Disclaimer: The Vampire Diaries pertenece a Kevin Williamson, Julie Plec, C W y la editorial Harper. Todo el mundo menos la autora (L. J. Smith), que no debió leer bien la letra pequeña...

N/A: Una nueva pieza sobre Damon y Bonnie, fuera de toda línea temporal.


Encadenados

Desvío la mirada furtivamente, esperando que nadie lo note. Está enfrascado en sus bromas de siempre, buscando provocar y sacar de quicio a todo el mundo, riéndose a sus expensas. No puedo apartar la vista, por más que devolvería todo mi poder con tal de conseguirlo. Peor aún es que siempre me devuelve la mirada. Aunque sea sólo un segundo, nuestros ojos siempre se encuentran y un escalofrío recorre mi espalda.

Odio esto. Él no debería ser capaz de mirarme así. Ni siquiera debería tener esos ojos, o esa forma de sonreír, burlona, provocadora, que acelera mi corazón haciendo que se dé cuenta de lo que despierta dentro de mí. Me pone furiosa. Odio sentirme así, prisionera, esclava de esta sensación que soy incapaz de controlar, y desearía poder volver a odiarle a él para que me repugne la idea de que se acerque, de que me ponga una mano encima. No entiendo ni cómo empezó todo esto. Ya ni siquiera me reconozco cuando me miro al espejo, ¿sigo siendo yo misma? No sé qué me ha hecho, cómo puedo haber cambiado tanto como para tener ganas de llorar si alguna vez esa sonrisa no llega. Odio tener que esconderme y guardar secretos a todo el mundo… siempre con temor a que me lo quiten.

Ya no me mira, ni yo a él; sin embargo todavía lo siento cerca, pegado a mí, envolviéndome. Debe estar divirtiéndole mucho escuchar mi corazón acelerado, el ritmo de mi respiración. Sabe que dentro de poco no podré soportarlo, balbuciré una disculpa y me iré con la sangre hirviendo en las venas, esperando, rogando para que venga siguiéndome.

No soporto que tenga tanto poder sobre mí, ni que sólo sus manos sean capaces de calmar el ansia que hace que mi piel arda, ni que sólo su boca pueda devolverme el aliento. Todo mi cuerpo protesta, llora, grita de necesidad hasta que está saciado del suyo y yazgo exhausta a su lado, vulnerable, totalmente suya. Dispuesta a dejarme morder y que beba de mí hasta la última gota de sangre.

Nunca lo ha hecho y no le he preguntado por qué. No quiero escuchar que no quiere hacerme daño, o que no es alimentarse lo que busca en mí. Tampoco él quiere decirlo, como tantas otras cosas que yo también prefiero callar. Por eso el silencio es lo que nos queda. Nuestras miradas permanecen juntas y de repente es como si viera en sus ojos todos los años que lleva vividos, todo lo que han visto y todo lo que se ha guardado dentro, y deja de ser un vampiro despiadado, y un seductor irresponsable, y se convierte en un hombre atormentado, con alma, un corazón que también late.

No debería ser así. No quiero ver su interior a través de sus ojos… pero no me canso de mirarlos; odio esta necesidad de que me mire fijamente… y no soporto que aparte la vista de mí.

El tiempo parece detenerse, pero continúa y cuando amanece él se marcha, y yo soy capaz de respirar por fin, libre hasta que vuelva a verle. Entonces los dos volveremos a llevar la armadura y los susurros serán más fáciles: palabras sobre conveniencias, precauciones… Nunca cambios, ni finales, por más que siempre estén ahí, en la punta de la lengua.

Quisiera saber cuánto puede durar un secreto. Él siempre se encoge de hombros, dice que mis amigos tampoco son del todo imbéciles. A veces estoy tan agotada que quisiera soltárselo a todos, o a uno, cualquiera de ellos. Ese sería el fin… y de pensarlo la garganta se me cierra, soy incapaz de pronunciar palabra.

Ojalá fuera más valiente. Siempre pensé que lo era, pero ya no me reconozco. Ojalá pudiera dejar de pensar, pero ya son demasiadas noches sin dormir. Ojalá él no fuera Damon, ni yo Bonnie.

Ojalá todo, simplemente, fuera más fácil…