Serie de drabbles sin conexión más que la sangre -yes, yes, todo siempre muy simpático- que tenía guardada desde el tiempo de los dinosaurios. Iba a participar en un reto, pero obviously no llegué a tiempo así que recién ahora ven la luz.

Renuncia: Canción de Hielo y Fuego le pertenece enteramente a George R.R. Martin.


El rojo en nuestro cuerpo.


Renly Baratheon - Rojo Fugaz.

Se miró en el espejo. El reflejo le devolvió la imaginen de un hombre encantador, joven y apuesto. Sus cabellos carbón, negros como la noche, se deslizaban por sus hombros con soltura y sus ojos azules, tan característicos en su familia, brillaban presos de la excitación. Ese sería su momento. En horas aplastaría al rígido de su hermano mayor, tomaría su ejército y ya nadie podría detenerlo. Ni siquiera los Lannister. Estaba tan cerca de la corona, de ese trono de hierro que tantas veces había contemplado de niño con Robert sentado en él que casi podía tocarlo con las manos. Sería suyo. Suyo y de nadie más.

Le sonrió al reflejo mostrando todos sus dientes blancos y perfectos, y el otro le devolvió la sonrisa brillante. Brienne le tendió los guantes y el yelmo, y mientras le ayudaba con lo último de su pulcro atuendo sus ojos viajaron hasta ella efímeros segundos; los suficientes para no encontrar algo interesante. Lady Catelyn le rogó por última vez que lo considerara. Harto, la miró a través del espejo y le soltó el primer chiste que se le ocurrió. La larga cabellera de Lady Catelyn se le antojó demasiado cobriza, roja, lamida por las llamas; de repente demasiado oscura y espesa por la luz de las velas.

Un frío abrazador lo atrapó. Entre su balbuceo y su grito ahogado, le pareció que el rojo que manaba de su garganta era igual al cabello fogoso de Lady Catelyn.

Un rojo fugaz.

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