Al fin, Yao había conseguido recuperar a su pequeño hermano. Tras largos años entrenándose en solitario para poder enfrentarse al Imperio Británico, y abrirse camino a través de Europa gracias a su aliado ruso, por fin pudo rescatar a Hong Kong y salvarle de las sucias manos del cejón. Su pequeño estaba cambiado. Había crecido, se había hecho todo un hombre, y por culpa de ser el esclavo de Arthur, había perdido toda la inocencia que tenía antes de que todo ello sucediera. Su sonrisa se había convertido en unos labios fríos, carentes de expresión, al igual que su mirada y su corazón. A Yao le dolió muchísimo verle así, por lo que durante el camino de vuelta a su país decidió no esperar a mostrarle aquello que había guardado durante todos estos años: su cariño y amor de hermano mayor.
-No me toques. Es molesto, por favor.
-¡Pero si antes te gustaba aru! ¡Eras el chico más mimoso del mundo!
-Pero he crecido. Ya no soy tu hermano menor.
-¿Qué te hizo ese idiota? ¿Te ha tocado aru...?
-¿A qué viene eso?
-¡Responde!
-...
-Juro que le mataré aru... Volveré a por él...
-No es tu problema, no te metas.
-¡¿Crees que voy a dejar que mancillen tu honor aru?
-Estás hablando por ti mismo. Yo nunca dije que me hiciese nada. Tal vez te sientes culpable de haberme abandonado y por eso ahora te comportas como el hermano fuerte que siempre debiste ser. Pero te diré una cosa Aniki. Yo ya soy suficientemente fuerte para valerme por mí mismo. No te necesito, ni a ti ni a los demás.
-Pero... te están esperando... Te echan de menos...
-Me da igual. He vivido todo este tiempo sin vosotros. Y he vivido bien, así que olvídame.
-Me niego a pensar que seas así ahora... ¡Dentro de ti debe quedar algo de aquella inocencia que tenías!
Y tras decir eso, Yao se abalanzó sobre él y empezó a besarle. HK se resistía, completamente sorprendido por ese comportamiento. Pero le gustó. Después de forcejear durante unos segundos con su Aniki, cerró los ojos y se dejó llevar por el placer de su boca. Ya no hacían falta más palabras. Había recordado lo mucho que echó de menos el cariño y los abrazos de su hermano mayor. Por su mente pasaron recuerdos. Desde los que tenía de su infancia, jugando con su familia, hasta los recuerdos con Arthur. Aún no le había dicho nada de eso a Yao, pero Arthur, literalmente, le quitó toda su "inocencia". Noches pasionales que nunca creyó ser capaz de disfrutar al máximo, de sentirse siempre inferior a su amo. Pero ahora con su hermano no se sentía así, sino que disfrutaba mientras sentía su lengua recorrer su boca, sus labios y su cuello, cada vez bajando más. Llegando a un punto sin retorno, en el que su entrepierna fue agraciada por el calor fraternal que desprendía Yao. Él también quería disfrutar de su cuerpo, abrazarle y tocarle sin parar, por lo que le empujó y se echó encima suya, desnudándole y bajándole los pantalones lentamente. No solo quería disfrutar de su miembro, sino también hacerle disfrutar por detrás, tal como le enseñó su ya ex-amo. Ambos, durante lo que restaba de camino en tren hasta su hogar, disfrutaron de sus cuerpos, de un amor prohibido, recuperando el tiempo que habían perdido por culpa del inglés.
