One Piece no es mío. Todo pertenece a Eiichiro Oda.
1
"Nos enamoramos de quien no debemos…"
Ace giró la llave dentro de la cerradura y abrió la puerta. A diferencia de otros días, no lo recibió una enorme sonrisa, ni un grito de alegría entonó su nombre o terminó en el suelo del corredor con un peso extra sobre su cuerpo. Lo único que le dio un alegre "Bienvenido", aquella tarde, fue el ensordecedor silencio que reinaba en el departamento.
Los números rojos fluorescentes del reloj digital que descansaba en una de las repisas sobre el televisor eran la única luz que se dejaba ver en la oscuridad que lo recibía, dando la impresión de que estos danzaban sobre la nada, cerró la puerta sin dejar de contemplar aquellos fantasmagóricos números. Siempre había preferido los relojes con manecillas pues le gustaba escuchar el sonido que hacían estas al avanzar, su "tic tac" lo había acompañado cada vez que se desvelaba trabajando o leyendo, pero el otro tenía problemas para leer la hora en ellos por lo que tuvo que cambiarlos por aquellos aburridos relojes digitales que se desprogramaban cada vez que se iba la luz, todo un dolor de cabeza.
Sus ojos se fueron adaptando poco a poco a aquella penumbra hasta que distinguió el sofá de cuatro plazas en forma de escuadra frente al televisor, el pequeño sillón junto a esté donde una pila de colchas descansaba plácidamente, el olor a suavizante llegó hasta él haciéndole recordar que él otro había intentado ayudarlo a lavarlas y vació todo el bote dentro de la lavadora, la mesa de vidrio, en el centro de la sala, donde una carabela a escala permanecía inmóvil como único adorno. En el otro extremo del lugar estaba el comedor, que nunca usaban, la mesa rectangular de madera con sus diez sillas a juego, era quizá el mueble más triste de todos pues hasta la fecha nadie comía en ella, solía utilizarla para trabajar como lo demostraba la pila de papeles, libros y su ordenador que estaban sobre ella. Entre el comedor y la sala sobresalía la cocina con la barra de granito blanca donde solían comer, el frutero estaba vacío, había olvidado hacer el mandado, tendría que ir mañana o de lo contrario él otro terminaría usando aquello como excusa para devorar toda la carne de la nevera.
Apartándose de la entrada se encaminó al pasillo a su izquierda que conducía a las habitaciones, esos tres cuartos fueron los que hicieron que se decidiera por comprar aquel lugar. Las casas eran demasiado caras, pero aquel departamento era casi tan espacioso como una y costaba la mitad, además estaba en una zona tranquila, excepto por su vecino del piso de abajo que hacía sus ruidosas fiestas todos los fines de semana, era perfecto.
Se detuvo frente a la última puerta y la contempló largamente. No se escuchaba ningún ruido del otro lado, pero sabía que él otro estaba allí. Aspiró una profunda bocanada de aire antes de tocar con suavidad, debido al silencio que lo rodeaba, los golpes resonaron en sus oídos con fuerza y sintió como si todo el departamento contuviera la respiración.
─Luffy ─llamó sin siquiera levantar la voz─, ¿puedo pasar?
El silencio fue toda la respuesta que recibió, pero sabía que lo había escuchado, tal vez sería mejor dejarlo solo para que asimilara lo sucedido y hablar cuando estuviera más tranquilo, después de todo era consciente del duro golpe que aquello significaba para el otro, pero tampoco quería dejar las cosas así. Dudo un momento antes de abrir y entrar, pese a la oscuridad que reinaba en el cuarto no tuvo problemas para distinguir la figura de su hermano menor tendido sobre la cama, lo contempló unos minutos notando lo pequeño que parecía antes de acercarse y sentarse a su lado, hundiendo el colchón con su peso.
Ninguno de los dos dijo nada para disipar el silencio que los envolvía con sus negras manos. Al igual que en la sala lo único que impedía que aquellos oscuros brazos los rodearán por completo era la mortecina luz amarilla de un reloj infantil que descansaba sobre el buró junto a la cama. Era la figura de Goku junto a una de las famosas esferas del dragón, en el interior de esta unos grandes números negros indicaban la hora. Esbozó una débil sonrisa y lo tomó con cuidado.
