Restos de diciembre

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.

Este fic participa del Reto Temático de Febrero: "Verde y plata" del Foro "First Generation: The story before books".


El bosque es cada vez más indómito. Los pinos y centinelas dan paso a los enormes robles, altos y oscuros. El río que cruza permanece seco como los huesos de un muerto y la superficie comienza a congelarse ante el beso gélido del invierno. Un viento penetrante hace ondear la bufanda de Michael cuando llega a la cabaña de espinos enmarañados. Es tan temprano que todavía quedan jirones de niebla pálida enroscados en los árboles y su aliento proyecta una espiral opalescente.

Adrian Pucey se encuentra de pie en la puerta como un centinela más del bosque salvaje. La punta de su nariz permanece sonrosada por la brisa helada que comienza a soplar en los desiertos parajes del paisaje, el cabello castaño baila al compás que marca el clima y los ojos entornados marcan las facciones de su rostro.

El saludo queda resumido en un demencial beso.

No existe la cortesía ni la delicadeza cuando se trata de su anhelo. Un anhelo que queda expresado en esa caricia tan íntima, donde sus bocas se vuelven a reconocer una vez más y establecen propiedad sobre la otra. Se escucha un gemido que rebota contra las ramas desnudas de los árboles, pero no se puede identificar de cuál boca procede.

Se produce un instante de silencio.

Lo único que se escucha es el ulular de una lechuza parda y el ritmo errático de sus respiraciones.

—Snape es el director de Hogwarts —dice Michael para acabar con la tranquilidad que se cierne sobre ellos. Adrian ya tiene conocimiento de la situación. Hace semanas que El Profeta viene informando a la población sobre los cambios radicales y educativos en el colegio de magia—. Dicen que la guerra ya tiene un vencedor, pero recién está comenzando.

Recuerda el afiche publicitario donde Harry Potter es declarado como un ciudadano indeseable y que se debe aportar información al Ministerio de Magia en caso de verlo. Información que será rápidamente notificada a Lord Voldemort. Pero no lo dicen con esas palabras, para que el pánico no comience a arremolinarse entre la población mágica.

—El Ministerio de Magia no está feliz con la dimisión de mi padre. Él dice que Yaxley lo requería para cierto propósito pero nunca llegó a enterarse. Conseguimos mudarnos de Inglaterra antes que la Marca Tenebrosa apareciera sobre el techo de nuestra casa.

—No son la única familia que se mudaron de Inglaterra —comenta Michael—. Familias enteras se trasladaron de país y es la primera vez que se registra un movimiento tan grande de emigrantes. No se los puede culpar, de haber sido posible, yo también hubiera abandonado Londres.

—Pero tienes que ir a Hogwarts. Ahora es obligatorio asistir.

—Claro. De ese modo, los mortífagos se aseguran que todos los jóvenes de entre once y diecisiete años, estarán bajo su control. La asignatura de Estudios muggles es ejercida por Alecto Carrow, una mortífaga.

Adrian busca en su mente el nombre. Pero lo único que puede hacer es asociar el apellido a los hermanos que se fugaron de Azkaban hace unos años. El rostro de la mujer es una mancha difusa pero solamente puede tratarse de ella. Es irónico que El Profeta no mantenga a la población informada sobre la clase de profesores que imparten clases.

—No se puede esperar menos con Snape como el director del colegio. Ya no son rumores, Michael. Su cargo de director y los mortífagos siendo profesores de Hogwarts, solamente puede significar una cosa. Él es un mortífago y debe haber asesinado a Dumbledore. De otro modo, ¿por qué se encontraría en su cargo?

—Cuando nos reunimos en la Sala de los Menesteres, hablamos sobre la muerte de Dumbledore. La mayoría pensamos que fue Snape pero lo cierto es que no hay pruebas concretas. Harry lo dice, pero es su palabra contra la del Ministerio.

—El Ministerio de Magia está siendo controlado por los mortífagos. No puedes confiar en su palabra y ni siquiera El Profeta revela información fidedigna.

Michael saca de su mochila una revista. Se titula El Quisquilloso. No es la primera vez que se encuentra ante uno de sus ejemplares.

«Xenophilius Lovegood parece estar más informados que los reporteros del Ministerio —fueron las palabras de su padre días antes de partir de Inglaterra—. Al parecer, sus criaturas invisibles saben qué susurrar en sus oídos.»

