Habían pasado semanas desde que Hong Kong había regresado al lado de su familia asiática. Cuando volvió a su hogar, ya nada era lo mismo. Todo había cambiado, sobre todo sus hermanos. Ya no les veía como hermanos mayores, toda esa inocencia había quedado atrás. Ahora todos eran iguales, aunque aún así, seguía sintiendo su cariño y amor, el que muchos años habían guardado hasta su regreso. Pero él ya no se sentía dentro de esa familia. Estar con el inglés le había hecho perder todo sentido de fraternidad que podía tener por China, Korea, Taiwan, Nihon... Para él, ellos eran extraños ahora, y pasaría mucho tiempo antes de que pudiese volver a tratarles como familia.

Una noche, estaba él solo en su habitación, acostado en la cama, pensando y mirando al techo. Entonces sintió un ruido bajo su cama. Se bajó para mirar, y entonces vio la cara de Korea asomar de improviso por el hueco, lo cual hizo que HK se asustase y cayese de culo.

-¡Jaja! ¡Veo que eso te sigue asustando aún da zee!

-Maldito... ¿Qué haces aquí? No has cambiado nada... -frunció el ceño el cejudo asiático-.

-¿Qué quieres decir?

-Me hacías eso mismo cuando era pequeño... Lo odiaba y lo sigo odiando. Molestas.

-Es que quería ver a mi hermanito da zee... ¿No puedo?

-No si quiero estar solo.

-¿Y por qué quieres estar solo?

-Mira... Simplemente vete.

-¡No me da la gana da zee! -dijo con tono burlón-.

-Maldito...

Empezaron a pelearse, pegándose con almohadas, sábanas y zapatillas. Cuando se quisieron dar cuenta, acabaron abrazados en la cama, con Hong Kong debajo de Korea.

-Quita de encima... Idiota.

-No quiero... se esta bien aquí da zee...

-Molestas...

Se quedaron mirándose el uno al otro, sintiendo su calor corporal, y entonces Korea le besó. Se sintió extraño, pero recordó lo que hizo con Aniki en el camino de regreso, sentía lo mismo. Ese amor y esa pasión de hermanos, que le obligaba a desnudarse y a desnudarle, saboreando su cuello y su propia lengua. Cogieron una de las sábanas que habían tirado y se cubrieron con ella, mientras seguían acariciándose y desnudándose poco a poco, hasta quitarse los calzoncillos. Sus miembros se rozaban mutuamente, y poco a poco se fueron humedeciendo a medida que se besaban y lamían el cuerpo. HK se metió bajo las sábanas y empezó a chupárselo con pasión, mientras su hermano movía las caderas al ritmo de su boca. Después fue el turno de HK, que nada más sentir su lengua lamer todo el miembro, se corrió en la boca de Korea de improviso. A su hermano le agradó, lamer y tragarse su corrida, mientras movía a HK y le ponía de espaldas para penetrarle por detrás. No había nadie en casa, así que juntos gimieron y gritaron de placer hasta que Korea se detuvo, y en el trasero de HK se sentía algo húmedo y caliente. Esa noche los dos hermanos durmieron juntos, abrazados y desnudos. Un amor fraternal que nunca podría romper, nada ni nadie.