─Aún tienes este reloj ─dijo en un intento por iniciar una conversación.
El segundero cambiaba sin emitir ningún "tic" indicando el tiempo que pasaba. Tras un minuto en silencio, comenzó a pensar que él otro no diría nada, tal vez debía dejarlo y tener esa conversación después, estiró el brazo para dejar la figura en su lugar de nueva cuenta.
─Tú me lo obsequiaste ─dijo Luffy finalmente, su voz se escuchaba apagada por las sabanas bajo las que estaba refugiado.
Miró la figura entre sus manos, se lo había regalado cuando cumplió 4 años. En aquel tiempo, su hermano se volvía loco por cualquier cosa que tuviera al protagonista de su anime favorito, apenas vio aquel reloj en la repisa de la juguetería les suplicó a sus padres que se lo comprarán. Su padre consideró que sería un buen regalo de cumpleaños ─los escuchó discutir sobre ello después de comer mientras hacía su tarea y el menor dormía plácidamente sobre sus piernas─, su madre, por otro lado, no estaba de acuerdo porque decía que terminaría rompiéndolo, como todos sus juguetes, y que era mejor regalarle ropa. Tras una larga discusión su padre terminó cediendo y el reloj fue descartado. Sabiendo que su hermano se entristecería al abrir sus obsequios y no ver el tan ansiado reloj, decidió regalárselo él mismo por lo que trabajo cortando el césped de los vecinos y haciendo mandados para conseguir el dinero.
─Lo recuerdo ─dijo volviendo a dejar la figura en su lugar para después girarse y ver el bulto que era su hermano─. Pensé que lo romperías en menos de una semana ─rió pero él otro no lo imitó, continuaba dándole la espalda, la sonrisa desapareció de sus labios tan rápido como se había formado─ Luffy…
─¿Por qué? ─preguntó el menor interrumpiéndolo─ ¿Por qué aceptaste salir con Vivi?
─Lu…
─¡Ella no te ama! ─grito levantándose y girando para encararlo─ ¡No te ama como yo!
Y aquella era precisamente la razón por la que había aceptado.
Había pensado que si tenía una novia formal, su hermano finalmente podría olvidarse de esos sentimientos. Pero ahora, al ver aquellos oscuros ojos que siempre lo veían con un brillo de felicidad cambiando de emociones como si fueran un caleidoscopio que reflejaba dolor, tristeza, desesperación e ira, comenzaba a pensar que las cosas, tal vez, no serían tan fáciles. ¿Qué tan profundos eran los sentimientos de su hermano para qué lo mirara de aquella manera? Contrario a lo que cualquier persona pudiera sentir al ser contemplado por unos ojos como esos, lo único que sentía al ver aquel rostro infantil consternado por el dolor y la desesperación, era tristeza por aquel niño que creía poder obtenerlo todo en la vida y que ahora estaba aprendiendo, de forma dolorosa, que no siempre sería así.
─Lu ─dijo utilizando el diminutivo con el que solía llamarlo desde que eran niños y resistiendo el impulso de abrazarlo para consolarlo, en su lugar le acarició el cabello con una de sus manos─. Somos hermanos ─se lo había dicho mil veces, pero se negaba a escucharlo.
─¡No me importa! ─gritó el menor abrazándolo con fuerza y ocultando el rostro en su pecho─ ¡Te amo, Ace!
Si al menos su hermano comprendiera el dolor que le causaba con aquellas palabras.
Luffy tenía 5 años cuando le dijo aquellas palabras por primera vez. Él estaba curando las rodillas raspadas que el menor obtuvo al caer del columpio por intentar mecerse de pie sobre el asiento, le había sonreído antes de despeinarle el cabello, «Yo también te quiero, Lu» dijo mientras terminaba de colocar las gasas sobre las huesudas rodillas, su hermano había sonreído ampliamente antes de lanzarse sobre él para rodearle el cuello con sus brazos en un apretado abrazo.
