©Mizuki-Igarashi, C, C, G, E, F, E, M, M, C.
Hola! Celebrando el cumpleaños
Esperamos que este trabajo sea de tu agrado, se trata de un fic de universo alterno, moderno y totalmente distinto a lo que estamos acostumbradas; y es únicamente con el fin de DIVERTIRNOS un rato. Como siempre, los personajes pertenecen a sus respectivas autoras y editoriales.
Nota para las no mexicanas: Ñero significa persona de barriada de clase baja, de poca cultura o educación (escolar, porque muchos ñeros son respuetuosos), a veces con mal gusto musical y de vestir, etc... pero no necesariamente mala persona. Dicho esto, por definición y origen yo soy una ñera y me siento muy orgullosa de serlo.
NOS RESERVAMOS EL DERECHO DE ELIMINAR LOS REVIEWS OFENSIVOS
CAPÍTULO 1
-
Una preciosa rubia ojiverde y de indudable aspecto fino, conduce de mala gana su lujoso Acura por las calles de una barriada humilde de la gran ciudad en la que habita. Nunca entenderá por qué George Johnson, su padre, la hizo llamar a la fábrica, en vez de verse donde siempre, en su mansión ubicada en el mejor barrio o en alguna lujosa cafetería de las que suelen frecuentar.
«¿Te dio la andropausia o qué, daddy?»
Absorta en sus pensamientos, no se da cuenta de que una de las ruedas de su vehículo se va desinflando poco a poco, hasta que otro conductor se lo señala.
-Mamita, traes la llanta ponchada... ¡pero yo te soplo lo que quieras, güerita!
La rubia es de clase alta, pero eso no significa que no entienda el requiebro con connotación sexual que le acaban de hacer. Contesta furiosa a su interlocutor.
-¡Naco asqueroso, largo de aquí o llamo a la policía!
El hombre se aleja riendo mientras ella rebusca en su bolso. Maldición, ha olvidado su teléfono celular en la casa, tal vez por la sorpresa que le produjo la extraña propuesta de su padre. Suelta un grito de histeria por el enfado, para ella no traer su teléfono de última tecnología es casi como si le arrancaran un brazo.
Para colmo, en eso se escucha a lo lejos la música guacha de algún grupo tropical desconocido.
«It's too much, dad! Me las pagarás...» la joven burguesa siente que su enfado aumenta exponencialmente a cada segundo que pasa.
Si en una rosa estas tú
Si en cada respirar estás tú
¿Cómo te voy a olvidar?
¿Cómo te voy a olvidar?
La fuente de donde proviene aquella música que reventaba el hígado de la rubia es un microbús que termina de hacer la ruta por el barrio, adornado con multitud de luces de colores fluorescentes, calcomanías y peluches de dudoso gusto.
El conductor para justo al lado del lujoso automóvil de la joven, y desde su asiento grita a la chica:
-Pipipipipiiiiiiiiii... ¿Qué pasó, Güerita? ¿Se perdió m'hija o su matador de la jaig la tiene aquí esperando?
Ella ignora al joven conductor, pero no pudo evitar mirarlo de reojo y comprobar que a pesar de su cuestionable gusto musical y estético, no está nada mal; aunque esas gafas que usa son raras, y ni hablar del corte de pelo ochentoso que lleva.
-Órale, mi pelitos de elote, no se me engorile... Mira -baja el estruendo musical que emite su vehículo- ya neta, no deberías andar sola por este barrio. Yo soy un ñero banda, pero hay otros que no, y pues con esa carita, y esos pelitos, y esa nave que traes, pus...
-¿Qué intentas decirme, naco?
-Chalessss... se ve que andas bien ardilla m'hija...te digo en buena onda que este rumbo no es seguro para ti... yo conozco a un cuate que es mecánico y vulcanizador que te puede arreglar la llanta y que es bien legal. Si quieres le hablo al celu para que venga. Es el mero mero petatero en su chamba, y encima no es carero.
La rubia no es tonta, y sabe que no tiene mejor opción que confiar en el conductor del microbús, así que acepta el favor. Observa que el joven conductor tiene el tic de de repeinarse su pelo a lo mullet antes de volverse a poner los lentes, y que saca un teléfono celular para llamar al mecánico.
-¿Qué pex, mi Acuamán? Sí, wey, ya iba para tu changarro... pero mira, me encontré aquí a la vuelta a una chamaca bien fresa que se le ponchó la llanta; y pos no la puedo dejar alone, ¿sabes? Sí, vente pa'cá con la herramienta... pérame...
-Eh, Güerita...
