Disclaimer: Los personajes de Queer As Folk no me pertenecen.
¡Disfrútenlo!
Capítulo 1
Lo primero que sintió al abrir lentamente los parpados fue el frío, mucho frío. Era como si estuviese en la intemperie en plena nevada y sin una mísera chaqueta. Sus dientes castañeaban por encima del sonido de un aullido. La confusión le acompaño al frío. No sabía dónde estaba, ni a dónde iba.
Justin parpadeó seguidamente como si con esa acción pudiese despejar la neblina que cubría su mente. Lo único que pudo descubrir de su situación fue que estaba en un auto. También notó que no podía moverse; era como si su cuerpo estuviese siendo asegurado por una fuerza extraña.
Sentía un dolor punzante en todo su cuerpo, pero la confusión en su cerebro no le permitía saber cómo o de dónde provenían específicamente sus dolencias. Gracias a Dios.
Pasados unos segundos de parpadeo forzado su visión comenzó a aclarar lo suficiente como para darse cuenta que la blancura empañada que veía era el parabrisas del carro. Sí, ese era el auto de su madre, pero ¿qué hacía allí?
Justin estaba asustado y muy confundido. Es más, él se sentía peor que aquella vez cuando acompañó a Brian al trabajo para echar un vistazo al afamado departamento de arte con el que contaba la empresa. Ese día había tenido un ataque de pánico en el estacionamiento de la compañía. Al parecer Brian había olvidado que ese podría ser un punto detonante para su trauma. Claro que él también lo había olvidado, o eso fue hasta que escuchó pasos a lo lejos. Fue entonces cuando su respiración se vino abajo, dejándolo hecho un desastre jadeante entre los brazos de Brian.
Si podía recordar ese suceso hace tres meses ¿por qué carajos no podía recordar qué hacía en ese carro?
—Mamá— se deslizó por su lengua sin saber por qué la llamaba. Aunque todo se aclaró con horror cuando giró con un dolor incomodo en su cuello y allí, en el asiento del piloto yacía su madre con un hilillo de sangre escapando de la comisura de sus labios pálidos.
Lo peor de todo fue cuando buscó con la mirada el resto del panorama. Como deseo no haberlo hecho. Del vientre de su mamá sobresalía un pedazo de vidrio de gran tamaño que había causado una pérdida masiva de sangre.
—¡Oh Dios no! No, no, no. Esto tiene que ser una puta broma —jadeó con dolor cuando intentó desesperadamente llegar al lado de su madre, que aunque fuese irónico no había suficiente cercanía entre los asientos. Era como si un abismo los separara.
En medio de su desesperación algo aún más atroz hizo clic en su memoria. Si su madre estaba a su lado ¿dónde estaba su hermana?
Dios no permitas que este muerta. Dios por favor... La suplica murió en su boca cuando sin poder girar su cuello miró por el espejo retrovisor. Su hermana, su pequeña Molly se encontraba siendo sostenida de una manera horrorosa por el cinturón de seguridad. Tenía la apariencia de una muñeca chueca con su cabello rubio, ahora teñido de rojo. Lo peor de todo eran sus ojos abiertos, mirándolo como si él fuese el causante de todo aquello.
—¡MOLLY! ¡MAMÁ! —gritó lo suficiente alto como para perturbar la serenidad de un pueblo.
Justin gritó por lo que pareció una eternidad. Esperando con su rostro bañado en lágrimas heladas a que alguna de ellas le respondiera algo. Se conformaría con un pequeño quejido o algún insulto. Algo.
—Vuelvan —susurró con la voz entrecortada a causa del frío y los desgarradores gritos. Tanta era su desesperación por la pérdida de su familia que no pensó en sus piernas atrapadas por el árbol contra el que se habían estrellado. Tampoco se preocupó por el corte en su cabeza ni por las ventanas rotas que permitían que toda la ventisca congelante cubriera cada poro de su cuerpo.
No. Él no se preocupó por nada de eso. Él estaba muriendo y con eso sí estaba bien, pero con lo que no estaba de acuerdo era con no despedirse de la única persona que ha amado. Y no, no se refiere a Ethan su actual novio.
¿Dónde demonios está su celular? Al parecer esa noche había estado plagada de preguntas de las cuales no le gustaban las respuestas.
—Vamos Justin. Concéntrate— se dijo a sí mismo; tratando de desentrañar el último lugar donde había visto su móvil dentro del vehículo. Y claro, ¿cómo no se le había ocurrido buscar dentro de su chaqueta?
Su mano buena temblaba más que su mano discapacitada. Dificultándole el simple trabajo de buscar en la agenda el contacto de Brian Kinney. Cuando estaba por presionar el botón de llamada su mente se espació como lo había estado haciendo desde que abrió los ojos ante la pesadilla impuesta.
—¡Mamá, Justin se comió mi chocolate! —Molly había gritado a todo pulmón desde el asiento trasero.
—Eres una mentirosa—refutó Justin.
—No es así, él miente —volvió a chillar como la pequeña mocosa que era.
—¡Niños! Compórtense o no iremos donde la abuela —había dicho Jennifer después de una hora de escuchar a sus engendros discutir por quién comió el ultimo caramelo, o por quién contó más autos rojos y quién hacia trampa. Para ser madre había que tener la paciencia de un Santo.
—Ya estamos a medio camino, mamá —comentó Justin.
—No te atreverías —le segundó Molly.
—¿Eso un reto, chicos?
—Claro que no —respondieron al unísono.
—De acuerdo. Ahora, quiero que se comporten como mis hijos y no como dos monos rabiosos —sonrió ante la mirada indignada de ambos— Este viaje será genial. Volveremos a ser la familia que antes fuimos —claro estaba que Craig estaba fuera de esa imagen.
Justin volvió a parpadear, dándose cuenta que acababa de tener un recuerdo de ese mismo día. Seguramente antes del accidente. Todavía no estaba claro en su memoria cómo habían acabado contra ese árbol.
El celular aún seguía en su temblorosa mano, y por un agónico momento se planteó no llamar a Brian y dejarse morir solo. Su familia había muerto justo a su lado, ya no tenía nada. Su padre lo odiaba por ser quien era. Su carrera artística había acabado en el preciso instante en el que había recibido aquel golpe en la cabeza; mismo golpe que terminaría jodiendo su cerebro y su mano dominante.
¿Realmente valía la pena hacer un esfuerzo para seguir en el mundo?
¿Y si a Brian le daba igual si vivía o moría?
Justin cerró los ojos e inhaló profundo, sintiendo como el aire helado quemaba sus pulmones. Varias lágrimas se derramaron cuando abrió los ojos y vio que aún se encontraba atrapado en ese auto con los cuerpos sin vida de su madre y hermana. Por un segundo tuvo la remota esperanza de estar soñando.
Su dedo buscó a tientas en botón de llamada y lo presionó. Con un cansancio casi ridículo se llevó el teléfono a la oreja y escuchó el tono de espera que lo separaba de su último aliento.
Justin sonrió cuando la llamada fue contestada y el primer ruido que llegó a sus sentidos adormilados fue el de la música retumbante y los múltiples gemidos como una banda sonora.
—¡Sunshine! —escuchó a Brian gritar su mote a través del cálido gemido de su corrida.
Después de todo. La música de Babylon, los gemidos del cuarto oscuro y la voz de Brian corriéndose mientras decía su nombre. Definitivamente era un buen arrullo para morir.
Gracias por leer ?.