Cuando niños, nunca le dio importancia a aquellas muestras de cariño, su hermano siempre lo abrazará por la cintura o la espalda, se colgaba de su cuello o se recostaba en el sillón con la cabeza sobre sus piernas para ver la televisión o para dormir. En muchos casos, había correspondido aquellas muestras de cariño o, cuando estaba demasiado cansado, se limitaba a recibirlas sin protestar o apartarlo, dejando que él otro se entretuviera con sus manos, ya que el menor solía colocar las manos de ambos una contra la otra para comprobar cuáles eran más grande –nunca entendió porque parecía obsesionado con saber aquello-, o con su cabello, el cual solía enroscar entre sus pequeños dedos.
Sus padres nunca dijeron que aquello no era normal, pero tampoco era como si les hubieran prestado verdadera atención ya que por su profesión ─ambos arqueólogos─ rara vez estaban en casa por más de dos días seguidos. Cuando estaban en expediciones o en otra ciudad asistiendo a importantes exposiciones, Luffy y él, quedaban a cargo del "tío" Shanks, un escritor amigo de sus padres quien accedía a cuidar de ellos. Shanks tampoco había dicho nada sobre la efusividad de Luffy, al contrario parecía encantado con ella ya que el menor también solía abrazarlo casi tanto como a él, aunque, al igual que sus padres, tampoco les había prestaba demasiada atención y casi siempre estaba en su estudio escribiendo. «Pueden hacer lo que quieran, siempre y cuando no se lastimen de gravedad o se maten, niños» fueron las palabras que les dijo la primera vez que los recibió en su casa, la idea desde luego le encantó a su hermano quien no necesito que le dijeran aquello dos veces para ponerse a correr por todas partes en busca de aventuras. Como la casa y el jardín eran enormes podían jugar a las escondidas, a los piratas, a los caballeros que luchaban contra fieros dragones o cualquier cosa que se le ocurriera al menor, pues era quien ideaba los juegos, mientras que él, como el mayor, era quien ponía límite a toda la diversión, se encargaba de que su hermano hiciera la tarea, que no comiera más de la cuenta, lavará sus dientes, que no tardará mucho en bañarse, que la televisión no le pudriera el cerebro, que se acostará temprano y cuando tenía una pesadilla era el encargado de espantarla permitiéndole dormir en su cama.
Debió notar como el otro buscaba tener más contacto con él, que la forma en que lo miraba ─cuando se bañaban juntos o se cambiaba de ropa frente a él─ había cambiado. Debió notar como parecieron aumentar las pesadillas, lo que hacía que durmiera en su cama prácticamente todas las noches, a tal grado que se acostumbró a despertar en las mañanas con su hermano dormido a su lado y abrazándolo, sin siquiera recordar en qué momento se había metido en ella.
Pero también admitía, que ni en sus sueños más oscuros… habría imaginado que su hermanito lo amaba.
─Lu, ya hemos hablado de esto ─dijo con suavidad rodeando el cuerpo del menor con sus brazos─. Soy tu hermano. No puedes sentir eso por mí ─hacía mucho tiempo que no abrazaba a su hermano de aquella forma, desde que esté le confesará lo que sentía por él.
Si le hubiera dicho a sus padres cuando este le confesó sus sentimientos tal vez ellos habrían sabido que hacer, pero nunca se atrevió. Tuvo miedo de lo que le harían al menor si llegaban a enterarse, a sus padres no les gustaba nada que pudiera manchar su imagen de familia ejemplar. Siempre estaban castigando al menor por una u otra cosa y aunque tenía que admitir que era un niño muy inquieto y siempre se metía en problemas, los castigos que le daban eran realmente crueles, iban desde dejarlo sin comer hasta encerrarlo en el armario sabiendo que odiaba los lugares pequeños y oscuros, sin mencionar los largos sermones llenos de palabras desagradables. "¿Por qué no puedes ser como tu hermano?" era el reclamó que siempre hacía su madre cuando se portaba de forma incorrecta o destruía algo, aún y cuando la mayoría de las veces era un accidente.
¿Cómo él? Jamás hubiera permitido que su hermano se convirtiera en un reflejo suyo. Nunca.