-Me llamo Candy.
-Okey, maguey... Eh, Candy, mi cuate dice que si traes llanta de refacción en el coche.
-No.
-Güero, dice tu tocaya güerita que no trae la de refa... sí, aquí te esperamos en el semáforo de la rosticería de La Guayaba y La Tostada. Mi carcacha está al lado de su nave. Aquí nos vidrios, mi"Betoven".
«¿En qué idioma habla esta gente?» pensó Candy, intentando entender el habla del pesero.
-Bueno, mi pelitos de elote... aquí esperamos al Beto. ¿Así que te llamas Candy?
-Eh... no exactamente. En realidad me llamo Dulce,pero pues los que me conocen me dicen Candy. ¿Y tú?
-¡Vientos huracanados, mi Dulce! Yo me llamo Estanislao. Pero como soy el chofer más guapo y blanquito de la ruta, pues me dicen Stear, como el artista de la novela esa. Le trabajo este micro al papá del Betoven, y en la noche estudio pa' ingeniebrio mecánico, porque eso es lo neta que me gusta.
-Oh, yo estoy estudiando medicina, pero decidí darme un año sabático...
-¿Un qué?
-Ehmmm... un año de vacaciones. La carrera es muy pesada, ¿sabes?
-Pos claro que lo sé, mi pelitos de Elote. Yo trabajo, estudio, tengo novia y ayudo a mi carnal con sus cosas. Él ya va a la facultad y quiere ser licenciado.
-¿Licenciado en qué?
-Abogao picapleitos.
-Oh, pues es una carrera con buena salida profesional...
Hablando de trivialidades con "Stear", Candy consigue calmarse un poco, hasta que llega el mecánico vulcanizador. Ella esperaba ver a un tipo barrigón, viejo y descuidado, pero lo que ve la hace tragar en seco.
-¿Qué ondita con el pandita, mi Cuatrojos? Ya llegó por quien lloraban...
Es un joven de unos veinticinco años, un poco más mayor que Stear, pero mucho más guapo. Lleva el pelo rubio suelto a los hombros, aunque el cabello luce un poco reseco y maltratado. Viste jeans y camiseta de tirantes, lo que deja ver unos musculosos brazos y un cincelado pecho. Sin embargo, es ese rostro, y esos bellísimos ojos azules, lo que hacen realmente sudar frío a la rubia.
-Chales, güera! –comenta Beto al revisarla llanta- No me tardo mucho, pero pa'que no esté en la calle, le ofrezco mi cantón.
Se gira un momento para hablar con su amigo.
-Stear, llévala a la casa, mi jefe está en el taller y déjala con la Susy y Pato y te traes el gato.
-Ta güeno, güerejo.
-Búigale tons, porque quiero que te retaches para que te quedes a vigilar las naves mientras traigo una llanta de repuesto. Destas no tengo en el taller.
-Ya rugiste, mi leoncio...
-Deme las llaves, Güerita- Beto le tiende la mano a la muchacha.
Dulce (Candy), le entrega las llaves de su auto, un ligero malestar le llena el estómago, pero ¿qué puede hacer? Beto le sonríe con afabilidad, lo que alivia el malestar.
-No te apures- pide Stear- Susy y Pato son las carnalitas del Acuamán, el taller donde él trabaja con su jefe y su chante están juntos. Ándale, vamos Güerita.
Caminan hasta dar vuelta a la esquina, Candy se calma al ver que no está tan retirada de su automóvil En el taller, un hombre de cabello castaño claro y largo hasta los hombros, con gorra volteada y sucio de grasa, pelea con una llave de tuercas y un auto.
-¿Qué ondón, mister William?- saluda Stear al hombre que realmente se llama Guillermo.
-¿Y ora tú?- pregunta el hombre, de unos cincuenta años.
-Ella es Candy, se le descompuso el auto a la vuelta,Beto me mandó por el gato, y para que ella espere con la Susy y Pato.
-¡Pásele, güerita, está en su casa!- se dice el hombre con un gesto amable que se transforma en duro al hablar con Stear- y tú, 'nche Estanislao, sales rápido, no te quiero agarrar con Pato ni cinco minutos.
Una canción llena el ambiente: Entrega de Amor, de Los Ángeles Azules (y no precisamente de la estudiantina de San Jerónimo Emiliani).
Estamos en lugarprohibido
en busca de experimentar
donde se hace el pecado del amor
y el tiempo nos hace esperar.
Te miro, y me miras amor
te pregunto en que piensas
y me dices en ti y en mi
Veo que te sueltas el pelo
mirándote al espejo
mirándote a los ojos.
