Persiguiendo un sueño colectivo, Alanis se separó de su familia en busca de una oportunidad en los Estados Unidos para prepararse mejor y estudiar ahí una buena carrera, justo la que quería y que en su país no obtendría beneficio alguno. Con la ayuda de un tío que ahí vivía, consiguió entrar a una buena universidad. Sería difícil, y así era; llevaba apenas dos meses ahí estudiando diseño, viviendo en un edificio apartamental con el cariño, apoyo y dinero que su familia le mandaba cada quince días y que por suerte sabía cómo hacer para satisfacer sus necesidades administrándolo y ahorrando.
Los deberes mantenían ocupada su mente, a veces quería ver a su familia, pero se sentía culpable por no extrañarla más. La vida en Nueva York era ajetreada, sólo con suerte podía soñar a sus seres queridos si es que podía dormir.
Llegó creyendo que sabía inglés, que se había preparado lo suficiente, pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Si bien entendía lo que decían las personas, le costaba expresarse y eso realmente le molestaba pues nuestra chica hablaba hasta en sueños sin que ella misma supiera. Por suerte con ayuda de sus nuevos amigos fue acostumbrando su lengua a la dicción y poco a poco aprendía a relacionarse con las personas a su alrededor.
Disfrutaba caminar y ver el paisaje matutino mientras iba a la escuela, y aunque decían que lo mejor pasaba en la noche, ella prefería no salir de su apartamento. "Cosas extrañas pasaban de vez en cuando en la ciudad". Sus compañeros llegaban hablando de incidentes que en las noches anteriores ocurrían: ladrones que atacaban con armas brillantes como fuego, personas que hacían explotar cosas a su alrededor, un hombre araña que se columpiaba entre los edificios, policías muertos con marcas de animales gigantes en sus cuerpos…real o no, no caminaría sola en la noche ni a la esquina del edificio donde vivía. Díganle miedo, díganle exageración, díganle prevención, pero nada la cambiaría de parecer. Seguía siendo una ciudad ajena, seguía siendo una extranjera, y seguía teniendo problemas de confianza, como es normal en estas situaciones.
Alanis tenía para este día que arreglar algunos papeles en su escuela, algunas clases carecían de su nombre en las listas y eso le traería inconvenientes en estas fechas de exámenes… maldita sea su suerte. No era la única alumna en ser notificada a última hora, había una fila de jóvenes sentados y parados a fuera de la oficina del director y ella tenía examen en diez minutos. Decidió dejar la sala aquella e ir por algo rápido de comer, presentar lo mejor que pueda aquel dolor de cabeza e ir después a la dirección.
Por desgracia para ella, el examen duró dos horas y no fue exactamente la más rápida en terminar que digamos, así que apenas lo entregó recogió sus cosas, las llevó a su casillero y se dirigió a las oficinas solo para encontrarse con el mismo panorama de hace un rato. Maldijo su suerte de nuevo, bajó violentamente su mochila al piso y suspiró, se apoyó en la pared completamente desanimada mirando al techo junto a otro estudiante que escuchaba sabe dios qué en su celular. Después de casi otras dos horas por fin salió de la dirección, no sería la última vez que tendría que ir y presentarse pero al menos ya estaba avanzando con sus papeles. Al cruzar la puerta de su escuela casi se va para atrás al puro estilo de condorito pues ya empezaban a notarse las estrellas en el firmamento. Se dio una buena palmada en la frente y empezó a caminar resignada arrastrando su mochila como si arrastrara su estres. No podía odiar más su horario de clase, le costaba acostumbrarse a tener que ir a diferentes horas del día y tenía que tomar el subterráneo para llegar a su apartamento.
Dos calles antes de poder agradecer estar cerca de su edificio las luces empezaron a parpadear, varios elementos de la policía pasaron frente a ella comunicándose por su radio y un auto policiaco pasaba rápidamente con sus sirenas y luces a todo lo que daban. Siguió su camino, rezando a todas las vírgenes que conocía y pidiendo poder llegar con bien a su no tan querido pero seguro "hogar". Cruzó la última calle que le separaba de su destino, dio unos buenos cinco pasos y divisó a varios sujetos de negro saliendo del edificio de enfrente cada uno con armas y chalecos anti balas con varias personas detrás. Apresuró su paso, hoy no planeaba ser víctima de nadie y se aseguraría de que así fuera. Sostuvo con fuerza su mochila, trató de recordar cualquier canción alegre y empezó a tararear "rollerblades" de Eliza Doolittle pero solo acabó con una especie de remix sin sentido por no poder concentrarse lo suficiente por la ambulancia que en ese momento empezó a avanzar y doblar la esquina.