Ace siempre hizo lo que sus padres querían, buscando complacerlos. Aprendió rápidamente que la única forma de conseguir que le dedicarán la sonrisa que otros padres daban a sus hijos, era obteniendo calificaciones excelente y comportándose apropiadamente, por lo que se esforzó en ser un buen estudiante y conseguir los primeros lugares. Cuando sus maestros felicitaban a sus padres por tener un hijo como él, estos sonreían complacidos y colocaban una mano sobre su cabeza en señal de aprobación. Ese fue su mundo durante ocho años, aquellas sonrisas egoístas y esas manos frías.
Con Luffy, todo fue diferente.
Recordaba la primera vez que lo vio en el hospital, era una pequeña bola roja con un tupido mechón de cabello negro, estaba completamente envuelto en una frazada con estampados de monitos y lloraba tan fuerte que nadie habría podido creer que solo tenía dos horas de nacido.
«No me gustan los niños llorones» fueron las primeras palabras que le dijo cuándo se acercó a la cuna donde estaba, como toda respuesta el recién nacido continuó llorando, fastidiado tomó el chupón que se le había caído para volver a colocárselo en la boca en un intento por que se callará, pero al hacerlo le rozó la mejilla levemente notando que su piel era extremadamente suave y cálida, ante aquel roce el pequeño dejo de llorar y lucho por abrir los ojos, estos se movieron en direcciones diferentes durante un rato hasta que el pequeño logró enfocarlos en Ace, quien continuaba sosteniendo el chupón en su mano, y de buenas a primeras sonrió, él se sorprendió de que aquella bolita roja y amoratada le dedicará una sonrisa sin que hubiera hecho nada por conseguirla y antes de que fuera consciente de lo que hacía, también sonrió.
Su hermanito lloraba por todo, porque tenía hambre, porque necesitaba que lo cambiarán, porque se sentía mal, porque su madre lo dejaba en la cuna, incluso había ocasiones en las que lloraba por nada, o al menos nada que él pudiera entender. Sus padres siempre se quejaban de ello, diciendo que Ace nunca había sido tan escandaloso. Una tarde, su madre había decidido quedarse en la casa a trabajar y había llevado sus cosas a la sala donde él solía hacer su tarea, él estaba feliz de que su madre estuviera allí, que ni siquiera le molestó que aquella bola llorona también estuviera allí, llorando para variar. Su madre no tardó en quedarse dormida, tanto ella como su padre habían estado trabajando hasta tarde en unas traducciones, Luffy lloraba con tanta fuerza que el mayor supo que no tardaría en despertarla por lo que dejó de lado su tarea y se acercó al pequeño moisés donde estaba, apenas lo hizo el menor dejo de llorar y abrió los ojos para mirarlo, comenzó a formar unos balbuceos y agito sus manitas hacia él, lo sacó con cuidado y lo llevó hasta donde había estado sentado estudiando, el menor se aferró al brazo con el que lo sostenía sin dejar de balbucear, un idioma que él no entendía, sonrió y tras colocarlo con cuidado sobre sus piernas y rodearlo por completo con un brazo, continuó estudiando para el examen que tendría. Su madre despertó al cabo de una media hora, probablemente por dejar de escuchar el llanto del menor, lo vio sorprendida y esbozo una sonrisa que él correspondió, su madre lucía hermosa cuando sonreía.
Cuando sus padres se dieron cuenta de que el menor dejaba de llorar al estar con él, le pidieron que lo cuidara, ellos tenían mucho trabajo y no podían dedicarle tiempo a un bebé que lloraba por todo. Trató de negarse, no porque no quisiera a su hermano sino porque quería salir a jugar con unos niños que había conocido en el parque y que lo invitaron a formar parte de su equipo de futbol, pero sus padres le dijeron que como el mayor era su responsabilidad cuidarlo y portarse bien para que le diera un buen ejemplo, no debía ser un mal niño. "Nadie quiere a los niños malos" había dicho su madre con seriedad cuando intento negarse "Tú no quieres ser un mal niño y que tus padres dejen de quererte, ¿verdad?" Ace negó con la cabeza, no quería ser malo, por ello terminó cuidando a su hermano.
