diferentes. Y esa diferencia le dolió. No quería que existiera.
-Quiero aprender algo de tu lengua. ¿Me enseñarás, sacerdote?- le preguntó este, dirigiéndole una sonrisilla que él no pudo evitar contemplar.
¿Cómo decirle que no? Era el hombre más extraño y más fascinante que había conocido nunca. Le desconcertaba y alteraba. Era pagano, pero, aun así, había cosas que quería saber y quería aprender su idioma. Era como si...como si él representara la posible unión de sus dos culturas.
Tuvo que acabar asintiendo, pues le era imposible negar nada ante aquellos ojos azules, temiendo poner en su mirada un aire de irritación. Tenía la impresión de que se vería terrible si llegaba a enfadarse. E, irremediablemente, sus ojos propios descendieron hacía aquellos labios que susurraban, aquellos labios que murmuraban su nombre y le hacían sentirse tan extraño.
Con él presente, todo su ser estaba alborotado, no conseguía entenderse a sí mismo y solo quería pasar más tiempo con Ragnar hablando de aquella manera. No con Lagertha y los niños, no. Solo ellos dos, a solas, en la oscuridad de la noche, junto al fuego del hogar. En aquellos momentos, no podía recordar un momento mejor que aquel.
…..
Cuando, a la mañana siguiente, mientras estaba frente al fuego, sin tener nada que hacer, solo sumido en sus pensamientos, vio a un grupo de personas que habían entrado en la casa casi sin hacer ruido, mirándole, sintió temor y se puso en pie, pensando que estaban allí para hacerle algo. No entendía porqué habían entrado en la casa ni que parecían buscar en él.
Hasta que vio a Ragnar tras ellos, soltando el cubo que había llevado e interponiéndose con su propio cuerpo entre ellos y Adelstan.
-¿Qué estáis mirando?- les preguntó.
-A tu cristiano. Queríamos ver si era distinto a los otros- le aseguró el anciano, que parecía ir a la cabeza del grupo.
-Ya le habéis visto. Podéis seguir con vuestras cosas. Es igual que nosotros. Solo que forastero.
Que dijera aquellas últimas palabras mirando hacía él, con aquellos ojos clavados en su rostro, y aquella sonrisa en sus labios, hizo que su interior volviera a removerse, a calentarse. Era como si, de repente, una fiebre le recorriera y no supiera decir de donde provenía. Solo se atrevió a mirarlo de reojo mientras este volvía a dirigirse hacía la gente.
Con una señal y un pequeño gruñido, Ragnar consiguió echar a la gente de la casa y Athelstan, aun con la vista baja, agradeció llevar su abito puesto, pues sentía que algo raro estaba ocurriendo con su cuerpo, algo que, se suponía, a los hombres solo le ocurrían al mirar o pensar en mujeres. Sentía como si el aire en aquella pequeña casita hubiera desaparecido y, de repente, sintió calor en todas partes, como si no hiciera corriente allí dentro a todas horas, tan cerca del agua, viendo que se quedaba a solas con el nórdico. Ni siquiera sabía explicar porqué su corazón estaba latiendo tan rápido como en aquellos momentos.
Sin embargo, este, tras echarle una ultima mirada, asegurándose de que se encontraba bien, dejó el cubo que había traído consigo dentro de la casa y volvió a salir. Lo había estado notando. Era como si no quisiera quedarse a solas con él si los demás no estaban en la casa, como si le molestara compartir el mismo aire. Había estado así desde que había rechazado ir a la cama con él y con su esposa. Pero no sabía porqué.
…...
Sin venir a cuento, de un día para otro, se vio con el lazo de nuevo al cuello, cargado con los sacos para dormir, de camino a la ciudad, ya que este insistió en que tenían algo que hacer allí. Algo que ambos tenían que hacer, le aclaró, de nuevo con una de sus sonrisas.
E, irremediablemente cada vez que las veía, Athelstan solo pudo dejarse guiar por él, volviendo al lugar donde había pisado tierra como esclavo por primera vez.