Una mirada entregada en un tiempo
Sin tiempo y un semblante hermoso.
Y me dices, he pensado mucho en ti,
te he soñado tanto aquí
que no imagine,
que iba a ser así la entrega de mi amor,
hacia ti.
Stear la hace entrar por un zaguán de metal en color azul cielo al lado del taller, y luego abre la primera puerta a la derecha. La música suena fuerte, coreada por dos voces femeninas y juveniles, Stear no toca, sino que la deja pasar por la puerta, encontrándose con dos muchachas veinteañeras, más o menos de la edad de Candy, quienes bailan y cantan al ritmo de la música: una de cabello castaño y ojos color chocolate, que usa lentes, la otra de cabello rubio oscuro y ojos azules.
-¿Qué onda? –saluda Stear y se acerca a la de pelo oscuro, rodeándole la cintura con los brazos.
Ahora se da cuenta Candy que los brazos del muchacho son musculosos. La morena le abraza.
-¿Qué, mi reina, cuándo le damos su lechita al gato? –le pregunta el muchacho.
-¡Ya, Stear! –la chica le empuja para separarlo de ella -Ya te lo dije antes: no hay casorio, no hay leche pa'l gato.
-Pos es que entre que tu apá es bien negrero y que todavía no acabo la carrera... el casorio será cuando esté como el Tata y pos entonces nomás las voy a traer colgadas de adorno...
La rubia que vive en esa casa les mira burlona.
-¡Orales, 'ténse sosiegos o les echo agua fría, 'ches jariosos! –amenaza.
Una guapa mujer de unos cuarenta años sale de la cocina de la vivienda y mira la escena. ¿Será la madre de Alberto?
-¡Cuidadito, chamaco! –advierte- Ya sabes que tienes que respetar.
-¡No sabía que estaba aquí, tía Rosa! –responde el muchacho, sin dejarse amedrentar.
Las mujeres miran a la chica rubia.
-¡Ah! –exclama Stear, volviendo a abrazar a la morena- Ella es Candy. Ella es Pato- empuja ligeramente a la morena -Y ella es la Susy- señala con un gesto a la rubia.
-Patricia.
-Susana.
Aclaran las muchachas.
-Y ella es la tía Rosa –termina Stear y señalando a las dos más jóvenes- Son las carnalitas del Beto, "El Acuamán"- explica Stear.
-Se le descompuso la nave ahí por la rosticería de La Guayaba– suelta a Pato- Voy a llevarle el gato a su brother, o me pone pinto. Ai ' se las dejo un ratito, pa'que no espere al sol, pórtense como la gente –dice al final.
Cuando pasa cerca de Susana, esta le suelta un revés, que el muchacho esquiva riéndose y sale volado al taller.
-¿Quieres un refresco? –ofrece Rosa.
Antes de que la muchacha rubia de ojos verdes responda, Pato se dirige a la cocina y sale al cabo de unos minutos, mientras ella es llevada a un sofá forrado de plástico transparente a tomar asiento. Pato trae un vaso de cristal, con motivo de flores en colores vivos y una servilleta de papel, lleno de refresco burbujeante.
-Gracias– acepta Candy, un poco intimidada.
Susy ha bajado el volumen de la música y toma asiento en un sillón al lado de la huésped.
-¿Qué te pasó?– pregunta con desparpajo.
-Se me reventó completamente una llanta– explica Candy, un tanto incómoda ante el escrutinio de las muchachas. Era obvio que nunca habían visto a una chica tan fina y distinguida, y examinaron sin pudor su precioso vestido Chanel y el caro bolso de Hermès que Candy llevaba en el regazo; mientras la rubia miraba con una mezcla de asombro y curiosidad los adornos quedaban la casa de un claro aire kitsch, rematado por la pintura azul intenso de las paredes y los sendos retratos de aquellas dos muchachas luciendo unos pomposos y brillantes vestidos de quince años.
Sin embargo, Pato le sonríe con alegría, así que poco a poco, Candy se siente más cómoda.
-Voy a seguir con la botana pa'l mediodía– avisa la tía Rosa y regresa a la cocina.
Casi una hora después, entra Willy, el dueño del taller, seguido por un niño y una niña de unos diez años que llevan mochilas al hombro porque vuelven de la escuela.
-¿Ya está la comida?– pregunta.
-¡A la mesa!– ordena la tía Rosa -Pero primero se me quitan los uniformes, chamacos- dice dirigiéndose a los niños.
Los chicos le son presentados por Pato a Candy: son los menores de la familia y gemelos.