Se asustó cuando un ruido a su derecha le hizo saltar y voltear su mirada por inercia pero solo se encontró con un gatito indefenso de manchas negras y cuerpo blanco, que transmitía tanta ternura con su cola esponjada que pensó inhumano dejarlo ahí. Rápidamente y con cautela lo recogió y abrazó sobreprotectoramente para seguir con su tortuoso camino que, al menos, con un acompañante ya no lo sería tanto.
Había personas asomándose por las ventanas de los edificios cerca del suyo y al llegar a él advirtió lo mismo, pero al menos ya había llegado y trataría de evitar lo posible la situación, sea lo que sea que haya pasado. Saludó al señor Richard o "el pelón" como le decía ella mentalmente, que hablaba con otros dos huéspedes y una tipa completamente en uniforme azul junto a la entrada y que además de devolverle el saludo, le dijeron que era el último huésped por llegar, que ahora estaban todos completos y que estaban preocupados por ella sin fijarse mucho en su peludo acompañante. Eso fue raro y alarmante, no quería saber nada del asunto a pesar de su curiosidad, porque sabía que podía estar en peligro afuera con todos esos policías rondando pero no quería saber exactamente el por qué o quedaría lo suficientemente traumada como para no salir en dos meses.
Subió rápidamente las escaleras hasta el cuarto piso buscando sus llaves e ignorando a sus vecinos de piso que al igual que el pelón se encontraban cuchicheando cosas hasta que la vieron abriendo su puerta y la saludaron, exclamando lo aliviados que estaban de verla. "demonios, es una suerte que al fin haya llegado" pensó, y saludó a la cuarentona señora de vuelta y a los otros vecinos mientras el gatito maullaba como si éste también quisiera saludar. Abrió de un solo movimiento su puerta casi empujándola como si ésta fuera una meta, prendió sus luces y aventó en algún lugar su mochila ¡al fin dentro! Estuvo a punto de gritar por el agobiante pedazo de día que le había tocado y de poder estar sola y tranquila pero, en cuestión de segundos aquel grito fue ahogado queriendo ser de terror. La puerta se cerró, el minino salto lejos y gruñó asustado corriendo mientras ella era jalada atrás de ésta siendo azotada fuertemente y siendo callada por una mano que le cubría la boca. Definitivamente, no estaría sola y mucho menos tranquila.
Sus verdes ojos estaban tan abiertos que dolían, las ganas de llorar fueron de inmediato recibidos por ellos y su cuerpo empezó a temblar ante la persona que la tenía entre la pared. El maldito sujeto era enorme en comparación con la chica, tenía una mirada siniestra y azul con cejas contraídas al máximo enmarcando sus ojos, sus cabellos eran un asco chorreante de sudor, lo traía largo y se notaba castaño, de él se desprendía un rancio olor a trabajo pesado y un calor que a la pobre Alanis la envolvía como si se tratara de su propio calor corporal que por supuesto por el miedo se le había escapado.
-escúchame bien mujer –empezó a decir el sujeto con una voz grave que detonaba molestia pura- no te haré daño a menos que decidas desobedecerme. Da un solo paso en falso y juró que habrá otro escándalo como el de hace unas horas ¿entendiste?
Bumbum, el corazón de la chica en sus oídos. Bumbum, el corazón de la chica en sus ojos, bumbum en su garganta, bumbum el jodido latir de su corazón acelerado a mas no poder, aún si quisiera gritar y salir corriendo despavorida no podría, estaba paralizada y muerta del miedo. Sus lágrimas mojaron la mano del sujeto haciendo que su mugre manchara las mejillas ahora sin color de nuestra chica que al ser soltada por el sujeto de inmediato se desplomó, cayendo al suelo y llorando, con sus propias manos cubriendo su boca para no emitir ningún sonido mientras miraba las botas del sujeto.
-excelente, creo que no me provocaras ningún inconveniente ¿verdad? –dijo agachándose para estar a la altura de Alanis y picándole su cabeza con su arma casi juguetonamente mientras torcía su boca en una especie de sonrisa macabra.
-no no no por favor no, te lo juro, no me hagas nada por favor –suplicaba casi susurrando y temblando- no le diré a nadie, yo no te conozco y no sé qué pasó antes, te lo juro.
-shh podrían escuchar tus suplicas. Tus vecinos aún están afuera ¿sabes? –Miró detenidamente su rostro y entrecerró sus ojos, pasó su arma por el mentón de la chica para analizarla con más profundidad- no eres de aquí…no eres estadounidense… ¿de dónde eres?