Sorprendido, cuando llegó, encontró los cuerpo colgados de sus hermanos sacerdotes, quedándose helado. No había esperado que la gente hiciera eso con ellos. Aunque Ragnar lo tratara bien, no significara que todos hicieran lo mismo, eso lo sabía, pero... Sus hermanos no habían tenido tanta suerte. Ellos no sabían su idioma, así que no podrían comunicarse con sus nuevos señores, por mucho que estos les gritaran. Y Ragnar, mirándolo, supo lo mal que se sentiría contemplándolos, pero no podían pararse. Tenía asuntos que atender con el conde.
Aquellos hombres acabarían siendo enterrados antes o después. Se enterraba a los esclavos para impedir que volvieran de la muerte a acosar a sus amos por la vida que habían llevado, así que, lo más seguro era que, cuando volvieran a pisar aquel lugar, estos ya no se encontraran allí, si no enterrados en algún lugar sin ninguna marca, esperando que hasta el tiempo mismo se olvidara de ellos.
-¿Qué te parece tu nuevo esclavo?- le preguntó el conde, cuando este por fin aceptó concederles una audiencia.
-Me resulta muy útil. Como descubrirás- comentó este de vuelta, sonando animado.
-¿Qué quieres ahora?
-Quiero zarpar hacía Poniente de nuevo. He hablado mucho con mi esclavo cristiano. No es una persona estúpida. Por muy estupido que sea su dios- dijo, golpeándole en la cabeza.
Pero, incluso insultándole de aquella manera, ¿por qué sentía como si solo estuviera bromeando con él? Era como si Ragnar esperara que él respondiera algo ante semejante provocación.
-Ha viajado mucho y me ha contado que hay muchos países al oeste. También me ha hablado de su Inglaterra-. Ante aquello, Athelstan no pudo evitar fruncir el ceño. Era cierto que le había hablado de ello estando borracho, pero, ¿qué esperaba conseguir con...?.-De sus reyes, sus costumbres...
-¿Y de qué nos sirven sus costumbres?
-Me ha informado de que hay una gran ciudad cerca del templo que hemos saqueado. Y en esa ciudad hay otros templos. Y, sin duda, otros tesoros- le dijo al conde, sonriendo, dirigiéndole esa sonrisa que le hacía ser capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa.
-¡No! ¡Te mentía! ¡Allí no hay nada!- exclamó Athelstan, asustado.
No podría soportar sobre su conciencia la muerte y el secuestro de más cristianos inocentes. ¿Cómo había podido hablar con él de todas aquellas cosas, sabiendo que eran conquistadores, que buscaban lugares para saquear? Se había dejado llevar por el alcohol y por el rostro de él, que lo contemplaba con tanta atención.
-¿Lo ves?- afirmó Ragnar, tras silenciarlo.-Esa ciudad merece una visita.
¡¿Cómo había podido ser tan imbécil?! ¡No había otra palabra para definirlo! Había confiado en él porque no le había hecho ningún mal y su familia parecía cariñosa. Por eso había hablado más de la cuenta y, al final, había caído bajo sus tretas. ¡Se sentía tan traicionado! ¡Había confiado plenamente en Ragnar y él había pisoteado y escupido sobre aquella confianza!
Se dejó arrastrar por este fuera de la casa del conde, pidiendo perdón a Dios por lo que había hecho, por el mal que él mismo había lanzado sobre su propia gente. Pero, ante los cadáveres de sus hermanos sacerdotes, no pudo esforzarse en seguir caminando, dejándose caer al suelo de rodillas, como si el mismo Dios le hubiera obligado en ponerse en aquella posición.
Ragnar trató de tirar de él, pero no podía. No podía vivir con el peso de esas muertes. Este solo le había parecido interesado en algo que no conocía. Si alguna vez hubiera sospechado que utilizaría sus palabras para luchar contra los suyos, jamás hubiera abierto la boca, incluso aunque este hubiera amenazado con matarlo. Aquello era preferible que el terrible sentimiento que ahora se había alojado bien hondo dentro de él.
