Él siempre regresaba. Siempre.

Sin importar qué guerra peleara, a qué se enfrentara, quién fuera el enemigo.

Él regresaba. Siempre.

Por ella. Él regresaba. Siempre por ella.

Porque ella estaría allí, esperándolo.

Pero ese día sus nublados ojos grises ya no estarían ahí, iluminándose al verlo en el umbral de la puerta.

Su voz no estaría ahí, llenando la habitación.

Sus labios no estarían ahí, esperando para ser besados.

Su sucio cabello rubio no estaría ahí, haciéndole cosquillas.

Su cuerpo no estaría ahí, entre el suyo.

Ese día, Luna no estaría allí.

Ese día, Harry no regresó.