Conforme fue creciendo trató de enseñarle a comportarse, «Tienes que ser un buen niño para que papá y mamá se sientan orgullosos de ti, Luffy» le había dicho una noche mientras le abrochaba la camisa de la pijama, preparándolo para que se acostará, aquel día su madre lo había dejado sin comer porque había tumbado el frasco de galletas, Ace logró encontrar la forma de ocultar parte de su cena para dársela a escondidas. Pero tanto sus padres como él descubrieron que aquello jamás sería posible, era como si el menor hubiera crecido al lado de monos salvajes y no de un educado hermano mayor. Hacía lo que quería y le daba igual si sus padres lo aprobaban o no, más sin embargo jamás fue un mal chico, era alegre y sociable.
Sus padres no estuvieron complacidos con el comportamiento y carácter del menor, lo culparon y aun cuando le dolió, no lo lamentó. Le gustaba que su hermano fuera diferente a él, quien no hacía nada malo por temor a que sus padres se decepcionarán. Cuando sus padres regañaban y castigaban a Luffy, se quedaba con él, jugaban, comían y dormían juntos. Era él quien le daba todos los abrazos que sus padres le negaban al menor, quien le ayudaba a prepararse para dormir, quien lo arropaba, quien le besaba la frente, quien curaba sus rodillas raspadas y limpiaba su nariz cuando estaba resfriado, quien le ayudaba a hacer su tarea, quien escuchaba sus problemas y lo alentaba a cumplir sus sueños, por más locos que fueran. Durante las noches, después de sufrir una pesadilla, Luffy se apretujaba contra su cuerpo y se la pasaba hablando sobre todas las cosas que quería hacer cuando fuera grande, quería ser alguien muy rico y poder vivir libremente sin que nadie le dijera que podía o no podía hacer, hablaba tanto y tan rápido que Ace tenía que hacer un gran esfuerzo para entender cada palabra que decía y en la mayoría de los casos se quedaba dormido mientras el menor continuaba con su eterna platica.
Siempre pensó que al dejar que él otro hiciera todo aquello le estaba ayudando a desarrollar un carácter fuerte y, sobretodo, confianza en sí mismo. Ahora se daba cuenta de que lo único que hizo fue confundirlo. No fue hasta que su hermano cumplió 12 años, que comprendió que los "Te amo" que le decía desde que tenía 5 años, tenían otro significado al amor fraternal al que siempre pensó se refería.
Esa tarde, Luffy había entrado a su cuarto mientras él se preparaba para una exposición que daría en la universidad con algunos de sus compañeros. Su hermanito lo miraba en silencio mientras le contaba lo que expondría, sabía que había muchas cosas que él otro no entendía pero por alguna razón siempre insistía en que le hablará sobre lo que hacía en la universidad. Antes de irse le despeinó el cabello y entonces Luffy comenzó a quejarse de que se le había metido en los ojos, preocupado se arrodilló para revisarlo pero apenas se colocó a su altura, él otro le sujeto el rostro con sus pequeñas manos y lo beso en los labios, se quedó paralizado y no reaccionó hasta que sintió la diminuta lengua ajena en su boca, horrorizado se apartó y miró a su hermano a los ojos sin poder reconocer aquel rostro infantil que lo miraba con molestia. Su hermanito lo miraba con seriedad, una expresión que no pegaba para nada con él, «No juego cuando digo que te amo» dijo y le extendió la libreta que llevaba en las manos, ofreciéndosela, la tomó por inercia aún sorprendido y comenzó a pasar cada una de las hojas mirándolas asombrado. Hasta donde sabía su hermano dibujaba realmente espantoso ─sus gatos parecían hipopótamos y sus hipopótamos parecían pájaros─ pero aquella libreta estaba llena de dibujos de él perfectamente hechos, la mayoría lo representaban dormido, le costó un poco comprender que aquellas imágenes no habían sido sacadas de la imaginación del menor sino que eran escenas reales, por lo que al llegar a la última hoja la sangre se acumuló en sus mejillas haciendo que su rostro se pudiera completamente rojo, el dibujo lo representaba de espaldas y desnudo. Horrorizado por aquella imagen, trató de romperla, pero al ver sus intenciones, Luffy se la arrebató, «No puedes destruir mi tesoro» le dijo abrazando la libreta contra su pecho y mirándolo con fiereza, «Tengo cientos de estos cuadernos en mi cuarto pero no quiero perder ni uno solo», era cierto, los había visto muchas veces, estaban regados por toda la habitación, en el suelo, sobre los muebles, bajo su almohada, en su escritorio, bajo la cama, pero como el menor siempre hacía cosas raras no les había prestado mucha atención, «Te amo, Ace. Por favor, no ignores mis sentimientos únicamente porque soy un niño» le dijo con seriedad antes de bajar de la silla y salir de la habitación dejándolo con la cabeza tan revuelta que olvido lo que diría en su presentación y terminó leyendo las notas que llevaba, recordaba haber obtenido un 8 en esa clase por no preparase adecuadamente y no dar una excusa razonable para ello, pero como podía explicarle a la maestra que estaba con el cerebro hecho papilla porque su hermano, que era ocho años más joven que él, acababa de besarlo y confesarle que lo amaba.