Ragnar sacó un cuchillo al ver que no le obedecía, haciéndole alzar los ojos hacía él, sabiendo que ahora estaba irritado. Aquellos ojos azules se habían oscurecido, sintiendo aquella amplia mano fría contra la piel de su barbilla cuando le forzó a mirarle. Pero, en vez de cortarle el cuello, algo que hubiera agradecido en aquellos momentos, solo cortó la cuerda que aun pendía alrededor de su cuello, dejándole sorprendido.
-Puedes huir, si quieres.
Le quitó su manta de la espalda y, dejándole allí, de rodillas, comenzó a caminar, dejándolo solo, sabiendo que estaba enfadado con él por mostrarse de ese modo. Pero...¿cómo había esperado que reaccionara cuando él mismo había traicionado su confianza, esa extraña confianza que se había creado entre el carcelero y el cautivo?
Sin embargo, mirando a su alrededor, ¿qué otra opción le quedaba que seguirle?. Nadie allí entendería su extraño Dios, los hombres que habían acompañado a Ragnar habían deseado matarlo todo el tiempo solo por ser cristiano y estaba seguro que, en cualquier otra casa no sería tratado ni la mitad de bien que en la casa de este. Era cierto que se estaba aprovechando de la información que le había dado. Pero... ¿acaso él le había preguntado por qué quería saber cosas sobre Inglaterra? No. Y ahí había estado su error. Si se lo hubiera preguntado, él, sin duda, le habría respondido con franqueza.
Poniéndose en pie, solo pudo ir tras él y Ragnar, que notó como se movía el sacerdote a su espalda, solo pudo sonreír con alivio cuando notó como comenzó a seguirlo.
Había jugado una baza dura que podría haberse vuelto en su contra. Quería que Athelstan confiara en él, que le hablara de las cosas sabiendo para qué las iba a utilizar, para que, en el futuro, no pudiera reprochárselo.
El sacerdote le caía bien. Tal vez, demasiado bien. Aun no se creía que este hubiera rechazado ir a la cama con Lagertha y él y seguía sin entenderlo. ¿Por qué no lo había hecho? De no haber sido así, a lo mejor no le parecería tan fascinante, intentando que se sintiera a gusto en su casa, que no tratara de huir a algún otro lugar o le obligara a matarlo por desobedecerle. Quería que, en cierta forma, se sintiera como un igual, que se sintiera en confianza y que hablara y sonriera con libertad.
Y por eso mismo había cortado sus ataduras. Su mala cara al hacerlo había sido al ver los ojos de este, mirándole como si estuviera contemplando a un hombre que no conociera. No quería ver esa mirada en sus ojos de nuevo cuando le miraba. Lo había odiado con todo su ser.
…...
-Tengo permiso del conde para volver a Inglaterra. Quiero zarpar lo antes posible- le indicó a Lagertha, cuando estuvieron de vuelta en casa.
-¿Y cuando será eso?- le preguntó esta, a la cual no había informado de lo que había pasado entre ellos.
-Mañana.
-Todos te deseamos éxito. Haremos sacrificios a Odín.
-¿Es que no vas a venir?- le preguntó este, sin poder dejar de sonreír.
Había conseguido que el conde le permitiera hacer un nuevo viaje, Athelstan había ido tras él por su propia decisión. En silencio, pero tras él. No podía sentirse más pletórico. No le costaría nada darle un pequeño gusto a su esposa.
-¿Qué?- exclamó esta, fingiendo que no le había oído bien.
-Quiero que vengas conmigo.
-Pero...la granja... ¿Y los niños?- preguntó esta, sin poder evitar sonreír.
-Bjorn es demasiado joven. Aunque puede ayudar en la granja.
-Pero...¿quién quedará al mando?- preguntó el chico.
-El sacerdote- afirmó Ragnar, sorprendiendo a todo el mundo, incluido al propio Athelstan.-Le dejaré a él a cargo.
-¡Padre, no puedes poner a un esclavo por delante de mi! ¡Yo soy tu hijo!-. Pero, ante una mirada de su padre, volvió a sentarse, sabiendo que tenía que callar.
