Antes de empezar me veo en la obligación de aclarar que Hetalia no es de mi autoría, si no de Hidekazu. El único que me pertenece es el ingrato de México. Disfruten.
El pequeño México, que por esas fechas era oficialmente Nueva España (pobre ingrato), expone un gran bostezo señalando aburrimiento, pues es un día normal, carente de aventuras. Se respalda del calor bajo un árbol. Mira hacia el horizonte, encontrando a Inglaterra de la mano de sus colonias.
— Hola, dime niñito, ¿Se encuentra España?
Ignorando la pregunta del rubio, el escuincle avisa a su tutor, usando toda su capacidad pulmonar, de la llegada del país.
— ¡ESPAÑA! ¡VEN! ¡AQUÍ TE BUSCA EL "ANGLOCEJÓN"!
— ¡¿CÓMO QUE "ANGLOCEJÓN"?! ¡MOCOSO INSOLENTE!— Risas invaden la cara de los hermanitos de Arthur. La mano de este sujeta la oreja del moreno, causándole sufrimiento por parte del quejoso.
— ¡SUELTA MI OREJA! ¡ME LA VAS A ARRANCAR Y VOY A PARECER UN FENÓMENO COMO TÚ!
— ¡¿CÓMO QUE FENÓMENO?!— Inglaterra, enojado, casi levanta a México del piso del puro coraje.
Una carraspera detiene la discusión entre ellos dos. España les mira molesto.
— Lo siento— Se disculpa rápido la nación protestante. — Pero este niño debería tener más respeto por sus mayores.
— Sí, perdón por lo de tu apodo— su mano se apoya en la cabeza de su hermano. — Aún le falta aprender modales. Y si vieras cuando lo conocí: era todo un salvaje. Pero vamos a cambiar ¿Qué te parece, Rafael?
— ¡Bah! ¡Como quieras!— Cruza los brazos, ya tiene suficiente con la jalada de orejas para tener que aguantar el discurso del autoproclamado jefe. España muestra ante todos unas tijeras, con su típica sonrisa bobalicona. — ¡Y empezaremos cortándote el cabello!
— ¿Eeeh? ¿Por qué? ¿Qué mal te hizo?— es extraño, pero al niño se le ve su carita preocupada. Eso intriga un poco a Arthur.
— Ninguno, y es para que te veas más presentable y aseado. No te preocupes, te lo dejaré tan bien que te parecerás a mí.
— ¡¿Qué?! ¡¿Parecerme a ti?!—se ha quedado con su boquita abierta.
— Ya verás lo guapo y decente que te voy a poner, sólo te corto toda tu cabellera.
— ¡Me lo cortabas y no!— España recibe una patada en su espinilla, obligado por el dolor se inclina para masajear la parte afectada, sin embargo, de pronto ya no hay luz. Su colonia le ha puesto una vasija de cobre en la cabeza, no conforme se trepa a su espalda, cruza sus piernitas atrapando el cuello y golpea la vasija con dos cucharones de madera, gritando:
— ¡NO ME VAS A CORTAR LA GREÑA! ¡NO QUIERO PARECERME A TI! ¡NO QUIERO! ¡NO QUIERO! ¡NO QUIERO!
Antonio no tiene idea de que hacer: ya le duele la cabeza pero se le dificulta quitarse a este engendro del mal y peor aún, parece que la vasija se le atoró, y como no ve nada se tropieza a cada rato. Mientras Arthur y Alfred miran asustados la escena de los latinos hasta que una risita sonora les aparta la vista de los morenos.
— ¡Jajajaja! ¡Eso se ve divertido! ¡Debería hacerlo!
Ni tardo ni perezoso, el país ''anglocejón'' agarra a Canadá y se lleva a rastras a Estados Unidos. Tiene que huir, México es una mala influencia para Matt.
Y hasta la fecha México no se ha cortado la greña (y sigue siendo una mala influencia para Canadá)