Las cosas nunca volvieron hacer las mismas después de aquella tarde, su hermano aprovechaba cada ocasión en que estuvieran solos ─que era casi siempre─ para decirle que lo quería y, cuando estaba especialmente descuidado o medio dormido, besarlo. Hablaba sin parar sobre los planes que tenía para cuando fueran grandes y estuvieran juntos aunque nunca se preocupó por preguntarle si él quería eso también, su hermano asumía que no lo rechazaría una vez tuvieran edad para irse a vivir lejos de sus padres.
─¿Por qué no? ─preguntó Luffy de forma testadura devolviéndolo al presente, el menor lo miraba a los ojos, exigiendo una respuesta que él ya le había dado pero que se negaba a escuchar.
¿Cuántas veces habían tenido esa conversación?
─Porque está mal, Lu ─había perdido ya la cuenta─. La gente no lo aceptaría, aún si yo te correspondiera.
─Podemos irnos ─dijo él otro─. A un lugar donde nadie nos conozca. Empezar de cero.
No era la primera vez que le decía aquello. La primera ocasión fue tras la muerte de sus padres en aquel accidente automovilístico cuatro años atrás. Cuando todas las personas que acudieron a la casa para darles su más sentido pésame se marcharon, Luffy entró a su habitación y él había estado tan sumido en su depresión que no reaccionó cuando este le sujeto el rostro y lo beso con suavidad mientras lo empujaba hacia la cama, entre beso y beso le dijo que debían marcharse lejos, a un lugar donde nadie los conociera, donde pudieran vivir juntos, donde nadie los juzgará. Cuando logró tumbarlo se colocó sobre él y no reaccionó hasta que no sintió como el menor introducía las manos bajo su camisa, asustado lo había apartado de un empujón e hizo lo más maduro que se le ocurrió, huyo de la casa. Ese día, era el fin del verano, y camino hasta llegar al parque que estaba cerca de su departamento, donde ahora vivirían su hermano y él, se sentó en una banca y fijo su vista en los niños que jugaban en los columpios. Una pareja de hermanos llamó su atención, los contempló notando que el menor de ellos se comportaba diferente a como lo había hecho Luffy cuando ellos eran niños y solían jugar en parques como ese. Aquella fue la primera vez que se preguntó si desde ese entonces su hermano lo amaba.
─Por favor, Ace ─suplicó su hermano, arrancándolo de aquellos recuerdos.
El rostro de Luffy estaba rojo y manchado, sus ojos brillaban por las lágrimas que habían derramado, lo miraba con desesperación, rogando por un amor que él no podía darle.
─Luffy ─lo sujeto por los hombros para alejarlo─, eso no puede ser. Tienes que entenderlo, por favor ─suplicó con desesperación, el menor lo abrazó nuevamente con fuerza.
─Ya no trabajarías como arqueólogo ─dijo ignorando la súplica del otro y aferrándose a él con fuerza─. Sé que no te gusta y que solo lo estudiaste para complacer a nuestros padres ─Ace no supo que decir─. Yo cuidaría de ti. Te daría todo lo que quisieras. Por favor ─suplicó─. ¡Sé que puedo hacerte feliz! ─la fuerza con la que se sujetaba a su playera le indicaba la desesperación que embargaba a su hermano en esos momentos.