-Ya no lo considero un esclavo. Es una persona responsable- afirmó, dirigiendo aquella sonrisa suave que podía convencer.
-Por favor, Ragnar Lodbrok. No lo hagas- le rogó este.
-¿Tú que dices, Gyda?- le preguntó Ragnar a su hija, mirando al nervioso sacerdote por un momento.
¿Por qué le parecía divertido verle en tal estado de nervios? Era algo que no conseguía entender del todo, pero no podía dejar de disfrutarlo. Lagertha quería ver Inglaterra y, dejándole en la casa, le daba más libertad, le dejaba claro que era de su confianza y sus hijos podrían tener más tiempo para cogerle más cariños. Quería que su familia se uniera más, que lo aceptaran. Y, una vez que eso ocurriera, bueno... Tal vez podrían volver a ofrecerle ir a su cama.
-No me importa. Me gusta el sacerdote- afirmó esta.
¡Que buena niña era! Siempre tan amable y cariñosa. Sabía juzgadle bien y, desde siempre, le habían gustado las personas que a su padre le caían bien. Estaba claro que ella iba a adorar a Adelstan, notando la atención que su padre le daba.
-Entonces, decidido- afirmó, acariciando los hermosos cabellos de su hija, la luz de sus ojos.
No supo lo que le dijeron después a Athelstan, pues abandonó la habitación, pero, dijeran lo que le dijeran, sabía que este haría un buen trabajo. Defendería la granja, cuidaría de sus hijos y de sus tierras.
Y, lo más importante. Estaría en la casa cuando volvieran.
Fin del capitulo 1.
Juro que mientras estaba escribiendo este primer capitulo, estaba escuchando la canción de la sirenita, la de ``Bésala´´. Me imaginaba a Torstein o alguno de estos como Sebastián, a Athelstan como Ariel y Erik como Ragnar. Jajajaja. A sido buenísimo, porque, cuanto más escribía sobre lo que sentía cada uno, más parecía acertada esa canción. Si supiera más sobre programas de edición, yo misma colocaría sus rostros encima y haría un video. ¡Sería buenísimo!. Dios, me río solo de imaginármelo. Jajaaja aja.
Solo deciros que espero que os este gustando como estoy sacando esas cosas que solo nos querían dejar insinuar (o eso pensaba mi mente de fujoshi), esperando a que llegue el momento importante y que yo solo me he visto la temporada 1 y 2. Aun no he visto la 3 y no sé si hay una 4, pero espero que sí, porque eso significaría que puedo ver más momentos tiernos de estos dos. Es que...juro que parecen dos personas que no quieren aceptar del todo que se gustan.
Y otra pequeña confesión por mi parte. Como lo primero que vi fue la temporada dos, Rollo me cayó genial porque estaba redimiéndose y ayudando a su hermano. Pero en la 1º ...ufffffffffffffffff!. Me pareció un cerdo creído, chulesco, que iba de sobrado por la vida, creyéndose la leche y echándole la culpa a su hermano de que no fuera una persona importante. Menos mal que el personaje dio un cambio, porque, si no, habría acabado odiándole del todo. Me recuerda un poco a lo que me hizo sentir Jaime de Juego de Tronos. Al principio le odiaba. Pero, después de que le cortaran la mano, parece que se centró. Al menos en los libros. En la serie volvió junto a su hermana y todo. No me gustó esa versión.
Tampoco creí del todo que Floki pudiera traicionar a Ragnar. A lo mejor, si no se hubieran dirigido esa mirada significativa en el campamento, tras llegar a Inglaterra con el rey y Lagertha, a lo mejor sí me lo hubiera tragado. Pero se notaba demasiado que estaban tramando algo. Además, que el rey le pidió que matara una persona y él le dio setas a Rollo y a Torstein. Se notaba un huevo que estaba experimentando, a ver que efecto tenían para ver si eran las correctas para la farsa.
En fin. Seguiré con la historia y no os doy más el coñazo. Muchos besos, manteneos sanos y nos seguimos leyendo. -^^-