-Estos son los cuatitos: Milagros y Juanito. También son mis hermanos, como Beto, Susana y...
-¿Te quedas a comer, verdad?– pregunta la tía Rosa.
Susy y Pato ponen la mesa, entre chácharas con sus hermanos menores.
-No deseo dar molestias, mi padre me espera…- comienza a disculparse la chica rubia.
-El Beto se va a dilatar, Cándida– responde don Willy.
-Candy, me llamo Dulce, pero me dicen Candy– aclara la joven.
-Pos eso… tuvo que ir a conseguir la llanta. Quédate, llámale a tu papá, aquí tenemos teléfono. Con confianza.
Candy acaba aceptando y llama por el teléfono de la pequeña vivienda,informando a su padre lo sucedido y asegurándole que, en cuanto pueda, se presentará con él.
El almuerzo transcurre con alegría, todos gritan al mismo tiempo y hablan en una jerga que a Candy le cuesta trabajo seguir, y a la vez la familia -sobretodo las chicas- observan muy interesados los exquisitos modales que para comer la ojiverde muestra, como si quisieran grabárselos para repetirlos e impresionar a sus amigas.
Candy se ve envuelta por la plática y acaba siendo invitada para el siguiente fin de semana, a fin de asistir a una fiesta que se efectuará en la vecindad.
-Los quince de la Ana– aclara Susy.
-Perdón, ¿Y quién es ella?
-Es nuestra carnala, pero ahorita anda en la secundaria y no regresa hasta como a las siete porque la floja se matriculó en el turno de tarde.
En ese momento, Beto entra acompañado por Stear.
-Ya quedó su nave, güerita, la estacioné frente a la vecindad pa'que no se la roben– avisa y saluda con un beso a su tía.
-Siéntate mi'jo, orita te sirvo. Tú también, Estanislao.
Stear y Beto obedecen.
Candy, escucha como todos se atropellan para hablar.
-¡Candy va a venir a la fiesta de la Ana!– avisa Milagros. La niña no quita los ojos de la chica rubia, embelesada.
-Suaveeeee– indica Stear, aun con la boca llena de comida -Más chavas con las cuales pasear el callo.
-¡Luego luego de golosiento!– replica una celosa Pato.
-Ya sabe que usté es la única dueña de mi corazón, mi reina– le responde el muchacho, relamiéndose.
Beto, rápido, le suelta un golpe, que el otro alcanza a esquivar.
-¡No te pases de lanza, porque te surto!– le advierte.
-¿A poco crees que estoy manco, valedor?- Stear le regresa el golpe.
-¡'Tense en paz, que hay visitas!– les regaña don Willy.
Candy mira con ojos enormes la escena. En su casa, las comidas transcurren en silencio. Por lo regular, su padre lee el periódico o contesta el celular; sus hermanos, Tom y Jimmy, habitualmente comen a diferentes horas y sitios,debido a sus apretados horarios. Ella acostumbra acompañar a su padre, pero no hay entre ellos esa camadería que ve en esta ruidosa familia. Al fin, se llega el tiempo de retirarse y, al intentar pagarle a Beto, se da cuenta de que junto con el celular olvidó su cartera.
-Oh, shit... ¡Lo siento!– se disculpa a media voz, totalmente ruborizada.
-¡No se chivée, Güerita!– pide el muchacho sonriéndole amigablemente -Con ese pretexto, la tendremos el sábado por aquí en su casa.
-Ándele, mi Beto, acompañe a Cándida a su carro y regresa– ordena Willy.
Candy se despide, entre gritos y risas, y sale acompañada por el rubio muchacho.
-Nos vicentiamos el sábado, Güerita– los azules ojos la miran con amabilidad, mientras le entrega las llaves del auto y la ve alejarse con rapidez.
Candy, mientras maneja, suelta un profundo suspiro; un tanto de alivio y un tanto de nostalgia por lo que ha vivido en el último par de horas.
-
CONTINUARÁ...
Personajes:
Candy: Dulce Johnson
George: George Johnson
Albert: Beto Andrade
Paty: Pato Andrade
Susana: Susy Andrade
Annie: Ana Andrade
Rosemary: Rosa Andrade
Don Willy: WAA padre de Bert y Roseamary
Millie (niña del Hogar de Pony): Milagros
John (niño del Hogar): Juanito
Tom: Tomás Johnson
Jimmy: Jaime Johnson
Anthony: Toño Andrade
Archie: Eustolgio Cortés
Stear: Estanislao Cortés
©C, C, G, E, F, E, M, M, C.
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