-s-soy de de…Brasil…soy de Brasil –el nudo en su garganta le impedía articular las palabras que de por sí se escuchaban escasas detrás de sus manos, sentía su corazón explotar.
-¿brasileña he? –Sonrió más ampliamente al escuchar esto, mostrando unos bien cuidados y blancos dientes- es la primera vez que conozco a una brasileña…-su arma recorrió sus mejillas casi en una caricia- me encanta el color de tu piel…
En la mierda. Esto lo había visto en las telenovelas y series cuando aún vivía con su madre. No solo era un puto asesino como sospechaba al sentir la pistola en su cabeza sino que para rematar era un jodido violador. Bien ahí destino.
La temblorina empezó a sacudirla con más fuerza y el sujeto dejo de sonreír, bajó el arma y la deslizo por el suelo fuera de su alcance. Sus cejas que ya se habían relajado volvieron a contraerse, la miró directo a sus ojos y antes de que ella pudiera bajar la mirada y abrazarse a sí misma empezó a hablar nuevamente.
-escucha atentamente, sé que mañana tienes que salir e ir a tu escuela a las once de la mañana, sé que tu ultima clase es a las seis de la tarde con intervalos entre clases y sé que no dejaras de pensar en mí en todo el día pero escúchame bien: tratarás de disimular lo mejor que puedas, y evitaras hablar con desconocidos en lo absoluto, yo sabré si hablas con alguien ¿entendiste? Entraras a tu maldita escuela y no saldrás hasta que acabe tu ultima clase, y sólo entonces tomaras la misma ruta que tomas todos los días y vendrás directo hasta aquí, donde yo te esperaré, y si tardas más de una jodida hora en llegar saldré a buscarte ¿te quedó claro?
Alanis respiraba con dificultad, su precioso color tostado en su piel ahora era pálido, no entendía una mierda de lo que estaba pasando ¿ahora sería prisionera en su propio apartamento? O es que acaso seria media prisionera de cualquier forma ¿Quién deja salir a su rehén? "¡Oh gracias señor secuestrador por pensar en mis estudios, es usted muy considerado!... vaya momento para ponerte sarcástica Alanis" pensó la chica.
El miedo empezó a revolverse con perplejidad y sin apartar el hecho que este gorila sabía su estúpido horario de clases ahora se sentía observada, habrían estado siguiéndola y espiándola quien sabe cuánto tiempo, pero con qué fin, ella no tenía más posesiones que otras personas en el edificio y no era la más bonita mucho menos, si bien algunas personas la miraban como si fuera un animal exótico nadie la había adulado desde que llegó. Tenía ojos aceitunados, piel tostada y cabello castaño claro hasta los hombros, no era alta en comparación de sus paisanos y su complexión era el de una chica de 18 años promedio con calificaciones que rara vez pasaban de 85. No se explicaba que podría buscar en ella si nada podría tener de valor. Miraba a los ojos del apestoso hombre, un ojo luego el otro, ¿que se supone que debía hacer? Realmente era estúpido preguntar, no tenía opciones, o hacia lo que le decía o no podría hacer nada más en su vida porque simplemente no tendría que vivir más.
-s-si entiendo…mañana tengo examen –¿qué demonios acababa de decir? La acaban de secuestrar y todavía podía pensar en su vida cotidiana.
-oh que mala suerte tienes.
Esta debía ser la gota que derramaba el vaso, o lo que muchos reconocerían como el broche de oro. ¿Mala suerte? Más bien pareciera karma por haberle hecho algo grave al diablo y éste se estuviera desquitando. Al menos podría vivir un día más para disfrutar su examen de estadística y ver a su querido director de nuevo. Y por supuesto, arreglar el asunto del papeleo.
-mañana…mañana llegaré… necesito ver unos…
-no niña –dijo molesto agarrando el rostro de Alanis con una mano- no harás nada mañana, iras a la escuela y vendrás en cuanto terminen tus clases, me importa un demonio tus asuntos personales, sólo estoy dejando que vayas a tu escuela para no levantar sospechas, ¿te quedó claro? –Espetó soltándola con brusquedad- O necesitas que te demuestre por qué hay tanta gente buscándome
-pero… yo…si si entiendo pero… –absorbió fuerte como pudo por su moqueante nariz, pasó su ante brazo por sus ojos y lo miró suplicante, pero antes de hablar pensó fugazmente que podría ves los asuntos de sus papeles entre clases ya que dejarlo en último lugar habría dado espacio a que todo esto le ocurriera.
-¿pero qué? ¿Tienes asuntos más urgentes qué atender que regresar a ver a tu asesino favorito?