Desde niño, su hermanito siempre había sido muy decidido y se empeñaba en conseguir lo que quería, nunca aceptaba un "No" como respuesta, en aquel entonces siempre terminaba sucumbiendo a los caprichos del menor, eran simples juegos de niños en los que realmente no importaba quien ganaba o perdía por lo que nunca le molesto complacerlo pero en esta ocasión las cosas no eran un juego. Conforme pasaba el tiempo Luffy se volvía más demandante y más obvio con sus intenciones para con él, llegaría el día en que no vería la necesidad de ocultar lo que sentía y entonces, un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en lo que podría pasar, ni siquiera los amigos del menor ─quienes parecían bastante extraños y locos─ aceptarían algo como aquello.
Quería a su hermano, siempre lo había hecho, pero no de la forma en que este quería que lo quisiera y Luffy parecía incapaz de comprenderlo, creía que si se esforzaba podría conseguir que correspondiera sus sentimientos. Estaba completamente equivocado, había cosas en la vida que por más que se desearán simplemente no podían ser. ¿Cuántas veces le había dicho que aquel amor que creía sentir por él era solo un espejismo? ¿Que él no lo amaba de aquella forma? ¿Que eran hermanos y lo que quería era claramente imposible? Se lo había dicho tantas veces que ya había perdido la cuenta.
Miró al menor abrazado a su cuerpo, aquel niño era todo lo que tenía en el mundo. Gracias a él pudo desafiar a sus padres para marcharse de casa a los 21 años, si bien la razón principal fue alejarse del menor, de no haber sido por él nunca habría tenido el coraje para decírselos. Desde su nacimiento, su hermanito había hecho mucho por él, aun cuando no se había dado cuenta, por lo que solo quería que fuera feliz. Lamentablemente, el menor aseguraba que esa felicidad solo podía ser a su lado.
─Lo siento ─besó al menor en la cabeza, como solía hacer cuando tenía una pesadilla y se metía a su cama llorando porque el monstruo del armario iba a devorarlo, si al menos todo aquello pudiera desaparecer de la misma forma que los monstruos imaginarios.
Pero ya no eran unos niños y sus brazos no era aquel escudo que el menor aseguraba podía protegerlo de todas las cosas malas que intentaban tomarlo. Lentamente fue soltando sus brazos hasta soltar el cuerpo de su hermano y colocó sus manos sobre las suyas, notando por primera vez lo pequeñas que eran ¿siempre habían sido tan pequeñas? Las apretó con suavidad para poder hacer que lo soltará, lo escuchó decir su nombre pero lo ignoró, se puso de pie y abandonó la habitación sin voltear ni una sola vez.
«¡Nunca puedes hacer nada bien!», apoyado en la puerta las palabras que su padre una vez le dijera resonaron en su cabeza. Le había gritado aquello cuando su hermanito cayó de un árbol y estuvo inconsciente en el hospital durante dos días, se suponía que debía cuidarlo pero se había distraído comprando helados para ambos. Como recordatorio de su inutilidad su hermano conservaba una cicatriz bajo el ojo izquierdo, se había abierto cuando se golpeó con el borde de la banqueta, aunque por fortuna no se lastimo de forma grave pero la cicatriz permanecería en su rostro por el resto de su vida.
─Perdóname, Luffy ─murmuró aun cuando sabía que él otro no podía escucharlo─. Soy un inútil que nunca puede hacer nada bien. Ni siquiera he podido ser un buen hermano para ti.
Se dirigió a su habitación y sin siquiera cambiarse de ropa se dejó caer en la cama, estaba cansado solo quería dormir y, de ser posible, olvidar todo aquello, despertar y volver a aquella época cuando Luffy y él eran pequeños para poder hacer las cosas bien esta vez. Sumido en esos pensamientos y los recuerdos que se empeñaban en desfilar por su cabeza, no escuchó el ruido de una puerta abrirse y cerrarse, todo lo que escuchaba era la voz de su padre y las suplicas del menor para que correspondiera sus sentimientos.
Continuará.
