¿Por qué su cabello era tan negro?

¿Por qué su piel era tan blanca?

¿Por qué… al entrar a la habitación, lo embriagaba su olor –tan distinto a su elemento –a dulce humedad, a tierra mojada?

¿Por qué se estremecía cuando escuchaba su nombre en sus labios?

¿Por qué su piel quemaba cuando lo tocaba?

¿Por qué…?

La respuesta llegó al ser apartado de él, al ser él quien poblaba sus sueños, dejando un sabor dulce y amargo.

Se había enamorado.