—Es el último ejemplar que ha sido publicado. La hija del editor, Luna Lovegood, es una compañera de casa. Hace unas semanas se la llevaron y no se la volvió a ver desde entonces —revela pero a Adrian no le sorprende. Así son las guerras. Personas desaparecidas y cadáveres sin identificar—. La deben tener de rehén para garantizar el comportamiento de su padre.

—¿Luna Lovegood te preocupa?

—¿A qué te refieres, Adrian? Es una compañera de casa y me preocupa su vida como me puede preocupar la vida de cualquier otro compañero, que tiene el infortunio de caer en las manos de los mortífagos —hace una pausa y añade con formalidad—: Yo me preocupo por mis compañeros, no me escapo del país y le doy la espalda.

El reproche tarda en llegar pero lo hace.

Hace mucho tiempo que Adrian está esperando esas palabras. Lo espera desde el primer día que saca sus pies de Inglaterra y los coloca en un país ajeno a su origen. No es mucha la correspondencia que pueden intercambiar con Michael, debido a que puede revelar fácilmente su ubicación y es la primera vez que se encuentran desde la apresurada separación.

Las palabras son como un puñal que dan directamente en el pecho del chico, pero se mantiene firme y trata que su rostro no refleje ninguna de las emociones que lo asaltan.

—Mi familia se mantiene neutral en cuanto a la guerra. Yo me mantengo neutral y prefiero no escoger ningún bando. No quiero poner en peligro a mis padres y tampoco a mis hermanos. No te pido que lo entiendas, solamente que no me juzgues por querer mantener a salvo a quienes quiero.

—¿Yo no significo nada para ti, Adrian? No te pido que te pongas del lado de ningún bando. Lo único que te pido es que te pongas de mi lado y me des un poco de apoyo en el momento tan difícil que estoy viviendo. No es fácil asumir que debo volver a Hogwarts en menos de una semana y tratar de comportarme para no ser torturado como castigo. Siento impotencia y rabia.

—Y también piensas que soy cobarde por no haberme quedado en Inglaterra a ayudar en lo que puedo —Michael abre la boca para decir algo pero lo interrumpe—. No lo niegues. Sé que piensas eso. Pero no te culpo.

—Ya eres mayor de edad, Adrian. Ven conmigo a Inglaterra. Te puedes quedar en la casa de mis padres hasta que todo termine.

—¿Y si la guerra no termina del modo que esperas? Puede que Voldemort gane. No te olvides de esa posibilidad. Tú te aferras a la esperanza de que Harry Potter sea el vencedor pero siempre tienes que contemplar las dos posibilidades.

—El resultado de la guerra no altera lo que siento por ti —asegura Michael—. Puedo ser el siguiente en desaparecer como Luna Lovegood o puede que viva una larga vida. No tengo la respuesta en mis manos y no quiero conocerla al borde la muerte.

—Estás apelando a un chantaje emocional para hacerme abandonar a mi familia y volver a Inglaterra.

—Estoy apelando a los sentimientos que dices sentir por mí. No te pido que te quedes en Londres hasta el final de la guerra y que abandones a tu familia. Pasemos juntos lo que queda de las vacaciones y si decides marcharte, yo no seré quien me oponga.

«Tu vida puede correr peligro si vuelves —le susurran sus temores. Pero la valentía parecer sazonar sus miedos—. De todos modos, estarás con Michael. ¿Eso no es suficiente para arriesgarte?»

Se establece un silencio frío como el hielo de la superficie del río.

El viento se entrelaza con las ramas silbantes y dejan un vacío en la mente de Adrian. Quiere decirle no y al mismo tiempo, quiere decirle si. Quiere con toda su alma a sus padres, quienes le dieron la vida, y a sus hermanos. Pero, tampoco es capaz de renunciar a Michael y dejarle marchar.

—Quédate hasta mañana, en lo que averiguo cómo decirle a mis padres que me iré.

El beso que el chico le regala es capaz de hacerle olvidar el abrasador frío que los rodea.

Meses después cuando el final de la guerra comienza a acercarse, Adrian Pucey se encuentra entre los refuerzos que lleva el profesor Slughorn a Hogwarts y demuestra que no todos los estudiantes de Slytherin se encuentran con los mortífagos.