Un nuevo día. La luz de la mañana atravesaba las cortinas, y los rayos de sol daban de lleno en los ojos color miel de Italia. Lanzó un bostezo al aire, mientras se levantaba, y se preguntaba, somnoliento, si Doitsu habría preparado el desayuno.
En la mesa del comedor encontró varios aperitivos: magdalenas y salchichas. A Italia no le agradaba mucho la comida alemana, pero comerla, de alguna forma, le hacía feliz a Doitsu, así que lo hacía. Cogió su bocata de Frankfurt y caminó por los pasillos de su casa, hasta la entrada principal. Allí, abrió la puerta, y una brisa cálida recorrió su rostro y su cabello, agitando su rizo. Desde allí podía ver el inmenso campo que rodeaba la mansión, hermoso y treméndamente verde. A lo lejos podía ver a Doitsu haciendo sus labores de cada mañana, cortando madera para calentar la chimenea cuando anocheciera.
Decidió acercarse a saludarle, mientras corría felizmente por los pastos. Era una mañana hermosa, única, y se sentía completamente feliz y vivo. Y más cuando veía a Doitsu, sujetando el hacha y partiendo la leña, completamente sudoroso y con su pecho descubierto. Le encantaba verle así, tan saludable. Más bien tan... fornido. Se sentía muy seguro con él a su lado, le encantaba que le protegiese y cuidase de él.
-¡Doitsuu~!
-Oh, Italia, estás despierto... buenos días.
-¡Buenos días! Gracias por el desayuno 3 -dijo mientras se metía la salchicha lentamente en la boca, saboreándola con su lengua-.
-D-de nada... Lo hice con todo mi cariño... para tí...
-¿Qué ocurre Doitsu? Te has puesto rojo de repente...
-Oh, n-no es nada... -se ruboriza al verle chupar la salchicha-.
-Seguramente es de trabajar... ¡Te daré un masaje!
-O-oye...
Y así, Italia se puso detrás suya y le cogió por los hombros, para hacer k se sentase en el suelo, y así poder darle un masaje. Alemania se dejó llevar, sintiendo las suaves y cálidas manos de Italia recorrer su cuello y sus brazos, sin darse cuenta que en su entrepierna algo estaba aumentando de tamaño. E Italia se dio cuenta de ello. Nunca había tocado esa parte en otro hombre, pero viéndola tan dura, decidió darle un masaje allí también.
-Doitsuu tienes esta zona muy dura... Te has estresado mucho...
-Italia... yo... ah...
-¿Te gusta? -le da un beso en ese lugar-
-S-sí... pero detente... o sino...
-Pero quiero ayudar... y hacer que te relajes...
Y tras decir eso, Alemania no se pudo resistir más. Le agarró y le tumbo en el suelo, boca arriba, mientras empezaba a besarle y desnudarle de manera brutal. Sentía tal pasión que no le importaba si le hacía daño, solo se dedicaba a meterle su lengua hasta el fondo de su boca, mientras acariciaba esa suave piel que tanto deseaba.
Y fue en la hierba, al lado de la madera cortada, donde le hizo suyo. Italia apenas podía moverse o responder a su pasión. Le resulto tan repentino que no podía hacer nada, salvo disfrutar. Sentía como Doitsu se centraba sobre todo en su entrepierna, mientras le decía que le encantaba "su salchicha". Italia no opuso resistencia, y se dejo hacer lo que él quería. Cuando le dio la vuelta y empezó a meterle su miembro por el culo, le dolió y lloró. Pero dentro sentía que disfrutaba. Disfrutaba que Alemania estuviese tan feliz, y que eso le ayudase a relajarse. Así que, con gusto, se dejó llevar y disfrutar él también de su "salchicha".
Al final, acabaron abrazados en la hierba. Italia estaba suspirando, acariciando su pecho, escuchando el latido de su corazón. Mientras Doitsu, como siempre, sin decir ni una palabra, pero a la vez, diciéndolo todo con la mirada. Se querían. Eso era lo único importante.
